Capítulo 10: Esto es demasiada información.

ADALIA

Si había conseguido la fuerza suficiente para salir del parque corriendo, la había perdido en el momento en que me senté en el coche. Mi mente no era capaz de entender lo que había pasado. Aquellos hombres habían hablado de matarnos, ¿cómo puede alguien ir matando a gente?

Vale, en todos los lados hay asesinos, pero no aquí, no en Greenville donde los policías eligen nuestra comisaría para pasar los últimos años que le quedan para la jubilación, donde tienen una media de edad de cincuenta para arriba y la mayoría, por no decir todos ya que está mi padre, sufren de sobrepeso. Mi padre es un hombre fuerte y de cuarenta y cinco años, es el más joven de la comisaría pero es el ayudante del sheriff, futuro sheriff cuando el actual se jubile.

Todos los compañeros de mi padre le animan a irse a la ciudad más cercana, a tan solo cincuenta kilómetros de Greenville, ellos dicen que mi padre tiene una gran destreza tanto en lucha como con las armas, pero por alguna razón que nadie sabe excepto él, se niega a abandonar la protección de Greenville. Aunque aquí todo es tan sumamente aburrido que un simple robo de caramelos producido por algún niño gamberro se lleva a extremos como servicios a la comunidad, terapia de familia obligatoria y cotilleo en todo el pueblo. Por eso era casi comprensible mi estado.

En cambio a mi madre este pueblo le llevaba a los demonios. Suele decir que es tan sumamente aburrido que el simple hecho de cortarse el pelo crea la misma expectación que una boda o un divorcio o algo por el estilo.

Al parecer, antes vivían en Phoenix, la ciudad más importante de Arizona, pero mi madre siempre me cuenta que en cuanto salí de su vientre, mi padre se volvió loco con la protección y busco el pueblo más tranquilo y apartado de toda Arizona. Mi madre siempre se lo reprocha. Además fue todo un atraso para mi padre ya que en Phoenix era inspector de policía y cuando vino a Greenville tuvo que empezar como becario.

Pero a pesar de todo, mi padre siempre dice que es muy feliz aquí, que no echa de menos nada de Phoenix ya que apenas tenían amigos allí. Y mi madre se dedica a hacer labores sociales, asistir al club de lectura, a las asociaciones del AMPA (Asociación de Madres y Padres de Alumnos)  y en ocasiones echa una mano en el lugar del jubilado, poco a poco se ha ido convirtiendo en una perfecta ama de casa, siempre con su pelo rubio bien peinado y con la figura perfecta para seguir gustando a su marido, a pesar de que mi padre nunca se lo ha pedido. Yo creo que es por aburrimiento, ella si echa de menos a mucha gente de allí, pero se pasa todos los ratos libres hablando con sus antiguas amigas.

Ella nació  y creció en Phoenix y ahí conoció a mi padre que estaba de vacaciones. Mi padre era de un pueblo del norte, nunca me quiere decir su nombre, dice que es demasiado doloroso recordar. El caso es que estaba de vacaciones en Phoenix cuando conoció a mi madre y decidió abandonarlo todo por ella. Por eso mi madre no pudo negarse a irse de Phoenix cuando mi padre se lo pidió.

Note un cambio en el ambiente y me saco de mis cavilaciones, al parecer Matt había detenido el coche y se me había quedado mirando con una exagerada preocupación. Le devolví la mirada e intenté sonreírle para que viera que estaba bien, pero lo que me salió debió de molestarle porque puso mala cara.

- Estoy bien, ya se me ha pasado. – le dije para intentar que cambiara esa cara entre preocupación y enfado.

- Deberíamos hablar de lo que esto significa.

- ¿El qué? – dije algo asustada, no me gustaba el tono que había usado, era como si supiera que no me iba a gustar lo que me iba a decir.

- La presencia de los sombras. Ya no estás segura aquí. Tengo que llevarte a mi comunidad.

Le miré con una ceja levantada y con cara de “yo no me voy a ningún sitio.” Esperaba de todo corazón que todo esto fuese un sueño. Ya no me importaba que lo que había entre Matt y yo desapareciera al despertarme, él me había rechazado, sería mucho más fácil de soportar el hecho de que fuese un sueño y no realidad.

- No me iré a ningún lado. – sentencié mientras me encaraba a él.

Hoy me había comportado de forma diferente a como soy yo, me había relajado en su presencia. Pero ya no tenía sentido seguir así, él no quería estar conmigo y yo le odiaba por eso, le odiaba por hacerme sentir cosas que no debería sentir.

- No sé hasta qué punto eres consciente de que han querido matarnos hace un rato. – me dijo con sarcasmo.

- Pero ya te has encargado de ellos.

- No son todos los que hay. Los he visto y eran cuatro. – hizo una pequeña pausa en la que me echó una mirada de advertencia. – Ahora que saben que hay un elemento aquí, llamaran a más y no podré protegerte de todos.

La parte final de la frase la dijo con un tono de dolor, eso me asustó, si él sentía ese dolor y ese miedo que reflejaba su mirada ¿cuántos más podrían venir? ¿y qué le importaba a él? Ya había dejado claro su postura conmigo, ¿por qué sigue aquí? ¿por qué no se va a su motel o donde quiera que viva?

- ¿Qué más te da lo que me pase? ¿Por qué no me dejas en paz? Solo quiero vivir mi vida, ir a la universidad y salir de este maldito pueblo. – le dije casi gritando.

Estaba algo alterada pero no me esperaba su reacción. Su cara mostro un dolor tan grande que apenas me dejaba respirar. No hay palabras para esta sensación de vacío y malestar.

- El hecho de que no podamos estar juntos no significa que moriría por ti. - dijo casi escupiéndome las palabras. Era obvio que le había costado mucho esfuerzo decirlo.

Pero lo que no me esperaba es el efecto que tendrían sus palabras en mí. Mis ojos empezaron a humedecerse, mi corazón iba tan rápido que me palpitaba la sangre en los oídos, pero lo peor de todo era la pena, me estaba consumiendo por dentro.

Me quedé en silencio, esperando a que se me pasara, sentándome lo más alejada de él y mirando por mi ventanilla para que él no me viera llorar. Lo más extraño de todo es que yo no lloraba, hacía mucho que mi corazón se había endurecido lo suficiente para evitar que llorara, pero la presencia de Matt había conseguido derribar todos mis muros, había conseguido hacerse un camino hacia mi corazón para luego destrozarlo a base de rechazos. Tenía que recuperar el control de mi misma.

- ¿Qué puedo hacer? – dije sin vida. Mi voz apenas era un susurro que cortaba el silencio, no había ninguna entonación ni señal de ningún sentimiento. – Mis padres no me dejaran irme contigo así como así.

- Diles que vas hacer un viaje, por tu fin de curso y todo eso. – su voz también parecía apagada.

- Debo quedarme hasta el jueves. Es cuando me darán las notas, me perderé el baile. – Tampoco es que tuviese muchas ganas de ir.

- Imposible.

Solté un suspiro de desesperación pero apenas se noto, hasta eso estaba sin vida en estos momentos.

No sabía que pensar. La idea de fugarme con él me producía sensaciones contradictorias. Por un lado, estaba más que encantada, deseaba estar con él el mayor tiempo posible. Pero por otro lado, ¿para qué querer seguir a su lado si es imposible que estemos juntos? Por no hablar de que todavía todo me parece una locura, no había terminado de asimilar todo eso de la magia, aunque la haya visto con mis propios ojos.

- Ya pensaremos en eso mañana, se supone que van a mandarme refuerzos. Mañana debo conectarme con mi comunidad para que me den las instrucciones necesarias. – dijo como si entendiese algo.

- ¿Conectarse? ¿Refuerzos? – le pregunte haciéndole ver que no me lo había explicado aun. ¿Cuántas cosas raras me quedan por saber?

- En cada comunidad hay un brujo, que nosotros llamamos el sabio, que está conectado a la tierra para seguir el curso de la magia y así poder aprender de ella. – hizo una pequeña pausa para comprobar que lo había entendido. – También es muy útil para poder comunicarte con tu comunidad. Te conectas a la tierra y solicitas hablar con él. En mi caso se llama Malak, es algo seco pero buena persona. Mañana tengo audiencia con Gadreel, que es el jefe de mi comunidad. Se supone que me van a mandar a más como yo para ayudarme con tu protección.

- ¿Puedo estar en esa comunicación? – No es que tuviese mucho interés, pero sería una prueba más de la existencia de la magia.

- Supongo que no habrá problema. Pero es a las diez de la mañana. ¿Seguro que quieres levantarte tan pronto el día de tu cumpleaños? – me sonrió mientras miraba a un punto del coche y dijo. – Por cierto, ¡Feliz Cumpleaños!

Miré donde había mirado él y vi el reloj del coche, era la una y media de la madrugada. Ya era mi cumpleaños.

- Gracias, pero no me noto diferente. ¿No se supone que me debo de convertir en…? – seguía sin poder decirlo en voz alta.

- ¿En una bruja? – dijo mientras me sonreía con esa sonrisa de burla que tanto odiaba. – Será en el momento exacto de tu nacimiento. ¿A qué hora naciste?

Una vez lo pregunté, me contaron algo como que había un reloj que daba una especie de campanadas cada vez que llegaban a las horas en punto y que yo dí mi primer llanto mientras sonaba la última campanada. Pero no conseguía recordar si era a las seis o a las siete de la tarde.

Entonces el pánico me invadió, recordé el sueño que había tenido hace unas noches en el que yo me encontraba en mi fiesta de cumpleaños y Paul salía con una tarta en la mano y con dieciocho velas encendidas. Soplé en el momento exacto que sonaba la última campanada que indicaba las siete de la tarde y Paul salía ardiendo. ¿Mi cumpleaños? ¿Siete campanadas? ¿Fuego? Todo estaba empezando a tener sentido de una extraña manera.

- Supongo que a las siete. – dije con un gran temor.

- Adalia, ¿qué te pasa? – me dijo mientas me cogía inconscientemente de la mano.

Mire nuestras manos entrelazadas y sentí una pequeña añoranza por nuestro beso. Él pareció darse cuenta y me soltó de repente.

- Soñé la otra noche que estaba en mi fiesta de mi dieciocho cumpleaños. Tú también estabas en el sueño. Paul salía de una cocina con una tarta de cumpleaños mientras un reloj indicaba las siete de la tarde, soplé las velas y le prendí fuego a Paul. Todo está empezando a encajar.

- Lo siento. – dijo sin más, como si el tuviese la culpa de algo.

- Da igual. Estoy cansada. – era cierto, estaba agotada. La fiesta, el beso, el enterarme que la magia existe, que soy una bruja, los sombras, la huida y ahora esto. Todavía no me puedo creer que hace unas horas salí de esta casa con la intención de ir a una fiesta de fin de exámenes.

- Deberías descansar.

- ¿Qué harás tú? – le pregunté con una sincera curiosidad.

- ¿De verdad quieres saberlo? – le hice un gesto afirmativo con la cabeza. – Me quedaré vigilando en tu jardín por si vuelven.

- ¿En mi jardín? – dije atónita. ¿Cuánto tiempo llevará haciéndolo?

- Desde el árbol se ve tu habitación.

Me le quedé mirando algo extrañada, pero estaba demasiado cansada para poder decir nada.

- ¿A qué hora quedamos mañana?

- ¿Podremos hacerlo en tu jardín? Sin que tus padres nos vean, claro.

- Sí, hay un sitio que no se ve desde ninguna ventana. – dije recordando un punto al final del todo donde unos arbustos tapan cualquier visión desde la casa. Solía esconderme ahí de pequeña para estar sola.

- Pues baja a las diez.

- De acuerdo. Hasta mañana entonces.

- Hasta mañana.

Salí del coche y me fui directamente a la cama. El agotamiento estaba empezando a pesarme por todo el cuerpo. No tardé ni un minuto en quedarme dormida, con la ropa y los zapatos puestos.

La mañana siguiente se despertó soleada. Todo lo de anoche parecía un sueño con sentimientos contradictorios. La parte del beso de Matt y sus palabras en el coche rondaban por mi mente sin ser capaz de quitármelas.

Todavía era pronto, me quedaba una hora para mi cita con Matt pero no pude resistirme a mirar por la ventana para ver si le veía. Y ahí estaba, en una de las ramas más grandes, oculto tras un montón de hojas, sino te fijabas no te dabas cuenta de que estaba. Parecía dormido, tenía la cabeza ladeada en una postura no muy cómoda y con las facciones de su cara completamente relajadas.

Fui a darme una ducha de agua fría, hoy hacía demasiado calor. Me puse ropa cómoda y fui a la cocina a desayunar. Mis padres aun estaban dormidos, solían despertarse tarde los fines de semana, eso hacía más fácil lo que estábamos a punto de hacer.

Apenas quedaban cinco minutos para las diez cuando salí al jardín. Matt seguía dormido en el árbol. Busque por el suelo algo que tirarle y encontré una pequeña piedra, no más grande que mi uña. Me costó dos intentos darle, pero cuando lo hice le dí en toda la cabeza. Se despertó de un salto sin darse cuenta de que estaba en un árbol y se quedó colgando de los brazos.

Solté un grito ahogado y mi corazón latió acelerado de puro pánico hasta que le ví aterrizar en el suelo y me lancé a sus brazos repitiendo una y otra vez lo mucho que lo sentía.

- Has estado a punto de matarme. – me dijo mientras me apartaba delicadamente de él.

- Son casi las diez. – le dije enseñándole mi reloj.

Eso pareció asustarle y le dirigí hacia ese punto del jardín donde nadie nos podía ver. Se volvió a descalzar y se sentó en el suelo quedando sus pies desnudos en contacto con el césped de mi jardín. Con un gesto me indicó que me sentara enfrente suya.

- Cógeme las manos. – me dijo mientras me las tendía para que las cogiera. Obedecí inmediatamente. – Será una conversación telepática, te parecerá raro al principio pero debes de tener cuidado con tus pensamientos, ellos estarán al corriente de ellos en el momento en que los pienses. Empezaré presentándome yo y luego tú dirás tu nombre. Desde ese momento solo contestaras cuando se te pregunte directamente, ¿entendido?

- Entendido. – le dije haciendo un gesto afirmativo con la cabeza. Se ponía muy sexy cuando hablaba así.

Cerro un momento los ojos y yo me concentre en sus manos tocando las mías, tal y como me había dicho ayer que hiciera con los sombras. No pasó ni diez segundos cuando oí a alguien en mi cabeza.

“- Identifíquense – dijo la voz de un hombre. Este debía ser Malak ya que tenía una voz algo seca y mecánica.”

“- Soy Matthew Esbeck, luchador en misión de protección de un elemento. – dijo Matt con el mismo tono mecánico que había usado Malak.

“- Soy Adalia Thompson y supongo que soy el elemento. – me presenté tal y como me había dicho Matt que hiciera

Era muy raro tener una conversación mental. Era como hablarte a ti misma a través de tu mente y que te contestasen personas distintas.

“- Hola señorita Thompson, es un verdadero honor conocerla. – me dijo Malak”

“- Para mí también es un honor conocerte, Adalia. – esta era otra voz, una que no había escuchado aun. – Soy Gadreel, el jefe de la comunidad Reshmud, en el norte.”

Note añoranza hacia ese lugar y tarde en darme cuenta que eran los sentimientos de Matt no los míos. A esto se refería cuando decía que tenía que tener cuidado con mis pensamientos.

“- Un placer señor.”

“- Matthew, hemos enviado a dos luchadores que llegaran hoy mismo a Greenville. Soy Shina y Derek. – note la aceptación de Matt al escuchar sus nombres.”

“- ¿Qué debo hacer? – dijo este con voz respetuosa”

“- Debes mantenerla a salvo. Sus poderes se activaran a las siete de hoy, igual que el resto de los elementos. – suspire mentalmente. – Hemos decidido reunirles aquí, al parecer solo hay un elemento fuera del país y no tendrá problemas para venir. Los otros dos viven cerca.”

“- ¿Cuándo la llevamos para allá? – esa era una pregunta la cual deseaba oír la respuesta

“- Cuando no sea peligroso para nadie de su familia. No podremos encargarnos de ellos cuando todo empiece. – eso me asustó.”

¿Qué es lo que iba a empezar? Por un momento el pánico volvió pero noté una preocupación en mi cabeza que me era ajena y descubrí que era Matt, estaba preocupado por mí.

“- De acuerdo entonces. Intentaremos que los sombras nos vean salir de la ciudad e intentaremos darles esquinazo fuera del pueblo. – sentía como en su cabeza se estaba formando un plan provisional, aunque lo consideraba arriesgado e iba a esperar a que llegasen sus dos amigos para discutirlo entre todos.”

“- Entonces ya solo me queda desearos buena suerte y espero veros pronto. Matthew, tu madre está preocupada. – eso provocó una sensación rara en Matt, intentaba ocultarla pero estaba claro que no quería pensar en ella porque la echaba de menos. – Feliz cumpleaños Adalia y cuídate mucho, eres nuestra esperanza.”

Y tras esas palabras que me dejaron una sensación muy rara, la conexión se corto y solo pude oír los pensamientos de Matt que criticaba también las últimas palabras de su jefe, incluido lo que había dicho de su madre. Tras eso, soltó mis manos y volví a estar sola en mi cabeza.

Hasta que se rompió la conexión no me había dado cuenta que tenía los ojos cerrados, los abrí y ví que Matt también los tenía así. Por eso no nos dimos cuenta de que no estábamos solos.

- ¿Qué es lo que está pasando aquí, Adalia? – dijo mi padre que estaba de pie justo al lado de Matt.

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Me ha salido un capitulo muy largo. Espero no aburriros... Comentad lo que querais. Besos

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