Capítulo 2: ¿Quién es ella?

MATT

Es horroroso el calor que hace en este pueblo, pero es indudable, la magia está aquí, puedo sentirla. Hacía mucho que esperaba sentir esto, y dicen que ya se acerca el día de que los poderes se activen. ¿Habrá algún poder aquí? Solo espero que sí, porque no podré arreglar lo que hice si no entrego a uno de los cuatro elementos.

Antes era un luchador de la luz, pero en una batalla contra unos sombras, desobedecí la orden de un superior para matar a una sombra. Yo lo conseguí, pero por mi culpa, un luchador de nuestro bando, resulto herido de gravedad. Desde entonces, me mandaron a esta misión sin sentido de encontrar a uno de los cuatro elementos. Diciéndome algo así como: así no podrás hacer daño a nadie y servirás para un fin en tu comunidad. ¿Cómo si esto sirviera para algo?

Había dado toda mi vida a ser un luchador, desde los quince había sido entrenado y preparado para la batalla y ahora mírame, de búsqueda en encontrar algo en lo que ni siquiera creo.

Era domingo y me encontraba en Greenville, cualquiera con diecisiete años se encontraría aquí, en el único parque de la ciudad. Era un parque hermoso y bastante verde, para estar en Arizona, se notaba que lo cuidaban. Todo el parque olía a césped recién cortado y a calor, nunca antes había olido el calor hasta que entré en el estado de Arizona. El calor impregnado en el aire daba un olor cálido que no sabría definir.

Anduve por todo el parque durante horas, mirando e intentando sentir a todos los adolescentes del parque, pero ninguno era el que buscaba. Pero estaba aquí, no había dudas.

Algunos tenían fragancia de magia. Cuando un brujo está cerca de un humano durante mucho tiempo, al humano se le pega parte de la fragancia del brujo y eso es lo que nosotros notamos, la fragancia.

Al cabo de tres horas encontré una fragancia que destacaba más que las otras. Era una chica morena, tenía una cámara en la mano y me miraba. Me acerque a ella muy despacio, no estaba seguro, la fragancia era muy fuerte, pero no me daba la sensación de que fuese ella.

- Hola. – me dijo la chica cuando estaba a cuatro metros de ella. - ¿Puedo hacerte una foto?

- Claro. – no sabía que contestar, me hubiese negado, pero no encontré un buen motivo para hacerlo.

La chica se acercó más a mí mientras configuraba la cámara en algún modo que le gustase, casi podía imaginarme la típica foto en blanco y negro. Una vez la configuró a su gusto me fotografió como unas cinco veces. Luego volvió a configurarla y me hizo otras dos.

- Has dicho una. – dije algo incomodo.

Ella se sonrojó y dejo de fotografiar. No me gustaban las típicas chicas dulces y con pinta de solitarias, pero si era un elemento, no tenía que porque gustarme, la llevaría donde hiciese falta.

- ¿Eres nuevo en el pueblo? – me preguntó aun avergonzada.

- Estoy de paso. Vengo buscando a alguien.

- ¿A quién? Quizás pueda ayudarte. – dijo demasiado sonriente.

Estaba claro, si ella era un elemento, no me gustaba.

- Todavía no lo sé.

Ella quedó extrañada ante mi corta y extraña respuesta pero decidió no darle importancia.

- Mi nombre es Carla.

- Matthew, pero todos me llaman Matt. – le dije extendiendo la mano para saludarla. Quizás con el tacto sepa si es ella.

Ella me devolvió el saludo más que encantada, seguro que por dentro estaba con el corazón a mil. Pero no noté nada, nada que no hubiese notado ya. La fragancia seguía ahí, pero con la misma intensidad. Tendría que asegurarme antes de hacer nada.

Ella me ofreció sentarme en su manta y acepté. Parecía tan sorprendida por todo lo que hacía y decía que en el fondo me hacía gracia. Pero no podía juzgarla, un chico nuevo se te acerca, se sienta contigo y te da conversación. Es para sorprenderse.

Se tiró buena parte de la tarde hablando del instituto y de la semana que le quedaba por delante, toda repleta de exámenes. Parecía preocupada pero el hecho es que estaba en el parque hablando con desconocidos, en vez de estudiar.

Me hablo sobre sus amigos y sobre su gusto sobre la fotografía. Llevaba un cuaderno con fotos que había hecho ella misma y me dejó ojearlo, era bastante buena. Si no fuera tan habladora y con esa pinta de solitaria, hasta podría considerarla que no estaba mal.

Al fin se hizo de noche y ella con cara de pena se despidió.

- Mañana estaremos aquí por la tarde, vendrás mis amigos. Podrías venir. – dijo eso último mirando al suelo.

Sus amigos, quizás alguno sea el elemento.

- Claro, ¿a qué hora? - ella pareció más que feliz. Penoso.

- Estaremos sobre las seis.

- Aquí estaré.

Si lo de antes me parecía penoso, esto mucho más. Tenía una sonrisa que mostraba esperanza. Y al fin, se largó. La seguí sin que me viera hasta que llegó a su casa, quizás tuviese una hermana o hermano de la misma edad.

Pero allí solo estaba su madre, ni rastro del padre ni de ningún hermano. Una bandera de los estados unidos a media asta indicaba que en esa casa habían sufrido una baja a causa de la guerra. Eso me hizo sentir algo de pena por Carla y por mi manera de comportarme.

Pero no podía encariñarme con nadie y mucho menos con una chica a la que no volveré a ver en mi vida. Tenía que idear un plan y sobre todo, tenía que darme una ducha, tanto calor me había hecho sudar demasiado.

Fui al único motel que había, ya me había registrado esta mañana así que fui directamente a la habitación. Encendí el aire acondicionado y me dí una larga ducha de agua fría.

Pedí que me trajeran la cena, un servicio extraño para ser un motel, pero estaba dentro de las cosas que tenías y yo lo aproveché. Un plato de carne con patatas, era de un precio excesivo, pero pagaba la comunidad de brujos.

Después de una buena cena, tenía que idear un plan para mañana. Era obvio que había algo aquí, algo poderoso que dejaba la fragancia más fuerte que yo haya visto. No sé si era un elemento o qué, pero tenía que descubrirlo. Si no era un elemento, era el brujo más poderoso con el que me he encontrado.

Me levanté tarde, ya no llegaría a las primeras horas, mierda.

Me vestí y salí corriendo de la habitación. Ni siquiera sabía donde quedaba el instituto. Pregunté a unas viejecitas que había en la calle, las típicas que se sacaban las sillas de casa y se sentaban en la acera para cotillear a todo el que pasara, seguro que yo les daría que hablar.

- Hay hijo, pareces muy mayor para ir al instituto. – me dijo la que tenía más pinta de cotilla.

- No voy a estudiar ahí, necesito buscar a un…profesor. – iba a decir alumno, pero eso traería más preguntas.

- ¿Estas buscando a George verdad, el de educación física? Tienes pinta de ser amigo suyo.

- Sí, a George. Podrían indicarme, tengo prisa. – dios, no podía a ver elegido a otras personas, no.

- Todos los jóvenes de hoy en día tienen prisa, Sofy. – le dijo una a otra. – El instituto está al final de esta calle y luego a la derecha, no tiene perdida, es un edificio grande.

- Gracias. – y huí de ahí.

Oí como las viejas me criticaban por detrás, pero ni siquiera me paré a escuchar lo que decían, ya llegaba tarde.

Fui corriendo la última parte del camino, la señora tenía razón, no tenía perdida. Había llegado a la hora del almuerzo, muchos alumnos estaban en las explanadas de alrededor almorzando o jugando con alguna pelota o cosas por el estilo.

Miré todas las caras en busca de esa cara solitaria, pero algo me llamó la atención. Una chica pelirroja salía con un sándwich en la mano y un zumo en la otra. Parecía enfadada. Iba acompañada de un chico que parecía salido de una película de terror.

Mientras andaba me iba fijando en el comportamiento del resto de los alumnos, todos la miraban pero intentando no mirarla a los ojos, como si la temieran. Lo mismo hacían con el chico, pero ella era a la que más temían.

La pelirroja se acercó, sin darse cuenta, a un grupo de chicos que parecían más pequeños que ellos y estos se aparataron tan rápido que resultó hasta cómico, ella ni lo notó.

Pero no era solo su actitud lo que me llamó la atención. Ella era la bruja, su fragancia llegaba hasta donde yo me encontraba. Y era la chica más guapa y sexy que jamás haya visto. Su actitud, sus miradas de odio hacia los demás, que a la vez mostraban amor, su pelo, sus pecas, su figura delgada y bien formada. Desde mi posición se la veía alta, era más alta que el chico gótico que la acompañaba.

De repente me dí cuenta de una cosa, si ella era el elemento, esto iba a ser más difícil de lo que pensaba. Tenía que dejar de verla de esa manera, era un luchador y a partir de este momento, era también su protector.

Pero la curiosidad me mataba. Me senté en el suelo e hice lo único que podía hacer, un hechizo. Los hechizos consistían básicamente en entrar en contacto con la naturaleza y concentrarse en lo que quieres. Cuesta mucho trabajo conseguir un control total de la naturaleza, a veces, la magia de la naturaleza no te permite concluir tus hechizos y tienes que estar “obligándola.”

Pero no tuve problemas. Me cerciore de que nadie pudiese verme y con los dedos toqué la tierra y le pedí que me hiciera invisible. En cuestión de segundos, ya era invisible.

Me acerque a la chica y esta estaba embobada mirando un trozo de papel. Era la fotografía de Carla, ella también estaba en el grupo pero apenas la ví. Solo tenía ojos para ella, para la chica pelirroja.

- Eh pecas, no eches las babas en la foto. – le dijo el gótico que le acompañaba antes.

Eso me puso celoso, ella ni siquiera se dio cuenta, pero la mirada que le echó era de posesión y celos por como miraba mi fotografía.

Ella soltó la fotografía con desprecio y se puso los cascos mientras se comía el sándwich. El ruido de su música se oía a varios metros de donde ella estaba. Eso me preocupo ¿y si se quedaba sorda?

El gótico no dejaba de mirarla y de observar todo lo que hacía, pero ella parecía estar en otro mundo. Tenía una mueca de enfado continua y no parecía una de esas chicas a la que te acercarías a pedirla algo. Ella parecía ser capaz de morder.

Todos empezaron a levantarse, el almuerzo había acabado. Pero la chica no se levantaba. El gótico le dio una patada, con sus pesadas botas, en el pie. Casi estuve a punto de pegarle por lo que había hecho, pero ella le miró con todo el odio que tenía y cuando se levantó le dio un puñetazo en todo el brazo, evitándome hacerlo yo mismo. Esta chica era puro fuego.

Fuego, eso es. Es Fuego, tiene que serlo. Nunca he visto un poder igual, y eso que todavía no había sido activado, debía de estar a punto de cumplir dieciocho.

- Encima que te aviso. – se quejó demasiado infantil el gótico.

- Me has hecho daño.

Era la primera vez que había oído su voz y me dejo sin respiración. Era una melodía, a pesar que solo había furia dentro de ella, su voz era como una canción.

Se metieron para dentro y yo ya no tenía nada que hacer en las próximas horas. No me metería en las clases, tenía que ordenar mis ideas. Era obvio que esta chica me gustaba pero eso no podía pasar, yo iba a ser su protector, ¿qué clase de protector sería?

Las siguientes tres horas se me pasaron lentísimas, deseaba que terminara y volver a verla, pero a la vez, me decía a mi mismo que solo quería verla para comprobar que estaba bien. Pero sabía que era una mentira.

Ella salió junto con el gótico, otra vez, y con una chica que era idéntica al gótico. Estaba claro que le gustaba el chico pero este solo tenía ojos para la pelirroja.

Se acercaron a un coche negro, con llantas negras y con capota negra, ya que era descapotable. Era un mini y era de ella.

- ¿Os acerco? – se ofreció la pelirroja.

- ¿Te encuentras bien? – le dijo el gótico mientras le ponía una mano en la frente en señal de broma. No pareció gustarle que la tocara, pero le ofreció una mueca que intentaba parecerse a una risa.

- Perfectamente. Pero si prefieres ir andando con este calor es cosa tuya. – le dijo con esa voz musical.

A la chica gótica no le hizo mucha gracia, pero se subió igualmente. Ahora tenía varias horas libres, iría a comer algo y luego iría al parque ya que Carla me invitó. Estaba nervioso y era estúpido por mi parte.

Fui a una cafetería del centro y me pedí una hamburguesa y un refresco con cafeína. Tendría que ir mejorando mi alimentación algún día de estos. Luego me fui a dar un paseo, tenía que despejarme las ideas, pero solo llegué al motel. El calor era abrasador y más a estas horas. Encendí el aire acondicionado y la televisión para que me entretuviera.

Al final, de puro aburrimiento, salí de la habitación. Llegaría pronto pero es que me estaba muriendo de asco.

Hice el camino todo lo lento que pude y cuando llegué al punto donde me encontré ayer a Carla, sentí no haber llegado antes.

Ella estaba ahí. Con los cascos puestos, esta vez a un volumen de persona. Había extendido una manta en el suelo y estaba boca abajo estudiando.

Estuve parado a su lado un buen rato, ella volvía a parecer estar en un mundo aparte. Pero al final se giró y me miró con cara de sorpresa. Me reconocería de la foto.

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