Capítulo 26: La Profecía
Noda
—¡Escóndete! —susurró Daly a la misma vez que se agachaba e intentaba buscar un lugar seguro.
Hice lo que me exigió y me escondí en un matorral. Era de noche, todo el bosque estaba oscuro, excepto en el lugar que nos encontrábamos. En el punto negro de toda la batalla. Los Camaleónicos, con sus cascos y sus armas, luchaban contra los Okotadi. Los Kiauntes intentaban frenar a los Curasangres que con saltos se lanzaban encima de ellos para poder morderles. Una guerra había empezado y lo que me sorprendió que la había iniciado el bueno del Rey Charles. En algún momento se levantó una mañana y decidió que todos éramos sus enemigos. Verdaderamente la muerte de Ada le había afectado. Se había dejado llevar por el luto, se había rendido, había perdido el oremus*. Yo, en cambio, decidí hacer algo para poder tenerla otra vez. Tenía un objetivo, un motivo, una razón para mi existencia, mientras que él decidió asesinar a todos.
—Nunca había visto una guerra entre naciones—le confesé a mi acompañante y buen amigo.
—No has vivido lo suficiente aún—me contestó.
En ese momento un Lux, se apareció en el cielo y con su magia iluminó todo el cielo, dejándonos ciegos a todos los que estábamos en tierra. Puse mi cara entre mis piernas para evitar más ataques del ángel de luz. Noté como Daly había llegado a mi posición y ponía su mano en el hombro.
—¿De qué lado está los Lux? —susurré aunque era innecesario dado que con el ruido de ataques mágicos, espadas, gritos y gemidos no se podía escuchar ningún ruido más allá del batallón.
—De ninguno—confesó en el mismo tono— están al lado de la paz. Ellos están encargados de que la oscuridad no salga de Samán.
—Pues llegan tarde—bufé alto ante la falta de profesionalidad de ellos.
Recordé aquella vez que viajé por primera vez a Samán y conocí a Daly. Él era el barquero que me llevó a ver a Aini. Recordaba perfectamente como los Lux cantaban y repelían así a los Okotadi*. También recuerdo como el guardián menospreciaba a mi amigo por ser un Hina. Por ese motivo, cuando yo me convertí en uno, entablé una amistad con él. Juntos hemos luchado, robado y hemos realizado muchas misiones con éxito, incluida ésta última. Antes trabajábamos para Aini, pero ahora se podría decir que vamos por cuenta propia. Casi no salimos de ésta última misión. Ha faltado poco para perder la vida y ahora que salimos de nuestra encomienda, me encuentro con éste derramamiento de sangre.
Daly puede ver el pasado (es uno de sus Dones) y está al tanto de todo, pero yo estoy súper perdido. Lo único que sé, es que me divierte. Ver una guerra en directo y que el responsable de ésta, esté sentado en su trono, mientras ellos se matan entre sí, me resulta fascinante. Lo sé, mis gustos son macabros, pero desde que mi alma se volvió negra y se la entregué al príncipe de los Samaelitas, me atrae mucho la muerte. Confieso que ver sangre, tripas, batallas y traiciones es mi pasatiempo favorito. Doy gracias a Aini, ahora que seguro me está odiando, por colaborar con ésta guerra.
Caí en la cuenta que no sabía la razón de dicha guerra. Sé, por habladurías, que el Rey la comenzó, pero nadie sabe el porqué.
—¿Cuál fue el motivo, por el cual comenzó ésta guerra? —pregunté. Mientras esquivaba a un Camaleónico que yacía muerto en el suelo.
—Los Kiauntes junto con los Camaleónicos piensan que los Samaelitas y los Curasangres han intentado matar al Rey Charles— susurraba mientras caminábamos lo más sigilosamente por el bosque— esa traición parece ser una perfecta excusa para matarse entre sí. Yo pienso que, si hubiera muerto, pues un Rey menos. A nosotros los Hina no nos afecta la monarquía y menos de Kiau.
Se me escapó la risa justo cuando llegamos a la entrada de la cueva de Kaliska. Daly se giró y me miró extrañado. Rápidamente vi como sus ojos azules, cambiaban a un color blanquecino, señal de que estaba usando su don. Cuando sus ojos volvieron al color original abrió la boca en forma de "o" y sonrió.
—Cada vez me sorprendes más Noda — dijo con un tono de aprobación— así que eres el autor de todo éste lío. Lo malo que fallaste amigo mío.
Eso me sentó como un tiro*, dado que es lo único que me arrepiento de toda mi miserable vida: no haber aceptado el tiro. Si le hubiera matado, seguro que Esmeralda seguiría viva. Acabaría amándome, dado que no le quedaría otra. Yo habría sido el hombro en donde llorar, su paño de lágrimas y al final su amante.
—Ojalá hubiera aceptado—susurré y le miré directamente a los ojos— ese fallo me salió muy caro.
Mi amigo me puso una mano en el hombro, señal de camarería para confortarme. Seguramente que, por su Don, ha visto mi sufrimiento y lo habrá sentido. No podía guardarle ningún secreto, pero tampoco me importaba. La mayor traición que he sufrido, ha sido por la persona que más he amado en mi vida. Nadie podía hacerme más daño, ahora sería yo quién lo haría.
—Pero ahora tengo la manera de remediarlo—dije sonriendo y volviéndome para entrar en la cueva.
—La suerte está echada—sentenció mi amigo.
Daly se quedó quieto en la entrada, mientras yo me quedé justo debajo de la cascada que sonaba y caía de una manera torrencial. Le miré con desafío y a la vez riéndome de las circunstancias. Pude apreciar cómo le entraba un escalofrío al intentar entrar en la cascada. A pesar de que él medía tres veces más que yo, por haber sido antes un Samaelita, su estatura parecía que había menguado varios centímetros ¿Tenía miedo de Kaliska?
—Me quedo afuera, esa vieja no me da ninguna confianza—se sinceró al final.
—Has luchado contra Okotadis, bandidos, monstruos y le temes a una sabia—dije riéndome— valiente Hina estás hecho.
—Esa vieja miente más que habla y además su semblante me da más miedo que Aini—dijo dando por terminada la conversación.
Se giró en rotundo y desapareció entre la maleza. Me quedé por un momento contemplando la guerra que a escasos kilómetros se estaba llevando acabo. Los Okotadis y los Lux habían decidido seguir la batalla por el cielo, mientras que los Curasangres, Kiauntes y Camaleónicos se mataban en tierra. Aunque no participaba en la guerra, yo estaba de parte de los ángeles oscuros. Observé detenidamente a éstos. Había rostros conocidos, algunos que consideraba buenos camaradas, otros que los odiaba, pero eran los que se parecían más a mí. Ya no tenía ningún rastro humano, ya no sentía empatía por ellos, ya no sentía ninguna emoción... sólo sed de venganza.
—¿Te vas a quedar toda la noche ahí pasmado*? —sonó una voz conocida.
Me di la vuelta y entré en la cueva de la Sabia, dejando el batallón a fuera junto con mis ganas de reventar cabezas. Decidí que cuando saliese de aquí, junto a Esmeralda, me uniría a la guerra. No porque creyese en sus ideas, si no para darme el gusto de matar algún Naelita*.
Al llegar a la estancia, por primera vez desde que me convertí en Hina, pude ver todo el mobiliario y a Kaliska sentada en su famosa silla cerca de la chimenea. Al menos la primera vez sin que la Sabia jugase a las escondidas. Entonces observé que algo había cambiado. Cerca de la chimenea descansaba una cama enorme, tan grande que cabía, al menos, seis como yo o tres Okotadis. A su lado también habitaba un armario igual de grande. Las miles de flautas que antes protagonizaban la estancia habían desaparecido. Miré extrañado al mobiliario, dado que la última vez que estuve en ésta maldita cueva, no había ni rastro de cama alguna ¿Alguien vivía aquí con esta bruja?
—Eso no es de tu incumbencia—dijo la aludida leyéndome el pensamiento—lo que haga en mi casa es cosa mía.
—Supongo que la edad hace que tengas menos movilidad y necesites una cama más grande—dije con una sonrisa pícara.
—No tientes a la suerte, Hina. Tengo muchas ganas de deshacerme de ti.
Se levantó de la silla y caminó lentamente hacia mi posición. Ésta vez no saqué el arco, no me sentía amenazado y menos después de enfrentarme a Aini. Una sabia decrépita no era ninguna amenaza para mí.
—No menosprecies la magia, Joven—contestó una vez más a mi pensamiento— te sorprendería de lo que puedo llegar hacer.
Entonces levantó su brazo y con la palma de la mano dirigida a mi persona me levantó del suelo con magia. Empezó a zandarearme por toda la cueva, dándome golpes contra las paredes, tirando muebles, libros, utensilios, toda clase de objetos que estuviera en mi camino. No podía hacer nada, sólo intentar protegerme con los brazos la cabeza. Cada golpe era peor que el anterior. Sentí como algo dentro de mí crujía, tampoco me preocupaba dado que una de las ventajas de ser un Hina, era la curación. Me curaba rápido, casi al instante. Por ese motivo Kaliska hacía todo esto, sabía que no acabaría con algún rasguño, al menos físicamente. Mi ego sí que se siente afectado, al darse cuenta que una vieja podía darme una paliza sin ningún esfuerzo.
Al final me dejó en el suelo, tirado e hiperventilando. Sonreí ante la situación, pero al levantarme disimulé para no tentarle más. No quería que mi autoestima sufriera más ataques. En cambio, ella sonreía, seguro que tenía más ganas de pegarme. No le iba a dar el gusto.
—¿Ya te has desahogado? — pregunté retándola a los ojos.
—No lo suficiente—se sinceró— pero lo dejaré para más adelante. ¿Has traído la piedra? —preguntó sin tapujos.
Levanté la mano y le enseñé la piedra de la maldad absoluta. La piedra que tenía la habilidad de crear, resucitar y arrebatar la vida. Dicha piedra estaba en poder de Aini, pero pude cogerla milagrosamente.
—¿Cómo la conseguiste? —preguntó Kaliska muy impresionada.
—Tuve suerte—dije intentando no recordar mi hazaña— lo importante no es cómo lo conseguí, si no, que ya lo tengo en mi poder. Ahora dime ¿Cómo podemos resucitar a Esmeralda? Y ¿Cómo podemos matar a Aini?
La Sabia cogió la piedra tan rápidamente que no pude reaccionar. Se acercó a la chimenea y la observó con atención. Me quedé quieto esperando que ella aprobase y reconociese que era la original.
—Sin duda es la verdadera— dijo en susurros— por fin la tenemos.
—¿A qué esperamos? —pregunté impaciente— vamos a resucitar a Alda.
Corrí hacía la estantería y comencé a sacar libros y libros. Buscando el libro que en mi visita anterior Kaliska había sacado, donde se describía el poder de la piedra. Pero allí no estaba. Me giré en redondo y me dirigí a la Sabia con el arco apuntándole.
—¿Dónde está? —pregunté furioso.
—Lo siento Noda, pero te engañé—dijo sin ningún arrepentimiento. Su boca decía que sí, pero su cara, sus facciones decía lo contrario.
En ese momento apareció de la nada una Lux. Era una mujer enorme con su armadura de oro, sus alas translúcidas estaban recogidas, a pesar de eso parecían enormes. Su pelo era muy largo, le llegaba hasta los tobillos de un color cobre. Sus ojos verdes, tenían un brillo antinatural. En sus caderas reposaban dos espadas, aunque eran diferentes a las que estaba acostumbrado ver.
—No entiendo nada—dije ya harto de la situación y apuntando al Lux— explícame que está pasando. ¿Qué hace ésta Lux aquí? ¿Por qué dices que me has engañado? Tu querías esa maldita piedra, ahora quiero yo a Esmeralda.
—Esa piedra no puede resucitar, Noda, sus funciones son otras—dijo mientras le daba la piedra a la Lux —te he usado para conseguirla. Eras el único que podía acercarse a Aini y arrebatársela.
—¿Cómo que no puede resucitar a los muertos? ¡Tú me aseguraste que sí podía!
Disparé una fecha hacía las dos, dado que estaban muy juntas. Pero la flecha se paró enfrente de ellas y cayó al suelo. Kaliska había usado su magia. Estaba furioso, me habían usado. Mi cuerpo temblaba y cerré los puños para así intentar controlarme. Saqué de mi cinturón una daga y salí corriendo hacia Kaliska para matarla. Antes de que pudiera llegar a mi objetivo, la Samaelita me cogió del cuello y me levantó. La Sabia se acercó a la Lux y le tocó el brazo. Noté cómo su agarre se aflojó considerablemente. Seguía acorralado, indefenso, pero al menos podía respirar.
—Noda el fin por el que quiero esa piedra es más importante que tu vida y la mía. Con ésta piedra podemos parar ésta guerra, podemos hacer que vuelva la paz—dijo Kaliska susurrándome.
—¡Me importa un rábano, la paz de Naélium! —dije escupiendo y dando golpes al brazo de mi carcelera— Ella es lo único que deseo.
Entonces la Samaelita me soltó de golpe, haciendo que cayese al suelo sonoramente. Kaliska se me acercó y se agacho a mi lado. Su mirada era de compasión, de congoja y de... ¿empatía? Me quedé perplejo por su cambio de actitud hacia mí, era la primera vez que me miraba de esa manera.
—Entiendo tu dolor y desesperación—confesó la Sabia— pero si de verdad amas a Alda, deja que utilice esa piedra para parar ésta guerra. Ella lo querría. Ya no podemos hacer nada para impedir su muerte y ya has intentado todo para su resurrección. No te tortures más, Noda y vive tu vida.
Cuando acabó su corto monólogo, levantó su palma de la mano y bufó una especie de polvo de color rosa. Entonces mis ojos se cerraron sin mi voluntad. Intenté abrirlos, pero notaba dolor con sólo hacer éste acto. Me levanté, comencé a correr y a darme golpes contra las paredes. Después de unos interminables minutos, mis ojos se abrieron y la cueva estaba vacía. Kaliska me había castigado y condenado a estar fuera de sus planes. Me había usado para su beneficio y había jugado con mis sentimientos. Cogí una espada y la levanté al aire.
—"Juro por todo el poder de la oscuridad, que encontraré la manera de volver a ver a Esmeralda y de tenerla de vuelta a la vida" —dije en voz alta.
"Que así sea" —se escuchó una voz.
Entonces me corté la mano para sellar el juramento. Ya no había vuelta atrás, lucharía para encontrarla. De una manera u otra.
Kaliska
Observaba con un aire de diversión a Noda y la sangre que caía lentamente de su mano a la tierra. Sus ojos eran de máximo odio y su juramento se notaba un tono de venganza. Su aura era gris, tan gris como las cenizas de mi querida chimenea. Seguidamente comenzó a tantear las paredes, supongo que para detectar algo para que volviera su vista. Mi casa gobernaba la magia: yo decido quién me ve y quién no.
—Me cuesta admitirlo, pero me está dando pena—confesó mi amiga.
—Él está así por las consecuencias de sus decisiones—dije tajante—dejó que gobernarse la oscuridad en su corazón.
—El amor produce sentimientos extremos, sé lo que es eso—dijo la Samaelita mirando a Noda cómo se iba indignado por la puerta.
Cuando el hombre salió de la cueva automáticamente mi cuerpo se relajó, ya no tenía esa sensación de tristeza, dolor y amargura que él transmitía. Suspiré fuerte esperando que mi aura de luz llenase toda la estancia y así poder volver a sentirme bien.
Mi amiga se dirigió a la puerta para vigilar y aproveché para observarla una vez más. Ella también pertenecía a la "raza" Hina. Pero era completamente diferente a Noda. Para los Samaelitas, ser un Hina es ser un ser despreciable. Alguien que no tiene raza, que no pertenece a ninguna nación, al que ya no se puede confiar, el peor desperdicio que pueda reproducir la raza humana.
Se puede ser un Hina de tres formas diferentes. El más común es nacer como Samaelita, pero cometer una traición o ser desterrado por algún motivo. Te arrancan las alas, te apartan de la sociedad y acabas viviendo fuera de Samán siendo un esclavo al mandato de Aini o sus secuaces. Otra manera de convertirte en un Hina, es ser de naturaleza humana, pero vendes tu alma al príncipe de los Samaelitas. De ésta manera pasas a ser de su propiedad y te conviertes en un Hina. Por último y la menos común, es cuando un Samaelita y otra raza se juntan. De su relación nace un mestizo, un Hina. Mi amiga pertenecía a esa reducida raza. Su madre era una Lux, mientras que su padre era un Curasangre. Por ese motivo su apariencia era más de un ángel, mientras que su forma de ser, cínica y su obsesión por la sangre era por parte de su padre.
Volviendo a mi amiga, ésta se acercó a las gotas de sangre que estaban en tierra, se agachó y tocó con su dedo dicha sustancia. Seguidamente se la llevó a la boca cerrando los ojos. Esperé que me dijera el veredicto.
—Éste Hina nos va a traer problemas—dijo aún con los ojos cerrados— su sufrimiento es bastante intenso igualando con la sed de venganza. No parará hasta que consiga lo que quiera.
—Lo sé— dije acercándome a mi amiga con la palma en alto para que me devolviese la piedra de la maldad absoluta— en el futuro será un dolor de cabeza y puede que por su culpa no lleguemos a cumplir nuestro objetivo. Pero por desgracia no puedo matarlo, porque si no, el destino cambia y puede ser peor.
Mi amiga me devolvió la piedra y me miró con una sonrisa cínica. A cambio le puse en su mano una planta odre que crecía en la nación de Serkan*, dónde moraban los Curasangre. Ella la tomó y se la llevó a la boca. Tragó con mucho ímpetu. Cuando acabó dejó el cascarón en la mesa y me miró. Sus labios estaban manchados de sangre de un color carmesí.
—Nunca te he escuchado hablar de matar a un ser—me dijo sonriendo— ¿será que tu lado iluminati se está pagando?
Sonreí ante la broma, pero en cierta manera tenía mucha razón. Desde que todo esto comenzó había cambiado. Intervenir en el pasado, presente y futuro estaba cambiando mi forma de ser. Tener que lidiar con el Karma, con las decisiones humanas, con el odio, el amor, la esperanza... mi luz se estaba viendo afectada. Pero nunca llegó a apagarse ni a reconsiderar a pasarse al lado oscuro.
—Que lo piense es diferente a llevarlo a cabo— dije poniéndome en medio de la cueva— aunque no me faltan las ganas.
Mi amiga se rio y se puso en la puerta de cara a mí, impidiendo así que la luz natural de fuera entrase a la cueva. Todo estaba listo. Después de tantos años preparándome para éste momento... y ahora me es imposible creer que ya había llegado.
—¿Lista? —pregunté.
—Siempre—concluyó la Hina.
Suspiré hondo armándome de valor y la llamé.
—"Esmeralda, escucha mi voz y síguela. Muéstrate ante nosotras y comunícate con claridad. Que tu presencia parezca real" —mi voz sonó con eco y con potencia.
Entonces poco a poco entre mi amiga y yo apareció Esmeralda. Ella al principio se mostraba descolocada, pero al reconocernos sacó una sonrisa. Primero me miró a mí y pensó "ya está hecho, me he alejado de Charles". Asentí con la cabeza y claramente su cara reflejó dolor. Después miró hacia mi amiga y al verla corrió hacia ella.
—¡Kiara! —chilló— ¡cuánto te he echado de menos!
Se fundieron en un gran abrazo. Kiara reía a carcajadas, mientras que la Kiaunte lloraba. Aún seguía su amistad a pesar de que comenzó de una forma fortuita.
—¿Estáis bien? —preguntó la gitana mirando sólo a Kiara.
—Sí, estoy cumpliendo mi promesa Esmeralda. No te preocupes, Kaliska y yo lo tenemos todo en orden.
Esmeralda asintió y volvió a su posición. Me miró con dulzura, pero a la vez con determinación.
—¿Cómo fue la despedida? —pregunté claramente interesada.
—Me dolió mucho decirle adiós y ocultarle cosas. Tenías que haberle visto: está tan dolido, desconsolado...—susurró con la cabeza agachada— no para de llamarme en sueños y espera verme de nuevo. Es capaz de hacer una locura.
—Ya lo ha hecho, ha comenzado una guerra—se le escapó a la Hina.
Le miré con enfado y con mi magia le cosí la boca. Una de las consecuencias de tener sangre de Curasangre, es que te conviertes peligrosamente en un bocazas.
—¡¿Qué ha hecho qué?! —preguntó enfadada mirándome y acusándome— dijiste que le vigilarías y no permitirías que hiciese una locura ¡Está poniendo en peligro Naélium!
Puse mis manos en alto señal de culpabilidad, me encogí de hombros.
—Él ha decidido su camino, Esmeralda, igual como tú has decidido el tuyo.
Ella cerró los ojos y tragó saliva. Noté como la estancia se volvía fría. Incluso muerta conservaba un gran poder. Sin duda se acercaba un poco al mío, pero sólo un poco. Cuando ya pudo controlarse abrió los ojos.
—Ahora más que nunca tenemos que hacerlo— dijo con lágrimas en los ojos— yo soy la responsable de la destrucción de Naélium y también seré la responsable de su salvación.
—Eres la única esperanza—dije en susurros y Kiara intentó vocalizar alguna palabra.
Esmeralda tragó saliva y nos miró a ambas. Sabía que iba ser la última vez que la vería. Noté como mi corazón dio un vuelco. Al final le cogí algo de cariño a ésta muchacha.
—Cuidaros entre vosotras—dijo ella llorando— no olvidéis vuestra promesa.
—Nunca— contestó la Hina cuando por fin la liberé.
Entonces, la muchacha se secó las lágrimas se tocó su dibujo situado en el antebrazo derecho. Susurró algunas palabras para sí y después me miró.
—Conjura la profecía—me ordenó— es el momento.
Me acerqué a ella y le ofrecí la piedra de la maldad absoluta. Ella se lo acercó a su dibujo y ambos comenzaron a brillar. Sonreí con nerviosismo al ver que todo estaba funcionando bien. No había tiempo que perder. La Hina se acercó y nos dimos las manos con Esmeralda en medio haciendo un circulo alrededor de ella. Procedí a hacer la profecía.
"Como tuvo vista y no vio,
Como tuvo amor y no lo pudo establecer,
Con un nuevo don, volverá a renacer,
Con lo contrario que tuvo ayer.
Si éste acertijo lo sabes resolver, un nuevo destino podrás rehacer"
La cueva comenzó a temblar y la piedra produjo un destello de luz. Esmeralda despareció, todo se quedó en silencio. La piedra de la maldad absoluta se situaba en tierra en el lugar donde antes había estado presente ella. Sentí su ausencia, ya su alma no existía, se había esfumado. Ahora que ya no estaba, sentía que había sido como mi hija. La única que consideré como tal. Esperé con lágrimas en los ojos escuchar aquella voz.
"Su destino está sellado" —al final se escuchó.
Mis rodillas cayeron en tierra y lloré cogiendo la piedra, haciéndome un ovillo. Kiara se tumbó al lado mío y aunque ella rara vez lloraba su aura era azul oscuro. Sentía tristeza, pero a la vez esperanza. Aquella que me falta para seguir con esto, aún queda mucho por hacer, esto sólo era el principio.
Kiara extendió sus alas para envolver mi cuerpo, entonces tuve una visión. En ella aparecía miles de alas arrancadas tiradas por el suelo, miles de cuerpos esparcidos en posturas inimaginables de diferentes razas, la mayoría humanas. Esta visión era una señal: el futuro se presentaba muy negro, a no ser que ganemos la batalla.
—¿Por qué Daly no quiere entrar en la Cueva?
—¿Por qué engañó Kaliska a Noda?
—¿Quién es esa Lux?
—¿Por qué Kaliska es amiga de una Lux, cuando claramente detesta a los Samaelitas?
—¿A qué promesa se refiere Esmeralda?
—¿Qué significa el acertijo?
—¿Qué es esa visión?
—¿Queréis saber más sobre la historia de Kiara?
¡¡Todas las respuestas en los siguientes capítulos!!
Mis queridos Gifts, ya queda poco para el final. El final como en Dones, será diferente a los finales de la mayoría de libros. ¡Estad atentos!
¡Nos leemos pronto!
Palabras del texto con *:
Perder el oremus: Hemos perdido el oremus. La expresión tiene su origen en la misa en latín anterior al Concilio Vaticano II y refleja ese momento de estupor que te atenazaba cuando el cura invitaba a la oración y te pillaba pensando en las musarañas e incapaz de cumplir con la liturgia.
Escena que conoció a Daly: La escena que está describiendo, lo hemos leído en el Capítulo 17 titulado "Los Samaelitas"
Me sentó como un Tiro: que le sentó mal, algo que incomoda, que le hace daño.
Pasmado: Quieto, embobado, empanado, mirando fijamente a algo sin prestar atención a nadie más.
Naelita: Habitante que vive en Naélium, independientemente de su nación.
Planta Ordre: planta jarra es como se denomina comúnmente a cualquiera de los miembros de tres familias de , que se caracterizan por la presencia de hojas modificadas en forma de o para atrapar y digerir insectos. Sacado de Wikipedia. Pero en éste universo tiene otras propiedades que ya se explicarán a lo largo de la historia.
En el encabezado os dejo un video de las sagas olvidadas. Aquellas sagas que leímos hace 10 años y que se han olvidado. ¡Me he sentido verdaderamente identificada!
Encabezado:
Sagas Olvidadas – Josu Diamond
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