• FICHEAD 'S A TRÌ

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SAIGHEAD BOIREANNACH
XXIII. Contra corrientes.
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—¿Enserio tengo que hacerlo? —preguntó Anabella con irritación —, tendré que estar sentada durante horas, quizás me lastime los dedos con las agujas ¡Podría ser riesgoso!

Adela cerró los ojos intentando contener la profunda irritación que las caprichosas contestaciones de Anabella le provocaban. Su paciencia últimamente no se encontraba en sus niveles más altos, por ende, la crianza de sus hermanas no estaba siendo nada llevadera.

Anabella y Madelaine eran polos opuestos, completamente. Mientras Madelaine intentaba ayudar en todo lo que pudiera, Anabella estaba desarrollando una rebeldía algo tardía. Sin mencionar que esta última yacía en una fase sumamente maníaca y requiriendo atención, Madelaine se encerraba en su habitación o por consiguiente se fundía con la jardinería, consiguiendo ser prácticamente invisible.

—Bueno, lamentablemente debemos aumentar los ingresos en esta familia y como ves, todas estamos colaborando— terció sin verla a los ojos, sintiéndose repentinamente insuficiente.

—¡Ninguna de mis amigas trabaja!

—¡Anabella! ¡No me hagas perder la paciencia!— refutó Adela cortando cualquier indicio de discusión o debate por parte de su hermana —, lo más seguro es que tus amigas tienen a sus padres vivos o tienen una mejor situación económica que tú. Mientras antes asumas la realidad, será menos doloroso y decepcionante.

—Podrías buscarme un esposo— murmuró Ana, logrando crispar los nervios de su hermana mayor —, sería muy feliz teniendo un esposo, además de muy ventajoso para nuestra familia.

Adela recordó la plática que había mantenido con Madelaine hacía unas semanas atrás, cuando esta última encontró a Anabella peligrosamente cerca del que era el prometido de Marlenne.

—Basta, muchas chicas del condado matarían por el puesto en el atelier de Madame Brown —chilló levantándose de la mesa —serás una costurera y aprenderás un oficio que no todos tienen la suerte de poseer. La señora Brown tiene una casa de costuras de renombre, jamás te va a faltar el dinero trabajando allí, deberías ser más agradecida, teniendo en consideración cuánto tuve que rogar para que te apartaran un lugar.

—¡Mi amiga es la hija de los Brown! ¿Qué va a pensar cuando vea que ahora soy su empleada? —rebatió la rubia con un puchero desesperado —¡Qué vergüenza!

—Pues vergüenza se tiene para robar —replicó Adela con unos decibeles más fuertes en su voz.

—O para coquetearle al prometido de tu hermana desaparecida— intervino Madelaine quien habló por primera vez durante el desayuno.

Anabella y Madelaine intercambiaron una fría mirada, Ana rodó los ojos con fastidio, cruzándose de brazos; mientras que Madelaine la observó con tenacidad, sin apartar la mirada de la rubia quien por fin se mantenía callada.

—¡Basta! —gritó Adela—, Maddie ya hablamos sobre eso y dijimos que no volveríamos a tratarlo en la mesa.

La aludida suspiró, dándole una mirada glaciar a su hermana. Nadie podría sacarle de la cabeza cuáles eran las reales intenciones de la conversación que había visto entre Ana y Elijah hacía unas semanas.

—Pues al menos sirvió para que dejara de protestar ¿Acaso hay algo de cierto en eso?

Adela le lanzó una mirada amenazante a Madelaine y esta decidió que lo mejor sería mantenerse callada. No quería causarle más problemas a la mayor de las Fitzgerald.

—Ambas saben que si tuviésemos otra situación no tendrían que trabajar. Lamento mucho tener que orillarlas a eso, pero si queremos mantenernos a flote de forma holgada es la única opción que tenemos. No puedo contar con la ayuda de Lenna, lamentablemente —hizo una pausa melancólica —, por ende no puedo ausentarme de la casa y dejar que hagan sus vidas, porque veo que podría volver y ambas estarían arrancandose los cabellos —señaló con hastío—. Todavía no son adultas completamente, necesitan de mi en algunas cosas, no puedo tomar más familias de las que ya apoyo, tampoco puedo darme el lujo de rechazar más horas de trabajo, por lo que necesito de ustedes.

—No tienes que disculparte, Adela— murmuró Maddie, entregándole una sonrisa a modo de disculpa a sus improperios lanzados recientemente —, ya estamos bastante crecidas, tenemos que contribuir en casa.

—Bueno, yo pienso diferente. No quisiera tener que trabajar ¿No puedo quedarme haciendo el trabajo doméstico? —instó la muchacha, usando su última carta para convencer a su hermana.

—No —aclaró Adela —, jamás haces tu parte de los quehaceres, podría confiar en ti si tuviese experiencia en que lo que dices es cierto. Pero tenemos gastos, ya no tenemos la carne, saben lo costoso que es comprarla en el local de venta y no podemos abusar de la buena voluntad de Kennett durante más tiempo —siseó, comenzando a lavar la loza usada en el desayuno.

Anabella dejó escapar el aire de sus pulmones con un suspiro desalentador. Trabajar jamás había estado en sus planes, siempre soñó con casarse joven y convertirse en la dueña de una finca de la que ocuparse; ser la señora de algún rico hacendado que cumpliera todos sus caprichos para no tener que mover un dedo. Algunas de sus amigas ya estaban empezando a prometerse y ella no quería quedarse atrás.

—Me gustaría que pudiésemos viajar a Dublin.

—¿Para qué? —cuestionó Madelaine con extrañeza. Era sabido de que Ana tenía una imaginación muy variada y sacaba ideas demasiado extrañas a partir de nada concreto.

—Pues en dos meses habrá una sesión en la mansión Castlehyde. Creo que ya es necesario que nos presentemos en sociedad— acotó con una sonrisa infantil —, de lo contrario jamás conoceremos a buenos partidos y tendremos que conformarnos con los aburridos chiquillos pobretones del condado. Todas las jóvenes de buenas familias de Irlanda del Norte están convidadas, nada más hay que confirmar la asistencia pues será una ceremonia elegante, llena de lujo y glamour.

—Estamos hablando de que nos falta dinero y tú hablas sobre ir a presentarte en sociedad —habló Madelaine —¿Qué te hace pensar que encontrarás un hombre en Dublin si no puedes hacerlo aquí en tu condado?

—¡Por lo mismo! ¡Más sitio donde recrear nuestra vista! Imagina que asista algún conde o algún duque extranjero y se enamora de ti —señaló —. Si voy a trabajar mínimo que sea para poder ahorrar para algún vestido y poder asistir.

Adela lavaba mientras escuchaba la conversación de sus hermanas. Ella no era quien para arrebatar las esperanzas de su hermana con respecto al estilo de vida que deseaba.

Terminó de acomodar los trastos en las alacenas y dejó que las niñas terminaran con el tema.

—Bien, como ya saben debo ir a la oficina de Scotland Yard nuevamente el día de hoy —comentó.

—¿Tendrás que viajar a Escocia otra vez?

—No, hay oficiales trabajando paralelamente en Escocia y aquí. La información llega hasta acá debido a que solicité el traslado. Algunos detectives están investigando algunas desapariciones y la de Marlenne entró en ese grupo— declaró con algo de pesar—. Por favor comportense, seguramente llegaré tarde.

—No hay problema, me encargaré de hacer la cena a lo que regrese del mercado.

Adela le agradeció a Madelaine con una sonrisa. Ella comenzaría a vender sus hierbas, hortalizas y plantas de su huerto en el mercado, sabía lo sacrificado que sería y el agotamiento que sentiría, no obstante la menor de las hermanas era difícil de convencer y terca como todas ellas.

—Quizás estarás muy cansada—replicó —, podría dejar preparado algo antes de salir.

—No, no hay cuidado. Puedo hacerlo yo— sonrió la muchacha —, ya debería irme.

—Tú también —instó Adela a Anabella —, no quiero que llegues tarde a tu primer día, así que anda moviendo esas piernas. Voy a ir a preguntar qué tal estuviste a la señora Brown, así que no se te vaya a ocurrir hacer alguna tontería pues de lo contrario voy a enviarte a algún convento católico o casa de adoración —amenazó —, debo irme también, no quiero volver en el último tren así que tengo que salir temprano.

—¿Irás con Kennett?

—No, no quise pedirle que me acompañase, no creo correcto estar molestando con nuestras cosas en todo momento —dijo encogiéndose de hombros, se acercó a besar a cada una de sus hermanas en la cabeza —, sin embargo si pasa algo saben que pueden hablar con él, sólo si es una emergencia, ese hombre ya hace demasiado por nosotras.

Adela acudió a su habitación y se aplicó levemente un poco de maquillaje, se colocó el abrigo más elegante que tenía. A lo largo de este proceso pudo notar una vez más que mientras más elegante lucías, mejor atención recibía por parte de los oficiales; algo que no correspondía pero así era el mundo donde vivían.

La oficina de Scotland Yard estaba estratégicamente ubicada en el límite del condado de Down y Antrim, específicamente en Belfast, una ciudad golpeada por las protestas y el hambre a pesar de ser hermosa y llena de industrias que proporcionaban las principales fuentes de empleo en Irlanda. Por eso mismo se había decidido que la policía debía ubicarse allí.

El viaje en carruaje no le gustaba, había comenzado a detestar cualquier instancia en donde no tuviera la mente ocupada, cuando su cuerpo no se estaba moviendo, pensaba demasiado en Lenna y se sentía sumamente culpable, inclusive su trabajo en casa de los Thompson no lo estaba resistiendo, por lo que había pensado en buscar otro empleo en las cercanías de Down para poder dar alguna excusa convincente y renunciar.

Belfast tenía su encanto a pesar de que se había convertido en un sitio bastante ligado a las industrias y empresas marítimas; al parecer la construcción de navíos y barcos estaba dando trabajo a muchos hombres de las cercanías. Cuando el carruaje se detuvo ante la estación de Scotland Yard suspiró profundamente, también detestaba a la mayoría de los detectives que trabajaban allí, eran tan machistas, tan crueles y malvados que ir a la oficina se convirtió en una especie de purgatorio.

No tan sólo por las miradas de múltiples intenciones que recibía, si no porque jamás tenían buenas noticias, no solían tener pistas muy buenas y Adela temía de que pasaran los seis meses de investigación y ellos quisieran cerrar el caso por falta de evidencia o pruebas que los condujeran al paradero de su hermana.

Entró y desde allí pudo notar el arrogante semblante del detective que mandaba en ese regimiento. Nada más traspasar la puerta este comenzó a lanzarle miradas de sugerentes y a dedicarle una sonrisa poco apropiada para un oficial que según la sortija que llevaba en su dedo, estaba casado.

—Mayor Kerrick— saludó educada, pensando en el más grande improperio en su mente —, ¿Cómo está?

—Que placer verla, señorita Fitzgerald. Sabe, el otro día me estaba acordando de usted, no suelen venir por estos lados jóvenes tan distinguidas.

Adela se sintió algo incómoda, no sabía muy bien qué decir ante ese tipo de comentarios. Los hombres con influencia podían ser algo aprovechadores y ella lo sabía a la perfección.

—Mayor, he venido porque necesito saber si es que ha tenido información relevante sobre mi hermana Marlenne —dijo finalmente, sin ninguna intención de seguir esa insípida conversación.

El hombre se ajustó la corbata y la observó con algo de desprecio. No estaba acostumbrado a que las muchachitas le rechazaran pues muchas mujeres se impresionaban ante el poder de los uniformes y las medallas.

—Señorita Fitzgerald, venga. Pase a la oficina.

Adela se levantó de su asiento y lo siguió hasta la oficina donde solían ser las reuniones. Por un segundo su corazón se lanzó a latir disparado, tuvo la impresión de que al abrir la puerta de la sala, estaría Lenna esperando por ella, pero esa ilusión duró tan sólo un segundo porque era una creencia estúpida y sin sentido.

—Tome asiento, por favor— dijo con la voz un poco más tensa que momentos antes, donde estaba usando toda su galantería —. Necesito que mantengamos una conversación honesta, de lo contrario esto será una pérdida de tiempo para ambos.

La mujer no sabía a qué se refería el detective, asintió y aguardó a que este sacara la carpeta con la información del caso de su hermana.

—Señorita Adela, quisiera saber algo más sobre la vida personal de Marlenne—aclaró el hombre —, quisiera comentarle que hemos recibido recientes informes acerca de investigaciones que han realizado algunos colegas en Inverness y llegaron hasta Elise Banks una mujer que tiene una taberna en unas calles cercanas al muelle.

—¿Otra vez? —preguntó con algo de incredulidad —, según tengo entendido ella fue una de las primeras personas en ser interrogadas ¿Por qué la están interrogando nuevamente? ¿Acaso ella sabía algo que anteriormente no había mencionado?

—Pues sí—entregó algunos papeles a la joven—, mencionó que tu hermana se inscribió en un torneo ilegal de arquería— comentó levantando las cejas con algo de desdén.

Adela comenzó a leer la declaración de la mujer.

—¿Asumo que ella era la responsable del evento no es así?

—Sí y esta vez hizo declaraciones que anteriormente no nos había dicho.

—¿Qué fue lo que dijo?

—Hizo mención de que la señorita Marlenne se vio envuelta en una discusión con otro participante y que fue bastante acalorada.

—¿A qué se refiere con ello?

—Creo que el hombre la insultó, usando como adjetivos las palabras "zorra " y "putilla barata", perdón por ser tan gráfico, es lo que está escrito en el reporte de mi colega—mencionó el policía al notar que Adela se incomodaba en su asiento. 

—¿Pudieron buscar al sujeto?

—No, la mujer menciona que no tenía los nombres de ninguno de los participantes, debido a que eran competencias clandestinas. Sólo que además agregó que Marlenne sacó una especie de arma punzocortante con la que le amenazó y tras eso abandonó el bosque Reeling Gleen. 

—¿Qués es lo que trata de decir? 

—Adela, debemos ser sinceros— murmuró el hombre—, quizás es incómodo para ti escuchar esto o responder estas preguntas, pero necesito saber...

—¿Qué es lo que necesita saber?

—Quisiera saber si estabas en conocimiento de alguna actividad fuera de lo común que estuviera ligada a tu hermana.

—¿Podría ser más específico? ¿Qué está insinuando?

—¿Por qué tu hermana buscaría unirse a ese tipo de competición? ¿Por qué necesitaba dinero?

—Bueno, como ya le he mencionado, no tenemos un colchón en el que podamos caer. Somos huérfanas y hasta hace poco solamente yo trabajaba junto con Marlenne, manteníamos al resto de mis hermanas.

—¿Alguna vez tuvo comportamientos violentos? ¿Se mezclaba con hombres violentos?

—No, no que yo sepa ¿Es relevante?

—¿Existe la oportunidad de que ella estuviese ejerciendo la prostitución?

Aquello fue como un puñetazo en el estómago para la irlandesa, hubieron unos segundos donde el aire se escapó de sus pulmones y su cerebro se quedó en blanco. Tragó saliva ara recomponerse un poco y bebió del vaso de agua que estaba dispuesto. Ese tema le llegaba profundamente y que ese hombre estuviera insinuando que su hermana era una prostituta únicamente por necesitar dinero era indignante. 

—Basta— susurró—, esta conversación me tiene harta—mencionó exasperada. 

—¿Por qué te colocas así? ¿Acaso me das la razón?

—¡Mi hermana no es una ramera! Ella jamás sería capaz de hacer algo así, es demasiado bondadosa y correcta como para entregarse a alguien que usaría su cuerpo por dinero— exclamó furiosa—¿Eso es lo que quiere? ¿Enlodar el nombre de Marlenne para poder cerrar la investigación? ¡Ahora dirá que ella huyó del pueblo para prostituirse lejos de su familia y no ser descubierta!

—No, no señorita Fitzgerald, no es lo que quise decir. 

De pronto la puerta de la sala de reuniones se abrió y entró otro oficial, sin comprender lo que estaba sucediendo en el interior. Adela había comenzado a llorar y su rostro estaba marcándose por las lágrimas que surcaban su rostro, se limpió la cara con un pañuelo rápidamente. 

—¿Qué es lo que está sucediendo aquí? ¿Puedo ayudarles?

—Momentos incómodos de las investigaciones, nada más— se apresuró en responder el Mayor Kerrick—, puedes retirarte.

—Pues los gritos se escuchan desde la entrada de la oficina, por lo que comprendo en que no está todo bien.

—Yo ya me voy—dijo Adela, levantándose tan ágil como las piernas le permitieron—. Espero que la próxima vez que venga aquí usted tenga pruebas y pistas reales con respecto a la desaparición de mi hermana, no un montón de porquería difamatoria. Creo que no soy quien para decirle como hacer su trabajo, pero me sorprenden las cosas que los policías podrían llegar a decir sobre las mujeres que no pueden defenderse. 

Salió exasperada del sitio, no podía seguir escuchando todas esas tonterías, además se sentía expuesta, sentía su privacidad abierta a los demás. Por un instante imagino que ese policía sabía su más oscuro secreto, aquello que había orillado a su hermana a marcharse para conseguir más dinero. Respiró profundamente porque no quería cometer ninguna tontería, no eran tiempos como para que sus hermanas tuvieran que preocuparse además por ella.

—¡Señorita, señorita!¡Aguarde por favor!

La rubia se volvió y desvió la mirada al notar que se trataba del otro oficial, no quería que la arrastraran nuevamente al cuarto de investigación donde dirían más falsos sobre Lenna. 

—No quiero seguir hablando con ustedes, por favor. Quisiera que me dejen en paz y volver a casa.

—Antes que se vaya, permítame presentarme. Soy el detective Tobías Whitlock, Oficial mayor de esta división en el departamento de Belfast. De verdad me interesa saber si es que usted se encuentra bien— susurró observando directamente a los ojos de la mujer, quien parecía un cervatillo asustado y herido.

La irlandesa suspiró sintiendo la desdicha que abrumaba su corazón, notó los sinceros ojos celestes del hombre y este la invitó con el gesto de la mano a sentarse en un banco junto a los árboles.

—No estoy bien, han sido meses duros—confirmó, rodando los ojos como si fuera obvio, otra lágrima escapó por su mejilla.

En esta ocasión el oficial sacó un pañuelo del bolsillo interior de su chaqueta y se lo entregó con cautela, no quería volver a alterarla ahora que su respiración volvía a ser pausada.

—No quise causar un alboroto dentro de la oficina, es sólo que la desaparición de mi hermana nos tiene destrozadas como familia. Estoy tan cansada...

—Lo entiendo, he vivido en carne propia lo que usted está viviendo— acotó sin saber porqué, no tenía que mezclar las vivencias personales con las de sus casos—, tenga mi más sentido acompañamiento. Estoy a su servicio.

—¿Cree que el caso de Marlenne podría ser delegado a su investigación? No me gusta para nada el giro que le está otorgando su compañero, Lenna no era así...

El joven asintió y se aclaró la garganta, lo que le pedía la muchacha no era un imposible, sólo que su compañero no estaría nada contento con eso. 

—Quizás debiese colocar un reclamo formal, pero creo que es posible. Nunca olvide de que Scotland Yard está par ayudarle.

—Siento tanta impotencia, siento mucha rabia. La vida nos arrebató a nuestros padres y desde tan niña tuve que mantener a mis hermanas, siento que no hice un buen trabajo ahora que esto está sucediendo. No tengo idea de cómo sobrellevarlo.

Tobías cambió la expresión de su rostro, no quería intimidarla, tampoco quería incomodarla. Pero se tomó el atrevimiento de acercar su mano a la de ella para entregarle contención. Adela puso sus ojos en él, sintiendo la sensación reconfortante del apoyo, no sentía que alguien estaba recriminando o juzgándola. 

—Usted no ha hecho nada malo, ha mantenido una familia tras vivir situaciones difíciles, no se culpe. Vamos a encontrar a su hermana.

—¿Me lo promete, detective Withlock? Por favor, se lo suplico. 

El hombre sabía muy bien que no debía prometer imposibles, que esas cosas nunca terminaban bien; pero Adela estaba siendo tan sincera, era como un libro abierto, que no podía hacer más que intentar recobrar la felicidad de su familia. En ella veía la tristeza de su madre, el sufrimiento de su madre cuando su hermano menor desapareció, lamentablemente a ella no pudo recobrarle la sonrisa en el rostro. 

—Haré todo lo posible por encontrarla, eso se lo aseguro, señorita Fitzgerald. Aunque eso sea lo último que haga como detective. 

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Hola bebés, aquí les dejo la multimedia del detective Tobías Withlock.

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