• TRITHEAD
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SAIGHEAD BOIREANNACH
XXX. Un retorno con pocas certezas.
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—Voy a extrañarlas mucho—habló la voz imponente y maternal de Flora Anderson cuando las mujeres estaban listas para partir —. Sin duda que Caitlin es una compañía preciada, sin embargo todas le entregan un espíritu inigualable a este lugar.
Flora fue dejando un abrazo y un beso en la frente en cada una de las mujeres, Grace y Enya acompañarían al resto del grupo hasta Glasgow y luego serían las encargadas de llevar los caballos hasta el campamento en la campiña escocesa.
—Nos tendrás muy pronto aquí nuevamente, Flora—decretó Blaire con una sonrisa amplia en los labios —¿Están listas?
Todas asintieron cogiendo bien las riendas de los caballos que montaban.
—¿Dónde se van a encontrar con los hombres Mackenzie? —preguntó como cualquier madre protectora.
—Apenas crucemos el canal—contestó Nimué—, adiós madre.
—Que la madre naturaleza cuide de ustedes, queridas mías, hijas de mi corazón.
Las mujeres emprendieron el camino con entusiasmo, les quedaba un largo camino, una noche acampando y otra tarde antes de llegar al puerto en Glasgow.
Todas tenían un motivo, un propósito.
Y aunque no lo fuera, todas tenían dentro ese llamado a la aventura que durante mucho tiempo, la mayoría de las mujeres tiende a reprimir.
Marlenne sentía que la abrumaban los distintos sentimientos que en ella resurgían, sentía que ir a Irlanda en una época distinta a la que ella había vivido, quizás le entregaría preguntas que replantearse, respuestas para cuestionarse o también podría entregarle un vuelco a su actual vida.
Aquello la enfrentaría con la vivencia surreal que había presenciado meses atrás.
¿Encontraría a más personas en el cuerpo de otras? ¿Encarnando los mismos cuerpos pero diferentes almas?
A lo lejos pudo divisar al grupo de hombres Mackenzie que las acompañarían en su viaje hacia las costas del norte. Por más que quisiera evitarlo, sus ojos se fueron de inmediato hacia la llamativa cabellera pelirroja que resaltaba entre los tartanes y figuras del resto del grupo de escoceses. Desvió la mirada que Heidrun le estaba lanzando desde el balanceo de su caballo, pues no quería sentirse nerviosa antes de tiempo, tenía de sobra con el hecho de tener que afrontar un viaje largo en compañía de James Fraser.
—No sabía que vendrían hasta acá, pensé que nos reuniríamos en Glasgow— siseó Blaire al dirigirse hacia Angus.
—Lamentablemente sabes que no puedo unirme en tu viaje, primor. El laird me necesita cerca del castillo por temas del clan, irán esos cuatro de allí—indicó el escocés, refiriéndose a los demás que los acompañaban, solamente quise asegurarme de que llegaran sin novedad hasta el puerto en Glasgow, es un viaje largo.
—Nada que no hayamos hecho antes, además las chicas se van a llevar los caballos al campamento, me haría sentir muy bien que pudieses acompañarles después.
—Llevo cuidando su campamento desde hace meses, por lo que puedes estar segura de que ellas estarán a salvo—aseguró Angus.
Los hombres bajaron de sus caballos y de forma galante hicieron una reverencia en dirección a las mujeres. La mirada intensa y decidida de Jamie se dirigió completamente hacia Marlenne, quien se encontraba sobre uno de los animales, a su vez, ella le dedicó una suave y casi imperceptible sonrisa, sentía que su corazón bombeaba con fuerza y no quería que su cuerpo delatase su nerviosismo frente a ese hombre impetuoso.
En ese instante descubrió que no quería seguir negando sus sentimientos o al menos no ocultarlos, sólo que no sabía ser natural o espontánea en ese tipo de situaciones; era completamente una ignorante en cuestiones de amor, de sentimientos por alguien más y sobretodo, jamás había tenido que demostrar u ocultar el que alguien le interesaba. Jamie no le debía absolutamente nada, no tenía porqué. Nada más que había algo en su mirada, algo en su manera de ser que la había cautivado sin que ella pudiese hacer nada para evitarlo.
—¿Hay provisiones suficientes en su campamento?
—Marlenne cazó lo suficiente para ambos lugares— afirmó Blaire, observando de reojo a la aludida— ¿podemos comenzar a cabalgar o quieres seguir interrogándome Angus Mohr?
—Pues según Ned Gowan, la mejor forma de conquistar a una mujer es interesándose por ella y por sus sentimientos— farfulló en tono burlón—, aunque sigo creyendo que es siendo bueno en esto—indicó haciendo un gesto obsceno con su lengua.
—Agg—siseó Blaire siendo incapaz de controlar una sonrisa.
Esos hombres eran unos bárbaros, maleducados, poco aseados y con un sentido del humor muy particular, sin embargo, desde que se habían asentado en las tierras cercanas al clan, habían brindado hospitalidad y genuina amistad, aunque podría también haber un interés, tenían un corazón valiente y leal como el de la mayoría de los escoceses.
Marlenne dedicó unos minutos para observarlos detenidamente, llevaban su tartán representativo del clan al que pertenecía, usaban camisas holgadas y boinas. Sus caballos eran grandes y lustrosos, con alforjas para guardar armas, dinero y provisiones; sin embargo se notaba que viajaban gustosos, que amaban las tierras altas de tal manera que podrían recorrerla completa sin descanso, de día y de noche para honrar sus tradiciones y estilo de vida.
Sin mencionar el asedio de los casacas rojas en la zona, los clanes vivían en paz, adoraban la tierra en donde habían nacido y la defendían con honor. Lenna estaba comprendiendo los motivos, esa tierra les pertenecía y los ingleses querían usurparlos, trataban de poner orden donde las leyes debían de ponerlas los habitantes nativos.
Se mantuvo cabalgando al lado de Nimué, puesto que Blaire iba animadamente conversando adelante con los hombres Mackenzie y Heidrun parecía haber congeniado muy bien con un joven de cabello negro que respondía al nombre de Willy.
—¿Estás bien?—le preguntó Nimué—, pareces algo nerviosa.
—Me gusta cabalgar, nada más que le da rienda suelta a mis pensamientos. Y estos algunas veces pueden ser muy alentadores y en otros momentos me generan una ansiedad tremenda.
—No quiero ser indiscreta ¿pero qué se trae Thomas Robinson contigo?
Lenna rodó los ojos, algo incómoda por la pregunta de su reciente amiga, no le gustaba recordar al sargento Robinson por el evidente motivo de que le recordaba a Elijah, parecía ser que era un recordatorio latente de que debía hacerle frente al destino que había dejado atrás, además Murtagh y Jamie iban tras de ellas al final de la caravana de caballos, evidentemente no quería que este último fuese a escuchar sobre los insoportables cuasi cortejos del inglés.
—Nos hemos encontrado fortuitamente.
—¿Te agradan los casacas rojas?
—Nunca he sentido placer por los hombres en uniforme—acotó Lenna, sabiendo que la joven preguntaba sobre un posible interés amoroso—, el sargento Robinson además, tiene una reputación algo promiscua por lo que Blaire ha comentado.
—Más que eso, no querrás involucrarte con un hombre inglés, en medio de todos los escoceses, quienes te aseguro, son mejores personas que ese sargento. Creo que te diste cuenta, lirio irlandés.
—Thomas Robinson es extraño, pero para que te quedes tranquila, no tengo el más mínimo interés por él. Pero por lo que me doy cuenta, realmente odias a los casacas rojas, esto es debido a la tradición escocesa o por algún...
—¿Motivo en particular? Sí. Mi abuelo murió peleando en el segundo levantamiento. Era un feroz hombre del clan McDonald, un guerrero defendiendo a su patria de los asquerosos usurpadores ingleses.
—Las cosas parece que nunca cambian, siempre hay una guerra, siempre es la política, la religión, el poder...
—Algunos hombres siempre quieres arruinar las cosas buenas, los hombres quieren arruinar a la madre creadora, lo que entregó para todos, quieren poner su pie y matar hasta la última semilla para cubrirla con sus cañones. No saben que la sangre que riegan es el combustible para avivar las rebeliones aún más.
Marlenne se sintió complacida de escuchar a una mujer completamente involucrada con la política, interesada por salvar sus tierras y salvaguardar sus derechos. Ella desconocía aquellas cosas, no conocía del todo los argumentos políticos; Adela era quien tenía una opinión potente como la de Nimué.
—Tu abuelo debe estar orgulloso de la mujer en la que te has convertido.
—No lo recuerdo mucho, no tengo claros recuerdos de él. Murió cuando tenía muy poca edad, nada más tengo las historias de mi madre, lo que ella vivió con él. Sólo deseo que Douglas Anderson, donde sea que esté, piense que soy una mujer fuerte y no sólo la sombra de mi madre.
—¿Por qué piensas eso? Eres una mujer muy capaz, independiente.
—He estado toda mi vida en la isla, este es el primer viaje que hago fuera de los límites de Escocia, por mí misma, por mi cuenta, con mis amigas, descubriendo cosas que antes para mí eran desconocidas. Mi madre es una sanadora conocida en todo el territorio debido a sus conocimientos ancestrales, por su parentesco con los clanes importantes—mencionó—¿y yo que había hecho por mí hasta ahora? No es que me desagrade la vida en la isla, de verdad que ese lugar es mi adoración, todo en él. Pero ella siempre me reprimió constantemente, solía viajar a Leoch años atrás y no dejaba que fuese con ella a pesar de que siempre hablaba del espíritu salvaje y del deseo de libertad. Casi se infartó cuando comencé a viajar con ustedes.
—No quiero defenderla, pero creo que una madre siempre protege, más si eres su única hija.
—Puede que lo veas así, de igual manera sentía un poco de hipocresía en sus palabras. Ahora, compartiendo con ustedes, tras haberlas conocido y haber forjado estos lazos, me siento plena, libre, comprendo las enseñanzas recibidas desde niña, el fuego interior y el espíritu de la aventura.
—Pues entonces vas por buen camino. Sabes, creo que comparto lo que dices. Cuando vivía en Down, mi vida no era mala, mentiría si dijera esas cosas, pero siento que no había florecido, no podía hacerlo, habían muchas limitantes, el apego por las cosas que deberían cambiarse, las trampas que aparecer frente a situaciones que no se pueden cambiar. Todo eso era ambiguo para mí, el deber por cumplir, encajar en los estándares de la sociedad—comentó observando el basto camino de tierra que tenían por delante—; jamás había conocido mujeres como las chicas, una comunidad aislada de todo el yugo de lo que la sociedad piensa que debe hacer y ser una mujer—Sus ojos brillaron debido al sentimiento de sus palabras—. Blaire, Caitlin y Grace aparecieron como si de verdad tuvieran que estar en mi camino para poder crecer y convertirme en el ser humano en el que ahora me estoy transformando, ahora con ustedes también, el resto de las mujeres de la isla Skye, confirma que mis pensamientos y la intuición son reales.
—Y te aseguro de que todas nosotras estamos contentas de haberte conocido, Lenna. Eres una mujer admirable, digna de imitación. Si no es mucho mi atrevimiento, me gustaría mucho que me enseñases a tirar.
—Pues será un placer.
El camino transcurrió con una leve llovizna, el frío ya estaba plagando Escocia, dejando atrás la temporada de los rayos del sol. Se avecinaba una nueva celebración -Yule- por ese motivo, el viaje había que realizarlo antes de que el invierno cayera completamente. Los hombres estaban acostumbrados a las largas cabalgatas, al igual que el grupo de mujeres, lo que no quería decir que el agotamiento y el trayecto lo hicieran extenuante. Debían llegar lo antes posible para coger los boletos para el <<Balloch>> , el barco que los conduciría hasta Irlanda.
El viaje se convirtió en una despedida cargada de risas y algo de emotividad, todas se encontraban muy afianzadas y conectadas las unas con las otras. No obstante todas tenía misiones por emprender. Cuando llegaron a Glasgow, la lluvia estaba siendo más intensa, Enya y Grace, volverían junto a Rupert y a Angus al campamento en la campiña emprendiendo galope con el resto de los caballos que llevaban tras ellas. El muelle estaba abarrotado de personas, quienes bebían licor y andaban raudos esquivando a los caminantes.
Abordar el barco había sido toda una experiencia nueva para Marlenne, quien no había tenido la posibilidad de navegar fuera de las costas de Irlanda. Debía ser honesta, no le gustaba para nada la sensación de vaivén, se le revolvía el estómago habiendo o no comido, por lo que temía la forma en la que su cuerpo reaccionaría al estar sobre las olas.
—Aquí comienza la aventura—señaló Heidrun, emocionada, con una sonrisa radiante por volver a navegar—. No es lo que esperaba, pero estoy junto a mis hermanas.
Poco a poco las costas de Escocia se fueron perdiendo y con ello empezó a nacer aquella incertidumbre de lo desconocido, de enfrentarse a esas cosas que a veces están guardadas y se requiere que no salgan a la superficie.
—Está haciendo frío—murmuró Murtagh—, hay que entrar a calentarse y comer un plato de sopa.
—Estoy agotada—replicó Blaire—, comeré y voy a echarme en el camarote, sólo deseo ver si puedo dormir, mañana será un gran día. Además quiero guardar los paquetes con los vestidos, los marineros tiraron la carga como cuál saco de trigo a pesar de decirles que era algo sumamente delicado.
—¿Qué podría esperar de un marinero, señorita Paganon?—haló Jamie después de haber estado inusualmente callado la mayor parte del viaje.
—No todos tienen el nivel de elegancia de un caballero, veo que en este barco escasean—señaló antes de perderse al interior del barco.
—¿Qué van a hacer?—preguntó Nimué—, también estoy hambrienta. Además cómo distribuiremos los camarotes, pueden dormir ustedes juntas y yo dormiré con Blaire.
—Me parece perfecto—siseó Heidrun volviéndose hacia Lenna—, estoy algo hambrienta ¿te molesta si entro? ¿tú no quieres comer?
—Creo que quiero acostumbrarme un poco al vaivén antes de hablar de comida o beber algo. Además quiero sentir el viento en la cara unos instantes.
—Eres toda una romántica, dices esas frases tan naturalmente—la rubia besó los nudillos de Lenna antes de desaparecer dentro del barco, seguida por Willy, quien cogió su bolsa de cuero de manera galante.
Marlenne y Jamie no habían tenido posibilidad de hablar, no obstante durante la cabalgata no habían cesado de dedicarse miradas, aunque estuviesen conversando con otras personas. Allí estaba él, conversando con su padrino, mirando de reojo hacia la irlandesa, quien a su vez decidió quedarse cerca de la orilla del barco para observar. No sabía cómo iba a abordar esa conversación, pero tenía la imperiosa necesidad de hablar con ella para arreglar aquel tormentoso mal entendido con Laoghaire.
Tras despachar a Murtagh al comedor, se acercó con paso algo vacilante, ya que no sabía bien qué decirle, ella yacía allí, tan concentrada, tan ensimismada que temía que fuese a mandarlo a volar fuera.
—Creo que ya está haciendo mucho frío como para que estés aquí sola. Además hay muchos hombres desconocidos que pueden querer acercarse a tu lado— musitó con voz suave—¿No quieres beber algo caliente?
Marlenne le observó con atención, pudiendo así conectar con las miradas del contrario después de bastante tiempo de pasar del diálogo. Jamie pudo percibir una especie de pseudo resentimiento en sus ojos, lo que consiguió que se sintiera algo abrumado.
—Comí algo antes de subir al barco, de verdad no tengo hambre. Probablemente vaya a mi camarote a descansar—señaló sin ser descortés, no obstante, no daba señales de ir hacia una plática muy alentadora.
—Tu piel se percibe muy fría—susurró Jamie, quitándose el tartán, con toda la intención de cubrirla—, pronto se pondrá la neblina, no es la idea de que vayas a enfermar en la mitad del viaje ¿no crees?
Lenna se puso tensa, dándole a entender con su lenguaje corporal, que no quería que él se acercara a abrigarla, lo que causó una especie de quiebre.
—De verdad, James. Esto bien, además creo que es momento de ir a dormir, es muy tarde y quiero descansar algo antes de desembarcar.
Marlenne dejaría al pelirrojo allí, pero él era terco, no quería continuar así, por ende se tomó el atrevimiento de tomar su mano antes de que esta pasara a su lado.
—Marlenne...—susurró. El contacto de sus manos fue cálido, intenso, trasmutador, sus pieles sintieron la textura de la mano ajena.—No soy un mal hombre—declaró , suspirando, por lo que su aliento se vislumbró en el frío aire nocturno.
Ella no supo cómo interpretar esa frase en un principio, pero después comprendió que lo había dicho por su último encuentro, pero mantuvo el silencio, permitiría que él dijera lo que necesitaba expresar.
>> Lamento si en algún momento le hice creer cosas que no correspondían. No soy ningún vividor, no soy un hombre que le entregue la confianza a cualquier persona, tampoco soy un hombre que se aferra a los brazos de todas las mujeres. De verdad no soy esa clase de persona, mi padre me educó bien y pretendo ser el tipo que él hubiese deseado en que me convirtiera—señaló con intensidad—tomó su mano con más fuerza y apremio—Usted es una persona merecedora de respeto y no quiero que piense que juego a algún tipo de artimaña, jamás ha sido esa mi intención para con usted, es más, agradezco su compañía y las conversaciones que hemos mantenido, sin lugar a dudas que es una mujer inigualable.
De pronto las defensas de Marlenne bajaron, ya no se encontraba a la defensiva, no sabía que quedaría tan conforme con aquellas frases directas y sin rodeos.
—Si llego a aceptar su tartán para cubrirme del frío ¿Tendré problemas con alguien en caso de que se enterara del asunto?— Fue la forma más sutil para preguntar si es que él y Laoghaire tenían una relación.
—No, no tiene de qué preocuparse. Eso se lo aseguro, le doy mi palabra y créame cuando le digo que es todo lo que tengo.
De una u otra forma, ambos habían confesado sus sentimientos de manera sutil, sin ser directos, sin espantarse con el hecho de admitir cualquier cosa. Pero habían sido capaces de escuchar y preguntar indirectamente los temores que tenían.
—Gracias, por esto—aclaró Marlenne, quitando su mano sutilmente dentro de las de él, sentía que iban a comenzar a sudarle, por los nervios, por esa conversación, por la cercanía que estaba creciendo entre ambos.
—¿En serio no quiere ir adentro? ¿O teme que le pidan cantar también en el barco?
La risa de Marlenne salió de manera natural, subió hasta sus ojos, cautivando completamente a Jamie, quien no dudó en subir su mano hasta su pómulo derecho para quitar unas gotas de lluvia.
—Ustedes dos—gritó Murtagh—si no entran en este momento se van a quedar sin la cena—advirtió de forma amenazadora —. No se los volveré a repetir.
—Creo que si no vamos, vendrá aquí y nos arrastrará con él—farfulló Marlenne, algo avergonzada.
Mientras comían la sopa que parecía haber salido del último infierno, ambos continuaron con su plática. Habían echado de menos conversar de la manera natural con la que entablaban conversación.
—¿Habías viajado en barco alguna vez?
—Cuando fui a Francia, luché como mercenario en el ejército francés, eso ya fue hace un tiempo. Creo que nunca me ha gustado el vaivén del barco, me cuesta mantener la comida en mi estómago.
—Sobretodo si sabe como esta sopa—señaló Marlenne con una mueca de asco en la cara —, de verdad que extraño mucho la comida de Caitlin.
—Tendrás que beber esto—respondió entregándole una copa de ginebra—, conseguirás que el agrio sabor de esta preparación desaparezca, al menos más rápido.
—¿Cómo fue tu experiencia en el ejército?
—Pues bueno, ninguna guerra es grata. Lo único rescatable es que tuve la compañía de mi amigo Ian, de lo contrario pude haber perdido la cabeza.
—La muerte y la soledad abundan en un campo de batalla, o eso supongo. Sólo dejan hombres mutilados, hambruna y familias desgarradas.
—Pues no te equivocas. Mi amigo perdió la pierna, gracias a Dios pudo volver con vida.
—Tú también lo hiciste, eso me alegra mucho.
Jamie sonrió, sin saber muy bien qué decir. No entendía lo que le sucedía cuando estaba en compañía de esa irlandesa; no era un hombre muy emotivo, no se consideraba una persona muy abierta a compartir sus experiencias con nadie, pues detestaba la lástima que causaban los azotes en su espalda y su situación con la corona inglesa.
—Bien, creo que es hora de que vaya a dormir.
—Ha sido grato— hizo una pausa para ponerse de pie —, volver a hablar contigo.
—Gracias Jaime, por tu sinceridad. De verdad lo aprecio.
Volvió a tomar su mano y besó sus nudillos.
—No tiene que agradecer, mi lady. Para mí es un placer.
Ella abandonó el salón comedor y se dirigió hacia los camarotes que se encontraban en la última sección del barco. Sus zapatos resonaban en la madera y buscó por inercia el camarote número cinco, abrió la puerta y no imaginó la escena que encontraría.
—¡Lo lamento, enserio! No sabía... —se excusó tapándose los ojos y volviéndose de inmediato —Iré afuera.
En medio de su ensoñación no fue consciente de las placenteras vocalizaciones que provenían de su camarote. Descubrió a Heidrun, desnuda sobre William, las risas de esta le daban a demostrar que no tenía ningún inconveniente por haber sido descubierta.
Decidió darles privacidad y cuando pasaron los minutos, William salió, muy avergonzado del camarote.
—Madame Fitzgerald, perdóneme por favor. Jamás fue mi intención incomodar. Lo lamento, lo siento.
—No, William—dijo entrecortadamente —, no hay cuidado —acotó, pero no podía negar que se sentía muy avergonzada, era inevitable.
Ella jamás había vivido una experiencia así.
Incluso ni siquiera lo había pensado del todo.
Entró en la habitación, Heidrun continuaba desnuda en el camarote y la risa afloró en su cara. Marlenne desvió la mirada, sonrojándose.
—No tienes que aparentar que no me observas. No me incomoda que me veas así.
—Pero a mí sí.
—Demonios, lo había olvidado, ustedes tienen otras—hizo una pausa —, costumbres...
Heidrun se acomodó en la cama y le hizo un gesto para que se acercara. Observaba su ceño fruncido y sus ansias de curiosidad, pero no era capaz de preguntar; como cualquier chica que no tuviera experiencia.
—¿Tú y William? ¿Estaban?
—¿Teniendo sexo?
Marlenne asintió.
—Perdón, no debería...
—Espera, no es algo de lo que debas avergonzarte, todas las mujeres debiesen poder expresarse y disfrutar —recalcó, guardando un cabello detrás de su oreja—. En mi cultura, las mujeres pueden estar con un hombre en ese sentido antes de casarse, ya sea para disfrutar o para conocerse a sí mismas, para saber lo que les gusta.
—¿Y no temes embarazarte?
—Hay métodos para evitarlo. El sexo no debe ser sólo para traer niños al mundo ¿lo sabes no?
Lenna volvió a negar.
—Jamás he estado con un hombre, Heidrun. Mi educación y los valores que me han enseñado, es que debo esperar a ser una mujer casada para poder explorar de esa forma. Créeme que me asusta un poco, porque no sé nada, no sé de qué se trata, incluso pensé que era doloroso, pero a juzgar por tu expresión no es así.
—Tu cuerpo va a experimentar sensaciones, que asumo ya has vivido antes, sola —murmuró enarcando una ceja —. No es algo para avergonzarse, tienes todo su derecho a explorar tu cuerpo, de lo contrario ¿cómo vas a disfrutar el sexo con otra persona?
—¿Osea que no está mal?
—¿Por qué habría de estarlo? Tu cuerpo es tu templo ¿y si no le das placer entonces qué le darías? —susurró —. Esto es una opinión muy personal, pero la iglesia las ha adoctrinado de tal forma que quieren reprimir todo, incluso la satisfacción de su cuerpo, de su energía.
Sabes que no necesitas de ningún hombre para sentir placer, pero cuando encuentras a un compañero que está dispuesto a explorar y hacerte sentir bien, que no es egoísta y desea que ambos construyan, es la mayor fantasía, de lo contrario, las aventuras como la mía con ese escocés, son muy satisfactorias también.
—Si quiero saber algo más ¿puedo preguntarte?
—¿Tiene que ver con que hayas vuelto a hablar con el pelirrojo?
—Siento que cada vez que hablo con él, algo dentro de mi se altera.
—Si te gusta ese escocés, no temas. Usa tu poder, usa tu fuerza, si es correspondido será lo mejor que puedas vivir y si no funciona, tendrás recuerdos que visualizar en la mente y aprenderás de los acontecimientos. Lo que nunca debes hacer es reprimirte, nunca reprimas tu espíritu, él quiere vivir y debes permitirlo.
Todas esas palabras le hacían sentido.
Todo en ese momento cobraba valor.
Todo era un aprendizaje en el camino de descubrirse a ella misma.
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