Capítulo 3: The Shooping Street

ISAURA

Llegamos a la zona más conocida del pueblo “The Shooping Street” o la calle de las compras. Se empezó a llamar así a mediados de siglo porque en la calle principal solo podías encontrar tiendas de moda y complementos. Pero con el paso del tiempo la calle se hizo más grande y de ella empezaron a salir pequeñas calles laterales, ahora era la gran manzana de las compras.

En la calle principal todo era tiendas de ropa, pero en la primera calle que salía a la derecha había una pequeña cafetería en la que ponían los mejores sándwich de Minnesota. Yo me tomé uno de pollo y Saray se pidió uno de queso. Pedimos también unos refrescos y unos helados para llevar.

Llegamos a la primera tienda y los helados ya habían desaparecido. Saray no dejaba de hablar, se la notaba entusiasmada con la salida y yo cada vez me arrepentía más de habérselo pedido, ¡me haría probarme todos los vestidos!

Y así fue, la idea de Saray era que pareciera una princesa de cuento de hadas y yo odiaba los vestidos en los que parecía que llevabas una campana en forma de falda.

- En serio Saray, busca un término medio. – la dije una vez.

No quería enfadarla, estaba encantada de verla tan feliz pero no iba a comprarme un vestido lleno de volantes y florituras. Esos vestidos son un estereotipo de lo que las mujeres desearían, ser princesas y tener un príncipe azul. Y yo no quería eso.

- Está bien. – dijo al final a regañadientes.

Salimos de esa tienda ya que no había encontrado nada entre medias de su idea y la mía y nos fuimos a por la siguiente. En esa no duramos mucho, apenas un vistazo rápido para comprobar que nada nos convencía.

- ¿Qué te pondrás tú? – la dije al ver que no veía nada para ella.

- Bueno, yo es que vine el otro día y me compré un vestido. – parecía como que lo decía arrepentida, como si hubiese metido la pata. – No sabía que te iban a entrar las ganas de repente de comprarte ropa.

- No pasa nada, la verdad es que no tenía intención de hacerlo. – la dije sonriéndola para que viera que no estaba enfadada.

Saray y yo nos conocemos desde el primer día de instituto y desde ese momento fuimos amigas. Fue mi primera amiga y la única a decir verdad, pero aun así no éramos intimas, no nos contábamos nada demasiado personal. Nunca le he contado mi obsesión con Dayan pero creo que de alguna manera se lo imagina ya que nunca me pregunta acerca de ningún chico. Yo de vez en cuando le pregunto qué tal le va con Chris pero ella nunca da muchos detalles sobre su relación.

Pero a pesar de todo me divertía mucho a su lado, siempre reía y gastaba bromas, y cuando la pedías algo ella siempre respondía sí.

- ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión? – me dijo mientras me enseñaba un vestido amarillo fosforito. Negué con la cabeza.

- No sé, supongo que aunque no tenga a nadie con quien ir me gustaría estar guapa. – no quería decirle lo de Alan por si acaso el no quería ir conmigo.

- Seguro que alguien te lo pide antes del viernes.

Me enseñó otro vestido y este si era digno de probármelo. Era negro y largo hasta los tobillos, era ajustado de la parte de arriba excepto la espalda que iba completamente al aire. La falda era estrecha por la parte de la cadera pero luego se abría para dejar algo de vuelo por la parte de abajo.

- Menudo desperdicio. – dijo de repente Saray cuando me lo vio puesto.

- Tampoco te pases. – la dije yo mirándola de manera algo amenazante.

- No me refería a que fuera un desperdicio que lo llevaras tú, sino a que nadie te lleve al baile con un vestido así.

Me reí de mi misma por haberla malinterpretado y ella se rió conmigo.

- Con esto tendré que llevar tacones, no sé andar con ellos. – dije realmente asustada.

- Yo te enseñaré. Además tengo unos zapatos en casa que te irán genial con el vestido y son súper cómodos. – dijo Saray cuando vio la cara que puse al hacer referencia a los zapatos.

Aun quedaba el vestido para la fiesta del sábado y para ese mi idea de cómo sería coincidió con la de Saray, cosa rara. No quería un vestido elegante ni nada de eso, quería algo provocativo, algo que dijera que he cumplido dieciocho años y que ya no soy alumna del instituto.

Salimos de la tienda de donde me compré el vestido y entramos en una de esas que tienen la música tan alta que casi tienes que gritar para que te oigan, pero Saray parecía estar en su ambiente. Cogió una cesta y no hacía nada más que meter vestidos en ella, solo se fijaba un poco en la talla y ya está.

Cuando llegamos al probador tenía tantos vestidos que probarme que no sabía por cual empezar. Todos era demasiado cortos o demasiado largos, lo quería un término medio, no quería parecer una cualquiera pero quería que fuera atrevido.

Al final lo encontré, rojo y con algo de escote. Todo ajustado hasta la mitad del muslo e igual que el vestido negro, con toda la espalda al aire.

- Guau, estas realmente sexy. – me dijo Saray cuando salí del probador.

- ¿No crees que es demasiado ajustado? ¿y el escote? – no era grande pero enseñaba mucho más de lo que había enseñado nunca.

- Eres una mojigata, apenas tiene escote. – me reí porque en el fondo sabía que tenía razón. – También tengo unos zapatos rojos para ese vestido.

- Bien. – volví dentro y me puse mi ropa normal, mis vaqueros y mi camisa de manga larga.

Lo único bueno de todo esto es que las compras se habían acabado y mucho antes de lo que pensaba. Saray no dejaba de hablar sobre como era su vestido y de lo que se haría en el pelo cuando de repente dijo:

- ¿Sabes hacerte moños? – solo que sonó como una pregunta desesperada, de vida o muerte.

- No, pero seguro que mi madre si sabe.

- Podríamos quedar para arreglarnos y que Chris venga a buscarnos a tu casa. – me gustaba la idea de prepararnos juntas pero no de hacer de carabina en el coche.

- Y ¿Qué pasa si me sale pareja? – la sonreí viendo la escasa posibilidad de que eso pasara pero había una posibilidad.

- Entonces cada pareja irá por su cuenta pero saliendo de tu casa.

Acepté encantada, tampoco es que tuviese mucha idea de cómo maquillarme ni de cómo prepararme. Ella volvió a su tema de antes, mi peinado. Empezó a decir que tenía que llevar un recogido para que la gente se fijara en la espalda abierta y… bueno, en algún punto dejé de escucharla.

No podía evitar imaginarme en el baile con mi hermoso vestido negro con la espalda al aire y bailando con Dayan, él agarrándome por la espalda, su mano en contacto directo con mi piel, diciéndome cosas al oído para que nadie se enterase.

Llegamos a mi casa y mis sueños se rompieron cuando al pasar por la gran mansión de Dayan ví el coche de Carol aparcado fuera. Como siempre, mi madre y su madre pasaban las tardes en algún club o asociación y el padre de Dayan estaba de viaje de negocios en Manhattan, eso les dejaba la casa para a ellos solos y odiaba esa idea.

Pensé en llamar a casa de Dayan nada más entrar en casa, al fin y al cabo le había prometido llamarle. Pero eso era algo malvado y malintencionado, yo no era así y esa arpía no me iba a convertir en alguien a quien odiaría.

- Isa, te estoy hablando. ¿Dónde estás? – había detenido el vehículo y ni me había enterado.

- Lo siento, pensaba en mis cosas. ¿Qué decías? – me puso mala cara.

- ¿Tus cosas no tendrán nada que ver con haber visto el coche de Caroline aparcado en la casa de Dayan, verdad? – me sorprendieron mucho sus palabras pero el rubor en mis mejillas contestaron por mí. – Da igual. Te decía que todavía era pronto para ir a buscar a Chris, ¿te importa si me quedo un rato contigo hasta que sea la hora?

- No, por supuesto. Prepararé algo de beber.

Y así pasamos el resto de la tarde, charlando y bebiendo refrescos en la cocina de mi casa. Una cocina bastante grande para como era el resto de la casa, con un salón más bien pequeño y de proporciones cuadradas y una habitación que mi padre había convertido en estudio. Lo único bueno es que en la planta de arriba solo había dos habitaciones y eran enormes y ambos con baño incorporado. Y ya está, eso era todo lo que tenía mi casa.

Nada que ver con la de Dayan que tenía tres plantas más el sótano, en la primera planta tenía una lujosa cocina, un salón para el té, un comedor muy amplio, un salón donde tenían la televisión y un pequeño cuarto para el servicio al lado de la cocina. La primera planta tenía cinco habitaciones cada una con su propio baño y en la tercera planta tenían una buhardilla totalmente diáfana en la que han instalado una sala de juegos con billar, futbolín, maquinas recreativas y una mesa para hacer timbas de póker.

Al final Saray se fue y mi madre vino poco después. Le enseñé toda la ropa que me había comprado y pareció igual de sorprendida que Saray cuando le dije que quería ir de compras. Mi madre era una ama de casa, el único que trabajaba era mi padre que desde hace unos cinco o seis años trabajaba en la empresa del padre de Dayan, no era uno de los cargos importantes pero siempre estaba al lado de él, se iban de viajes juntos y hablaban de todo lo relacionado con la empresa, era algo así como su secretario ejecutivo. Así que mi padre estaba en Manhattan de viaje.

No tardé mucho en irme a la cama, estaba destrozada después de toda la tarde de compras y en cuanto me duché y me metí en la cama me dormí.

Me desperté temprano, a eso de las ocho y quedé contemplando el techo como una media hora hasta que la espalda me empezó a doler de estar tanto tiempo tumbada. Hice lo único que me apetecía hacer, ponerme un chándal, unas zapatillas, mi móvil con auriculares para la música y salir a correr.

Sabía perfectamente hasta donde quería llegar, quería llegar hasta ese lugar mágico que encontramos una vez Dayan y yo. Era el primer fin de semana en el  que no era peligroso subir hasta ahí y aun así tendría que ir con mucho cuidado para no resbalarme con algún trozo de hielo.

Mi madre aun no se había levantado, pero no hacía falta avisarla, sabía perfectamente donde estaba y sabía que llevaba el móvil.

Me atravesé el pueblo por la zona más estrecha hasta llegar al límite norte, el que daba con él bosque. Fui bordeándolo hasta llegar a la zona este de donde salía el sendero. Para cuando llegué ahí ya llevaba media hora corriendo, un buen calentamiento ya que lo que me esperaba ahora era una cuesta empinada hacia arriba hasta llegar a las marcas que indicaban la zona por la que ir a nuestro lugar mágico.

Pero al llegar ahí me detuve, un chico al que conocía muy bien parecía estar esperándome justo en la entrada. Al principio pensé en esconderme pero él me miró y me sonrió y no me quedó más remedio que ir.

Era Alan y aunque su cara mostraba cansancio se notaba que se había vestido a conciencia, unos vaqueros ajustados, una camiseta que marcaba sus músculos pero sin quedar totalmente pegada al cuerpo y una chaqueta oscura. Su pelo negro estaba peinado pero con el aire se le habían levantado un poco. A pesar de que no era Dayan, era muy atractivo.

- Hola. – dije cuando llegué a su lado sin saber muy bien que más decir.

Apenas había hablado con él en cuatro años, solo un par de conversaciones y debates en clase de literatura en tercero.

- Buenos días. El ejercicio te sienta bien. – me sonrió todo lo dulcemente posible y yo me mordí el labio sin saber que decir.

- Gracias. – no sabía que más decir y él tampoco parecía saber cómo iniciar la conversación, parecía nervioso. Al final me decidí - ¿Estabas esperando a alguien?

- Sí, pero ya llegó. – eso provocó que mis mejillas se encendieran, aun más ya que debían de estarlo por la carrera. – Quería decírtelo en persona. Bueno, ya sé que le dijiste a Dayan lo del baile y eso, pero la verdad es que quería hacerlo bien.

- No hace falta, en serio. No tenías que haberte molestado en venir hasta aquí, podías haberle dicho a Dayan que no querías y …

- Pero si quiero. Quiero ir al baile contigo Isaura. – le había malinterpretado.

- ¿En serio? – mi corazón palpitaba a mil por hora y no a causa de la carrera.

- Por supuesto. Pero me preguntaba, ¿por qué me elegiste a mí? Es decir, conozco a más de uno y más de dos que querrían ir contigo. – le sonreí con mirada incrédula y me apoyé en un tronco que colgaba a metro y medio de altura y que estaba ahí para impedir entrar a los coches a la senda.

- Pues han estado muy escondidos. – el se colocó enfrente mía, mucho más cerca de lo que me esperaba y se quedó mirándome mientras esperaba a mi respuesta. – No sé, solo hay dos chicos en todo el instituto con los que mantener una conversación algo interesante y uno de ellos está saliendo con una arpía. ¿Por qué decidiste tú aceptar? – eso era devolver la pregunta.

- Eres diferente al resto de las chicas que conozco. – suspiré, eso era la típica frase que se decía. – Es cierto, no pongas esa cara. Hace una semana Dayan intentó liarme con una de las amigas de la arpía, como tú la has llamado. Les hice la misma pregunta que a ti y ellas me contestaron que querían ir conmigo porque era el segundo chico más guapo de todo el instituto. Tú solo quieres una buena conversación.

- No creo que seas el segundo más guapo. – le dije de broma y él se rió.

Nos quedamos durante un rato mirándonos, sin decirnos nada. Él me miraba directamente a los ojos, algo que echaba mucho de menos. Sus ojos eran de un profundo marrón y eso hacía a su mirada intensa y atractiva.

Lo sorprendente de todo es que el silencio no se hacía incomodo con él, podría estar así durante horas, solo mirándole y no me importaría. Lo que si era algo incomodo era la cercanía, yo no podía echarme más hacia atrás debido al tronco de madera y él no parecía dispuesto a moverse. Pero al final rompió el silencio.

- ¿Tienes planes para esta tarde?

- No. – contesté demasiado rápido pero él no pareció notarlo.

- Estrenan una obra en el centro, es de un director nuevo y por lo que tengo entendido va a presentar una adaptación de Romeo y Julieta. – le puse cara extraña. Era una de las obras de amor más importantes jamás escrita y esto parecía una cita. – Ya, se lo que parece. Pero no tiene que ser así si no quieres, yo voy a ir de todas formas.

Lo pensé, lo pensé mucho. Dijera lo que dijera era una cita en toda regla y el hecho de aceptarla era como engañar a Dayan. Pero por otra parte, ¿qué estaba haciendo el coche de Caroline ayer aparcado en la puerta de casa de Dayan? Él estaba haciendo su vida y yo debía empezar a hacer la mía.

- Está bien, iré contigo.

- ¿Te paso a buscar a eso de las ocho?

- Perfecto. Vivo unas cinco casas

- Sé dónde vives. – me interrumpió. – Hasta esta tarde, entonces.

- Adiós. – le dije con una sonrisa nerviosa.

No me di cuenta de que estaba aguantando la respiración hasta que no se subió en el coche y yo solté un suspiro de alivio.

Tenía una cita, yo. La que lleva enamorada de su mejor amigo desde que nació, la que desde ese momento he malgastado un amor en alguien que solo se ha fijado en mí como una casi hermana. Alan era la mejor alternativa que podía encontrar, él era todo lo que pedía en un hombre excepto una cosa, no era Dayan.

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Quisiera agradeceros todo el apoyo que me estáis prestando. Es toda una motivación.

Como siempre espero que os guste el capítulo y que me digas lo que pensáis, parece que Alan va a dar guerraaaa.... ;-))

Besos para tod@s ¡¡¡Muaksss!!!

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