Para @sareli29 - 19-
Mmm… Sí –Se levantó del sofá-. Estaba pensando que a lo mejor me daba un baño de burbujas. Pero según el hambre que traigas, puedo aplazarlo para más tarde –Se alzó de hombros con aire desenfadado.
Sebastián, soltó un gemido en su mente solo para él.
-Si quieres, llamamos para encargar la cena –Sugirió el hombre carraspeando un poco y intentando apartar de su retina, la imagen que se le había venido de ellos dos en una bañera con burbujas.
-Muchas gracias –Sonrió divertida Karolaine-. Pero hace horas que tengo la cena preparada.
Él alzó las cejas con cierta sonrisa traviesa.
-¿En serio? Vaya, debo decir que estas hecha toda una ama de casa –Se mofó de forma vaga.
-Increíble verdad –Soltó desdeñosa-. Y eso que solo soy una jovencita de veinte años.
-Mira que eres puntillosa –Marcó yendo a sentarse en el sofá.
-Porque tú me obligas –Indicó aún de pie, pero cruzando sus brazos.- ¿Y bien?
-Si quieres cenar ahora o me doy mi baño, para ponerme ya el pijama –Dijo con tono exasperado ante la lentitud del hombre.
-Hombre… -Se calló unos segundos-. Un poco de hambre tengo, pero puedo esperarme a que tú te pongas cómoda.
-Y dejar que piques porquerías y luego, no comas la cena –Le replicó con fastidio-. Ni hablar, mejor cenamos ahora. Pon la mesa mientras me pongo el pijama.
-karolaine no me importa esperar un poco.
-Y a mí, me da igual aplazar el baño -Habló dirigiéndose ya de camino al pasillo-. Esta tarde ya me he duchado.
-Muy bien -Soltó con tono resignado, ante no conseguir disuadir a la chica de mantenerse tal como estaba, sin entender el porqué tenia la necesidad de cambiarse de ropa para cenar. Estaba seguro, que así su sistema nervioso iba a seguir sufriendo del mismo grado, al verla con aquella camiseta que llamaba pijama. Le pegaba más el nombre de tortura -. Iré poniendo entonces los cubiertos.
***
Si a Sebastián, le diera por entrar en aquel momento en el dormitorio de Dereck. Puede que le diera un pequeño infarto de perro guardián, al hallarla envuelta en delicada seda color blanco.
Estaba segura, que aquel conjunto de ropa interior semi-transparente quitaba la respiración hasta el monje más puritano.
Ahora, solo faltaba decidirse entre aquellas dos camisetas. Una era la habitual, de cada día. Y la otra, era de algodón fino semi-transparente, sin dibujo alguno en la parte delantera y lo más importante, un palmo y medio más corta.
¿Y bien? Soltó un suspiro enfrente del largo espejo.
Se hallaba indecisa en quedarse siendo la misma mojigata, o empleaba el sentido de aventura que había prometido sacar de la maleta.
***
¿Tanto tardaba una mujer en ponerse una maldita camiseta larga?
Pensó enfurruñado, sentado a la mesa del comedor, intentando ocultar su verdadero estado de agitación, mientras tamborileaba con los dedos en la gruesa madera. Cuando de pronto, su media concentración fue interrumpida por el sonido del timbre de la puerta.
Frunció el ceño, no comprendiendo quien podía ser a aquellas horas.
Levantó su largo cuerpo de la pequeña silla de madera, para dirigirse con cierta calma hacia el recibidor, cuando quien estuviera esperando al otro lado de la puerta, hizo volver a sonar el timbre.
Aquella impaciencia, causó que torciera los labios en una mueca de disgusto. Pues odiaba la gente que no sabía esperar un simple minuto, cuando uno podía estar ocupado en el baño o en la cocina, para no poder acudir de forma inmediata a la llamada.
Con cierta energía agresiva, agarró el pomo de la oscura puerta y de un fuerte tirón la abrió de par en par, hallando a un hombre trajeado que lo miraba con el ceño fruncido.
Su ceño también se arrugó como nunca lo había hecho.
¿Quién era aquel individuo?
Seguro se había equivocado, o bien podía venir buscando a Dereck. Por ello que lo mirase con aquella mirada.
Tenía que ser aquello, porque aquel traje era como los suyos. Exclusivos de diseño. Por lo tanto, indicaban que era un hombre adinerado de negocios y venía, en busca de los consejos de su amigo.
-Buenas noches –Habló tratando de no sonar tosco.
-Buenas noches –Sonrió levemente el desconocido-. Creo que me han facilitado la dirección errónea, pues venía buscando a Karolaine.
¡Perdona!
Gritó su mente de forma alarmada, mientras cambiaba su actitud receptiva, por una de perro guardián.
¿Cómo que aquel hombre la venía buscando? ¿Qué había hecho cuando salía a pasear? Se suponía que era una joven inocente y tímida, pero viendo la presencia de aquel individúo, comenzaba a cuestionar su opinión personal sobre su amiga de la infancia.
Aquel tipo, si no se equivocaba mucho, debía rondar su misma edad. Por lo tanto… ¿Dónde estaba su moralidad? ¿Es que no veía que era una adolescente?
Sí. Y realmente preciosa…
Sus ojos se iban achicando por milésimas de segundo, cuando volvieron a expandirse por completo al ver aparecer por el rabillo del ojo a la chica por el recibidor, con un atuendo que no era nada apto, para las visitas externas y menos masculinas.
-¿Matt?
Dijo ella en un hilo de voz lleno de incredulidad.
-¡Mi chica tímida! –Exclamó extasiado el visitante, pasando por al lado de Sebastián sin pedirle permiso, para llegar hacia ella y alzarla en brazos, dando un par de giros sobre sí mismos-. ¡Estás preciosa!
¡Y apunta también sorprendida, chavalote!
Pensó para sí, aún sin salir de su asombro. Y obvio, que Sebas lo notaba con su cara de perro guardián.
Allí parado, con el ceño fruncido y casi podía decirse, que algo sombrío con el juego de las luces del recibidor.
Así que Matt, era el plan de los chicos…
-Fue Susan quien me dijo que estabas en la ciudad –Explicó el hombre, bajándola al suelo y atrapando sus labios en un choque no muy corto.
¡OH amigo! Has cavado tu propia tumba con ese gesto. Pensó sin poder ocultar el asomo de una sonrisa.
¡Ah pillín!
Volvió hablarse a sí misma, al determinar que pudiera ser aquella la total intención del hombre, guiado por… ¿Susan?
Frunció el ceño.
¿De parte de quién puñetas venía?
Si es que lo sabía, se riño así misma con un suspiro. Era dejar entrar a las locas en escena, que su mente volvía hallarse saturada y confusa, sin contar estresada.
De modo, que nadie apostaba por ella al enviarle al hombre como apoyo.
Y más le valía darles la razón. Porque tampoco es que hubiera avanzado mucho al ir por su cuenta. Pero ahora, tenía miedo del giro que podía coger todo aquel asunto.
Dios… Soltó un profundo suspiro.
Más le valía acercarse a la farmacia en cuanto pudiera, para comprar un poco de tila. Sus nervios, iban a necesitarla en grandes dosis.
-¿No te alegras de verme? –Expuso Matt con tono risueño y guiñándole el ojo.
Y entonces, volvió a sentir aquella tranquilidad y confianza que había sentido con él en Sicilia, cuando le hubo robado su primer medio beso en serio.
-Sí –Le sonrió al fin con cariño-. Es solo que me dejaste muda.
-Ésta es mi niña –Volvió a sonreír, antes de rodearla con sus brazos en un achuchón fuerte.
¡Recuerda que Sebas sigue ahí!
Se gritó, para tratar de mirar de reojo y observar como el otro, se hallaba en una postura algo amenazante con los brazos cruzados y las piernas separadas.
¡Hay su pobre perro guardián!
Sonrió extasiada interiormente.
¡Sí señor… Nuevo punto para ella!
-¿Has cenado? –Preguntó deshaciéndose del abrazo-. Nosotros íbamos hacerlo ahora. ¡OH! –Soltó en un chillido pequeño-. ¿Tienes dónde dormir?
Pero no pudo obtener respuesta, porque fue el preciso momento en el que Sebas decidió hacerse notar, al toser un poco y posicionarse junto a ellos.
Por un momento, sintió como sus mejillas se ruborizaban con un leve tono.
-Perdona Sebas –Sonrió mostrando un aire de inocencia, que en ningún momento era verdadero-. Se me olvidó que estabas aquí… -¡Y un cuerno! Pensó mordiéndose el labio, mientras que el hombre fruncía el ceño un poco más-. Te presento a… -Hizo que dudaba en encontrar las palabras para describir su relación con aquel hombre, sin dejar en todo momento de estrujarse los dedos de las manos como muestra de un signo nervioso-. Un amigo de Londres.
-Sí, amigo –Sonrió Matt, alargando su brazo hacia él, como muestra de saludo-. Ese soy yo.
-Amigo… -Arrastró la palabra casi en un siseo, mostrando que no se hallaba a gusto con su presencia allí, sin ofrecer en ningún momento su mano-. Creo que unos pocos años atrás, se hubiera considerado esa amistad, con dos adjetivos. Uno asaltacunas y la otra, pervertido.
-¡Sebastián! –Lo reprendió Karolaine sorprendida y ofendida.
Pero Matt, solo supo mostrar una sonrisa aún más amplia.
-Pues suerte, que la conocí en el momento adecuado –Contra atacó con voz firme.
-Sí –Sonrió con frialdad Sebas, al alzar sus comisuras-. Cuando no estábamos ni su hermano, ni yo a su lado.
-¡Bueno ya está bien! –Se quejó consternada la joven, con los brazos en jarra-. No tienes que ponerte tan borde con mis visitas –Le reprendió.
Aquella vez, la mirada fría fue solo para ella.
-Si quiere, que cene aquí –Señaló en una orden tajante-. Pero que se espabile en dormir fuera de éste piso.
Karolaine se puso colorada de rabia.
-¡Aquí no tienes ningún mando! –Le reprochó con enfado-. Es el piso de mi hermano. Tengo yo más preferencia que tú.
-Tú hermano me dejó a tú cargo –Gruñó entre dientes.
-Mientes –Se atrevió a refutarle, sorprendiendo una vez más al hombre, por aquel cambio de actitud operado en ella.
Antes, su querida y dulce Karolaine del pueblo, jamás se hubiera atrevido en llevarle la contraria a lo que dictaminara.
-Desde luego, que Londres no te sienta para nada bien –Soltó con aire desdeñoso.
Sin embargo, ella solo supo alzar su barbilla.
-Te equivocas –Sonrió con gran descaro como le había enseñado su amiga Susan-. Es el mejor cambio que pude hacer en mi vida. Y es el que me está haciendo abrir los ojos, para todos los futuros cambios que debo hacer en adelante…
Acéptalo de una vez y deja de comportarte como mi maldito perro guardián.
Su contrincante, solo supo mostrar una sonrisa perversa ante aquella sugerencia.
-Eso, ahora mismo resulta completamente inviable, tras conocer la presencia de Lucas ahora de éste asaltacunas.
-¡Oh Diós! –Gruñó exasperada alzando sus manos al aire-. Haz lo que quieras, pero yo voy a cenar aquí en compañía de mi amigo.
-Me parece bien –Asintió con la cabeza-. Pero por encima de mi cadáver que lo harás vestida de esa forma –Protestó en una amenaza y alzando una ceja.
Por unos segundos, solo supieron atacarse con miradas entrecerradas hasta que ella soltó un suspiro demasiado exagerado, antes de agarrar a Matt por el brazo y arrastrarlo de forma brusca hacia su dormitorio y encerrarse allí con el cerrojo, no sin antes gritarle a su perro.
-¡Como quieras, me cambiaré de ropa! –Y cerró dando un portazo, no sin antes haber escuchado como soltaban un insulto tras la puerta nada correcto para los oídos de cualquier niño.
Después, con sonrisa divertida se giró a mirar al hombre, quien la miraba expectante por el movimiento anticipado que le había ganado a su contrincante.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top