Capítulo 12: Día de cumpleaños (1º Parte)

MATT

La madre de Adalia era encantadora. Se llamaba Claudia y era una cocinera excelente, había preparado bacón, huevos, tortitas,… y todo estaba delicioso. El padre de Adalia le había dicho que yo era un amigo del parque que había decidido venir temprano a felicitarla. Eso me había hecho sentirme algo culpable por no haberla comprado nada.

Ya habíamos terminado de desayunar y su madre no paraba de hablar, era como el polo opuesto de Adalia, se notaba que ella había salido más a su padre que estaba sentado a mi lado y observando cada gesto o cada comentario que hacía su hija.

La verdad es que era increíble todo lo que había cambiado en un día, seguía con su mirada de enfado pero parecía algo más… feliz, supongo. Y a pesar de esas miradas de enfado, cada vez que miraba a su madre le salía una complicidad que antes no le había visto, como si pensara que ahora tenían algo en común, que la entendía y la respetaba.

Ya había pasado unas horas desde que nos comunicamos con nuestra comunidad y ahora que sabía que había otro brujo en la casa que además era policía, por la clase de papeles que tenía en el despacho y una chaqueta en la entrada con la típica estrella dorada, podría dejarla unas horas en casa.

- Adalia, voy a salir. – le dije cuando sus padres se pusieron hacer sus que aceres.

- ¿Quieres que vaya contigo? – me dijo con una extraña intensidad. Me reí.

- No. Solo prométeme que estarás aquí y que no vas hacer ninguna tontería.

- Solo si tú prometes volver. – había algo de pánico y la entendía muy bien, tampoco yo quería irme, pero había algo que me obsesionaba y tenía que solucionarlo. Tengo que comprarle un regalo.

- Claro que voy a volver. Eres mi protegida. – la guiñé un ojo y me despedí de sus padres. Pero su madre estaba lejos de dejarme ir.

- ¿Cómo, te vas? – hice un gesto afirmativo con la cabeza. – Pero, ¿vendrás a comer? Hoy prepararé la especialidad de la casa. Verduras salteadas y pasta boloñesa, es la comida favorita de Adalia.

- Suena apetitoso. – estaba casi salivando, llevaba comiendo comida basura tanto tiempo que cualquier cosa elaborada me resultaba increíble.

- Pues comemos a las dos y media. – sentenció su madre como si hubiese aceptado.

- No hay problema.

Adalia me acompañó a la puerta para despedirme, había cambiado su mirada de enfado por una tristeza. Me resultaba encantadora y lo peor de eso eran las ganas que tenía de besarla. Tendría que pensar sobre esto, estaba claro que no podré resistir eternamente, la atracción se hacía cada vez más fuerte.

- No hace falta que vengas si no quieres. – me dijo con esa mirada que era imposible de rechazar.

- Pero quiero venir. Debo venir. – eso último no pareció gustarle. – Y luego debemos ir a una fiesta.

La sonreí con esa sonrisa que tan poco le gustaba y ella me devolvió una mirada envenenada que me hizo incluso más gracia.

- ¿Has organizado una fiesta? – dijo con un tono de pánico. – Después de lo que te conté de mi sueño.

- No la he organizado yo, han sido tus amigos. Se supone que es una fiesta sorpresa, pero después de lo que me contaste he supuesto que no te iba hacer mucha gracia. – la cogí de la mano ya que su cara estaba pasando del rubor al blanco en cuestión de segundos. – Todo saldrá bien, estaré a tu lado.

Ella se relajó en seguida, pero los celos me hicieron pensar que si Paul se chamuscaba la cara tampoco me iba a importar mucho, solo me importará que Adalia sufra por ello.

No parecía estar dispuesta a devolverme la mano y yo tampoco estaba dispuesto a irme, ¿por qué todo tiene que ser tan complicado? ¿Por qué ha tenido que ser ella el elemento? Si no fuera por eso me tiraría a sus labios sin dudarlo. Pero era un elemento y eso lo hacía más complicado, no solo porque yo era su protector y no estaba permitido, sino porque ella tenía una destino y yo solo la distraería.

Me hizo un gesto con la mano para que esperase un segundo y salió corriendo escaleras arriba. La oí rebuscar algo y en cuestión de medio minuto bajo corriendo hasta detenerse demasiado cerca de mí. Tampoco ella me lo estaba poniendo fácil.

Volvió a coger mi mano aunque solo para dejarme un objeto, lo miré y eran las llaves de su Mini.

- Como le hagas un solo arañazo, te juro que acabaré contigo Matthew Esbeck. – sonreí de oreja a oreja y no solo porque me haya confiado su coche mientras me amenazaba, sino porque me había llamado con mi nombre completo. Sonaba como una melodía en sus labios. – Así volverás antes.

- Apenas tardaré un suspiro. – y por fin conseguí salir.

Podría decirse que llegué corriendo al coche ya que una extraña fuerza me estaba haciendo imposible separarme de ella. Arranque y salí de ahí notando la mirada de Adalia en mi espalda. ¿Por qué me resisto tanto? ¿acaso sería tan importante a quien amase ella para el destino que tenía entre manos?

Solo tarde unos minutos en llegar al pequeño centro comercial, estaba atestado de gente ya que era sábado y todo el mundo tenía tiempo para ir a comprar. Fui mirando todas las tiendas, pasé de largo de las tiendas de ropa, no la iba a comprar un vestido ni nada de eso, quería algo que pudiese llevar todos los días, que pudiese tocarlo y recordarme.

Pasé por una tienda de telefonía y entré, no la iba a comprar el regalo aquí pero necesitábamos una manera de comunicarnos si no estábamos juntos. Si a ella le pasara algo en este momento no tendría manera de ponerse en contacto conmigo. Compre cuatro teléfonos móviles de prepago, uno para ella, otro para mí y los otros dos para Derek y Shina, casi podía imaginarme el rechazo de Derek a la tecnología. Pero pagaba la comunidad, sino lo quiere que lo tire.

Seguí mi búsqueda del regalo de Adalia, ya había entrado en una tienda de regalos, en dos joyerías e incluso en una librería ya por desesperación cuando vi la tienda perfecta. Era pequeña y con los típicos artículos de magia y buena suerte. Vi el regalo perfecto en el escaparate, un colgante en forma de corazón con una piedra ámbar rodeado de un hilo de plata. La piedra ámbar es del color del fuego, perfecto para ella. Y el que sea en forma de corazón era perfecto para lo nuestro, quería que lo supiese, que supiese que la amaba aunque no podamos estar juntos.

Salí del centro comercial orgulloso de mis compras y me dirigí a mi siguiente recado, tendría que ir al motel. Estaba claro que Derek y Shina irían a buscarme ahí, tendría que dejarles una nota dándoles mi nuevo número de teléfono. Y así lo hice, deje encima de la mesa las dos cajas con sus móviles y con un letrero poniendo sus nombres, luego deje otro letrero en el que puse: “llamarme al número abajo indicado. Matt” y les puse el número que venía en mi caja.

Tras eso, me dí una más que necesaria ducha y me cambie de ropa, el haber dormido en un árbol me había dejado la espalda hecha polvo pero me consolaba el saber que quizás esta tarde llegaran mis refuerzos.

Metí los móviles de Adalia y mío en una mochila y la cajita rectangular con el colgante en el bolsillo del pantalón. Eran las dos y ya estaba listo. Salí de la habitación e hice un símbolo en el marco de la puerta, era el símbolo de doble infinito, algo muy típico entre brujos. Y escondí la llave detrás de la madera.

Llegué a la casa de Adalia y llamé con los nudillos tres veces, en pocos segundos su madre me abrió la puerta con un delantal y la cara manchada de harina, sonreí tímidamente mientras ella me dejaba pasar.

- Estoy haciendo una tarta de fresas, es la favorita de Adalia. – dijo Claudia sin necesidad de que le dijese nada.

- Estará riquísima.

- Venga pasa, Adalia está arriba, en su cuarto.

Pasé por el pasillo y cuando me disponía a subir las escaleras para ir a ver a Adalia su padre me dijo desde el sofá y sin mirarme:

- Con la puerta abierta.

- Si señor. – y subí riéndome hasta la puerta de lo que supuse que era la habitación de Adalia.

Llamé a la puerta y ella me abrió. Creo que no se esperaba que fuera yo porque sus ojos cambiaron de repente pasando del enfado a la alegría. Era la primera vez que veía alegría en sus ojos, fue solo un segundo, pero sentí un cosquilleo en el estomago.

- Hola – la susurré. - ¿Me has echado de menos?

- No. – dijo mientras me guiñaba un ojo. Ella, guiñándome un ojo. ¿Quién es esta chica y que han hecho con Adalia?

Pase a su cuarto sin que me dijera nada y lancé la mochila en la cama y yo me lance detrás. Estaba reventado y me dolía la espalda, me vendría bien estar un rato así.

- No cierres la puerta – la dije cuando ví que era su intención. – ordenes de tu padre.

No pareció gustarle pero la dejo abierta igualmente. Su cuarto era más grande por dentro de lo que se veía por fuera, ahora entendía porque pasaba tanto tiempo aquí encerrada.

- He hablado con Paul hace un rato. – empezó a decir volviendo a poner su mirada envenenada. – Me ha dicho que han quedado a las seis en casa de Carla para ir a tomar un helado al centro. Al parecer, mi asistencia es obligatoria.

- No olvides hacerte la sorprendida cuando te griten el FELIZ CUMPLEAÑOS. – la miré con esa mirada que tanto odiaba y ella reacciono tirándome un cojín a la cara.

- Prométeme que quitaras las velas de la tarta. – dijo ahora muy asustada.

Anoche pude ver el temor que le causaba que su sueño se hiciese realidad y ahora lo estaba volviendo a ver. Me levanté y la abracé para consolarla.

- Te lo prometo. – la dije al oído.

Ella enterró su cabeza en mi hombro y yo apoye mi cabeza encima de la suya. Quería disfrutar de su fragancia, inundarme de ella hasta quedar saciado.

- ¿Qué has hecho hoy? – me dijo sin moverse ni un centímetro.

- He ido de compras. – la besé en la cabeza y me separé de ella. Fue un acto reflejo y me arrepentí en el momento en que lo hice, pero a la vez podía sentir su fragancia en mis labios y eso me volvía loco. – Te he comprado algo.

Fui a por la mochila y le entregué una de las cajas de los móviles. Tenía pensado algo mejor para su colgante y quería disfrutar de la cara que pondría cuando viera que era un móvil.

- Me has comprado un móvil. – dijo algo decepcionada. Era tan mona que me la comería a besos aquí mismo.

- Sí, trae. – me lo dio y yo metí mi número en la memoria e hice una llamada para yo tener el suyo. Y se lo devolví mientras le decía: – Así podremos comunicarnos si no estamos juntos.

- No me libraré de ti, al parecer. – se guardó el móvil en el bolsillo y oímos una voz que nos llamaba desde la planta de abajo para que bajáramos a comer.

La comida estuvo increíble, repetí de todos los platos y su madre parecía más que encantada conmigo. De hecho, me sorprendía la facilidad que habían tenido sus padres para aceptarme. Entendía que el padre lo viese como cosa de la magia, imposible de evitar, ¿pero no le parecía extraño a la madre que un chico, que no conocía de nada, se presentara en su casa a primera hora de la mañana y se quedara a comer? Adalia se excusó un momento y yo aproveche para resolver esta pequeña duda.

- Me gustaría agradecerles todo lo que están haciendo. La comida estaba buenísima, Claudia. – puse mi mirada más simpática y le deleite con una de mis mejores sonrisas.

- En realidad, queríamos darte las gracias a ti. – me dijo para mi sorpresa Claudia. Pase de mi mirada más simpática a la incredulidad. – Llevaba mucho tiempo preocupada por ella, siempre con ese aspecto de enfado constante y sin apenas amigos de verdad. Las madres del AMPA hablan y llevan diciéndome lo mucho que Adalia tortura a sus compañeros. Y de repente llegas tú y parece estar floreciendo poco a poco.

- Yo, no sé qué decir. – era verdad, las palabras de Claudia me habían dejado desconcertado. ¿Acaso era yo una buena influencia para ella?

- Antes parecía perdida y tú pareces ser lo que ella estaba buscando. – dijo ahora Robert.

En seguida llegó Adalia y no pude decirles nada más, pero por segunda vez en el día de hoy, las palabras de su padre me habían hecho que pensar. Ella también era lo que yo estaba buscando, en más aspectos de los que creo al parecer.

- Voy a preparar la tarta. – dijo Claudia mientras salía disparada a la cocina.

- ¿No habrá velas, verdad? – susurró muy asustada Adalia

- Tú cógeme de la mano y no habrá problemas. – la dije intentando relajarla.

Efectivamente su madre apareció un una tarta de aspecto delicioso y con dieciocho velas encendidas. Adalia me cogió de la mano apretando fuertemente, yo la acaricié con el pulgar para relajarla.

- Feliz cumpleaños cariño. Pide un deseo. – pude ver en su mirada que no lo iba hacer. No pediría el deseo.

Me concentré al máximo, intentando extraer su energía para evitar cualquier posible incidente con el fuego. De reojo ví como su padre le cogía la otra mano y hacía lo mismo. Al final, ella soplo y las velas se apagaron sin ningún incidente. Suspiró aliviada y mientras yo intentaba devolverle toda la energía que la había quitado.

Luego llegaron los regalos y su madre le regaló un precioso vestido gris de fiesta con unos zapatos a juego, mientras que su padre le daba un sobre muy abultado en la que parecía tener una cantidad exagerada de dinero.

- Papá, es demasiado. – le dijo Adalia nada más abrirlo.

- Es para vuestro viaje. – yo me tensé, al parecer ya se lo había dicho a Claudia ya que ella no pareció alterarse.

- Solo decidme que os iréis después del baile.  – dijo Claudia poniendo pucheros a su hija. – Tienes que estrenar tú vestido.

Ella la sonrió y sus ojos se iluminaron haciendo brillar toda la habitación. E igual que lo noté yo lo notaron sus padres. Veía como su madre intentaba limpiarse una lágrima que le había caído y como el pecho de su padre parecía haberse quitado un peso de encima al ver a su hija feliz por primera vez en mucho tiempo.

Y yo me sentí profundamente enamorado de ella. Todo lo que yo pensara era imposible, yo siempre la amaré.

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He tenido que dividir este capítulo en dos ya que me estaba quedando muuuyyy largo... Aun así espero subir el siguiente lo más pronto posible, para no dejaros con la intriga. Aunque sabéis lo mucho que me gusta eso.... jejejeje....!!!

Espero que os guste y ya sabeis...comentad.

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