Capítulo 19: No te merezco, pero no te dejaré escapar.
ISAURA
Literalmente, entre mi madre y Saray me estaban volviendo loca. Estaba a punto de gritarlas y de pedirlas que me dejaran en paz. Lo único positivo es que estaba intentando prestar toda mi atención para así mañana arreglarme yo solita, sin necesidad de tener a estas dos detrás de mí criticando cada cosa que hago o digo.
Mi madre estaba histeria por mi cita con Dayan y Saray estaba exultante por estar pasando una de esas veladas que ella tanto ha deseado desde que la conozco. Recuerdo como una vez me metió en una fiesta de pijamas de una del séquito de Carol, todas empezaron a maquillarse y hablar de chicos y yo tuve que aguantar a Carol contando todas las virtudes de Dayan en todos los puntos a los que habían llegado. Lo único bueno es que hablaban como en clave y no me enteraba de nada: que si solo ha llegado a la segunda base y que no llegará a la tercera hasta cumplir los diecisiete.
En definitiva, estaban jugando conmigo como querían. No dejaban de decirme: ponte aquí, no sonrías, cierra los ojos, abre los ojos, junta los labios, no te muevas… Pero pasados unos tres cuartos de hora, que se me hicieron eternos, terminaron. Me puse el vestido con ayuda de Saray para no manchármelo con el maquillaje. Y tal como me dijo, me había traído unos zapatos a jugo.
- Te dejo los zapatos de mañana en el armario. – dijo mientras guardaba una caja en la parte de abajo del armario.
Mi madre empezó a ayudar a Saray a pintarse y recogerse el pelo y si conmigo habían tardado cuarenta y cinco minutos, ella en quince ya estaba peinada, maquillada y vestida. Estaba guapísima.
La puerta sonó y mi corazón dio un vuelco, notaba su presencia, sabía perfectamente que era él porque la sensación de vacío en el estomago había cesado.
Por primera vez desde que habían terminado conmigo me miré al espejo, una chica hermosa me devolvía la mirada, era una chica a la que no conocía pero que me sonaba la cara. Estaba más alta de lo que la recordaba debido a los tacones, su cara estaba lisa y con color, normalmente era algo pálida. Sus labios estaban de un tono rosado que incitaban a besarlos y su mirada de ojos grises, sombreada con lápiz negro, le daba un toque de misterio que atraía a cualquiera.
Pero lo que más llamaba la atención era su cuello, despejado y suave hasta llegar al escote. El pelo se lo habían recogido con un moño en el que solo caían unos pequeños mechones por los lados, así dejaban despejada su espalda al aire.
Me estaba costando horrores reconocerme en esa imagen, yo no podía ser tan hermosa.
- Se le va a caer la baba cuando te vea. – dijo Saray al ver mi expresión ante mi reflejo.
Yo la sonreí pero todavía no me atrevía a decir nada, todavía esperaba que sonara la campana y me convirtiera en cenicienta.
Saray bajó primero a reunirse con su amado. Yo aun era incapaz de moverme y mi madre tampoco me lo iba a poner fácil.
- Estas tan…mayor. ¿Cuándo mi pequeña se ha convertido en una mujer tan hermosa? – dijo con lágrimas en los ojos.
- ¡Oh, mamá! No llores o me harás llorar a mí y se me moverá el maquillaje. – dije mientas la abrazaba.
- Prométeme que os cuidareis Dayan y tú. Pase lo que pase debéis estar juntos. – sus palabras me dejaron sin habla ¿era posible que supiera algo? Pero me dí cuenta que solo lo decía por el viaje que harán mañana.
- Claro mamá, estaremos juntos. – pareció relajarse un poco.
Nos dimos otro largo abrazo. Parecía querer sujetarme para que no me fuera nunca, era un abrazo posesivo y triste, sonaba a despedida. Y debía tomármelo así, ¿quién sabe cuando la volveré a ver después de que mañana los dejemos en el aeropuerto? Quizás pasen semanas o meses…
- Venga vamos, ¿no querrás hacer esperar a tu pareja? – dijo sacándome de mis pensamientos.
Ella bajo primero y yo cogí un par de veces aire para relajarme. Salí a la zona de las escaleras y mientras las bajaba mi corazón se detuvo. Era imposible encontrar algo más hermoso que Dayan en traje negro.
Su pelo rubio y sus ojos verdes quedaban perfectos con la chaqueta y su camisa morada oscura. Llevaba corbata morada, algo más clara que la camisa para contrastar. Con la musculatura de sus brazos llenaba a la perfección la chaqueta y su cuerpo alto le hacía parecer mucho más que atractivo.
Pero lo mejor de todo era su mirada. No podía quitarme los ojos de encima, sus ojos eran de puro amor y deseo y su sonrisa le iluminaba todo el rostro. Aun no dejaba de impresionarme que él, un ser tan perfecto, me amara.
DAYAN
Llegué pronto a casa de Isaura. Aparqué el coche y pude ver como un coche aparcaba detrás de mí, era Chris. Se me había olvidado que Saray iba a ayudar a Isaura a arreglarse.
Por un momento me sentí impaciente por verla con el vestido que se había comprado, pero pronto me dí cuenta que por lo que estaba impaciente era por verla, por estar con ella y por poder vivir esta experiencia de baile de fin de curso, juntos.
- Hola tío, ¿Qué tal? – me dijo Chris nada más verme bajar del coche.
- Bien. – dije sin más mientras le hacía una tímida sonrisa para que no se molestara por mi escueta respuesta.
Fuimos andando despacio hacia la puerta, se notaba los nervios y las expectativas que teníamos para esta noche.
No podía dejar de imaginarme como estaría Isaura y como se habría tomado su sesión de chicas. Eso me hizo sonreír, ella odiaba esas cosas de maquillaje, fiestas y todo lo relacionado con la adolescencia femenina en general.
Llamamos a la puerta y nos abrió Jonás. De repente un miedo me recorrió por todo el cuerpo para quedarse posado en mi estomago. No le había vuelto a ver desde la comida de hoy y no es que le hubiera sentado muy bien la noticia de que Isaura y yo estábamos juntos.
- Hola chicos, entrad. Están arriba terminando de pintar un cuadro, al parecer. – dijo con ironía mientras nos invitaba a entrar y cerraba la puerta. – Soy Jonás Harris, el padre de Isaura.
- Yo soy Christian, la pareja de Saray. – dijo mientras le estrechaba la mano.
- Un placer. Nos esperas aquí un segundo, debo hablar con Dayan. – dijo sin ni siquiera preguntar si quería hablar con él. El miedo volvió a recorrerme todo el cuerpo.
- Sin problema, esperaré aquí. – dijo Chris mientras me echaba una de esas miradas de “lo siento tío”
Jonás empezó a andar hacia el pasillo y yo le seguí a paso lento y observando las posibles salidas de escape si el padre de Isaura sacaba la escopeta de caza que sé que guardaba en el armario del pasillo.
Llegamos a su sala de estudio. Era más bien como un despacho lleno de estanterías repletas de libros, una mesa alado de la ventana con un ordenador portátil encima y millones de fotografías colgadas por cada hueco que encontraba, en las que tanto yo como mi familia salíamos.
- Siempre te he considerado como un hijo, el chico que nunca tuve. – empezó diciendo su padre una vez cerró la puerta para que nadie pudiese oírnos. – Tu padre es como un hermano para mí, él me lo ha dado todo, desde trabajo a amistad.
- Lo sé señor, él también le aprecia mucho.
Hacía muchísimos años que no hablaba a Jonás con tanto respeto, desde que una vez me pidió que dejara de tratarle de usted, exactamente me dijo: con la familia no hace falta tratarse de usted. Pero ahora intentaba no considerarle de la familia ya que amaba a su hija de una forma que jamás creí posible.
- Sé que me aprecia, Dayan. Pero créeme cuando te digo que rompería mi amistad con él, sin ni siquiera pensármelo, si alguna vez se te ocurre hacer daño a mi pequeña. – dijo con todo el tono amenazante que podía usar.
- Créeme cuando le digo que antes moriría que hacer daño a Isaura. – dije sin vacilar en ningún punto de la frase. – Lo daría todo por ella y haría todo lo que la hiciera feliz.
- No espero menos. Sé que ella es feliz a tu lado y sé que es algo que lleva esperando desde hace mucho. Por eso me pregunto ¿si tú estás a su altura? ¿si la amas tanto como ella te ama a ti? – su duda me dolió.
- La amo más de lo que alguna vez fui capaz de creer amar. – hice una pequeña pausa para ordenar mis ideas - No le voy a mentir, he estado ciego mucho tiempo. Quizás fuera porque siempre la he notado a mi lado y era como si en el fondo me perteneciera.
- Bien, era lo que quería oír. – dijo severamente pero con cara de satisfacción. – Es duro ver como tu hija se hace mayor y deja de pertenecerte.
- Usted siempre será su padre, eso no lo cambiará nada. – dije intentando animarle.
- Dayan, ya te dije en una ocasión que a la familia no se le habla de usted. Además, ahora eres mi yerno. – dijo mientras me daba una palmadita en el hombro y salíamos del despacho.
Cuando llegamos a las escaleras, Saray estaba bajando con un espectacular vestido, estaba realmente guapa.
- Está admirando nuestra obra maestra. – dijo una vez saludó a su chico y señalando a Nora que estaba bajando por las escaleras.
Tenía los ojos hinchados y rojos de haber estado llorando, supongo que ella también tenía la sensación de que su pequeña se estaba haciendo mayor.
Pero entonces todo lo de mí alrededor desapareció para concentrarse en un ángel vestido de negro que bajaba por las escaleras. Las palabras hermosa, guapa, espectacular,…se quedaban cortas para definir su hermosura. Estaba radiante de pies a cabeza y su vestido era muy elegante y a la vez muy sexy.
Pero lo mejor era su mirada. Tanto sus ojos como todo su cuerpo me querían, radiaba oleadas de amor hacía mí que me dejaban sin sentido. Podría caer una bomba aquí mismo que ni me enteraría, solo me importaría ella, que terminara de bajar las escaleras para poder rodearla con mis brazos y no soltarla nunca.
Era increíble que alguien como ella me haya elegido a mí, no me merecía tanto amor y a la vez no sería capaz de renunciar a él por nada en el mundo.
No pude aguantarlo más y cuando todavía le quedaban dos escalones me acerqué a ella para estrecharla entre mis brazos. Ella me abrazó más que encantada y al poner las manos en su espalda vi que el vestido era incluso más impresionante por detrás que por delante. Su espalda estaba desnuda hasta la altura de la cadera donde empezaba la parte de la falda. Me gustaba aunque sabía que iba a ser mi perdición para esta noche.
- Estas preciosa. – la dije. Pero cuando me acerqué a su oído la susurré todo lo bajito que pude para que nadie me oyera: - ¿No podrías haber elegido un vestido menos sexy y provocativo? Vas a ser mi perdición esta noche.
- Pues verás el de mañana. – me contesto con una sonrisa y eso me puso ansioso por que llegara mañana.
Jonás y Nora empezaron a hacernos un millón de fotografías para inmortalizar el momento y una vez terminaron, nos despedimos y nos dirigimos al esperado baile.
Acompañé a Isaura hasta el lado del copiloto y la abrí la puerta como un buen caballero. Ella soltó una risita tonta que me encantó y fui corriendo a mi lado del coche para no perder ni un segundo de su compañía.
- ¿Qué tal ha sido tu tarde? – la pregunté una vez nos pusimos rumbo al instituto.
- Como una pesadilla interminable. No considero que se necesiten tres cuartos de hora para maquillarme. – dijo quejándose y poniendo un gesto con los labios algo infantil pero muy graciosos. – Espero que tu tarde haya sido más productiva que la mía.
- La verdad es que sí. Después de dejarte en casa me he pasado por el local para ver cómo iban las cosas y ya está todo listo para la fiesta de mañana a las nueve y media. – dije recordando lo bien decorado que estaba todo y como ya habían empezado a llenar las neveras con la comida que se servirá mañana. – La verdad es que la empresa de preparativos de fiesta que contraté están haciendo un buen trabajo.
- Me siento mal por no haber participado en nada. Se supone que también es mi fiesta y apenas he elegido los platos. – dijo poniendo cara triste.
- Qué más da, tampoco es que yo haya elegido mucho. Lo ha hecho todo Caroline.
- Genial, ahora me siento mucho mejor, gracias. – dijo con tono sarcástico.
No supe que decirla pero si sabía cómo arreglarlo. Cuando llegamos al instituto aparqué donde pude, ya que estaba todo a rebosar de coches y limusinas, y la fui abrir la puerta para que saliera. Cerré la puerta y la volví a dejar atrapada entre mi coche y yo.
Esta vez intenté que el beso fuese menos subido de tono, no quería empezar la fiesta con ganas de irme. Ella acariciaba mis labios suavemente contra los suyos mientras me acariciaba los brazos y el tórax con las manos. Yo aproveché la espalda al aire para acariciarla suavemente con las yemas de mis dedos, notando como se le erizaba su piel al paso de mis caricias.
- ¿A qué ahora te sientes mejor? – dije una vez me separé de ella.
Ella me sonrió y empezó a reírse de mi comentario.
- Eres muy tonto. – me dijo con cariño.
Entramos al gimnasio cogidos de la mano y gastándonos bromas. Pagué las entradas y entramos. No pude cerrar la boca en varios minutos, era casi imposible que en el mismo sitio donde esta mañana ha habido una graduación ahora sea una autentica sala de fiestas.
Habían movido el pequeño altar en el que estaba el director y los profesores dando los diplomas, a un lateral del gimnasio donde estaba una mesa de mezclas para el DJ. De las gradas donde estaban los padres, solo habían dejado una abierta de la zona más apartada, por si alguien se cansaba y decidía sentarse. Las paredes de la sala estaban repletas de mesas con comidas y bebidas, todas por supuesto sin alcohol. Tanto los techos como las paredes estaban llenos de cintas y globos de color azul y blanco. Habían llenado todo el techo de luces de colores y una bola de cristales que daba vueltas mandando pequeños rayos de luz por todo el gimnasio. En definitiva, toda una sala de fiesta de fin de curso.
- ¡Guau! ¿Cómo lo habrán hecho? – dijo Isaura admirando toda la sala.
- Su empresa de preparación de fiestas es mejor que la mía. – dije de broma y ella se rió.
Nos fuimos a una zona donde estaba la comida y la bebida y empezamos a comer junto con unos amigos del equipo, los cuales todos parecían recién salidos de un concurso de camareros con sus trajes negro y camisas blancas con pajarita. La verdad es que los hombres no tenemos mucha variedad en vestimenta.
En cambio las mujeres iban todas hermosísimas con sus largos vestidos de colores, aunque la mayoría parecían princesas de cuentos de hadas y a mí no me gustaban las princesas, me gustaba más la elegancia y para eso el vestido de Isaura era más que ideal.
Algo en mi bolsillo empezó a vibrar y pude ver como Isaura rebuscaba en su diminuto bolso y sacaba su teléfono móvil. Miré el mío y era un mensaje de texto de Dana.
“Mañana quedamos antes de las siete donde hoy. Es muy importante que no lleguéis tarde y sobretodo que no os den las siete conduciendo. Pasarlo bien y disfrutad.”
Miré a Isaura, vi el miedo en su cara y sé que ella pudo ver el mío. Mañana a las siete en punto de la tarde todo cambiaría de forma radical y sin que podamos hacer nada para evitarlo.
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He intentado poner un vestido que se asimile al que me he imaginado para Isaura, pero debo de tener demasiada imaginación porque no lo he encontrado. Aun así, espero que os hagáis a la idea de como es.
Como siempre, espero de corazón que os guste y que me deis vuestros votos y vuestra opinión.
BESOS Y GRACIAS
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