6
El susurro de personas hablando en su alrededor, fue lo que la despertó.
Pero por más que intentaba abrir los párpados, no lo conseguía. Es como si tuviera unas diminutas pesas en ellos, que le impidiera abrir los ojos. Se estaba poniendo un poco nerviosa. Se sentía rara, todas las partes de su cuerpo le pesaban demasiado para poder hacer algún movimiento por sí misma. No lo entendía.
Al fin, después de tanto esfuerzo consiguió abrir levemente sus ojos, pero se encontró totalmente desorientada... Aquella habitación no era ni la de su casa, ni la del hotel que había pagado en Londres. ¿En dónde se encontraba? Levantó un poco la cabeza y pudo ver el cuerpo de una mujer enfrente de ella, pero estaba de espaldas...
Soltó un suspiro, aquello no tenía pinta de ser un hospital. Iba a llamar la atención de aquella señora, y fue cuando se dio cuenta de que la garganta le dolía mucho. Era como si tuviera unas agujas atravesadas en ella, aparte de tener mucha sed.
Por fin, alguien vio los problemas que tenía y se le acercó.
Era Susan, la secretaria personal de Thom. ¿Pero no lograba comprender?... ¡OH, vaya! Ahora lo recordaba todo. Se encontraba en Londres, en la casa de Susan. Ella insistió en llevarla allí, porque no la veía nada bien cuando se la encontró en aquel bar.
Y tenía razón, después de que llegaran allí, ya no recordaba nada más. Solo sabía que estaba en aquella ciudad tan grande por Thom. Quería encontrarlo y allí, era el único sitio que sabía que él frecuentaba.
Volvió abrir los ojos y se encontró a Susan a su lado, mirándola con sonrisa amable. Pero no estaba sola, se encontraba acompañada por un hombre mayor, que llevaba colgado del cuello un estetoscopio. Suponía que sería el doctor. Solo esperaba no haberle causado muchas molestias a la mujer.
-¿Hola preciosa -susurró con dulzura-, como te encuentras?
-Como si un camión me hubiese atropellado... -logró articular con la garganta seca.
-¿Quieres un poco de agua? -le ofreció.
Helen asintió con la cabeza, para ver como Susan desaparecía enseguida del dormitorio, dejándola sola con el doctor. Se le veía un hombre amable...
-Bien señorita -sonrió, mientras se acercaba más a ella-. Si me permite le haré un pequeño chequeo, y así veremos cómo se encuentra realmente, ¿Qué le parece?
-Bien -respondió con voz débil.
Justo cuando el doctor acababa de hacerle la revisión, la puerta del dormitorio se abrió dando paso a Susan con un vaso de agua en sus manos y acompañada por Thom. Se quedó de piedra. Allí estaba él, vestido con unos téjanos y jersey mirándola fijamente, con una cálida sonrisa en su rostro. Era tan guapo...
Seguro que había sido Susan, quien le había informado de su presencia en la ciudad. Gracias a ella, no tendría que volverse loca buscándolo. Pero un poco asustada sí que estaba. No sabía cuál iba a ser su reacción a su confesión, seguro que se reía a carcajadas y la llamaba niña... No era eso, lo que ya pensaba él que era ella. Pensó con ironía.
Susan se acercó a ella con una gran sonrisa y llevándole el vaso de agua.
-Mira a quien te traigo de visita -le guiñó el ojo con gran picardía, sin que el hombre pudiera ver aquel gesto-. Aquí tienes para que te refresques la garganta. Bueno os dejo un momento a solas mientras acompaño al doctor a la puerta, pero antes que me diga como estas y que medicamento debo administrarte.
-Bueno, ha cogido un buen resfriado -comenzó a decir el hombre mayor, mirando a Helen-. Pero como veo que lo peor lo ha pasado esta noche, no hay nada de qué preocuparse. Que guarde un poco de cama durante esta semana, que no salga a la calle y que se tome esas pastillas después de cada comida. Si sigue esos pasos, en una semana ya tendrá todas sus fuerzas recuperadas y volverá a ser la misma persona de siempre.
-Muy bien, me encargaré de que cumpla sus ordenes -dijo entonces Thom, consiguiendo que Helen levantara la vista a él, con ojos tímidos.
-Perfecto, en ese caso señorita —se dirigió a Susan-. Me encantaría que me acompañara a la salida.
-Por su puesto, Jorge -aceptó encantada Susan, saliendo de allí y dejándolos completamente solos mirándose fijamente el uno al otro.
El aire que había allí estaba cargado de electricidad, pensó Helen con los hombros encogidos esperando la bronca del hombre.
-¿Cómo te encuentras, pequeña? -preguntó con delicadeza y acercándose hasta ella.
Se quedó un poco sorprendida cuando escuchó las palabras con las que Thom se dirigió a ella. Así era como la llamaba antiguamente, cuando las cosas entre ellos iban bien. Las lágrimas afloraron a sus cansados ojos, pero parpadeó para que el hombre no lo notara. Si no pensaría que además de cría era tonta...
-Bien respondió apenas en un susurro.
-¿Porqué? -preguntó sin más, con decisión en la voz.
Helen sabía perfectamente a que se refería. Ella ya no pintaba nada en aquella ciudad. Ya terminó su trabajo. Y no creía que la hubiesen mandado a otro, en unas fechas tan señaladas. Y sabiendo aún más él con gran certeza, que aquellos días eran sagrados para estar con su padre en el rancho. ¿Qué le estaría pasando por su cabeza? ¿Qué había ido allí para conseguir una respuesta a lo que había ocurrido en el baile? Sí, pero lo que él no sabía es que había mucho más... ¿Y bien qué iba hacer? Se lo soltaba allí y sin más, o esperaba un poco. Mejor esperaba un poco, decidió en el último momento al notar como su corazón estaba a punto de salirse de su pecho, por culpa de los nervios.
-Yo... -levantó la vista de la sabana, para fijarla en la dura mirada del hombre.
-Si has venido para sacarme una respuesta a mi repentina huida de la noche del baile -no la dejó responder-, que sepas que te las daré en su debido momento. Pero que sepas que estoy muy enfadado, por tu tonto viaje... ¿Y si Susan no hubiera pasado por allí?
-Por favor -se molestó ella. Ya volvía a tratarla como una cría-. No me hubiera ocurrido nada. Tenía una habitación en un hotel y habría pedido un taxi.
-Pero en el hotel nadie sabría de tu estado -la miró con mirada furibunda, pasándose una mano por el cabello en gesto nervioso.
Aquello era bueno, pensó Helen. Al menos sabía que él seguía preocupándose por ella, como había ocurrido siempre en vez de ignorarla de la misma forma que lo había hecho en esos siete años.
Tenía que admitirlo, Thom tenía razón. Si hubiese estado en el hotel, puede que no hubiese sido capaz de coger y levantar el auricular, para informarles de su estado y que acudiera el doctor... Sintió un poco de remordimientos.
-Perdona, mi comportamiento ha sido...
-Es igual, ahora ya no sirve que te disculpes -¿Porqué tenía que ser tan duro con ella?-. Lo hecho, hecho está. Solo quiero que sepas, que más tarde te trasladaré a mi casa. Allí podrás descansar y así acabar de recuperarte... Y no me repliques, no estás en condiciones de ello -la volvió a reñir, en cuanto vio que ella iba abrir la boca ante su sugerencia-. Susan tiene cosas que hacer y no es normal que estés aquí en su casa, cuando puedes estar tranquilamente en la mía.
¡Perfecto!. Thom acababa de decirle sin ningún preámbulo, que ella era un estorbo allí. Estaba claro, que las cosas no iban a ser tan fáciles como había pensado desde un principio.
Era precioso. Acababa de llegar a la casa de Thom, en donde iba a estar hasta que se encontrara bien. Nunca había visto en dónde vivía él, solo su padre cuando una vez viajó allí y se hospedó en su casa. Y como no. Thom tenía que vivir en un lujoso ático... Jamás había visto un ático que tuviera un jardín tan grande como aquel, lo más normal era una pequeña terraza, pero no una tan inmensa como aquella. Y lo que era la casa, estaba decorada con muy buen gusto. Los muebles no eran tan modernos como lo era su despacho, sino más bien todo era rústico estilo a los ranchos de Texas. Estaba impresionada... El blanco de las paredes y cortinas, contrastaba perfectamente con el color cerezo de los muebles dándole un toque de más luminosidad al piso. Y todo estaba inmaculado, seguro que tenía contratada a una mujer de la limpieza, para mantener todo tan pulcro.
El carraspeo que hizo Thom con educación, fue lo que la devolvió a la realidad recordándole que no estaba sola. Por un momento se había olvidado de que iba a estar completamente sola en el terreno de él. Solo rezaba por que Thom volviera a ser el mismo de siempre con ella, y no el despiadado hombre que había sido últimamente.
-Tu casa es preciosa -le sonrió con gran admiración en los ojos-, me recuerda mucho a Texas...
-Sí bueno -se sintió un poco incómodo al tenerla allí con él-, sabes perfectamente que nunca me ha gustado mucho lo moderno.
-Pues quién lo diría viendo tu despacho.
-No fui yo quien lo decoró, si no la empresa decoradora que trabaja para nosotros -explicó-. Bueno, dejémonos de tonterías y deja que te acompañe al dormitorio de invitados, allí es donde vas a dormir...
Con las maletas que habían ido a recoger al hotel antes de dirigirse allí, Thom la condujo por un pasillo largo lleno de cuadros de paisajes. Se quedó clavada, con la mirada fija en aquellas bellas pinturas... Eran de su madre. Sus ojos se empañaron de lágrimas, la echaba mucho de menos.
Thom se giró notando que Helen se había detenido, y se sorprendió un poco al verla allí quieta con la mirada perdida y llena de lágrimas, por culpa de aquellos cuadros. ¡Pero que idiota! No se acordó que aquello puede que afectase un poco a la mujer...
Dejó las dos maletas en el suelo y se acercó a ella pasándole un brazo por encima de los hombros.
-¿Te encuentras bien? -preguntó con calidez.
-Sí, es solo que me no me esperaba encontrarme con esto...-levantó su débil brazo, para rozar con extremada delicadeza el cuadro con sus largos y finos dedos-. ¿Desde cuándo que los tienes?
-Pues desde que empecé a ganar el suficiente dinero por mi cuenta, y pude localizar a los dueños y hacerles una generosa oferta...
-Pero eso es mucho dinero y son más de treinta cuadros -Lo miró con expresión de asombro. Thom demostró una pequeña sonrisa ante la sorpresa de la joven.
-Lo sé, pero yo solo poseo once de esos cuarenta y seis cuadros... -dijo soltando un profundo suspiro, ante el recuerdo de su madre pintándolos con tanta dedicación y amor-. Los restantes fueron imposibles de conseguir. Los actuales dueños no querían desprenderse de ellos...
-¿Papá lo sabe? -preguntó con curiosidad.
-Sí -le contestó con ternura, mientras pasaba una mano por la suavidad de su cabello-. Yo le regalé el que tiene en su despacho, sé que era el favorito de mamá...
-El que se encontraba en el museo de España -afirmó Helen. -El mismo...
-¿No entiendo el por qué lo dio al museo, siendo el favorito de ella? -giró su rostro hacia él y sonrojándose de pronto, al reparar en lo cerca que habían quedado sus ojos y labios de los de él. No sabía qué hacer, estaba un poco nerviosa porque de seguro que Thom había advertido su sonrojo... Ahora sí que ya empezaría adivinar todo.
-Porque era muy amiga del dueño del museo y le prometió que se lo regalaría cuando en una visita a casa, este lo descubrió... -dijo él un poco ausente sin poder dejar de mirar los suaves labios de la mujer.
Se quedó prendado. A pesar de las ojeras que tenía por el resfriado, estaba preciosa. Y le encantaba cuando se sonrojaba, le deba una expresión tan encantadora a su rostro... Y desde una postura tan cerca, podía ver la suave línea de sus labios, que seguro que sabían a dulzura... Eso es lo que era ella, toda dulzura. Y aunque sabía que se arrepentiría para siempre, él quería probarla aunque solo fuera por una sola vez y guardarse aquel manjar hasta el fin de sus días.
Con gran delicadeza abarcó el rostro de la joven con sus grandes manos, para acercar sus labios a los de ella. No sin observar detenidamente la sorpresa reflejada en los ojos de ella...
¡Qué!... No, no podía ser. Por favor que alguien la despertara de aquel agradable sueño. No se creía que Thom fuese a besarla. En aquellos pocos segundos que transcurrieron antes de que Thom pusiera en contacto sus labios con los de ella, no apartó para nada la mirada de la de él. En donde vio reflejado un gran deseo... No quería olvidar por nada del mundo aquello, quería recordar hasta el más mínimo detalle.
Lo sabía, pensó completamente relajado Thom en cuanto sus labios rozaron los de ella. Aquello era el manjar de los manjares... Cuantos años había estado pensando en aquel momento, y por fin había llegado. Y por nada del mundo lo iba a estropear... Así que con gran sed de los labios de la muchacha, bajó sus manos hasta abarcar la cintura de esta y apretar su cuerpo al de él para profundizar con más pasión.
Una gran explosión de felicidad estalló en el corazón de Helen, cuando Thom la estrechó entre sus fuertes brazos y la besó con gran pasión. Jamás había pensado que aquel día llegaría. Y nada en la vida la había preparado para sentir aquel fuerte remolino de sensaciones en la boca del estómago. De acuerdo que habían habido chicos que la habían besado, pero lo único que había sentido fue repulsión al notar sus labios fríos contra los de ella. Pero los de Thom eran suaves y cálidos, además de hambrientos... Sonrió para sí. A cada segundo que pasaba sentía como sus piernas se iban debilitando... Dios, no quería despertar nunca de aquella magnífica sensación. Con un poco de timidez, levantó sus brazos hasta posarlos alrededor del cuello del hombre. Consiguiendo con aquel gesto que este emitiera un gruñido y empezara a deslizar sus manos con deliciosas caricias por su esbelta espalda.
No sabía cuánto rato llevaban besándose como dos desesperados. Pero lo que sí sabía, es que no quería parar. Estaba en una nube de felicidad... Thom empezó a empujarla suavemente hacia uno de los dormitorios sin dejar de besarla. No pensaba detenerlo, porque llevaba soñando con aquel momento casi toda su vida.
Sus caricias le estaban volviendo loca. Tenía unas ganas inmensas de sentir su piel contra la suya, así que empezó a tirar del borde del jersey para arriba hasta conseguir que el hombre separase por unas milésimas de segundo sus labios, así poder sacarle el jersey por la cabeza. Pero se llevó una desilusión, ya que debajo de aquel llevaba una camiseta interior blanca impidiéndole sentir el calor de su pecho. Iba a seguir el mismo proceso con aquella prenda, pero Thom volvió a capturar sus labios con gran ansia mientras seguía empujándola hacia atrás. Momentos después, sus piernas toparon con algo y enseguida supo que se encontraba en el dormitorio de él. Thom lanzó un leve gemido para después darle un último suave empujón para que cayera encima del cómodo lecho.
Su pasión aumentó. Sabía que iban hacer el amor, pero no tenía miedo. Sabía perfectamente que Thom no le haría daño, que él era un gran amante y que haría que su primera vez fuese maravillosa. Sus labios seguían devorando los suyos, mientras que sus expertas manos se deslizaban por su cuerpo desabrochándole la camisa de algodón que le había prestado Susan. Una vez que todos los botones fueron soltados y sus senos quedaron expuestos, porque no le gustaba mucho llevar sujetador y Susan hacia una talla más pequeña que ella, así que no pudo dejarle unos, fueron acariciados por sus manos produciéndole unas sensaciones que jamás había pensado que su cuerpo pudiera experimentar.
Apenas podía respirar con tantas emociones que estaba viviendo... Necesitaba sentir el calor de su piel, así que volvió a tirar de la prenda hacia arriba y por fin el magnífico pecho masculino quedó al aire libre. Quería admirarlo durante un momento, pero Thom no la dejó por que bajó su rostro hacia sus senos para besárselos de una forma que hizo que lanzara un gran gemido... ¡Dios había sido ella quien había lanzado aquella exclamación! Lo único que sabía es que aquel hombre la estaba volviendo loca...
Fue entonces cuando el sonido de un teléfono móvil empezó a sonar. Aquello fue lo que hizo volver a la realidad a Thom y que saltara con gran rapidez de la cama, para alcanzar el aparato que se encontraba en el bolsillo del jersey que estaba en el suelo. Mientras la miraba enfadado...
-Sí -respondió con voz entre cortada.
-Thom, soy Jack...
-Dime respondió con el corazón en un puño, mientras seguía con la mirada fija en la mujer que tenía en su cama.
-Solo quería avisarte que Helen no está aquí, que salió diciendo que tenía que solucionar algo contigo... Y bueno tu padre se encuentra un poco preocupado...
-No te preocupes ella se encuentra aquí conmigo, está bien... —No apartaba la mirada de la mujer que lo miraba con gran timidez, mientras se cubría su desnudez-. Dile a mi padre que seguramente mañana ya sale hacia allí... -le respondió con enfado, viendo como Helen se incorporaba en el lecho y lo miraba confundida.
-Thom tengo que comentarte una cosa muy importante sobre tu padre...
-No hace falta, ya sé todo lo que tengo que saber sobre mi padre... -lo cortó rápidamente Thom, para seguidamente colgarle.
¡Mierda!. Cómo había sido tan estúpido... Se regañó así mismo. Pero no podía hacer nada, amaba aquella mujer... Pero tenía que respetar las decisiones de su padre. Así levantó la mirada para encontrarse con la agradable belleza de Helen. Esta lo miraba con el ceño fruncido.
-¿Cómo que mañana estaré en Texas? -inquirió un poco indignada.
-Helen... -dijo su nombre en un suspiro y mirándola con tristeza-. Lo siento mucho, te pido disculpas... No tendría que haber ocurrido nada de esto.
-¡Qué! -exclamó con sorpresa.
-Es que no lo entiendes mujer —dijo levantando un poco la voz-, esto que estaba ocurriendo entre nosotros es imposible.
-¿Porqué? -inquirió levantándose de la cama y cruzándose de brazos.
-¡Maldita sea Helen, somos hermanos! -dijo fuera de control y con los ojos inundados de angustia.
-Hermanastros... -lo corrigió la mujer.
-Es igual. Nuestro padre no lo vería bien... A decir verdad, él no lo ve bien según pude escuchar detrás de la puerta —soltó con ironía.
-¿Qué estás diciendo?
-Que será mejor que te marches, y cuanto antes mejor... -aquellas últimas palabras las pronunció con un nudo en la voz. Él no quería que se fuera de su lado, pero las cosas tenían que ser así.
-Thom... -dijo en un hilo de voz.
-Helen por favor, no me hagas las cosas difíciles... -declaró con voz neutra, mientras se ponía el jersey nuevamente.
-Thom yo te quiero... -logró confesar con timidez.
-No, tú no me quieres -dijo con frialdad-. Lo que ocurre es que estas confundiendo el deseo con el amor, eso es todo...
-¡No!... -gritó enfadada la chica entre un mar de lágrimas.
-Hazme caso, yo... -intentó hablarle.
-Vete a la mierda. Thom -le contestó en un gruñido-. Tú que sabrás de mis sentimientos...
-Helen... Tienes que olvidarte de esto...
¡No!. Gritó para sí la chica. Por fin que había conseguido lo que siempre había deseado, lo estaba perdiendo por culpa de la testarudez de un hombre mayor. Pero era un hombre mayor al que respetaba y al que le debía muchas cosas... Ahora lo comprendía todo. El por qué del comportamiento de su hermano durante todo aquel tiempo, y de sus palabras en el baile... La amaba y estaba segura de ello. Pero él no quería hacerles daño a su padre y a ella. ¿Por qué la vida era tan cruel?...
-Helen -susurró con ternura y preocupación.
-¡Déjame en paz! -exclamó empujándolo y saliendo de allí apresurada, cogiendo las llaves del coche que vio en la entrada sin pensárselo dos veces.
-¡Helen! —la llamó Thom hiendo tras ella, pero demasiado tarde las puertas del ascensor se cerraron en sus narices.
Entonces el teléfono móvil volvió a sonar.
-Si -contestó con rudeza, mientras bajaba por las escaleras para detener a la chica.
-Thom, soy yo otra vez...
-Mira ahora....
-No me cuelgues por favor, es muy importante...
-No, lo mío es importante -lo interrumpió-. Tengo que detener a Helen, hemos discutido y se ha marchado con las llaves de mi coche...
-Thom tu padre y yo sabemos lo que sientes....-soltó en un profundo suspiro.
-Lo sé, os escuché la noche del baile... -dijo con voz entre cortada al estar bajando por las escaleras a toda velocidad.
-Sí, pero lo que no sabes es que no escuchaste del todo lo que tu padre dijo.... -aquello hizo que Thom se detuviera y se apoyara por un momento para coger aire contra la Iría pared, mientras escuchaba a su amigo-. Thom estas confundido, a tu padre le alegraría que tu y Helen estuvieras juntos de verdad. Sabe perfectamente que los dos estáis enamorados... No lo entiendes, me dijo que muchas veces él y Margot soñaban con esa idea pero claro está aquello era muy difícil de que pudiera ocurrir, pero lo vio todo claro la noche del baile.
-Qué demonios me estas contando.... —No se lo podía creer. Deberás se había marchado antes de que su padre acabara de hablar. Entonces aquello significaba que podía estar para siempre con Helen, pensó mientras una gran sonrisa aparecía en su rostro.
-Lo que oyes -se oyó una risa-. Será mejor que atrapes a Helen antes de que se te escape con el coche...
-¡Mierda! -exclamó de pronto Thom acordándose de ello-. Lo siento tengo que colgarte -dijo entre risas y emprendiendo rápidamente escaleras abajo.
¡Por fin!. Llegó al garaje, pero tuvo mala suerte porque justo en aquel momento Helen salía a toda velocidad de allí en su coche...
-¡Helen, espera! -gritó alzando los brazos en el aire para que lo viera, pero fue inútil.
Pero la cosa no iba acabar allí, pensó con una gran sonrisa. Entró corriendo en el garaje para acercarse a una parte oscura en donde había algo tapado con una gran tela. Tiró de ella, para descubrir una moto de carreras...
Helen apretaba el acelerador, para ir devorando con más rapidez los kilómetros y así alejarse de allí lo más rápido posible. Suerte que Thom vivía casi en las afueras de la ciudad y llegó pronto a la carretera, además al ser de noche no había apenas tráfico. Estaba con el corazón destrozado... Cuando por fin después de toda una vida conseguía descubrir que su amor era correspondido, tenía que abandonarlo si no quería destrozar el corazón de otra persona... Una ráfaga de luces hizo que interrumpiera sus pensamientos y se fijara en el retrovisor. Detrás de ella iba una moto a toda velocidad. Sería algún machista que no soportaba que una mujer fuera a más velocidad que él. La moto volvió hacerle luces, consiguiendo ponerla un poco nerviosa. Sería mejor que aflojara un poco y así el hombre la adelantara dejándola tranquila. Al ir aflojando un poco la velocidad, observó como la moto se disponía adelantarla pero se sorprendió al ver que se ponía a su altura. Con un poco de miedo observó al loco motorista, para ver como este se levantaba la visera... ¡Thom! Pero cómo diantre... ¿Desde cuándo tenía Thom una moto? Vio como este le hacía señas para que se detuviera, pero estaba tan enfadada que no le hizo caso y lo ignoró por completo apretando nuevamente el acelerador a fondo.
Thom soltó una maldición al ver como Helen volvía a poner aquella velocidad tan peligrosa. Sabía que conducía perfectamente ya que él mismo le había enseñado, pero la carretera era peligrosa... Se bajó la visera y apretó el acelerador de la moto al máximo para adelantarla en un abrir y cerrar de ojos.
Helen observó como Thom la adelantaba con la moto, para detenerse en medio de la carretera bastante mucho más adelante. Su primera reacción fue de soltar el acelerador y disminuir bastante la velocidad como para apretador poco a poco el freno. Pero el coche iba comiendo la carretera y se iba acercando cada vez más a Thom, que se había bajado de la moto. Al final, paró casi a un metro de él y soltó un profundo suspiro al no haber ocurrido nada... Pero enseguida le vino el enfado, acaso estaba loco es que quería que lo hubiese matado. Bien molesta se apeó del vehículo.
-¡Tú! -lo señaló con rabia, mientras se paraba delante de él-. Es que estás loco...
-Sí -sonrió el hombre-, loco de amor... -Y acto seguido tiró de ella para besarla con enorme pasión.
Helen no supo reaccionar ante la sorpresa, solo se limitó a lanzar un pequeño gemido de protesta que pronto fue acallado por la pasión del hombre, consiguiendo que lo rodease con sus brazos. Después de un rato. Thom separó su boca de la ella y la miró muy sonriente....
-Que sea la última vez que conduces de esta manera, me has oído.... -la riñó.
-¿Esto es todo lo que me tenías que decir?
-No, resulta que tengo el permiso de nuestro padre para convertirte en una mujer honrada... -vio como la mujer abría la boca por la sorpresa.
-¿En serio? -dijo incrédula.
-Totalmente —dijo estrechándola más fuerte entre sus brazos-. ¿Y bien qué me dices, aceptas la oferta?
Helen se puso a llorar de felicidad. No podía creérselo, Thom acababa de pedirle que pasara el resto de su vida junto a él. Estaba a punto de desmayarse de felicidad....
-Acepto —dijo llorando de felicidad.
-Gracias mi chiquitina -dijo emocionado Thom-. Prometo recompensarte durante el resto de nuestras vida, lo mal que te lo hecho pasar durante todos estos siete años.
-Te tomo la palabra -sonrió feliz-, serás mi esclavo por las noches durante más de cincuenta años... ¿Qué te parece?
-Que sabes cómo volver loco a un viejo hombre como yo.... -dijo en carcajadas, mientras volvía a besarla.
FIN
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