Capítulo 8: La noche de las confesiones.

MATT

Salí del descampado bajo las miradas de todos los amigos de Adalia. Ella parecía algo incomoda, no paraba de revolverse en el asiento.

- Confía en mí, te traeré de vuelta luego, si quieres. – le dije mientras la miraba a los ojos.

De repente un profundo temor le cruzo el rostro. Yo me asusté y detuve el coche en seco. Apenas habíamos salido del bullicio, podría dar media vuelta.

- ¿Qué haces? Me haces gastar gasolina para llegar a diez metros fuera de la fiesta. – dijo mirando para atrás para comprobar la distancia recorrida.

- No tienes porque tenerme miedo, Adalia. – pronuncié su nombre en un susurro.

Era la primera vez que la llamaba por su nombre y ella se giró en el momento en que se lo dije y se quedó con la boca abierta. Tras unos segundos de miradas intensas en la que me hubiese tirado a besarla en unas diez mil ocasiones, ella pareció serenarse primero.

- No te tengo miedo a ti, sino a que lleves mi coche. – la frase me desconcertó, pero solo porque no era capaz de recordar que había dicho yo primero.

Pero cuando lo comprendí me eche a reír sin poder parar. Eso la enfureció.

- ¿Qué es tan gracioso? – volvió a usar ese tono de enfado y rabia. No la había visto usarlo en toda la noche excepto con el chico de antes.

- Tú. Un tío al que no conoces de nada te dice que te subas en un coche con él y tú accedes sin problema. Ahora, el que yo conduzca tu coche te causa temor. – volví a reírme otra vez.

Tras el momento cómico del día, proseguí el camino hacia donde quería ir. Tenía que ser un lugar apartado, fuera de la vista de curiosos. Pero también quería que fuese un sitio en el que ella se sintiera cómoda y dado que no me dejaría entrar en su habitación, solo me queda aquel mirador en el que había vuelto a ir sin ella en un par de ocasiones.

No tardamos mucho en llegar al parque, busque un sitio para aparcar que estuviese cerca del parque pero que a la vez estuviese cerca de su casa. Aparque y le devolví las llaves. No quería que pensara que no podía irse cuando quisiera.

Salimos del coche y ella me miraba con curiosidad. Ya no había odio ni enfado en sus ojos, estaba relajada, eso me gustó más de lo que puede explicar. Sonreí.

- ¿Por qué sonríes tanto? – me dijo sin dejar de mirarme ni un momento.

- ¿Por qué no iba hacerlo? – la susurre mientras me acercaba a ella para cogerla de la mano.

Ella volvió a morderse el labio, como lo había hecho en el descampado, eso me daban más ganas de besarla.

La cogí de la mano y mi cuerpo se relajó en el mismo instante en que nos tocamos, era su manera de decirme que ya estaba en casa. Esta vez no fui tirando de ella, sino que íbamos paseando tranquilamente y sin dejar de mirarnos.

A pesar de que había conseguido que sus ojos no mostraran ese enfado continuo, no conseguía que se sintiera feliz. Sus ojos seguían curiosos pero tristes al mismo tiempo, ¿me pregunto que la habría podido pasar para que se haya convertido en una persona tan triste y enfadada? Tenía que ver con ese estúpido chico de la fiesta, él la había pedido perdón por algo ¿pero por qué? ¿qué fue lo que la hicieron?

- ¿En qué piensas? Pareces enfadado. - me dijo. 

Odiaba que me preguntaran en que estaba pensando, lo consideraba una invasión a mi intimidad. Pero esta chica había conseguido que me pareciera la mejor pregunta que me habían hecho. No parecía estar curioseando mis pensamientos, sino preocupada por mi actitud.

- Era solo una curiosidad, nada importante. – la dije haciendo un movimiento con los hombros para quitarle importancia al asunto. Pero ella estaba lejos de estar convencida.

- ¿Puedo saberla?

- En realidad era una curiosidad sobre ti. – eso hizo que le llegara algo de color a las mejillas, ¿se estaba ruborizando? Volví a sonreír.

- Dímela, quizás te responda.

- ¿Quizás? – volví a sonreír. – Me preguntaba sobre la conversación entre tú y el idiota de la hoguera. ¿Qué te hizo para que no le perdones?

Sé que no era del todo cierto, en realidad me preguntaba que le había podido pasar, los problemas de aquel chico me daban igual. Pero pensé que si ella me contestaba a esta pregunta me resolvería el resto de las dudas que tengo. Ella pareció dudar que decir pero su cara pasó de la curiosidad a la decisión y empezó hablar.

- El idiota, como tú le has llamado, es mi ex-novio. – hizo una pausa para ver mi expresión que se había petrificado para no demostrar las ganas que tenía de volver y partirle la cara a aquel chico. – La chica con la que estabas hablando antes es Melissa, la chica más popular del instituto, la novia del idiota y mi antigua mejor amiga. Hace dos años, en la fiesta de cumpleaños de Melissa, fue una tontería pero ella pidió como deseo de cumpleaños un beso del idiota, que por aquel entonces era mi novio. Yo me enfade tanto que le tiré la tarta a la cara con la mala suerte de que las velas le prendieron el vestido y este prendió las cortinas.

Era el discurso más largo que la había oído decir en estos días que la conozco y me había dejado completamente embobado. Pero había algo que no podía pasar por alto, el fuego era claramente su elemento. Entre lo que ha pasado en la hoguera y lo que me acaba de contar no puede haber ninguna duda.

- ¿Qué pasó entonces? – me estaba fascinando oírla hablar.

- Bueno, luego pasó el cambio. – miró al suelo como avergonzada pero en seguida levantó la cabeza y me miró con algo de cinismo en los ojos. – Me convertí en lo que soy ahora.

- No creo que estés tan mal. – la dije de todo corazón. Eso la hizo sonrojar. – ¿Quieres decir que antes eras una de esas típicas chicas populares preocupadas por la ropa y los chicos?

- No te burles. Sigo siendo popular, solo que ahora me temen. – no la dije nada más pero ella parecía haber abierto una puerta y se la notaba que necesitaba desahogarse. – Cuando volví el primer día, después del incidente en casa de Mel, David me dejó y mis amigas me dieron de lado. A las pocas horas se corrió el rumor por todo el instituto y empezaron a llamarme la malota, busca líos, pirómana, loca,…así que me convertí en lo que ellos querían. Empecé a pegar y perseguir a todo el mundo que se atreviera a insultarme y así aprendieron a respetarme.

- ¿A respetarte o a temerte?

- Que más da, lo importante es que me dejaban tranquila. Un mes después aparecieron Paul y Claris y me aceptaron entre ellos, luego el grupo fue creciendo poco a poco en función de las necesidades de cada uno. – hizo una pausa en la que la curiosidad volvió a su mirada. – Y por eso soy así. ¿Alguna duda más?

- De momento no.

- Bien, pues ahora me toca. ¿Qué es lo que tenías que haberme dicho? ¿A dónde me llevas?

Pero la segunda pregunta no hizo falta que la contestase. Habíamos llegado a los arbustos que separaban el pequeño mirador de Adalia. Como he dicho antes, he estado en dos ocasiones más aquí sin ella y en la última me traje un cuchillo que encontré en el motel. Con el separé unos arbustos dejándolo de tal manera que si no te fijas no te dabas cuenta, pero que si lo sabes, solo tienes que empujar un poco y se abre un hueco perfecto para una persona, así no tendría que arañarse más.

- Vaya, nunca se me había ocurrido. – dijo admirando la pequeña entrada que le había fabricado.

Entramos y la solté de la mano muy a regañadientes, había decidido cómo empezar a contarle todo y eso me impedía tocarla. Iba a mostrarle la magia y si nos tocábamos quizás ella haga que todo se descontrole y no quería asustarla.

Me separé de ella como un metro, era todo lo que mi corazón resistía, y me descalcé para tener un contacto directo con la tierra. Normalmente no hacía falta para determinados trucos pero no quería que nada fallase. En una pelea, por ejemplo, puedes coger la energía del aire, es menos directa que la tierra pero para las peleas es muy efectiva, puedes mandar a tu contrincante volando por los aires. Pero con un contacto directo con la tierra, puedes hacer que las raíces de los árboles salgan de la tierra para atrapar a tu enemigo.

- ¿Qué haces? – dijo ella impacientándose.

- ¿Alguna vez has creído en la magia? – la dije sonriéndola y mirándola directamente a los ojos.

- ¿Me tomas el pelo? Pues claro que no. – su antigua mirada de odio estaba volviendo lentamente. Tenía que darme prisa ahora que estaba más receptiva.

- ¿Y si te dijera que soy un brujo? – y tras decir eso hice volar las hojas y las piedras que había en el suelo del mirador.

ADALIA

Lo veía pero no podía creerlo. Estaba sucediendo delante de mis narices y aun así creía estar viendo una película en la televisión. Notaba la mirada de Matt pero yo no podía ver más allá de todas las piedras y hojas secas volando. ¿Me estaba volviendo loca? ¿estaba soñando?

Esa segunda pregunta explicaba muchas cosas. Quizás estuviese soñando, por eso Matt se ha estado comportando de esa manera tan cariñosa y amable. El hecho de haber estado a punto de besarnos o de haber ido cogidos de la mano todo el camino, no era verdad, era todo un dulce sueño, el más dulce que jamás haya tenido.

Empecé a reírme de forma descontrolada, había sido muy estúpida por pensar que esto podía ser real, apenas había sido una pequeña duda, pero era estúpida.

Matt me miró extrañado y las piedras y las hojas cayeron al suelo haciendo demasiado ruido.

- ¿Te parece gracioso? – no parecía enfadado pero si algo molesto.

- ¿Qué más da? Solo es un sueño. – dije mientras volvía a darme el ataque de risa.

- ¿Un sueño? – ahora en vez de molesto estaba confuso.

- Todo esto, tú. Es un sueño, nada es real. – entonces me invadió una amargura que hizo que pasara de la risa a casi el llanto.

Dejando al margen todo este rollo de piedras volando, deseaba que fuera real. Deseaba que Matt se hubiese comportado de esa manera, deseaba que Matt me quisiera, deseaba que esos momentos de miradas y casi beso hubiesen pasado de verdad y no solo un sueño.

- Adalia cariño, no es un sueño. – me dijo mientras se acercaba a mí y se quedaba parado demasiado cerca.

- Claro que sí. Si no ¿por qué te ibas a comportar así? Me has llamado cariño. – eso le dejó algo desconcertado.

- Todo es cierto, debes comprender. Soy un brujo. – la desesperación estaba pasando por su rostro.

- Los brujos no existen.

Me miró a los ojos y soltó un suspiro de pura desesperación. Se estaba poniendo incluso rojo de rabia. Era como si intentase hacerme creer que los brujos existían pero no supiese como hacerme entrar en razón. Al final empezó a pellizcarme el brazo. Al principio fue flojo pero cada vez apretaba más y más, hasta que le tuve que empujar hacia atrás para que dejara de pellizcarme.

- ¿De qué vas? – le dije casi gritando. Ahora estaba enfadada.

- Si es un sueño ¿cómo no has despertado? ¿Cómo puede haberte dolido? – el también me estaba hablando alto. También parecía indignado por algo.

Pero tenía razón. Debería haber despertado o al menos impedirlo, era mi sueño. Pero si no estaba soñando ¿significaba que era verdad? ¿qué era un brujo? ¿qué la magia existía?

Cuanto más intentaba querer que fuese un sueño más estúpida me sentía. Si fuese un sueño, debía ser el más largo de toda mi vida.

- Pero es imposible. – susurre más para mí que para él.

- No lo es. Pero sé que puede parecértelo. – volvió acercarse a mí y esta vez me envolvió en un abrazo.

Lo único bueno de que no fuera un sueño es que yo parecía importarle de alguna manera, que todos los momentos que hemos vivido habían sido de verdad. Su extraño olor me inundó de nuevo.

- ¿Eres un brujo? – lo decía en voz alta para ver si conseguía creérmelo, pero ni con esas.

- Sí.

- ¿Puedes volver a hacer eso que has hecho? – quizás si volvía a verlo…

Él se volvió a separar de mí y eso me hizo poner mala cara, ¿por qué siempre estaba alejándose y acercándose? Hacía que me sintiera rara e incluso dolía cuando se alejaba. Él pareció leerme la mente porque dijo:

- Es por tú energía, si lo hago mientras te toco quizás se descontrole demasiado. – y tras eso, volvió a hacer levitar todos los objetos que teníamos alrededor.

Los miré asombrada, incluso me atreví a tocar unas cuantas piedras que pasaban cerca de mí. Era como si no hubiese gravedad, las empujaba y ellas se movían, pero no caían. No sé cuánto tiempo pudimos estar así, pero al final Matt se cansó de hacer levitar cosas y las dejó caer de golpe formando un gran ruido al chocar las piedras contra el suelo.

- ¿Te lo crees ahora? – me dijo mientras volvía a cogerme de la mano.

- Tengo otro remedio. – use un tono algo cínico pero era incapaz de usar otro en este momento.

- No, en realidad no. – me miró y un temor pasó por su cara, como si tuviese miedo a lo que venía ahora.

- Hay más, ¿verdad? – conjeturé.

- Sí. – le hice un gesto que indicaba que estaba preparada para lo que tuviese que decirme, aunque en realidad estaba lejos de estarlo. – Mañana tú también serás una bruja.

*******************************************************************************************

Bueno, este ha sido un capitulo para que los protagonistas se conozcan mejor. El próximo prometo poner algo más de acción. Aun así, espero que os guste.

Sigan comentando, me da ánimos para seguir... BESOS Y MUCHAS GRACIAS.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top