Capítulo 13: Día de cumpleaños (2º Parte)

ADALIA

El día había empezado raro y seguía igual. No solo mis padres han aceptado a Matt como a uno más de la familia, sino que este parecía estar más atento y cariñoso de lo que lo estuvo ayer. Sin contar el beso, claro.

Pero era verdad, a pesar de que cuando se ha ido a comprar esos estúpidos teléfonos móviles yo había llegado al acuerdo, conmigo misma, de conformarme con tener a Matt a mi lado, era casi imposible recordar ese trato cuando estaba junto a mí. Desde que había vuelto estaba cariñoso, amable y atento. Pensé que me iba a volver loca cuando me ha dado aquel fugaz beso en la cabeza.

Habíamos terminado de comer y todo había sido un éxito. Me encantaba el regalo de mi madre solo porque deseaba que Matt me lo viera puesto. Pero mi padre se había excedido con su regalo, he contado el dinero por encima y había unos mil dólares. Pensaba devolver lo que me sobrara después del viaje.

Ahora estábamos viendo una película de esas que ponen después de comer, típicas comedias románticas y Matt se había quedado dormido a mi lado. Era mucho más que hermoso verle dormir, con sus facciones relajadas, sus ojos cerrados y la boca un poco abierta. Daban ganas de besarlo.

Eran ya las cinco y media y todavía no me había arreglado para mi fiesta no sorpresa de cumpleaños. Todavía no había empezado y ya la odiaba, ¿cómo podía hacerme esto Paul? ¿acaso no me conocía lo suficiente para saber lo poco que me gustan estas cosas? Lo único bueno es que Matt vendrá y que me había prometido hacer desaparecer todas las velas de la tarta. Aunque con la tarta de mi madre había ido todo muy bien, aunque creo que Matt y mi padre habían tenido algo que ver.

Me levanté del sofá intentando no hacer ruido para no despertarle y subí a mi cuarto. No pensaba arreglarme mucho, me puse una falda larga de color gris oscuro con estampados pequeños en negro y una camisa de botones blanca con algo de escote.

Una vez lista, baje al comedor dispuesta para irnos. Matt seguía durmiendo en el sofá, me acerque a él y le susurré al oído.

- Matt despierta, es la hora. – dio un salto del susto y yo me reí de él.

- Siento haberme dormido. – se estiro y se levantó de un salto.

Se le veía relajado y hermoso. Debía estar agotado después de una noche entera subido a un árbol.

- No importa, necesitas estar descansado para lo que te espera ahora. – puso cara de asustado. – La fiesta, ¿recuerdas? Tendrás que estar atento para que no queme a nadie. ¿Qué me pasará cuando den las siete?

- Te saldrá una verruga en la nariz y saldrás volando con una escoba. – puso esa sonrisa que odiaba y yo volví a tirarle un cojín a la cara. – Solo puedo decirte como lo sentí yo cuando me pasó. Sentí como una fuerza se apoderaba de mí e iba ascendiendo de los pies a la cabeza, como si fuese una botella vacía y me estuviera llenando poco a poco.

- No puedo creerme que no te haya preguntado esto antes, pero ¿Cuántos años tienes? – ahora que había mencionado algo de su pasado, me había percatado que a pesar de que se le veía joven y hermoso, no sabía cuántos años tenía.

- Veintitrés. – contestó con una sonrisa en la cara.

Salimos de casa y yo seguía pensando en lo que me había dicho. Me sacaba cinco años, aunque físicamente no me sacaba tanto ya que yo era alta y mis facciones no eran redondas ni dulces, si más bien lo contrario, aunque seguían siendo cinco años. Pero pensándolo bien, ¿qué más da? Él no quiere estar conmigo y yo debo dejar de pensar que algún día me querrá.

Le miré detenidamente y también parecía sumergido en sus pensamientos. Íbamos andando a casa de Carla ya que no vivía demasiado lejos y me asombró que Matt supiera el camino de su casa.

- Quería darte algo. – dijo Matt de repente parándose delante mía y obligándome a parar yo también.

- Como sea un manos libres para este teléfono que me has comprado, te lo puedes quedar. – le dije de broma mientras me tocaba el bolsillo donde estaba el pequeño teléfono gris.

- No. Este es un regalo de verdad. – se metió la mano en el bolsillo y sacó una caja rectangular.

La cogí tímidamente, no me esperaba ningún regalo. Acaricie la caja antes de abrirla para darme tiempo y prepararme para lo que fuera. Pero no había nada que pudiera hacer para prepararme a tal regalo.

Era un colgante con una piedra anaranjada en forma de corazón con un hilo de plata sujetándolo a la cadena. Era tan hermoso y tan perfecto que lo odiaba. Lo odiaba con todas mis fuerzas por amarlo tanto, a él y al colgante.

- ¿No te gusta? – dijo con una cara de tristeza.

- Sí…no. – no sabía muy bien que decirle.

- No te entiendo. – parecía desesperado.

- Me gusta, es hermoso. Pero no lo quiero. – le devolví el colgante que lo cogió a sin apenas saber lo que hacía.

- Pues sigo sin entenderte. Has dicho que te gusta, pues quédatelo. – y volvió a entregármelo.

Ahora veía ese colgante como algo que no me correspondía. Di un paso para atrás para alejarme de él, no podía creerme que me hubiese comprado algo así y lo peor es que estaba esperando para que le explicase mi extraño comportamiento.

- ¿Cómo has podido comprarme algo así? No quiero algo que me recuerde lo que no puedo tener. No quiero que me regales un corazón cuando no puedo tener el tuyo. – eso ultimo provocó una solitaria lágrima que él no me dejo limpiar.

Se había acercado tanto a mí que me había quedado paralizada, con su mano limpió la lágrima de mi mejilla y me puso el colgante en el cuello. En mi fuero interno quería apartarle de un empujón pero no podía. Abrocho el colgante y note su pequeño peso en mi pecho y el frescor de la piedra.

- Tú ya tienes mi corazón. No hay razón para que rechaces mi regalo. – y tras eso me besó.

Si el beso de ayer me pareció maravilloso este lo superaba con creces. Había tal amor en sus labios y en sus caricias que no sabía cómo reaccionar. Más lágrimas salían de mis ojos sin permiso. Matt lo notó y dejo de besarme.

- No… - suspiré negándome a que se apartara otra vez de mí.

- Adalia, estas llorando. – volvió a limpiarme las lágrimas con caricias por mi cara.

- De felicidad. – me acerque para besarle otra vez y casi pude imaginarme que se apartaría y me volvería a rechazar.

Pero no lo hizo, me cogió la cara y la acercó más a él con intensidad. Me sentía exultante, alegre, feliz, con ganas de gritar a los cuatro vientos que me quería y que se había rendido y me había permitido acercarme.

Aparte de la felicidad, una sensación de calidez inundaba mi cuerpo, era como un pequeño fuego interior que me hacía sentirme realmente bien.

No sé cuánto tiempo pudimos estar así, abrazados y besándonos en medio de la calle, pero al final me aparte a regañadientes y él también parecía molesto. Pero mis amigos me habían hecho una fiesta “sorpresa” y me estaban esperando.

- Tenemos una fiesta a la que asistir. – le dije al ver que se volvía acercar para besarme de nuevo.

- Recuérdame porque no puedo secuestrarte ahora mismo y llevarte a mi habitación. – dijo cogiéndome de la cintura y acercándome más a él.

- ¿Quién te dice que me iba a dejar que me secuestres? Me pondría a chillar hasta quedarme sin voz. – le guiñé un ojo y volví a besarle.

Fuimos andando hasta casa de Carla cogidos de la mano y diciendo tonterías con respecto a mi secuestro. Él decía que me llevaría a la habitación en brazos y besándome para que no pudiera chillar y yo le reté a que no podría cogerme, así que me llevó en brazos hasta tres casas antes de la de Carla.

- Bájame anda. Estamos llegando. – me dio un fugaz beso y me soltó. - ¿Cómo sabes donde vive Carla?

- Es que esta chica habla mucho. – se rió de su propio comentario y le sonreí.

- Pero eso es porque le gustas. Normalmente es más callada.

- ¿Le gusto? Mmm…Quizás le diga algo. – uso esa mirada que odio y yo le eché una de mis miradas agresivas, una que solo usaba para asustar a la gente del colegio cuando se atrevían a pasar demasiado cerca de mí.

- Odio esa sonrisa y esa mirada. – le dije para que dejara de ponerla

- Lo sé.

Llegamos a la puerta de Carla y tuve que respirar dos veces antes de llamar.

- Lo harás bien. – me dio Matt para darme ánimos.

- Lo haremos bien. – y llamé al timbre.

Tuve que intentar poner mi cara de sorpresa inesperada para cuando Paul me abrió la puerta y todos empezaron a cantarme el cumpleaños feliz. Fue algo vergonzoso pero estuvieron genial, si Matt no me llega a decir que esto era una encerrona para mi propia fiesta, no me hubiese enterado de nada, lo habían guardado muy en secreto.

- Gracias, ¿cómo has podido hacerme esto? – le dije a Paul dándole un golpe en el hombro al entrar en la casa.

Todo el salón estaba decorado con globos, números dieciocho y un “feliz cumpleaños” en una pared. En el fondo del salón había una mesa repleta de comida y al otro lado una con toda clase de bebidas, desde refrescos a cosas algo más fuertes.

- Si me llegan a decir que pones esa cara, hubiese organizado una fiesta mucho antes, princesa. – me dijo este burlándose de mí.

Aunque Paul me hablaba como siempre, su actitud estaba cambiando. Me miraba demasiado y miraba a Matt con una mirada algo agresiva que me molestaba.

Matt y yo habíamos entrado por separado pero él parecía seguirme con la mirada y yo no podía para de lanzarle miradas y gestos cada vez que pensaba que nadie nos veía.

Todos empezaron a comer y a beber. Al parecer Erik y Taylor se habían encargado de la música, su estilo era demasiado vulgar, demasiada música comercial para mi gusto. Pero a las chicas parecía gustarle y eso me animaba más, si ellas se lo pasaban bien yo también.

- ¿Te has fijado como te mira Matt? – me dijo Jessy que me traía un refresco con cafeína.

Pareció sacar el tema y que las demás vinieran como locas a enterarse de los nuevos cotilleos.

- Yo creo que le gustas. – dijo Kristy. – Podrías pedirle salir.

- O que te acompañe al baile. – me dijo Claris, aunque intuyo que ella me lo decía para que no fuera con Paul.

- Sí, eso, al baile. – dijeron todas a la vez.

Me reí a carcajadas, eran tan simples. Lo que no me esperaba era su reacción, parecían asustadas de verme sonreír, bueno más que asustadas, estaban curiosas por ver algo tan alegre en mí. Pude oír incluso que Erik le decía a Taylor:

- Sí que le ha sentado bien cumplir años. ¿Alguna vez la has visto reír así?

- Ni así, ni de ninguna manera. Yo pensaba que simplemente no tenía sonrisa. – le contestó Taylor y Paul que pasaba por ahí le dio una colleja.

Iba a decirlas que ya no hacía falta tantos juegos de conquista, pero ellas simplemente se pusieron a fantasear con ir al baile con un chico como Matt y yo me lo estaba pasando demasiado bien como para estropearlo.

- ¿Te imaginas la cara de Melissa si entrases en el gimnasio con Matt? – me reí ante tal imagen, seguro que se moría de envidia.

Pero no podía fantasear con eso, a pesar de que le había prometido a mi madre que iría al baile, no sabía si iba a poder cumplir mi promesa, no si al hacerlo pusiera en peligro la vida de mis padres.

Paul se acerco por detrás y me sacó al centro del salón a bailar.

- ¿En serio crees que soy de las que bailo? – era una canción rápida pero se notaba que estaba terminando y cuando lo hizo pasó a una lenta y Paul me cogió de la cintura y me pegó a él.

- Por intentarlo no pasa nada. – hizo una pausa. - ¿Qué hay entre tú y el nuevo?

Parecía que le costaba hablar del tema pero su interés era real. Volví a tener la sensación de que este no era mi amigo de siempre, que me lo habían cambiado.

- ¿Qué más te da, chu…? – intentaba volver a lo de antes, pero hasta esto había cambiado. Ahora que me fijaba bien, el look de Paul había cambiado de forma radical. Ya no iba vestido de negro ni con su collar de perro. Ahora llevaba unos vaqueros azules con una camisa granate, estaba muy atractivo. - ¿Qué te ha pasado?

- He cambiado de look, ¿no te gusta?

- No he dicho eso, ¿le gusta a Claris? – hace tiempo que pensaba que se llamaban para ponerse cierta ropa. Si ella iba de cuero él también, si ella se ponía unas mallas de deporte él también.

- Dice que le gusta. – se puso algo rojo y no entendí porque. – No has contestado a mi pregunta, entre Matt y tú hay algo, ¿verdad?

- Sí. – dije bien alto para que viera que no me avergonzaba.

- Apenas le conoces.

- Me basta con lo que sé. – no tenía ninguna intención de hablar más sobre este tema.

Un reloj empezó a sonar dando lo que parecían ser unas campanadas y solté a Paul de repente. No estaba lista, era demasiado pronto. Tendría que haber mirado la hora para poder salir de la casa a tiempo, pero ya no había tiempo.

Lo que había dicho Matt de la botella llenándose era algo muy light para lo que me estaba pasando. Notaba como una energía subía de mis pies provocándome un malestar y un mareo que apenas me tenía en pie.

Busqué a Matt con la mirada pero algo le pasaban a mis ojos, no podía enfocar nada, solo veía bultos, la habitación iba desapareciendo, las paredes se estaban convirtiendo en árboles y el calor típico de esta parte del país se estaba enfriando y haciéndose húmedo.

No sé cuánto tiempo pasó desde que empezaron los síntomas, pero ahora veía y sentía todo con normalidad. Lo único no normal era el sitio donde me encontraba, era un gran prado verde delimitado por grandes árboles. La temperatura había descendido al menos veinte grados y el cielo estaba tan gris que no dejaba pasar ni un rayo de sol.

Todos mis amigos habían desaparecido, pero de repente empecé a sentir presencias a mí alrededor. Me giré y allí estaban, una chica y dos chicos con la misma cara que debía de estar poniendo yo ahora mismo, puro desconcierto.

Nadie decía nada pero no hacía falta, podía reconocer hasta a que elemento pertenecían. El chico que tenía justo enfrente era agua, un chico con el pelo tan moreno que le salían reflejos azules, con unos ojos de ese mismo azul. Era guapo y alto, muy alto, aunque su pose era de chulo y prepotente.

La chica que tenía a mi derecha era viento, sin duda. Era castaña clara y bajita, con ese aire de solitaria. Sus ojos eran grises y sus facciones eran redondas y dulces.

El chico de mi izquierda era tierra. Era algo más bajito que agua, pero también algo más alto que yo. Era rubio y sus ojos verdes como el mismo césped que pisábamos. Era guapo también pero no tanto como agua, aunque sus poses eran parecidas. Tierra parecía recién salido de un equipo de instituto, llevaba el uniforma de Quarterback.

No sabíamos muy bien que decirnos pero una extraña fuerza nos obligaba a estirar nuestro brazo derecho para acabar uniendo nuestras manos en el centro del círculo. En cuanto nos tocamos, cuatro luces salieron despedidas hacia el cielo y desaparecieron tras las nubes. Mi luz era roja, la de agua era azul, la de tierra era verde y la de viento era gris.

Tras el espectáculo de luces podía sentir una especie de conexión con ellos tres, ahora los miraba con nuevos ojos, ahora parecían mi familia.

Separamos las manos poco a poco y cuando dejamos de tocarnos el suelo verde desapareció para convertirse en un suelo de madera con una alfombra en todo el centro. El calor llegó de manera sofocante, apenas me dejaba respirar y las paredes volvieron a su sitio. Estaba otra vez en casa de Carla.

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Esto se va poniendo emocionante.... Espero que os guste tanto como a mí.

Gracias por todos vuestros comentarios y votos, no paréis...

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