Capítulo 16:El entrenamiento

Zoey

Me sentía flotando por el cielo. Todo estaba oscuro como siempre, eso no me extrañó, pero después de un rato, comenzó a aclararse la oscuridad. Vi dos grandes ojos, uno verde y el otro azul. Instintivamente supe que se trataba de Zeth, mi Zeth. Le miré con ternura, deseando poder tocarle, mi amor por él cada día iba aumentando. Eso me aterraba. Antaño había sufrido tanto por amor por culpa de un chico que pensaba que me amaba, pero él sólo quería reírse de mí junto con sus amigos y acusarme de loca. Por eso huía del amor. Pero esta vez Eros había disparado una flecha haciendo que me enamorase de él. Se había convertido en mi Eros. Yo intentaba resistirme pero era inútil, era como pedir al mar que escupiera su sal.

Zeth se estaba acercando más a mí tendiéndome la mano, le sonreí tontamente. De repente escuché un barullo muy fuerte detrás de mí. Me giré y vi una muchedumbre con antorchas y con miradas de odio.

— ¡A la hoguera! — gritaban.

Miré aterrada a Zeth. Él, cabizbajo, no se atrevía a mirarme. Despacio cogió mi brazo y tiró de mí. Me llevaba a rastras, hasta un tronco de madera vertical y a sus pies pleno de leña. Zeth me ató allí fuertemente, pude ver como unas lágrimas salían de sus ojos. Él se las enjuagó. Sentí el deseo de limpiárselas, decirle que no pasaba nada, que le amaba a pesar de todo. Él se acercó disimuladamente.

— Perdóname — dijo susurrando.

—Juntos seremos capaces, nos amaremos siempre — le contesté.

Zeth, con la antorcha en la mano, me miró con una mirada profunda, llena de dolor y sufrimiento.

— Siempre te amaré, Esmeralda.

Fue lo único que pude leer de sus labios. Él arrojó la antorcha a la leña. No dejé de mirarle, hasta que un dolor intenso hizo que me desmayara no sin antes sellar nuestro amor con mi don.

Me desperté cubierta de sudor, sentía que todo mi cuerpo me ardía como si de verdad me estuviera quemando. Intenté moverme pero mi cuerpo me respondía al ralentín. Apenas podía mover un milímetro mi brazo.

Busqué alguna mente cercana pero fue imposible, no había nadie cerca. Comencé a llorar por el dolor, deseaba que se acabara. De pronto noté como alguien me agarraba el brazo que lo tenía casi muerto, dormido. Acto seguido mis ojos se abrieron lentamente. Lo primero que vi fue a Zeth. Él me había cogido el brazo y lo había colocado encima de su tatuaje. Mi miedo, mi quemazón iba menguando poco a poco.

— ¿Cómo te encuentras?

— Siento que mi cuerpo entero se esta derritiendo.

Zeth sonrió y me acarició suavemente el pelo.

— Se pasará esa sensación, espera unos minutos...

— ¿Ya soy inmortal? — pregunté tímidamente.

— Sí ya lo eres.

— Entonces, ¿me saldrán colmillos y desearé sangre?

Zeth se rió a carcajadas, yo presentía su felicidad. Se mostraba tan despreocupado y relajado.

— No Zoey, los vampiros no existen. Hay algo similar que la gente lo ha malinterpretado y por eso se creó el mito de los vampiros.

— ¿Y que es entonces?

Mi mente imaginativa voló a crear muchas opciones unas más espectaculares que otras.

— Pues un don, te sorprenderías la variedad de dones que existen en este mundo.

— ¿Cuál don? — pregunté más intrigada que nunca.

Zeth me miraba fascinado, me acarició la cara lentamente. Ese contacto hizo que por un instante me olvidara del mito de los vampiros. Era increíble como me calaba hasta el alma con sólo una caricia suya.

— Parece que disfrutas con estas historias.

— Sí, me encanta escucharlas. Sobre todo al saber que hay muchas personas como yo y que desgraciadamente se siente tan desdichados. A lo mejor ese don es más chulo que el mío.

— El don de la sangre no se sabe si es un don de maldición o bendición Zoey. Yo no se lo desearía a nadie, ni a mi peor enemigo.

Percibí en Zeth un odio intenso. Nunca había notado ese gesto en él. Por primera vez sentí miedo, mucho miedo. ¿Acaso conocía absolutamente a este hombre? ¿A quién odiaría con tanta profundidad? Zeth cerró los ojos para controlarse y siguió su monólogo.

— Una persona que tenga el don de la sangre, es que puede sanar. Es decir su don es limpiar la sangre de un ser vivo. Por ejemplo si tuvieras leucemia y él bebe tu sangre lo que hará es renovarla y quitarte totalmente la enfermedad.

— ¿y dónde está el problema? — pregunté con una cara de dolor al notar que el ardor llegaba hasta el pecho.

— Que te acabas enganchando. No es sólo la sensación de saber que ayudas a una persona, si no también el bienestar que te deja, como si purificara tu cuerpo.

— Hablas como si conocieras esa sensación...

— Lo he visto y lo he sentido. Puedo ver los tres tiempos ¿ recuerdas?

Zeth sonrió. Me cogió la mano donde ahora estaba el tatuaje y empezó a besarlo. Siguió la conversación.

— Esa sensación de bienestar es como una calma en la tormenta, como el alcohol o cualquier droga que transforma tu realidad. Pero ciertamente solo te parece que ha cambiado, pero cuando se vaya esa sensación, tus problemas volverán a atormentarte.

— Osea a ver si lo he entendido. Cuando beben la sangre... se hacen adictos a la sensación de felicidad y por eso no pueden parar ¿no?, no es porque necesiten la sangre para vivir.

Zeth se rió.

— Eso es. Es una persona como tú y como yo. Puede que su comida favorita fuese el pollo o puede que sea vegetariano.

Sonreí ante su broma. Cerré los ojos por el ardor, me estaba llegando hasta la cabeza. Intenté pensar en otra cosa para desviar mi atención.

— ¿y el mito ese de que si te muerde un vampiro, tú te conviertes en uno?

— Es falso, porque un don no se puede transmitir a otro. ¿Te imaginas que pudiéramos cambiarnos los dones?

Pensé en un breve momento esa posibilidad. No me desagradaba la idea, pero desde que tenía razón de ser, lo que más deseaba en mi vida era ser normal. Tener dones sólo me había fastidiado la vida.

— Sería interesante... cambiar de don cuando te viniese en gana — dije despacio.

De repente todo el dolor, el fuego que sentía por dentro desapareció. Me erguí poco a poco. Zeth aún me tenía cogida del brazo para que tocase su cuello, le sonreí.

— ¡Bienvenida preciosa! A una vida larga y entretenida... con Adón seguro.

Sonreí, pero instintivamente se me pusieron los pelos de punta. Ese tío me ponía nerviosa, algo en él no me gustaba.

— ¿Puedes andar?

Me puse en pie lentamente. Le asentí con la cabeza. Intenté analizarme, no me sentía diferente. Se suponía que me tendría que sentir más fuerte, valiente, hermosa... no sé algo especial.

— No me siento diferente...

Zeth se me quedó mirando con extrañeza como si no entendiese a que me refería. Después de unos segundos por fin habló.

— No tiene porque. Repito, los mitos de los vampiros no es cierto, sólo te han alargado la vida. Tu cuerpo seguirá igual, en su curso sólo que en cierta edad se estancará y no envejecerás.

— ¿Y si me hacen daño?, ¿me disparan o me pegan?

— Nunca morirás pero eso no quiere decir que te haga daño y duela. Se curará casi instantáneamente pero hasta que eso ocurra dolerá.

Miré al suelo, me di cuenta que nunca había estado tanto tiempo viendo con mis propios ojos.

— Ven, vamos a entrenar... — dijo Zeth con una sonrisa.

A regañadientes separé mi mano de su tatuaje y la oscuridad volvió a mis ojos. Zeth me puso la mano en su hombro y comenzó a caminar.

— Vamos a la sala de entrenamiento. Al ser tu primera vez, lo haremos sin nadie más. Sólo con tu entrenadora.

— ¿Entrenadora? , pensaba que serías tú mi entrenador.

— No Zoey, yo no soy entrenador. Mi misión es encontrar Gifts y traerlos a la ODDSI. Existen personas que se encargan de entrenarlas.

— ¿Quién elige el entrenador?

Zeth se quedó pensando un buen rato, supongo que estaba pensando como contestarme.

— Su don. Para ser entrenador necesitas tener un don diferente

— No entiendo nada Zeth, habla claro.

— Ya lo entenderás, confía en mí.

En ese momento sentí algo raro en mi cuerpo. Algo muy fuerte que requería entrar en mí. El ambiente se transformó, sólo podía explicar lo que sentía si hubiera magia de por medio. Pensé en esta idea y llegué a la conclusión que no era una locura. Antiguamente pensaba que lo mío era algo raro inusual, pero gracias que conocí a Zeth, creo que todo es posible. Si hay miles de personas con dones "Gifts" ¿Por qué tengo que dudar si existe la magia? Llegado a este punto, después vendrían más preguntas como ¿quién creó los dones? ¿Un Dios?, ¿un hombre?, ¿el destino?... No había respuestas para todas estas preguntas, por eso no podía descartar que existiera algo.

— ¿Sientes eso, verdad? — preguntó Zeth despistándome de mis pensamientos.

— Sí, ¿Qué es?

— Es la sala de entrenamientos. Ésta sala visualiza los dones, para que los científicos de la ODDSI lo estudien...

— ¿Para qué lo estudian? — pregunté interrumpiéndole.

— Todos los dones se pueden mejorar y controlar. En tu caso lo sabes controlar pero a lo mejor puedes mejorarlos y hacer cosas nuevas.

Me detuve a pensar en ese comentario "descubrir cosas nuevas de mis dones". Si yo deseaba deshacerme de ellos, no mejorarlos. Zeth no sabía eso de mí, lo cierto es que me vine a ODDSI para estar con él, bueno esa era la idea. Lo que no tuve en cuenta eran las normas que tenía la organización. Los Gifts no se pueden enamorar. Zeth me aseguró que no era ningún inconveniente pero eso no me consolaba.

Escuché como alguien se acercaba. Su caminar era lento pero constante, firme y elegante. Cuando se acercó sentí sus pensamientos. Tenía una sabiduría que abundaba. Mi mente se quedó embobada leyendo sus recuerdos y sus pensamientos.

— Esta es Sora, tú entrenadora.

— Hola Zoey

Sora me cogió la mano. Noté que su acento era como oriental mezclado con español. Que raro una entrenadora que no sea china — pensé con ironía— como si fuera una peli de Kung Fu.

— Hola — dije despacio.

Mi entrenadora se alejó un poco y escuché un sonido como un interruptor. Después regresó a mi lado. Me cogió el brazo se lo puso en su hombro y me guió hasta un sitio concreto.

— Zeth, ya sabes como funciona esto. Eres mi preferido y lo sabes ¿eh?

— Ya, ya Sora. Te dejo hacer tu trabajo.

Escuché como Zeth se alejaba con paso firme y decidido. Me quedé sola con mi entrenadora. Sentí como mi cuerpo se encogía. Tenía miedo, no sabía exactamente porque.

— Bueno, estamos solas. Dime Zoey, ¿que don tienes?

— Dones — dije corrigiéndole.

— Mmmm... dones, interesante. Esto promete.

Mi cuerpo empezó a temblar. Me sentía como si estuviese en un examen.

— ¿Cuáles son tus dones? — preguntó con su voz tierna y dulce.

— Puedo leer la mente...

Esperé a su reacción, pero no escuché ningún sonido de sorpresa, así que proseguí.

— Puedo también, ver a través de los ojos de los demás.

— Interesante... — dijo casi susurrando.

Sentí como caminaba al lado opuesto de donde me encontraba. No podía escuchar nada más. Todo estaba en silencio, en completo silencio. Temí que se hubiera ido. De pronto toda la sala cobró vida. Escuché como todas las luces se encendía una por una.

— Zoey quiero que ahora intentes leer mi mente.

Escuchaba a Sora por unos altavoces, supuse que se había encerrado en una especie de sala. Hice lo que me pedía. Extendí los oídos lentamente, cerrando mis párpados.

Escúchame Zoey — pensaba mi entrenadora — mantente en mi cabeza, esta sala reproducirá lo que escuches en mi mente.

Seguidamente escuché los pensamientos por los altavoces. Mi reacción me sorprendió, salté de golpe. Nunca había escuchado los pensamientos a través de mis oídos, sólo en mi cabeza.

— Bien — dijo Sora de repente a mi lado.

¿Cómo lo había hecho? no le había escuchado venir. Me recordó a una serie de dibujos japoneses.

— El don de leer mentes es muy útil cuando estas en una pelea. Puedes esquivar los golpes, anticiparte o pillar por sorpresa a tu adversario.

Acto seguido sentí una torta en mi cara. Me quedé sorprendida.

— ¿Por qué no lo has esquivado? — preguntó extrañada.

— He aprendido a leer la mente cuando me interesa, no las 24 horas del día. Si no, puedo acabar volviéndome loca.

— Es buena idea para evitar dolores de cabeza, pero puede ocurrirte, que recibas una hostia de pronto.

Asentí con la cabeza.

— De todas formas... — siguió hablando — vamos a seguir extendiendo este don y podrás leer la mente de un individuo concreto a una distancia bastante larga.

Volví a asentir con la cabeza.

— Ahora el siguiente don. Intenta ver a través de mis ojos.

Rápidamente hice lo que me pedía. Me vi a mi misma con los ojos cerrados inmóvil en una sala enorme. Su tamaño era como de un campo de fútbol y su techo era tan alto que me recordaba a los techos de las iglesias católicas.

La sala en sí estaba forrada por una tela de plástico fino pero muy fuerte. En ella se proyectaba lo que yo veía, era muy confuso. Seguí mirando la extraña sala, estaba absolutamente vacía. Sin muebles sin nada, solo una pequeña sala justo detrás de mí donde deduje que era la sala de control.

De repente noté como Sora se dirigía a mí corriendo rápidamente y justo a tiempo pude esquivar una patada. Volvió a dirigirse a mí y siguió intentando pegarme, pero yo ahora estaba muy atenta a su mente y a sus ojos.

Aún no sabía luchar. Lo único que hacía era esquivar sus golpes, pero eso ya me hacía sentirme poderosa, una chica fuerte.

Sora cesó y me cogió la mano. Me quedé sin respiración cuando noté como mi mente se llenaba de conocimiento de arte marciales, de Kun fu, de boxeo, de Karate... de todo lo que pudiera imaginar. Después de lo que me pareció una eternidad, Sora soltó mi mano.

— ¿Qué... qué era eso? — dije tartamudeando de sorpresa.

— Es mi don Zoey. Puedo transmitir cualquier conocimiento con solo tocarte y también robártelo. Aprenderás mucho de mí te lo prometo. Si tú abres tu mente y me dejas enseñarte.

— Así lo haré — dije convencida.

Era la primera vez que verdaderamente quería aprender más. Puede que al fin y al cabo mis dones en el futuro fueran de utilidad. Pero lo que me convencía más era sentirme capaz de todo. Toda mi vida, he vivido con miedo, inseguridades, con insultos. Siempre estaba presente la sensación de no ser aceptada por lo que era, pero en ese lugar me aceptaban por lo que soy, con mi dones. Lo que menos importaba era que no pudiera ver. Lo que les interesaba era que yo perteneciera a su organización ¡Este era mi mundo! Definitivamente este era mi hogar. Por fin se acabó las inseguridades y no me avergonzaba ser yo...ser Zoey Vidal con todo lo que eso conllevaba.

Después de unas prácticas más y de empezar a luchar de verdad, Sora me dejó libre por fin. Reventada, cansada pero realizada y orgullosa de mi misma. De vuelta a los pasillos subterráneos de las Arenas, no paraba de preguntar a Zeth. Aún tenía curiosidades y quería resolverlas.

— Zeth, ¿todos los que están aquí tienen dones?

— Sí, es una de las reglas internas. Nadie que no sea un Gift no puede saber de la existencia de la ODDSI.

Recordé esa norma en el momento que lo dijo Adón. El sólo recuerdo me produjo un escalofrío. Tendría que investigar al jefe, ese hombre guardaba algo y no muy bueno. Escuché carraspear a Zeth de impaciencia, me había parado en seco al pensar en Adón.

— Perdona —seguí avanzando— quería preguntarte por Adón — dije sin titubeos.

Zeth se puso tenso de repente ¿Qué le pasaba con el Jefe?

— ¿Qué quieres saber? — preguntó con dureza.

— ¿Qué don tiene? — dije despacio.

Me había quedado impresionada por la dureza de sus palabras. Nunca me había hablado así, tan seco y con un tono de odio.

— Pues nadie lo sabe.

— ¿Cómo que nadie lo sabe?

— Pues eso, que nadie lo sabe. Hay rumores de que no tiene o si tiene es un don muy tonto que no quiere enseñar...no se sabe.

— ¿Tú que piensas?

— Pues que si nunca ha mostrado su don, es porque tiene un gran poder y un gran beneficio para él.

Pensé en esa alternativa, estaba de acuerdo. ¿Qué necesidad había de esconder tu don en un lugar que es lo más normal tenerlo? No creo que fuese por un don ridículo, no se le veía con problemas de autoestima como para sentirse acomplejado por algo, es más, parecía sentirse orgulloso de su cuerpo y de sus facultades. Su don debía ser muy especial. Uno que le hubiese ayudado a llegar a donde estaba: ser el jefe de una gran organización.

Mientras pensaba en estas cosas, ya estábamos en la plaza España cuando mi móvil sonó. Lo cogí le di al botón de recibir llamada.

— Sí... ¿dígame?

— Zoey, soy la madre de Blanca...

La noté muy nerviosa y claramente estaba llorando.

— ¿Qué ocurre? — pregunté alarmada, parándome de repente y agarrando el brazo a Zeth.

— Mi hija Zoey, mi hija se muere.


¿Qué le ha pasado a Blanca?

¿Qué don pensáis que tiene Adón?

Todas las respuesta en el siguiente capítulo!!!

Hola mis Gifts!!! Perdón por tardar en subir el capítulo. Lo he tenido que editar habían partes que quería cambiar. Espero que os haya gustado.

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Nos leemos pronto!

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