• SEACHD-DEUG

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SAIGHEAD BOIREANNACH

XVII. En la iglesia negra.

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—Hay que ir a buscar la yegua —siseó Caitlin con una risa disimulada en los labios.

Marlenne se quedó viéndola sin saber qué decir. En ese momento estaba trenzando partes de su cabello, tenía en mente salir de caza para después cocinar algún estofado o cocimiento con lo que consiguiera para preparar.

Ver el rostro risueño de Caitlin no era extraño, ella era una chiquilla muy dulce y fácil de llevar, no obstante no sabía de qué manera interpretar ese comentario. Aquellas palabras y tampoco sabía cómo entender el comportamiento y palabras de Blaire, pues eran un tanto contradictorias.

—No bromees de esa forma —respondió Marlenne, quien ya se sentía mucho más en confianza con sus nuevas compañeras —, Blaire es capaz de expulsarme si me ve acercarme a los límites del castillo de Leoch.

Caitlin dejó de lado las vestimentas que estaba doblando y se sentó junto a Marlenne para ayudarle a amarrar las cintas con las que intentaba decorar el trenzado. Para ella Marlenne había sido una sorpresa, siempre le agradó socializar con jóvenes interesantes como ella.

—Blaire no va expulsarte de ningún lugar. Créeme que si no estuviera tranquila con tenerte aquí jamás te hubiera dejado poner un pie en este lugar —señaló con naturalidad —. Tampoco creo que seas de las personas que se intimidan con facilidad o te hubieras largado apenas la conociste.

—Este es su hogar, tampoco quiero que mi actuar les genere perturbación o pueda arrastrarlas a tener inconvenientes con la corona o con cualquier guardia del rey —murmuró rondando los ojos —, no puedes negarlo, Blaire es muy intimidante, no puedo pensar que no me detesta, ella suele ser tan...

—¿Arisca, posesiva y desconfiada? —comentó Caitlin para terminar la oración que la irlandesa había dejado en el aire.

—Veo que la conoces bastante bien.

—Blaire es una buena persona, algo enérgica y demasiado sobreprotectora. Sin embargo una vez que te da la oportunidad de conocerla, entiendes todo aquello que te intriga sobre su persona.

—Me pregunto si algún día dejará de mandarme mensajes contradictorios y al fin pueda entender lo que ella piensa de la vida y sobre mí.

—Debe sentir lo mismo que tú, debe tener ansiedad por conocerte, por saber quién eres realmente. Después de todo, jamás somos cien por ciento sinceros con un desconocido, menos si llega de manera tan abrupta y misteriosa a nuestra vida ¿No lo crees así?

Marlenne asintió y sonrió en forma de agradecimiento, había roto la barrera con Grace de forma casi inmediata en el instante de conocerla, ahora sentía que lo hacía con Caitlin, la única que estaba quedando como desafío era Blaire, quien todavía se mostraba algo esquiva y contradictoria en su actuar con respecto de su persona. Aquello le causaba intriga y ansiedad debido a su condición.

Era una extraña en una tierra de extraños.

No quiero ir por la yegua y después llegar y que Blaire esté molesta conmigo y no me hable durante días. Ya pasamos por esa etapa y no quiero volver a ella, no quiero tener sus ojos astutos e intimidantes sobre mí.

Caitlin emitió una carcajada sutil y negó con la cabeza, ella entendía a la perfección lo que la nueva miembro del clan sentía. Grace a su vez salió de su cabaña y les dedicó una sonrisa resplandeciente, tenía la característica de hacer sentir bien a los demás nada más que con su presencia. 

—Perdonen, no estaba escuchando la conversación que tenían; pero ¿acaso tienes que ir al castillo Leoch?

—Querida Grace—interrumpió Caitlin—, siento que Marlenne quiere ir sola, no es necesario que seas el mal tercio ¿no lo crees conveniente?

Los ojos almendrados de Grace se iluminaron y tornaron más grandes y expresivos, su cabello castaño rojizo se alborotó con los movimientos de sus hombros, su boca también se curvó en una sonrisa traviesa, arrugó la nariz sin saber qué decir, no quería incomodar a Marlenne en ningún aspecto, pero le mataba la curiosidad, ella jamás había tenido una cercanía de la forma en que se insinuaba.

—¿Tú y Jamie MacTavish son cercanos? ¿Se están viendo?

—Inclusive sabe que su apellido no es MacTavish, si no Fraser —recalcó Caitlin dejando una mirada insinuativa —, creo que ellos son amigos, Grace.

Marlenne frunció los labios. Ella no quería hacerse ideas de nada, sin embargo también la curiosidad y las ganas de vivir su vida estaban haciendo que se comenzara a enredar en las intrigas que se trenzaban en su cabeza y en las vivencias que iniciaba a tener en las tierras altas.

—Jamie es una buena persona, no lo conozco mayormente pero creo que podría calificarse un buen amigo —señaló observando a las mujeres —, o eso creo, creo que sería un buen amigo, no es mi amigo, sólo creo que puede ser una posibilidad —comentó alisando su vestido.

—Ten cuidado, no olvides las advertencias de Marlenne. James Fraser es un hombre que busca la corona inglesa, no niego que es encantador, imagina; todo ese encanto, ese cabello pelirrojo, ese gran cuerpo de guerrero escocés...

En ese instante rió, pensaba en Jamie y sabía que ellas no hablaban más que tonterías. Marlenne tenía una cabeza muy pegada a su cuerpo y los pies bien puestos sobre la tierra.

Ella no conocía a Jamie absolutamente de nada.

No sabía su historia, no sabía nada de su vida.

Sólo que Caitlin tenía un punto, él era tan intrigante y  en sus recuerdos, Marlenne sabía que él era dueño de la sonrisa más maravillosa que sus ojos hubieran tenido la dicha de ver.

—Bien, iré. 

—Toma el tiempo que necesites, sabemos que podrías tardar. Pero no demores mucho, tenemos planes para los próximos días y debemos empacar ciertas cosas.

Marlenne frunció el ceño, no estaba enterada de nada sobre ningún viaje.

¿Acaso pensaban irse y dejarla?

Tendría que comenzar a pensar en donde ir de ser así.

—¿Ustedes piensan irse de aquí?—preguntó, trémula.

—No de forma permanente, tú también irás con nosotras, a menos que pretendas quedarte cuidando el campamento —señaló Caitlin —. Blaire está colocando todo en orden, tenemos que llevarle provisiones a algunas viejas amigas que viven cerca de la isla Skye, se encuentran en aprietos debido a que una especie de enfermedad ha ido consumiendo a sus animales, el dinero que poseen deben usarlo para costear nuevos caballos, algo que no es fácil conseguir.

—¿Ellas viven como nosotras?

—En efecto, viven alejadas del pueblo principal, créeme estamos más protegidas de esta forma que en las aldeas donde a muchas nos tacharían de brujas por nuestra manera de vivir.

Marlenne asintió, incluso en su época, aún existía miedo con que de la nada se iniciara nuevamente una cacería de brujas, el condado Down era muy servicial a la corona, no tan puritano, pero definitivamente no estaría de acuerdo con un grupo de mujeres que vivieran fuera de la sociedad. Incluso cuando las chicas jugaban alrededor de la piedra que yacía en el bosque era mal mirado.

—No tardaré— mencionó al fin.

—Ten cuidado—repitió Grace detrás de ella. 

—Anda Grace, ella sabe manejarse muy bien con esas flechas que lleva bajo la capa. 

—Nos vemos en unas horas— contestó y salió calándose la capucha para evitar la llovizna de la mañana. 

Caminaría, lo que le llevaría bastante tiempo, no era tan diestra como para ir a caballo y después volver con ambas bestias, por lo que prefirió evitar cualquier accidente, tampoco se quejaría, puesto que le encantaba andar, le gustaba poder oír el sonido de los pájaros, admirar los muchos ejemplares de plantas y vegetación boscosa que abundaba en las tierras altas. Más la nostalgia era el sentimiento que no la abandonaba en ningún instante, cada vez que había alguna situación por la que se sentía feliz, era inevitable sentir el peso de la soledad, de no tener a sus hermanas a su lado y decirles lo contento que se sentía su corazón por haberse alejado de Elijah Robinson. 

Aquello había implicado alejarse de ellas también.

¿Acaso no era curioso lo que el destino lograba por sus propios hilos invisibles?

Entre llantos le había pedido al universo que la salvara de un infeliz matrimonio con un hombre que no amaba y que estaría siempre lejos de hacerlo, creía que al venir a Escocia todo se solucionaría, podría apoyar a su familia y no necesitarían del dinero de hombres que se aprovechaban de su género para tener más poder. Sin embargo el destino la había arrancado de su querida Irlanda, la había llevado lejos del sitio donde se sentía incapaz de poder negarse a los designios que estaban ya legitimados para ella. 

Y ahora estaba allí, siendo una forastera en un lugar del que nada conocía. Pero donde podía mantenerse a salvo de las garras de aquel hombre que quería comprar su amor y su identidad. 

¿Era eso lo que la mantenía refugiada en el campamento de las mujeres?

¿Sin mostrar signos claros de descontrol por querer volver a su época, con su familia?

La caminata estaba llevando a las ideas de su mente por sitios a los que no había querido llegar con anterioridad, no le gustaba verse a sí misma como una persona egoísta, no obstante su instinto de libertad y rebeldía eran poderosos, vivían en su interior y no sabía poseerlos hasta que se mantuvo divagando en las laderas de los árboles de 1740 en vez de empeñarse en volver al círculo de piedras que podría llevarla a casa nuevamente, no sabría cómo hacerlo, pero sin duda las respuestas estaban en el círculo de piedras que la había conducido doscientos años atrás.

La gente desaparecía todo el tiempo, durante un tiempo las personas se quedaban hablando de lo sucedido, pensando en los miles de escenarios en donde se encontrarían. Una vez una familia había desaparecido del condado Down, todos murmuraron durante semanas hasta que llegaron a la conclusión de que la historia que habían inventado en el pueblo era mucho más detallada de lo que sería en realidad. Quizás sólo habían huido de las deudas impagas que mantenían con algunos comerciantes, lo más seguro era que fuera algo así, común y corriente. Nada sobre estafas, asesinatos y robos como en el pueblo habían sugerido. 

¿Qué estarían diciendo de ella ahora mismo? 

¿Todavía hablarían de ella o ya estarían olvidando el incidente de que una mujer huyera de su casa sin dejar rastro?

Lo más seguro era que aún dijeran cosas sobre lo vivido.

Cosas terribles.

Su cabeza dejó de pensar en el tema cuando se percató de que ya estaba en el camino hacia la aldea; no siempre recordaba donde tenía que ir o hacia donde doblar, por lo que sus ojos chocolate sólo iban concentrados en lo que veía y no daba lugar a lo que su interior pensaba.

De pronto sus pupilas se deleitaron con una vegetación amplia y frondosa que apareció a la mitad del camino, habían hierbas, flores y césped verde que crecía por todos los alrededores. fue inevitable que no se detuviera a admirar el sitio que al parecer se encontraba bien conservado aunque evidentemente no se veía el tránsito de hombres por él, de ser así, probablemente estaría en peores condiciones. Lo que sus ojos pudieron deducir de las construcciones y la arquitectura que aún se mantenía en pie es que era una iglesia, lo que no entendía era el motivo de su estado de abandono teniendo en consideración que era una conmovedora estancia para quedarse a pensar un momento, para venir con los animales o para ver el sol alumbrar entre las ramas danzantes de los árboles. 

Madelaine estaría completamente feliz de estar allí, dibujar las flores y las hierbas para después obsesionarse con ellas para hacer crecer su huerto y sus hojas con dibujos. No cabía duda en que desearía que su hermana estuviese allí, aunque fuera tonto, eso implicaría un procedimiento que hasta ahora ella no tenía idea como llevar a cabo, además estaba segura de que era peligroso y nada normal. 

Marlenne inspiró el oxígeno que la mañana le otorgaba y las palabras comenzaron a brotar de sus labios mientras sus ojos buscaban , intrépidos cuáles eran los caminos a los que la hiedra que rodeaba las construcciones se dirigía.  Los versos en un irlandés perfecto resonaron junto al trinar de los pájaros, mientras la nostalgia fue consumiendo su corazón.

"Hay un hogar junto al ancho Avonmore,
que barrería el amplio mar abierto y los ríos anchos donde las olas llegan a la orilla,
mientras los juncos agitan la brisa, donde la hiedra verde se aferra a la puerta
Y los pájaros cantan dulcemente en cada árbol.
Oh, cariño están afinando las notas
Es nuestra Irlanda, no sabremos quien es...

Como un hombre enfermo que anhela el amanecer , anhelo la luz de su sonrisa
y rezo por mi propio chica mientras la espero junto al portillo
Oh, escalaría todas las colinas de esta tierra
y nadaría todas las profundidades del mar, para obtener un beso de su mano blanca como un lirio.
Es nuestra Irlanda, no sabremos quien es.

He trabajado duro esos años de mi vida
A través de la tormenta, a través del sol y la lluvia
Y seguramente arriesgaría mi vida para protegerle en un momento del dolor
Por ser ella mi consuelo en la vida, aunque mi consuelo y mi alegría puedan ser...
Ella es mía, ella es mi esposa prometida
Es nuestra Irlanda, no sabremos quien es.

Oh, pero cuando la llame mía, y esté casado, ambos seremos
como el rey y la reina en su trono, estaremos viviendo en dulce unidad.
Oh, entonces tendré un hogar propio, y tendré  que criar una buena familia
Oh, es entonces cuando se conocerá su nombre
Pero para Irlanda no diré su nombre"

El repentino crujir de unas ramas la hizo voltear rápidamente, sus ojos se dirigieron a esa magnífica cabellera pelirroja que salía de la espesura de los arbustos. Rápidamente se dio cuenta de que todas las advertencias que le había mencionado Blaire serían echadas por tierra en el instante en que él emitiera una palabra. 

—Perdone milady, no quise importunarla; pero señor Jesucristo, oí que alguien cantaba como los mismos ángeles y no pude evitar escuchar entre los árboles y saber de quién se trataba— siseó el escocés observando a Marlenne con un ápice de vergüenza en sus gestos. 

Ella no sabía si cambiar de tema o continuar escuchando los cumplidos sobre su manera de cantar, asumía que oír ese tipo de comentarios conseguían intimidarla, no estaba acostumbrada a recibir atención de parte de hombres desconocidos, por lo general le incomodaban las miradas furtivas y los juegos de miradas donde una de las dos personas salía victoriosa porque la otra apartaba la vista. 

—¿Ha tenido la oportunidad de escuchar a los ángeles cantar?—preguntó, resolvió salirse por la tangente utilizando el sarcasmo, no sabía cómo enfrentar aquellos elogios —, quizás sea una blasfemia la que se encuentra mencionando. 

Jamie sonrió, dejando ver sus dientes blancos y parejos. 

—La verdad es que creo que blasfemo seguido, si tuviera que comparar a alguien con un ángel sería a usted, pues jamás había escuchado esa manera de cantar. Tiene un acento muy hermoso. Por ende culpo a Dios por hacerme un blasfemo, si me hubiera mandado antes un ángel, no habría hecho la comparación. 

De pronto, la irlandesa sintió nerviosismo; no estaba acostumbrada a mantener conversaciones privadas con hombres, y por privadas, se refería a que no hubieran más miradas sobre ellos. En ese lugar se encontraban completamente a solas, teniendo que admitir que la compañía de aquel joven no la molestaba para nada. 

—¿Se dirigía al castillo Leoch por su caballo?

—En efecto —respondió ella junto a un asentimiento de cabeza—, lo necesitamos con apremio, espero que la yegua se haya podido recuperar del todo. 

Jamie se acercó de forma cuidadosa, intentando no intimidarla con su compañía, no quería que esta fuera a tomársela como un atrevimiento o una acción indebida. Acercó sus pasos por el lado contrario, quedando frente a ella para evitar que la joven perdiera de vista su persona. 

—Como mencionó Blaire hace unos días, suelo ser un gran encantador de caballos, me gustan mucho aquellas bestias, creo que debido a eso me tienen una especie de simpatía y no me patean cuando debo curarles alguna dolencia— comentó jactándose de sus habilidades con los animales —, tengo que darle crédito a su yegua, fue un animal muy dócil —hizo una pausa, como si su cabeza estuviera meditando las palabras adecuadas para proseguir—, pero dígame una cosa ¿Qué hacía aquí usted sola?

Marlenne frunció el ceño sin comprender muy bien a qué se refería, había tenido en cuenta el tono algo misterioso del joven.

—¿Acaso es un recinto privado? No me dí cuenta de que hubiera alguna cerca o algo por el estilo— refutó sintiendo el ardor en sus mejillas. 

—No lo digo por eso, ¿no le causa miedo o intriga?

—No, ¿acaso debería?

—Pues se encuentra en la iglesia negra, lugar al que las personas evitan por excelencia —comentó ladeando la cabeza, consiguiendo que su melena se agitara de manera encantadoramente involuntaria—, hay muchas historias que rodean estas estructuras, la gente le teme, por eso no acuden aquí. 

Marlenne negó con la cabeza. 

¿Cómo era posible que le temieran a un sitio que emanaba tanta calma con tan sólo poner un pie en el césped?

—¿Usted está jugando conmino no es así? No es posible que este sea el lugar embrujado del pueblo ¿Es eso lo que usted quiere decir?

El pelirrojo asintió y volvió a sonreír, siguiendo los pasos que ella daba por el lugar. 

—¿Por qué se dice que está embrujado, podría contarme alguna historia?

Se cacheteó de forma mental, aquella frase había sonado muy intrigante, por no decir, insinuativa. A veces la curiosidad se podía malinterpretar en algunas mentes que no poseían demasiado criterio, esperaba que él no fuera el caso o sería muy decepcionante.

—Bueno, se dice que hace muchos años, un grupo de mujeres fueron quemadas tras haberlas descubierto practicar brujería en Cressmuir, una había logrado engañar al sacerdote que existía en ese tiempo y utilizaban la iglesia para conjurar hechizos y maldiciones — explicó —. Los pueblerinos dicen oír voces y risas durante las noches, por lo que se cree que el espíritu de las mujeres viajó para instalarse aquí cuando sus cenizas quedaron en la mitad de la pira.

Marlenne no pudo dejar de observar sus ojos celestes, cual piscina de agua cristalina, mientras este emitía su relato. Este tampoco le esquivó la mirada, por lo que ambos lograron conectar sus pupilas mientras las palabras tenebrosas de Jamie resonaban en medio de todo. 

—Bueno, no sentí ningún espíritu durante mi estadía, me gustaría poder frecuentarlo, honestamente. 

Pensó durante unos momentos, quería decirle la mejor y la peor de las posibilidades. 

—¿O crees que podrían decir que soy la reencarnación de esas mujeres?

—Quizás algún día podría hacerle el favor y cuidar que no se acerque nadie mientras usted toma un descanso en alguna otra ocasión. 

—Yo le estaría tremendamente agradecida de ello, ¿a usted no le da miedo estar aquí?

Los hombros de ambos comenzaron a rozarse debido a la cercanía que mantenían en esa especie de expedición por las ruinas. La calidez de la piel y la esencia del pelirrojo emanaban con cada respiración, con cada movimiento, dejando a Marlenne cada vez más intrigada con respecto a su presencia, a su manera de ser, de su forma de tratarla con tanta gentileza a pesar de ser una desconocida.

—Debo admitir que de niño este sitio me daba escalofríos, pero cada cierto tiempo uno venía aquí para demostrar su valía delante de sus amigos, siempre teniendo miedo de que pudieran encontrar mi cuerpo mutilado o reducido a cenizas— bromeó. 

—Entonces debo creer que es usted muy valiente— declaró Marlenne, sintiéndose en confianza para declararle aquellas palabras.

—Pues me siento halagado, señorita Fitzgerald—consintió —¿Quiere que caminemos al castillo Leoch o gustaría quedarse un minuto más?

—Creo que será apropiado caminar, supuestamente no iba a tardar. No quiero enfadar a Blaire. 

—Oh, estoy seguro de que la señorita Paganon es severa y tampoco quiero hacer que se moleste con usted por haberla entretenido más de la cuenta. 

Los pasos de ambos se fundieron en el sonido de a gravilla al caminar, Jamie era muy bueno contando historias, llevando una conversación sin que esta fuera aburrida y mucho menos superficial, se había percatado de que Marlenne al parecer era una mujer tranquila, que disfrutaba de la vida en la naturaleza, por lo que llevó el tema durante todo el camino, hablando de caballos, animales silvestres y dónde encontrarlos. Ella se dejó guiar por los conocimientos de hombre de campo y bosque que él tenía. 

—Sabe, hace mucho tiempo mi tío Colum requiere de alguien que cante en las celebraciones del castillo, que amenice durante las cenas y los eventos importantes del clan, no podemos decir que el arpa, la armónica y las gaitas del buen Gwyllyn puedan ser reemplazadas, pero ambos podrían hacer maravillas y darle vida a las noches del clan Mackenzie— resolvió. 

—Pues creo que eso es algo que me hace sentir halagada a mí ahora— sonrió con timidez—, no creo poder comparare con Gwyllyn, sus melodías si que parecen ser un coro celestial.

—Pero no tiene su voz, además creo que Blaire y su séquito de damas pueden hablar bien a su favor, los líderes ya han sido presentados con usted, no la alojarían si es que fuera una espía inglesa o una traidora de su tierra. 

Esas palabras quedaron volando en sus pensamientos.

¿Acaso por eso cuidaban tanto de la identidad de Jamie? ¿Por eso aquel día ese hombre le preguntaba cómo ella sabía su nombre real?

La mirada de Marlenne fue más que suficiente interrogante, él comenzó a hablar sin que le presionara.

—La corona inglesa le ha puesto precio a mi cabeza y Colum y Dougal quieren cuidarla, no porque me quieran, si no porque saben que si me pasa algo, el espíritu de mi madre vendría de ellos en las noches tenebrosas — comentó con un dejo de tristeza. 

—Oh, yo jamás podría ser un problema. Soy una joven insignificante que lo único que quiere es pasar desapercibida, los problemas no son lo mío, suelo rehuirlos, por ende jamás lo metería a usted en líos— respondió y pecó de curiosidad nuevamente —¿Aunque no creo que haya hecho algo tan grave no es así?

—Le llaman obstrucción— rió con amargura, como si recordara los hechos de esa vivencia—, ah, además en un momento robé una hogaza de pan— concluyó. 

La irlandesa jamás terminaría de entender la justicia del ejército británico, le parecía una tontería, no obstante sabía que este decía la verdad debido a la mirada melancólica que ahora dominaba su semblante. 

Cruzaron los límites del castillo bajo algunas miradas de lugareños y miembros del clan, Jamie ignoró la profunda mirada que le dedicó su padrino, pues no quería entorpecer el viaje de vuelta de Marlenne. Ella sonrió cuando notó que la yegua se encontraba pastando y corriendo a gusto por la campiña que el clan poseía en sus dominios. 

—Es hermosa ¿no lo cree?

—Pues sí— aseguró el escocés, aunque su comentario tenía otras intenciones que Marlenne no  logró identificar, el trote de la yegua la tenía hipnotizada. 

La joven percibió con la soltura y confianza que Jamie interrumpió a la yegua y la llegó con total naturalidad hasta donde ella se encontraba, ambos se quedaron intercambiando unas cuantas palabras más sobre lo fabuloso de los caballos mientras acariciaban el sedoso pelaje de la bestia. 

—Acompáñeme, voy a ensillarla. 

Con destreza tuvo ensillado al animal, dando unas cepilladas más al crin para que este se viera reluciente y sin nudos.

—Está listo. 

Cuando ella recibió las riendas de las manos del pelirrojo, sus dedos se rozaron con suavidad, su corazón latió con más notoriedad cuando ninguno de los dos apartó las manos del contacto del otro. Ese suave contacto con los dedos del contrario bastó para que Marlenne sintiera sus mejillas sonrojarse con vivacidad, bajó los ojos y sus pestañas revolotearon inquietas tratando de disimular las sensaciones de aplomo. Lo que no supo es que esas expresiones a él le parecieron adorables. 

—Tenga un buen viaje, le prometo que si no tuviera que ayudar a los hombres con algunas cacerías, la acompañaría a su clan —acotó con algo más de confianza y galantería.

—Pues para otra vez será, quizás nos volvamos a hallar por casualidad, así como todos nuestros encuentros—reparó Marlenne, le gustaba la compañía del joven, sólo que no sabía absolutamente nada de él y eso le causaba miedo, ella jamás había salido de los límites del Condado de Down, ahora estaba allí, teniendo una aventura en todos los aspectos. 

Se subió al caballo con habilidad y le observó por última vez. 

—Adiós, Jamie. 

Era la primera vez que se tomaba esa atribución de llamarle directamente por su nombre. 

—Adiós Marlenne— respondió él, tragando saliva. 

Ella tiró de las riendas y sintió el viento golpear en su cara. 

Quizás jamás había sido su intención dejar su casa. 

No obstante jamás había sentido ese deseo de aventura, esa magia de conocer más allá de lo que sus ojos conocían. 

Probablemente esa era la respuesta. 

Era su deseo de libertad y de sentir. 

Eso era lo que le impedía volver a buscar las piedras que la habían traído a las tierras altas. 

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