Capítulo 28: ¿Cuándo llegamos?
MATT
Era como una de mis pesadillas haciéndose realidad, ella le estaba matando pero encontró fuerzas suficientes para clavarle un cuchillo en todo el costado. Aun así Adalia no pareció notarlo.
Nerón la soltó tambaleándose y cayéndose hacia atrás, salimos corriendo hacia ellos y cuando llegamos Adalia ya no tenía fuerzas suficientes para seguir. Derek acabó con la vida de Nerón y yo no paraba de mirar el cuchillo que le salía del costado.
Ella me miró y se quedó algo extrañada en la forma que yo debía de mirarla, luego miró a donde estuviera Kai y le dijo:
- Te veré en unas horas. – su voz era débil. – Estoy muy cansada.
Se quedó unos segundos pensativa y con el ceño fruncido pero algo la sobresaltó y lo que dijo ahora lo dijo muy deprisa.
- Kai dice que tendrá la enfermería lista para nosotros, pero no entiendo porque lo ha dicho. – nos miró a Derek y a mí buscando algún tipo de explicación.
¿Cómo era posible que no se hubiese enterado de que la había clavado un cuchillo en el costado?
- Cariño, te ha apuñalado. – le dije todo lo dulcemente que pude, no quería que se alarmara.
Pero ahora era yo el que me alarmaba, sus ojos empezaron a cerrarse y su cuerpo empezó a quedarse sin vida.
- Adalia, Adalia quédate conmigo. – la rogué.
Pero parecía que su conciencia iba y venía. En los momentos en los que tenía los ojos abiertos siempre me estaba sonriendo, parecía infundirme alguna clase de valor, como preparándome para algo, pero yo no quería que me preparase para nada.
- Derek, ¿Cuánto tardaríamos en llegar a la comunidad? – mi tono sonó desesperado
- Algo más de medio día, estamos a unos mil cuatrocientos kilómetros. – me contestó él haciendo rápidos cálculos mentales. – Si no paramos y si incumplimos algunas normas de tráfico, creo que lo conseguiríamos en unas catorce horas.
- No, hay que llevarla a un hospital. – dijo Paul alterado.
- ¿Un hospital? – deje a Adalia apoyada en el suelo y fui a por él, la rabia que sentía hacia este simple humano superaba todas las barreras. – Y dime listillo, ¿Cómo explicarías una herida punzante por arma blanca? Llamarían a sus padres que están de camino a Hawaii y nos acabarían encontrando ahí.
Mientras le decía todo esto me iba acercando más a él hasta que noté una mano en mi hombro que me frenaba, era Derek.
- Suéltame, ha sido todo culpa suya. Si no llega a seguirnos estaríamos de camino a la comunidad y Shina estaría viva y Adalia no estaría así. – mi voz se iba alterando y la rabia iba en aumento.
- Eso no ayuda Matt y lo sabes. – me dijo obligándome a mirarle a los ojos y así dejar de mirar al foco de mi odio. – Tenemos que ponernos en marcha cuanto antes, el chico agua avisara a la comunidad y nos estarán esperando con todo el equipo.
Volví donde estaba Adalia y la levanté en brazos, parecía que dormía pero su respiración era algo lenta. Llegamos al coche y Derek me abrió la puerta, la tumbe de tal manera que la parte de la herida quedara sobre el respaldo del asiento, cogí una manta del maletero y la use para taponar la herida.
- Necesitaríamos agua y comida. – dije, ella necesitaría ir recuperando todas las fuerzas posibles en los momentos en los que esté consciente.
- Agua, tengo una garrafa que sobró de los entrenamientos. – dijo Derek mientras pasaba la garrafa del maletero al asiento de atrás del coche.
- El coche de Erik está lleno de barritas energéticas para los entrenamientos. – dijo Paul y le miré con ansias
Él interpretó bien mi mirada porque salió corriendo al coche de Erik y regreso con una mochila llena de comida y con otra mochila en la que no sabía que había, pero me daba igual.
Derek se subió en el asiento del conductor y yo me puse en el asiento de atrás haciendo de almohada de Adalia mientras presionaba la manta para taponar todo lo posible la herida. Pero cuando Derek arrancó el motor Paul se sentó en el asiento del copiloto y cerró la puerta.
- ¿Qué haces? – le preguntó Derek.
Yo sabía lo que hacía, no la dejaría marchar, no si antes no se lo explicábamos todo y ahora mismo no había tiempo para nada de eso.
- Derek déjale, ya le mandaremos en un avión de vuelta. Ahora tenemos prisa.
Derek se puso en marcha y se paró de golpe justo a los pies de la carretera.
- Derek ¿qué haces?
- No tardo nada, no puedo dejarla aquí.
Y salió corriendo del coche, no sabía qué era lo que se proponía hasta que no abrió el maletero y metió algo pesado en él. Había cogido el cuerpo de Shina para llevárnoslo.
- Ella se merece un entierro digno. – dijo subiéndose al coche de nuevo y esta vez sí, poniendo rumbo hacia nuestra casa.
- Lo único que espero es que no nos pare nadie. – dijo Paul casi en susurros. – A ver como explicamos que llevamos a un muerto en el maletero y a una herida por arma blanca desangrándose en el asiento de atrás.
¿Eso había sido humor negro? Asombroso. Aunque llevaba razón, si nos paraban íbamos a tener graves problemas y no solo por lo que verían, sino por lo que nosotros tendríamos que hacer después.
Varios kilómetros después Derek usó el manos libres del coche para llamar a nuestro teléfono de emergencia, era una organización que se encargaba de “limpiar” los desastres ocasionados por este tipo de enfrentamientos. Paul les dio la matrícula del coche de Erik y su dirección para que fueran a entregárselo ahí. Así no denunciaría el robo de su coche.
Paul mandó un mensaje a su madre para decirle que se quedaba a dormir en casa de un amigo, aunque eso solo valdría por el momento, mañana deberíamos pensar en otra cosa para explicar su desaparición.
- Tranquilo, mi madre nunca ha sido muy protectora y mi padre hace tiempo que se fue. – me dijo como si me importara su situación familiar.
Ahora mismo solo me importaba la chica que tenía entre mis brazos, la que de vez en cuando susurraba mi nombre y me sonreía. Y por primera vez desde que la conozco, su sonrisa me molestaba, era como si con ella se estuviera rindiendo y eso no podía permitírselo. En una de sus conciencias largas hablamos sobre eso.
- Matt, si falto tendrás que decirles a mis padres que les quiero. – dijo con apenas un susurro. – Debes decirle que siento mucho como me comporté con ellos en estos dos últimos años.
- No, no lo haré. – dije de manera rotunda. – Si tu mueres yo iré detrás, ¿lo entiendes? Así que si no quieres que muera debes aguantar unas horas.
De todas formas, si ella moría sería su padre el que me matase sin necesidad de yo hacer nada. Y esa idea me recomía por dentro, la idea de faltar a su promesa de protegerla con mi vida, de decepcionar a todos los que confiaron en mí para esta misión. Pero sobretodo la idea de vivir sin ella, esa idea se hacía tan insoportable que con cada gesto de dolor suyo, mi corazón me pinchaba provocándome un dolor agudo.
El viaje se estaba haciendo pesado, la parte de la noche había pasado deprisa, en parte porque no podía ver la distancia que recorríamos por culpa de los cristales tintados y de la oscuridad de la noche. Pero el día estaba siendo insoportable, a pesar de que íbamos entre ciento ochenta y doscientos kilómetros por hora, parecíamos ir mucho más lentos.
Derek había calculado que llegaríamos sobre las cinco de la tarde si todo salía como hasta ahora, aunque el parecía estar perdiendo facultades y eso se notaba en la velocidad y en la manera de conducir. Y no era de extrañar, en el plan original era Shina la que había descansado para conducir y aun así ella no si iba hacer todo el viaje de golpe. Así que propuse cambiar durante unas horas.
- Estoy bien. – dijo Derek cuando se lo propuse.
- De nada nos sirve que reduzcas la velocidad porque tus capacidades no son las que eran ni que nos estrellemos contra algo. – le dije de manera rotunda. – Conduciré yo durante unas horas y Paul taponará la herida de Adalia y la mantendrá consciente todo lo que pueda. Mientras tú dormirás un rato.
Al final accedió y nos cambiamos. El conducir me sentaba bien, al menos era hacer algo. Superé la velocidad de Derek y reduje unos minutos el tiempo estimado de llegada. De vez en cuando oía como Paul hablaba con Adalia y como a esta le fallaba cada vez más la voz, eso me hacía ir más deprisa.
Estuve conduciendo unas cuatro horas a una media de doscientos diez kilómetros por hora cuando decidimos cambiarnos de nuevo. A Adalia le había dolido mucho el cambio la última vez así que decidí que lo mejor era que Paul siguiera con ella y yo sentarme en el asiento del copiloto.
Llevábamos una media hora desde el nuevo cambio cuando Paul dijo con voz alarmada.
- ¿Queda mucho para llegar?
- Unas dos horas. – contestó automáticamente Derek. - ¿Por qué?
- Le está subiendo la fiebre. – seguía usando su voz alarmado.
Me incorporé en el asiento para llegar a tocarla la frente, estaba ardiendo. Cogí la garrafa de agua y me quité la camiseta para empaparla con el agua. Una vez tuve la camiseta empapada Paul se la colocó en la frente.
Me volví a colocar en mi asiento preparándome para las dos horas más largas de toda mi vida.
- Deberíamos bajar las ventanillas, ya estamos en Montana, aquí la temperatura es fresca. – dijo Derek mientras bajaba la ventanilla. Acabábamos de entrar en el estado de Montana y aunque nosotros íbamos casi a la frontera con Canadá y Dakota del norte, aquí hacía menos temperatura que en Arizona – Así le bajará la fiebre.
Yo hice lo mismo y dado que iba sin camiseta en seguida noté el frío y a la hora mis dientes castañeaban. Pero no me importaba, ¿qué era un resfriado comparado con hacer lo posible por salvarla?
ADALIA
Notaba algo húmedo en mi frente, hacía tanto frio que estaba tiritando. Algo me impedía abrir los ojos y ni siquiera era consciente de en qué postura estaba mi cuerpo.
Hacía rato que había dejado de dolerme la herida y no sabía si eso era algo bueno o malo. Mi consciencia estaba empeorando, notaba como mi mente se apagaba poco a poco. Ahora no notaba ni siquiera el frío aunque si notaba mi cuerpo temblar.
- No, Adalia por favor. Quédate con migo. – oía la voz más maravillosa del mundo. – Paul sujétala bien tengo que sujetarle la lengua para que no se la trague.
Eso me pareció raro, pero dejó de importarme cuando sentí un fuerte dolor en el pecho. Era como si me acabaran de clavar miles de agujas en el corazón. El dolor era tan insoportable y la sensación de que algo tiraba de mí hacia abajo era aun peor.
Intenté agarrarme con fuerza pero lo que tiraba de mí era mucho más fuerte que yo. Estaba débil. ¿Sería este mi final? No tengo miedo, solo que desearía haberme despedido.
Una última puñalada en mi corazón y un último tirón fueron los que me sacaron de donde sea que estuviera. Estaba muerta.
“Ya no tenía frío, no aquí. Y era muy extraño ya que estaba en la misma pradera donde me junté por primera vez con mis tres hermanos de magia. El cielo estaba nublado y el sol estaba cayendo, pero aun así, no tenía frío. La temperatura era perfecta.
Me miré el costado y la herida había desaparecido, ahora nada tiraba de mí y gracias a Dios me habían quitado las agujas de mi corazón. De la felicidad que sentí al verme despojada de tanto dolor me tiré al suelo y me quedé contemplando la gran masa de nubes grises del cielo.
- No deberías estar aquí. – me dijo una voz que conocía muy bien.
- Shina, o Shina cuanto lo siento. – dije mientras me levantaba y la abrazaba.
- ¿Sentir? ¿El que sientes? – me dijo mientras me devolvía el abrazo.
- Todo. Siento no haber sido más agradable contigo, siento haberte empujado antes en la pradera y siento que hayas tenido que morir por mi culpa. – dije con lágrimas en los ojos.
- ¿Por tú culpa? No fue culpa tuya, sino del sombra que me apuñalo. – me apartó suavemente y me limpio las lágrimas de la cara. – Lo hiciste muy bien antes, te entrenamos bien.
Las lágrimas no paraban de caer de forma descontrolada por mi rostro y el que Shina me hablara con orgullo en su voz no me ayudaba a sentirme mejor. Pero el verla solo implicaba una cosa, estaba muerta, muerta de verdad.
- ¿Estoy muerta? – dije en un susurro
- Aun no. Pero debes volver o tu cuerpo no aguantará tanto tiempo sin oxigeno. – me dijo mientras me cogía de la mano y me llevaba hacia una pequeña charca que había a varios metros de donde estábamos. – Mira.
Hice lo que me pidió, la charca se había convertido en una pantalla de televisión solo que no ponían programas basura ni nada de eso, en esta televisión veías lo que pasaba en la vida y ahora mismo me estaba viendo a mi misma en el interior de un coche.
No tenía buena pinta, mis ojos estaban vueltos hacia atrás y mi cuerpo estaba flácido y sin vida. Pero lo peor de la imagen no era verme a mí muerta en el asiento de atrás de un coche, lo peor era ver a Matt realizándome un masaje cardiaco a la desesperada y con la cara cubierta de lágrimas. La simple imagen de Matt me provocó más dolor que las agujas de mi corazón.
- Debo volver.
- Sí, debes hacerlo.
- Pero ¿cómo? No sé cómo hacerlo, ni siquiera sé como llegué aquí. – mi dolor iba en aumento cuando veía que Matt no se rendía y que cuanto más tiempo pasaba él lo hacía con más fuerza.
- Salta. – me dijo Shina mientras me indicaba la charca.
- ¿Saltar? ¿Y ya está? – era algo desconcertante pero estaba dispuesta a hacerlo.
- Sí. – simplemente dijo eso y yo ya estaba lista para saltar cuando me dijo. – Dale las gracias a Derek por recoger mi cuerpo, dile que le estaré eternamente agradecida.
La abracé todo lo fuerte que pude y ella me deseo buena suerte. Y sin demorarlo más salté a la charca sin ningún miedo a lo que fuera a pasar.”
- Adalia, vuelve conmigo Adalia. No me dejes aquí por favor. – oía la voz de Matt y mi estomago se contrajo al ver el horror de su tono. – Ya estamos cerca, tienes que despertar.
Mis ojos parecían pegados y mis labios incapaces de moverse, pero yo era más fuerte que todo esto, yo podía conseguirlo, había regresado del más allá y no me iba a quedar aquí sin decir nada.
- Matt. – conseguí decir entre susurros.
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Sé que he tardado algo más de lo que dije, pero he tenido unos cuantos problemillas...
Aun así, espero que no me odieis mucho y que os guste tanto como a mí. bss
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