Capítulo 12: Mi débil voluntad


Isaac

Intentaba compensar mi respiración con la de Blanca. De ésta manera conseguía calmarme. Intentaba no olfatear ni coger aire, dado que cada bocanada de aire era como si me tragara miles de cenizas y carbón ardiente. Necesitaba aire limpio. Sentía que me faltaba oxígeno. La sensación era como una persona claustrofóbica que sentí terror al quedarse encerrada o como si fuera un asmático y estuviera en un pub lleno de fumadores empedernidos.

Me encontraba en el metro de Barcelona junto a mi alma gemela, Zeth y Zoey. Nos dirigíamos al puerto de Barcelona, que a su lado se encontraba un centro comercial cuyo nombre empezaba por "Mar". Buscábamos a un Camaleónico, aunque yo como mis acompañantes apenas sabíamos de su existencia. Estas criaturas tenían el don de convertirse en aquello que se les antojaba. Dicho don les hacía ser muy codiciados por los altos cargos, para cometer algunos crímenes. Su rapidez, su cambio de apariencia constante y su inteligencia les hacía ser los idóneos para ser asesinos a sueldo.

Los ricos o los más influyentes del mundo, los perseguían, los obligaban por medio del chantaje a convertirse en los asesinos a la carta. Eran sus esclavos y mayormente los ocultaban en catacumbas para no ser robados por otros hombres influyentes llevados por la envidia.

El caso es que algunos se revelaron y se vieron obligados a ocultarse y a vivir a espaldas del resto de la humanidad. Condenados a vivir solos y apartados, sin poder llevar una vida normal. No hay que aclarar que Adón codiciaba a los Camaleónicos. Sus habilidades le podían hacer más poderoso y temeroso. Afortunadamente para nosotros, aún no había conseguido encontrar alguno. Nadie conoce el paradero de esas criaturas. Ellas se cambiaban de hábitat y forma constantemente para evitar ser descubiertos.

Inexplicablemente, Abel había descubierto el paradero de uno que vivía en el puerto. Ésta criatura, para evitar ser descubierta, se había refugiado en el mar. Sí, es lo que pensáis vivía en el océano como la sirenita de Disney. Si existía alguien como yo, un Curasangre, ¿por qué no iba a creer que existieran las Sirenas?

Por ese motivo nos disponíamos ir a ese lugar. Abel quería que hablásemos con el Camaleónico y lo convenciéramos de que se aliara con nosotros. Y aquí estábamos, dentro de un metro abarrotado de personas que iban a trabajar y algunos extranjeros que visitaban la ciudad. Para mí no hubiera sido problema si no tuviera una sed insufrible. Os contaré cómo he llegado a éste estado.

Mi fama como doctor especialista en leucemia había sido proclamada como la espuma. Personas de todo el mundo viajaban a Barcelona para que les hiciera sesiones. Trabajaba en un hospital, de dicha ciudad y todos mis clientes sobrevivían a la enfermedad. Mi don les otorgaba felicidad y vida. Como no me sentía orgulloso de ello, no cobraba por mi trabajo, aunque casi todos me daban donativos de agradecimiento.

Mis sesiones consistían en hacer un análisis. Si daba positivo en Leucemia les ingresaba una noche en el hospital. Les inyectaba la "cura" o al menos eso les decía yo. En verdad era una anestesia. Cuando ellos estaban inconscientes aprovechaba para morderles en la muñeca (justo donde estaba la vía) y absorbía la sangre infectada. Depende de la gravedad, si había llegado a muchos órganos, necesitaba varias sesiones. Alimentarme de su sangre, aparte de saciarme y beneficiarme, también les purificaba por dentro sanándole así de la enfermedad. Las debilidades, tristezas y dolencias me atraían salvajemente. Así que, contra más grave estuvieran, más me gustaba.

Odiaba hacer esto, pero al menos hacía algo bueno para estas personas o al menos era lo que me empeñaba a creer. No quería volver a pensar que era un monstruo. Pues como decía, mi fama creció y curé a centenares de personas. Al curar tantas ya existían pocas personas que tuvieran leucemia. No me malinterpretéis, eso es fantástico, cualquier médico deseaba radicar alguna enfermedad. Me sentía orgulloso por ello, pero también eso me privaba alimentarme. Por ese motivo llevaba meses sin tomar ni una gota y mi sed de sangre estaba descontrolada. El monstruo que vivía dentro de mí se mostraba desesperado.

Por ese motivo, me sentía sin aire en aquel metro. Cada vez que cogía oxígeno, podía oler y casi saborear la sangre de cada persona que se encontraba en el vagón. Lo que más empeoraba, era tener en el mismo vagón a Zoey y a Blanca. Ésta última seguía volviéndome loco. Su pasado, su dolor me hacía sentirme sediento. Más que ninguna otra y eso me daba verdadero terror.

Mi alma gemela, ajena a mi estado anímico, se encontraba pegada a mí con su cabeza pegada a mi pecho. Si bajaba la cabeza podía oler de lleno su perfume, su delicioso perfume. Ambos estábamos de pie por falta de asientos. El metro estaba completamente lleno. Menos mal que Zeth y Zoey se pudieron sentar en frente nuestro. Le habían dejado sentarse por Zoey, por su físico de discapacitada. Aunque ella estaba más capacitada en todo que cualquier otra persona.

Mis amigos estaban vestidos con sudaderas que era el uniforme de la asociación de Abel. En ellas, se encontraba un símbolo del tatuaje de Zeth y Zoey. Cada uno teníamos nuestro Sign, bordado en las sudaderas. Mi amiga, tenía puesta las gafas de sol y en su mano el bastón que a la vez era un arma. Con la mano, donde tenía tatuado su Sign, tocaba suavemente el cuello de Zeth. Allí se encontraba el tatuaje de mi amigo. Ambos tenían la mirada perdida. Sabía lo que estaba sucediendo. Se estaban comunicando por medio de sus tatuajes.

Funcionaban de una manera muy simple: se podía transmitir los pensamientos que querían y automáticamente aparecía en su mente. Era algo parecido al don de Zoey de leer pensamientos, pero con la excepción que sólo puedes escuchar lo que te quieran transmitir.

Les miré detenidamente, no podía evitar envidiar su relación. Sin secretos, sin dudas, sin temores... su relación se fomentaba en la confianza. Miré a Blanca que reposaba en mi regazo con los ojos cerrados. Ella ignoraba por completo mi secreto. Sabía que mi "don", si se podía llamar así, era relacionado con la sangre. Lo que no sabía que tenía dos personalidades.

Cuando siento mucha sed Aini, mi segunda personalidad, se apodera de mi cuerpo y me hace hacer cosas horribles. La primera y última vez que mordí a Blanca fue algo tan fuerte para ella que pidió a Zeth que le borrase la memoria. Si para ella fue fuerte no me quiero imaginar que vea a Aini en todo su esplendor.

Mi alma gemela me despertó de mi monólogo interno, introduciendo su mano, donde tenía su Sign, por debajo de mi camiseta justo en medio de mi espalda donde estaba situado el mío. Nada más rozarse ambos tatuajes, apareció en mi mente su pensamiento.

"¿Estás bien Isaac? Te noto muy tenso.

Tragué salía, sintiendo un dolor insoportable. Aini me daba pequeñas sacudidas para poder salir. Yo a la medida que podía se lo impedía. Aunque ahora mismo se me hacía bastante difícil. El contacto con la chica era tremendamente doloroso. Cerré los ojos y le contesté sinceramente.

"Tengo mucha sed. No seré de mucha ayuda en la misión con mi estado. Puedo perder el control"

"Yo sé que puedes. Eres más fuerte de lo que piensas".

Ella levantó la cabeza y se acercó a mis labios. Me besó lentamente. Aini me dio una buena sacudida y separé a Blanca muy bruscamente, haciendo que perdiésemos el contacto con nuestros Signs. Ella retrocedió algunos centímetros. Me miró dolida pero al ver mi estado y mi respiración agitada, su mirada pasó a ser de auténtica compasión.

Notaba como el vagón se hacía más pequeño y el aroma de mi alma gemela me estaba envolviendo dulcemente. Como si fuera chocolate y yo un diabético. Mis piernas estaban a punto de fallarme, sentía que me iba a caer en el suelo. Mi voluntad estaba flaqueando. Entonces Zoey leyó mis pensamientos.

— Isaac, ¡ven, siéntate! — dijo firme levantándose con su bastón.

Se dirigió a nuestra posición. No perdió en ningún momento el equilibrio y se aguantó en la viga. Seguro que estaba viendo a través de los ojos de mi novia. Tendría que disimular mejor. Las personas de alrededor estaban alucinando. No había usado el palo y no había flaqueado. Seguro que se preguntan si de verdad no puede ver. Mientras tanto, Blanca la miraba extrañada ante la preposición de Zoey a sentarme. Yo, sin rechistar, fui al asiento dando trompicones y me dejé caer en la silla.

— Gracias — conseguí articular con una voz más ronca de lo habitual.

Detecté que algunas personas se mostraron molestos. No entendían por qué una no vidente se levantaba para dejar sitio a una persona sin ninguna dolencia aparente. Sonreí cuando Aini me envió una imagen. En ella, se veía el vagón completamente destrozado y esas personas que me miraban con odio, se encontraban heridas y algunas destrozadas.

Moví la cabeza para quitarme esa imagen. Aini siempre intentaba "convencerme" o tentarme con imágenes. Nunca le funcionaba. No, mentira le funcionó una vez y fue con Blanca. Me recosté en el asiento y probé a respirar hondo. Me dolió pero no tanto dado que las chicas estaban a una distancia más o menos prudente.

Zeth, que estaba a mi lado sentado, carraspeó y le miré. Él como siempre evitaba tocarme. No porque le diera respeto, si no para no usar su don accidentalmente. Con sólo tocarme podía ver mi pasado, presente y futuro. También podía cambiar los sucesos. En forma de cariño le había puesto el apodo de "El viajero" porque su don era algo parecido al viajar en el tiempo pero sin moverse del sitio. Como decía é,l intentaba no tocarme porque quería respetarme y no saber nada de mi intimidad si no se lo explicaba yo. Eso me alegraba mucho. Desde que entré en el mundo de los Gifts, Zeth se había convertido en un buen amigo mío. Nunca me había tocado, así que ignoraba mi secreto de Aini. Pero entendía mis debilidades, así que, sus consejos me ayudaban bastante.

— Se te ve pálido. Pareces un vampiro — bromeó mi amigo.

En verdad era albino, ser blanco era natural en mí. Mi pelo y mis cejas eran de ese color. Mis ojos azules cristalinos. Al contrario que él. Su pelo era negro como el azabache y sus ojos de diferente color.

— ¿Más de lo que soy habitualmente? — le pregunté mostrando mi sonrisa.

Él me devolvió el gesto y notó como mis ojos estaban sedientos. Aini estaba otra vez, haciendo de las suyas. Me estaba costando horrores mantener la compostura.

— Isaac estás bastante mal. Quiero ayudarte, podemos ir al banco.

Me miró intensamente, sus ojos transmitían sinceridad. Sabía lo que me estaba proponiendo y se lo agradecía en el fondo de mí ser. Él quería ir al banco, no a un banco de dinero, sino un banco de sangre. Ahí Abel tenía un conocido que si quería podría proporcionarme sangre a un precio barato. Alguna que otra vez había llegado a necesitar esos servicios pero odiaba tener que depender de alguien como el padre de Zoey. Desde que tomé la decisión de independizarme de mi padre, decidí buscarme las cosquillas solo. Gracias al trabajo de doctor lo había conseguido hasta ahora. Tragué desesperadamente, mi sed aumentaba sin control.

— Creo que sí, mi viajero — dije lentamente — no quiero acabar haciendo daño a alguien.

Observé a Blanca y Zeth siguió mi mirada.

— Después de la misión iremos — zanjó mi amigo.

Asentí con la cabeza. De pronto sentí un olor muy intenso. Era una mezcla de pescado y de huevos podridos. Puse mala cara y busqué con la mirada a Zoey que ponía la misma cara. Al tener mi don de Curasangre, tenía los sentidos más desarrollados que los demás. Mi amiga le pasaba lo mismo, a causa de su ceguera, sus otros sentidos los tenía mejorados. Zeth se percató de mi cambio de ánimo, rápidamente se puso en alerta.

— ¿Qué sucede amigo?

— No sé, algo no anda bien — dije observando en la parte derecha. Quería mirar más allá del último vagón donde estábamos sentados.

Entonces el metro llegó a la parada de Drassanes, la misma parada que teníamos que bajar. Paró de una manera brusca. Se escuchaba como alguien cogió el megáfono para hablar.

— "¡Atención! Por motivos ajenos a nuestra voluntad el metro número 1591 está temporalmente fuera de servicio. Así mismo el tramo de plaza España hasta Drassanes no estarán activos. Rogamos que usen otros transportes como el bus o tren. Disculpen las molestias".

Entonces las puertas se abrieron y los pasajeros bajaron. Algunos estaban enfadados, otros confundidos. Zeth, Zoey, Blanca y yo nos quedamos en el vagón inertes sin saber qué hacer. Aún podía sentir esa peste y cada vez se intensificaba más.

— Algo se acerca — dijo Zoey muy atenta a sus sentidos.

— Sí, ya lo huelo — confesó Blanca intentando mantener las arcadas a raya.

Nos levantamos y nos pusimos en el centro del metro. Las puertas se cerraron de golpe haciendo que nos sobresaltásemos los cuatro a la vez. Zeth se puso delante de Zoey para protegerla y Blanca se puso al lado mío. Buscó mi Sign y lo juntó con el suyo.

"¿Puede ser un Alfa?" — su pregunta apareció en mi mente.

— Puede ser, pero con mucho poder — dije en voz alta.

De pronto los vidrios empezaron a pintarse de negro. Me acerqué a una ventana y toqué esa sustancia. No era pintura era como petróleo viscoso y maloliente. Todas las paredes del vagón quedaron hechas un asco, impidiendo así escapar. No se veía nada del andén, dado que el "petróleo" lo cubría por completo. Seguidamente las puertas interiores del metro se abrieron. Entre vagón y vagón se creó una especie de puente que hacía que se comunicasen.

Todos estábamos analizando la situación. No sabíamos si esa cosa nos podría hacer daño, sólo sabíamos que no era buen presagio dado que no había salido de la nada. Algo o mejor dicho alguien lo había creado. Entonces apareció un hombre con una chaqueta de cuero negro, en ella tenía bordado el Sign de Adón en su pecho. El Alfa cargaba un carro de grandes proporciones y en él llevaba una caja enorme. Me quedé bocabierto con la imagen. La cosa viscosa salía de las manos del hombre, pero la peste salía de la caja ¿Qué narices había en ella?

— ¿Puedo? — me preguntó Zoey.

— Adelante — contesté dándole permiso.

Me estaba pidiendo ver a través de mis ojos. Al instante noté como algo o más bien alguien se metía lentamente en mi mente. Sólo notaba su presencia, no dolor. Sufrimiento sólo me lo producía Aini que por cierto parecía dormido o estaba flipando por la escena como yo.

— ¿Qué coño eres? — preguntó Zeth cuando el desconocido llegó a nuestra posición.

— Un seguidor de Adón, Gift retrasado — contestó con aire de superioridad.

— ¿Qué es lo que llevas? Creo amigo que está podrido, huele a perro muerto — Señalé la caja con cara de asco.

Él sonrió maléficamente. Su mirada me intimidaba pero a la vez me atraía. Su maldad era parte de su ser, se le podía notar. El Alfa me miró sólo a mí.

— Un regalo de parte de Adón.

— No queremos nada de él — chilló Zoey — Queremos que pare sus planes ¡está loco!

— No lo hará, prefiere morir antes que ser derrotado por imbéciles como vosotros — confesó sin dejar de mirarme.

— ¡Basta! Te vienes con nosotros — dijo Blanca deseosa de acabar con esto.

— Ya lo veremos — dijo el Alfa.

De pronto se tiró hacía mí. Zeth consiguió darle una patada en la cara justo antes de alcanzarme. En un momento todo se puso en movimiento. Zoey separó su bastón, mostrando así las dagas y atacó al desconocido. Éste la esquivó y la lanzó con su poder negro hacía la puerta del vagón. Zeth al observar lo que le había hecho a su novia, corrió hacía el Alfa. Éste le disparó petróleo en los ojos y le dejó completamente a ciegas. Después con una daga le cortó en el brazo y le dio una patada dejándole agonizando en el suelo.

Me dirigí hacía su posición. No quería que se acercara a Blanca. Me lancé mostrando mis dientes. Le arañé en el pecho, salté por encima suyo poniéndome en su espalda y le mordí el cuello succionando su sangre. A continuación sentí... asco, mucho asco. El Alfa me dio un codazo y me clavó con la daga en el costado. Caí en el suelo y empecé a vomitar furiosamente. Éste hombre no tenía sangre, estaba compuesto por petróleo y esa sustancia era lo que había bebido.

De rodillas en el suelo, cubierto de vómito y sangre miré con impotencia como el Alfa se acercaba a mi novia. Ésta le lanzó una descarga a la misma vez que le iba a dar un buen puñetazo. Él le cogió el puño y se lo apretó con todas sus fuerzas. Escuché cómo le rompía los huesos de la mano, seguido de un grito de dolor. El desconocido levantó su mano y la puso en el pecho de Blanca. La sustancia salía de la mano donde se iba agrandando y subiendo por el cuerpo de mi alma gemela. En menos de dos minutos ella estaba cubierta de petróleo de pies hasta el cuello. Estaba indefensa frente a ese monstruo. El Alfa hizo el mismo proceso con Zeth y Zoey. Le disparó el petróleo y los inmovilizó desde el cuello hasta los pies.

Me levanté con dificultad. Me dolía la herida del costado. Aunque era un Gift y me curaba rápido, había perdido mucha sangre y eso me daba más sed. Tampoco entendía por qué dejaba indefensos a mis compañeros y a mí me dejaba libre. Cuando conseguí enderezarme, me acerqué a él con una navaja que siempre llevaba encima y se lo clavé en el hombro. Él chilló de dolor y empezó a "sangrar" petróleo por la herida. No le dejé reaccionar y me lancé a su cuello. Ésta vez no lo mordí (con sólo pensar en el sabor de esa cosa me entraba de nuevo las arcadas) le agarré el cuello con ambas manos y le apreté sin compasión. No dejaría de apretar hasta que viese que se le escapaba la vida por las pupilas.

— ¡Suéltalos! — rugí con la voz ronca por el esfuerzo y por la sed.

— Todavía no — me contestó con dificultad.

A pesar de la falta de oxígeno, el Alfa forcejeaba sin parar. Al rato, el desconocido se acordó de mi flaqueza y me dio un puñetazo en la herida del costado. Automáticamente me agaché tronando de dolor. Él aprovechó ese momento de debilidad y me cogió por el cuello. Me lanzó la sustancia en los brazos y en las piernas para evitar que me moviese. Me levantó del suelo por el cuello. Me sonrió de una forma aterradora, en su mirada veía algo de excitación. Definitivamente estaba disfrutando de la situación.

— Adón quiere que te reclute, piensa que nos serás de ayuda.

— Yo estoy con Abel, no sigo a un líder que quiere masacrar a toda la humanidad.

Entonces soltó una carcajada. Aflojó un poco su mano y algo pude respirar. Me dejó en el suelo y el petróleo se me enredó por todo el cuerpo. Ahora estaba como los demás con la diferencia que no tenía nada en la boca que me privara hablar. Le miré con dureza y con enfado ¿De qué cojones se reía éste imbécil? Le enseñé los dientes en forma de reproche. Él dejó de reírse sonoramente pero la sonrisa no se le borró de la cara.

— No intentes parecer el bueno ¿A cuántas personas has matado?

Tragué saliva y sentí un profundo dolor. No físico, si no emocional. Ese sentimiento me perseguirá hasta el final del mundo: La culpabilidad.

— Nos vas ayudar — siguió hablando el Alfa — Porque forma parte de tu naturaleza. Eres como yo. Un sádico y amante de la oscuridad.

— ¡Nunca! Nunca volveré hacer esas cosas. Mientras me mantenga cuerdo — chillé aunque me falló la voz en la última palabra.

— No estoy hablando contigo, estoy hablando con Aini.

Sentí como el monstruo, que habitaba dentro de mí ser, me daba una gran sacudida como respuesta. Busqué con la mirada a Blanca. Ésta me la devolvía extrañada. Claramente si pudiera leer su mente seguro que estaría pensando: "¿Qué narices está diciendo éste tío?". Aini me golpeó otra vez. Quería salir urgentemente. Al escuchar su nombre se puso más activo.

— Veo que aún reaccionas — dijo el hombre — Adón dice que eres el mejor en tu ámbito y te pide que vayas.

No podía contestarle. A penas podía contener al monstruo. No podía hablar sin temor a que me salieran los colmillos. Si sucedía esto, lo tendría todo perdido. Él tendría bajo control mi cuerpo.

— Deja de ocultarte detrás de un humano y sé valiente ¿has perdido tus facultades? ¿Cómo puede un humano inútil dominarte?

El monstruo me dio un fuerte golpe que me quedé sin aire por una milésima de segundo. Se había visto como si un puño saliese de mi pecho haciendo que mi piel se estirase. Eso era nuevo, nunca lo había hecho. Estaba aterrado, apunto de rendirme.

— ¡Cállate! — chillé con furia con el poco aire que tenía.

Él se acercó más a mí. Podía oler su aliento e incluso contar los poros de su cara. El esbirro de Adón levantó su mano. Dejó la palma hacia arriba. De ella poco a poco empezó a brotar petróleo de ella. Con la otra mano manchó uno de sus dedos y lo acercó a mi sien. Me "pintó" suavemente mirándome con desafío.

— Va siendo hora de que te despiertes, Aini. Tienes trabajo por hacer.

Automáticamente me puso ambas manos en la cabeza. Sentí que mi sed aumentaba de una manera descontrolada. Notaba cómo si el petróleo atravesara mi cráneo y adormilara mi identidad humana. Gritaba con todas mis fuerzas. Tenía miedo, tanto que me sentí como un niño pequeño al que le daba terror la oscuridad. Mi boca se secaba, como si de pronto el desierto del Sahara habitase en mi faringe.

Aini me sacudía más y más. Comencé a toser sangre. Me estaba matando poco a poco y muy dolorosamente. Si no hacía nada, éste sería mi fin.

"Mira que eres imbécil" — escuché una voz dentro de mi mente.

— ¿¡Quién eres!? — chillé a tiempo de atragantarme por un ataque de tos.

Miré a Blanca y a mis amigos. Éstos estaban aterrados. Mi actitud era la de un loco. Me daba igual, yo ya sentía que había sucumbido a la locura.

"Soy Aini, humano retrasado. Déjame salir antes de que éste baboso te mate".

— ¡Nunca! Lo prometí — dije llorando y notando como poco a poco se me iba la vida.

El hombre misterioso seguía con sus manos en mi sien. Escuchaba y esperaba paciente mi decisión ¿Él podía escuchar a Aini como yo?

"Déjame salir o te reviento desde dentro. Luego mataré a Blanca devorándola lentamente ¡No juegues conmigo! Pero hoy estoy generoso. No mataré a Blanca a cambio de que me des control sobre tu cuerpo".

— Si te dejo salir ¿Cómo sé que no le harás daño? Tú la deseas y yo la amo. Alguno de los dos saldrá perdiendo y no quiero ser yo.

"No lo sabes. Sólo te queda confiar en mí".

Dudé en dejarlo salir y justo en ese momento el siervo de Adón presionó más fuerte. Me quedé sin aire y mi cuerpo entró en shock. La sangre me subió por la garganta y noté como salía por todas las partes de mi cuerpo. Intenté luchar pero mi voluntad flaqueó. Cerré los ojos y me entregué a los brazos de Aini. Éste sonría al ver que tendría su trofeo más deseado: Blanca.



¿Qué le pasará a Isaac?

¿Por qué quiere Adón que Aini se alíe con él?

¿Quién es Aini?

¿Podrán nuestros amigos escapar con vida?

¿Conseguirán encontrar al Camaleónico?

Todas las respuestas en el siguiente capítulo. Mis Gifts espero que les haya gustado éste capítulo un poco largo. Perdonad por la tardanza pero no he tenido mucho tiempo de escribir. Os quiero mucho.

Canción:

Nombre de la canción: River Flows in you

Autor: Yiruma


PD: En el encabezado, foto de la línea 3 de Metro de Barcelona. Ésta señalada la parada donde pasa todo el suceso en el capítulo.

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