Capítulo 30: Conversaciones pendientes


Zoey

— Respira, Zoey — dije en voz alta.

Me repetía una y otra vez. Hacía como 15 minutos que había llegado a la puerta de mi casa, pero no pude entrar. La fortaleza y valentía que había demostrado enfrente de Abel se había debilitado. Noté que me mareaba y me senté en un banco. Puse mi cabeza entre las piernas y comencé a respirar profundamente ¿Podría enfrentarme a mi madre? ¿Podría soportar más información de mi pasado?

Me erguí en el banco y decidí resumir los sucesos que había pasado hasta ahora. Primero: Dalila había entrado en mi vida como un torbellino. Gritando a los cuatro vientos que le pertenece Zeth por derecho. En este tema Dalila no me preocupaba. Sabía que mi novio no tenía mucho interés en ella y sus intentos de llamar la atención eran patéticos.

Segundo: Abril me advierte de que Adón busca cumplir su venganza. De una manera u otra me odia. Después de la sorpresa de reencontrarme con mi padre, me ha quedado más o menos claro el porqué de su venganza.

Tercero: A parte de Abel, me entero que mi madre tuvo "algo" con Adón y el fruto de ese amor tuvieron un bebe, mi hermana Nayara. Acabó muriendo por una extraña enfermedad. Pero a pesar de todo lo que descubrí, lo que más me dolió es que mi condición era por culpa de Abel. Si no fuera porque él me modificó, habría nacido vidente y sin dones. Eso despertaba en mí, un odio y rencor hacia mi progenitor ¿Algún día podría llegar a perdonarlo?

Y por si fuera poco esto, sospecho que Dalila le ha hecho algo a Zeth. En Naélium estaba raro, suspendido en el aire como si estuviera en coma. Además mi Sign de vez en cuando me daba pequeñas corrientes eléctricas. Eso era nuevo y raro a la vez.

Llegué a la conclusión que sólo una cosa me calmaría estas emociones enfrentadas: La Venganza. Quería vengarme de todo. Quería conquistar a la ODDSI, dar la oportunidad de que los Gifts eligieran lo que de verdad querían ser. Y sobre todo salvar a Zeth de lo que sea que le estaban haciendo. Y poder vivir mi vida sin mentiras, sin secretos. Pero para ello tendría que hablar con mi madre. Aclarar todo e ir a la ODDSI a pegarme de tiros con cualquiera que osara ponerse en mi camino.

Suspiré alto y negué con la cabeza. Me puse de pie de golpe. Saqué mi bastón del bolsillo y lo desplegué. No había nadie en la calle, no podía usar mis dones. Así que "mis ojos" ahora era mi estimado y valioso bastón. Bufé alto, este artefacto no era más que otro recordatorio de Abel.

Caminé lento pero decidida a la puerta de mi casa. Mis dudas iban a desaparecer y por primera vez, me sentí valiente después de muchas horas de debilidad.

Abrí la puerta de mi casa con urgencia.

— ¡Noa! — Chillé por cuarta vez.

Mi madre apareció lentamente por una esquina. Se escuchaba acongojada. Al verme me abrazó fuertemente llorando en mi hombro. Me metí en sus ojos y en su mente. Tenía que saber que pensaba y asegurarme de que me decía la verdad a mis preguntas.

— He conocido a Abel — dije de golpe.

Se quedó paralizada de repente. Pensó en un periodo corto en que le había llamado por su nombre. Pocas veces lo hacía. Cuando sucedía eso, era porque estaba bastante enojada con ella. Tenía razón en pensar en eso.

Después de esa reflexión, vi en su mente la imagen de un hombre. Supuse que era Abel dado que no le había visto nunca. Estaban los dos besándose apasionadamente, estaba claro que le amaba.

— Tengo dudas y necesito que las resuelvas. Necesito que me digas la verdad —  dije sentándome en el sofá e ignorando que estaba llorando.

Ella me siguió y se sentó enfrente de mí. Suspiró fuerte para darse valor.

— Pregúntame lo que necesites.

—  ¿Cómo te enteraste de la existencia de la ODDSI? Abel dice que Adón te encontró ¿Ya sabías la existencia de los Gifts?

— Sabía de la existencia de los Gifts por algo personal — dijo apretando los dientes.

Empezó a gimotear más fuerte. Sentí compasión por ella a pesar de que me sentía muy dolida. Levanté mis manos hacia su cara. Pocas veces tocaba los rostros como una invidente normal hacía. Siempre usaba mi don para poder "Ver" mejor. Huía de la proximidad, por la sencilla razón de que daba mucha información. Tanto de mí, como de la otra persona. Sólo había hecho dos excepciones: Con mi madre y con Zeth. A ellos les dejaba entrar en mis pensamientos y en mis emociones.

Mi madre al enterarse de lo que quería hacer, aproximó su rostro a mis manos. Toqué primero sus mejillas. Estaban húmedas y calientes de tanto llorar. Después toqué su boca. Estaba seca y las líneas de los labios se curvaban hacia abajo. Por último levanté mis manos hacía sus sienes.

— ¿Puedo? — dije casi suplicando.

Mi madre asintió con la cabeza suavemente. Cerré los párpados y me introduje en su mente. Pude ver a mi madre de pequeña, aproximadamente tendría siete años. Estaba en un salón inmenso, enfrente de una televisión. Ella no le hacía mucho caso, dado que jugaba con un oso de peluche. En frente de ella estaban una pareja joven. Ella tenía el pelo pelirrojo, ojos claros y mirada dulce. Él era castaño y ojos marrones. Ambos miraban a Noa con adoración, como si fuera lo mejor que podría haber en el planeta. Claramente la escena era feliz, hogareña. De pronto esa escena cambió por completo.

Entró un hombre, vestido todo de negro. No lo conocía. Su pelo era negro y sus ojos marrones. Su postura era de autoridad y su sonrisa producía un temor incalculable a los ojos de la pequeña Noa.

Este hombre ignoró a mi madre, pero la pareja no tuvo la misma suerte. El intruso levantó la mano y la pareja empezaron arder intensamente.Supuse que era un Gift y ese era su don. El don del fuego. La pareja se quemaban mientras chillaban de terror. Noa se fue corriendo a esconderse debajo de la mesa del comedor, abrazada a su osito. Cuando el hombre acabó de matar a la pareja se acercó a mi madre.

— No me guardes rencor, era el destino — dijo con voz suave y tierna.

Pero para Noa le pareció una voz amenazadora y la recordaba con temor.

La mente de mi madre de pronto se quedó en blanco y salí de ella, exhausta y horrorizada.

— ¿Quién era ese? — pregunté con un hilillo de voz.

— Nunca lo identifiqué. Lo busqué durante muchos años, hasta que desistí. Él era un Gift, así descubrí que existían.

—  Y esa pareja eran...

— Tus abuelos.

— Pensaban que habían muerto poco antes de nacer yo.

—  En cierto modo te dije que habían muerto, pero no cómo ni cuándo.

Cierto, eso no se lo podía reprochar.

— ¿Por qué los mataron?

—  No lo sé — dijo gimoteando— solo sé que me quitaron a mis padres y me condenaron a estar en internados y en familias de acogidas.

En su mente había mucho dolor. Su dolor me golpeó de lleno en el corazón. Me resultaba muy familiar esa sensación. Lo sentí cuando pensé que Abel estaba muerto. Sabía cómo se sentía mi madre. La diferencia estaba en que yo recuperé a mi padre y ella no. Intenté cambiar de tema.

— Aún sigo sin entender como tuviste estómago para estar con Adón.

Noa se rió. Pude al final sacarle una sonrisa.

— No siempre fue así. Antes era como un osito de peluche, inofensivo y débil.

—  ¿¡Cómo!? — dije estupefacta.

No me podía imaginar a Adón siendo débil. Que necesitase a alguien para protegerse. Si con sólo su presencia, provocaba autoridad y ganas de salir por patas.

— Cuando lo conocí — Noa siguió con su relato — estaba abatido. Buscaba desesperadamente el origen de los dones y como se podían quitar. Nunca pude saber por qué lo buscaba. Sólo me dijo que era por una mujer. Una que Adón amó profundamente. Algo le pasó y por eso buscaba esa información.

A Adón le conocí en la universidad en una clase de biología. Al mirarlo supe que sufría, igual que yo. Hablamos y pronto supimos que buscábamos lo mismo: Gifts. Yo buscaba al asesino de mis padres, el buscaba Gifts para hacerles pruebas, para así llegar al origen de los dones. Me enamoré o eso creí. Supongo que me enamoré de su dolor. Me sentía tan identificada con él. Me quedé embarazada y fue cuando conocí a Abel.

— Esa parte ya me la sé — dije intentado controlar las arcadas que me producía imaginarme a Adón y a mi madre juntos.

Me separé un poco de ella y me tumbé un poco en el sofá. Psicológicamente estaba muy cansada. Pero aún quería preguntarle alguna cosa más.

— Dice Abel que Adón os pilló juntos. Tú por un ataque de rabia le revelaste que yo era tu hija.

— No fue exactamente así. Alguien nos traicionó. Yo ante lo evidente, no lo negué y se lo grité a la cara a Adón.

Pensé en las personas que estaban en la ODDSI que podrían haberla traicionado. Pensé en Marc en el secretario de Adón. Seguro que su sirviente, leal a su señor, se lo chivó todo.

— A ver si adivino ¿Fue Marc?

— ¿Marc? No, aunque pudo tener algo que ver ... él es ...

— El perro faldero de Adón.

— No ha cambiado por lo que veo. Pues no. La traidora fue una de mis mejores amigas en la organización. Su traición me dolió mucho. Aún no lo puedo superar.

— Espero que no fuese Abril. Si no la que no lo puede superar seré yo.

Mi madre se rió. En su mente pude ver a Abril, haciéndole el tatuaje en su tobillo. Ese recuerdo era feliz.

— No, Abril era una buena amiga. Gracias a ella pudimos escapar de la ODDSI. Pero por su don de hacer tatuajes, no podía verla muy a menudo. Yo casi siempre estaba en el laboratorio con Abel.

— ¿Entonces quién? — pregunté ya desesperada.

— Dalila — dijo tajante.

Al escuchar su nombre noté como la bilis de mi estómago se subía por mi garganta. Sentí como mi cuerpo se encendía de rabia. Así que sabía toda la historia. Por eso insultó a mi madre diciendo que yo era igual que ella. Que nos metíamos con hombres ajenos.

— Por tu reacción sabes de quién hablo — dijo Noa lentamente y cogiéndome de la mano.

— Desgraciadamente he tenido algún que otro encontronazo. Hasta el punto de acabar a puñetazos.

Al acabar la frase me llevé las manos a la boca. Mi madre no sabía esa parte violenta de mí. A decir verdad, había nacido a raíz de entrar a la ODDSI. Con los entrenos de Sora y las misiones se habían hecho ya normales para mí. Pero para mi madre tendría que ser nuevo. Pero no pude estar preparada por su reacción, algo que si era fuera de lo normal.

— Espero que le hubieras roto algo — dijo con mucho odio.

— Algún que otro diente — dije con una sonrisa.

— ¡Esa es mi hija!

Me quedé pensativa por esa reacción ¿De verdad conozco a mi madre? ¿Algo de mi vida era real? Suspiré fuerte ante estas preguntas.

— Abel me dijo que se fue para protegerme de Adón — solté de pronto.

— Eso es cierto. Lo siento, Zoey por mentirte y decirte que había muerto. El miedo de perderte y que Adón cumpliese su venganza hizo que te mintiera.

Le abracé muy fuerte. Entendía a mi madre, yo habría hecho lo mismo si hubiera estado en su lugar.

— No me he dado cuenta de que ya te había perdonado. Con saber toda la historia, a la que más entiendo y comparto emociones es contigo. Ahora que ya no hay secretos, quiero volver a confiar en ti. Cierto es que me has mentido pero has estado conmigo estos años ayudándome a enfrentarme a todo. Cosa que no ha hecho Abel.

— Pero Zoey...

— Lo sé, lo sé. Era lo que tenía que hacer. Pero ahora ya no quiero huir. Me voy a a enfrentar a Adón, a tomar la ODDSI y dejar de esconderme. Mamá, tú tendrías que volver con Abel. Sois almas gemelas, éstas siempre acaban juntas. Tenéis derecho de volver a tener aquello que Adón os arrebató. Lo de reconciliarme yo con Abel, es otra cosa.

— Zoey, Adón tienen muchas influencias, no será fácil enfrentarse a él — dijo Noa ignorando mis últimas palabras — Acabarás mal mi niña, eres lo único que me queda. Por favor piénsatelo.

— Tranquila, está toda la organización de Abel conmigo. Llamaré a Blanca, a Isaac y algunos Gifts más para que se pongan de mi lado. Esta vez ganaremos y volveremos a retomar nuestras vidas.

Di por concluida la conversación. Mi cabeza estaba a punto de reventar. Ya habría más días para seguir hablando. Ahora tenía mi propia misión. Me despedí de mi madre, después de darle miles de besos y abrazos. Me cambié la chaqueta de cuero por una sudadera azul y unos tejanos elásticos. Llevaba las dagas, cuchillos, una pistola y una katana. Armas que me había apropiado en algunas misiones que había hecho para la ODDSI. Iba a por todas, iba a recuperar mi vida.

En la ODDSI

Marc se aproximaba al despacho de Adón, orgulloso por haber cumplido su pequeña misión. Aunque en verdad había tenido una pequeña ayuda con Dalila. Pero eso lo quería obviar y llevarse todo el mérito él.

Abrió la puerta sin avisar. Como de costumbre, Adón estaba sentado en su silla escribiendo algo que desde su situación no podía ver.

— Marc, ¿Qué te tengo dicho? llama antes de entrar.

— Perdone señor. Tengo noticias.

— Espero que sean buenas Marc.

— Sí, tenemos a Zeth. Encarcelado en la zona de sueño.

— Excelente, muy bien. Serás recompensado.

Adón ni siquiera había levantado la mirada. Marc estaba un poco molesto por la poca atención que le otorgaba el jefe. Así que decidió entrometerse en cosas que no le importaban.

— Si no es muy indiscreto ¿Qué quiere hacer con él?

— No es con él, sino con ella , con Zoey. Ya le tengo en el punto de mira.

— Me han informado de que ella aún no ha vuelto.

Adón por fin levantó la mirada. Observó a Marc sin ninguna expresión. Cogió un puro de la caja que estaba encima de su escritorio. Se lo encendió y le volvió a mirar.

— Se habrá reconciliado con su adorado padre — dijo a regañadientes.

— Sigo sin entender el por qué le envió a esa misión a sabiendas de que iba a conocer a Abel.

— Porque le dolerá más perder a su hija, cuando hace tan poco tiempo que se ha vuelto a reconciliar.

— Muy astuto Adón. ¿Tú crees que vendrá Zoey?

— Yo creo que sí, tenemos a su amado Zeth.

Marc miró a su jefe. No entendía por qué tenía tanto odio a Zoey. Hacía pocos años que trabaja para él. Sabía que Abel era el padre de Zoey por informes que había leído pero poco más. El sirviente pensó que algo grave tuvo que hacer Zoey para que Adón se tomara tantas molestias en hacerle daño. Sabía de lo que era capaz el jefe. En verdad le tenía miedo. Prefería tenerlo como amo y señor que como enemigo.

— Otra cosa Marc — dijo el jefe sobresaltando al sirviente — dile a Dalila que quiero verle.

Marc puso cara de pocos amigos. No le caía bien Dalila. Además parecía que el jefe tenía una debilidad extrema hacía ella. Le consentía todo y más. Nunca entendió por qué tenía ese privilegio Dalila.

— Sí, señor — dijo en voz baja.

Se giró en redondo, en busca de Dalila. Sabía dónde encontrarla, estaría entrenando con Sora.

Adón volvió a ocuparse del ordenador, no sin antes acordarse de ella. Hacía muchos años que ya no estaba en esta tierra. Pero él la seguía amando. Miró el ordenador por última vez. Allí estaba el informe de Dalila. Se parecía tanto a ella, a esa mujer que le robó el alma y el corazón. Deseó como tantas veces que Dalila de verdad fuese ella. Pero nunca iba a volver o eso creía.

¿Os esperabais el lado tierno de Adón?

¿Quién ese misterioso que mató a los padres de Noa?

¿Quién es la mujer que Adón tanto ama?


¡¡Mis Gifts!! Otro capítulo más de intrigas. Espero que os haya gustado.

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¡Nos leemos pronto!

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