Capítulo 20: La traición

Noda

Caminaba con paso firme hasta el pueblo de Kiau. Se escuchaba de fondo una música alegre señal de que un acontecimiento importante estaba pasando. La boda de Charles y Navit se estaba celebrando. Por una parte, al ver que la boda seguía adelante, me daba esperanza de tener a Esmeralda conmigo. Charles había elegido a esa Camaleónica y no a la gitana así que me pregunté: ¿Alda seguirá su vida lejos del Rey o por lo contrario seguirá siendo su amante?

Negué con la cabeza furtivamente para sacarme esas ideas de la cabeza. Ya no podía esperar que Esmeralda volviese a mí, ya la tenía asegurada. Mi trato con Aini ya estaba en curso. Mataría al Rey en su boda y a cambio el príncipe de los Samaelitas me daría el amor de mi amiga de la infancia.

Saqué mi arco y preparé una flecha. Me sentía diferente, más fuerte, invencible, indomable, poderoso, me sentía un Hina. Pertenecía a Aini y gracias a eso había mejorado mis habilidades. Podía matar a cualquier ser sin pestañear y luego ningún remordimiento volvería a atormentarme. Antes de ser un Hina, para llegar al Samaelita tuve que ser un asesino a sueldo. Las pesadillas me atormentaba y las almas de mis víctimas me visitaban en la oscuridad de la noche. Pero ahora, sentía que esas almas me hacían ser más fuerte y poderoso. Cada alma que mataba, era un alimento para el amo y Señor de Samán, mi dueño.

Con estos pensamientos rondándome por la cabeza, por fin llegué a la muralla que separaba la ciudad de Kiau con el bosque. La rodeé hasta llegar a un árbol que tenía bastante maleza. Subí con rapidez sin cansarme un ápice. Me recoloqué en un hueco con una buena visibilidad al patio interior del castillo del Rey.

Observé detenidamente. El patio está adornado con banderas de la nación de Kiau y con banderas de la ciudad (verde y azul). Seguidamente el jardín está cubierto con alfombras enormes de color rojo. Las reconocí enseguida, dado que son las alfombras que Charles compró a Esmeralda en el mercado del pueblo. Donde se vieron por primera vez. Torcí el gesto al recordar ese momento.

Las columnas que aguantan el castillo, las han decorado con las banderas de Nebai, la nación de la princesa. Los tronos de los futuros reyes se emergen con elegancia en el centro de la plaza. Observé con arrogancia, hay mucha seguridad, tanto dentro como fuera de la fortaleza. Están armados como si estuvieran al frente de una guerra, con todo su séquito.

Se puede ver perfectamente el ejército que pertenecía a cada nación. El de Kiau, sus armaduras eran de metal. Se perciben bastante fuertes con los colores del pueblo. Sus escudos son cuadrados con el símbolo de la nación. Las espadas son grandes y pesadas, pero lo que más llama la atención son sus cascos que se asemejan a una cabeza de caballo. Sin duda el Caballo es el animal emblemático de la nación, se considera que da suerte, por eso los soldados tienen esos cascos para tener suerte en la batalla.

Al otro extremo de la plaza se localiza el ejército de Nebai. Sus armaduras son de diferentes tonos de azul. Su textura parece de cristal, aunque se dice que son tan fuertes como el diamante. Sus escudos son de forma redonda con el símbolo bordado en ello. Sus armas son mazas, aparentemente muy pesadas, pero muy destructivas. El casco se asemeja a una aleta de delfín, dado que es el animal emblemático de la nación.

Suspiré alto y me cambié de posición, dado que a mi derecha estaba un nido de pájaro, bastante perseverante. No paraba de hacer ruidos para que me fuera. Así que decidí subir para coger una rama más alta. Desde mi nueva perspectiva logré localizar a Charles y a Nevit. La boda ya se había producido y estaban empezando la ceremonia del baile. Busqué desesperado a Esmeralda, estaba seguro que ella asistiría al acontecimiento, aunque no sabía de qué modo.

Por un momento se me pasó por la cabeza que estaba en la misma situación que yo, observando de lejos en lo más alto de un árbol. Así que observé la naturaleza próxima pero no detecté a nadie. Justo en ese momento comenzó la música y con ello se fue toda mi atención.

Unas bailarinas se movían al compás de la música. Las curvas y sus posturas eran eróticas, aunque la mayor parte de las bailarinas se dirigían a los soldados próximos. Una en particular se acercó a los recién casados y le puso un collar de flores. Me quedé con la boca abierta cuando reconocí a la bailarina, era mi Esmeralda. Está preciosa, con una falda adornada con monedas de bronce. Su estómago está al descubierto. La zona superior de su cuerpo cubierto por una pequeña tela, la suficiente para tapar sus pechos. En el cuello le brilla algo, aunque desde esa distancia no percibo muy bien qué es. Su pelo largo y negro le baja en cascada por su espalda y se movía con gran agilidad siguiendo los pasos de la melodía.

Charles se levantó del trono e invitó a su esposa a bailar ignorando a Alda. Me quedé sorprendido por la frialdad con la que trata a la gitana, teniendo en cuenta que la última vez que los vi, estaban haciendo el amor. Cerré los ojos con fuerza intentando que no viniesen de nuevo esas imágenes en mi cabeza. Para distraer mi mente saqué el arco y apunté al Rey. Él baila animadamente con Nevit. Eso me dificulta un poco para poderle enfocar en el punto de mira.

Hubo un momento donde, la reina se agachó para hacerle una reverencia y Charles se quedó de pie. Esmeralda se encontraba cerca pero a una distancia prudencial. No dudé ni un segundo y disparé la flecha.

Justo en ese momento, se levantó un fuerte viento haciendo que la flecha se desviara de su trayectoria, clavándose en el respaldo de la silla. Alda reaccionó haciendo aparecer un arco de la nada y me disparó acertándome en el hombro. Observé como su mirada era de auténtico odio y me vino un recuerdo de las imágenes de la flauta que me regaló Kaliska. Después sentí que perdía el equilibrio y caí del árbol. Noté enseguida como la flecha me había atravesado, pero se quedó estancada allí. La sangre empezó a brotar y el dolor era tan insoportable que me impedía respirar bien.

Me levanté como pude, poniendo todas las fuerzas que me quedaban y eché a correr. Era consciente que me buscarían después del acto, así que preparé un camino de huida. Me dirigí corriendo, pasando de largo el árbol que meses atrás había atacado con la daga. Me acordaba todavía del camino para llegar a la casa de la Sabia. Le pediría asilo, al menos durante unas horas. Habíamos acabado mal, pero seguro que no se negaría a ayudarme, si lo hiciera, le obligaría diciendo que se pondría en contra de un siervo de Aini.

Decidido llegué por fin a la cascada y la traspasé sin dudar. Pero no me encontré la puerta de la sabia, sino una cueva enorme. Me quedé sorprendido al contemplarla, y perplejo al constatar que no estaba el hogar de Kaliska ¿Me he equivocado de sitio?

Escuché alboroto al otro lado de la cascada. Los ejércitos, de las dos naciones, me estaban buscando. Reconocí que eran los dos por los idiomas claramente diferenciados. Los caballos no paraban de relinchar y de pisar fuerte con las pezuñas. Tenía miedo que me descubrieran, dado que atentar contra el Rey el resultado era la muerte.

Después de un buen rato de tensión y de casi controlar mi respiración para no ser descubierto, los soldados se fueron dejándome solo en esa cueva, herido y lleno de ira. Había fallado mi misión. Sólo tenía que matar a Charles para conseguir el amor de Esmeralda. Por culpa del viento había fallado ¿Qué me hará Aini ahora?

Se escuchaban rumores de que cuando defraudabas al señor de los Samaelitas, te cortaba cada parte de tu cuerpo dejándolo clavado en estacas en las puerta de Samán. Cuando tu alma dejaba éste mundo, decapitaba lo que quedaba del cuerpo y lo tiraba a sus mascotas llamadas Mantícoras. Eso sí tenía compasión de ti, si no directamente te dejaba a merced de sus mascotas y ellas se encargaban de matarte de la manera más dolorosa posible. En cuanto a tu alma, quedabas atrapado en Samán siendo sirviente permanente de Aini. No quería acabar así, por ese motivo decidí volver a intentar asesinar a Charles. Pero primero tenía que curarme y coger fuerzas.

Miré la herida que tenía en el hombro. La flecha sigue ahí, así que, rompí el lado inferior de la flecha y decidí sacármela por la espalda. Levanté el brazo bueno, ese simple gesto hizo que casi me desmayara. Empecé a sudar y sentí que la cueva bailaba, burlándose de mi situación. Por fin llegué a la cabeza de la flecha, la cogí con dificultad. Mi cabeza daba vueltas y empecé a escuchar voces.

Pensé que lucharías por mí, por tu amor—dijo Alda en mi mente— que no te rendirías tan pronto.

—No me rendiré—dije en un susurro. Apenas podía hablar.

Esmeralda te traicionará, te matará como lo que viste en la flauta—escuché la voz de Aini.

Pensé en esto último, desgraciadamente lo que había pasado se asemejaba bastante a lo que vi cuando toqué la flauta. Pero Esmeralda no sabe que fui yo quien intentó matar a Charles. Ella no me odia.

Todavía, hasta que averigüe que fuiste tú— me contestó el Señor de los Samaelitas—has fracasado Noda, Esmeralda nunca te amará ¡Nunca!

—¡¡NOOOO!! —Chillé y cogí firmemente la flecha con intención de tirar de ella.

No siento nada sentimental hacia Noda—volvió a torturarme Esmeralda en mi cabeza— nunca lo he sentido y nunca lo sentiré.

—¡Serás mía, sólo mía! —dije y saqué la flecha de mi cuerpo, seguidamente cerré los ojos y caí en un amargo sueño.

La oscuridad reina alrededor de mí. Mi cuerpo me pesa y casi no puedo caminar. El hombro me duele a rabiar, pero no me importa. Estoy decidido en volver al castillo para completar mi misión. Charles tiene que morir y Esmeralda tiene que ser mía.

Seguí caminando a pesar de que no sabía dónde estaba. Noté que un viento comenzaba a alzarse. Con él se fue la oscuridad y entonces vi la arena blanca y las pequeñas montañas. Reconocí el lugar y a la vez un sudor frío bajó por mi nuca.

—No estás muy contento de volver—dijo una voz que reconocía muy bien.

—No pensé que volvería tan pronto, aún tengo que cumplir mi cometido— dije mirando a todos lados intentando localizar a Aini.

—No te preocupes por eso—dijo seguro de sí mismo— tu misión se ha cumplido, estoy satisfecho por tus servicios.

Sorprendido por su amabilidad me quedé pensativo. En ese momento el Señor de los Samaelitas se personificó delante de mí. Sonreía pronunciadamente y su ánimo era demasiado evidente. Algo está pasando y no me estoy enterando— pensé.


—Tengo para ti otra misión—siguió Aini.

—No, espera un momento—dije levantando la mano— he fallado la flecha, no he matado a nadie. Me atacaron y me descubrieron ¿Por qué dices que el trato se ha cumplido?

—¿Estás seguro que no ha muerto nadie? —me contestó en forma de pregunta.

Mi mente por un momento se quedó vacía y de golpe unas imágenes me vinieron a la mente. El Samaelita estaba mandando imágenes a mi mente, pero a la vez me estaba ayudando a atender su alegría. En mi cabeza apareció Esmeralda atada en una hoguera y Charles delante de ella recitando algo encima del público. Recordé ese día cuando Alda no tuvo cuidado y la acusaron de bruja, todo por un caballo blanco. Desde ese día tengo pesadillas constantes, pero en ellas acaba diferente, con Charles dando la aprobación de su muerte.

Con esto en mente, Charles no dejaba de caminar por la tarima haciendo un discurso que no escuchaba. Pero un momento él se paró y dijo con total claridad:

Por ese motivo, yo Rey Charles de Kiau doy mi palabra. La condenaré a muerte si vuelve a ver algo extraño, haya pruebas o testigos. Se hará justicia.

Cuando acabó de decir eso, Aini me mostró lo que hacía poco había pasado. Cuando le lancé una flecha al Rey y Alda hacía aparecer un arco de la nada para atacarme. Entonces entendí todo, yo fallé en matar a Charles, pero por mi culpa Esmeralda quedó en evidencia ¡delante de toda la nación! No sólo de Kiau sino también de toda Nebai.

Volví en sí y miré con odio a "mi Señor". Éste respondió a mi reacción con una sonrisa pícara.

—¡Me has engañado! —dije chillando de rabia

—No te he engañado, hicimos un trato—contestó.

— ¡El trato era matar a Charles!

—Cierto, si no ha salido como tú querías no es mi culpa ¡Tú has fallado. Esmeralda está muerta por tu culpa!

— ¡No puede ser! Me estás mintiendo! —dije llorando.

Me lancé con rabia dispuesto a darle un puñetazo pero entonces todo desapareció y desperté en el bosque. Me erguí, comprobé que el hombro estaba vendado y apenas me dolía. Una parte de mi mente se preguntó cómo había llegado allí y quién me había curado la herida, pero mi urgencia por saber de Esmeralda era más importante. Estaba amaneciendo y las murallas de Kiau se alzaban delante de mí. Me acerqué al árbol más próximo para subir y ver dentro de la fortaleza. Me costó bastante, más que la última vez.

Me senté en una rama y miré con horror la escena que se alzaba enfrente de mí. La plaza estaba llena y en el medio se encontraba una hoguera enorme que no paraba de arder. El rey Charles y su reina estaban en el trono bastante cerca de la hoguera.

Detecté que llevaban a rastras a Alda hasta el madero. La ataron y esperaron a que el Rey dijera sus últimas palabras. Yo supliqué en lo más profundo de mi corazón, de que Charles no lo permitiera. Él la amaba ¿Iba a permitir que muriera? ¿Su amor sería tan poca cosa? Si estuviera en mi mano estaría allí enfrentándome a la nación entera.

Después de una larga espera, o al menos se me hizo una eternidad, el soldado que estaba al lado de Esmeralda dejó caer la antorcha haciendo que la hoguera se encendiese con rapidez. Charles se levantó del trono, la miró por un segundo y cayó desmayado. Mientras los gritos de Esmeralda resonaban por todo el bosque. Detecté algo raro en ella y Charles, como magia pero no supe ver bien qué era. Pero eso me daba igual, Alda dejó de chillar y todo se quedó en silencio.

Mi pecho empezó a dolerme, tanto que caí de nuevo del árbol. Me dolía mucho, para comprobar que sucedía, me rompí la túnica raída que llevaba. Comprobé con horror que el dibujo de las garras que me hizo Esmeralda cambiaba de color. Antes era rojo, ahora pasó a ser de color negro muerte. Ella se había ido.

Mi orgullo y lujuria habían hecho que perdiese el pilar de mi vida: Mi Alda, mi esperanza ¿Qué hago ahora?


—¿Os esperabais que Noda fuese el traidor?

—¿Qué propósito tiene Aini con matar a Esmeralda?

—¿Qué le ha pasado a Charles antes de que muriera Esmeralda?

—Si queréis saber más de ésta escena, he escrito un One shoot titulado: El Último Aliento donde se narra ésta escena de la muerte de Esmeralda desde la perspectiva de Charles. Es corto y entenderéis mejor lo que sucede y porqué se desmaya.

—La imagen del monstruo (mascota de Aini) es una Mantícora. La Mantícora es una criatura mitológica, un tipo de quimera con cabeza humana (frecuentemente con cuernos), el cuerpo rojo (en ocasiones de un león), y la cola de un dragón o escorpión, capaz de disparar espinas venenosas para incapacitar o matar a sus presas. Dependiendo del relato mitológico, su tamaño varía desde el de un león hasta el de un caballo, y su descripción puede incluir o no la presencia de alas y coraza.

—La última foto es de Esmeralda reparto: Vanessa Hudgens.

Espero que os esté gustando, dado que ya estamos por la mitad del libro. Os quiero mucho mis Gifts y espero veros en el próximo capítulo.

¡Nos leemos pronto!

Video de encabezado:

Book tráiler: El último Guardián — Dolores Redondo.


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