Capítulo 2: El desconocido

Zoey

Al llegar al instituto, aquello olía a libros, a productos de limpieza y a colonias mezcladas. Había demasiado barullo, tanto sonoramente como mentalmente. No conocía ninguna voz por lo cual no podía meterme en ninguna de las mentes que chismorreaban. Así que, a consecuencia, iba tropezándome constantemente.

"Esa debe ser la nueva estudiante" escuché una mente muy cerca. Ésta, se acercó pausadamente. Carraspeó.

– Hola, soy el profesor de metodología griega. Me llamo Cesar Delgado. Tú debes ser...

– Zoey Vidal, la estudiante nueva.

No sé qué hacer – pensó por normativa no puede llevar gafas de sol, pero en su caso...

– Estaba buscando – interrumpí sus pensamientos – la clase de Historia del Arte.

– Claro –  contestó – te acompaño.

Acto seguido me cogió del brazo y tiró suavemente de mí. Lo rechacé lo más delicadamente que pude.

– Tranquilo puedo sola.

Él se quedó parado un momento. Estuvo reflexionando y pensando como narices podía ir por un instituto en plena hora punta y seguir a un profesor a clase sin poder ver. Noté su reacción, había cometido un error, tenía que haberle dejado llevarme. Recapacité.

–Puedo seguirle con la voz. De todas formas las personas como yo, nos sentimos... mejor si en vez de que nos cojan del brazo y nos tiren de él, seamos nosotros quién nos apoyemos.

Acabada mi frase, temí que no le haya convencido mi argumento. Él siguió pensando tan deprisa que me costaba seguirle los pensamientos. Después de unos segundos al final dijo:

–Me gusta lo que acabas de decir. Se puede llevar a la vida misma. Es mejor apoyarse en las personas y que no sean ellas las que nos tiren. Es una buena filosofía.

Acto seguido me cogió la mano y lo puso sobre su hombro. Me sorprendió que fuera de mi misma altura, ósea un tapón. Eso me hizo sonreír.

Aliviada por poder salir ilesa de mi error y al conocer ya su voz, pude ver a través de sus ojos. Era un alivio poder salir de la oscuridad.

Me fijé que las paredes estaban pintadas de verde. Entraba mucha luz del exterior, dado que por una parte daba al patio interior. Este instituto que su base fuerte era la mecánica de aviones, era un instituto acogedor. Impartían la E.S.O, el bachillerato y módulos entre ellos mecánica de aviones para hacer prácticas en el aeropuerto del Prat de Llobregat. Es un instituto reconocido aunque nadie sabe si para mal o para bien.

Mientras caminaba por el instituto intentaba fijarme en las clases que había, para poder memorizar el camino hacia la clase de arte. Después de atravesar un pasillo bastante largo, César me llevó hasta la última clase. Picó suavemente la puerta y sin esperar respuesta la abrió. Entró él primero y después yo. Vi a través de él a los que iban a ser mis compañeros, unos 30 aproximadamente, con ojos abiertos analizándome de arriba abajo. Sus pensamientos eran de sorpresa, curiosidad, rechazo y... ¿admiración? Presté más atención a esa voz.

Se le ve tan asustada, me encantaría ser su amiga.

¿Me veía asustada? No me sentía así. Automáticamente salí de la mente de Cesar y me adentré en la de esa voz, miré a través de sus ojos.

Mientras Cesar hablaba con el otro profesor. Me fijé que ésta persona, al cual pertenecían estos ojos, estaba casi al final de la clase. Entonces me observé a mí misma. Efectivamente mi cuerpo, mi postura estaba como avergonzada, mirando al suelo y con ganas de poder desaparecer.Era muy curioso verte a través de los ojos de otros.

Después de un buen rato, acabaron de hablar ambos profesores y se me quedaron mirando, Cesar comentó:

– Bueno Zoey, te dejo en buenas manos.

Me tocó el hombro queriendo transmitir confianza y se fue de la clase. Entonces el otro profesor se acercó. Podía ver a través de la persona, la que locamente me quería conocer, como éste profesor se acercaba lentamente. Parecía como si yo fuera una serpiente que en cualquier momento le iba a atacar, no pude contener una sonrisa. Toda el aula estaba en completo silencio y empezaba a hartarme. Tantas veces que las personas no sabían cómo tratarme, pero esto ya era el colmo. Así que empecé a hablar.

– Hola soy Zoey Vidal, la nueva estudiante. Espero encajar bien, me reconoceréis por las gafas de sol.

La clase rompió a risas. El profesor se mostró inquieto, pero al ver que había roto el hielo él siguió hablando.

– Encantados de conocerte Zoey. Me llamo Sergi Fernández seré tu profesor de Historia de arte. Te acompaño a tu silla, que desafortunadamente esta al final de la clase. Es la única que queda libre.

– No hay problema – dije con una sonrisa–    .

Sergi me cogió de la mano, a ese contacto mi visión cambió salí de la persona desconocida y volví a mi oscuridad. Me dejé llevar por él, hasta que se paró. Me cogió la mano e hizo que tocara la silla. Eso me gustó. Mi primera impresión de él fue que no sabía tratarme, pero la verdad es que si sabía. Sentí una inmensa curiosidad en investigar su mente, pero dejé que fuera un misterio. Cada uno tenía derecho a su intimidad.

Me senté en la silla y escuché como Sergi se alejaba. Empezó a dar la clase y yo ante el aburrimiento, dado que ya había dado la lección en el otro instituto (ya os contaré esa parte de mi vida el de ir y venir de diferentes institutos) me puse a curiosear las mentes de mis compañeros. No era nada de otro mundo, la mayoría estaban haciendo lo mismo que yo: pasar el rato pensando en otra cosa.

Había desde el típico que sólo pensaba en los exámenes que tienen que venir, los que piensan en lo que va hacer esta tarde o aquellas chicas que piensan y se quedan observando al chico que le gusta.

En examinar todas las mentes. Me di cuenta que la persona que había escuchado, que hacía referencia a mi miedo, era mi compañera de mesa. En ese preciso momento me observaba de reojo, preguntándose si era absolutamente ciega o podía ver un poco.

Por lo visto su madre era invidente, así que sabía de lo que hablaba. En este punto el profesor se disculpó y se fue de clase con la excusa de buscar unos ejercicios. En verdad ya lo tenía en la mesa, solo quería tomarse un café que era adicto a esa bebida. Aprovechando su ausencia, mi compañera se atrevió a hablar.

– Hola Zoey, me llamo Blanca Sánchez y me gustaría ser tu amiga.

Ella alargó su mano, me tocó suavemente con un dedo la mano dándome la señal que quería saludarme. Le di la mano, sonreí y me metí en su mente. Me quedé con mi oscuridad, necesitaba descansar mis "ojos".

– Hola encantada Blanca, me encantaría ser tu amiga y... estas de suerte eres la única del Prat que tiene ese título.

Se rió a carcajadas y pensó que me refugiaba en la comedia para esconder mi miedo. En parte tenía razón: estaba muerta de miedo. Temor de que me descubrieran y se dieran cuenta de que no era normal. Suspiré suavemente, ella se mostró alerta y sabía gracias a sus pensamientos que era una buena persona y quería ser sincera con ella.

– Blanca, yo no soy una chica normal. Espero que no te asustes y te vayas corriendo.

Ella se rió, reflexionó por un momento y pensó que exageraba. Era ciega sí pero no un monstruo. Pobre chica no sabe con que tipo de persona se estaba metiendo.

– No te preocupes no lo haré, confío en ti.

Esa única frase me dio fuerzas para enfrentarme a todo a lo que aún no tenía ni idea, pero supe que esta personita sería muy importante para mí.

– Gracias – conseguí decir.

Entonces volvió el profesor, empezó a repartir los ejercicios, nombre por nombre. Pude ver a través de los ojos de Blanca, quién era quién. Intentaba memorizar los nombres, con la cara, los pensamientos y si podía con el olor.

Era muy divertido investigar en la mente de mi amiga y saber que pensaba de cada persona. Sergi ya casi había acabado. Yo después de casi 3 minutos ya no prestaba atención pero algo que pensó Blanca me alertó: Ahora le toca al chico guapo y misterioso

– Señor Zeth Rivero venga a recoger sus ejercicios –  dijo Sergi.

Esperé poder verlo a través de Blanca, pero para mi sorpresa, solo pude ver como una sombra. Una figura, casi se podía percibir las extremidades. Cambié de ojos y me puse a los del profesor y también veía solo una sombra. Indignada y presa de la curiosidad le seguí con la "mirada" hasta que se sentó justo detrás de mí. ¿Cómo no me había dado cuenta?, ¿No había escuchado su mente? ¡que extraño era todo!

Esperé a que Sergi volviera a seguir con la clase e intenté meterme en la mente de Zeth. Automáticamente me dio un dolor horrible de cabeza, tan fuerte que no lo podía soportar. Hundí mi cabeza en mis brazos, deseando que se fuera el dolor. Sentí como una fuerza enorme me tiraba a fuera de la mente del chico misterioso hasta llegar a la mente de un chico de la primera fila.

– Zoey, ¿estás bien? – preguntó Blanca – .

–Si tranquila, sólo que me duele la cabeza. Tengo un día raro.

–Claro – sonrió – si necesitas algo me lo dices.

– Ajá... – articulé– .

Intenté descansar un poco. Mi cabeza me dolía tan fuerte que era como si un camión me atropellara la cabeza tres veces seguidas. Ante este dolor, sonó la alarma que señalaba mi momento de salir de allí y alejarme lo máximo posible de ese desconocido.

¡Ya tenéis disponible el Audiolibro del capítulo en Youtube en el encabezado!

¡Nos leemos y nos escuchamos pronto!

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