21


-Vaya –Silbó encantado-, creo que esto tendría que haberlo grabado, para mostrárselo a las chicas.

Karolaine rió por una vez a gusto, sintiéndose sin quererlo apoyada por sus amigas desde la ciudad de Londres.

-Tonto –Rió encantada y yendo a darle un abrazo lleno de cariño-. Al final te han metido a ti en el embrollo.

Matt, le guiñó un ojo antes de ir a sentarse en la cama de matrimonio.

-Sabían por medio de Lucas, que me hallaba aquí en la ciudad –Comenzó a explicarle-, me comentaron lo que te ocurría y decidí colaborar de forma voluntaria.

-¿Y me puedes decir exactamente, en qué se vasa esa colaboración voluntaria tuya?

-En que te ganes el corazón de ese gigante de ahí fuera –Dijo con cierta mueca de terror-, quien ahora mismo, debe de estar imaginando mil y una maneras, de romperme el cuello.

La chica volteó los ojos al techo.

-Creo que es perro ladrador pero poco mordedor –Rebufó, yendo al armario y buscar entre las prendas de Clara unas mallas, para ponérselas y salir al comedor algo más decente según Sebas.

-¿Segura?

Karolaine asintió con un gesto de cabeza, cerrando las puertas del ropero.

-Sabe que ya soy adulta y que mi hermano Dereck, no es tan monje conmigo, como a él le gustaría –se fue a sentar a su lado en el mullido colchón-. ¿Y qué ingenioso y loco plan habéis elaborado todo el séquito?

El hombre, no pudo evitar soltar una pequeña carcajada.

-Me voy a convertir en tu amigo, que viene a pedirte derechos de roce, mientras estas aquí en la ciudad por vacaciones, tras lo ocurrido en Sicilia.

Karolaine se lo quedó mirando por un segundo en silencio, para después echarse a reír.

-Sebas no es tonto –Se cruzó de brazos-, es igualito de ligón que todos vosotros.

Matt también rió otra vez, por aquel dato.

-Simplemente habrá que hacerlo muy bien –Señaló con sonrisa picarona.

-Qué abarca ese –alzó los dedos para hacer unas comillas y enmarcar las siguientes palabras-, hacerlo bien.

-Las muestras de cariño que se nos vengan en mente, siempre que esté él presente.

Ella, comenzó a negar con firmeza con su cabeza.

-Haber pequeña –le acarició la mejilla con cariño-, no debes preocuparte –Le guiñó un ojo y empleó cierto tono guasón-. Prometo no enamorarme de ti, pues ya lo estoy de mi novia.

-¡HO! –Se alzó de sopetón de la cama-. ¿Acaso quieres perderla si te pilla?

-No conoces a Jasmine –Rió abiertamente-, ella está súper emocionada por conocerte y colaborar.

Karolaine se llevó las manos a la nuca, para soltar un gemido en protesta.

-Porqué nadie que conozco está bien de la cabeza.

-¿Eso es un sí? –Quiso saber impaciente y emocionado por empezar todo el teatro.

Pero unos golpes en la puerta sin ningún tipo de discreción, interrumpió de responder. Era obvio, que por la energía de aquellos golpes, su querido perro guardián, comenzaba a impacientarse de que estuviera en el dormitorio en compañía masculina.

-Te recuerdo que la cena está en la mesa enfriándose –Masculló a secas.

-Ya salimos –Respondió volteando los ojos al aire-. Vamos, antes de que decida taladrar esa puerta con un taladro para observarnos –Soltó sin importarle emplear un tono de voz algo alto, para que lo escuchara.

-Te he oído –Confirmó éste en un gruñido.

-Bravo –tarareó con ironía-,  recuérdame que hagamos una fiesta para brindar por tus perfectos oídos a tu edad –Le respondió, viendo como Matt se aguantaba la risa, mientras que al otro lado se escuchaba rebufar al perro.

-Niña impertinente –Masculló alejando sus pasos de allí con cierto enfado.

-Vaya –suspiró alzándose de hombros-, ya volví a la categoría de niña. Obvio, que no le gusta que estés aquí –Se giró a mirarlo divertida-. No sabes dónde te has metido, Matt.

-Y él, tampoco sabe con quién se está metiendo –Le guiñó un ojo con cierta picardía-. Ven aquí –Pidió agarrándola del brazo, antes de que abriera la chica la puerta del dormitorio-. Vamos a darle algo en qué pensar –Indicó, antes de revolverle un poco el pelo a la chica y rasparle las mejillas con la barba de dos días que llevaba.

-¿Qué demonios? –Frunció el ceño divertida-. Estas cavando tu tumba Matt.

-Él, sí que la va a cavar en pocos días, si no te muerde –Soltó empujándola fuera del dormitorio.

-Difícil os va a resultar vuestro  plan –Susurró ella, mientras iban por el pasillo para salir al encuentro de Sebas, quien se hallaba sentado a la mesa con los dedos tamborileando a una marcha desenfrenada sobre la pobre mesa.

Pero cuando su mirada topó con la de Sebas, un pequeño brillo de esperanza la animó, al comprobar como el hombre achicaba la mirada tras observarla al rostro.

Increíble, la rojez de la barba y el pelo ligeramente alborotado, habían surgido algo de efecto.

¿Pero irían esos gestos a dar el resultado que buscaban?

Por el momento, iba a pegar su silla al máximo con la de su amigo, aceptando las carantoñas que fuera hacerle éste.  Solo esperaba, que Sebas se portara amigablemente.

El reloj marcaba la una de la madrugada, cuando se tapaba con el nórdico en su mullida cama, con una enorme sonrisa de satisfacción en sus labios. Y sin poder evitar el soltar un suspiro de placer, seguido de una sonora carcajada que calló de inmediato, al ser interrumpida por dos golpes secos en su puerta.

-¿Ocurre algo ahí dentro? –Preguntó desde el otro lado Sebas, notándole cierto aire de enfado aún.

-No –Respondió, llevando sus manos a la boca para taparse el sonido de una nueva risa.

-Pues vete a dormir y deja el teléfono, no son horas –Gruñó, sugiriendo que su risa  procediera de una charla por aquel medio.

-¡Vete a dormir Sebas! –Alzó la voz sin disimular su humor-. Yo no soy la que madruga mañana.

-Niñata insolente –Se escuchó decir en la lejanía de su puerta.

¡Sí, joder! Exclamó en silencio, encogiendo su puño derecho.

Había disfrutado como mil demonios, la cena de aquella noche con la compañía de Matt. Podía decirse, que le había devuelto la pelota a Sebas quedando ganadora por goleada.

El chico, había sido muy educado en todo momento. Había hablado de negocios y del estado de la bolsa con Sebas, llegando incluso ella aburrirse un poco por unos minutos. Pero todo aquello, había logrado que Sebas dejara por un rato de ser su perro guardián.

Pero todo había formado parte de un plan.

Una vez que su querido perro, tenía la vigilancia desconectada. Había sido cuando Matt metía su estocada. Pero todo con muchísima sutileza.

A veces le retiraba en una caricia el cabello de la mejilla, le sonreía, le acariciaba la mejilla… o Bien, pasaba un brazo por sus hombros por alguna broma dicha. Todos gestos inocentes, pero cargados de mucha complicidad.

Pudiendo observar con ello, como el semblante de Sebastián se iba tornando cada vez más tosco.

Vaya… Al parecer, puede que las chicas tuvieran algo de razón.


A las ocho menos cinco minutos, Clarise trotaba escaleras abajo, con la bufanda aún en sus manos.

Se sentía rebosante de energía por dos motivos. Uno, por montar nuevamente en la moto con Ramón y dos, por saber que éste había aceptado darle un pequeño escarmiento a su jefe.

Cierto, que la primera opción tenía más peso. Pero no quería hacerse ilusiones imposibles. Era ahora, que comenzaban a llevarse mínimamente bien. Por ello, tenía que optar más por la segunda opción.

Ya pisaba la calle, justo cuando por la esquina torcía el hombre, deteniéndose unos segundos después enfrente de ella, para sonreírle con un guiño de ojos cuando se retiró el casco de la cabeza.

-Buenos días preciosa –Saludó consiguiendo con ello, un triple salto mortal en el corazón de la joven, con aquellas palabras.

-Hola –Le devolvió la sonrisa-. Gracias por venir a recogerme.

-Es todo un placer –Señaló para entregarle el casco que llevaba en el codo-. Y más –empleó tono sensual-, sabiendo que soy el primero en mostrarte éste placer.

-Tonto –Le dio un suave golpe en el hombro, antes de colocarse la protección en la cabeza.

-¿Lista, para hacer hoy mismo una gran entrada? –Clarise frunció el ceño, antes de subirse tras él y rodearle la cintura con los brazos-. Verás, resulta que tu querido jefe me ha citado en quince minutos, en el parquin de vuestro edificio –Ella, abrió los ojos de forma alarmante-. Seguro que es sobre ti, por los paquetes sorpresa –Sonrió pillín-. Pero a nosotros, nos queda perfecto para que nos vea llegar juntos y que su cabeza, crea que su plan da resultado.

-Pues pisa –Indicó entre dientes, un tanto molesta al tener que recordarse que no debía hacerse ilusiones. Todo era por venganza hacia Thom-. Quiero que nos vea llegar en primera fila y el primero.

Trece minutos después, para ser realmente precisos. Descendían por la rampa del parquin del edificio XIV, con un poco de exageración por parte de Ramón. La justa, para llamar la atención de su jefe que se hallaba apoyado en su porche con cara de sorpresa.

Pero lo curioso, que con él se hallaban gran parte de las chicas de la oficina.

Dios, ya notaba que las manos comenzaban a sudarle, cuando detuvo con suavidad la moto al lado de todos ellos.

-Hola –Sonrió algo sonrojada a sus compañeras, sabiendo que si no era en el ascensor, sería en el lavabo donde la acorralarían, para interrogarla como si de una espía se tratara.

-Hola Clarise y también a ti, Ramón –Habló primero Thom, antes que todas con una sonrisa de confabulación en su cara-. Se me hace raro verte con las manos alrededor de la cintura de Ramón, en vez de su cuello…

Por un momento, se visualizó así misma golpeando al hombre con el casco. Pero aspiró con fuerza y lo ignoró, girándose hacia Susan y Marta, quienes también habían dirigido cierta mirada hostil a Thom.

-Tranquilo, ya tuve mi ración antes de llegar –Habló Ramón en broma, algo que no era cierto pero que simplemente era parte del juego que iban a poner en práctica.

-Nosotras vamos subiendo –Soltó Susan con tono protector, antes de agarrar a la chica y de un tirón empujarla al ascensor con las demás chicas.

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