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-¡Son excelentes! -Exclamó Susan, nada más coger las fotos.


Eran las diez de la mañana y se encontraba en el despacho de Thom, con Susan y éste examinando su trabajo del día anterior. Él no decía nada, solo miraba las fotos en silencio, que Susan le iba dando. De seguro que no le gustaban, solo por llevarle la contraria como hacia siempre. Pensó Helen. Pero era tonta, porque no sabía ver la admiración que guardaban sus ojos.

-¿Y bien? No piensas decir nada.

-¿Y qué quieres que diga? -Le respondió. Entonces, miró a Helen un momento con seriedad, para luego mostrar una débil sonrisa-. Estoy asombrado. No tengo palabras para describirlo -Helen no se creía lo que sus oídos estaban escuchando-. As impactado en ellas exactamente lo que yo quería y eso que no te comenté nada especial -le volvió a sonreír, consiguiendo sacarle el aire de los pulmones. ¡Dios! Qué guapo que era...

-No me extraña que haya adivinado lo que quieras, está claro que te conoce perfectamente dado que habéis vivido...

-Susan, quieres callarte y empezar a moverte con lo de las fotos.

Todo se había ido al garete. En cuanto Susan dijo aquellas palabras, la expresión de él se tornó nuevamente fría al instante, volviendo a convertirse en el Thom de estos últimos siete años. Mejor sería que se marchase ya del despacho, porque allí ya no pintaba nada. Ahora tenía que llamar a Nueva york, para comunicarles que su trabajo había finalizado bien y antes de tiempo. Y que no la esperasen hasta pasadas las fiestas, por que se cogía sus vacaciones que hacía tiempo que se las debían.

- ... Sí. Claro –Susan se quedó también parada por el cambio tan brusco que había sufrido el humor de Thom-. Hasta luego Helen -Se despidió con una sonrisa de disculpa.

Durante unos segundos, ninguno de los dos dijo nada. Sabían que si comentaban cualquier cosa referente al tema, el ambiente explotaría en una guerra de palabras e insultos. Y Helen, no quería aquello. Ya estaba un poco cansada de ser tan mal tratada.

-Bueno, yo me marcho -dijo un poco nerviosa y levantándose con cuidado del sillón-. Espero que os vaya bien ésta campaña de navidad y...

-¿Adonde te vas? -la cortó de repente y mirándola con ojos inquisidores.

-¿Cuando? -preguntó sin entender bien, porque no sabía si se refería en aquel preciso momento o más adelante.

-Pues ahora y en estos próximos días -dijo con cierta impaciencia.

-Ahora a mi casa alquilada, para empezar hacer las maletas y dentro de dos días marcharme a casa para pasar las navidades junto con papá -soltó con rapidez-. ¿Por qué ocurre algo?

-No, solo quería saber en dónde podía tenerte localizada -dijo sin dar importancia a sus palabras, pero Helen sí que se las dio. Él no era nadie, para andar vigilándola.

¿Localizada? -dijo un poco enfurruñada.

-No pienses nada raro, es solo que a lo mejor te llamo para que me realices otro trabajo. -Ah -no sabía que decir.

-¿Ya -estas tranquila?

-Sí -Aseguró con la misma frialdad-. Pero tendrás que llamar a Nueva York y hablar con ellos, porque puede que tenga más encargos y tengo que mirar si es de mi agrado...

-Entiendo -se le veía pensativo-. Bueno, pues muchas gracias por todo -Empezó a levantarse para estrecharle la mano como hacía con todo el mundo, pero cuando estuvo enfrente de ella se quedó en blanco. No sabía qué hacer o qué decir...

-Que pases buenas fiestas -dijo ella al fin. Rompiendo la tensión del momento. Pero estaba segura que no era una tensión de incomodidad, sino más bien algo extraño que no sabía definir del todo bien -. Adiós Thom -lo miró un momento para ver que hacia él, pero solo vio una tímida sonrisa en sus labios, aquello ya era algo.

-Adiós Helen.

En cuanto la puerta se cerró. Thom relajó por fin la espalda. Que estúpido que había sido, se reprimió así mismo. Había estado muy cerca de tener un roce esperado con ella, y aquello era imposible si no quería volverse loco. Iba a echar de menos el tenerla en su edificio... Sí. Habían sido unos días maravillosos para sus ojos, aunque muy dolorosos- para su corazón.- Soltó un suspiro y pensó en las navidades. Ella volvería a estar allí y serían unos días en donde podía aprovechar para estar a solas con ella sin que nadie los molestase. Aunque pensándolo bien, para ir y no hablar apenas con ella por su testarudez no valía la pena ir. No sabía qué hacer, por suerte quedaba una semana para decidirlo con total calma.

Nada más entrar en las tierras de su padre todas las preocupaciones de Helen se esfumaron, siendo remplazadas por una sensación de bien estar en todo su cuerpo. Le encantaba aquel lugar. Allí había tenido una infancia muy feliz llena de buenos recuerdos, y le gustaría mucho el vivir allí en un futuro no muy lejano. Pero estando Thom, aquello era imposible.


No sabía que ocurriría, pero era como si de pronto se avergonzara de ella. Y era raro, porque lo más normal hubiera sido que de pequeño rechazara la idea de tener una hermanastra y no ahora que era un hombre adulto. Pero la culpa la tenía ella, lo sabía. Mira que enamorarse de él. Habiendo un montón de hombres, que iban detrás de ella. Pero nada, lo amaba con locura desde pequeña y aunque la tratase como la peste...


Mucho antes de llegar a la casa, detuvo el coche junto al camino y se bajó de él. No sin antes coger el ramo de flores que llevaba en el asiento del copiloto. Hacía mucho frío, además de un molesto aire. Pero le era igual, porque caminó durante unos diez minutos adentrándose en el terreno que daba a la parte izquierda del coche, para encontrarse un pequeño cementerio familiar.

Allí se detuvo ante la tumba de su madre y dejando el ramo encima de la cruz de granito, se sentó en el suelo y empezó a llorar profundamente.

Cuanto la echaba de menos. Fue una gran mujer, que la cogió en su seno como si la hubiese parido ella. Añoraba cuando la rodeaba con sus brazos y le contaba un cuento antes de irse a dormir. Sus besos, en cuanto llegaba del colegio, sus historias de cuando ella era pequeña mientras salían a montar a caballo. Luego, cuando creció la ayudó en todos los problemas que surgían en la pubertad. A más de ser una magnífica madre, fue una maravillosa amiga. Ahora, no había nadie para acompañarla a comprar ropa o hablar sobre cosas de mujeres. Con aquello no quería decir que su padre no la quisiera, al revés era igual que su madre. Pero en los problemas de mujer, él nunca había sabido cómo actuar...


Jared se encontraba en su despacho peleándose con la impresora, cuando una llamada discreta a la puerta seguida de la entrada de un joven vaquero, le sacó de sus refunfuños. Era Jack, un joven de veintiocho años, que lo venía ayudar cuando no estaba ocupado con su negocio de criadero de caballos o con su despacho de abogacía.


-¿Dime Jack, ocurre algo?


-Sí –sonrió con cariño-. Tu hija ha vuelto, como siempre está...


-En el cementerio -concluyó el hombre mayor-. Muchas gracias, dile a Rosa que ponga un plato más para cenar.

-Muy bien... -aceptó la orden y salió de allí, sin hacer ruido alguno.


Jared se acercó a la chimenea, de en donde cogió una fotografía.

En ella salían las dos mujeres de su vida, su esposa Margot y su hija Helen. Fue tomada, cuando Helen cumplió los dieciséis años. En aquella foto, radiaba una sonrisa que desde la muerte de su esposa no había vuelto a ver. Incluso sus dos hijos habían dejado de mantener aquella magnífica relación, de la que tanto se enorgullecía junto con su esposa. Él también la añoraba, cada día lo hacía pero se lo guardaba para sí.

Acarició el rostro de su esposa, con el dedo pulgar antes de volver a dejarla en su puesto. Soltó un gran suspiro y salió al porche en donde vio acercarse el coche de su hija. La había echado mucho de menos, desde que se fue a trabajar a Nueva york, apenas paraba por Texas.


Antes de que se lanzara sobre él, para darle un fuerte abrazo. Pudo apreciar, como sus ojos estaban rojizos por las lágrimas. La abrazó con fuerza, mientras depositaba con mucho amor un beso en su frente.


-¿Hola mi niña, vienes de hablar con tu madre? -preguntó con sonrisa tierna.

-Sí -levantó la mirada hacia el hombre mayor.

-Ha sido Jack quien me ha avisado, se encontraba en la colina cuando vio que tu coche se detenía a un lado del camino.

-Ah -se sorprendió, por que se llevaba muy bien con él y Zack, pero éste último vivía fuera...Pero era raro, que él no estuviera allí -. ¿Dónde se encuentra?

-Se ha marchado a su casa, tenía cosas muy urgentes.

-Entiendo -sonó un poco resignada.

-Compréndelo, le han llamado por algo pero me ha dicho que té de un beso de su parte.

-Bien -sonrió-, pero y si entramos, aquí fuera hace un poco de frío.

-Perdona cariño, olvidaba que eras un poco friolera -le pasó un brazo por el hombro y la condujo a la sala de estar, en donde se sentaron enfrente de la chimenea.

-¿Y bien, cómo ha ido todo con tu hermano Thom?

-Como siempre -contestó desinteresadamente-. ¿Y tú no tienes cosas que contarme? -quiso cambiar de tema.

-Quien, yo... -sonrió con ironía-. Hija a mi edad y aquí, no tengo muchas cosas que contar. Pero tú sí. Ya que has estado en Londres.

-Es verdad. No si me gusta mucho aquello, porque apenas he visto algo.

-Thom te ha tenido trabajando como una esclava -se quejó.

-No -lo defendió-. Es solo que me di prisa en acabar el trabajo.

-¿Qué te diste prisa? No lo entiendo... -estaba confundido.


-Tenía muchas ganas de venir aquí, para estar contigo.

-Tú eres tonta -la riñó burlonamente-. Mira que hay hombres sueltos por ahí y montones de lugares preciosos que visitar, antes que venir a pasar las navidades con un viejo como yo.

-Papá, ningún hombre te llega a la suela del zapato -empezó a decir en tono divertido-. Ojalá, se parecieran a ti que eres todo un galán.

-En mis tiempos sí que lo era -rió-. No me costó nada conseguir a tu testaruda madre, que no paraba de decirme que era muy joven para mí... ¡Dios! Qué tiempos aquellos. Bueno... -dio una palmada en la pierna de su hija-. Así que Thom y tú, seguís con la misma tontería...

-Papá -empezó a quejarse.

-¿Qué? -protestó-. Estoy seguro que tu madre no lo permitiría para nada. Ella os habría abierto los ojos demostrándoos, que el estar peleados no sirve para nada. Pero yo, no soy tan duro como ella en esas cuestiones... -empezó a deprimirse.

-¡Ei! -le sacudió por los hombros con suavidad-. Lo que ocurre entre nosotros, es algo que se acabará solucionando. Es solo que tienes que dejar pasar el tiempo y que...

-¡Y que basta de hablar de tonterías! -se levantó-. Ahora ha cenar y luego a dormir, que debes encontrarte muy agotada para estar manteniendo una conversación.

Se quedó un poco sorprendida, por aquel cambio tan repentino.

-Sí. Tienes razón -bostezó-. Un poco cansada, puede que lo esté.


Mucho más tarde, se encontraba en su dormitorio.

Como había crecido y habían ocurrido muchas cosas, decidió hacer un poco de cambios en su dormitorio para no tener viejos recuerdos que la mantuvieran siempre deprimida cada vez que entrase para dormir. Así, que dejó simplemente un par de peluches y libros, guardando lo demás en cajas dentro del armario. Dándose cuenta que lo que había guardado, pertenecía a regalos que le había hecho Thom. Solo quedaba una cosa, una fotografía que había tenido siempre en su mesilla de noche, en donde estaban retratados ella y Thom, un año antes de que él se marchara y volviera con su nueva personalidad.


¿Cómo iba a decirle a su padre, que estaba enamorada de su hermanastro?. De seguro que no lo aceptaba. Pero su madre lo sabía, porque hubo una vez que le hizo un comentario sobre él y con la respuesta que le dio y la sonrisa que brillaba en sus ojos, lo supo. Y por lo que vio, no le molestó para nada. Pero estaba muy segura de que no le había comentado nada a Jared. Porque éste se enfadaría..


. Dejó la fotografía en su sitio decidiendo no guardarla por el momento, y casi dormida se desvistió y se puso el pijama para ir a dormir.


A las ocho de la mañana, Helen ya había desayunado y se dirigía a los establos, en donde se encontraba Jack dando de comer a los caballos.

-¡Hola! -saludó cuando estuvo justamente detrás de él, y éste no se hubo enterado de su presencia.


A lo primero se quedó completamente quieto por la sorpresa. Pero enseguida apareció una sonrisa y dándose la vuelta, cogió a la chica por la cintura levantándola del suelo.

-¡Helen! -ésta no se esperaba aquel gesto por parte del hombre, así que se rió a carcajadas ante la sorpresa.

-¡Jack! .Basta ya, que me voy a marear -se rió. El hombre dio un par de vueltas más, y luego la depositó en el suelo.

-Vaya, ya era hora de que te dejaras ver chiquitina -dijo dándole un tirón en el pelo.

-Lo sé. Es que he ido a Londres, para hacer un trabajillo...

-Me lo comentó Jared, cuando fui a Londres por una reunión y no respondiste a mis llamadas.

-Vaya lo siento, me hubiera gustado mucho el estar contigo allí -lo sintió-. ¿Te van bien los negocios?

-Demasiado bien diría yo -se calló un momento para mirarla-. ¿Qué te ocurre Helen? Cada vez, sé té ve más triste.

-Lo de siempre... -soltó un suspiro.

-Vamos a dar un paseo a caballo y me lo cuentas -vio la duda en el rostro de la joven-. Sabes perfectamente que si vienes conmigo, tu padre no se preocupa.

-De acuerdo, voy a preparar a Pacú.

-Bien, así me gusta que te entretengas.


Un rato después, se encontraban montando a un trote ligero por las grandes y preciosas tierras de su padre.


-¿Y bien? -preguntó al fin. Rompiendo el silencio.

-El trabajo que fui hacer a Londres, fue para Thom... -Jack estuvo callado por unos momentos, asumiendo las palabras de Helen.

-Por lo que veo. Todavía lo amas verdad -afirmó con seriedad.

-Sí -bajó la mirada.

-¿Y cómo ha sido su comportamiento, al encontrarte tu allí?

-En un principio tan raro conmigo, como en estos siete años... Pero hubo momentos en que estuve con el Thom que yo conozco, pero en otros su mirada era nueva, una que nunca había visto y que me ponía nerviosa...

-¿Os habéis peleado?

-Bueno, algún que otro enfado puede pero se pasaba rápido.

-¿Está con alguna mujer? -preguntó con gran curiosidad.

-Que yo sepa no. ¿Por qué?

-No, por nada -sonrió-. Simple curiosidad.


-Ah -miró un momento a un pájaro que pasó por encima de sus cabezas-. Puede que no venga para estas navidades...

-¿Té molesta? -la miró.

-Me molesta, porque en lo que va de año que mi padre no lo ha visto. De seguro, que solo han hablado como mucho una vez al mes por teléfono.


-Yo creo, que se preocupa al llamarlo cada mes -lo defendió Jack.


-¡Jack! -se quejó-. Pero si yo lo llamo una vez por semana.

-Pero mujer -se rió-. Siempre es muy diferente la relación entre un padre y una hija, a la de un padre y un hijo.

-Eso son tonterías, que os creáis vosotros los hombres.


Jack se rió a carcajadas, con aquel comentario inocente de la joven.


-Sabes -dijo mirándola con cariño-. Me alegra él haberte conocido, porque siempre has dado alegría a mi vida. Eres la hermana que siempre quise tener, pero que nunca me dieron. Hasta que vine a vivir al rancho de al lado.

-Gracias y tú también me has dado alegría en mi vida -confesó ella.

-Vine en el momento exacto, un año antes de que ocurriera todo -dijo-. Pude llegar a conocer a Thom y su encantadora hermana que tanto adora.

-Adoraba -rectificó ella-. Te has equivocado al utilizar el verbo presente, cuando tendrías que haber utilizado el verbo del pasado -dijo con ironía y un poco de tristeza.

-Estoy seguro de que todo es una tontería -la animó.

-Me es igual. Creo que es mucho mejor para mí, el que nos hayamos separado.

-No digas eso -la riñó.

-¿Por qué no? -encogió los hombros-. Al fin y al cabo, mi sueño es imposible. Soy una idiota por enamorarme de mi hermanastro, mira que hay hombres...

-Helen-intentó callarla.

-Estabas tú y Zack, cuando vinisteis a vivir aquí. Sois unos hombres también igual de atractivos, encantadores, divertidos y listos como Thom... Pero no, tuve que fijarme en él.

-Si el destino quiere que sea así, por alguna cosa será. -Para mí, creo que el destino me ha reservado una vida triste.

-Venga ya. Helen -la animó-. Es solo que tú vas más deprisa que todo. Yo creo que serás muy feliz, como lo has sido hasta ahora.

-Jack, solo he sido feliz hasta hace siete años atrás. Ahora, toda yo no lo soy porque siento un gran vacío en mí.

-Pero porque tú quieres... -le dijo-. Por que de seguro que si tú y Thom, hablarais muchas cosas se arreglarían.

-Solo se arreglaría una parte de mi corazón.

-En éste vida, es muy difícil tenerlo todo -afirmó-. Bueno, creo que va siendo hora de que volvamos, ¿no crees?

-Sí, mi padre estará muy preocupado aunque sepa que estoy contigo.

-Es muy difícil para él -dijo pensativo-. Al menos te deja coger el caballo.

-Sí. Pero no quiere ver como lo hago para nada.

-Fue muy duro cuando Margot se cayó del caballo y murió por ello.

-Sí -sus ojos se empañaron de lágrimas-. Venga, mejor que volvamos que ya llevo demasiado rato fuera y hace frío -Emprendieron la vuelta, con un trote un poco más ligero. Pero procurando aflojarlo a la altura de la casa.

Durante el camino de vuelta. Helen estuvo muy pensativa. Ya habían pasado cerca de diez años, desde la muerte de su madre. Los recuerdos de aquel día le volvieron nuevamente a la cabeza... Un día, decidieron ir ella y Thom haber como trabajaba su madre. Era una gran pintora, que realizaba temas de la naturaleza. Aquel día. Ésta se encontraba cerca del lago, de manera que cogieron el caballo y fueron a su encuentro. Pero antes de llegar, hallaron a la mujer sin vida bajo el cuerpo del caballo, que había metido la pata en un agujero y se la había roto, cayendo así de costado sobre el cuerpo de la mujer.

Fue un golpe fuerte para los dos, el encontrársela así. Y desde entonces, que no podía montar a caballo sola...

Después de cepillar al caballo y darle de comer, entró en la casa encontrándose a su padre en el despacho trabajando con el ordenador.

-Hola -dijo con una sonrisa.

-¡Cariño! -dejó de pronto lo que estaba haciendo-. ¿Qué has ido a montar? -preguntó preocupado.

-Sí. Pero ha venido conmigo Jack -lo tranquilizó un poco.

-Perfecto -se calmó-. Ya sabes que no me gusta nada, el que montes sola.

-Sí. Papá.

-¿Y dónde está ahora él?

-¿Jack? Se ha ido a mírate las vallas. que están cerca del río.

-Hay que ver éste hombre, lo mucho que se preocupa por todos nosotros.

-Sí, es todo un encanto -confesó-. Bueno, me voy a la biblioteca a leer un poco.

-Como quieras -dijo volviendo a mirar la pantalla del ordenador-, Ah. La semana que viene no estaré aquí porque tengo que ir a Detroit, para mirar unas cosas sobre el ganado.

-Muy bien. Pero...

-Llegaré dos días antes de navidad -sonrió.

-Entonces no hay nada que discutir.

-Nada, tu solo dedícate a descansar.

Cuatro días después, se encontraba completamente relajada en casa.

En esos días que había estado sin su padre, había estado montando a caballo cada mañana, leyendo, escuchando música, haciendo fotos por los alrededores y además, el contar con la fabulosa compañía de Jack. Que la había llevado a cenar, unas noches a restaurantes y otras a su casa. Era una excelente compañía, porque siempre le estaba haciendo reír. Acabó de ducharse y como no, bajó a los establos a montar a Pacú. Miró por los alrededores pero no vio la presencia de Jack. Tampoco le dijo el día anterior si iba a montar con ella. Hacía mucho aire, pero el cielo se veía despejado de nubes, de manera que no le dio mucha importancia...

Sabía que nunca se lo perdonaría pero necesitaba verla, hablar con ella... Durante siete años, lo había conseguido. La veía y podía mantenerse apartado, pero ahora le era completamente imposible... Ya no salía mucho por ahí con mujeres y cada vez le iba pareciendo más atractiva, la idea de tener una familia. Llevaba unos meses estudiando algunas de las mujeres con las que había salido, para crear una familia con ella. Pero el resultado era negativo, siempre acababa comparándolas con Helen y era entonces, cuando desistía.

¿Qué iba hacer? Alzó por un momento la vista al cielo, descubriendo unos nubarrones grandes y feos, aquello no pintaba bien. Por lo visto, se acercaba una buena tormenta. Aparcó el coche en la plaza de parking dispuesta y entró en la casa utilizando su llave. Aquello no le gustaba nada, en la casa reinaba un completo silencio. Era raro que no estuvieran ni su padre ni Helen. Se acercó al estudio y llamó al móvil de su padre.

-Sí...

-Papá, soy Thom

-¿Thomas? ¿Qué haces llamando desde casa? -preguntó extrañado.

-Tú qué crees -sonrió-. Pues he venido a pasar las navidades. Pero resulta que llego a casa y no hay nadie para recibirme.

-Bueno, yo me encuentro en Detroit por trabajo... Volveré para el veintitrés, pero Helen si tiene que estar ahí. Lo que pasa, es que seguramente se habrá ido a montar a caballo con Jack. Desde que llegó Helen, que no paran de verse.

-Muy bien papá -por un momento sintió celos, pero sabía que Jack no intentaría nada. Bueno eso esperaba-. Nos veremos cuando vuelvas y ten cuidado.

Jack colgó el teléfono sin querer informar a su padre del tiempo que se avecinaba, y que Helen estaba sin aparecer. Aquello no le gustaba nada. Estaba seguro, de que si Jack estuviera con ella ya habrían vuelto. Un poco nervioso, cogió nuevamente el teléfono y marcó el número del móvil de su amigo. Momentos después, se escuchaba la voz del hombre.

-¿Jack?

-¿Sí? ¿Thom? -preguntó extrañado.

-¿En dónde estás Jack?

-Pues mi avión acaba de aterrizar hace cinco minutos en Londres. Tengo una reunión urgente. ¿Por qué? ¿Ocurre alguna cosa? ¿Es Jared o Helen?

-Es Helen, no se encuentra en casa y pensé que estaría contigo...

-No. Tal vez esté montando a caballo...

-¡Mierda! -gruñó.

-¿Qué hay de malo? -preguntó.

-No. tranquilo no es nada -mintió-. Luego te llamo.

-Vale.

Fue a su dormitorio en donde cogió un buen abrigo y bajó corriendo en dirección a los establos. El tiempo estaba empeorando y el caballo de Helen no estaba allí. Con gran rapidez montó a Manchas y salió en su búsqueda. Había muchos sitios en los que buscar. Pero su instinto le decía que se dirigiese hacia el lago. Sabía que a Helen le gustaba mucho ir para allí.

¡Dios! ¿Y ahora qué iba hacer? Había visto a un perrito con el cuerpo medio atrapado en un agujero en el suelo. Que tonta, mira que no pensar en que al exponer su peso en el terreno de alrededor del agujero, provocaría que se derrumbara. ¡Y encima no había cogido su móvil! ... Por suerte Pacú se había quedado allí, en vez de salir corriendo. Sonrió con ironía. Ahora se encontraba sentada en el fondo del agujero de un metro y medio aproximadamente. Podría salir, porque era de alto como ella, pero el colmo es que se había hecho daño en un pie... Por suerte no estaba sola. Miró al cachorro cazador, que se encontraba cobijado encima de sus rodillas. Bueno, ahora solo había que rezar por que pasara alguien por allí. Ya llevaba unas dos horas... ¿Pero quién? Aquello era propiedad de su padre... Solo esperaba que fuera pronto, ya que empezaba a llover.

A medida que se iba acercando, iba distinguiendo un gran punto negro. Era el caballo de Helen. Estaba solo, nadie lo montaba y era cosa rara, porque con el agua que caía no creía que ésta se quedase allí contemplando el paisaje que la rodeaba. Algo debía haber ocurrido.

-¡Pero qué...! -exclamó Thom al ver a Helen en aquella situación.

¡Por fin!. Alguien la había visto. Levantó la vista y se llevó una gran sorpresa al encontrarse allí Thom, completamente empapado.

-¡Thom! -estaba sorprendida, no sabía si era una visión-. ¿Qué eres tú?

-¡Pues claro que soy yo! -masculló mientras bajaba al agujero.

-¿Y qué estás haciendo aquí? -preguntó tontamente.

-¿Y tú qué crees? -dijo en tono enfadado, una vez que se encontró a su lado-. Se puede saber por qué has salido en un día como éste. Es cosa de locos.

-A lo primero solo hacia viento, y el cielo estaba completamente despejado -replicó ante su riña.

-Será mejor que deje de preguntar -dijo con voz cansina-. Además de estar calada y con un cachorro en tus brazos, hay algo más que no sepa...

-Sí -sonrió de forma tímida-. Creo que me he torcido el tobillo.

En cuanto dijo aquello, Thom se fijó en sus pies y efectivamente se encontró que el izquierdo estaba muy inflado. Sin decir nada, sacó al cachorro de sus brazos provocando que se despertase y llorase un poco, cuando lo hubo dejado fuera del agujero con aquel aire tan frío. Después se agachó y ayudó a la joven a que se agarrara a su cuello con los brazos y cintura con las piernas. Una vez que estuvo bien agarrada, Thom se levantó y apoyó sus grandes y fuertes manos a la fangosa pared, que los tenía cobijados del fuerte aire. Con un poco de esfuerzo, salió de allí con Helen sujeta a su espalda.

La dejó sentada en el suelo y rápidamente el cachorro empezó a lamerla con gran alegría, y a corretear por las piernas de Thom. Dándole las gracias, por haberle sacado de allí.

-Creo que tienes un nuevo amigo —Dijo Helen, con sonrisa torcida.

-Ya lo veo. Se ve simpática -sonrió también-. Bueno, creo que es mejor que vayamos en un mismo caballo.

-Qué... -empezó a protestar.

-Ataré a Pacú al mío, y así no se desviará. Y francamente, no estoy para escuchar ningún tipo de queja, créeme -dijo con voz sensual y provocativa.

Estaba con los nervios de punta y apenas sentía el dolor del pie. Pero aquello era porque se encontraba sentada en el caballo de Thom y delante de él. Con el cachorro en sus manos. Thom le pasaba los brazos por la cintura, para coger las bridas. ¡Pero bueno, acaso es que no veía que le ocurría...! Su espalda estaba apoyada en su pecho, sus caderas se habían moldeado perfectamente a las de él y con el movimiento del caballo, mejor era no hablar. Por no decir, el que sus manos le fueran rozando de tanto en tanto sus senos. ¡Dios, quería llegar cuanto antes a casa!

No si en vez de darse una ducha caliente, la que le convenía era una con agua fría. Maldita sea. Entre el suave tacto de sus senos, el perfume que desprendía su cuello y el que sus caderas estuvieran encajadas contra una parte muy delicada de su anatomía, le estaban volviendo loco. Y mira, que el tiempo no acompañaba para nada. Pues no. Él tenía que ser lo bastante duro, como para que aquello no le molestara.

Después de dejar a los caballos en el establo. Thom cogió a Helen en brazos y la condujo a la casa, dejándola encima de una silla del dormitorio de ella. No abrió para nada la boca en ningún momento. Tampoco se atrevía hacerlo. Se encontraba completamente perturbada por estar en brazos de él. Su mirada se dirigía mucho a su magnífico cuello, que le enviaba señales de que lo acariciara con sus labios. Pero estaba completamente segura de que si lo hacía. Thom no le volviera hablar nunca más, no sin antes dejarla por los suelos por su locura.

Una vez sentada. Thom entró al cuarto de baño rápidamente y empezó a soltar agua en la bañera. Para luego volver al dormitorio, coger su móvil y llamar al doctor.

-Creo que no hace falta el que llamaras al doctor -protestó, en cuanto el hombre hubo colgado.

-Sin embargo yo opino todo lo contrario -dijo mostrándole una sonrisa torcida-. ¿Te duele mucho?

-Un poco —mintió. Porque la hinchazón no había bajado y el dolor en vez de disminuir había aumentado un poco.

-Bueno, pues será mejor asegurarse -concluyó acercándose a ella, hasta ponerse delante y hacer que se le volvieran alterar las terminales nerviosas a la joven -. El médico tardara más o menos tres cuartos de hora, así que nos da tiempo a ducharnos. Estamos los dos calados hasta los huesos y para evitar resfriarnos, nos damos una ducha o un baño bien caliente.

-Vale -se empezó a levantar para dirigirse al cuarto de baño y meterse en la bañera.

-¿Ah dónde vas? -preguntó Thom inquisitivo.

-A bañarme -contestó un tanto confusa por la pregunta.

-Tendrás que desvestirte antes...

-A eso iba al cuarto de baño —contestó.

-Y no crees que te hace falta reconocer que tu sola no puedes desvestirte.

-Thom por favor... –Bufó, porque no le gustaba sentirse como una niña pequeña.

-¿Segura que puedes llegar tu sola a la bañera?

-Por supuesto, solo tengo un pie dolorido no-minusvalía.

-Está bien -dijo no muy seguro-. Entonces te dejo tranquila, así yo me voy a darme también una ducha. Y estaré listo, para cuando venga el doctor.

-Sigo insistiendo que ha sido una tontería él... -Un poco tarde para replicar. Thom cerró la puerta dejándola allí sola mirando el vacío. ¿Y ahora qué? Por lo menos iba a estar unos cuatro días a solas con él. Hasta que viniera su padre. No sabía cómo iba a transcurrir todo, pero esperaba que fuera como por el momento, ya que no habían tenido ninguna discusión...

Lo que su cuerpo necesitaba de verdad en aquellos momentos era una ducha de agua fría, porque estaba que ardía de deseo. Todavía tenía en sus fosas nasales el olor a Thom, de cuando la había cogido en brazos para traerla de los establos hasta su dormitorio. Fue maravilloso el rato que duró. Encontrándose sujeta por aquellos brazos tan fuertes y protegida contra su pecho fueron unas sensaciones que... Se le ponía el bello de los brazos de punta al recordar tales sensaciones. Tenía que ser maravilloso el ser la mujer de Thom, vivir y despertar con él todos los días.

Iba a quitarse el empapado jersey, cuando de repente unos golpes en la puerta la hicieron detenerse. Tenía que ser Thom, no había nadie más. ¿Pero qué quería? ¿Habría llegado el médico sin darles tiempo a ducharse? Imposible, no había escuchado ningún coche ni había sonado el timbre.

-Adelante -dijo con voz segura.

La puerta se abrió y apareció Thom con la ropa cambiada y bien peinado... Y desprendiendo su colonia, que le nublaba la mente de deseo...

-¡Pero todavía sigues así! -dijo perplejo.

-AH... -no sabía que decir. ¿Pero cuanto rato había estado pensando en él?-. Eres muy rápido...

-Rápido... -repitió-. Pero si hace por lo menos unos veinte minutos que te dejé aquí. Seguro que la bañera se encuentra llena hasta arriba... ¿Pero qué has estado haciendo en todo este rato?

Pensando en lo mucho que te quiero y en lo maravilloso que seria vivir contigo, como tu fiel amante y esposa. Pensó en silencio.

-AH... Bueno yo...

Thom resopló y entró en el baño para parar el agua. Luego salió y se detuvo enfrente de ella.

-Bueno, por un palmo que se sale el agua -sonrió, mientras agarró el jersey de ella por el bajo y tiró de él hacia arriba-. Vas a coger una pulmonía, como no te quites esto y te metas en la bañera...

Thom le estaba quitando la ropa... Pero que... suerte que debajo del jersey llevaba una camiseta interior. Pero aun así no sabía qué hacer, se encontraba demasiado perturbada como para reaccionar. En cambio a Thom se le veía normal, no mostraba ningún signo extraño. De pronto, empezó a darle suaves empujones hasta conseguir que cayera sentada en el borde de la cama. ¿Y ahora? Toda ella era un flan por lo que estaba ocurriendo. El hombre se agachó y le quitó las botas, para poder dirigir sus expertas manos a la cinturilla del pantalón. Aquello ya era demasiado...

-Thom...

-Ni una palabra —la cortó con voz cortante-. Mejor que te ayude, porque sino aras esperar al doctor una eternidad... -Sonrió-. Y no tengas vergüenza, soy mayorcito y he visto a muchas mujeres desnudas.

¡Y qué! Ella deseaba que si la tenía que ver desnuda, que fuera en otro tipo de situación conducido por la pasión. Y no por aquella forma tan fría y con tantas prisas...

¡Dios! Pero que estaba haciendo. El que hubiese visto un montón de mujeres desnudas, no era lo mismo que ver el cuerpo de tu amada. Y más si era tan bello y suave como en aquel caso. Esperaba tener las suficientes fuerzas, como para no lanzarse sobre ella.

Tomó aire profundamente, en cuanto Thom puso sus manos en la cintura y empezó a deslizar la tela hacia abajo. No quería mirarlo. Para ella aquello era una cosa muy especial y posiblemente para él, era indiferente. Así que quería mantener la ilusión de que para él, también era especial. Por eso no se atrevía a mirarlo y descubrir en el rostro el simple afecto de un hermano...

No se atrevía a levantar la mirada, porque si lo hacía, caía la posibilidad de que descubriera la fuerte batalla que estaba teniendo. Y quien sabe que es lo que ocurriría... Tenía la respiración más acelerada de lo normal. Y estaba haciendo grandes esfuerzos por controlarla. Pero era cosa imposible con la tarea que estaba llevando a cabo. Si con solo la idea del tener que desnudarla, ya se ponía nervioso. Era raro que no le diera un ataque de nervios, en cuanto le hubo quitado los pantalones. A medida que los iba bajando, iba descubriendo unas preciosas piernas que más de uno se volvería loco por acariciar. Como le estaba ocurriendo a él.

Soltó un profundo suspiro, y se levantó del suelo para poder quitarle la camiseta interior, cuando fue salvado por el timbre de la entrada. Dio gracias a dios.

-Ha llegado el doctor -dijo con voz neutra y mirando por un momento a la joven a los ojos.

-Sí... -estaba completamente ruborizada-. Será mejor que acudas abrirle. Yo ya puedo por mí misma de acabar de desvestirme y entrar en la bañera.

-¿Segura? -estaba loco por salir de allí. No aguantaba ni un minuto más, de no poder acogerla en sus brazos y hacerle el amor.

-Sí. Anda, corre abrirle —lo echó de allí, consiguiendo quedarse sola y poder tranquilizarse.

¡Pero qué es lo que estaba ocurriendo allí! Estaba completamente segura de que era imposible que Thom, estuviese igual de acalorado como lo estaba ella. Es solo que lo había notado un tanto diferente, antes de que saliera del dormitorio. Dejando todo aquello a un lado, se quitó el resto de ropa y cojeando un poco se dirigió a darse un corto baño.

-¡Doctor Domínguez! -lo saludó con alegría.

-¡Thom! -dijo sorprendido el viejo hombre, de encontrarse con aquella grata sorpresa-. ¿Vienes por navidades o para quedarte? -preguntó sonriente, mientras entraba y se quitaba el abrigo.

-Por navidades, como todos los años.

-Pero éste año, vienes pronto -señaló con tranquilidad, mientras iban a la salita-. ¿Y bien qué es lo que ocurre? ¿Es Jared?

-No -lo tranquilizó-. Mi padre se encuentra en viaje de negocios. Así, que quien queda es Helen...

-Vaya, también está aquí mi preciosa niña. ¿Y qué le ocurre?

-Se ha caído, cuando daba un paseo con el caballo y...

-¡Santo dios! -se exaltó el doctor, recordando la amarga historia de Margot-. ¿ Y qué le ocurre, es grave?

-Tranquilo doctor -dijo con calma, mientras le daba un whisky -. No se ha caído del caballo, si no que se cayó en un agujero al ir a rescatar a un cachorro, y aparte de haberse empapado creo que se ha lastimado un pie. Hace un rato que lo tenía bastante hinchado...

-¡UF! -soltó un profundo suspiro-. Por un momento creí...

-Ahora debe de haber acabado de bañarse.

-Sí, sí... -le hizo señas con la mano, mientras le daba un trago a la bebida-. Anda, ves a comprobar si ya está lista para que pueda subir a verla.

Llamó dos veces a la puerta, pero no escuchó nada. Así que un poco preocupado optó por entrar... Mal hecho. Tenía que haber llamado una tercera vez... enfrente de él, se encontraba Helen con el cabello recién seco y completamente desnuda. Bueno, hay que decir que llevaba la toalla en la mano... Los dos estaban clavados en el suelo, sin saber que decir.

Ahora sí que ya no podría dormir por las noches, ya que le vendría cada dos por tres la imagen de aquel cuerpo tan bello. Quería apartar la mirada o salir de allí, pero no podía se sentía hipnotizado. Por fin, Helen recuperó su cordura y se cubrió con la toalla, en un estado completamente de vergüenza.

-Perdona... -se disculpó-. Llamé pero no me escuchaste.

-Ya veo... Estaba con el secador —señaló al cuarto de baño con timidez-. ¿Es el doctor?

-Sí. Quiere saber si estas lista para poder ver tu pie.

-Sí. Me pongo el chándal y que suba.

-Bien —aceptó saliendo de allí.

Se sentó un momento en la cama, para tranquilizarse. Ahora sí que no sabía qué hacer... Como tenía que comportarse en cuanto se encontrara cara a cara con él. Estaba muy avergonzada. Thom la había visto completamente desnuda y en vez de salir de allí, se había quedado parado mirándola, hasta que se hubo tapado con la toalla. ¿Qué habría pensado? Nada. Él mismo, había sido quien le había informado de haber visto a cientos de mujeres desnudas. No lo dudaba...

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