Capítulo 23
BUENO, AQUI LO TENEIS POR FIN.....
MUCHOS ME HABEIS PREGUNTADO EL PORQUE DE NO SUBIR ESTA SEMANA LOS DOS CAPÍTULOS A LOS QUE ESTAIS ACOSTUMBRADOS Y LA RAZÓN ES EL "TIEMPO", ESCASEA DEBIDO A TODO LO QUE TENEMOS QUE HACER DURANTE EL DÍA, PERO CADA MOMENTO LIBRE LO HE DEDICADO A ESCRIBIR, AÑADIR Y CORREGIR EL QUE OS SUBO HOY, ASÍ QUE ESPERO QUE OS GUSTE PORQUE CREO QUE ES UNO A LOS QUE MÁS EMPEÑO LE HE PUESTO....Y NO TERMINA DE GUSTARME DEL TODO JAJAJAJAJAJAJAJA.
NOTA: SÓLO UNA COSITA MÁS.
VOLVER A DAROS LAS GRACIAS A TODOS LOS QUE LEEIS ESTA HISTORIA Y SOIS TAN PACIENTES DE ESPERAR CAPÍTULO TRAS CAPÍTULO, YO SINCERAMENTE ME DESESPERARÍA ;-).
TAMBIÉN QUIERO AGRADECER A TODOS LOS QUE COMENTAIS, DE VERDAD QUE ME ENCANTA ABRIR EL CORREO Y VER QUE ME HABEIS DEJADO UN MENSAJE, Y COMO OS MOLESTAIS EN HACERLO YO PROCURO CONTESTAROS A TODOS (SOY ASÍ DE CUMPLIDORA).
Y POR ÚLTIMO DECIR A TODOS AQUELLOS QUE VOTAIS QUE OS LO AGRADEZCO DE CORAZÓN Y QUE YA SON 3600 ESTRELLITAS ( CARA DE SORPRESA). :-O
EN DEFINITVA, QUE UN ESFUERZO ES DOBLEMENTE SATISFACTORIO SI RECIBE RECOMPENSA Y VOSOTROS ME COMPENSAIS CON CRECES.
MUCHOS SALUDOS Y BESOTES ENORMES!!
HABLAMOS!!!!
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A su regreso a Laughton House todo fueron mimos por parte de la señora Morrison y el resto de los empleados. Tanto así, que estaba preocupada por su peso seriamente debido a la cantidad de deliciosos platos y suculentos postres que le habían servido durante la comida.
Desde el primer momento en el que pisó el brillante suelo de la entrada todos le hicieron ver lo preocupados que habían estado ante la noticia de su accidente. Meredith se los agradeció con la mejor de su sonrisa ya que los apreciaba de verdad. Les había tomado cariño a todos y cada uno de ellos en aquellos primeros días de su estancia en esa casa y se alegraba de que ellos también sintieran lo mismo.
Se habían ausentado más tiempo del previsto, ya que era preferible su recuperación en Dreams a tener que volver a Londres sin poder sentarse. Ya no le dolía nada, aunque desgraciadamente esa parte de su cuerpo presentaba todos los tonos posibles de amarillos y verdes.
El ungüento le había ayudado bastante a soportar el dolor. Recordaba una ocasión en la que Nick se había ofrecido a aplicárselo. Ella accedió no sin un poco de timidez pero pensó, con razón, que él ya le había tocado y visto otras partes de su cuerpo, así que se preparó con más valentía que seguridad a que la tocara.
Nick tomó el frasco entre las manos y lo colocó sobre de la cama. La destapó y con cuidado le subió el camisón. Meredith fijó la vista en un cojin con pequeños capullos de rosas y se dedicó a contarlos. No había contado una docena cuando sintió sus manos deslizarse por su gluteos en lentas pasadas. La masajeaba en círculos una y otra vez. Ahora le pasaba los dedos por la base de la espalda y volvía hacía abajo para extenderlo bien. Meredith notaba que crepitaban sus entrañas y se mordió el labio para no emitir el menor de los sonidos. No quería que parara. Nick estaba en absoluto silencio pero de pronto se levantó tirando el frasco al suelo, se dió la vuelta pasándose una mano entre su pelo y salió por la puerta sin dar más explicaciones.
Al poco rato Mandy entró en la habitación para continuar pero para Meredith no fue igual de emocionante.
Ahora al rememorarlo se dió cuenta que había sido la última vez que la había tocado y ella era tan cobarde, porque no encontraba otra palabra mejor para describirla, que simple y llanamente cobarde, que no se atrevía a pedírselo, pero se había hecho el firme propósito de remediar esa situación y no pensaba volverse atrás así se declarara el segundo diluvio universal.
Llegaron a Londres muy temprano y no habían soltado el equipaje aún en la habitación cuando Nick salío de nuevo a encontrarse con Gabe y Damon, no sin antes advertirle que no quería que saliera sola y que siempre tenía que ir acompañada por más de un lacayo.
Lo notaba de un humor extraño los últimos días, preocupado, pero imaginó que sería debido a los negocios de ultramar aunque podía casi asegurar que era otro asunto el que lo tenía en ese estado. Se había casi obsesionado porque nunca estuviera sola y eso la hacía sentirse incómoda.
Bajó las escaleras hacia la cocina. Le había prometido a la señora Morrison que la yudaría con la preparación de galletas de avena, que por lo visto eran las preferidas de Nick. No entendía como a alguien le podían gustar esas galletas sabían a .....bueno, a avena, y para ella no necesitaba otra explicación para demostrar lo insulsa que eran.
Entró en la pulcra cocina, todo estaba siempre tan limpio que pareciera que allí no se cocinaba nada de nada. Canturreando se colocó el delantal y se dispuso a prepararle a su marido cantidades industriales de sus galletas predilectas.
Nick volvía a casa más calmado de lo que había estado ultimamente. Los días pasados no los quería volver a repertir en la vida.
Después de saber lo del asunto de la maldita piedra, Gabe se ofreció a volver a Londres y comenzar las indagaciones. Nick se lo agradeció en el alma ya que él no podía, ni quería, dejar a Meredith sola porque prefería ser el que la cuidara y vigilara por si alguien intentaba algo de nuevo. Pero sabía que ella no sería el objetivo así que también podía ser que la estuviera poniendo en peligro al mantenerla a su lado. Dudó bastante el camino a tomar pero se negó a volver a desaparecer porque esta vez Meredith no se lo perdonaría y él no podría tenerla lejos. Así que hasta que no supiera a que atenerse pensaba tenerla cerca suyo, donde él la pudiera ver.
Gabe había contratado a dos detectives de Bown Street. Eran hombres duros acostumbrados a tratar con maleantes y criminales. Ellos se encargarían de que todos supieran que estaban buscando a alguien contratado para ver a Nicholas Starling no con tan buena salud como acostumbraba.
Damon por su parte conocía a toda la nobleza de Inglaterra y parte del extranjero, eso por lo menos. Era la persona más social que alguna vez hubiera existido sobre la faz de la tierra y a todos agradaba, por lo que se había autoimpuesto la obligación de preguntar aquí y allá quien no tenía en buen concepto al bueno de su amigo como para llegar al punto de quererle más muerto que vivo.
El carruaje traspasaba en esos momentos la verja de la casa. Observó a los dos hombres apostados en las cercanías. Los había contratado para mantener vigilada la mansión y para que siguieran a Meredith en cuanto saliera. Haría todo lo posible porque no sufriera daño alguno.
Sanders lo recibió en la entrada y le ayudó a quitarse los guantes, el sombrero y la capa, mientras Nick, sin pararse siquiera ,se dirigía escaleras arriba directo a su habitación. Llamó antes de abrir la puerta y se encontró la estancia vacía. Meredith debería estar descansando pero parecía que ella no opinaba lo mismo ya que, según decía, se encontraba mucho mejor.
Nick no quería que hiciera el mínimo esfuerzo sin estar recuperada del todo pero era bastante testaruda cuando quería y eso le divertía bastante viniendo de alguien tan dulce como ella. Le encantaba como se erguía cuanto podía pensando que eso lo podía intimidar o como entrecerraba los ojos deseando poder atravesarlo con ellos. Era todo un espéctaculo en esos instantes tenerla delante, incluso a veces se sentía tentado de provocarla para ver como reaccionaba.
Volvió a bajar y le iba a preguntar a Sanders por su esposa cuando éste se le adelantó sin dejarle siquiera abrir la boca.
- Si me permite, señor, le diré que la señora se encuentra en la cocina.- Le dijo con una mueca que sin duda se podría considerar una sonrisa en el mayordomo.
- Gracias, Sanders.- Dijo escuetamente y se dirigió hacia el lugar donde Meredith estaba haciendo vete a saber que cosa.
Conforme se aproximaba escuchaba las risas de las mujeres que en el momento en el que entró trataron de ocultar, no todas claro, porque Meredith todavía reía y el sonido era contagioso. Tenía una risa franca, no lo hacía con la boca cerrada como las señoritas remilgadas de sociedad, sino que al reir hacía que su rostro se iluminara y sus labios parecieran más seductores aún.
Al verlo su sonrisa se ensanchó más, dándole la bienvenida, y él tuvo unos locos deseos de besarla hasta dejarla sin sentido.
- Buenas tardes,señoras, veo que se divierten.- Saludó mientras se acercaba la mesa.
Estaba llena de harina, huevos, azúcar y toda clase de objetos. Levantó los ojos hata posarlos en su mujer. Estaba deliciosa. una mejilla la tenía llena de harina y el pelo se le escapaba de las horquillas. Le cogió un mechón suave y brillante, y lo enredó en su dedo antes de colocarlo en su lugar. Con el pulgar le quitó la mancha de la cara y le besó la nariz.
Las criadas soltaron risitas nerviosas ante el gesto y Meredith lo miró algo turbada.
- Habeis llegado justo a tiempo.- Le dijo mientras se limpiaba las manos en el delantal.
- Eso suena bien. Me gusta llegar a tiempo siempre.- Contestó mientras ocupaba despreocupadamente una silla.
La observó mientras se encaminaba cerca de la ventana y cogía una bandeja. Entonces se dió cuenta de que olía a galletas por toda la habitación. Le brillaron los ojos cuando se las puso delante.
- Ummm, no creo poder esperar a que estén frías del todo.- Se llevó una a la boca con deleite.
- Siempre le gustaron muchísimo las galletas de avena, no las de chocolate, o las de pasas o nueces. No, las de avena.- La señora Morrison meneó la cabeza como si no lo entendiera del todo.- Y éstas ya le pueden gustar porque, milady, las ha preparado personalmente para usted.- Le dijo con un guiño.
- Son mis preferidas y a partir de hoy mucho más.- Se comió otra sin dejar de mirarla.
Meredith sabía que él se estaba acordando de cuando ella le dijo que era más insípida que una galleta de avena. Con cada bocado que daba sentía que ardía por dentro como si fuera a ella a la que estuviera devorando.
Meredith sostenía un libro entre sus manos pero no podía concentrarse en la lectura por mucho que lo intentara, así que había terminado por cerrarlo. Se levantó con decisión, ya estaba bien de remolonear, por lo menos aprovecharía el tiempo en algo productivo. Puso el libro en su lugar y salió con premura de la biblioteca. Revisaría todas las habitaciones y vería que necesitaba ser sustituido y si no cambiaría la decoración de alguna. Estar ociosa la hacía sentirse inútil.
Con un proyecto del que ocuparse en mente se sintió más animada.Después, Nick tendría que dar su visto bueno , aunque pensaba que no se opondría porque ya le había dicho en más de una ocasión que podía hacer y deshacer lo que quisiera.
Andaba pensando por cual, de las muchas habitaciones, empezar cuando Sanders garraspeó para llamar su atencion.
- Ah, Sanders, dígame. - La seriedad del mayordomo siempre le causaba cierta diversión.
- Milady, acaba de llegar un arreglo floral para usted. Necesito que me informe donde colocarlo.
Meredith se acercó hasta la gran mesa redonda situada en la entrada y casi baila al ver un gran centro de rosas rojas. Disimulando su alegría, como si los hubiera recibido muy a menudo hasta entonces, buscó la tarjeta entre las perfumadas flores. El olor que desprendían inundaban sus sentidos. Con dedos tembloroso abrio la nota esperando encontrar la firma de su marido pero en cuanto la leyó su animo se enfrió.
"Querida Lady Laughton
Acabo de saber de su regreso y me he permitido, sin ánimo de ofenderla, de enviarle este obsequio.
Lamento en lo más profundo que sufriera algún tipo de daño debido a su caida. Espero que esté totalmente restablecida y pueda disfrutar de nuevo de su compañía.
Alec Folk."
Miró alrededor esperando que Nick no se encontrara cerca y viera las flores. Rompió la tarjeta.
- Podría encargarse de tirar esto, Sanders.- Le dió los trozos de la nota y lo vió marcharse.-Espere, creo que también debería de hacer desaparecer esto- Señaló las hermosas rosas.
El mayordomo no mostró sorpresa alguna al cargar de nuevo con el arreglo y marcharse.
Meredith no entendía a que se debía ese regalo porque no era de buen gusto mandarle flores a una mujer casada sin pertenecer a su familia o a un círculo muy cercano de amigos, y esto último solamente en contadas ocasiones. Sabía que Nick no toleraba a Carmichael así que no le diría nada de eso para que no hiciera una tormenta en un vaso de agua. Recordó la nota, la escritura era muy elaborada y recargada y la forma en que estaba escrita hacía entrever que entre ella y Folk existía algo más que haber cruzado dos palabras cuando en realidad apenas si se conocían.
Sí , había hecho lo correcto, Nick no tenía porque enterarse y en cuanto tuviera una oportunidad le diría a Carmichael lo que opinaba de que le estuviera mandando flores.
La tarde había pasado volando, tanto así, que cuando se dio cuenta de la hora supo que tendría que correr para estar lista. Nick le había prometido llevarla esa noche a los jardines Vauxhall a ver los fuegos artificiales y ella estaba encantada como una chiquilla.
Con la ayuda de Mandy, que la peinó de forma muy favorecedora, se veía esa noche muy guapa.
Se miró atentamente en el espejo y pudo apreciar el brillo que despedían sus ojos y el sonrojo de sus mejillas. Parecía que era cierto que el estar enamorada se reflejaba también en el exterior. Meredith se pasó los dedos por la piel que revelaba el escote, era algo más atrevido de lo normal pero estaba dispuesta a que esa noche fuera perfecta desde el principio y para eso tenía que estar deseable para su marido.
Se miró por última vez, se alisó la falda a pesar de no necesitarlo y apreció que el color violeta del vestido hacía que sus ojos parecieran aún más grandes. Quizá fuera demasiado elegante para esa noche pero lo que esperaba conseguir bien lo merecía. Se colocó una capa y dándose ánimos se apresuró a reunirse con Nick.
La estaba esperando al pie de la escalera hablando relajadamente con Damon que los acompañaría esa noche. En cuanto escucharon que bajaba levantaron la vista y Meredith sintió unos negros ojos claverse en ella. Se sujetó con fuerza a la barandilla para evitar que cayera rodando hasta abajo debido al templeque de sus piernas, porque con sólo mirarla de esa manera sus huesos se volvían gelatina.
Con una sonrisa trémula saludó a Ibree y este se inclinó burlón.
- En fin Meredith, me ha dejado con la boca abierta, y eso que lleva la capa puesta. En el momento en que se la quite suspiraré por usted toda la noche.- Dijo esperando molestar a Nick.
- Damon, no voy a permitir bajo ningún concepto que te acerques a ella a menos que estés inconsciente.- Le ofreció al brazo a Meredith galantemente.
Damon frunció el ceño.
- ¿Sabes, Nick? Nunca has sabido encajar bromas pero creo que la edad te está afectando demasiado. Tienes que empezar a cuidarte porque sino no llegarás a conocer a tus hijos. La risa alarga la vida, amigo y tu necesitas reir.- Dijo muy serio pero el brillo divertido de sus ojos desmentían sus palabras.
Nick pusó los ojos en blanco y no se dignó a contestar.
Meredith ante la mención de los posibles hijos se imaginó a un pequeño de cabello negro azabache y con ojos oscuros como el padre. Sería todo un conquistador si llegara a poseer la mitad del magnetismo que tenía Nick. Una agradable sensación la recorrió al imaginarse la escena familiar. Sí, eso es exactamente lo que quería pero para tener hijos tendrían que empezar por intentar buscarlos. Su pulso se alteró nada más imaginar lo que tendrían que hacer para ello.
El carruaje se desplazaba a buena velocidad y Meredith se abrió el broche que mantenía la capa cerrada y se la quitó . Nick estaba sentado junto a Arlington y aprovechó que en ese momento estaban enfrascados en una charla muy interesante, por lo visto sobre política, para desprenderse de la prenda. Justo en el momento en que se cercioraba que al colocarla sobre el asiento no se caería notó el silencio que se hizo de repente. Levantó el rostro y lo primero que vió fue a Nick mirando sus senos. La oleada de calor fue tan intensa que agradeció la poca iluminación para que pasara desapercibida. Inquieta ante la intensidad con la que estaba siendo observada se giró hacia Ibree y descubrió que éste la miraba de igual modo pero en el momento que supo que ella lo había notado fijó la vista en un punto indeterminado sobre su cabeza.
Sabía que el escote era un poco pronunciado pero Clhoe, la modista, le había asegurado que eso es lo que la moda imponía. Estuvo a punto de ponerse la capa otra vez pero se obligó a mantener las manos sobre el regazo para no hacerlo.
Al ver que nadie hablaba su incomodidad aumento.
- Tenía algo de calor.- Aclaró.
- Sí . Esta noche hace bastante, Meredith.- Nick se abrió su abrigo y se tiró un poco del pulcro pañuelo anudado al cuello.- Muchísima diría yo.- Pero esto último lo dijo con un susurro.
Nick sintió que el corazón se le paraba, durante unos segundos o una eternidad, no estaba del todo seguro. Los senos expuestos de Meredith le hizo lamentar la compañía de Damon porque no podría hacer lo que sus manos le pedían. Se clavó las dedos en las rodillas y esperó a que el coche parara para que ella volviera a ponerse la capa. No permiriría bajo ninguna circunstancia que otros vieran lo que él veía. Si tenía que ser objetivo, muchas damas llevaban un corte similar o más atrevido aún pero con el pecho que poseía Meredith los ojos no podían evitar bajar una y otra vez.
Hizo un esfuerzo titánico por apartar la mirada y no supo como continuó la conversación con Damon por lo que en cuanto el carruaje paró suspiró aliviado y salío esperando que el aire fresco le enfriara.
Ayudó a Meredith a descender del coche y volvía a entrar para coger la capa cuando ella lo retuvo.
- No, Nick, creo que no la necesitaré, la temperatura es realmente deliciosa esta noche.- Dijo con una gran sonrisa.
- Claro que te la pondras.- Intentó coger la prenda de nuevo pero su voz se lo impidió.
- No, no lo haré.- Contestó algo más tajante.
Nick sopesó las posibilidades. Si insistía ella podía enfadarse por una tontería como llevar o no llevar puesta la capa, pero si la dejaba hacer lo que quería entonces el podía terminar con un ataque de lujuria insatisfecha. La miró para calibrarla y vió la determinación en su rostro.Con resignación le ofreció el brazo para llevarla hasta la barca que los llevaría hasta las escaleras que daban acceso a los jardines, después de todo él también disfrutaría de las vistas.
Navegaban por la orilla sur del río Támesis pero ya apreciaban que las lámparas de aceite de Vauxhall estaban encendidas. Los empleados, distribuidos estratégicamente, eran avisados a golpe de silbato y accionaban los fusibles de encendido casi al mismo tiempo. Era digno de verse y los visitantes esperaban ese momento con espectación. La iluminacion podía apreciarse a varios kilómetros a la redonda y a medida que se iban acercándo Meredith se sentía mas animada.
Accedieron al interior gracias al billete de temporada, quien no lo tuviera podía pagar un chelín y disfrutar de la música, el canto y toda clase de espectáculos totalmente gratis. Lo único que tendrían que pagar, en el caso de que quisieran, sería la bebida y la comida que se podían adquirir en los diversos lugares situados en el Grove, que era la zona central de los jardines, donde se encontraba también el edificio que daba cabida a la orquesta compuesta por cincuenta músicos que deleitaban a todos y ofrecían la posibilidad de bailar si así se quería.
Meredith nunca sabía donde mirar cuando visitaba los jardines. Había representaciones teatrales, malabaristas, payasos y todo tipo de entretenimientos.
- ¿Podríamos comprar un helado?- Pidió sintiéndose una niña-
Nick le apretó la mano que sostenía su brazo en señal de aceptación.
- Si me permites, Nick, yo los compraré.- Dijo Damon que se marchó sin esperar respuesta.
Merediht arrugó la nariz en señal de disconformidad.
- Ni siquiera me ha preguntado de que sabor lo quiero.- Se quejó.
Nick se rió sin poderlo evitar.
- Tendrás que conformarte con el que te traiga.- Se encogío de hombros pero al ver que ella seguía preotestando la calló con un beso.- No sigas refunfuñando, diablilla.- Le dijo suavemente.
- ¿Qué me harás si lo hago?.- Meredith lo miró coqueta.
Nick le rodeó la cintura atrayéndola hacia él y comiéndosela con los ojos le dijo con voz sensual.
- Entonces, no tendré más remedio que llevarte al "Paseo Oscuro" y darte la lección número tres.-
Meredith abrió la boca sorprendida ante su respuesta. El Paseo Oscuro estaba al final de los jardines y se llamaba así porque no tenía ningún tipo de iluminación. Era un lugar donde se encontraban las parejas que querían disfrutar de intimidad pero también podían contratarse los servicios de prostitutas.
Optó por callar ante su tentadora amenaza y Nick rió complacido ante su reacción.
Damon se abría paso entre la gente y llegó hasta ellos con los helados peligrando entre sus manos.
Meredith disfrutó del suyo sin importarle demasiado el sabor.
Se dirigieron sin prisas, disfrutando de cuanto los rodeaba, al recinto privado que poseía Nick. Era una habitación de tres lados, abiertos por la parte delantera y contaba con un camarero propio que les serviría la cena. Era lo suficientemente amplia como para albergar a diez personas aunque esa noche no fueran más que tres.
Nick no podía dejar de mirar a Meredith, estaba preciosa, aunque había tenido que mirar de malos modos a más de un conocido con el que se habían cruzado y se había demorado demasiado mirando la delantera de su esposa.
Ahora estaba mirando extasiada los fuegos como si nunca hubiera visto cosa igual. Con cada estallido su rostro se iluminaba y él se impregnaba de su imagen. Sabía que no podría pasar otra noche durmiendo a su lado, con ella abrazada a él y no poder hacerle el amor. Se había contenido, otra vez, a causa de su malestar debido a la caida pero parecía que estaba totalmente restablecida.
Esa noche, se prometió, tendría que ser esa noche.
Meredith se sentía tan nerviosa que no podía quedarse quieta.
Habían llegado a casa y ella había casi volado hasta la habitación dejando a Nick como siempre en su despacho mientras ella se cambiaba. Pero esa noche había decidido ponerse aquel camisón que le regaló Marión para su noche de bodas porque tenía pensado que no pasaría ni un día más por aquella tortura de desearlo tanto que dolía.
Se había cambiado rapidamente y el suave tejido le acariciaba la piel sensible, como preparándola para lo que vendría más tarde. Se soltó el recogido y se dejó el pelo suelto. Los gruesos rizos le enmarcaban el rostro y caían sobre los hombros y la espalda. Tomó uno entre los dedos, retorciéndolo debido a los nervios que le amenazaban con acobardarla.
En primer lugar se sentó en la cama a esperarlo pero cambió de opinión porque sería lo primero que vería en cuanto entrara por la puerta, así que se puso al lado de la chimenea, pero el calor que despedía el fuego encendido unido al calor que ya tenía le hizo imposible mantenerse por mucho tiempo allí. Cada vez que andaba la sensual tela le producía escalofríos de anticipación a lo que se avecinaba. Los pezones se le habían erguido nada más pensar en como la tocaría.
Después de mucho pensarlo optó por no ponerse nada más que el camisón porque una vez escuchó una conversación entre dos damas, que por supuesto no sabian que estaban siendo oidas, y una comentó que eso hacía que su marido embistiera como un toro. No sabía exactamente a que se refería pero pensaba que era así como tenían que sentirse Nick cuando estuviera con ella, como un toro.
Dios, si no venía pronto se escondería en el armario y no saldría de allí en toda la noche. Los nervios la estaban matando.
Nick subía la escalera pensando en como Meredith había estado coqueteando con él durante toda la noche. Lo rozaba continuamente. Le acariciaba la pierna,el brazo, la cara y cualquier otra parte a la que tuviera acceso con una ingenuidad y delicadeza que lo había vuelto loco, y eso sin hablar, del continuo estado de excitación en el que se había encontrado casi todo el maldito tiempo.
Abrió la puerta pensando como hacer para convencerla de una condenada vez. Pero ella tendría que pedírselo, en eso habían quedado. Intentó callar la voz que se lo recordaba y la mandó al olvido.
Meredith lo escuchó acercarse. Sus pasos se detuvieron al otro lado de la puerta y ella clavó los ojos allí esperando que se abriera de un momento a otro. Los segundos se le hiceron eternos hasta que vió como el picaporte giraba y Nick entraba con determinación, como todo lo que hacía, desprendía seguridad en sus movimientos. Al verlo su confianza disminuyó pero su deseo aumentó a escalas desproporcionadas.
Su presencia llenaba la habitación por completo, hacía que le faltara aire y comenzó a respirar agitada. No la había visto aún y ella lo devoró de arriba a abajo imaginándoselo sin nada de ropa. Se apoyó en el tocador porque la imagen le produjo mareos.
En ese momento Nick la vió y se acercó hacia ella con decisión pero de pronto se paró en medio de la habitación y la recorrió con la vista muy lentamente. Meredith pudo apreciar su sorpresa por lo que llevaba puesto pero rápidamente fue sustituida por fuego líquido en su mirada. Sus ojos la abrasaban de forma lenta y continua. Por cada parte que le recorría con la mirada su cuerpo respondía con furiosas descargas de placer.
Intentó decir algo que estuviera acorde con la situación pero no se le ocurrió nada. Se pasó la lengua por los labios secos al mismo tiempo que intentaba calmar lo latidos de su errático corazón.
Se aproximó a ella y se situó tan cerca que notaba el calor que desprendía su cuerpo. Sus pezones rozaban su pecho haciéndole desearle aún sin haberlo tocado siquiera. Meredith no podía apartar la mirada de su rostro, que pasaba de una emoción a otra a la velocidad del rayo.
Haciendo un esfuerzo enorme levantó las manos para acariciarle el rostro muy lentamente. El cerró los ojos un momento ante su toque, le delineó la mandibula con las uñas y le desató el pañuelo que dejó caer torpemente al suelo. Nick no dejaba de observarla mientras la acercaba a él cogiéndola por las caderas, pegándola a él, para que notara la dureza de su miembro. Ella lo sentía grande e hinchado sobre su vientre y tragó apartando las dudas. Sus manos desprendían fuego que la abrasaban a través de la tela.
Le quitó la chaqueta deslizándosela por los brazos hasta que fue a unirse con el pañuelo. Con las manos temblorosas le fue desabrochando el chalequillo hasta tenerlo totalmente abierto. Tuvo que bajar la mirada para centrarse en la camisa porque a estas alturas los temblores eran más que visibles. Nick no se movía y no sabía si debía parar o seguir con aquello pero notaba bajo las yemas de sus dedos como sus músculos se tensaban y eso le dió ánimos para terminar lo que se había propuesto.
Concentrándose en lo que tenía entre manos consiguió que el torso de Nick quedara desnudo ante ella. Oía su respiración acelerada y el agitado movimiento de su pecho le hipnotizó. Le pasó los dedos por cada ondulación y pliegue, recreándose en su tacto, en su dureza. Bajó hasta el abdomen y con las palmas abiertas lo acarició con más confianza. Subió por sus costados y dejó las manos sobre sus anchos hombros apreciando la firmeza de su cuerpo.
Lo escuchó maldecir pero se encontraba tan concentrada, había soñado tantas veces con tocarlo de aquella manera, que no había cabida para otra cosa que el placer de verlo, tocarlo y saborearlo.
Acercó su boca a uno de sus pezones, como tantas veces había hecho él con los suyos, y con timidez primero, pero con deleite después, le lamió una y otra vez hasta ponérselo duro, entonces se lo metió en la boca y lo chupó con ansia. Se sentía arder de tal manera que ya no era dueña de sus actos, había dado total libertad a sus instintos y eran ellos los que mandaban hasta nuevo aviso.
Nick no se atrevía a moverse. En cuanto entró en la habitación dispuesto a todo y la vió de pie, con ese camisón, esperándolo, supo que el momento que tanto ansiaba habia llegado por fin.
Se impuso a si mismo un control, que después de esa larga espera, apenas tenía. Cuando se acercó y ella comenzó a desvestirlo no podía creerlo. Notaba su inseguridad y sus manos temblorosas pero por eso mismo él sentía bullir la sangre en sus venas. La acercó a él para que supiera que lo excitaba, para darle confianza y ella se dedicó a acariciarlo, a volverlo total y completamente loco.
Supo exactamente el momento en el que ella perdió el control y eso hizo que él lo hiciera también. Sentir su lengua dejando un rastro húmedo sobre él había roto lo poco de firmeza que le quedaba. Notaba la fuerza con que su corazón golpeaba sobre las costillas y no le extrañaría que saliera disparado y se alejara dando saltos sobre la alfombra.
Dejó escapar el aire que retenía en los pulmones y con las manos le rodeo la curva de su trasero y la pegó aún más a él. Vió como sus ojos se habían oscurecido debido a la pasión y su labios suplicaban por que los besara. No los defraudó.
Tomó su boca con deseo irrefrenable. Quería saborear hasta el último rincón de ella, perderse para siempre dentro de ella, con ella. Meredith abrió los labios dándole su lengua para que jugara , para que notara su suavidad y su sabor. Eso era, su sabor le hacía perder la razón. No tenía suficiente. Le sujetó por la nuca para intensificar el beso, para hacerlo más profundo y la escuchó gemir de placer mientras se frotaba contra él.
Ella consiguió apartarse y depositó ardientes besos a lo largo de su mandíbula y su cuello.
- Por Dios, Meredith, qué me haces....- Le estaba matando.
Sus manos le recorrían el torso y la espalda sin darle descanso.
- Nick, tócame por favor.- Le suplicó jadeante.
No necesito que se lo repitiera de nuevo. La levantó y la sentó en el tocador tirando a su paso varios de los artículos que se encontraban allí, pero ninguno de los dos hizo nada por recogerlos.
Le bajó el camisón hasta la cintura y quedó maravillado por sus senos. Eran grandes, redondos y perfectos. La aureola estaba totalmente contraida por el deseo. Los acarició adorándolos, como si fueran algo maravilloso que había que tratar con sumo cuidado. Pasaba el pulgar por la cima de su pecho y se maravilló de verlos reaccionar ante su tacto. Los tenía tan cerca que la boca se le hizo agua nada más de pensar en chupárselos.
Meredith se notaba enfebrecida. Sentir sus manos era algo por lo que merecía la pena vivir. Con cada roce, con cada caricia un estallido de placer se producía en su sexo, ya mojado y preparado para recibirlo.
- Son preciosos, Meredith, y son míos.- Dijo con posesividad.
Dios, iba a besárselos, lo sabía y ya temblaba de anticipación. Meredith arqueó la espalda ofreciéndose, esperando que su boca caliente le hiciera pedirle más.
En cuanto sintió su lengua girando, lamiendo, frotando sus senos se perdió en un mar de lujuria. Quería que la besara de nuevo. Tiro de él hacia arriba para reclamarle de nuevo un beso. Sus bocas se unieron, con hambre el uno del otro, sin darse tregua.
Meredith sintió por primera vez el roce de sus pechos contra la desnudez de él y casi grita con las sensaciones que le transmitían a su entrepierna. Iba a correrse sin siquiera haberle tocado su mojado centro.
Nick sabía que estaba muy excitada y eso hacía que él estuviera justo en el límite también. Meredith se controsionaba buscando su liberación. Abandonó su boca y le besó en la oreja. Ella se estremeció con la caricia de su lengua.
- Voy a besarte aqui .- y le tocó con la punta de los dedos su sexo.- Quiero saborearte toda, Meredith.- La escuchó jadear por sus palabras- Y cuando haya acabado contigo será mi turno. Voy a hacerte el amor hasta que digas basta.
Oyó como ella susurraba pero ya estaba ocupado subiendo el camisón hasta la cintura para beber de ella. Le abrió más las piernas y le pasó la mano por la abertura. Estaba tan mojada ya, que su miembro brincaba pidiendo hundirse en ella una y otra vez. Se arrodilló y acercó su boca para saborearla.
Meredith abrió los ojos en cuanto notó que su lengua jugaba con su clítoris provocándole espasmos de placer que se vieron incrementados porque justo enfrente de ella estaba el espejo de pie que utilizaba para ver el efecto completo de su vestimenta cuando se arreglaba para salir, sólo que en este caso lo que veía en él era su imagen casi desnuda con los senos duros y erguidos pidiendo atención, Nick arrodillado con su cabeza entre las piernas dándole placer y ella disfrutando con todo lo que le hacía. Pensó que el frenesí que le provocaba esa imagen debía de indicar que era una persona lasciva pero no le importó y se dejó llevar por la excitación que sentía al mirar como Nick la besaba de esa manera tan íntima.
Nick le introdujo un dedo sin dejar de lamerla y la sintió cerrarse sobre él. Las contracciones de su orgasmo la hiceron gritar y se sintió orgulloso de provocarle algo tan intenso.
Cuando Meredith volvio al mundo de los vivos le tomó entre sus brazos y le puso de pie sin dejar de sostenerla, para que el camisón resbalara hasta el suelo, después la llevó hasta la cama, con ella acurrucada en su pecho y la dejó allí mientras él se quitaba el resto de la ropa.
Meredith se sentía saciada pero sabía que aún no habían terminado y estaba ansiosa por saber que vendría ahora. Estaba tumbada tal y como Nick la había dejado momentos antes, completamente desnuda pero no sentía pudor alguno porque la forma en la que él la estaba mirando hacía que se sintiera la mujer más bella sobre la faz de la tierra.
El estaba de pie ante ella y no podía apartar los ojos de su magnífico cuerpo. Lo vió quitarse el pantalón y a continuación los calzones. Su miembro brincó hasta tocarle el vientre. Meredith soltó un quejido y pensó por un momento, un segundo tal vez, en salir corriendo. Era imposible que aquello pudiera penetrarla de manera alguna. Era muy grande, más que lo que imaginó días atrás al tocarlo por encima del pantalón pero parecía que su cuerpo pensaba de manera diferente porque se sintió mojada de nuevo.
Nick se quedó totalmente desnudo mientras notaba los ojos de Meredith recorrerlo. Había advertido la incredulidad y el miedo en su mirada pero había sido reemplazada rapidamente por deseo.
Meredith era la tentación en persona. Su piel brillaba con la luz de las llamas y su pelo se enredaba entre sus preciosos senos. El vientre plano y la curva pronunciada de su cadera lo volvían rematadamente loco. En ese momento ella se puso boca abajo y apoyó el rostro en una mano mirándolo con avidez. El se fijó entonces en su adorable trasero y con un sonido gutural se unió a ella en el lecho.
Se tumbó a su lado y le acarició el pelo, bajo los dedos suavemente por la espalda y terminaron trazando circulos con el pulgar sobre su culo.
La miró a los ojos y volvió a maravillarse de su color. La vió insegura y rozó sus labios con la boca tirándo con los dientes de uno de ellos.
- ¿Tienes miedo, Meredith?.- Le preguntó sabiendo que su respuesta no cambiaría para nada lo que iba suceder.
Meredith lo miró con confianza y se propuso ser merecedor de ella.
- No.- Le dijo con convicción.
Nick le apartó el cabello y lo dejó caer sobre la espalda para dejarle libre su cuello. La acercó hacia él con un fluido movimiento de su brazo. Sus cuerpos estaban pegados totalmente y podía sentir cada curva adaptarse a él. Su mano la sostenía por la espalda para pegarla a su pecho. Nunca había estado tan excitado, ni había deseado tanto a una mujer como a Meredith.
Le besó con delicadeza los ojos y la nariz. Su olor lo tenía atrapado, hechizado. Apresó su boca con exigencia, no pudiendo contener el deseo que escapaba ya a su control. Meredith abrió la suya correspondiendo con la misma ansia. Sus lenguas hablaban el mismo idioma, bailaban al unísono. La escuchó gemir y la sintió ablandarse con sus caricias.
La tumbó de espaldas sin dejar de besarla y le excito de nuevo los pezones con sus dedos.
Meredith se retorcía, jadeaba por todo lo que estaba sintiendo. Nick le hacía ver fuegos artificales y eran mejor, muchísimo mejor que los de Vauxhall. Su boca era adictiva. Sus besos le hacían perder la conciencia. Pasaban de ser suaves a dominantes mientras su caricias hacían que su cuerpo le respondiera enloquecido. Nick le mordisqueó el cuello y ella gimió en respuesta. Sus dientes le mordían con delicadeza pero su piel respondía pidiendo más.
En cualquier momento saldría ardiendo. Se quemaría porque su cuerpo no podría con más placer.
Estaba equicocada.
Nick le chupó el seno que no estaba siendo atendido por su mano y ella sintió como una corriente húmeda bajaba de entre sus piernas.
- Por favor...- Susurró delirante.
Nick le acarició una y otra vez entre los pliegues de su sexo haciéndola sudar. Le introdujo dos dedos y los dejó allí sin moverlos. La miró a los ojos mientras con el pulgar le acariciaba el hinchado botón.
Meredith gritó por su roce.
- Por favor.- Volvió a suplicar.
- Estás muy mojada, cariño....- Dijo en un ronco siseo
Nick le abrió las piernas y se colocó sobre ella. Puso los brazos a los lados de su cuerpo para no aplastarla con su peso y volvió a apoderarse de su boca. Reclamándola y marcándola como suya. Ella se aferró a su espalda y él se acomodó mejor entre sus muslos.
Su glande se situó justo en la entrada de su cuerpo. Tuvo que frenarse para no derramarse en ese momento. Su cuerpo se sacudía debido al control que estaba imponiéndole.
Meredith lo sentía allí rozándose entre sus húmedos pliegues y comenzó a mover las caderas buscando una mayor union. Lo queria todo de él.
Nick le habló pero ella no podía entender nada que no fueran besos y caricias. El le sujetó las caderas para inmovilizarlas y ella protestó.
- Para, cariño, te prometo que te dejaré moverte todo lo que quieras pero ahora no .- Le dijo con voz estrangulada.
Meredith le hizo caso. Nick le acarició el pelo y volvió a besarla pero esta vez con una delicadeza que le provocó ganas de llorar de felicidad.
Con una mano, Nick colocó la punta de su glande en el sitio adecuado y con sumo cuidado lo introdujo unos centímetros. Sudaba al notar su calor y humedad rodear su pene. Apretó con fuerza la mandíbula y contínuo balanceándose. Realizaba movimientos suaves de caderas y poco a poco se iba encajando en su apretada vaina. Meredith lo sentía invadirla y abrió los ojos ante las sensaciones que le estaba provocando. El entraba despacio y volvía a retirarse más despacio aún, abriéndola poco a poco, ensanchándola para que lo pudiera recibir por completo.
Meredith le clavó las uñas en las espalda. No podía controlar las reacciones de su cuerpo ante toda esa avalancha de emociones nuevas.
Nick mantenía a raya el enorme deseo de hundirse en ella en una sola embestida. Ansiaba poder introducirse por completo en ella y sentir como se ajustaba alrededor suyo. Volvió a penetrarla con cuidado y ella volvió a retorcerse.
- Meredith, quizá te duela un poco, no creo poder contenerme por más tiempo.- Dijo para avisarla y en su voz se notaba el esfuerzo que hacía por controlarse.
Se retiró y a continuación se clavó en ella de una firme estocada.
¡Dios! Sentirla tan apretada casi hace que se corriera. Se mantuvo quieto durante unos segundos intentando tranquillizarse y que ella se familiarizara con la palpitante parte de él que la tenía empalada.
Meredith escuchó como Nick la advertía pero no esperaba sentirse tan llena con él dentro. Era extraño, notaba como su cuerpo se estiraba para recibirlo, como se adaptaba a su alrededor y le pareció maravilloso. El dolor que había sentido pasó en cuanto la sensación de plenitud tomó su lugar. Se removió un poco intentando acostumbrarse a tener Nick dentro de ella.
Nick gruñó debido a sus movimientos.
- ¿Estas bien?.- Le preguntó comenzando a moverse de nuevo.
Meredith lo acompañó en el vaivén, deleitándose con la fricción.
- Rodeáme con tus piernas, Meredith.- Le ordenó.
Meredith así lo hizo y el apoyó su peso en una mano y la otra la introdujo bajo su trasero para acercarla más a él.
Y entonces comenzó la locura.
Meredith sentía las embestidas de Nick dentro de ella. Adquirían velocidad y fuerza mientras que ella se tensaba cada vez más y más. Todo se concentraba en su sexo. Era como un gran cúmulo de placer que no daba cabida para más, pero él no dejaba de enviarle una y otra oleada de satisfacción con cada penetración, cada una más honda, más fuerte, más dura que la anterior.
Nick la traspasaba con sus ojos mientras no dejaba de embestirla con determinación y firmeza.
- Di mi nombre,....dilo.- Dijo entrecortadamente. Acompañaba cada palabra con un vigoroso movimiento de cadera.
Meredith no podía pensar con normalidad, sólo sentir como se deslizaba dentro de ella pero lo llamó a gritos mientras todo estallaba a su alrededor y su cuerpo se convulsionaba con potentes sacudidas. Eran como olas del mar, una después que otra, hasta que se relajó por completo.
Nick sintió como el orgasmo de ella lo empujaban y se dejó ir. Notó como sus contracciones esprimían el pene hasta dejarlo sin fuerzas y entonces se dejó caer sin un ápice de vigor en su cuerpo.
Había muerto y estaba en el paraiso. Sabía que hacerle el amor a Meredith sería bueno, muy bueno, pero nunca pensó en algo como lo que había sentido al tenerla junto a él.
Le besó el cuello e intentó separarse para quitárle su pesado cuerpo de encima pero ella lo mantuvo abrazado impidiéndo que lo hiciera. Sus piernas lo rodeaban todavía auque no ya con tanta fuerza.
- Te amo.- Le escuchó decir junto a su oido y por un momento pensó que lo había imaginado. Pero inmediatamente notó como ella se ponía rígida a su lado e intentaba apartarlo.
Nick se lo impidió inmovilizándola contra las sábanas gracias a su envergadura. Se irguió lo suficiente para pegar su frente a la de ella y la miró a los ojos.
- Repítelo.- Le pidió.
Meredith no lo miraba porque tenía los ojos cerrados y además estaba roja, seguramente arrepentida por lo que había dicho.
- Meredith, mírame y repítelo.- Le reiteró.
Tenía que saber que no había sido producto de su imaginación, que ella sentía lo mismo que él.
Meredith no podía pensar con claridad. Había estado tan relajada, tan feliz de tenerlo abrazado junto a ella, tan sorprendida por lo que había ocurrido que no había pensado antes de hablar. Su boca no había pedido permiso a su cerebro para hacerlo.
Abrió los ojos ante la insistencia de él.
Nick estaba decidido aque se lo repitiera y sus ojos demostraba, quizá, un poco de ¿esperanza?.
- Te amo - Le repitió y le acarició los labios. La mano le temblaba tanto que intentó apartarla.
Nick se la mantuvo presa sobre su boca y le besó los dedos. Sus rasgos se relajaron y una sonrisa lenta apareció en su rostro.
- No sabes cuanto he deseado escuchar eso, Meredith. Tenía tanto miedo que sólo sintieras deseo por mi que los celos me mataban cada vez que mirabas a otro.- La beso con mesura, gozando al paladear su sabor.
Meredith no quería alzar las campanas al vuelo. ¿Significaba que Nick también sentía algo por ella?. El le había dicho que estaba celoso, eso tenía que implicar algún tipo de sentimientos por su parte, ¿o no?.
Cuando se separaron él se acostó de espaldas y la atrajo hacia él, abrazándola. Ella no se atrevía a preguntar pero quería saber, así que apoyando la barbilla en su pecho le habló timidamente.
- Nick, ¿ tu me amas?.- Sintió como toda la sangre se concentraba en sus mejillas ante una pregunta tan directa. Moriría si la respuesta era negativa, no sabría como actuar después de que ella le había confesado sus sentimientos.
Nick le tomó la cara entre sus mano y le acarició las mejillas arreboladas. Su sonrisa se ensanchó.
- Pensaba que te había respondido pero creo que todavía estaba reponiéndome de tu declaración- La miró intensamente - Te amo más que a mi vida, Meredith. Estás tan dentro de mi que a veces creo que he dejado de ser yo mismo.
Meredith notó como su corazón brincaba con cada palabra pronunciada sin poder llegar a creérselo. Lo miró buscando algún signo de burla pero al no encontrar ninguno la certeza de que decía la verdad se abrió paso entre sus enmarañados pensamientos.
Con un grito de alegría se abrazó a él mientras lo besaba con entusiasmo.
- ¿Sabes? Me ha encantado la lección número tres.- Le dijo entre risas.
Nick rió a carcajadas porque era lo último que había esperado escuchar.
- ¿Ah, si? Bien, porque es la más importante de todas. Aunque después hay variantes que procuraré que aprendas muy bien.- La abrazó haciéndola rodar bajo él.
- Espero que me gusten. Nick, ¿cómo se llama esta lección?.- Dijo coqueta.
Nick volvió a reir con ganas.
- Esta se llama "Contacto", Meredith.- Le dijo mientras le recordaba punto por punto en que consistía la tercera lección.
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