Capítulo 32: Destino de guerra (2ª Parte)
Capítulo 32: Destino de guerra (2ª Parte)
<<Capítulo extra-largo...recomiendo, como ya hice anteriormente, respirar profundamente en cada cambio de personaje...Espero que nos os resulte pesado. A leer...>>
KAI
Diez minutos. Ese era el tiempo que había pasado desde que Dayan desapareció por el suelo para ir a espiar a los sombras.
- Se está retrasando. – dijo Isa sin ser capaz de estarse quieta.
Ya era la segunda vez que decía esa frase, la primera fue hace tres minutos. Entendía como se sentía, de ser Eve la que hubiese ido, yo ya estaría corriendo para ir a buscarla. Pero la verdad era que debíamos confiar en Dayan, él es un elemento, nadie controla la tierra tanto como él.
- Deberíamos pensar en un plan B. – dijo Dafne con cero de sensibilidad.
Todos la miramos ofendidos y de forma amenazante, pero fue Isa la que saltó a su cuello. Menos mal que Adalia, que estaba a su lado, fue lo suficientemente rápida como para cogerla por la cintura y detener su ataque.
- Me refería a un plan de rescate. – se excusó Dafne mientras se escondía en la espalda de Derek. – Creo que deberíamos tener algo pensado por si no aparece.
- Aparecerá. – intervino Gadreel por primera vez en diez minutos.
Era el que parecía más tranquilo de todos, dudaba que fuese verdad, más bien parecía algo fingido para guardar la calma, alguien debía guardarla en estos momentos de tensión y la verdad era, que al verle tan tranquilo y despreocupado, liberaba mi tensión.
Ralph también parecía sereno, no tanto como Gadreel ya que él miraba su reloj a cada minuto, pero en su rostro nada parecía indicar que algo malo había pasado.
- ¿Y si hablamos de otra cosa? Para que se nos pase el tiempo más rápido… - sugirió Dafne de nuevo.
Esta chica se estaba ganando la furia de Isa. Aunque sus intenciones siempre eran buenas, no se podía decir tanto del momento, más bien parecía ser un poco inoportuna y así se lo hizo ver Isa:
- ¿Hablar de algo? – preguntó irónicamente. – Sí, porque no…podemos hablar de cómo se ha podido colar un humano sin magia entre nuestro ejército. O de que mi novio ha ido a ver a los sombras más temidos del mundo, el solo y sin posibilidad de echarle una mano si lo necesitase.
- Rebobina para atrás. – dijo Gadreel con un tono de enfado. Era la primera vez que se alteraba y eso nos puso a todos tensos. - ¿Quién has dicho que se ha colado?
- ¿Había humanos sin magia entre nosotros? – preguntó Dafne.
- Alan. – susurró Isa. Eso quería decir que ella le había encontrado, pensé que no se atrevería a venir y que las preocupaciones de Isa eran exageradas, pero resulta que estaba equivocado y que el muy imbécil se ha atrevido a venir. – Anoche me amenazó de que si yo no me quedaba en la comunidad, él vendría a protegerme. Y aquí esta, preparado para que le maten.
Un silencio reinó en todo el bosque, de repente se empezaban a oír voces al otro lado del claro y eran tan altas que hasta éramos capaces de oírlas desde el camino.
- ¡DAYAN! – chilló Isa.
Gadreel la tapó la boca con su mano y la sujetó contra su cuerpo para que no saliese corriendo hacia las voces.
- Debemos confiar en él. Piensa que si la cosa se complica, siempre puede desaparecer por su elemento. – eso último fue lo que la tranquilizó y para ser sinceros, nos tranquilizó a todos.
Dayan podía ser muy escurridizo si se lo proponía y ya habíamos descubierto anoche cuanto de rápido puede correr, sería casi imposible que le cogieran a no ser que…
“No Kai, ni lo pienses – me dije a mí mismo.”
- ¿Preocupados? – dijo una voz detrás nuestra.
Todos giramos para ver quién era y todos sonreímos al mismo tiempo al verle. Parecía algo despeinado, pero su cara era de pura adrenalina, como si acabase de escapar por los pelos y eso le hubiese divertido.
- Dijimos cinco minutos. – le riñó Isa antes de rodearle con sus finos brazos.
Les dimos unos minutos de intimidad antes de atacarle con preguntas como ¿qué ha pasado? ¿Cuántos son? ¿eran tan temibles como dicen? A lo que Dayan no contestó a ninguna, de hecho su cara se volvía más seria con cada pregunta que le hacíamos.
- Por dios Dayan, no tenemos todo el día… - le presionó Eve, la cual era la que estaba más ansiosa por empezar de una vez.
- Es una trampa. – fue lo único que dijo.
- ¿El qué es una trampa?
- Su ejército se extiende a donde no alcanza la vista, todos ocultos entre los árboles y apelotonados en grandes grupos. Y… está ella, la tal Alexa.
El silencio volvió a ser protagonista y con él, el miedo y las dudas. ¿Qué íbamos hacer ahora? ¿huiríamos? ¿lucharíamos? Ambas opciones eran validas, nadie nos juzgaría si huyéramos, pero ¿no se supone que hemos venido para luchar? ¿qué otra cosa podemos hacer sino?
- Quizás sea mejor retirarse. – le dijo Ralph a Gadreel.
- Es una opción.
- Es la mejor opción.
Ambos jefes se enfrentaron en un duelo de miradas y dado que estábamos en casa de Gadreel, creo saber quién iba a ganar en esta lucha, aunque no sin pelear.
- Sufriríamos muchas más bajas de las que pensábamos y no daría tiempo a que más gente llegase de la comunidad para ayudarnos. Ni siquiera creo que ganemos. – razonó Ralph su postura.
Había que reconocer que era una decisión difícil, por una parte tenía ganas de pelear, de usar todo el control que había adquirido, usarlo de verdad, contra un enemigo y sin tener cuidado de no dañar a nadie. Los entrenamientos siempre son algo exasperantes, sabes que puedes dar más de lo que das, pero no puedes hacerlo porque tu rival es amigo o compañero.
- Tenemos a los elementos. Hasta ellos solos podrían con todos. – dijo Gadreel en su defensa.
- ¿Qué? No podemos luchar, hay muchas vidas en juego, Gad. – dijo Isa, lo que dio veda a que más personas diesen su opinión.
- Yo creo que la posibilidad de victoria es alta, ¿pero a qué precio? Muchos morirían. – dijo Eve.
- Yo creo que es una locura intentarlo. – dijo Matt.
- Pues yo veo una oportunidad para hacer que esto acabe. – dijo Derek, a lo que Dafne apoyó con un gesto afirmativo.
Dayan no dijo nada al respecto, se podía ver en su mirada la misma indecisión que tenía yo, con ganas de lucha pero reacio a las muertes. Aunque la que sí dijo algo fue Adalia, siempre apareciendo cuando se la necesitaba, dejando ver quien ha nacido para guiar y quienes hemos nacido para servirla.
- Desde que me dijeron a lo que estaba destinada, mi subconsciente sabía que la guerra era más que necesaria, que era un hecho y que debía aceptarlo aunque no me gustase. La suerte nunca ha estado a nuestro favor, pero este es nuestro destino, el destino no nos hubiese traído aquí sino quisiera que lucháramos, sino tuviera la esperanza de una victoria. Creo que debemos confiar en él y hacer aquello por lo que hemos sido creados.
- Pero…¿y las muertes? – por primera vez, la voz de Isa parecía tener serias dudas, como si estuviese casi convencida de que Adalia tenía razón.
- Estamos juntos, los cuatro, no tenemos que limitar nuestro poder, podemos usarlo el cien por cien de nuestra capacidad. – dije casi con excitación en la voz. - Solo necesitamos ponernos delante y dejar de el ejercito cubra aquellos puntos a los que no llegaremos y sabes que no serán muchos.
- ¿De verdad crees que seréis capaces de hacer lo que dices? – me preguntó Ralph, el cual también parecía estar convencido.
Por alguna razón mis dudas se habían despejado, quizás por el breve discurso de Adalia, por hacernos ver quiénes somos y para que estamos aquí, o quizás sea por mis ganas de entrar en batalla, pero sea por lo que sea, casi todos estábamos convencidos de que era viable.
- Sí, lo creo. – contesté.
- Yo también lo creo. – dijo Adalia apoyándome.
- Y yo. – dijo Dayan.
- Estáis locos, ¿lo sabéis? – dijo Isa. – Aun así, yo también lo creo.
El silencio volvió a reinar en el grupo, como si estuviésemos con las últimas meditaciones, rezando o buscando la máxima concentración. Para mí esa concentración estaba en Eve, mi fiera rubia, la que me hacía querer acabar esto cuanto antes para así poder disfrutar de una larga y aburrida vida con ella.
La saqué del grupo y busqué un poco de intimidad, necesitaba besarla, abrazarla, oler su fresco perfume.
- ¿Tendrás cuidado, verdad rubita? – le susurré al oído mientras cogía toda su calidez.
- No seré yo quien esté en primera línea de fuego. Me arrepiento de mis palabras, no es una buena idea, no deberíamos luchar.
Una pequeña risa empezó a salir de mis labios. Eve, la princesa Xena, mi pequeña Lara Croft en rubia, tenía miedo. Era algo que nunca creí posible ver, ella siempre ha sido de tener la cabeza por delante ante cada lucha, aunque claro, las luchas que habíamos tenido hasta ahora siempre nos habían pillado por sorpresa, nunca habíamos tenido que elegir si luchar o no, y mucho menos elegir el destino de más personas.
- ¿Te ríes de mí? – preguntó con tono ofendido.
- No amor, me río de tu preocupación.
- No podría vivir sin ti, eso es todo. – confesó mirando al suelo y con la cara colorada.
- Yo tampoco podría vivir sin ti. – contesté yo mientras la obligaba a subir la cabeza y mirarme a los ojos. – Te amo, Eve.
No hubo respuesta, tampoco la necesitaba, sabía que ella me amaba en igual medida que yo a ella, en ese momento lo que necesitaba era su calidez, sentirla mía y rodearla con mis brazos.
Estábamos fundiéndonos en un abrazo, cuando me fijé en que no éramos los únicos que nos preparábamos para la batalla. Todos se habían puesto en pareja, Dayan e Isa, Ada y Matt, Derek y Dafne, los cuales se estaban besando desesperadamente, Ralph y Gadreel, los cuales seguían discutiendo sobre la estrategia a seguir. Y la pareja que más llamaban mi atención, Leia y Malak, ambos parecían estar discutiendo, aunque lo hacían en susurros para que nadie les oyera, sus gestos y sus caras indicaban enfado.
- Está bien, ya hemos informado al resto y están todos preparados para el ataque. – dijo Gadreel obligándonos a abandonar nuestro momento, para hacer que nuestros estómagos rugieran de nervios. – Este es el plan, los elementos lanzarán su fuerza hacia la zona de los sombras, necesitamos hacer que se hagan ver. Ese campo de ahí – dijo señalando el gran prado que separaba un grupo del otro. - parece un buen lugar para que ninguno de ellos se oculte y nos pille desprevenidos.
- ¿Qué pasará cuando salgan? – preguntó Eve con esa mirada suya, esa que solo pone cuando lo que tiene delante es más importante que su vida o la de cualquiera.
- Lo más importante es mantener a los elementos unidos, ellos intentarán separarlos porque creen que así son más débiles, nosotros debemos impedirlo todo lo posible.
Nadie dijo nada más, sería una tontería seguir preguntando cosas que ni siquiera sabemos si pasaría. Todos estaban entrenados para este momento y los que no, que éramos nosotros cuatro, teníamos un objetivo bien claro, matar a tantos sombras como podamos y al ser posible, matarlos a todos, incluida a ella.
Todavía sentía escalofríos al pensar en Alexa, pensar que ella había vivido en mi casa, que nos habíamos besado y que la había tenido tan cerca. Eso me hervía la sangre, no por enrollarme con ella, sino por haber tenido tantas ocasiones para matarla y no haberlo hecho.
Cogimos un arma cada uno, casi todo espadas y machetes, y nos adentramos en el bosque silenciosamente. Deslicé el filo de la espada entre mi cinturón y mi pantalón, con la intención de no tener que usarla, pero con poca esperanza de que eso ocurriera. Sabía que acabaría matando a mucha gente, pero una cosa era hacerlo con mi poder y otra muy distinta, derramar su sangre.
Todos parecíamos buscar la concentración y las fuerzas de cualquier lado. Yo busqué dentro de mí, esa gota que tan rara me pareció una vez, pero que ahora era parte de mí, algo que formaba parte de mi cuerpo, como un brazo o una pierna.
Sentía mi poder excitado, como si estuviese deseoso de entrar en acción. Pude ver como mis hermanos tenían la misma cara y si me concentraba, hasta podía sentirles.
- Dejamos al prisionero atado a un árbol, jefa. – dijo uno de los soldados a Isa.
Su cara cambió radicalmente, podía ver como odiaba el plan de dejarle solo e indefenso en el bosque, pero peor sería que estuviese suelto y se metiera en medio de una batalla donde solo podía morir.
- Él no es un prisionero, es mi amigo. – dijo volviendo a poner su cara de concentración y apartaba la mirada del soldado.
Era su manera de dejarlo estar, de no pensar en todo lo que podía pasarle y concentrarse en lo que tenía delante. De reojo vi como Dayan rozaba su mano para darle consuelo y como ella le guiñaba un ojo para que no se preocupara más. Pero mi preocupación era una chica rubia que tenía cubriéndome la espalda. Era el lugar que ella había elegido, decía que cuanto más cerca estuviese, más protegido estaría. Lo malo, que al estar a mi espalda, yo no era capaz de verla.
Por lo que quedábamos, de derecha a izquierda y en primera línea: Adalia, Dayan, Isa y yo. Y en segunda línea y en mismo orden: Derek, Dafne, Matt, Malak, Ralph, Leia, Gadreel, Eve, Steeve y Bianca, esos dos últimos los que habían venido junto a Ralph de la comunidad londinense. Cuatro personas encabezando el batallón, diez cubriendo sus espaldas y cientos de soldados dispuestos a dar la vida por nosotros. Menuda responsabilidad.
- ¿Estáis listos? – preguntó Gadreel.
- Cuando digas. – dijo Adalia.
- Cuando queráis.
Adalia nos miró a los tres, buscando alguna señal que indicara que no estábamos preparados, pero al no encontrarla, dio un paso para adelante y empezó con el plan. Lo primero era bajar al prado, solo los catorce que estábamos en primeras líneas. Y lo siguiente era hacernos ver. ¿Y qué mejor manera que sacar nuestro máximo potencial?
- Vamos a matar a unos cuantos malolientes. – dije antes de mandar un gran chorro de agua hacía los árboles que había al otro lado del prado.
Justo en ese momento empecé a sentir un fuerte temblor de tierra, aunque lo impresionante era ver como esos árboles donde se escondían los sombras, temblaban de forma amenazante.
Por otro lado, Adalia había creado un fuego de dimensiones catastróficas, pronto tendría que ir yo a apagarlo si no queríamos provocar un desequilibrio en el ecosistema.
Pero por mucho que nuestros poderes fuesen impresionantes, nada me impresionó más que el poder de Isaura. El cielo empezó a oscurecerse, las nubes llegaban de todos lados dejándonos a nosotros en el centro. Estas empezaron a girar en sentido contrario a las agujas del reloj, provocando no solo un fuerte viento, sino un embudo que caía hacía la zona boscosa de enfrente. Isa estaba provocando un tornado.
Tanto mi agua, como el fuego de Adalia, fueron absorbidos por el tornado, mientras este crecía en tamaño. En cuestión de un minuto escaso, una masa de aire, fuego y agua, aniquilaba cada árbol, arbusto o planta que había.
Muchos de los sombras huyeron hacia el campo de batalla, encontrándose cara a cara con nosotros. Todos reflejaban rabia y temor a la vez.
Habíamos debido de matar a muchos, pero aún así, los que bajaban al prado seguían siendo más que nosotros. Y de repente la vi, justo en el centro de todo, su larga melena negra se le enredaba en la cara a causa del viento, su mirada era tan siniestra, que incluso desde la distancia, podía sentir sus maldiciones.
- Ni en mi mente me imaginé tal poder. – dijo alguien a nuestra espalda.
- ¡Preparados y no os despistéis! – dijo Gadreel obligando a quien fuera, a concentrarse en los centenares de sombras que teníamos enfrente y que aún seguían bajando.
- He visto a Alexa, está justo en el centro. – dije concentrando mi mirada en ella. – Es para Eve o para mí.
Nadie contestó, por lo que supuse que todos entendían los motivos por los que quería matarla yo mismo.
No pasó ni medio minutos más, cuando una lluvia de bolas de fuego, piedras y toda clase de objetos, volaban hacia nosotros.
- ¡Mías! – dijo Isa.
Y abandonando su tornado, creó una pared de aire que hizo retroceder a casi todos los objetos. Los que sobrepasaron sus murallas, fueron cosa nuestra. Dayan hacía aparecer raíces de arboles de la nada, que acababan estampándose contra los objetos. Adalia evaporaba cada objeto que veía, aunque algunos se acabaron convirtiendo en bolas de fuego que tenían que esquivar nuestro ejército de atrás. Y yo iba lanzando chorros de agua y golpeando a los objetos para desviarlos de su trayectoria.
- ¡A POR ELLOS! – oímos gritar a Alexa.
Sabía que la distancia era un factor clave para nosotros, si estaban lejos, era más fácil aniquilarlos. Por eso ordenó el ataque, quería una lucha cuerpo a cuerpo, eso conseguiría más muertes de nuestro bando y la posibilidad de acercarse a uno de nosotros.
El caos fue inmediato, todos se pusieron a chillar y Gadreel dio la orden de que los soldados que aún estaban ocultos a nuestra espalda, saliesen de su escondite para frenar los ataques.
Los primeros sombras en llegar fueron los que tuvieron la muerte más rápida, entre los cuatro conseguimos abatir a más de cincuenta o sesenta. Unos morían por asfixia, otros se los tragaba la tierra, otros se ahogaban, otros salían ardiendo y muchos de ellos se convertían en cenizas voladoras al ser alcanzado por los cuatro poderes. Pero al final, se acercaron demasiado y cada elemento tuvo que centrarse en una zona en concreta.
Eve se colocó a mi lado y paró, con golpes certeros, a los primeros que llegaban hasta mí. Esquivé un golpe por los pelos de un sombra delgaducho y joven, le ahogué desde dentro hasta que el agua le salía de cada agujero de su cuerpo. Pero aunque le había matado con mucha facilidad, no me quedó más remedio que sacar la espada, Eve también lo hizo y pronto nos pusimos a usarla.
ADALIA
Veía como Kai mandaba ráfagas de agua para frenar la llegada de más sombras, mientras envainaba su espada a cualquiera que se le pusiera delante. La sangre era escandalosa y salpicaba todo su alrededor. Dayan e Isa lo tenían un poco mejor, ambos se habían aliado y mientras él abría la tierra, Isa los empujaba hacia el agujero. También mandaba a varios volando por los aires, haciendo que la caída fuese imposible de sobrevivir.
Y yo, yo me enfrentaba a decenas de sombras que empezaban a rodearme. Habían conseguido que me separase de Matt, el cual estaba más que ocupado con los suyos. Cuatro rayos de fuego salieron de mí marcando los puntos cardinales y golpeando a cuatro de los sombras que me rodeaban. Pude ver de reojo como ardían mientras daba un par de giros sobre mí misma, haciendo que los cuatro rayos de fuego me siguieran. Tras esas dos vueltas, todos los sombras que había a mí alrededor, ardían y se tiraban al suelo para intentar apagar las llamas.
Fueron unos segundos de paz en los que pude divisar todo el campo de batalla, los sombras que habían llegado a nosotros apenas eran la mitad de los que había, muchos más esperaban su turno y algunos daban realmente miedo.
- DAYAN, KAI, HACED BARRO EN EL FONDO, QUE LES CUESTE LLEGAR. – grité sin saber si me oirían.
Era una buena medida de contención, no los pararía, pero evitaría que llegasen tan rápido, así nos daría más tiempo para acabar con todos los que podamos. Mientras tanto, lanzaba bolas de fuego de forma intermitente hacia el fondo del campo, por si daba a alguno…
No tardé en sacar el machete que había cogido antes de la batalla, era muy parecido a una espada, pero más corta, más ligera y con el filo más ancho. Y en los siguientes minutos, lo único que hacía era correr, golpear y quemar. Parecían movimientos ensayados y la verdad era, que solo se trataba de pura adrenalina. Mi cuerpo mandaba en mí y me protegía con certeros golpes y oportunos momentos en los que el fuego salía de mí.
- ¡Vaya, vaya! ¿tú debes de ser “chispitas”? – dijo un hombre corpulento que se puso frente a mí. – Te ayudaré a identificarme, soy uno de esos californianos a los que habéis venido a matar.
Era uno de ellos, uno de los temidos y mortíferos sombras de los que tanto nos había hablado Dafne y lo peor, no había nadie cerca y disponible para ayudarme. Estaba claro que debía hacerlo sola.
- No me importa quién seas, morirás como el resto. – dije con una de esas miradas mías que asesinaban a cualquiera que estuviese delante.
Corrió hacia mí con el puño derecho levantado, al parecer le gustaba usar sus musculados brazos en lugar de la magia. Tuve que contorsionar mi espalda hacía atrás para esquivar el puñetazo, pero él no solo era fuerte, también era rápido y al ver mi desequilibrada postura, golpeó con fuerza mis tobillos obligándome a caer de espaldas.
Intenté levantarme rápidamente, pero el canadiense golpeó mi pecho y se subió encima de mí, como si yo fuese un caballo, con una rodilla a cada lado de mi estomago. Apenas conseguía respirar tras el golpe y encima me sentía indefensa ante semejante corpulenta, no lo movería ni con una grua…
- ¿Qué es lo que ibas hacer, ricura? – preguntó con sarcasmo. - ¿Sabes? Saldré en los libros de historia, “El sombra que mató a un elemento con sus propias manos” – y tras eso, colocó sus manos en mi garganta y apretó tanto que creía que me partiría el cuello.
Ahora sí que no podía respirar. También sentía como la sangre se acumulaba en mi cabeza al ser incapaz de bajar. Tenía que hacer algo y tenía que hacerlo ¡YA!
Subí mis manos hasta las suyas en un intento desesperado de ganarle en fuerza y obligarle a aflojar el agarre. No tarde en darme cuenta de lo inútil que era, así que subí mis manos a su cara y aún sabiendo que esto me dolería a mí también, llamé a la llama que había dentro de mí, y la mandé al interior de su cabeza. Su cara se puso roja de repente y en dos segundos, sus manos aflojaron mi cuello, aunque no se apartó de él.
Aunque seguía apretando, ahora la sangre circulaba ligeramente y conseguía meter algo de aíre a mis pulmones. El problema estaba en el sombra, el cual adquiría altas temperaturas por todo su cuerpo y sus manos empezaban a quemarme la garganta. Pero al final, sus ojos se abrieron de golpe momentos antes de que sus brazos me soltaran y su cuerpo cayera derrotado hacia la izquierda.
- Te dije que morirías. – conseguí decir mientras intentaba recuperarme.
Desde mi posición todo se veía diferente, algo más placentero que estando de pie, ya que desde el suelo, no veías nada más que lo de tu alrededor y solo tenían que mirar de frente para perderte entre las nubes de Isa y el águila que pasaba casi rozándolas.
- ¿Un águila? – dije mientras una alocada idea pasaba por mi cabeza. – Tengo que llegar hasta Isa.
Mi idea fue como un plus extra para mi energía, apenas sentía las quemaduras del cuello o el cansancio de la batalla, ahora tenía un objetivo y lo cumpliría sí o sí.
El camino hasta Isa fue duro, por el camino tuve que esquivar a un sombra ardiendo, uno con un cuchillo en lo alto que acabó con mi machete en su estomago y con decenas de ellos que acabaron ardiendo. También pude ver que Matt estaba bien, dentro de lo que cabe claro…, luchaba junto con Gadreel con un par de fortachones como mi canadiense. Para ayudarles, mandé dos bolas de fuego a sus espaldas, supuse que eso les ayudaría a acabar con ellos, pero no pude quedarme para verlo, ya casi estaba.
- ¡ISA! Tengo una idea. – dije nada más llegar. Ella no contestó, solo esperó a que yo siguiera hablando mientras mandaba ráfagas de aire a todo maloliente que se le ponía por delante. – Tengo complejo de dragón. – ahora si me prestó atención.
- No es un buen momento para tus locuras. – dijo mientras me quitaba a uno de la espalda. Yo hice lo mismo con un par de ellos que venían con la mirada puesta en ella.
- No, es perfecto. Solo necesito que me hagas levitar y yo desde el aire los atacaré con mi fuego, como un dragón. Dayan podría cubrirte. – dije eso último casi gritando, quería que Dayan lo oyera también.
- Por mi bien. – dijo él mientras jugaba a ensartar sombras con la punta de sus ramas.
- Es una locura, ¿pero qué no lo es? – dijo con un tono de excitación.
Si mi plan tenía esos efectos en Isa, estaba claro que dejaré con la boca abierta a más de uno. Esto puede acabar mucho antes de lo que pensé en un principio y todo empezaba con un poco de calor.
- Vamos a hacer una barbacoa de sombras. – dije mientras flexionaba las rodillas preparada para volar.
- Me gusta la carne muy hecha. – oí que gritaba Kai desde algún punto del campo. Me reí de su chiste momentos antes de volver a mi máxima concentración.
Y justo ahí, en el mismo momento que yo saltaba para que Isa metiera, entre yo y el suelo, la bolsa de aire que necesitaba para levitar, me di cuenta de lo que realmente exigía mi plan. ¿Volar? ¿Cómo se me ha podido ocurrir semejante locura?
Pero ya estaba hecho y como no podía ser de otro modo, Isa controlaba lo que hacía a la perfección. Me movía justo en los momentos preciosos para que nada me diera, algunos sombras me habían visto y me lanzaban cosas para que bajara. Pero yo estaba lejos de hacerlo y en lugar de eso, hice el “movimiento dragón”, o así lo llamé yo. Allí donde veía una concentración de sombras, estaba yo con mi manguera de fuego para rociarlos a todos.
Era capaz de cargarme a cientos en segundos, para cuando ellos percibían mi presencia, mi fuerza destructiva los atacaba desde los aires. Pronto todo se convirtió en humo negro y gritos de dolor.
Vi como una especie de comadreja de cabello negro, zigzagueaba entre las llamas y se perdía entre tanto humo. Intenté darla, ya sé que Kai se la había pedido para él, pero en cuanto vi su movimiento cobarde, no pude evitar querer ser yo la que acabara con la arpía. Pero al final la perdí entre las llamas, demasiadas llamas como para salir con vida.
Pasaron un par de minutos más y ya apenas quedaban grandes grupos de sombras. No me podía creer que estuviésemos apunto de conseguirlo. Ya sé que fui yo la que convenció a todos de que era posible, pero aún así no me lo creía.
Levitaba un poco más sobre las llamas, supuse que Isa me estaba obligando a hacer un último reconocimiento antes de volver a tierra firme. A causa del humo, se había visto obligada a crear una gran ventisca que lo desplazara hacia el interior del bosque y así solo dejarme una vista de las llamas y los cuerpos calcinados.
De repente empecé a descender a modo de saltos, como si algo distrajera momentáneamente a Isa y eso la hiciera perder la concentración. Caía más y más, y esa gran ventisca que desviaba el humo había desaparecido. Ya no sabía dónde estaba el suelo, ni cuando empezaban las llamas, lo que sí sabía es que caía un metro y me detenía, caía y me detenía. Así hasta que escuché:
- ¡ALAN NOOOO….! – y caí de golpe.
No solo debía preocuparme de la caída, sino de las llamas que yo misma había provocado. Usé ese truco que aprendí en la prueba para encontrar el libro y me creé mi propio traje ignífugo, pero nada me libró del golpe.
ALAN
Era un inútil, no era capaz de hacer nada bien en mi vida. Nunca fui muy popular en el instituto, más bien era rarito y se me conocía por ser amigo de Dayan y por mis tantos en el equipo. Las notas no eran para echar cohetes. La única mujer a la que he querido, resulta estar ligada de forma extraña con mi mejor amigo, el cual me la roba sin merécesela. Y ¿ahora? ¿qué estaba haciendo ahora? Me habían atado a un árbol una panda de pirados, mientras esa chica y mi amigo juegan a salvar el mundo. Era un inútil.
Llevaba alrededor de media hora escuchando gritos, golpes, sonido de metales al chocar y un sinfín de ruidos que pueden poner los pelos de punta a cualquiera. Pero no fue hasta que empecé a oír gritos de desesperación, cuando realmente me asusté de verdad.
Parecían estar sufriendo la mayor de las torturas y se escuchaban tantas voces, que era imposible determinar de qué lado venía.
Empecé a rascar la cuerda de mis muñecas contra el árbol, también tenía atados los píes, pero de estos me ocuparía cuando me haya soltado. Me estaba haciendo heridas, los cantos de las manos también rozaban y notaba como mi propia sangre caliente, caía entre mis dedos.
A pesar de todo, notaba como mis muñecas se iban separando poco a poco, señal de que los hilos de la cuerda se iban rompiendo lentamente. Eso me daba esperanzas a seguir sin importar el dolor, el cual empezaba a provocar que me lloraran los ojos.
- ¡Ya! – dije en cuanto lo conseguí y evaluaba los daños.
Eran solo rasguños, nada comparado con el horror que se escuchaba procedente del interior del bosque.
Me desaté los pies y corrí en sentido los gritos. Era como ir en contra de mis instintos, en lugar de huir del horror, yo lo perseguía como fiel masoquista. Pero nada de lo que pudiese imaginarme, era comparable con el infierno que tenía ante mis ojos.
Había decenas, o quizás centenas, de cuerpos sin vida tirados por todos lados. Muchos de los aún en pie, luchaban contra los que habían viajado conmigo. Desde aquí podía ver al que me había atado, su cara reflejaba un mal aspecto, pero al menos seguía en pie.
Pero esta solo era la mejor parte del campo de batalla. Como si este estuviese dividido en dos, la otra mitad era una columna de humo y llamas que se extendía por todo el campo.
De repente, entre esas llamas y humo, pude ver una sombra flotando por los aires. Me costó identificarla, pero era Adalia, parecía volar mientras lanzaba ráfagas de fuego hacía el suelo. Pero ¿el elemento del fuego vuela? Solo había visto a Isa hacer algo parecido. Entonces mi mirada se centró en su búsqueda, si Adalia volaba, Isa no debía de estar muy lejos, ella debía de estar provocándolo.
Y así era, en la mitad buena del campo, Isa estaba sumamente concentrada en mantener a su hermana a una distancia prudencial de las llamas y la guiaba hacia las zonas por las que no había demostrado su poder, que ya eran pocas…
Dayan la cubría las espaldas, e incluso Kai se había sumado a la ayuda. Pero aún así pude ver como un hombre, excesivamente corpulento y con mirada de asesino en serie, se acercaba sigilosamente hasta ella.
Corrí todo lo que pude, nadie la tocaría estando yo aquí. Por el camino me encontré una espada y apenas me detuve un segundo a cogerla. Corrí con ella en mano e intentando esquivar todo lo que me pasaba rozando por milímetros, había que tener mil ojos, pero aún así conseguí llegar a él en el momento justo y de una pieza.
Él, al que todos llamarían sombra, estaba justo en frente de ella, a escasos metros. Esta pedía auxilio a gritos, pero todos ya estaban ocupados con lo suyo. Su cara era de temor, no parecía ser un temor por su vida, quizás por la de su hermana, a la que tenía volando por los aires sobre un infierno.
Me coloqué justo a la espalda del grandullón y le dije:
- ¿Por qué no miras a tu espalda?
- ¡ALAN NOOOO….!– gritó Isa justo cuando el grandullón se giraba y me lanzaba algo que tenía entre manos.
Algo duro me golpeó en el pecho, juraría haber escuchado un “crack” en el momento del impacto y el dolor que sentí fue casi inmediato. A causa de la inercia, mi cuerpo cayó hacia atrás y mi cabeza golpeó fuertemente contra el suelo, provocándome un intenso dolor en todo mi cuerpo.
Intentaba respirar, pero cada vez que lo hacía, algo líquido parecía ahogarme desde dentro. Creí haber escuchado un grito e intenté incorporarme para ver qué pasaba, pero enseguida unas manos pequeñas y suaves se posaron en mis hombros y me obligaron a tumbarme de nuevo.
- Eres un imbécil, ¿lo sabías? – dijo ella con los ojos inundados en lágrimas. Intenté decirle algo, pero un líquido caliente empezó a subir por mi garganta al intentarlo. - ¡Oh Dios! ¡Oh Dios Alan! – empezó a sollozar. - ¡DAYAN, DAYAN AYUDA!
Si no podía hablar, al menos podría tocarla. Levanté una de mis manos y acaricié su mejilla mientras disfrutaba del contacto. Quería que supiera que no me arrepentía de nada, que de haber sabido el final, lo hubiese vuelto hacer. Porque aunque sé que ella lo negará siempre, de no haber intervenido, lo que sea que me había golpeado a mí, hubiese sido para ella. Sabía que Isa nunca soltaría a su hermana para defenderse de nadie, así que hubiese recibido el golpe y sería ella la que estuviese en mi lugar. No, no me arrepentía en absoluto.
- ¿Qué puedo hacer, Isa? – dijo la voz de Dayan.
También quería despedirme de él. Cogí su mano y la apreté todo lo fuerte que pude, ante todo él era mi amigo y se quedaba a cargo de lo más importante del planeta, al menos para nosotros dos.
- Ve a buscar a Adalia, entre los cuatro podemos curarle. – dijo Isa con una clara derrota en la voz.
- Iré yo. – dijo otra voz, la de Kai supongo.
De repente la vista empezaba a oscurecerse, parecía estar apagándome a pasos agigantados.
Volví a mirar a Isaura. Era increíble cómo, aún despeinada como estaba, con la cara negra del humo y el barro y con los ojos inundados en lágrimas, era capaz de recordarme a la Isaura de los últimos días de curso, cuando era mía, cuando era yo quien robaba sus besos, cuando nos reíamos y manteníamos nuestras sencillas y a la vez complejas conversaciones. Así era como debía recordarla todo el mundo y me sentía afortunado de haberla tenido, de haberla conocido y de haberla besado. Te quiero Isa…
ALEXA
Había escapado entre las llamas, mi brazo estaba lleno de futuras ampollas a causa de eso, pero al menos me había librado de la chica de cabello rojo y con complejo de “superwoman”. Había sido ella la que había jodido mis planes, se suponía que íbamos a acabar con la estúpida profecía y no solo no lo consigo, sino que me quedo sin ejercito también.
Corría por el lateral del campo, escondiéndome entre las sombras y buscando alguna salida de aquel infierno. ¿Qué pensaría Billie de mí? ¿o Samantha? Ella que era tan perfecta y que se dejó matar en aquella explosión a la salida del pueblucho pesquero. No importaba lo que pensaran, estaba huyendo para salvar mi vida, el noventa y nueve por ciento de los sombras lo harían.
- KAI, A TU DERECHA – oí que decía una chica no muy lejos de mi posición.
Me tiré al suelo boca abajo, fingía estar muerta e intentaba acercarme despacio y arrastrándome. Era como una visión, mis dos grandes obsesiones estaban delante de mí matando a mi ejército.
William giró a la derecha y empezó a luchar contra el sombra que le habían avisado. Por otro lado, la putita rubia se alejaba cada vez más de él mientras luchaba contra dos de mis soldados.
- Eso es, un poco más. – decía en un susurro mientras me levantaba de un salto y corría detrás de los árboles que delimitaban la zona del campo.
La rubita cada vez se acercaba más a mi posición y conforme lo hacía, un plan se formaba en mi cabeza. Cogí una gran piedra y llamé a tres de mis soldados, que andaban despistados en el campo sin saber muy bien qué hacer.
- Jefa, ¿qué haces aquí? – dijo uno de ellos.
Le fulminé con la mirada por su impertinencia. Sabía que ver a tu jefa escondida entre los árboles, no daba muy buena espina, pero al menos merecía un voto de confianza.
- Hoy sois afortunados, seréis de los únicos que saldrán con vida de aquí. – sus caras pasaron de la incomprensión a la satisfacción en menos de un segundo. Lo dicho, solo un cero coma uno por ciento se quedaría a sacrificar su vida por el bien común. - ¿Veis a esa rubia de ahí? Necesito que consigáis separarla del grupo y acercarla a los árboles. En cuanto la tengamos, nos iremos de este infierno.
- Entendido jefa. – dijeron los tres a la vez mientras salían corriendo a por ella.
Solo dos de los tres regresaron con vida, pero consiguieron acercar a la rubita lo suficiente como para lanzar la gran piedra que había cogido, a su hermosa cabeza.
Cayó inconsciente en el suelo y sin hacer ruido, desaparecimos entre los árboles con ella a cuestas. No sin antes grabar una pequeña nota en un árbol.
“Ahora la putita es mía. Nos veremos pronto, Will”
No habría conseguido matar a ningún elemento, pero al menos había encontrado la manera de hacer que acudieran a mí y además, de la forma que yo quisiera. Volvía a empezar el juego.
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Que puedo deciros...pues que he llorado a lágrima suelta con este capi... Si piensan que la muerte de Alan fue repentina, la respuesta es no. Desde que decidí que aparecería en este libro, decidí que su vida acabaría aquí, justo en esta batalla... Aún no puedo decir nada más, pero Alan será uno de los recordados como heroes, porque en el fondo y aunque os pese que haya muerto, era mejor él que Isa...
Y ya secándonos las lágrimas, quisiera dedicar este capítulo a una soñadora...jajaja!! @raithirteen y a la persona que le recomendó la historia, @SophiGregorio...muchas gracias por todo vuestro apoyo y que sepáis que leo todos los comentarios, aunque no me de tiempo a contestarlos.
Muchas gracias por vuestra paciencia, me ayuda mucho :D Espero que os haya gustado y ya saben, estrellita, comentario y todo lo que quieran...jajajaja!! Abrazosss!!
P.D. Mil gracias por los más de 20.000 votos como escritora :D :D :D ¡¡¡super feliz!!!
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