Capítulo 18: ¿Trato o Muerte?
Noda
Caminaba lentamente y con mucha precaución. No podía ver más allá de mis narices, la niebla tan intensa y blanca se colaba por cada rincón de aquella isla. En mi cabeza no dejaba de pensar si estaba haciendo lo correcto. Daly, mi barquero, me había dicho que los que entraban en Samán tenía el corazón oscurecido ¿Será que mi obsesión por el amor de Esmeralda me ha hecho convertirme en un ser despreciable?
Como si quisiera contestar a la pregunta, apareció en mi mente la imagen de Esmeralda y Charles besándose en el bosque. Sus voces me penetraban en mis oídos, el ruido de los besos y sus caricias me torturaban.
—¿Sientes algo por Noda? —resonó la pregunta del Rey en mi mente.
Sabía que estaba sólo. Éste sitio me estaba probando o sinceramente quería jugar con mi cordura. Intenté no hacer caso a esas voces y decidí seguir adelante. Cada paso que hacía me dolía más la cabeza. Samán estaba entrando en lo más hondo de mis sentimientos, de mi mente... ¿Por qué razón escucho éstas voces? ¿Con qué finalidad?
—No siento nada sentimental hacia Noda—contestó Esmeralda en mi cabeza— nunca lo he sentido y nunca lo sentiré.
—¡Nooooooooooooooo! —grité lo más fuerte que pude.
Mi pecho me dolía, el dibujo de las garras de tigre me ardían. Parecía que quisiera irse de mi pecho, como el amor de Alda. Ella amaba ese Rey y a mí me veía como un amigo.
Observé alrededor, mientras escuchaba el eco de besos, gemidos de Esmeralda y Charles. Buscaba una escapatoria para ésta tortura. Con cada sonido que escuchaba era una acuchillada para mis sentimientos y para mi ego. Esta pesadilla tenía que acabar de alguna manera. Si esto era una prueba, estaba muy lejos para conseguirlo.
—¡Aini! —Grité con las risas de Esmeralda y Charles retumbando en mi cerebro— ¡Sal de tu escondite, da la cara!
Postré la cabeza en tierra, esa tierra blanca mármol. No aguantaba el dolor, mis oídos me pitaban produciéndome una sensación de desorientación y parecía que mi cerebro se estaba fundiendo. Puse mis manos en las orejas y noté algo húmedo. Acerqué mi mano a mis ojos y vi perfectamente un rastro de color rojo. Ese sonido me estaba destruyendo los tímpanos, mis oídos sangraban.
—Te escondes detrás de tu poder, pero en verdad eres débil—escupí éstas palabras dirigidas al príncipe de los Samaelitas.
Escuché una risa aterradora, esa voz me era completamente desconocida. Me levanté poniendo todas mis fuerzas en hacer éste acto. Dirigí mi mirada hacia adelante. La niebla se estaba disipando, dejando un cielo claro y brillante. La arena blanca reposaba en montañas y el paisaje reflejaba soledad. Todo quedó en silencio y el dolor cesó con ello. Por fin podía pensar con claridad. Saqué mi arco y puse una flecha. Caminaba despacio, atento a cualquier ruido, listo para disparar.
Caminé durante horas, el paisaje era monótono. A pesar de ser un desierto, el frío me calaba los huesos. De vez en cuando conseguía ver algún árbol muerto y montañas pequeñas de arena. Me estaba cansado, quería ver a Aini de una vez y que dejara de jugar conmigo.
—¿Te dignarás a dejarte ver o es que en verdad no existes, Aini?
—¡¿Un insignificante humano se atreve a dudar de mi existencia?! —Recibí como respuesta en mi cabeza—Espero que no tengas miedo a morir, porque tentándome es lo que conseguirás.
Harto de todo, me senté en tierra, guardé mi arco y saqué mi alforja para comer alguna fruta. Por lo que escuché, la única debilidad que tiene Aini es su ego. Odia que le ignoren y le traten de poca cosa. Él lo que quiere es que le exalten y lo traten como un Dios. Si quería hacerle aparecer tenía que cabrearlo. Después ya me preocuparía por mi vida.
—Con un solo gesto puedo decapitarte—siguió hablando el Samaelita.
Por mi parte saqué una pequeña daga y comencé a comer, muy lentamente. El cielo azul cambió rápidamente a rojo y la tierra blanca comenzó a levantarse produciendo un gran tornado.
—Ser despreciable, ¿Cómo te atreves a ignorarme, al príncipe de los Samaelitas? ¿El que tiene más poder de todo Naélium?
Levanté mi vista, intentando mantener la compostura viendo el tornado acercarse. Me metí una pieza de fruta en mi boca y cerré los ojos como si lo estuviera saboreando. En verdad estaba muerto de miedo. Aini tiene el poder de matarme con un suspiro. Tentar a un ser tan poderoso no es muy inteligente, pero verdaderamente me daba igual. Si no tenía el amor de Esmeralda, no merecía seguir con vida.
—Quiero hablar contigo Aini, sin trucos, cara a cara—dije aún con los ojos cerrados intentando tragar—quiero proponerte un trato que no podrás rechazar.
Escuché una risa tan potente y salí volando unos metros más atrás de mi situación actual. Perdí mi daga por el camino y mi fruta se enterró en la tierra. Adiós a mi comida, era mi última ración.
—¡Humano insolente! Yo lo tengo todo ¿qué me va a interesar de un bicho insignificante como tú?
Me agarré a un árbol que por suerte se encontraba en el lugar, el aire era demasiado fuerte y la arena me golpeaba de una manera cruel. Mantenía los ojos cerrados porque no poder ver absolutamente nada. Aini me iba a matar si no conseguía convencerlo de mi utilidad.
—Yo puedo ayudarte a dominar TODO Naélium. Puedo ser tus ojos y oídos fuera de Samán. Ofrezco mi Alma a cambio de un trato. Seré tu esclavo.
El viento paró en seco, cayéndome en tierra. Todo volvió a la normalidad con ese cielo azul hermoso. Me levanté con dificultad y vi un ser delante de mí. Lo primero que me sorprendió fue su altura. Si los Samaelitas eran altos por su naturaleza, comparado con éste ser, los demás eran de estatura baja. Éste me sacaba mínimo seis cabezas y su actitud daba verdaderamente pavor. Su físico era espectacular, nunca había visto algo igual. Su cuerpo parecía que tenía dos partes independientes. Su lado izquierdo era de color blanco, tan blanco que se podía camuflar perfectamente con la arena del desierto. Tenía un ala del mismo color, su aspecto era como de terciopelo. Me recordaba al típico ángel que nos han hecho creer, en las historias nuestras abuelas. En la cintura se le sobresalían plumas blancas con aspecto de cortar y en ciertas partes de su mano y piernas se podía ver luces blancas. Por otra parte, su lado derecho, era un lado bastante oscuro. También tenía un ala, pero era completamente negro, simulando las alas de los murciélagos. Su cuerpo era del mismo color y en algunas partes sobresalían pinchos. Su mano era como una garra, enorme con dedos largos y puntiagudos. En ciertas partes tenía como luces de color rojo, que ahora mismo brillaba con mucha intensidad.
Su pelo era de esos dos colores, pero estaba situados de forma contraria a los colores de su cuerpo. Su rostro era pálido y su mirada era de un asesino. Su aspecto no dejaba indiferente a nadie, más bien el efecto era dejar paralizado a su adversario.
—¿Por qué piensas que a mí me interesa tu oferta? —Habló el ser con una voz ronca y muy profunda—si yo quisiera te arrancaría el corazón y me tragaría tu alma en un abrir y cerrar de ojos.
Tragué saliva al comprender que tenía delante de mí a Aini, el príncipe. Tenía que ir con pies de plomo o por lo contrario no saldría de aquí con lo que quiero.
—Sé que los Samaelitas no podéis salir de ésta isla. Yo seré tus ojos y oídos. Haré todo lo que me digas, para cumplir tus expectativas, conquistaré tierras, seré tu lacayo y tu verdugo —dije convencido de mis palabras.
—¿A cambio de...?—dejó la pregunta al aire.
—A cambio del amor de Esmeralda—dije acercándome a él, poniéndome de puntillas*.
Tenerlo tan cerca hizo que mi cuerpo temblara. Aini agachó la cabeza para mantener mi mirada. Levantó su garra de color negro y me señaló el pecho. Hizo un gesto brusco y acto seguido mi ropa se rasgó, mostrando el dibujo que me hizo Alda. Él se quedó mirando mi dibujo y lo tocó suavemente. Éste, brilló con intensidad y a la vez comenzó a arderme. Grité con fuerte e intenté zafarme de la mano de mi oponente. Pero parecía que un imán imaginario me plantaba en ése lugar.
—Tienes potencial humano—dijo apartando la mano, librándome de mi calvario—pero quiero otro trato.
Me agarré el pecho, el dolor desaparecía poco a poco pero mientras me costaba respirar. Me quedé sorprendido ante su negativa. Aini siempre buscaba las almas de cualquier ser viviente, él se alimentaba de éstas. ¿Qué puede haber más importante que eso?
—¿Qué es lo que quieres? —pregunté temiendo la respuesta.
—La muerte del Rey Charles, del reino de Kiau.
Me paralicé ante ésta confesión. Aini tenía mucho más poder que Charles ¿Por qué quería verlo muerto? Durante mi poca estancia, él ha dejado claro en numerosas ocasiones que me puede matar con un solo dedo. Él podría matarlo si quisiera, tiene magia y poder. Además el Rey Charles es un humano como yo ¿Qué interés puede tener en él?
—¿Quieres que mate al Rey? ¿Por qué razón? Es un rey justo—dije entre dientes. Me dolía reconocer que era un buen hombre, sin contar que me estaba robando a mi chica.
—Mis razones no son de tu incumbencia. Tú has sólo lo que te digo.
Aini chascó* los dedos, el desierto desapareció y ante nosotros apareció una sala llena de oro, con un trono echa de diamantes y esmeraldas. El príncipe se sentó en él e hizo aparecer una mesa enorme con toda clase de comidas. Mis tripas sonaron, dado que llevaba días sin comer algo más allá de fruta y uno que otro pescado. Al principio me negué a probar bocado pero sentí como una fuerte ajena a mí me invadía por completo. Miré al Samaelita y entendí que de alguna forma él me estaba embrujando.
Sin dudarlo, aunque siendo bastante imprudente, comencé a llevarme la comida a la boca con muy poca educación. Aini miraba con satisfacción, mientras que yo no paraba de comer. Sentía que mi mente y mi cuerpo necesitaban eso, como una obsesión.
—Entonces el trato es el siguiente—siguió hablando Aini, mientras yo engullía— tu matas al rey charles y yo a cambio te ofrezco el amor de Esmeralda sólo para ti.
Conseguí parar de comer, básicamente porque ya estaba lleno, y le miré directamente. Me acerqué al trono hasta estar a unos metros de él. Ahora que Aini estaba sentado, más o menos estaba a mi altura.
—¿Por qué me has obligado a comer?
—Porque necesito que tengas fuerzas para cumplir tu cometido. Matar a ese Rey no va a ser fácil. Sinceramente tenía una pinta horrible.
Me quedé mirándole. Intentaba descifrar sus pensamientos. Esto me olía mal, era una especie de trampa seguro. Sólo me estaba pidiendo que matara a un hombre. ¿Sin almas de por medio? Fruncí el ceño y decidí hablar.
—¿Sabes? Eres un Dios con fama de ser bastante cruel y que utiliza los tratos para su beneficio ¿Cómo sé que cumplirás tu palabra?
—Pues lo mismo que no sé yo, si tú la cumplirás.
Él se levantó del trono. Chascó de nuevo los dedos y en medio de la sala apareció un bosque. No era un bosque cualquiera, era mi bosque. Allí viví toda mi infancia y en cada rincón se respira las risas de inocencia de Esmeralda y mía, paseando con tigres blancos.
—Está bien, en mí no confías, pero seguramente si creerás en la sabia Kaliska ¿no?
—¿Cómo sabes...?
—Sé cuál es mi enemiga, pero afortunadamente para ella, está haciendo sus propios intereses. Mientras que no se meta en los míos, no tengo nada en contra de ella. Pero volviendo a lo que nos interesa. Ella te dio una flauta, tu flauta. Tócala y verás en quién confiar.
Me llevé la mano a mi cinturón y toqué el instrumento. Eso era cierto, yo obligué a la sabia a qué me diera la flauta. Quería saber mi futuro y si en él estaba Esmeralda. No lo toqué por miedo a lo que podía ver, pero ahora que iba hacer un trato con el Señor oscuro, me era indiferente.
Así que sin dudar cogí la flauta y comencé a tocar una melodía suave. Esa música me recordaba a Esmeralda, sin duda explicaba mi amor por ella. Mientras tocaba, en el bosque que se mostraba enfrente de nosotros, apareció ella y el Rey charles. Alda bailaba una danza, siguiendo la melodía de mi música, en honor a Charles. De vez en cuando se acercaba a él y le regalaba un casto beso. Hipnotizado por su baile me acerqué a ellos entrando en el bosque. De pronto Esmeralda se percató de mi presencia, hizo aparecer un arco de la nada y me disparó justo en el corazón. En el aire pude escuchar: "asesino" mientras Charles se acercaba con una antorcha y me quemaba.
Dejé de tocar por el susto me alejé llegando al trono de Aini. Éste comenzó a reírse a carcajadas. Se divertía por mi forma de actuar.
—Ahora sabes lo que pasará si Charles sigue con Esmeralda. Ella lo ama con locura, nunca lo dejará. Tú para llegar hasta mí, te has convertido en el ladrón y asesino más famoso de Kiau. Ella no dudará en delatarte ante el Rey.
—Eso no puede ser, la flauta esta estropeada. Es una trampa ¡me estás engañando!
—Piénsalo, mi querido Noda —era la primera vez que decía mi nombre. Me sorprendí al escucharlo y me hizo prestarle más atención —¿A quién elegirá Esmeralda: a un Rey repleto de oro, que dice siempre la verdad, que tiene poder de darle lo que quiera o a un simple campesino como tú?
Cerré las manos apretando en un puño. No podía ni siquiera pensar eso. Esmeralda era mía, ella me elegiría a mí. Llevamos desde pequeños juntos, ella me hizo las garras de tigre en mi pecho, usó su magia sobre mí. Sólo lo ha hecho conmigo, soy especial para ella.
Aini escuchando mis pensamientos se acercó a mí. Se agachó un poco poniendo su boca en mi oreja. Su proximidad hizo que el bello se me pusiera de punta.
—No siento nada sentimental hacia Noda—imitó Aini la voz de Esmeralda— nunca lo he sentido y nunca lo sentiré.
Mi cuerpo empezó a vibrar de la rabia, mi ira me estaba cegando y las ganas de matar a ese traidor de Rey iban aumentando.
—Eres SU AMIGO —dijo Aini con su voz— nunca te verá como un hombre si sigue existiendo Charles.
Me acerqué a una columna y le di un puñetazo de la rabia. Sentí un terrible dolor, claramente me había roto la mano. Enseguida rasgué lo que me quedaba de camisa y me hice un cabestrillo para la mano. Me dolía horrores, pero mi mente no dejaba de ver la mirada de Esmeralda justo antes de atacarme. Era una mirada de odio. No pude resistirlo más. Así que lo decidí. Por otra parte el Samaleita se rió con fuerza. Lo miré con determinación.
—Trato hecho—dije acercándome a él estrechando la mano sana, para cerrar el trato.
Él me miró la mano e hizo una mueca. El lado blanco de su cuerpo empezó a brillar haciendo un reflejo muy bonito en la sala.
—Nosotros no cerramos los tratos así—dijo negándome la mano—los Samaelitas lo hacemos los tratos con el alma.
—Explícate—le pedí.
—Cuando haces un trato conmigo es de vida o muerte. Es decir, tu corazón se oscurecerá, la maldad comenzará a crecer dentro de ti. Te obligará hacer cosas que a lo mejor, no lo habrías hecho antes. Tu alma me pertenecerá, pertenecerá a ésta tierra, a Samán. Ya no serás un ser humano, pasarás a ser un Hina.
Ese nombre me sonaba. Judas, el Lux guardián que me permitió pasar, dijo que Daly era un Hina, un traidor. A él le faltaban las alas, dado que antes era un Samaelita. Yo nací humano, ¿Cómo puedo ser un Hina?
—El término Hina tiene dos significados—explicó Aini contestano a mi pregunta mental— te conviertes en Hina cuando eres un Samaelita y cometes una traición o te conviertes en Hina cuando haces un trato con el príncipe. Es decir conmigo. Es una demostración de que me perteneces, de que tu alma ahora es mía.
Me quedé un rato pensado en si aceptar el trato ¿Merecía la pena vender mi alma a cambio del amor de Esmeralda? Sin duda para mí si merecía la pena.
—¡Acepto! —dije de nuevo, volviendo a estrechar la mano. Al notar que él volvía a torcer el gesto la bajé —¿Cómo cerráis los tratos en Samán?
Aini me sonrió de una manera malévola. Eso me dio mucho miedo.
—Así
De pronto se echó encima de mí. Con sus manos me abrió la boca de una manera antinatural. Acercó su boca a la mía y comenzó a chillar. Una masa oscura empezó a resurgir de lo más profundo de su garganta. Tenía un aspecto gelatinoso y verdaderamente asqueroso. Aini dejó que esa cosa cayera dentro de mi boca. Sentí un asco tremendo, con ganas de vomitar. El príncipe me hincó su garra en el costado para que no lo hiciera. Así que reprimir mis ganas de echar hasta mi primera papilla y cerré los ojos. Cuando él acabó, me giró la cabeza y sentí que me mordía en mi cuello. El dolor era tan intenso que me desmayé. Lo último que vi fue la imagen de Esmeralda tendiéndome la mano. Ella me estaba esperando.
—¿Qué piensas de Aini?
—¿Te lo imaginabas de ésta manera?
—¿Qué interés tiene Aini, con que el Rey Charles muera?
— ¿Qué gana él con eso?
—¿Crees que Noda cumplirá su trato?
—¿Y Aini cumplirá el suyo?
¡TODAS LAS RESPUESTAS EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO!
Palabras del texto con *:
—Puntillas: Modo de andar consistente en pisar con las puntas de los pies y levantar los talones. En el caso del texto, se pone de ésta postura para intentar a llegar a la altura de Aini.
—Chasquear los dedos: Emitir un ruido por fricción o choque. Ejemplo: Chasquear los dedos al compás de la música.
Mis queridos Gifts, os debo una disculpa por tardar tanto en actualizar. Últimamente no tengo mucha inspiración en escribir. No consigo concentrarme. Pido paciencia, dado que escribir es una vocación e inspiración. Intentaré subir capítulos de Naélium y Eddie siempre que pueda.
Por cierto: Acordaros de seguirme en Instagram que subo cosas interesantes. Dejo aquí el enlace y en los comentarios:
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P.d: La imagen del principio es una imagen de Samán y la última es Aini, su aspecto natural. Os dejo mis queridos Gifts ¡Os quiero!
Música del encabezado, es la música que toca Noda para ver su futuro.
Nombre: Música Flauta y arpa Japonés
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