2. Provocación y Enojo
Luego de haber visto tremenda noticia Kenneth ya estaba ansioso, él quería que el ejército de guerreros de ciudad Capital llegará lo más pronto posible a reclutarlo, pero para aquello faltaba por lo menos un día, un día más que Kenneth tenía que soportar, aun así se durmió con una gran sonrisa en su rostro.
Al día siguiente se levantó temprano en la mañana a seguir entrenando, si quería ser reclutado tenía que mejorar sus habilidades de combate, pero claro primero comió un poco, él destapó una lata de atún, calentó un arroz instantáneo con su elemento fuego, una vez que terminó de comer se dirigió al bosque Viride, que es donde se encuentra el Magna, su lugar favorito del mundo para entrenar.
Antes de ir al bosque fue a visitar a su vecino solo para ver como seguía el pequeño oso.
—Buen día —dijo Kenneth cuando pasaba por la puerta que fue abierta por el señor Marcillo. Su vecino estaba con la misma ropa del día anterior. Al entrar a la casa de su vecino el joven de apellido Cooper pudo notar como algunas cosas estaban en desorden, pensó que de forma probable eso se debía al pequeño oso pero antes tenía que confirmarlo.
—¿Y el osito? —Kenneth observó por todos los rincones de la casa, con su mirada solo buscaba al pequeño animal.
—Aquí está —el señor Marcillo regresó a la sala con el osito entre sus brazos— Sabes ya le puse un nombre.
Sin pensarlo más Kenneth se acercó al osito, creía que el animalito se asustaría pero no fue así, el osito se sentía mimado cuando Kenneth le tocaba su cabecita o su barriguita.
—¿Cómo te llamas pequeñín? —interrogó Kenneth.
—Se llama Kenyi —contestó el señor Marcillo, quien luego dejó al pequeño oso en el suelo para que caminara—. Como puedes ver el pequeño Kenyi ha estado haciendo unos cuantos desastres en mi casa.
—¿Por qué lo llamó Kenyi? —Kenneth se agachó para darle caricias al animalito.
—Porque es un poco parecido a tu nombre y pues tú fuiste quien lo salvó —respondió el señor Marcillo, se notaba que el disfrutaba tener una compañía tan sin igual como lo era el pequeño Kenyi.
Kenneth lo cargó entre sus brazos como a un bebé, estuvo jugando con el osito por unos cuantos minutos, ambos llegaron a romper un jarrón, Kenneth prometió comprar uno nuevo o arreglarlo, luego se marchó.
—No te metas en problemas muchacho —le aconsejó el señor Marcillo, quien ya no quería ver a Kenneth herido una vez más—. Es mejor salvar tu vida que morir por querer parecer alguien valiente.
—No se preocupe señor Marcillo —dijo Kenneth antes de irse, claramente no prometió nada, porque no quería prometer algo que no iba a cumplir.
Mientras caminaba, Kenneth sentía que lo estaban siguiendo, no sabía con exactitud cuántos eran, solo estaba seguro de que había más de una persona tras sus pasos, pero él trataba de no levantar sospechas, fingía no darse cuenta de las cosas a su alrededor, siempre mantuvo su mirada firme hacia adelante, hasta que notó que lo dejaron de seguir cuando entró en el bosque, se sentía más aliviado, él no quería problemas, no en ese momento.
—¡Al fin! Aunque probablemente les hubiera ganado —dijo Kenneth en voz alta con su mirada al cielo y también con cierta sonrisa de total seguridad. Se mostraba confiado debido a la experiencia que ganó a lo largo de su vida cuando se enfrentaba a gente que le hacia bullying o simplemente cuando lo buscaban para pelear, la mayoría de las veces salió victorioso gracias al manejo de sus dos elementos.
Una vez que llegó al Magna empezó con su entrenamiento, lo primero que hizo fue calentar aproximadamente unos quince minutos, de ahí prosiguió con ejercicios prácticos, hasta que escuchó unos pasos acercándose hacia él.
Cuando volteó pudo observar tres siluetas, se percató de que se trataban de tres chicos que estudiaron hace un tiempo con él, aunque Kenneth casi nunca llegó a entablar una conversación con ellos, porque no le simpatizaban en ese entonces y tampoco ellos a él.
Los tres tenían una mirada maliciosa, pero en especial el adolescente de en medio, rápidamente Kenneth dedujo que era el cabecilla de los tres.
—Vaya...vaya hasta que te encontramos Kenneth —dijo el muchacho de en medio con una mirada desafiante siendo el primero en hablar de los tres reafirmando su liderazgo entre los demás muchachos.
Kenneth no le tomó importancia e hizo cómo si no los hubiera escuchado y seguía haciendo flexiones de pecho, sabía que era mejor ignorarlos a que hacerles caso, no querría caer en su estúpido juego pero a veces su temperamento le ganaba al igual que su orgullo.
—Ya sé, quizás nos tiene miedo, tanto miedo que no puede hablar —comentó el muchacho de la derecha modulando su voz a una voz temerosa que se entremezclaba con una voz burlona a la vez.
—Sí, eso ha de ser, que pena da éste tipo —dijo el muchacho de la izquierda riendo al igual que los demás. Los tres rieron al mismo tiempo, sus risas eran burlonas, algo que de apoco solo irritaba más a Kenneth pero él no lo demostraba, trataba de calmarse.
Kenneth seguía sin decir nada y continuaba con sus entrenamientos. Luego de ver que no salía ni una palabra de la boca de Kenneth, el cabecilla del trio de muchachos recurrió a seguir diciendo cosas más ofensivas esperando ver una reacción de Kenneth, una mala decisión, o más bien una decisión muy ignorante por parte de él.
—Es verdad, de verás das pena Kenneth, das tanta pena pero tanta pena que ni padres tienes y vives sólito —vociferaba el con una sonrisa maliciosa— Tú vida debe ser miserable, vivir sin unos padres que te quieran, vivir sin nadie a tu lado, yo creo que te lo mereces, seguro tus padres nunca te quisieron.
Al escuchar eso Kenneth se enfureció, dejando finalmente de entrenar.
El muchacho de en medio se alegró al ver que Kenneth terminó de entrenar y más al ver que se acercó a ellos, él había logrado su objetivo.
—Bravo, al fin se levantó el chico soli...
Kenneth no lo dejó terminar de hablar puesto que le dio un golpe entre la nariz y el maxilar superior, de forma inmediata el cabecilla del trio de muchachos cayó al suelo de forma brusca, se tocaba su nariz debido al dolor que sentía y luego se la sobaba para intentar apaciguar el dolor.
Los dos muchachos más que lo acompañaban se acercaron a auxiliarlo, pero él cabecilla no les dejó hacerlo, se sentía humillado, tanto así que su cara enrojeció.
—¿Que hacen? —preguntó sumamente molesto el cabecilla del grupo mientras trataba de evitar que su nariz siga sangrando—. Vayan a darle una paliza a ése estúpido salvaje.
Él muchacho que estaba siendo humillado les ordenó a sus acompañantes que acabaran con Kenneth, él estaba con sus ojos llenos de furia, mientras que aún la sangre seguía saliendo de su nariz.
—Vengan si se atreven bravucones —dijo Kenneth desafiándolos. Hizo gestos con sus manos y brazos para que sus dos adversarios se acercaran a él.
—¡Ya verás! —respondían ellos con un cierto temor en sus rostros. Ellos dos no estuvieron tan seguros de querer desafiar a Kenneth antes de que todo eso sucediera sin embargo el muchacho de la nariz rota les insistió, además de que los convenció dándoles cinco dólares a los dos, al final ellos terminaron aceptando ir a molestar a Kenneth.
Ellos se abalanzaron con rapidez contra el muchacho de los dos elementos, el de la derecha comenzó con un puñetazo el cuál Kenneth esquivó de inmediato y le asestó un golpe en la parte lateral de sus costillas, y le dio una patada en la parte posterior de sus tobillos con el cual logró hacerlo caer.
El de la izquierda prosiguió con una avalancha de puñetazos, los cuáles varios le dieron de lleno en el pecho, pero Kenneth también hizo lo mismo y luego le agarró sus dos brazos y lo abalanzó hasta dejarlo donde estaba su otro compañero caído. El cabecilla, cómo lo nombró Kenneth, se levantó al ver que sus lacayos no dieron tan buen espectáculo.
—¡Que bestia! ¿Será que pueden hacer algo bien ustedes? —les gritaba él con una mirada llena de enojo—.¿No verdad?, tendré que darte tu paliza yo mismo, chico solitario sin padres y sin nadie que te quiera.
El cabecilla continuaba diciendo cosas más hirientes solo para hacerlo enojar aún más y de hecho lo consiguió.
Kenneth al haber escuchado sus palabras, no lo pensó ni dos veces y encendió de fuego sus manos que estaban en posición de puño, se mostraba completamente decidido a darle unos puñetazos así con sus puños de fuego, el cabecilla tenía su cara de preocupación, no esperaba que Kenneth pudiera controlar elementos, nunca lo vio en esa faceta ni siquiera sus otros dos compañeros lo vieron, pero eso al muchacho de los dos elementos ya no le importaba, lo habían estado provocando hasta hacerlo enojar y decidió comenzar a darle puñetazos pero en ese momento una ráfaga de viento hizo que las llamas de sus puños se apagaran inmediatamente, todos rápidamente se dieron cuenta que alguien bajaba volando del gran árbol conocido por la mayoría como Magna, una vez que la ráfaga estaba más cerca de ellos pudieron observar que se trataba en realidad de un hombre con una apariencia de 50 años o más.
—¡Ya basta! —exclamó el hombre alzando su tono de voz—. ¿No se dan cuenta que no podrán contra este chico?
Al escuchar eso el cabecilla salió corriendo y se marchó sin pensarlo dos veces. Los otros dos muchachos se levantaron y acto seguido hicieron lo mismo.
—¡Espéranos! —decían ellos con miedo. Corrieron lo más rápido que pudieron, el miedo les hizo que casi llegaran a tropezarse un par de veces.
—Vaya hasta que finalmente se fueron —mencionó el hombre esbozando una sonrisa sincera— Después de todo no eran rivales para ti, ¿verdad chico?
—Sí, claro eso era un hecho, ni siquiera tenían poderes... —respondió Kenneth amistosamente—. Por cierto ¿quién es usted?
El hombre del elemento aire llegó de la nada, pareciendo conocer a Kenneth, sin embargo el muchacho apenas llevaba pocos segundos conociéndolo o eso creía pero aun así no sabía cómo tratarlo, si como un aliado o como un enemigo más.
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