Capítulo 3: El acoso.
ADALIA
Le miré durante un rato sin decirle nada. Esperaba que se presentara, pero no parecía estar dispuesto. Me levanté ya que tampoco parecía dispuesto a sentarse y me incomodaba que estuviera por encima de mí.
Era más alto que yo, pero tampoco mucho más. Era fuerte y se notaba entrenado. Vestía vaqueros con camiseta de manga corta sin estampado y de color azul. Era moreno, tal y como había predicho de la foto de Carla, su pelo le caía por la frente dándole un toque despeinado. Sus ojos eran verdes, casi tan verdes como el mismo césped que pisaba y su mirada reflejaba algo que no supe interpretar.
Seguía sin decir ni una palabra, y por primera vez en dos años, a mi no se me ocurría ninguna grosería que decirle. Porque no me parecía una buena actitud quedándose ahí parado y sin decir ni una palabra, ¿qué pretendía? ¿qué iniciara yo la conversación? Y entonces se me ocurrió que decir.
- Si piensas quedarte ahí parado toda la tarde avísame, para poder seguir con lo mío. – le dije fulminándole con la mirada, solo que por alguna razón no me resultaba tan fácil como cuando se lo hacía a otras personas.
Me devolvió la mirada, solo que en la suya había curiosidad y burla. Se burlaba de mí.
- He quedado aquí con alguien, guapa. – me dijo con chulería en la voz. Eso me molestó.
- Y a mí que. Seguro que es capaz de encontrarte dos metros más allá. – le dije señalando un punto detrás suya.
Dio dos largas zancadas hacía atrás y siguió mirándome desde su nueva posición, ¿pero qué le pasaba a este tío?
Puse los ojos en blanco e hice un gesto negativo con la cabeza, pero no iba a seguir perdiendo el tiempo con él. Me volví a poner los cascos, esta vez a un volumen menos apropiado y seguí estudiando, pero en vez de tumbarme, me quedé sentada con el cuaderno en el suelo.
No era capaz de concentrarme en nada, había leído el mismo párrafo seis veces y todo porque notaba su mirada en mi espalda y me estaba poniendo nerviosa. Al final, guardé los apuntes en mi bolso y me quedé tumbada boca arriba mirando a los árboles.
No sé cuánto tiempo pasó, pero por segunda vez en el día de hoy, alguien me dio una patada en el pie, aunque esta vez fue más floja que el anterior.
Abrí los ojos y cuatro personas me miraban desde arriba. Estaba Carla y el chico nuevo, que miraba a Paul de una manera amenazante, no entendí el motivo. Y también estaba Claris, que habría venido con Paul.
- ¿Qué os pasa? – dije sin ni siquiera incorporarme. - ¿A caso necesitáis mi permiso para sentaros?
- Quería presentarte a Matt. – me dijo Carla con esa voz tan dulce y a la vez tan solitaria.
No me gustaba esa actitud que tenía, siempre con aspecto de solitaria y escondida detrás de su cámara. Pero tampoco podía culparla. Hacía cosa de dos años había perdido a su hermano mayor a causa de esa estúpida guerra, y dado que su padre se largó de casa cuando tan solo tenía tres años, ahora vivía sola con su madre , la cual bebía más de lo recomendado. Todo un panorama de familia.
- Ya, el mirón supongo. – dije mientras le hacia un gesto con la cabeza al tal Matt.
- Ella es Ada. – dijo Carla haciendo un gesto con la cabeza en señal de disculpa por mi comportamiento.
- Tienes nombre de ser fantástico, muy apropiado. – me dijo mientras volvía a poner esa sonrisa de burla.
- Mi nombre es Adalia, no Ada. – me ponía enferma esa sonrisa.
Pero a la vez mi corazón se aceleraba cada vez que me miraba. “Es solo un chico guapo – me dije. – Nada más.” Y volví a ponerme los cascos. Paul me miró con una sonrisa en la cara y Claris, como siempre, no dejaba de mirar a Paul. Pobre chica, estaba claro que le gustaba pero él pasaba de ella.
MATT
Carla había extendido una manta y me había pedido que me sentara con ella, pero yo estaba absorto mirando a Adalia, apenas era consciente que me estaba contando algo sobre un examen o algo así.
- ¿Matt…? ¿Has oído algo de lo que te he dicho? – me dijo Carla algo avergonzada.
- Sí, el examen.
- Eso fue hace cinco minutos, te estaba hablando de la fiesta sorpresa de Ada. – volvió a decir su nombre mal, pero consiguió mi atención.
- Si es sorpresa, ¿no deberíais hablarlo cuando ella no esté?
- Ella ni se entera. No sé cómo no se queda sorda. – dijo el gótico que me acababan de presentar como Paul.
Volví a mirar a Adalia, seguía tumbada boca arriba y con los ojos cerrados, cualquiera pensaría que estaba dormida.
- ¿Es siempre así? – pregunté a Carla.
- Sí. Siempre va a su bola y apenas se relaciona. – hizo un movimiento con los hombros en señal de que no le importaba, pero sus ojos decían otra cosa. La admiraba.
De repente caí en algo.
- ¿Has dicho fiesta? ¿por qué la dais una fiesta? – pregunté con demasiado interés para tratarse de personas que acaba de conocer.
Todos se dieron cuenta de mi extraño comportamiento, pero Carla, como siempre, estaba dispuesta a contestar a cualquier cosa que yo la dijera.
- El sábado es su cumpleaños, cumple dieciocho.
Dieciocho, ese cumpleaños le cambiara la vida por completo y ni siquiera parecía lista para ello. Era obvio que es una chica fuerte, pero no sé si está preparada para lo que le viene encima. Sea o no un elemento, lo que está claro es que es una bruja.
Abrió los ojos y me volvió a pillar mirándola. Su primera reacción fue la de sorpresa, pero en seguida la compuso por su típica mueca de odio y furia.
- En serio, ¿eres un acosador? – me dijo sin quitarse los cascos.
Todo en ella me parecía gracioso, su actitud, su postura e incluso sus ojos cobrizos ofreciéndote una mirada envenenada.
Empecé a mover los labios como si estuviera diciendo algo, sabía que aunque la contestara en voz alta no me oiría por culpa de los cascos, así que decidí tomarla el pelo.
Ella se quitó los cascos rápidamente, como si se acabara de dar cuenta que los llevaba puestos. Me reí y tras mi risa se unieron la del resto.
Los fulminó a todos con la mirada y estos se callaron de repente. Pero yo estaba lejos de sentirme intimidado por esta belleza enfadada.
- ¿De qué te ríes tanto, acosador? ¿A caso te parezco graciosa? – me dijo con veneno en sus palabras mientras se incorporaba y se sentaba mirándome detenidamente.
- Mmmm…. Te enterarías si te acosara, guapa. Y sí, me pareces muy graciosa. – la dije ofreciéndole la mejor de mis sonrisas irónicas.
- Y tú te enterarías si intentaras acosarme. – me amenazó.
Durante varios minutos nos quedamos mirándonos detenidamente y haciendo un pulso de miradas envenenadas. Todo alrededor de ella brillaba para mis ojos de brujo, era como si tuviera un aura de color naranja, lo que me daba que pensar en el elemento del fuego. Pero al final Carla nos interrumpió.
- Venga dejarlo ya.
Adalia la miró y sus ojos cambiaron rápidamente aunque de forma muy sutil, la miraba con algo de pena y disculpa, pero era demasiado sutil para que pudieran notarlo. Carla se tensó y Paul llamó la atención de Adalia.
- Oye pecas, he oído que te pusiste celosa cuando la barbie besó al príncipe en tus narices.
No entendí ni una palabra de lo que dijo el tal Paul, pero Adalia si que pareció entenderlo ya que una extraña furia divertida le cruzó el rostro y le contesto:
- Sigues con eso chucho. ¿Por qué no te vas a buscar un hueso para entretenerte?
Ambos se quedaron mirándose con una media sonrisa en la cara. Era como un juego entre ellos, un juego algo peligroso pero que parecía gustarle a Adalia.
ADALIA
Por fin Paul había conseguido entretenerme, estaba a punto de levantarme e irme para evitar pegar al chico nuevo. El cual seguía sin quitarme los ojos de encima y por algún extraño motivo, cada vez me gustaba más que lo hiciera. Tendría que cortar esto, no podía permitirme estos sentimientos que ya creía olvidados.
- Dinos Matt, ¿qué te trae por aquí? – le preguntó Claris que por primera vez en toda la tarde había quitado los ojos de Paul.
- Dice que viene buscando a alguien – contesto Carla por él.
- Y creo que he encontrado a quien busco. – dijo mirándome de reojo.
Pues si ese alguien era yo, lo llevaba claro.
- Y ¿ahora te irás? – preguntó con excesiva preocupación Carla.
Eso me molestó más de lo que debería. Fue una sensación rara en el estomago, como si acabaran de darme una patada.
- No, aun no le he dicho nada. Solo la he encontrado. – ahora daba más información, venía buscando a una mujer. La sensación de patada en el estomago volvió.
- ¿Una mujer? ¿tú novia? – dijo Carla con voz celosa.
Y al parecer no era la única, Claris también parecía más interesada. Y mi sensación de estomago seguía ahí, ofreciéndome pequeños espasmos cada vez que él hacía o decía algo. ¿Estaría yo celosa también? Sería penoso y estúpido por mi parte, apenas le conozco y es obvio que está aquí por algo.
- No, es como…mi aprendiz – dijo al final tras un momento de dudas.
- A sí ¿y qué enseñas? – le pregunté con una mirada de burla en la cara.
Tenía pinta de todo menos de profesor, me reí por dentro y él me sonrió en respuesta, como si supiese algo que yo no. Pero no contestó, se levantó del suelo y dijo:
- Debo irme.
- No, - dijo Carla y de repente se dio cuenta de lo estúpido que sonó. - ¿Por qué?
- Tengo cosas que hacer.
- ¿Te veremos aquí mañana? – le preguntó y por primera vez en mucho tiempo, me interesé realmente por la respuesta que pudiera dar.
- Claro. A la misma hora. – Eso último lo dijo mirándome a mí, como si me dijese que se iba a volver a adelantar para verme a solas.
Por un momento sentí como mi cara se calentaba, pero aquí siempre hacía calor. Le vi marchar y no aparté los ojos de él hasta que desapareció de mi vista.
- ¿Qué es lo que te pasa? – me dijo Carla algo indignada.
- Podrías explicarte mejor, porque me pasan muchas cosas.
- ¿Se puede saber que te ha hecho para que le hayas tratado así? – eso me sorprendió, ¿acaso le había tratado de forma diferente al resto?
No contesté a la pregunta, simplemente me levanté y dije:
- Yo también me voy, a ver si consigo estudiar algo. – y sin decir nada más me largué.
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