Capítulo Siete
- Buenos Dias, Sanders.-
Marion sonrió al mayordomo que le abría la puerta intentando no demostrar su sorpresa de que llegara mucho antes de lo acostumbrado, pero no podía estar un minuto más encerrada en su casa y no le importaba esperar a que Meredith y Nick bajaran a desayunar antes de salir hacia Hyde Park.
Damon tardaría todavía un rato en llegar y en lo referente a Gabriel, si por ella fuera, podía perderse por el camino o romperse la crisma, simplemente le daba igual con tal que no apareciera.
- Buenos dias, señorita Remington.- Sanders le recogió los guantes con la misma cortesía de siempre.
Le caía bien el mayordomo, era de esa clase de personas que sin hablar decían mucho con tan sólo una mirada y sabía que a ella le tenía aprecio, pero que Meredith era su debilidad. Haría cualquier cosa por su prima si ésta se lo pidiera.
- Si no le importa esperaré en el saloncito del desayuno.-
No esperó a que la acompañara sino que marchó a buen paso hasta la habitación rodeada casi por completo por ventanas que dejaban pasar los primeros rayos de sol.
Se sentó cerca de las cristaleras y esperó sin prisas a que los demás llegaran.
La noche pasada había llegado a una conclusión. No tendría más remedio que aceptar la propuesta de Lord Dowden, con ello liquidaría por completo la deuda y cuando todo terminara podrían vender lo poco que les quedara y vivir más modestamente. Aunque también podía hablar con Meredith y quedarse en alguna propiedad de Laughton pero sin deberle nada a nadie sino a cambio de cualquier trabajo que pudieran desempeñar. Bien podía ser como ama de llaves o como institutriz de los futuros hijos de los condes.
Estaba segura que su prima lo haría con mucho gusto y a cambio de su simple compañía pero ella no se sentiría cómoda sabiendo que eran los parientes pobres. Era cuestión de orgullo y de eso ella estaba bien servida.
Por un instante el desaliento volvió a adueñarse de ella al pensar en como su vida no se parecería a lo que siempre imaginó. No tendría un esposo al que respetar y mucho menos llegar a amar.....
Gabriel. Al pensar en él se llevó la mano hasta los labios recordando los besos compartidos.
Suspiró con desaliento.
Si elegía la propuesta de Gabe sabía que sería una etapa de su vida que disfrutaría, guardaría esos recuerdos como tesoros dentro de su corazón pero cuando todo terminara ese corazón tendría que recomponerlo cachito a cachito. Eso ya lo había hecho una vez y no estaba segura de poder volver a hacerlo. Esta ocasión terminaría destruida al saber lo poco que le importaba a Gabriel y no quería pasar por ello.
Durante gran parte de la noche había intentado encontrar otra solución pero lo que realmente deseaba era rendirse a lo que sentía y eso era a lo único que no estaba dispuesta a arriesgarse.
Gabe tenía que mantenerse alejado de ella para su propia tranquilidad.
No estaba segura de como se enfrentaría al momento de entregarse a Lord Dowden pero ese era un problema en el que no quería pensar por ahora ya que el imaginarlo tocándola hacía que el estómago se le revolviera por completo y que todo su cuerpo se estremeciera de repulsión.
Escuchó a alguien entrar y se giró. Sonrió a la muchacha que tan amablemente le traía algo para para hacer la espera más llevadera.
Se acercó a la mesa y se sentó mirando a la puerta. Sirvió el té como a ella le gustaba, con una nube de leche y mucho azúcar. Se relajó dejando que el líquido le calentara el frío que sentía en su interior y tomó uno de los apetitosos bollos glaseados que tanto le gustaban.
Por lo menos algo le iba a alegrar el día y mordió cerrando los ojos paladeando su sabor.
***
Gabriel terminó de ajustarse la chaqueta al cuerpo y se miró al espejo con ojo crítico.
No era un hombre mal parecido. Lo sabía más bien por el éxito que tenía con las mujeres que por apreciación personal. Moreno y de rasgos marcados. Lo más destacable en él eran sin duda sus ojos verdes que algunos habían descrito como felinos.
Se ajustó la chaqueta del traje de montar. Se le amoldaba perfectamente a sus hombros anchos y junto con su altura, mas de metro ochenta, le confería un porte elegante.
Robson sostenía el abrigo para que terminara de vestirse y se apresuró para que no tuviera que esperar demasiado. El mayordomo ya tenía una edad bastante avanzada pero le tenía un especial cariño y además sabía que le encantaba su trabajo. No tenía familia y se sentía feliz de poder seguir desempañando lo que venía haciendo durante toda su vida, así que había decidido mantenerlo a su lado con la excusa de que no podía cuidarse sólo.
Se había mudado a Althorpe, unos pisos de solteros en Piccadilly, debido a las reparaciones que estaban teniendo lugar en BeCastle House y cuando le comunicó a Robson que tendría que irse con él para que lo asistiera en todo lo que necesitara en vez de quedarse en la vieja mansión como hasta ese momento, supo que había hecho lo correcto al ver el brillo de sus ojos al sentirse útil.
A veces era muy fácil hacer feliz a una persona.
- Que se divierta, milord.- El mayordomo le sonrió con cariño.
- Gracias, Robson. Seguiré su consejo.- Asintió con la cabeza antes de salir por la puerta.
Era temprano pero con suerte no sería el primero en llegar. La cabeza le dolía terriblemente a causa de la cantidad de cognac que había ingerido la noche pasada.
Después de dejar a Damon ante el Teatro Real, había decidido ir a un prestigioso burdel ya que se había quedado sin sus dos amigas al dejarlas olvidadas sin más. No las había echado de menos.
La noche había empezado animada pero a medida que pasaba el tiempo, mayor era el deseo de encontrarse en otro sitio, con otra persona , así que se quedó allí por pura obstinación. Ninguna arpía de ojos grises le haría cambiar de opinión y marcharse a casa.
A pesar de las guapas chicas que lo rodeaban no sintió deseo de compartir con ninguna de ellas las sábanas de la cama. Se quedó allí bebiendo copa tras copa, con el gesto irritado, tratando de acallar los celos que lo corroían, porque sabía que lo eran, no podía mentirse. Ver a Marion toda sonrisas y atenciones junto a Damon, le había puesto de un humor pésimo y más aún al saber que su amigo se planteaba algo más que eso con ella.
Retorció con fuerzas las riendas y apretó los dientes con rabia. Creía que aquello sería fácil pero todo se estaba complicando demasiado. Ella podía aceptar a Lord Dowden o a su último pretendiente, Damon Ibree, conde de Arlington. Del primero no tenía la menor duda de poder deshacerse pero del segundo......Era su amigo y si él estaba enamorado de esa bruja no sería él quien se metiera por medio. La amistad era lo primero y no merecía la penas perderla por una mujer. Aunque todavía no estaban comprometidos y él podría jugar sus cartas e intentar convencerla.
¿De verdad creía que ella elegiría ser su amante y no la esposa de Arlington?. Se enfureció ante la idea porque sabía la respuesta. De pronto se le ocurrió que podía hacerle creer que él también quería hacerla su esposa y entonces estaría en igual de condiciones que Damon...
Todo era un verdadero lío y en estos momentos no sabía bien que hacer.
Últimamente los problemas se acumulaban a su alrededor. Su amigo Nick Starling estaba siendo amenazado de muerte y estaban tratando de descubrir quien quería borrarlo del mapa. Se habían contratado a unos detectives, los hermanos Bowser, pero hasta ese momento no habían podido descubrir nada y Nick estaba empezando a impacientarse. Por supuesto se lo había ocultado a su encantadora esposa porque quería y esperaba solucionarlo antes de que algo grave ocurriera.
También estaba el asunto referente a Lord Dowden. Trató de entrevistarse con él en cuanto volvió de la fiesta campestre en casa de Lady Abbigail pero le informaron que se encontraba fuera de Londres al menos por una semana. Pasado ese tiempo volvió a intentar localizarlo pero aún no había vuelto y no se sabía la fecha exacta de su regreso. Dió algo de dinero a uno de los mozos de las caballerizas para que le informara en cuanto su señor llegara pero no había tenido noticias hasta el momento.
El tiempo pasaba y no había podido solucionar aún ese pequeño detalle. Realmente no estaba preocupado porque era un simple trámite informar al caballero en cuestión que pusiera sus intenciones en otra dama porque la señorita Remington le pertenecía.
El dolor de cabeza se le intensificó. Debería de haber pedido a Robson que le proporcionara algo para aliviarle el malestar, pero sabía que lo mejor que podía haber hecho era no beber hasta la saciedad la noche anterior.
***
- Espero no ser el primero en llegar.- Dijo como saludo al mayordomo de los Laughton.
- No se precupe milord, el saloncito ya está ocupado.- Contestó Sanders con aplomo.
Gabe esperaba que fuera Damon quien hubiese llegado. Tenía que aclarar ciertos detalles con él, pero se detuvo en la puerta de la habitación y se olvidó por completo de cualquier dolor que pudiera sentir hasta ese momento.
Marion estaba sentada y los rayos del sol la alcanzaban jugando con el rubio cabello. Vestía un elegante traje de montar en tonos burdeos que hacía que su piel destacara debido al contraste.
Se la comía con los ojos y agradeció que en ese momento ella no pudiera verlo porque mordía con deleite un bollo con los ojos cerrados.
Deseó ser él al que ella mordiera con ese placer.
Se recuperó antes de que ella abriera los ojos y lo mirará con franco antagonismo.
- Buenos días, Marion.- Inclinó la cabeza a modo de saludo.
Ella después de esa primera mirada lo ignoró, como venía siendo habitual en sus encuentros, pero esa vez no estaban rodeados de otras personas, donde él poco podía hacer para evitarlo, sino que estaban solos, peligrosamente solos, y él no le permitiría que lo volviera a hacer.
Rodeó la mesa y apartó la silla que se encontraba justo a su lado, pero no se sentó sino que apoyó la cadera en el filo de la mesa y cruzando los brazos se dedicó a mirarla esperando una respuesta.
Marion siguió haciendo como que estaba sola y se llevó la taza a los labios. Se relamío después de dar un sorbo y la dejó sobre el platillo que sostenía en su mano izquierda.
- ¿No piensas responder a mi saludo?.- Lo oyó decir.- Lástima de la educación que recibiste, parece que no sirvió de nada.
Trataba de no prestarle atención pero su presencia la había alterado por completo. Estaba demasiado guapo para su paz mental y su cuerpo reaccionaba de una manera totalmente impropia para ser alguien al que estaba dispuesta a olvidar.
- No creo que tenga que saludarlo. Me insultó. Usted dejó muy claro lo que espera de mi persona en Dreams y yo le di mi respuesta. Asunto cerrado.
Habló sin mirarlo y mordió de nuevo el bollo pero ya no le sabía tan bien por culpa de la compañía.
- Vamos, Marion. Sabes que no tienes opción. Sólo tienes que decir una palabra y todos tus problemas serán resueltos.-
Gabriel hablaba de manera suave y sensual y cada palabra le traspasaba la piel haciendo que le cosquilleara.
- Ya tengo quien me solucione los problemas, gracias.-
Se dispuso a tomar la servilleta cuando Gabe la giró, con silla y todo, y la dejó frente a él. Colocó ambos brazos en el respaldo y se acercó tanto que pudo ver una motita que hacía imperfecto, pero no por ello menos fascinantes, el verde de sus ojos.
Por un momento no supo que decir debido a la impresión y a que su corazón se había puesto a saltar de alegría al tenerlo tan cerca. Se llamo estúpida por ese pensamiento.
- Te dije que eso no era factible. Te avisé. Tu no serás de nadie más que mía.- Gabe contenía su enfado a duras penas.
- Y yo te respondí que no tienes manera de evitarlo. Nunca. Óyeme bien, porque no volveré a repetírtelo. Nunca seré tuya. No seré tu amante, ni siquiera tu esposa en el remoto caso que me lo pidieras. Nunca.- Lo dijo con tanta convicción que hasta ella lo creyó durante un segundo.
- ¿Me estás retando?¿Apostamos?.-
Marion supo que se había equivocado al provocarlo. Ahora él lo intentaría con más ahinco y ella aún no era lo suficientemente fuerte como para resistir a su asedio.
- Comprobemos cuanta verdad hay en tus palabras.- Gabe habló entre dientes.
Marión intentó responder pero de su boca no salió ningún sonido porque la de Gabe se apoderó de la suya instándola a responder a su demanda apasionada.
Sentir el calor de sus labios y la humedad de su lengua la hizo derretirse y no tardó en claudicar ante sus exigentes besos. Le permitió mayor intimidad participándo en aquella danza.
Se besaban con desesperación tratando de tomar todo el uno del otro y Marion deseó que la tocara como aquella otra vez sin importarle el lugar. Nada importaba más que el hombre que la dejaba sin voluntad por mucho que ella tratara de luchar en su contra.
De pronto toda la fuerza de su experimentada boca se tornó dulzura y con besos largos y cautivadores la fue sometiendo. Sus labios se deslizaron por el cuello y alcanzaron su oreja. Marión temblaba llegados a este punto y en cuanto el le mordió el lóbulo estuvo a punto de soltar un jadeo.
- ¿Es así como responderás a Dowden?No lo creo. Sólo yo puedo hacerte esto, Marion. ¿No te interesa saber que más puedo ofrecerte?.-
Sus palabras le cayeron como un cubo de agua fría.
Otra vez había caído en su hechizo. Otra vez la había sometido a sus deseos con un simple chasquido de sus dedos.
- No me interesa lo más mínimo.- Su voz apenas fue un susurro a pesar de que ella pretendía que sonara con contundencia.
- Eres una mentirosilla, pero te perdono porque tu y yo sabemos la verdad.- Le dijo seguro de si mismo.- No me ha hecho falta ni siquiera tocarte para hacerte ver lo falso de tus palabras. Me deseas tanto como yo a ti.
Marion sabía que era cierto. No le había puesto un dedo encima. Sólo sus labios se habían tocado y ella se había rendido sin oponer la menor resistencia.
La miró a los ojos y Marion pudo ver lo seguro que estaba de salirse con la suya. Eso la hizo reaccionar.
- Puede ser que mi cuerpo me traicione. No negaré un hecho tan evidente, pero tengo que agradecer que sea mi cerebro el que tome las decisiones y éste sin duda elegirá a Lord Dowden.
Disfrutó mucho viendo como entrecerraba los ojos con rabia pero no puedo escuchar su réplica porque alguien se hizo notar con una tos suave.
Ambos volvieron los rostros al unísono pero no cambiaron la postura en la que se encontraban.
Damon los observó y trató de mantenerse serio. Marion estaba sentada con las manos en el regazo y Gabe la mantenía inmóvil con los brazos apoyados en el respaldo de la silla. Los rostros demasiado pegados y ella tenía toda la pinta de haber sido bien besada.
Parecía que todo marchaba como debía.
Lo miraban como si fuera la última persona que habían esperado que los interrumpiera, pero estaba seguro que cualquiera que hubiera aparecido en ese instante habría causado el mismo efecto.
- ¿Ocurre algo, querida?.- Dejó que su voz sonara preocupada.
- No, en absoluto.- Marion desvió la mirada incomoda por la situación.
Gabe no movió un músculo y Damon alzó una ceja ante su postura.
- La señorita Remington creyó tener algo en el ojo y pretendía quitárselo.-
Se incorporó y se sentó en la silla más cercana mirándo a Marion.
Damon no le quitó el ojo de encima durante unos segundos y le sonrió con confianza.
- Por supuesto. Déjame ver, querida. No me perdonaría que por mi llegada no pudieras librarte de lo que tanto te molesta .-
Se ofreció y aplaudío mentalmente el gesto de crispación de su amigo.
Se acercó a ella por el lado opuesto al que se encontraba Gabe. Le tomó la barbilla entre sus dedos y le alzó el rostro. Marion tenía las mejillas arreboladas por la mentira pero se dejó hacer. Damon tardó su tiempo en buscar la inexistente mota y cuando se dio por satisfecho le beso la mano con más fervor del habitual.
- Parece ser que ya no tienes nada.- Dijo suavemente y estuvo a punto de echarse a reír al oír resoplar a Stanton.
Se sentó al otro lado de Marion y la acaparó por completo durante todo el desayuno.
***
- Tu esposa se ve radiante esta mañana.- Damon miró de reojo a Starling.- Espero que su malestar de ayer noche no fuera gran cosa.
Nick no se dignó a mirarlo siquiera para responderle. De más sabía que Damon trataba de pincharlo. La noche anterior su mujer no se había encontrado indispuesta en absoluto pero él necesitaba encontrarse a solas con ella y no encontró excusa mejor. Después de todo era un hombre recien casado. ¿Qué se supone que debía hacer?.
Sonrió recordando algunos momentos de la noche pasada pero borró es gesto de placer en cuanto notó que Damon reía socarronamente.
- Déjalo ya Arlington.- Gabe trató de frenar las burlas de amigo.
- No importa, Gabe. Ya reiré yo cuando le toque a él.- Nick pensaba una y mil maneras de resarcirse cuando eso pasara.
- Nunca.- Damon habló antes de pensar pero por la mirada especulativa que le dirigió Gabriel se apresuró a añadir algo más.- Quiero decir, que por ahora soy un hombre libre, aunque eso puede cambiar en cualquier momento.-
Los tres iban a la par por Hyde Park. Sus monturas parecían ser tan amigas como ellos mismos y ese pensamiento hizo sonreir un poco a Starling. Quería pensar que era el enamoramiento que tenía por su esposa lo que le hacía imaginar ese tipo de cosas. Miró hacia atrás para cerciorarse de que Meredith y Marion no se habían alejado demasiado de ellos. Cabalgaban justo detrás y en el momento en que se miraron ella le lanzó un beso e inmediatamente se puso roja como un tomate. Le encantaba sonrojar a su condesa.
Gabe trataba de interpretar las emociones que estaban aflorando en él. Durante todo el desayuno tuvo unos deseos casi incontrolables de llevarse de allí a Marion para que dejara de sonreir al embobado de su amigo. Deseos que lo mirara a él de la misma forma y deseo que comérsela entera como ella se había comido aquel bollo glaseado.
La situación se le estaba escapando de las manos y no podía hacer nada para evitarlo. Otra vez se sentía manejado como un títere pero no podía culpar a nadie más que a si mismo. Bailaba al son que le tocara Marion y no sabía como llevarla a su terreno. Era más terca que una mula.
¿Acaso no se daba cuenta ella lo que podía ofrecerle?. Miró a Arlington que charlaba animadamente con Starling. Realmente era un buen partido. Apuesto, divertido y más rico de lo que podría ser él en toda la vida. Se los imaginó juntos y como un rayo desechó esa imagen.
No podía permitir que aquello ocurriera. Se volvería loco, completa y absolutamente loco.
¡Maldición! ¿En qué momento había dejado de ser dueño de lo que podía sentir?.
Las escuchó reír y cerró los ojos durante un instante. No había duda alguna, esa mujer era su mujer y trataría por todos los medios de hacérselo entender de una vez por todas.
Marión se rió de nuevo al ver como Meredith se comía con la mirada a su marido. Parecía que las cosas iban mucho mejor entre ellos y se alegraba enormemente.
- ¿Quieres dejar de hacer eso?.- Le recriminó dulcemente.
- No sé a que te refieres.-
Meredith la miró sin comprender que podía haber hecho para que su prima le dijera aquello.
- Devoras a tu marido cada vez que le diriges una mirada.- Volvió a reir cuando su prima se mordió el labio avergonzada.- No te preocupes, a mi me parece maravilloso ver como os mirais los dos. Me gustaría que alguien lo hiciera de igual forma conmigo.-
Suspiró sabiendo que el único hombre que quería que lo hiciera cabalgaba unos metros por delante y no tenía un concepto demasiado bueno de ella.
- Lo tendrás sin duda alguna, Marion.- Le aseguró Meredith.-
Se mantuvieron calladas durante un momento.
- No sabía si debía preguntarte pero no has vuelto a hablarme de quien es el hombre que te pedirá en matrimonio....
Todo sentimiento positivo que tenía en ese momento se esfumó al oirla hablar. Marion le había contado a su prima que alguien la pretendía, pero no le había dicho quien era ni que realmente no le pediría en matrimonio para no preocuparla. Bastante tenía Meredith con sus propios problemas, pero al escuchar sus palabras le hizo recordar lo que tenía que hacer y su carácter belicoso se abrió camino inundándola de amargura.
- No es el momento de hablar de ello.-
Espoleó a Princess y se alejó.
Era mejor estar sola en esos momentos y le importaba un bledo si no tenía acompañante.
Trató de no arrollar a nadie por el camino y conforme se acercaba al Serpentine, el lago artificial que se encontraba en un lateral del parque, fue frenando a su montura.
Las lágrimas le escocían y se las enjugó empapando los suaves guantes de piel de cabritilla.
Llorar era una de las cosas que más hacía últimamente y lo odiaba. Era algo totalmente inútil porque después de hacerlo el problema seguía ahí, sin solución. Por eso era muchos mejor pensar y buscar una respuesta para los problemas.
Sí, sí. Todo eso estaba muy bien pero se sentía una tan bien después de haber llorado que ¿qué importaba si resolvía algo o no?.
Con este pensamiento se acercó a la orilla del agua y dejó que sus lágrimas fluyeran libremente.
***
Todos observaron como Marion se marchaba sin mirar atrás y giraron la cabeza para preguntarle a Meredith que ocurría.
- Dije algo que la molestó, pero creo que se le pasará.- Dijo en cuanto se puso a la misma altura.
- No debería de estar sola.- Nick no se lo pidió a nadie en especial pero se asombró cuando fue Gabe el que marchó tras ella sin decir una palabras.
Gabriel la buscaba con la mirada. Sería muy fácil de reconocer con aquella yegua blanca y el traje color vino.
Adelantó a un grupo de jinetes y volvió a mirar alrededor.
¿Dónde se había metido esa mujer?.
Por suerte parecía que el parque no estaba tan concurrido esa mañana, aunque no se podía decir que estuviera vacío. Había gente por todos lados a los que miraban y ningún rastro de ella.
Giró y por un instante creyó verla. Tiró de las riendas e hizo que su caballo diera la vuelta encaminándolo hacia el Serpentine.
Respiró tranquilo al verla junto al lago. Por lo menos no sehabía roto la cabeza ni nada por el estilo. Desde la caida del caballo de Meredith cada vez que veía a Marion sobre uno no podía evitar preocuparse de que le pudiera ocurrir lo mismo. Era un tremenda estupidez, lo sabía, pero no podía dejar de imaginarla tirada en el suelo.
Se bajó de su montura dispuesto a regañarla por su manera de montar cuando vió como se enjugaba las lágrimas.
¿Estaba llorando?. Se mantuvo inmóvil durante unos segundos sin saber bien que hacer. Le molestaba verla de aquella manera y no quería pensar que él pudiera ser el causante de su desconsuelo.
Se acercó un poco más pero ella pareció no percibir su presencia.
- Marion, podías haberte roto el cuello en esa carrera.-
Estupendo, pensó. No había tratado de sonar tan rudo pero no lo había podido evitar.
Ella se volvío con rapidez y abrió mucho los ojos en cuanto lo vió.
- ¡Y qué! - Se encogió los hombros haciéndole ver lo poco que le importaba.- Puedo hacer lo que quiera. Todavía no tengo que darle explicaciones de mis actos a nadie.
Marion replicó con amargura. Allí estaba él exigiéndole de nuevo como si tuviera algún derecho. Cuando le diera el sí a Dowden, entonces ya no sería dueña de su propia vida porque él regiría cada uno de sus movimientos, cada uno de sus actos. Esto hizo que llorara aún más y al ver la mirada compasiva de Gabriel sintió una rabia que la inundaba por completo.
El era el culpable de su desgracia. No su situación financiera, sino él.
Desde que había llegado, su vida se había vuelto impredecible. Sus sentimientos cambiaban de la noche al día dependiendo exclusivamente de como la trataba, como la miraba, qué le decía. Estaba harta y pondría fin a quello en ese mismo instante.
- No quiero volver a verte ¿me entiendes?.- Dijo muy enfadada.- No eres bueno para mi.
Espero a que le respondiera mientras lo veía acercarse aún más.
Retrocedió un paso porque no queria estar cerca de él. No quería respirar el mismo aire.
- Es damasiado tarde, Marion.- Gabe dejó que la frustación saliera con cada palabra.
A ella le sorprendió su gesto airado. Cómo si él tampoco tuviera otra opción.
- Claro que no es tarde. Sólo tienes que evitarme como a la peste.- Casi le estaba implorando que se alejara de ella. Se lo pediría de rodillas si así lo conseguía.
- Marion....- Le advirtío Gabe y alzó una mano para agarrarla.
Ella negó con la cabeza y retrocedió aún más.
- Marion...- Esta vez su tono era una orden.
Retrocedió de nuevo y entonces cayó hacia tras. Movió los brazos intentando mantener el equilibrio y vio como Gabriel trataba de llegar hasta ella pero nada pudo evitar que se sumergiera en las aguas frías del Serpentine.
Estaba completamente empapada. Alzó el rostro y vió la sonrisa de Gabe. Eso la dejó por un momento sin aliento. Hacía tanto que no lo veía sonreír que casi había olvidado que podía hacerlo. Su cara se transformaba y si era atractivo sin esa maravillosa sonrisa, con ella estaba....impresionante.
Recordó que la causa de su risa era ella y lo miró entrecerrando los ojos. Intentó ponerse de pie pero volvió a resbalar cayendo sobre su trasero.
Maldijo entre dientes.
- ¿No piensa venir a ayudarme?.- Le gritó sin importarle se alguien la escuchaba.
Gabe se metió con botas y todo en el agua. Le tomó de las manos y tiró de ella hasta conseguir ponerla en pie. Y todo lo hizo sin dejar de reír por un segundo.
- Eres.... eres...- Marion no encontraba palabras para describirlo y comenzó a tiritar de arriba a abajo.
Cuando los dos estuvieron sanos y salvos fuera de agua Damon llegó hasta ellos y los miró con diversión.
- Nadie me dijo que pensaban nadar. Si me hubieran avisado habría venido preparado.-
Marion le lanzó una mirada envenenada y Arlington se tragó su siguiente comentario.
- Te llevaré a casa.- Damon se quitaba su chaqueta mientras se acercaba.
- No.- Gabe lo miró invitándolo a que insistiera.- Yo la llevaré.
Stanton la cubrió con su propia chaqueta y se subió a su caballo esperando a que Arlington ayudará a Marion a sentarse delante de él. La acomodó lo mejor que pudo y la sostuvo contra su pecho. Temblaba tanto que le castañeaban hasta los dientes.
Damon le pasó las riendas de Princess y sin decir adiós espoleó su montura.
***
El camino devuelta a su casa pasó sin apenas darse cuenta. Tenía muchísimo frío y además estaba abrazada por Gabriel. Sentir su calor le hacía desear otras cosas. Oler su aroma le producía unas ganas locas de enterrar la nariz en su cuello y aspirar una y otra vez hasta que se le grabara en la memoria y puediera recordarlo cada vez que quisiera.
Su brazo le rodeaba la cintura ciñéndola contra él y le encantaba. Había algo que no le estaba gustando en absoluto y era su mutismo. No había dicho una palabra en todo el camino y eso la ponía muy nerviosa. Ella, por una vez, decidió mantener silencio porque no sabía que podía ocurrir en el caso de que lo rompiera.
Gabe trataba de no pensar en lo cerca que la tenía. En que estaba totalmente mojada y en lo que eso habría provocado en sus pezones. Estarían contraídos debido al frío y a él le encantaría calentarlos con su lengua. Meterlos en la boca y saborearlos.
¡Dios! La dejaría en su casa y se emborracharía otra vez.
Llegaron hasta la puerta. Gabriel se bajó del caballo la tomó en sus brazos y sin más ceremonias subió con ella la escalinata y la dejó frente a la puerta.
Llamó tres veces y se marchó sin más.
Marion lo observó alejarse mientras sus ropas formaban un charco en el suelo y tiritaba sin control.
Estuvo a punto de llamarlo para devolverle su chaqueta pero pensándolo mejor ella la necesitaba más que él.
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