Capítulo 31: La corona y el Kraken
Dalila
Iba navegando en una pequeña barca. Miraba con total admiración mi alrededor. Hacía tanto tiempo que había dejado Naélium, que parecía que había pasado siglos. El mar estaba sereno, cristalino, podía observar plenamente el fondo donde descansaban los peces de colores y otros seres maravillosos.
En el pasado, había visitado varias naciones, aunque Nebai sólo había venido una vez. Era una nación casi desconocida para mí. No entendía todavía por qué Kaliska me envió a Nebai, en vez de Samán el lugar donde nací o a Serkan, la nación de mi padre. Nebai no me tocaba nada y por ese motivo, estoy más perdida que una sirena en un volcán. Pero no sólo eso me sorprendía, también mi acompañante.
Rocks volaba por encima de mi cabeza yendo y viniendo de la barca al cielo. Ninguno de los dos nos era familiar Nebai, así que esto era nuevo y un experimento. Por lo que sé, los fénix nacen en las llanuras de los volcanes de Serkan. Así qué, el mar ni para Rocks ni para mí es un lugar agradable.
Me toqué lentamente los hombros y la espalda. Cerré los ojos e intenté imaginarme que tenía alas. Cómo las echaba de menos. Poder volar sobre el mar, sobre los árboles, sentir el viento por mi cara y notar como mi pelo largo revoloteaba por el viento. No entendía por qué no tomé mi forma original cuando Esmeralda nos trajo aquí.
Tomé una decisión. Le pediría a Alda que desease mi forma original para que pudiera ser la de siempre. Con mis alas, con mi pelo largo, con mi sarcasmo y con mis bellas espadas. Suspiré en alto.
—¿Estás bien, Kiara? — preguntó Rocks.
—Si, pajarito. Sólo que con éste cuerpo no me siento Kiara, me siento Dalila — dije remando lentamente.
El fénix voló suavemente y se quedó apoyado en la barca. Me miró, giró su cabeza lentamente y me guiñó un ojo. Sonreí ante su gesto.
—Puede que no tengas el mismo cuerpo, pero sigues siendo la misma — dijo serio, cosa muy rara en él.
—Gracias — le dije sincera.
Entonces observé que había llegado al punto dónde Kaliska había dicho que podría estar la corona. Por un momento la odié dado que sabía que no me gustaba el agua. Tiré una roca atada con una cuerda para hacer de ancla. Entonces me vino los recuerdos.
Flashback
—La Corona sagrada siempre ha estado custodiada por el Kraken — soltó la Sabia mirándonos a todos detenidamente — éste monstruo ha sido temido por todos los Camaleónicos durante siglos.
—Fenomenal — dijo Isaac — y seremos el nuevo juguete del animal.
—¿Custodia la corona? — preguntó Esmeralda
—Así es — Asintió Kaliska — El Kraken tiene unas ordenes muy precisas. Primero tiene que custodiar la corona con su vida y segundo sólo le dará la corona al que sea digno de ella.
—Genial — soltó Blanca — ¿en qué se basa para saber si eres digno?
Kaliska se alzó e hizo aparecer otro libro con su magia. Nos miró a todos, deteniéndose un momento a cada uno. Supuse que estaba avaluando quien sería digno. Después de un buen rato, decidió hablar.
—Para la Corona de Nebai — habló con una sonrisa pintada en la cara — irá Kiara y Rocks.
—No,no — contesté negándome en rotuno — el agua no me gusta, además ¿cómo sabes que seré digna?
—Aún no sabes lo que eres verdaderamente — dijo en tono de misterio.
—Sí, una envidiosa y una cabrona — soltó Blanca — una mujer que dejaba que abusaran de su cuerpo y además se anteponía en la relación de Zeth y Zoey.
Le miré, no con odio, si no con arrepentimiento. Sentía todo lo que había pasado. Pero esa era la personalidad de Dalila, no la de Kiara. Pero no era totalmente inocente de lo que se me acusaba. Así que, agaché la cabeza y dejé que Blanca soltara toda su rabia contra mí.
—¿No vas a decir nada? — me gritó en la cara Blanca — ¿No te vas a excusar? ¿No vas a negarlo?
Negué con la cabeza y cerré los ojos esperando alguna descarga, pero ésta nunca llegó. Los abrí al veno sentir nada y vi como Isaac le estaba besando a Blanca y como ésta lloraba en silencio. Su cuerpo temblaba. Claramente le estaba dando descargas al chico, pero éste no se quejaba ¡Qué relación más tóxica!
—El pasado es historia — dijo lentamente Kaliska — pero tu "yo" verdadero, que es la predominante, es especial. Confía en tu instinto.
Fin Flashback
—Confía en tu instinto — repetí con un tono de desaprobación — pero si ¡Odio el mar! —chillé a la inmensidad de éste.
—Kiara, habla más bajito que puede escucharnos el Kraken — dijo el fénix temblando.
—Esa es la idea — dije más para mí que para Rocks.
Me levanté y saqué un frasco que me había dado la Sabia. Me lo bebí de un trago y esperé que hiciera efecto.
—No esperes que te rescate cuando te ahogues — me soltó el fénix — yo sí que no soporto el agua.
Le hice una burla. Me quité la ropa quedándome en ropa interior y salté al agua. Sentí un repelús antes incluso de tocar el agua. Al sumergirme, noté como me salía algo en la garganta. Me toqué y sentí que me había salido como branquias. Me atreví a coger aire y comprendía que podía respirar. Después noté algo más diferente en mi cuerpo. Me empezó a doler la espalda de una manera descomunal. Levanté el brazo y entonces, para mi sorpresa, volvía a tener mis alas. Sentí una gran emoción y una nostalgia que hizo que bajara la guardia.
Expandí las alas, y con la mano toqué cada pluma. Una parte de mí tenía miedo de que, al contacto del agua, no pudiera volar después. Pero gracias a la magia de Kaliska, éstas se mantenían completamente secas.
"Gracias" — pensé y se lo dediqué a la Sabia.
Comencé a nadar, como pude, dado que apenas sabía por mi rechazo al mar. Apareció de la nada un pez muy raro. Lo miré con atención, éste nadaba alrededor de mí, muy rápido. Parecía enfadado. Su apariencia parecía una piedra*. Su aspecto era horrendo y parecía muy peligroso.
—Cuando volvamos recuérdame que le queme — dijo sin parar de nadar.
—¿Rocks? — pregunté sorprendida.
—Esa bruja me ha engañado — dijo nadando con velocidad.
—Estás... — intenté coger las palabras correctas.
—Ni se te ocurra decir feo — me amenazó.
—Curioso — dije con una sonrisa — pero me alegro de tenerte aquí conmigo.
Rocks se giró de golpe y comenzó a nadar. Lo seguí por instinto, pero en verdad no sabía exactamente dónde podía esconderse el Kraken. Me dijo aproximadamente el lugar, pero en el agua era totalmente diferente. El océano era hermoso, lleno de animales, unos conocidos otros no. Tenía que admitir que el mar era grandioso, precioso y no tenía nada que envidiar a la vida en tierra.
Después de unos minutos, Rocks nos llevó hasta la entrada de una inmensa cueva. Claramente parecía la casa de un hogar de un monstruo. Mi compañero se paró y me miró con intensidad. Le adelanté y me adentré en la oscuridad. De pronto noté como algo me cogía de la cintura y me arrastraba hacia dentro.
Me quedé paralizada cuando vi la inmensidad del Kraken. Sus tentáculos eran fuertes, grandes y largos. Su gran cabeza ocupaba casi toda la cueva. Sus ojos eran pequeños a proporción del tamaño de la cabeza, pero eran terroríficos. Tragué saliva y deseé no hacerlo, dado que tenía la boca un sabor a sal. El monstruo no paraba de apretarme con los tentáculos y hacía que me faltase el aire.
—¿Quién eres? — preguntó el Kraken.
—Sólo soy una humana — contesté sin pensar.
—¡Mentira! — me replicó — eres más que eso.
Acercó su otro tentáculo y me lo puso alrededor del cuello. Apretó con una fuerza detenida, lo suficiente para no ahogarme y lo justo para intimidarme. Intenté sacar una daga que tenía escondida pero la fuerza del tentáculo me impedía moverme. Así que opté por relajarme e intentar seguirle el rollo.
—Tienes razón — dije lentamente, intentando coger aire — Hubo un tiempo que fui un Hina, ahora no sé lo que soy.
El Kraken dejó de apretar y me dio un poco de espacio para respirar. Le miré a los ojos e intenté averiguar dónde estaba la dichosa corona. Quería salir de allí lo más pronto posible. Como había aflojado el agarre pude coger la daga. Rápidamente le corté un tentáculo y éste me soltó. Rocks aprovechó para atacar en la cabeza del pulpo gigante con sus púas. No le gustó éste último y quiso cogerme de nuevo.
Ésta vez me adelanté y comencé a nadar lo más rápido posible. El monstruo no paraba de perseguirme. Me adentré más en las cuevas, parecía un laberinto gigante. Como iba tan rápido apenas podía percibir lo que había alrededor, pero en algún momento logré ver un destello de algo. Así que me dirigí allí.
Por un instante vi la corona, hermosa con varios cristales hermosos incrustada en ella. No me permití más tiempo en apreciarla dado que tenía un pulpo gigante pisándome los talones. Así que me lancé sobre ella para cogerla. Entonces todo se volvió negro.
El Kraken había expulsado tinta y no se veía ni para cantar, sin mencionar que era una sustancia asquerosa. Intenté nadar hacia adelante y alargar la mano para cogerla, pero algo me lanzó al otro lado.
—Ese tesoro no te corresponde — soltó el Kraken — una corona sólo lo puede tener una persona digna de su magnificencia.
Había dado en el clavo, dado que yo no me sentía digna. Después de haber vivido como Dalila y todo lo que he tenido que hacer en contra de los buenos. Las veces que he deseado la muerte a Zoey y a Zeth, las veces que he deseado a Adón como hombre (el cuál ahora aborrezco), la cantidad de veces que he mentido y he hecho daño... no merezco nada y menos ser poseedora de una corona sagrada. No sé por qué Kaliska pensaba que lo era, pero se equivocaba.
"Confía en tu instinto" — revotó esa frase en mi cabeza.
Cerré los ojos e intenté confiar. Detecté que estaba el Kraken delante de mí. Un tentáculo estaba a escasos centímetros de mí, dos tapaban la salida, uno había cogido la corona y los que restaban estaban esparcidos por la cueva listos para atacar. Mi fuerza no se podía comparar con la suya, su rapidez era descomunal dado que estaba en su hábitat natural, sólo había una manera de ganarle: Con inteligencia.
—¿Qué características tiene que tener alguien digno de la corona? — pregunté alejándome de él dado que la tinta se estaba diluyendo poco a poco.
—Primero de todo aceptar a Yutai como la gran Diosa — dijo dispersando la tinta con sus tentáculos.
—¡Hecho! — dije con rapidez.
—Segundo — dijo con lentitud — amar a un ser con toda tu alma.
Lo pensé con detenimiento. A lo largo de mi extensa vida, había amado con demasiada intensidad. Mi madre, mi padre, a Esmeralda, a Kaliska, amigos y por último a Adón que pensé que mi amor por él era verdadero. Así que convencida contesté:
—Sin duda — le miré desafiándole por si me quería negar éste hecho.
Dicho esto, sentí como su tentáculo acariciaba mi mentón. La sensación era asquerosa. Parecían ventosas, viscosas y asquerosamente intensas. Parecía que evaluaba mi respuesta, para saber si era verdad o no. Parece que superé el examen dado que siguió con las características.
—Tercero ser capaz de morir protegiendo a tu enemigo.
En éste punto me quedé a cuadros. Esa frase siempre se decía por un amigo, pero ¿enemigo? En ese instante ya no había tinta a nuestro alrededor y pude ver al Kraken en su esplendor. Se había anclado en una pared de la cueva como si fuera una araña. Vi como cogía la corona y se lo guardaba debajo de la cabeza. Le miré con confusión pensando en lo que me había dicho anteriormente.
—Será por un amigo — le rectifiqué.
—No, es fácil morir por un amigo, pero por alguien a quién odias y deseas ver muerto, nunca querrías dar tu vida por salvarle. ¿Has dado tu vida alguna vez por tu enemigo?
Pensé en cuando defendí a Zeth y Zoey en el bosque de los suicidios, pero en ese momento ya había recordado y ya no los consideraba como enemigos. Pensé en mis tiempos de Hina y no llegué a ninguna conclusión ¡Mierda ahí me había pillado!
—Así que no puedes contestar afirmativamente a la pregunta — dijo alzando sus tentáculos y situándolos peligrosamente delante de mi cara — entonces mereces morir. Quién viene a buscar la corona y no supera las tres características, debe morir.
Alcé la daga, no estaba dispuesta a rendirme. Maldije a Kaliska con mi pensamiento y deseé poder salir pitando de ahí. El Kraken acercó sus ojos y dislumbré en ellos, en una milésima de segundo, la muerte. Iba ser mi parca, pero no tenía miedo. Cerré los ojos esperando a que me devorara o que hiciera lo que tuviese que hacer cuando escuché un golpe fuerte.
Abrí los ojos y me quedé paralizada. Había entrado a la cueva un tiburón enorme. Genial, ahora no sólo me iba a matar el Kraken si no un pez gigante con centenares de dientes ¿Podía tener más mala suerte?
El Tiburcio tiró el pulpo hacia la pared, luego se dirigió a mí. Le amenacé con la daga y entonces... ¡me guiñó el ojo! ¿Pero qué cojones?
—¿Rocks? — susurré.
Éste asintió y volvió atacar al Kraken. Estuve unos minutos asimilando la escena que se presentaba delante de mí. Mi amigo no dejaba de morder al pulpo por la cabeza y a consecuencia éste levantaba los tenáculos para defenderse. En algún momento vi la corona incrustada en una de sus ventosas. Nadé lo más rápido que pude y la cogí, pero el Kraken se dio cuenta y comenzó a perseguirme.
Salí de la cueva seguida del pulpo y de un tiburón. Salí a la superficie para ver si la costa o la barca estaba muy lejos. La barca estaba lejos, pero la costa no. Comencé a nadar hacia allí, pero un tentáculo me cogió del pie y me arrastró al fondo del mar. El Kraken se le notaba furioso y me apretaba bien fuerte. En otro tentáculo había cogido a Rocks y éste apenas se movía. Estaba a punto de morirse.
Noté una rabia contenida dentro de mí. Rocks había sido un gran amigo mío, desde que mi madre falleció, él había sido mi fiel amigo y confidente. Era como mi hermano y el monstruo le estaba arrebatando la vida. Comencé a temblar y noté como mis colmillos salían de golpe. Sin pensarlo dos veces le clavé los dientes al Kraken. Éste nos soltó a los dos.
Entonces apareció de la nada otro tiburón. Era idéntico a mi amigo. Atacó sin piedad al monstruo mordiéndole todas las zonas posibles. Fui a socorrer a Rocks y éste apenas se podía mover. Miré como el nuevo tiburón no dejaba de atacarle con un odio atroz.
Aprovechando que ambos estaban distraídos, intenté coger en brazos a mi amigo, pero no pude, pesaba demasiado. Así que fui nadando hacia la barca. Tiré con fuerza la corona a dicha embarcación y luego cogí una cuerda. Me volví a sumergir y lo até alrededor del cuerpo de Rocks.
Cuando conseguí esta gran hazaña, vi como el otro tiburón caía herido a escasos metros de mí. El Kraken se acercó a él lentamente, lo tenía a su merced y juraba matarle lentamente y dolorosamente. Entre ellos había algún tipo de historia porque no era normal tanto odio que se tenían.
Miré la escena y sentí compasión por el Tiburcio. Estaba indefenso, débil, herido y además gracias a él teníamos la corona y había puesto "a salvo" a mi amigo. Así que sin pensarlo dos veces nadé y me puse entre el tiburón y el Kraken.
El monstruo me enseñó su boca terrorífica con miles de dientes yo a cambio le enseñé los colmillos. Iba a morir por un tiburón, por un animal que seguro sin pensarlo dos veces me devoraría sin compasión. Pero esa escena me recordó a mi madre y Aini. Mi madre era el tiburón, Aini el Kraken. Nadie pudo ayudarle y Aini la mató. No iba a permitir que sucediera de nuevo. Así que estaba dispuesta a morir, ésta vez haría lo correcto, ésta vez haría lo posible para evitar que otro ser perdiese la vida.
Justo cuando pensaba que el Kraken me iba a devorar, se irguió y me miró con sus escalofriantes ojos. Si se pudiera sudar en el mar, yo estaría empapada. Mi cuerpo temblaba y tenía la boca seca algo impensable al estar en el mar.
Le miré con confusión ¿Por qué había parado? ¿Por qué no me atacaba? ¿Por qué me perdonaba la vida? Éste comenzó a agitar los tentáculos y a gemir fuertemente. No entendía nada.
—Has superado las tres características — dijo enfadado y destrozando los colares, dándo a los peces que osaban acercarse y a expulsar tinta — has dado tu vida por tu enemigo. Eres digna de la corona.
Dicho esto, se marchó dejando un rastro de tinta. Me quedé absorta por lo sucedido. Miré al tiburón herido, éste se despertó y me miró con recelo. Me alejé lentamente con las manos en alto. No quería que pensase que era una amenaza.
—No te haré daño — dije despacio — sólo quiero volver a tierra, coger a mi amigo e irme.
Llegué donde estaba Rocks, pero seguía sin reaccionar. Intenté cogerle con la cuerda, pero era inútil. Entonces el otro tiburón se acercó con rapidez y le dio un golpe con el hocico. Éste se despertó. Al ver el otro tiburón comenzó a gritar y a nadar. Como estaba atado con la cuerda y ésta a su vez a la barca. Mi amigo arrastraba la embarcación por todo el mar. Después de unos minutos ansiosos conseguí tranquilizarlo y pudimos llegar a la costa.
Nada más tocar tierra, Rocks volvió a ser el fénix de siempre. Yo dejé de tener branquias y el tiburón al que había salvado se transformó en un hombre. Todo muy realista. En fin, esto es Naélium. Mi hogar.
Palabras del texto con *:
Pez piedra: Es el actinopterigio más venenoso, y el contacto directo con las espinas de sus aletas, que contienen un potente veneno neurotóxico, puede ser mortal para los seres humanos. Cuando se camufla se asemeja a una roca (lo que le da su sobrenombre), lo que lo hace relativamente irreconocible y pueden ser pisados de forma accidental. (Info sacado de Wikipedia)
¡Hola mis queridos Gifts!
¿Qué tal el fin de semana?
Si te aburres no te preocupes que éste viernes, sábado y domingo hay cositas.
Ayer subí el capítulo 23 de Dones en versión audiolibro en Youtube. Hoy tenéis un capítulo nuevo de Catarsis y mañana el capítulo 1 de Luna Azul el fanfic de Crepúsculo ¡No te puedes aburrir!
¿Qué os ha parecido el capítulo?
Confesar:
¿Seguís odiando a Dalila?
¿Qué personalidad os gusta más: Dalila o Kiara?
¿Pensáis que los demás la perdonarán?
Espero que haya sido de vuestro agrado y nos leemos el próximo sábado en Catarsis.
¡Nos leemos y no escuchamos pronto!
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