Capítulo 14: Aini

Aini

Mis colmillos entraron con facilidad en el cuello de la chica. El perfume de ésta, me nublaba la vista y me hacía volver al mundo donde nací, donde verdaderamente pertenezco. Parecía que mis dientes encajaban con los músculos que desgarraba. Sentía tanto placer al escuchar cómo la carne se rompía para dejar pasar mis incisivos.

Cerré los ojos y me dejé llevar por el éxtasis, el temblor que hacía que se me pusiera el bello de punta. Absorbí despacio el líquido que para mí era como el agua de la vida eterna. Notaba como se compenetraba perfectamente con la sangre de mi cuerpo. Pasábamos a ser dos seres a formar uno sólo. Notaba como la vida de la víctima se me escapaba de entre los dedos y eso me hacía sentir poderoso. Yo decidía si le dejaba vivir o por lo contrario absorber todo su ser. Claramente iba a beber hasta la última gota de su cuerpo, dado que ya no estaba el pesado de Isaac para frenarme.

Por otra parte le hacía un favor a la chica. Le estaba otorgando una vida como un Samaelita, como un ser oscuro. Formaría parte de mi ejército que dentro de poco saldrían para luchar contra la luz. Ésta vez los Gifts no se saldrían con la suya. Tendré que trabajar codo con codo con Adón para llevar a cabo mi plan.

Noté como ya no salía más sangre del cuello de la chica. Lo tiré con mala gana contra el suelo, junto con los otros cinco cadáveres más de los que me había alimentado. Miré a mí alrededor. Olía a mil demonios. La idea de esconderme en las alcantarillas de la ciudad, no había sido una buena idea. Pero estaba intentando despistar a esos tres Gifts. Tenía que contactar con Adón lo antes posible para comenzar a mover los hilos.

No podía quitarme la imagen de aquella chica, la que Isaac la hacía llamar Blanca. Esa chica me había llevado por el camino de la locura, desde que el Gift que me otorgaba su cuerpo, la conoció. Pero por desgracia en vez de sucumbir a la sed y necesidad de consumir su alma, Isaac prefirió amarla con tanta intensidad que me neutralizó. Nunca pensé que un insignificante Gift podría apagar mi poder.

Pero ahora que el chico estaba dormido dentro de mí ser, yo tenía potestad para manejar a mi antojo su cuerpo. No tenía a nadie que me aferrarse y frenase mis impulsos. Podía alimentarme todas las veces que quisiera, matar por placer y no por necesidad. Y estaba seguro que Blanca iba a caer. Su sangre tenía que bajar por mi garganta, me lo prometí a mí mismo. Ella iba a formar parte de mí, ella iba a ser una Samaelita.

Me levanté del suelo y me sacudí los pantalones. Estaba completamente lleno de sangre, aparte de que en el brazo izquierdo tenía restos de la mordedura del Zombi. Hacía unas horas se me había regenerado, pero eso no quitaba que mi ropa se mostrase desaliñada y con restos de carne. ¿Dónde había sacado Adón a ese ser? Ni en mi mundo habían existido esos monstruos como éstos.

Contemplé la idea de tener a miles de éstos bajo mis órdenes a parte de los ángeles oscuros que ya estaban bajo mi mando. Espero que el jefe de la ODDSI tenga un plan bastante desarrollado, porque si la misión de Zoey salía bien: Iban a tener como aliados a los Camaleónicos. Eso sería un gran inconveniente.

Sin pensarlo dos veces pasé mi mano atrás, en la espalda buscando el Sign. Al encontrarlo noté un pequeño relieve. Antes, cuando tenía el cien por cien de mis poderes, podía transportarme y entrar en las mentes de cualquiera. Pero ahora sólo podía llevar al poder del Curasangre, dado que me había escondido en el cuerpo de uno. Refunfuñé cuando escuché la voz de Adón en mi cabeza. Estaba usando el tatuaje como puente para llamarle.

—Pensaba que no saldrías nunca—dijo el jefe de la ODDSI sin siquiera preguntar quién era.

—Estaba esperando el momento idóneo. Aunque tienes que recordar a tus perros el orden de mando. Ese Gift petrolero me ha faltado el respeto. La próxima vez que lo vea lo quemo vivo—dije apretando los dientes.

—Aini en éste mundo no tienes ni voz ni voto—dijo Adón con superioridad—Además si te he mandado a llamar es para exigirte el favor que me debes.

—No fue un favor, tú decidiste hacerlo. Tu decisión fue sucumbir a tus deseos. Yo no tuve nada que ver.

Por un momento se produjo un silencio incómodo al otro lado de la línea. Escuchaba su respiración agitada. Estaba enfadado, mis palabras le habían dolido. Pero era totalmente cierto. Todo lo que sucedió fue por sus acciones. Gracias a él estamos aquí, en éste mundo.

—Tú ganaste algo a cambio y no me negarás que tu plan era que lo hiciera—dijo al fin en un susurro pero con un tono muy duro.

—Acertaste y también te diré que lo disfruté al máximo.

—Te enviaré la dirección de mi organización a tu Sign—dijo de golpe y chillando—espero que tu actitud mejore si de verdad vamos hacer un equipo.

Entonces colgó. Sonreí abiertamente. Aún la amaba no lo podía negar. Pensándolo bien, necesitaba que sintiera esa emoción. El amor es el sentimiento más fuerte, nos hace hacer locuras. En el caso de Adón, le volverá hacer otras locuras. Gracias a ello, gobernaré éste mundo y definitivamente volveré resurgir a mi querida Naélium.


Noda

Levanté mi arco lentamente. Vi como el ciervo que se encontraba a pocos metros de mí se paraba para pastar. Buscaba alimento como lo estaba haciendo yo. Observé el animal que comía tranquilo sin saber que peligraba su vida. Tensé la cuerda de mi arma y dejé de respirar por unos segundos. Cuando creí que estaba listo, deje libre la fecha que le atravesó directamente la cabeza.

Sonreí mientras caminaba lentamente a recoger mi premio. Hacía cuatro meses que Esmeralda había sido acusada de brujería. Cuatro meses que me había creado el dibujo de la huella de tigre en mi pecho. Era curioso cómo funcionaba. Durante éste tiempo me adapté a las diferentes formas que a veces osaba cambiar. Cuando brillaba, significaba que Alda estaba cerca. Cuando parpadeaba, ella se encontraba en peligro. Mi amiga me dijo que tenía otras formas pero que lo descubriría con el paso del tiempo.

No me importaba, al tener éste dibujo me quedaba tranquilo al saber que estaba bien. A menudo, cuando no teníamos obligaciones, jugábamos al escondite. Siempre la pillaba yo y efectivamente descubría donde se encontraba. Hacía trampa con mi "huella".

Con estos pensamientos, llegué al cadáver y recuperé la flecha. No podía permitirme el lujo de desperdiciar munición. Hoy en día escaseaba y era mi herramienta para comer. Me agaché despacio y contemplé la presa. Durante años había perfeccionado mi puntería y siempre cazaba dándole a la cabeza. Intentaba que los animales sufrieran lo menos posible.

Levanté el cuerpo lentamente y me lo puse en los hombros. Era un espécimen bastante grande. Su carne me daría bastante dinero para poder comprarle un arco nuevo a Esmeralda en el mercado de Kiau.

Mientras caminaba contemplaba la hermosura del bosque. Las ardillas correteaban entre rama y rama. Me observaban con curiosidad y con miedo. Los búhos abrían un ojo para echar un vistazo*, para seguidamente volverse a dormir. Los distintos pájaros cantaban una melodía armoniosa que me hacía sentir como en casa. Adoraba el mundo del bosque, amaba el olor a tierra mojada cuando llovía.

Faltaba poco para llegar a la pradera de flores, la favorita de Esmeralda. Casi siempre se encontraba allí cuando quería desconectar de su familia y sospecho que incluso para huir de sí misma. Las flores y el susurro del viento le provocaban un estado de tranquilidad. Compartía el mismo amor por la naturaleza que ella y por eso siempre he creído que tarde o temprano acabaríamos juntos. Nadie más que yo, conocía tan bien a Alda y la amaba con adoración. Sabía sus gustos, desagrados, sus miedos y sus actos de valentía. Sabía que ahora no me amaba pero con el tiempo seguro que acabará sintiendo algo por mí.

Mientras reflexionaba sobre el amor platónico de Esmeralda, noté como el dibujo de mi pecho revivía. Me abrí la túnica maltrecha y observé como la huella de tigre revivía. Su color rojo oscuro, pasó a ser un color rojo vivo.

Sonreí con alegría. Eso significaba que ella estaba cerca. Sin pensarlo dos veces, dejé el cuerpo sin vida del ciervo, colgado de un árbol. Me aseguré que estaba bien sujeto y lo tapé con una manta fina, que siempre llevaba en la alforja. Al menos para un rato podría pasar desapercibido para los animales. Suspiré hondo, suplicando que cuando volviese aún estuviera ahí, intacto.

Solucionado éste tema caminé lentamente, guiándome por el brillo de la huella. La dirección donde brillaba más, ahí se encontraba Esmeralda. Me agazapé, dado que quería darle un susto. Siempre jugábamos al escondite y nos asustábamos mutuamente.

Por fin llegué a la pradera, donde la huella brilló con gran esplendor. Desvié mi mirada hacia el horizonte y vi una figura. Su pelo era negro como el carbón, liso con acabado ondulado. Lo tenía bastante largo hasta llegar plenamente a su cintura. La mujer estaba de espaldas a mí, pero la reconocí al instante. Tantos años soñando con ella, ya sabía cómo era su figura.

Me quedé quieto contemplándola. Quería observarla y fantasear un poco antes de caerme en la realidad. Daría lo que fuera para que ella me amase. Para que me viese más allá que un amigo. Cerré los ojos y aspiré el aire, saboreando ésta tranquilidad. Me iba a declarar y no sólo eso, le iba a pedir que se casara conmigo. Fue una decisión que tomé escondido detrás de un arbusto y contemplando a Esmeralda que estaba en la pradera de flores ajena a mis emociones.

Abrí los ojos y me erguí decidido a llegar a su posición. Pero cuando di un primer paso, percibí un movimiento al fondo de la pradera, al lado derecho de Esmeralda. Me volví agachar y observé con extrañeza que era un hombre que se acercaba a Alda.

Rodeé la pradera, siempre escondido detrás de la maleza, para situarme lo más cerca de la pareja. Cuando mi posición estaba a escasos metros de ellos me dí cuenta de la identidad del hombre.

— ¡Has venido! —Alabó Esmeralda con gran alegría.

—Nunca te abandonaría, aquí sola en el bosque, por si algún bandido osa acercarse a ti. Aunque sospecho que saldría perdiendo él.

Ella se rió y comenzó a jugar con su pelo. Su actitud era muy distinta que cuando estaba conmigo. Allí se le notaba nerviosa, insegura y vergonzosa. Mientras que conmigo se mostraba segura, tranquila y en ocasiones arrogante. Tragué saliva sonorosamente y comprendí porqué Alda reaccionaba así: Estaba enamorada. Un sudor frio comenzó a bajar por mi espalda, temiendo lo que podría ver a continuación.

—¿Has pensado en la pregunta que te hice la última vez que nos vimos? —preguntó el hombre.

—Si he pensado, ¿qué quiero ser la amante del Rey en secreto?

Me mordí la lengua al ver a Charles cómo se acercaba a ella y se sentaba rozando su pierna. No le toques—pensé—que te corto las manos.

—Esa no era la pregunta, lo que te pregunté fue: ¿Estás enamorada de mí?

Esmeralda se quedó quieta, paralizada. Miraba hacia la tierra. Con sus pies jugaba a hacer dibujos y sus manos seguía rizando los mechones de pelo que caían por su hombro. Esa imagen se me gravaba en la retina. Deseaba apartar la mirada e irme corriendo, pero a la vez quería saber la respuesta. Después de unos segundos que me parecieron una eternidad, ella contestó.

—Querido Rey, no hace falta que le conteste dado que con su don sabe si miento o digo la verdad.

—Quiero escucharlo de tus labios Esmeralda.

Charles, se acercó a la chica. Sus frentes se tocaban y sus respiraciones se agitaban ¿Cómo no me había dado cuenta de que Alda estaba enamorada? ¿Desde cuándo llevan viéndose en secreto? ¿Por qué ella nunca me lo contó? ¿Tenía miedo de que les delatara?

Ciertamente si se supiera que el Rey tiene una amante todo peligraría. Teóricamente él es libre, pero se casará dentro de poco con Navit, para hacer las paces entre los dos reinos. Si se descubre la relación de éstos, puede explotar la guerra ¿Sería yo capaz de delatarlos sólo porque me han roto el corazón?

Volviendo a la pradera, Charles se mostraba impaciente por la respuesta de Esmeralda. Ella aún no le había contestado. Su cara mostraba un rubor muy atractivo que le hacía parecer más joven y frágil.

—Puede ser que tu corazón esté dividido — dijo lentamente separándose de ella— Puede que una parte de ti ame a ese chico que siempre está contigo.

—¿Quién, Noda? —preguntó ella saliendo de su voto de silencio.

—Claramente él está enamorado de ti. Aquél día que te acusaron de brujería lo demostró. Muy pocos han osado entrar a escondidas en el palacio y mucho menos han vivido para contarlo. Si lo dejé con vida, fue por ti.

—Gracias, te lo agradezco.

—¿Y bien?

—¿Bien, qué?

—¿Sientes algo por Noda?

Ella se quedó en silencio de nuevo. Mi corazón empezó a bombear más rápido. Por fin iba a saber si ella me amaba o no. Tanto tiempo que he esperado, ahora iba a saber la verdad de una manera descarada: escondido detrás de un árbol.

Esmeralda miró directamente a los ojos del Rey. Se mojó los labios y le cogió ambas manos. Una parte de mí desearía estar en el lugar de él. Para mí era mágico poder rozar su mano cuando me pasaba el arco en nuestros momentos de caza. Nunca me cogió las manos de esa manera tan dulce y tan significativa.

—No siento nada sentimental hacia Noda—dijo al fin— nunca lo he sentido y nunca lo sentiré. Él es como un hermano mayor para mí. Mi héroe... a decir verdad si no fuera por él estaría muerta. Me ha salvado en multitud de ocasiones.

—Entonces estoy en deuda con él, por proteger y salvar a la razón de mi vivir.

Mi alma cayó al suelo cuando delante de mí se sumieron en un profundo beso. Al principio era tímido y tierno. Pero al cabo de los segundos acabó siendo algo agresivo y pasional. La pareja se tumbaron en la pradera y noté como él se apresuraba a quitarse la túnica de siervo que llevaba puesta para pasar desapercibido.

Giré en redondo para evitar ver más de lo que mis ojos podrían aguantar cuando escuché lo que tanto temí escuchar.

—Charles, Te amo y serás el único que amaré—prometió Esmeralda.

Seguidamente empezó a escucharse gemidos suaves y caricias aterciopeladas. Caminé lo más apresurado que pude para evitar ser descubierto. Cuando pensé que estaba bastante lejos para que no pudieran escucharme, comencé a correr.

Pasé por el ciervo que seguía colgado en el árbol, pero no me molesté en bajarlo. Seguí corriendo con lágrimas en los ojos. Todo lo que había hecho durante estos años: sobrevivir, proteger, cazar... era para estar más cerca de ella, para ganarme su corazón. Pero el condenado del Rey se lo había llevado en menos de cuatro meses ¿Qué había hecho?

Paré en seco cuando se me vino un pensamiento por la cabeza: ¿Esmeralda quería ser Reina? ¿Pretendía vivir con riquezas y abandonar el bosque? Sabía que odiaba su condición de sierva, de tener que cuidar a su madre y su hermano, de esconderse por tener ese don... pero ¿Sería la amante de un Rey para escapar de la pobreza? ¿Tendría tan poca moral para hacer eso?

Me paseé dando vueltas alrededor de un árbol gigante, refunfuñando y dejando éstas preguntas al aire. Saqué una pequeña daga que usaba para abrir los cadáveres de los animales y comencé a apuñalar el árbol. Con rabia y con lágrimas, en cada embestida me cuestionaba la bondad de Alda. Tanta ternura, tanta delicadeza, parece una niña buena y en verdad es como todas: Busca vivir bien y eso yo nunca se lo podré ofrecer.

Después de unos minutos de golpear a la naturaleza, tiré la daga al suelo y me quedé de rodillas llorando como un niño. Me sentía traicionado, engañado y estúpido. Con el corazón roto y el alma inquieta me tumbé entre las hojas caídas y me hice un ovillo*.

— ¿Te vas a quedar ahí tumbado todo el día? —Escuché decir a un mujer— ¡levántate y sé un hombre!

Me erguí y observé a una anciana de una estatura baja. Vestía una túnica marrón gastada y raída. Su pelo blanco y gris se erguía hacía el cielo haciendo un desafío a la gravedad. Sus ojos eran azules aunque por la intensidad que me miraba, me pareció grises.

Me levanté casi de un salto con la daga en la mano. Aún las lágrimas descansaban en mis mejillas y me nublaba la visión. Le amenacé con el arma, apuntándole en el cuello. Ella soltó una risa terrorífica, me dio la espalda y se sentó en una roca grande que estaba situada al lado del árbol que fue víctima de mi arrebato. La mujer lo observó.

—Sea lo que sea que te haya hecho el árbol, creo que ha captado la idea—dijo mirando con tristeza.

El aludido empezó a moverse levemente. Sus ramas empezaron a agitarse y el suelo comenzó a temblar. Miré con los ojos como platos a los dos.

—¿Qué está pasando? —pregunté agitando el arma con nerviosismo.

—Él está... — la mujer miró a las ramas e hizo un gesto lento, para que se tranquilizara— está denominando toda tu familia diciendo palabras malsonantes. No me pidas que lo traduzca porque me niego.

—¿Te está hablando un árbol? — pregunté sintiéndome un poco imbécil.

¿En serio me estaba cuestionando que los arboles hablan? ¡Esto era una locura! ¿Quién era ésta mujer? ¿De dónde ha salido? ¿Por qué ha venido?

—Ellos hablan desde hace siglos, antes de que los humanos existiéramos. Sólo hay que entender su idioma y saber escuchar.

El árbol dejó de moverse y volvió a la tranquilidad. Ella le sonrió y volvió a mirarme con toda su atención.

—¿Qui-quién eres? —pregunté tartamudeando.

—Lo importante no es quién soy, si no, quién quieres ser.

Levanté una ceja y levanté los hombros.

—Sé quién soy. Por lo visto tu no...

—Eres Noda, un huérfano que busca el amor en la chica equivocada, ¿Me equivoco?

Me quedé paralizado al ver que ella sabía mi nombre. ¿Cómo lo sabía? Y ¿Por qué me da la sensación de que se está riendo de mí?

—¿Quién eres? —volví a preguntar.

—Siempre tan impaciente. En el futuro tu impaciencia hará que cometas errores. Éstos acabarán con la vida que conoces.

—¿Eres una bruja? —pregunté temblando.

Las brujas tenían fama de ser agresivas, crueles y dementes. Usaban los poderes para matar y hacer sufrir a los humanos. Comían niños y usaban sus pieles para vestirse. Si ella era una, su vestimenta no era la idónea, pero su locura era acertada.

—Soy una sabia que utilizo la magia para ayudar a las personas perdidas. Acudo cuando me piden ayuda.

—Yo no te he llamado—dije cortante.

—No, fue el árbol —dijo levantándose y tocando a éste con dulzura.

Al hacerlo, las cuchilladas desaparecieron y volvió a ser como antes. El árbol levantó las ramas por un segundo y la "Sabia" se inclinó haciéndole reverencia. Me quedé con la boca abierta, ante esta extraña magia.

—Sé que estás confundido, pero yo puedo ver el pasado, presente y futuro. Puedo ayudarte. Sígueme a mi casa y allí te ofreceré todo lo que quieras.

Me quedé pensativo ¿Es correcto confiar en ella? Si cuida tanto a la naturaleza ¿No cuidará también la vida humana? Dudo que me ataque y me mate. Podría confiar en ella aunque con la daga preparada por si acaso. En cierta parte he confiado en Alda toda mi vida y he salido malparado. Pero esto no acabará así, haré que se enamore de mí de una manera u otra. Con magia todo se puede y haré lo que sea para que ella sea MÍA.

—Iré contigo—dije decidido y guardando la daga—pero primero quiero saber tu nombre.

—Es justo— dijo sonriendo y acariciando el árbol, éste bajaba una rama para recibir sus caricias— Me llamo Kaliska.


Palabras del texto con *:

Echar un vistazo: mirar rápidamente.

Hacerse un ovillo: Acurrucarse formando una figura redondeada a causa del frío, del dolor, del miedo u otra causa natural.

¡¡¡Hola mis queridos Gifts!!! Primero, perdonad por mi tardanza pero últimamente no tengo tiempo de escribir, ni tampoco inspiración. Espero que os haya gustado el capítulo y os espero en el siguiente.

¡Nos leemos pronto!

PD: video del encabezado: Tráiler de la serie de Érase una vez. Ésta serie me ha influenciado mucho para hacer Naélium. Os lo recomiendo :D


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