Capítulo 5: Posesión.
ADALIA
Por alguna extraña razón me estaba arreglando más de lo normal para ir al parque. Me había alisado el pelo todo lo posible, puesto sombra de ojos oscura, ralla en el ojo, camiseta ajustada y pantalones ajustados. Vi que era estúpido en cuanto me miré al espejo, pero no tenía ganas de cambiarme.
Llegué al parque quince minutos tarde de la hora de siempre, no quería que pensara que perdía el culo por él. Pero en cuanto le ví, ni siquiera yo me lo creía. ¿Qué era lo que me pasaba? ¿no podía comportarme como siempre?
- Llegaste. – me dijo Paul nada mas verme.
- Eso parece. – estiré la manta a su lado y me senté. Estaba entre Paul y Matt, solo que este estaba con Carla, como no. – Hola otra vez acosador. – dije eso último a Matt.
El pareció molesto, ayer ni siquiera parecía alterado cuando se lo dije, pero hoy no le hizo ninguna gracia. Bien. Pero a Carla no le pareció tan bien.
- No empieces Ada.
- No pasa nada, somos amigos. – la dije mirando a Matt con una mirada envenenada.
Hoy estábamos todos en el parque, habían venido los dos del equipo de baloncesto, Erik y Taylor, las tres chicas con cámara de fotos Carla, Kristy y Erika. Jenny, la chica del grupo de Mel. Paul, Claris y por supuesto yo.
- Sois un grupo de lo más extraño. – dijo Matt, que no había parado de mirarme desde que había llegado. – Por un lado tenéis a los deportistas, luego a las chicas solitarias, a los góticos e incluso una diva. – dijo eso último señalando a Jenny. – Sin ánimo de ofender, por supuesto.
- Pareces haberte olvidado de alguien. – dijo Erik señalándome con la mirada.
- Bueno, ella se la podría catalogar como la macarra o la malota.
Tras sus palabras, todos se empezaron a reír e incluso yo sonreí ligeramente.
- Muy apropiado. – le dijo Carla que estaba a su lado.
Me tensé e incluso mi corazón se aceleró por culpa de Carla. No es que dijera nada fuera de lo normal, era la manera en que lo había dicho. Se había acercado a su oreja y le había susurrado esas dos palabras. Ella no había relajado esa postura y Matt no parecía estar dispuesto a moverse tampoco. Pero seguía sin quitarme ojo de encima, me observaba incluso cuando no me miraba directamente.
- ¿Qué he dicho? – dijo este algo confuso.
- Bueno, es así como nos llaman en el instituto, los malotes.
- Y ahora que lo pienso, - dije yo de repente y sin ser apenas consciente de lo que decía. – ni siquiera os merecéis ese nombre. Ninguno excepto yo, lo merece.
Todos me miraron algo extrañados y no por lo que había dicho, sino por la manera en que lo dije, casi se podía notar felicidad en mi voz y todo el mundo pareció darse cuenta.
- ¿Qué es lo que hiciste para merecerte dicho mote? – me dijo Matt que ya se había separado de Carla para acercarse algo más a mi posición.
- Mmmm…Dice la leyenda, que un día un profesor del instituto se atrevió a suspenderme y no volvió a aparecer por el centro. Unos dicen que se marchó, pero la mayoría no se lo creen. Piensan que lo asesine y lo descuarticé para luego tirar sus restos por el desierto. – dije poniendo la típica voz de contar historias de miedo mientras me iba acercando más a él.
- ¿Y lo hiciste? – me preguntó con esa mirada de burla que tanto odiaba.
- No podría decírtelo, ¿y si eres un poli?
En ese momento todos volvieron a reírse y yo me separé de Matt para volver a mi posición, eso me produjo una sensación rara en el estomago, como si separarme de él fuese doloroso.
MATT
Mi corazón se había detenido un segundo cuando la vi alejarse de mí para volver a donde estaba, junto a Paul. Hoy se la notaba algo diferente, participaba y estaba más alegre e incluso la había visto sonreír. Pero sobre todo, estaba muy guapa. Se había pintado y arreglado y me costaba mirarla detenidamente sin lanzarme a sus labios rosados y carnosos.
Pero eso no me hacía perderla de vista, la miraba directamente y cuando creía que la miraba demasiado la seguía mirando de reojo. Lo que me impresiono, es que ella parecía hacer lo mismo
- Ya te aseguro que no soy un poli. – la dije para conseguir animarla a que me lo contara. – Así que dime, ¿qué fue lo que te pasó para que te convirtieras en la chica mala?
Era una tarea imposible, no parecía estar dispuesta a hablar sobre lo que sea que le pasara y mucho menos conmigo. Lo supe por la mirada que me echó, había tal dolor y odio que me hizo enderezarme.
Todos se callaron esperando la respuesta, la miraban con sumo interés y por un momento, me pareció ver como se le inundaron los ojos. Pero fue solo un momento, porque en seguida se recompuso, me fulminó con la mirada, otra vez, y dijo:
- Sigues con tu acoso, por lo que veo. Pues pregunta a cualquiera, ellos te lo dirán. – dijo mientras se levantaba.
Cuando pasó por mi lado, la cogí en un movimiento rápido de la muñeca para detenerla. Lo que sentí en ese momento no es comparable con nada. La estaba tocando, una energía fluía entre nosotros como si fuese agua dentro de una pajita. Era una conexión, había oído hablar de ella pero era tan rara que nunca le presté atención.
Se dice que los brujos que son muy poderosos pueden elegir a sus protectores para el resto de sus vidas, sabiendo que los protectores los elegirán a ellos también.
No presté nunca demasiada atención a eso, ya que decían que era leyendas porque llevaba sin pasar muchísimos años, tanto que ahora no sabían exactamente qué era lo que se sentía. Pero era obvio que esto había cambiado. Había tocado a infinidad de brujos y brujas en mi vida y nunca me había pasado algo así.
Ella me miró a los ojos y pude ver que ella también lo sentía. Por primera vez desde que la conozco, había quitado su mirada de odio. Ya no había nada ahí, solo curiosidad y algo que me hizo sentir un hormigueo en la tripa.
- No te vayas. – la dije susurrando y con mirada de ruego
Eso pareció despertarla, me soltó de un tirón y en cuanto dejamos de tocarnos el odio volvió a su mirada.
- No vuelvas a tocarme en tu vida. – me dijo con profundo rencor.
Se fue y yo me quedé hecho mierda delante de todos. No podía dejar de mirar mi mano, ahora vacía y con un hormigueo subiéndome por el brazo.
- No te preocupes, se le pasará. – me dijo Carla acercándose demasiado otra vez. – Está algo tensa con los exámenes y eso.
La miré con cara de desconcierto. ¿En serio se creía eso o solo lo decía para que me lo creyera yo?
- No parece ser de las que se preocupan por eso. – dije al final para intentar sonsacar algo más de información.
Pero ella no me dijo nada más, sabía que en el fondo yo tenía razón. Adalia parecía más preocupada en otras cosas e incluso dolida por algo que le pasó en el pasado.
- No da la pinta de estudiante modelo, pero tiene muchas ganas de largarse de aquí. – me dijo para mi asombro Paul.
Eso si me cuadraba más. Mire por el punto en el que se había ido, sería capaz de seguirla sin problemas, su fragancia era demasiado intensa. Pero aun me quedaba algo por saber.
- ¿Qué fue lo que hizo para que se comporte así?
Nadie parecía querer contestarme, ni Paul ni ningún otro. Un gran silencio se prolongo en el grupo. Miré a Carla en busca de respuestas, le eché la mejor de mis miradas, pero ni con esas me contestó.
No me quedaba más que hacer aquí, me levanté y me largué en busca de mi protegida.
ADALIA
¿Qué se había creído el tal Matt? ¿Se cree que puede venir aquí y sonsacarme todos mis trapos sucios en la segunda tarde? Había estado apunto de hacerme llorar delante de todos y le odiaba por eso. Y ¿qué era esa sensación? Era como de posesión, así lo había sentido, como algo mío, pero él no lo era. Solo era un chico guapo que estaba de paso y que se iría en cuanto haga lo que tenga que hacer.
Seguí andando sin echar la vista atrás hasta que llegué al final del parque. Aquí el parque se acaba tras unos grades arbustos y árboles que así lo indicaban, pero yo sabía que detrás de estos arbusto había algo más, solo que había que arañarse un poco para verlo.
No es que fuera gran cosa, tras unos cuantos arañazos superficiales, había un poyete en el que se veía todo el desierto de Arizona, una inmensidad de tierra seca y agrietada, de vegetación tan seca que si la pisas eres capaz de convertirlo en diez mil astillas, de lagartos, serpientes y demás animales que son capaces de aguantar altas temperaturas.
Estaba sentada en el poyete, de bajo había una caída de unos cinco metros ya que el parque estaba puesto en una pequeña montaña. No sé cuánto tiempo había pasado desde que llegué pero empecé a oír pisadas al otro lado del arbusto. No podía ver quien era igual que quien fuera no podía verme a mí.
- Mierda. ¿Dónde se habrá metido? – pero si podía oírle. Era Matt.
Mi corazón se aceleró y mis manos empezaron a temblar, me puse tan nerviosa que al intentar levantarme del poyete me resbale.
- No, no, no, … - y así unas cuantas veces más.
Estaba agarrada al poyete, pero por el otro lado, por el lado de la caída libre de cinco metros. Mis manos sudorosas empezaban a resbalarse, intentaba agarrarme más fuerte e incluso apoyar los pies en algún lado, pero no había nada.
Cuando ya creí que me iba a matar, unas manos fuertes me levantaron como si yo no pesara nada y me ayudo a pasar al otro lado, al lado seguro.
En cuanto pise tierra firme me abracé al hombre que me había salvado, ni siquiera le había visto todavía, pero le estaba más que agradecida. Me quedé un largo rato abrazada a él hasta que mi mente se despejo del miedo y comprendí que lo que estaba haciendo era una estupidez. Abrazarse a un desconocido.
Pero se estaba bien ahí, él me abrazaba también con mucha ternura, me acariciaba la espalda intentando consolarme solo que en sus brazos ya no tenía miedo. Pero lo mejor era su olor, olía a jazmín, frutos rojos, moras y eucalipto. ¿Cómo podía alguien oler así?
- ¿Ya estás mejor? – dijo la voz de Matt que retumbo en su pecho ya que yo tenía la oreja pegada a él.
Me separé de un salto y eso me provocó un enorme dolor. Le miré a la cara y el también parecía dolido, sus brazos seguían levantados como añorando lo que una vez tuvo entre ellos. Los fue bajando poco a poco y su cara también se fue serenando.
- ¿A caso no sabías que era yo quien te había salvado cuando te has tirado a mis brazos? – dijo con esa mirada de burla, otra vez.
- Claro, ¿Quién iba a ser si no? Al fin y al cabo, eres mí
- No lo digas. Estoy harto de que me llames así. – hizo una pausa en la que yo me le quedé mirando con algo de desconcierto. – Al menos me habré ganado un gracias.
- Gracias por haberme seguido hasta aquí para luego poder salvarme la vida. – use todo el sarcasmo que pude en cada palabra.
Pero el pareció convencido, me sonrió y mi corazón dio un vuelco. Se sentó donde antes había estado yo y me indicó que me sentara a su lado.
- ¿Qué hacías aquí?
Me senté donde él me había indicado, quizás demasiado cerca, pero esta vez con el cuerpo apuntando a los arbustos, nada de quedarme colgando otra vez.
- Ver las vistas. – contesté sin más.
- Pero ¿si solo hay desierto? – me miraba con un profundo interés. Como si quisiera saber más cosas de mí.
- Vaya, eres muy buen observador. – le sonreí e intenté poner la misma cara de burla que él me ofrecía a mí.
Pero pronto desistí, él me miraba con curiosidad. Con sus dedos me toco la cara y subió hasta mis ojos. Le hubiese parado de un manotazo si pudiese moverme, pero estaba paralizada, el corazón se me salía del pecho y solo tenía ganas de besarle.
Seguía habiendo esa sensación. Es como si fuese mío de alguna manera, como si supiera que estaba aquí por mí.
- ¿Por qué tus sonrisas nunca llegan a los ojos? – me susurró las palabras y eso me hizo temblar de placer. Me estaba volviendo loca.
Y lo peor es que llevaba razón, sabía perfectamente que mis sonrisas nunca llegaban a los ojos, pero era porque nunca sonreía de verdad. Como esta vez, he intentado sonreír para burlarme de él, pero no porque quisiera hacerlo.
Al final bajo las manos y un pequeño soplo de aire despejo mis ideas. Aunque el dolor de la separación estaba siempre ahí, era mejor, era capaz de pensar con claridad y ahora sería capaz de mandarle bien lejos.
- No vuelvas a tocarme en tu vida. – le repetí las mismas palabras que antes mientras me levantaba y me disponía a irme.
- ¿Por qué esa actitud? ¿No te cansar de ser tan cretina?
- ¿Cretina? – ahora sentía furia pero también un tremendo dolor por sus palabras. – Yo no soy la que aparezco de la nada y se junta con críos de instituto en un parque. Ni la que sigue a la gente hasta sus lugares privados.
- ¿Esto es tu lugar privado? – ahora había curiosidad en su mirada.
- Me gusta estar aquí sola. Pero es obvio que el chico misterioso que se dedica a seguirme como un buen acosador, no me lo va a permitir. – dije la palabra acosador para hacerle daño y él lo vio.
- Te he dicho que dejes de llamarme así.
- Acosador.
Se levantó de un salto y vino con furia en la mirada hasta quedarse parado a tan solo cinco centímetros de mi cara. Yo me asusté y reculé un poco, pero acabé dando con los setos. El interpreto mi movimiento y relajó su mirada de furia para convertirla en una disculpa.
Yo aproveché su vacilación para salir corriendo de allí.
- No espera, quería contarte algo importante. – me dijo, pero yo no iba a quedarme para escucharlo.
Salí corriendo tan rápido como pude. Pero mientras corría comprendía que no era el miedo lo que me hacía comportarme así, si no la pasión que sentía hacia él. Le hubiese besado ahí mismo, mientras él me amenazaba con la mirada.
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Siento a ver tardado tanto en subir este capítulo, he estado algo pachucha...
Espero que os guste y no os olvidéis de votar y sobretodo comentar. BESOS
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