Capítulo 21: Persecuciones y adelantamientos.
DAYAN
Caroline me estaba poniendo enfermo. Ya no sabía que más hacer, era como un pulpo que usaba sus tentáculos para meterme mano delante de todos nuestros compañeros de clase y delante de Isaura.
No podía ni imaginarme del mal rato que debía de estar pasando. Si yo me he sentido mal antes cuando la he visto bailar con Alan, ella debe de estar aun peor.
La busque con la mirada, miré en el sitio donde la había dejado por última vez cuando subí al escenario y no estaba. Seguí buscándola por todos los sitios apartados de la sala, ya que sabía que no estaría contemplando este lamentable espectáculo, pero tampoco la encontré.
Mi cuerpo se puso ansioso y ya dejó de importarme los manoseos del pulpo, solo quería verla, ver su cara y sonreírla para que supiera que la quería. Pero nada.
Al final la canción más larga de la historia, terminó. El pulpo se lanzó a mis labios pero esta vez estaba preparado y la esquivé dejándola en ridículo delante de todo el mundo. Era como un toro delante de un torero, yo capeando sus largos y afilados cuernos.
- ¿Vas a buscar a tu amada? Estará llorando en algún baño. – me dijo Carol con esa sonrisa diabólica.
- Al final ella va a tener razón, eres una zorra. – la dije.
Pero no me detuve en ver su expresión, tenía que buscar a Isaura, algo me decía que me necesitaba. Era una sensación muy extraña que tenía dentro, era como si me llamara de alguna manera.
Fui a la zona donde la había visto por última vez, no sé muy bien que buscaba aquí pero una de las chicas que estaba por mi lado me debió de ver con cara de preocupación y dijo:
- ¿Buscas a Isaura? – yo la hice un gesto afirmativo con la cabeza – Dijo que necesitaba tomar el aire, la verdad es que tenía muy mala cara, parecía…
Pero no la escuché más, salí corriendo fuera del gimnasio y recorrí todo el pasillo a toda velocidad, estuve a punto de romperme la crisma al resbalar al girar una curva. Sabía que si en el fondo estaba bien, quedaría como un imbécil sobre-protector. Pero algo me decía que no estaba bien, que necesitaba mi ayuda.
Llegué a la puerta de entrada y no la ví. Salí corriendo hacia el parking y la busque entre los coches, pero tampoco. Al final salí fuera, quizás haya ido a dar un paseo…
Seguí buscándola e incluso grite su nombre unas cuantas veces. Fui a cruzar una calle cuando empecé a oír el ruido de neumáticos resbalando por la calzada, me detuve para dejarle pasar, ansioso porque se quitara ya de en medio y yo poder proseguir con mi búsqueda. Era un coche antiguo, con los cristales tintados y muchas abolladuras en la carrocería. Cuando pasó por mi lado casi podía imaginarme a la policía persiguiéndoles porque hayan robado un banco o algo así.
Pero en lugar de la policía lo que les seguía era un gran todoterreno negro, también con cristales tintados, pero este era más moderno y se notaba que tenía más potencia a la hora de correr.
Por un momento me quedé observando al segundo coche, era como si me sonara de algo. Y no supe que era hasta que se detuvo en seco a mi lado y bajó la ventanilla mientras una voz demasiado estresada y ansiosa salía de dentro.
- ¡Corre, sube! – era Dana y obedecí inmediatamente. – Ponte el cinturón.
Salió haciendo chirriar las ruedas y poniendo rumbo hacia la zona donde el vehículo antiguo había desaparecido.
- ¿Qué ha ocurrido? – pregunté ansioso.
- Estaba patrullando alrededor del instituto, sabía que estabais dentro porque era lo de la coronación y no sé qué. Así que aproveché para mirar por la parte de atrás. – hablaba muy deprisa y me costaba entenderla. Pero aun no me había dicho lo que quería oír, ¿Dónde estaba Isaura? – me asomé a una ventana que da al gimnasio y te ví bailando con una chica que no era Isaura. Entonces cuando la busqué, ya no estaba.
- ¿Dónde está Isaura? – pregunté aun más ansioso.
- Salí corriendo hacia la parte principal, no podía creerme que la hubiese perdido…- ella siguió como si no la hubiese preguntado nada.
- ¿QUÉ DONDE ESTÁ ISAURA? – la grité para que dejara de narrarme toda la escena, no me interesaba, solo me interesaba saber donde estaba.
El coche al que perseguíamos al fin apareció ante nuestros ojos, estábamos llegando a las afueras del pueblo. Se dirigían a la zona norte, si la persecución duraba mucho nos saldríamos del país.
- Está en ese coche. – dijo señalando al viejo coche que perseguíamos. – Ellos la han cogido.
Todo pareció venirme encima, era como si de repente me hubiese caído un meteorito en la cabeza, como si pesara cien kilos más, como si hubiesen usado mi corazón y mi estomago para jugar al fútbol. La angustia no me dejaba respirar.
- ¿Quiénes la han cogido? – pregunté para intentar olvidarme del hecho de que la habían secuestrado.
- Los sombras.
- Dijiste a la comunidad que no habían sombras, que no necesitabas ayuda porque no había peligro. – la recriminé.
- Lo sé.
Cada vez nos acercábamos más al coche, ahora estábamos en la carretera que nos llevaba hasta Canadá. El problema de salir del país no era salir, sino volver a entrar. No teníamos documentación, ni pasaporte, ni nada que dijera que éramos americanos.
- No podemos dejar que salgan del país. – dije alzando un poco la voz debido a mi estado de estrés y angustia.
- Lo sé, pero no se qué hacer. Sí uso la magia corro el peligro de sacarlos de la carretera. Podría pasarle algo a Isaura.
- Ponte delante y oblígales a reducir la velocidad. Este coche corre más que el suyo.
- No nos lo van a poner fácil, lo sabes ¿verdad? – dijo levantando las cejas.
Pude ver la amenaza en sus palabras. Claro que no nos lo pondrían fácil, es más, esperaba algún tipo de accidente o algo así. Pero era mejor que no hacer nada, al menos así tendríamos una oportunidad.
- Vamos. – ordené.
Ella aceptó con un movimiento de cabeza y pisó el pedal al máximo. La fuerza del movimiento hizo que me echara hacia atrás, con toda la espalda apoyada en el respaldo.
ISAURA
- ¡Vaya! Por fin te encuentro niñita.
El sonido de su voz me provocó escalofríos, era asquerosa, posesiva y malvada.
Empecé a recular hacia atrás, pero algo me sujetó de los brazos por detrás y me apretó con demasiada fuerza, me hacía daño.
Miré y otro asqueroso hombre, igual de sucio que el primero, me miraba con una mirada más que asquerosa, podía ver la lujuria en sus ojos, como me desnudaba con la mirada y como le excitaba tenerme entre sus brazos.
Empecé a golpearle y revolverme, pero cuanto más lo hacía más me apretaba y más daño me hacía. Al final empecé a gritar, pero claro, no había nadie en la calle, ya era demasiado tarde para la gente que paseaba y los alumnos estaba observando como una lagarta metía mano a mi novio.
- Silencio jovencita o será mucho peor. – me dijo el mismo que había hablado antes.
- ¿Qué queréis? – le dije escupiéndole las palabras.
- A ti. – y los dos se empezaron a reír.
El hombre que tenía enfrente empezó a jugar con un mechero de gasolina, lo encendía y lo apagaba, lo encendía y lo apagaba, así una y otra vez. Hasta que lo encendió por última vez e hizo salir una pequeña bola de fuego para mantenía encima de su mano, solo que no rozaba la mano exactamente, parecía estar suspendida en el aire.
Eran brujos y de los malos. Dana los llamó…sombras, creo. Pero ella había dicho que no había sombras en el pueblo, ella le había dicho a la comunidad que no necesitaba ayuda para trasportarnos ya que no había peligro.
“Bien, pues esto es un peligro, guapa – pensé con ironía”
Tenía que seguir haciéndome la tonta, tenía que intentar ganar tiempo hasta que la dichosa canción termine y Dayan se diese cuenta que no estaba. Pero entonces tendría que buscarme y no sabía que estaba aquí, en la calle.
- ¿Qué queréis de mí? – dije con una voz de llanto fingido.
- Eso te lo explicará nuestro jefe. – dijo con una diabólica sonrisa.
Entonces algo duro me golpeó en la cabeza y perdí el conocimiento.
El tambaleo hacia los lados y la brusquedad de los movimientos fue lo que me hizo despertarme. Al principio no entendía nada, no podía comprender como había llegado hasta aquí. Pero entonces el asqueroso olor a podrido me inundó la nariz haciendo que todos los recuerdos llegaran a mi mente como puñaladas en el estomago.
- Esa zorra nos sigue. – dijo el que antes había estado sujetándome y que ahora estaba conduciendo un coche, que por la pinta, debía tener los mismos años que yo.
- No se atreverán a hacernos nada, no con ella en el coche. – dijo su acompañante. – Tú solo preocúpate que no nos adelanten.
Analicé mi situación. Estaba en el asiento de atrás de un coche, tumbada y con las manos atadas a la espalda. No me habían amordazado y los pies los tenía libres y sin ataduras.
Me habían secuestrado, el pánico inundó todo mi cuerpo, pero no me lo podía permitir, debía de ser fuerte, ya tendría tiempo de venirme abajo después.
Lo primero que hice fue quitarme los zapatos, si tenía que salir corriendo era mejor hacerlo sin un tacón de aguja. Me habían atado las manos con cinta americana así que también podía usar el tacón de los zapatos para intentar romper la cinta.
Con los pies fui mandando uno de los zapatos hacia mis manos y cuando los tuve, intenté agujerear la cinta con el tacón. Tuve que hacer mucha fuerza para atravesarlo y una vez que lo conseguí me pasé de fuerza y me araño las muñecas.
Repetí el movimiento unas cinco veces más, en todas ellas me hice daño, pero llegué a un punto en que la cinta estaba tan agujereada que se habían empezado a formar rajas que me permitían usar la fuerza de los brazos para hacerlas más grandes. Hasta que al final mis muñecas se separaron y me dejaron libres.
Miré preocupada a mis asquerosos acompañantes, por si se habían percatado de algo, pero parecían absortos en la persecución.
Entonces me puse a buscar salidas de escape. Las ventanas del coche estaban tintadas lo cual hacía que no viera nada, pero cuando pasábamos por una farola podía ver como el coche conducía a su máxima velocidad.
- No dejes que nos adelanten. – dijo el que iba de copiloto mientras el piloto hacía un movimiento brusco con el volante.
Oí como la carrocería del viejo coche chocaba contra otra. Hubo un pequeño temblor y varios zarandeos hasta que el piloto volvió a controlar el vehículo después del choque.
Me incorporé rápidamente y me puse el cinturón de seguridad. Sé que era lo opuesto a lo que pretendía, ¿cómo escaparme de un coche y atarme a él a la vez? Pero había que admitirlo, no iba a ser capaz de salir del coche hasta que este no se detuviera y mientras esto pasaba, iba a ver varios zarandeos y golpes más. Así que debía de estar lo más segura posible en este decrepito coche.
Vi el coche que nos perseguía, intentaba ponerse a nuestro lado pero cada vez que lo hacía se veía amenazado con otro zarandeo. Era uno de esos todoterrenos enormes, su motor debía de ser el doble al de este, pero no iba a conseguir nada si no nos adelantaba y cada vez que lo intentaba, el loco de mi piloto estrellaba su coche contra el suyo.
Una de las veces que se colocó en paralelo a nuestro coche pude ver a Dayan de copiloto, eso me puso mucho más nerviosa, si había un accidente él estaba en el coche.
Tenía que hacer algo, no podía dejar que esto acabara en algún coche siniestrado en la cuneta. Me concentré todo lo que pude, ya había hecho magia antes y las situaciones eran mejores que esta. Intenté recordar ese sentimiento de odio y no me costó mucho cuando inspiré hondo por la nariz.
Ahora solo tenía que concentrarme en algo, algo que fuese a ayudar al todoterreno a adelantarnos.
“El pedal del freno. – recordé de repente”
Sabía dónde estaba, Dayan me lo había explicado en una ocasión. Concentré todo mi odio y mi furia hacia ese punto, todo lo malo que llevaba dentro estaba en ese freno, mis opciones de salir de aquí, de que no le pasara nada a Dayan.
Fue como si algo me abandonara, como si saliera despedido de mí dejándome sola y casi sin respiración.
Noté como el coche clavaba los frenos y como el todoterreno pasó volando por nuestro lado para colocarse a varios metros por delante de nosotros. Entonces las luces de freno del todoterreno se encendieron y empezaron a hacerse más grandes según nos acercábamos a ellos. Eso obligó al asqueroso piloto a clavar los frenos del coche.
Me preparé para el golpe, este viejo vehículo no iba a ser capaz de parar a tiempo, se iba a quedar corto. Pero puse un dedo en el botón del cinturón de seguridad, así cuando el coche se detuviera yo tendría tiempo a salir antes de que se diesen cuenta, si no me mataba, claro.
Mi cuerpo se fue hacia delante de la fuerza del golpe, pero gracias al cinturón de seguridad me mantuve en mi sitio. En cuanto mi espalda volvió a tocar el respaldo pulsé el botón del cinturón y abrí la puerta de golpe.
Corrí descalza por la fría calzada hasta llegar al todoterreno. A pocos pasos de la puerta noté una bola de fuego rozándome la oreja. Dayan abrió su puerta y yo salté dentro.
En cuanto Dana comprobó que era yo, aceleró todo lo que pudo, ni siquiera nos había dado tiempo a cerrar la puerta, pero el mismo aire y el impulso de la aceleración la cerraron por nosotros.
Y a pesar de todo lo que había pasado y de que ahora me encontraba en los brazos de mi amado, a mí solo se me ocurrió decirle a Dana:
- ¿Qué haces tú aquí?
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Este capítulo no solo me ha costado muy poco escribirlo, sino que me ha tenido con los pelos de punta todo el rato (y eso que yo sabía lo que pasaría :D)
Espero que le haya gustado tanto como a mí. Y muchas gracias a todos/as. ¡¡¡ KISES !!!
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