Capítulo 11: Confesiones
Zoey
Primero de todo cogimos el metro. Hacía poco que habían abierto el metro en el Prat y me encantaba ir por él. Fue fácil guiarlo era todo amplio y no había muchas personas que nos entorpecieran.
Cuando llegamos a Plaza España de Barcelona decidí coger otro metro diferente. Así uno tras otro. Después de coger tantos buses y metros decidí que el poco camino que quedaba iríamos andando. Zeth había estado muy tranquilo, se veía que confiaba plenamente en mí. Incluso cuando una vez dejé que se diera contra una farola, pero él sonrió y siguió confiando ciegamente, nunca mejor dicho.
Para mí no suponía ningún esfuerzo guiarle, dado que dábamos el cante. Sí, es cierto, parece un poco raro ver en el metro en plena hora punta a una chica invidente guiando a un chico que si puede ver pero tiene los ojos tapados, ¿tú no te extrañarías?
Incluso había personas que me querían guiar por temor a que nos cayésemos por las escaleras mecánicas. Pero esa atención me favorecía dado que podía ver a través de los ojos de los demás e ir exactamente por donde yo quería fácilmente.
Nos bajamos del último autobús. Zeth iba tatareando una canción, tranquilo como si estuviera yendo en bici tranquilamente por un parque en verano. Me moría de ganas y daría lo que fuese por poder leer sus pensamientos.Ese impedimento, sinceramente hacía sentirme atraída por él. A pesar de que no podía verle, sólo su sola presencia me producía serenidad.
– Bueno, ya falta poco para llegar – dije casi en un susurro.
– Vale, pero con tranquilidad, no hay prisa.
Este tío era muy extraño, ¿Cómo podía estar tan tranquilo? claramente disfrutaba de la situación. Dejé a un lado los pensamientos, porque dentro de poco descubriría lo que escondía detrás de esos ojos tan peculiares.
Le puse la mano en mi hombro y me dispuse a seguir andando cuesta arriba.Después de casi 15 minutos, llegamos a lo más alto del carmel. Desde ahí contaban que se podía ver toda Barcelona.
Llevé a Zeth al mirador y antes de quitarle el pañuelo intenté que viera como yo veía: desde el corazón. Le cogí ambas manos, él no las retiró con mi contacto. Eso me gustó. Hice un sonido, era una señal para que hiciese silencio y le pregunté:
– Zeth, ¿dime que es lo que oyes?
Él se quedó quieto, escuchando atentamente.
– Los pájaros, los coches en la lejanía...
Sonreí, como siempre las personas videntes se perdían un mundo entero. Si aprendiesen a escuchar, todo sería diferente.
– No sabes escuchar... – dije a carcajadas.
Le puse la mano en su pecho.
– Ahora escucha más atentamente.
Él volvió a escuchar incluso casi dejó de respirar. Cuando se dio cuenta comenzó a sonreír, escuché como reía de incredulidad.
– Escucho mis latidos, tu respiración, tus latidos y... ¿unos niños jugando?
– Sí, hay un instituto aquí cerca.
Siguió intentando escuchar.
– Eso que suena tan agudo y pequeño...
– Es una ardilla – dije satisfecha porque lo había entendido – está a dos árboles de aquí.
– Que buen oído – dijo Zeth.
– Años y años de práctica.
Cuando por fin entendió mi propósito, le quité el pañuelo y le dejé un tiempo para que pudiera ver todo lo que tenía delante. Le había traído a un pequeño mirador que había descubierto hacía poco. Por lo que siempre escuchaba estaba rodeado de árboles y animales. Tenía que ser muy hermoso. Daría lo que fuese por poder verlo. Este era mi pequeño refugio cuando me sentía invadida por todo. Últimamente venía muy a menudo.
– ¿Por qué me has traído aquí? – dijo Zeth en un susurro.
– Quería que entendieses como es mi vista del mundo. Yo no puedo ver los paisajes, los pájaros, los edificios como esos que ahora estas viendo. Yo sólo puedo ver el interior de las personas, como escuchar sus latidos, sus respiraciones...
Me quedé pensando en si tenía que seguir con esto o por lo contrario estaba cometiendo el error más grande de mi vida. Me giré y me fui a sentar en un banco, mi favorito. En el cual pasé muchas horas muertas sentada.
– ¿Vienes muy a menudo aquí? – preguntó Zeth.
– Bastante. Este lugar me relaja, me ayuda a tener la mente... en blanco, dado que esta desierto, no hay casi nadie – dije con doble sentido.
Zeth se estaba poniendo impaciente, quería saber la verdad. Yo intentaba descubrir lo que él sabía, quería conocer donde me metía.
– Zoey, he superado la prueba me tienes que contar la verdad.
– Claro – dije cabizbaja – pero tendrás que hacer preguntas directas. Me cuesta mucho explicar todo, así que ve poco a poco pensando bien cada pregunta.
Zeth se quedó un buen rato reflexionado y aclarando su mente. Otra vez maldije el destino, del porqué no podía leer su mente. Después de un largo minuto comenzó a hablar.
– El día del partido de fútbol, en la clase gimnasia, paraste la pelota sin dificultad ¿Cómo lo hiciste?
Suspiré suavemente, Zeth sabía dar en el clavo. Pensé en un momento como decírselo, cuando aclaré mis ideas, por fin hablé.
– Sencillamente "vi" la pelota – dije tranquilamente – .
– ¿Cómo? – preguntó extrañado.
Cerré los párpados, intentaba armarme de valor. Deseaba confiar en él y en verdad confiaba en él, dado que no dijo nada a los demás de sus sospechas hacía mí. Suspiré una vez más, últimamente no paraba de hacerlo. Por fin lo solté.
– Lo "vi" a través de los ojos de Eva, la profesora.
Zeth se quedó parado, escuché como su respiración se paró de golpe. Yo ignorando esto seguí con mi confesión.
– Tengo un Don, puedo ver a través de los ojos de los demás y puedo oír los pensamientos.
Me callé esperando alguna reacción de parte de él, pero no dijo nada.
– Lo sabía, no tenía que haberte dicho nada.
–No es eso – dijo aún medio ausente - sólo estoy atando cabos.
Esperé y esperé. Ante el aburrimiento, intenté otra vez meterme en su mente me moría de curiosidad. Como las otra veces, me empezó a doler la cabeza intensamente. Me agaché poniendo las manos en la cabeza y dejando un chillido ahogado en el aire.
Zeth me tocó e intentó consolarme, pero misteriosamente escuché que el también sentía dolor. Hubo un silencio incómodo entre los dos. Sonreí para calmarme.
– ¿Tú también sufres dolor de cabeza? – preguntó Zeth.
– Sólo cuando intento leerte la mente.
Se quedó pensativo.
– ¿No puedes escuchar mis pensamientos?
– No, es un poco raro y tampoco puedo verte a través de los ojos de los demás. He deducido que tú también tienes algún don como yo.
El rió suavemente.
– Vaya, resulta de que sí funciona pero igualmente para otra persona con un don, no tendría que hacer efecto.
Me quedé extrañada ante su respuesta. Él al ver mi confusión en mi cara, rápidamente cambió de tema para despistarme.
– ¿Y que ves? Quiero decir ¿soy invisible? – dijo riéndose.
–Que más quisieras – dije tomándole el pelo – sólo consigo ver una figura, como una sombra, pero no puedo ver tus facciones, tu color de pelo... nada. Es más le pregunté a Blanca como eras y fue incapaz de describirte. Sólo dijo que eras guapo.
Él se rió a carcajadas, como si lo que había dicho fuera el chiste más gracioso que se había contado en todo el planeta.
– Entonces – dijo cuando se recuperó de la risa – ¿nunca me has visto?
Recordé los sueños que había tenido con él desde siempre, de sus ojos tan peculiares, de su pelo... seguidamente me acordé de ese día en el Gran Vía 4.
– Si, te he visto –dije poniéndome roja – el día del Gran Vía 4, te vi en una fracción de segundo. Todavía me pregunto que pasó, como es que pude verte con mis propios ojos.
Zeth se acercó un poco más a mí. Me quitó las gafas de sol. Pude escuchar cómo se quedaba callado. Seguramente me estaba observando los ojos. ¿No le resultaba incómodo?
– Sabía que podías ver, lo que no sabía era cómo lo hacías. Ahora todo se me ha quedado más claro.
– Y ¿cómo sabías eso? – dije sospechando de él.
– Te he estado observando Zoey. Llevo semanas siguiéndote.
Me enfadé.
– ¿Me estabas siguiendo? ¿por qué? – dije en un tono seco.
– Zoey, tranquila no soy un acosador. Sólo quería averiguar cosas de ti. Para llevarte a un lugar seguro donde puedas ser tu misma. Ayudarte a vivir con tus dones.
– ¿A dónde? – le pregunté insegura. No sabía si creerme todo eso– .
Él se quedó callado, escuché como se levantaba del asiento y caminaba hacia delante. Por un instante pensé que se iría corriendo pero afortunadamente no fue así.
– Creo que llegó la hora de que te cuente quién soy en realidad – dijo Zeth con un aire de misterio – .
¿Qué le contará Zeth?
¿Zoey aceptará a Zeth con todo lo que este conlleva?
En el próximo capítulo Zeth se sincera con Zoey
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Nos leemos pronto!
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