Prólogo
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¡¡ATENCIÓN!! No lean esta historia sin haber leído las anteriores...
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En algún lugar del mundo...
- Gracias por sacarme de la oficina, Mich. – dijo el amigo de este mientras contemplaba la grandiosidad del sitio en el que se encontraban.
- ¿Para qué están los amigos sino? – contestó Mich mientras golpeaba el hombro de su amigo y le animaba a seguir.
Cris era un hombre de oficina, desayunaba, comía y cenaba ahí y porque la silla no era reclinable, sino se quedaba a dormir.
Su amigo Mich estaba más que harto de verle encadenado a un trabajo, que aunque sabía que le encantaba, le estaba chupando la vida. Por eso había organizado esta salida al campo, la idea era que su mente se llenara de naturaleza y de vida, para que no pareciera que solo está ese enorme edificio en el que trabajaba.
Había buscado por Internet cual sería la mejor ruta para una desintoxicación de la monótona ciudad y por goleada, había ganado esta. Solo que Mich no tenía muy claro estar siguiendo bien las indicaciones.
Llevaban andando unas tres horas, el paisaje apenas había cambiado en kilómetros y la idea de estar perdidos empezaba a crecer en sus cabezas. Era imposible orientarse con tanto árbol y tanto verde.
La humedad en el ambiente crecía y hacía que sus ropas se les pegasen al cuerpo, se sentían realmente incómodos, pero el orgullo les impedía decir o hacer nada.
Lo que parecía ser una senda, había pasado a un simple pasillo entre árboles y unos kilómetros más hacia dentro, ese pequeño pasillo pasó a ser una montaña de pequeñas y grandes rocas que había que escalar.
Los amigos se miraron asustados, uno miraba hacia atrás pensando como narices iban a salir del bosque y otro miraba hacia arriba, pensando que si llegaban a lo alto de las rocas, verían la civilización y podrían seguir el camino.
- Creo que deberíamos volver. – dijo Cris mientras empezaba a arrepentirse de haber salido del cómodo sillón de su despacho.
- ¿Pero hacia donde? – preguntó irónicamente Mich. – Creo que deberíamos subir hasta ahí arriba y mirar hacia dónde ir.
Cris no estaba muy convencido del plan de su amigo, pero a falta de uno mejor, encaminó él la marcha. Las primeras rocas eran muy sencillas, eran pequeñas y perfectas para escalar. Pero según iban subiendo, las rocas se hacían más y más grandes y ya no encontraban donde poner las manos y los pies.
Todavía les quedaban tres metros para llegar a lo más alto y parecían haberse atascado. Miraban por todos lados en busca de algún sitio donde poder impulsarse, con el problema de tener una caída libre de quince metros hasta llegar a las primeras rocas de abajo.
- Ya lo tengo. – dijo Mich mientras sonreía a su amigo. – Te impulsaré con mis manos y te agarraras arriba, solo necesito impulsarte algo más de un metro.
- ¿Y por qué no lo hacemos al revés? – dijo Cris algo enfadado.
- Porque yo soy más fuerte y podré impulsarte más lejos. Anda, no seas gallina y arriba. – sentenció Mich.
Muy a regañadientes, Cris accedió. Usó las manos de su amigo en forma de escalón y con un impulso suyo y otro de Mich, consiguió subir los brazos a la zona más alta, luego apoyó una pierna y como si de una croqueta se tratara, rodó hasta subir el resto del cuerpo.
Se levantó y contempló las vistas sintiéndose todo un conquistador por llegar hasta ahí arriba. Respiraba profundamente llenando sus pulmones de aire puro y sonreía hacia los milagros del señor.
Pero había subido ahí con un objetivo, tenía que encontrar la manera de volver a casa. Buscó, por encima de las copas de los árboles, los edificios de la gran ciudad. Giró su cuerpo trescientos sesenta y cinco grados y no vio nada más que árboles y más árboles.
- Bueno Cris, ¿qué, para donde tiramos? – dijo Mich impaciente.
Cris echó mano de su reloj de pulsera, era imposible que hubiesen andado tanto como para que la ciudad no se viera, pero este parecía haberse quedado sin pilas en el mejor momento.
- Mich, dime qué horas es – dijo casi gritando y con el corazón a mil revoluciones.
Cris se asomó para ver a su amigo que seguía abajo. Le vio echarse las manos al bolsillo y sacar un pequeño y ridículo reloj. Este empezó a golpear el cristal con la intención de que, por sí solo, el reloj empezara a moverse, pero no funcionó.
- Creo que me quedé sin pilas. Pero qué más da, di para donde tiramos y vayámonos de aquí antes de que oscurezca. – contestó Mich sembrando una nueva duda en la cabeza de ambos.
Los dos a la vez miraron hacia el cielo, estaba algo encapotado pero se veía claramente donde estaba el sol y a este le quedaban todavía tres horas más.
- Mich, no veo la ciudad por ningún lado. – confesó Cris mientras le miraba con temor en los ojos.
- ¿Cómo no vas a ver la ciudad? Debería estar por ahí. – señalo hacia un lado.
Cris bajó del mirador resbalando por las rocas como si fuera un tobogán, había que meditar sus opciones y ver que se podía hacer en una situación así.
- El móvil, - chilló Mich creyendo tener otra buena idea. – estos cacharros son como ordenadores, tendrán GPS.
Ambos sacaron sus móviles de última generación y ambos comprobaron que estos se habían vuelto locos. Los programas se abrían y se cerraban solos, la agenda iba de arriba abajo sin que nadie le diese la orden y la hora, tan pronto eran las tres de la tarde como las diez de la mañana para pasar a las doce de la noche.
- Esto es muy raro. – dijo Cris que era el que más controlaba de tecnología.
Buscó en su mochila en busca de algo más rudimentario, algo más antiguo, recordaba haberlo metido para echarse unas risas con Mich.
- ¿En serio? ¿Una brújula? – se burló Mich.
Cris colocó la brújula en el suelo en posición horizontal, buscaba el apoyo para que la brújula marcara el norte con mayor claridad, pero también debía estar rota. La aguja empezó a girar sin control, primero hacia la derecha y luego hacia la izquierda.
- Imposible. – dijo Mich con la boca abierta.
En cambio Cris, ignorando el grandioso comentario de su amigo, metió la brújula inservible en la mochila y volvió a mirar al cielo.
- Si el sol está ahí, ese es el este y este otro lado el oeste. – dijo mientras señalaba los puntos cardinales con la mano. – Estamos en julio, por lo tanto y con la caída del sol, ese debería ser el norte y detrás nuestra el sur.
- Como te vea comerte un bicho, creeré que te has convertido en "El último superviviente" – volvió a burlarse Mich. – Hemos cogido la carretera norte, por lo tanto debemos ir hacia el sur.
- Eso es lo primero que dices con sentido en toda la tarde. – se burló ahora Cris mientras emprendían la marcha de vuelta.
Ni siquiera paraban para descansar, solo les quedaban dos horas para que el sol se ocultara y tuvieran que buscar algún refugio para pasar la noche y la verdad, ninguno quería pasar la noche en un sitio así.
Su única referencia era el sol, mientras este no se moviera de forma misteriosa como hacían los móviles o la brújula, tenían más o menos claro hacia dónde tirar.
Pasó otra hora y media más, solo les quedaba aproximadamente media hora para que el sol se empezara a ocultar, la iluminación del bosque ya empezaba a dar miedo y el hecho de que una enorme cueva pareciera haber salido de la nada delante de sus ojos, no ayudaba mucho.
Los dos se pararon a varios metros de la entrada a dicha cueva. Igual que había pasado antes, cada mente pensaba cosas diferentes.
- Deberíamos continuar. – dijo Mich.
- Apenas nos queda media hora de luz, es imposible que lleguemos a tiempo. Y además, ¿qué posibilidades tenemos de encontrar un refugio tan bueno como este? – dijo señalando a la tétrica cueva.
- No paso ahí la noche, ni muerto.
- ¿Acaso prefieres pasarla en un bosque, solo y rodeado de extraños ruidos y pisadas? – le dijo Cris con mirada malvada, intentando convencer a su amigo que la cueva era lo mejor. Entonces recordó las palabras que le había dicho antes y las usó como venganza - Anda, no seas gallina y para dentro.
Mich sonrió al reconoce esas palabras como suyas, pero igual que había hecho Cris cuando se las había dicho, entró en la cueva a regañadientes.
Si fuera había humedad, lo que sentían dentro de la cueva era como estar dentro de un lago, en cuestión de segundos tenían toda la ropa empapada.
Encendieron unas pequeñas linternas y se adentraron más adentro, un extraño calor parecía salir del interior, como si la montaña fuese un volcán en erupción.
Varios metros más adelante empezaron a notar un aire que hacía que sus piernas apenas pudieran moverse. Pero por extraño e incomprensible que les pareciese todo, una fuerza extraña les obligaba a seguir hacia dentro.
Parecía que el pasillo llegaba a su fin y que al fondo había una especie de sala natural, como una burbuja en la roca. Pero varios metros antes de llegar, la tierra empezó a temblar de tal manera que cayeron al suelo.
- ¿Qué clase de cueva es esta? – dijo Mich mientras intentaba en vano, levantarse del suelo. – Primero una humedad que nos ha dejado empapados, luego un calor que nos ha secado la humedad, luego un viento que no nos dejaba movernos y ¿ahora qué? ¿un terremoto?
Cris no le contestó, su amigo tenía razón pero él seguía con la necesidad de seguir hacia delante, aunque no fuese capaz de levantarse del suelo. Así que se puso a gatas como si fuese un bebe, rodillas y manos apoyados en el suelo y poco a poco, paso a paso, consiguió salir de la zona de temblores.
La sala era inmensa, apenas había luz y eso hacía que no llegases a ver el techo. Pero lo más impresionante era lo que se encontraba en su interior, extraños y oscuros objetos para los cuales no tenían palabras para describirlos.
En la zona más alejada de la entrada había lo que les resultaba más extraño y espeluznante, una llama de fuego de color negro. Tenía todo lo que el fuego debía tener, las llamas, el calor,...pero era negro.
A uno de los lados de la extraña llama se encontraba lo que en su día fue un frondoso árbol, pero que ahora mismo solo era un cadáver bien conservado. Lo más extraño de eso no era que estuviese muerto, sino cómo había crecido un árbol en la roca, sin agua y sin luz.
En frente de la estatua árbol se encontraba un pequeño altar de metro y medio de altura, no parecía ser el altar de nada en concreto, es más, ahí no había nada.
Cris se acercó a investigar, miró por fuera en busca de alguna inscripción o dibujo que le diese una idea de que era, pero nada. Hasta que lo vio, justo en el centro del altar y tan pequeño que si no te acercabas, no se veía. Y eso hizo, inclinó su cabeza hacia el centro del altar y sus pulmones se detuvieron, era como estar bajo el agua e intentar respirar aire, ahí no había nada que respirar, ahí no había aire.
Mich se dio cuenta del estado de su compañero y le agarró de su cintura tirando de ella hacia atrás.
- Ahí no hay oxigeno, no hay nada. – dijo Cris desde el suelo. Estaba hiperventilando y tosiendo para intentar volver a poner en funcionamiento su organismo.
Pero Mich no dijo nada, acababa de ver el último objeto extraño para tratarse de una cueva, un pozo. Se encontraba justo en frente de las llamas negras y Mich se lanzó de cabeza a beber de él. Llevaban andando muchas horas y el agua se les había acabado hace tiempo. Metió su mano en el pozo y bebió hasta saciarse, pero aquello no era agua, aquello era lo opuesto al agua, era fuego para su estomago.
Mich cayó al suelo en cuestión de segundos y una llama negra empezó a salir de él. Apenas le dio tiempo a Cris a levantarse del suelo, cuando su amigo estaba envuelto en llamas oscuras. Y un minuto después, Mich se convirtió en ceniza.
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jajajaja!! no traten de entenderlo aún...solo quedensé con la información... jajaja!! YA ESTOY AQUÍ...
Prólogo dedicado a Susana. Y no solo porque es la creadora de la maravillosa portada que está por llegar, sino porque es una chica increíble, que me hace reír y que sin ella, muchas de mis ideas para esta cuarta entrega no serían iguales... REINA DE LA BELLEZA, VA PARA TI POR TODO LO QUE HE DICHO Y MÁS...
Y siguiendo sus peticiones, saludos a mi solete (Liriosrojos16) espero que consigas muchas más lecturas en tu fantástica historia. Y sobretodo, saludos a Ine...FELIZ CUMPLEAÑOSSS...!!
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