Capítulo 1: ¿Esmeralda?

Esmeralda

Abrí los ojos con urgencia y el sol abrasador me cegó. Me puse las manos en los ojos e intenté incorporarme, al hacerlo sentí que todo me daba vueltas. Me sentía mareada, confusa y sentía que hacía mucho tiempo que dormía.

Por fin mis ojos se acostumbraron a la luz del sol. Mi vista se enfocó suavemente y vi por fin lo que había a mi alrededor. Reconocí el lugar y sentí una tremenda nostalgia, cómo si no hubiera estado en éste lugar durante años, incluso siglos.

Era el bosque, mi bosque, pero algo había cambiado. Sus colores, con diferentes tonos de verdes y marrón, que antaño fue protagonista ahora no se encontraba por ningún lado. Ahora los colores que reinaba en el bosque eran diferentes tonos de negro, hasta llegar al gris. El marrón aún se podía ver, pero rápidamente ese color se apagaba como la vida de éste mágico lugar.

Contemplé con horror mi alrededor y caminé lentamente absorta por el olor a muerte ¿Qué había pasado? ¿Cuánto tiempo a transcurrido desde que me dormí? ¿Por qué todo se estaba muriendo?

Mientras caminaba por el bosque encontré un cuerpo sentado en la base de un árbol. Su aspecto era increíblemente fuera de lo normal, dado que parecía que había muerto recientemente. Me acerqué a él y me agaché para ponerme a su altura. El cuerpo era de un hombre adulto, tenía puesto una armadura típica de Kiau. Entonces me vino algún recuerdo. Cuando me fui, había comenzado la guerra entre naciones, aunque no pude recordar del porqué de ésta. Inevitablemente pensé en Charles ¿Estaría bien? ¿Habrá sobrevivido a la guerra? ¿Se habrá escondido? Tenía que averiguarlo, tenía que ir al palacio a buscarlo ¡Podría estar en peligro!

Me erguí urgentemente y comencé a rastrear el bosque. Hacía tiempo que no lo hacía y el bosque había cambiado bastante. Comprendí que mis dotes como rastreadora no me iban a servir. Así que, hice aparecer con mi don el tigre blanco. Éste apareció entre la maleza y ser acercó lentamente hacía mí. Era el mismo animal que hice aparecer, cuando jugaba con Noda a las carreras.

El animal se acercó e hizo una reverencia. Le acaricié la cabeza y le di el fruto para que me obedeciera. Él se lo tragó muy a gusto y me monté en su lomo. Le ordené que olfateara al soldado caído y rápidamente nos pusimos en marcha.

Mientras trotábamos por el bosque, pude mirar hasta dónde había llegado la guerra. Miles de cuerpos estaban esparcidos en tierra. Samaelitas con alas arrancadas, Curasangres con los colmillos destrozados, Kiauntes con las gargantas rajadas... todo era unas vistas pintorescas, crueles y obra de un auténtico sádico. No pude contener las lágrimas y puse mi rostro contra el pelaje del animal. Éste ronroneó dado que sentía mi dolor. Le acaricié suavemente para tranquilizarlo.

—Tranquilo—susurré en su oído— no pasa nada, no hay peligro. Es sólo que...

El tigre paró suavemente y levanté mi rostro para contemplar las puertas del pueblo. Me sorprendí grandemente por la apariencia de éste. En su día, esas vallas intimidaban a cualquiera. Ahora estaban destrozadas, quemadas, con grandes agujeros en ella. Por un momento me vino un recuerdo de cuando entraba con Noda y el carro, para vender mercancía. Algo que hacíamos a diario y pensábamos que nunca lo íbamos a dejar de hacer.

Entramos lentamente salteando los escombros y los cuerpos esparcidos. Miré los establos de los caballos, aquellos que supuestamente se había escapado aquella vez que deseé un caballo. Sólo pude alcanzar a ver un caballo muerto en la entrada.

Pasamos por la plaza principal del pueblo dónde allí condenaban a la hoguera. Ésta aún permanecía en pie. Al verla me produjo un fuerte dolor de cabeza. Miles de imágenes rondaban por mi cabeza: no podía pensar, no podía respirar, no podía ni siquiera abrir los ojos... El tigre al notar mi cambio de humor se apresuró en pasar de largo.

El animal continuaba olfateando hasta llegar a la entrada del palacio. Allí se postró para que me bajara. Así hice, le acaricié la cabeza agradecida por su ayuda.

—Muchas gracias chico— le dije con una sonrisa.

Éste se giró y con su cola me dio un leve latigazo en el brazo. Entonces comprendí lo que me quería decir. No era él, sino, ella. Se volvió a girar y se sentó delante de mí.

—Perdona preciosa, no sabía que eras una chica. Me caes bien, seremos amigas... ¿Tienes algún nombre?

Ella movió la cabeza de arriba hacia abajo. Sabía que me entendía y tenía una gran inteligencia. Así que deseé que ella pudiera hablar, para así tener una conversación civilizada.

—Me llaman Uma— dijo con un tono dulce —.

—Esmeralda— dije acariciándole la cabeza nuevamente— encantada de conocerte. Si quieres puedes irte, eres libre.

Uma negó con la cabeza, se levantó y con la pata intentó abrir el portón. Sonreí dado que me había buscado una buena compañera de aventuras. Toqué la puerta con suavidad y deseé con todas mis fuerzas que se abriera, entonces se escuchó cómo la madera que hacía de cerrojo, caía al suelo con un gran estruendo. Uma y yo con todas nuestras fuerzas empujamos las puertas para poder entrar. A pesar de nuestros esfuerzos pudimos abrir una pequeña franja, lo justo para entrar.

Por fin dentro, todo estaba... destrozado. Las alfombras rasgadas, manchadas de sangre. Los ventanales que en mi primera visita me fascinaron tanto, estaban rotas y desquebrajadas. Caminé lentamente por el salón seguida de la tigresa, hasta llegar al trono. Éste había sigo volcado y quemado, simbolismo de que el reino de Charles había perecido ¿Qué había hecho el Rey para poner a su propio pueblo en contra? Siempre había sido el Rey justo, por ese motivo se vio obligado a mandarme a la Hoguera.

Toqué suavemente el trono e intenté ponerlo de pie. No tenía bastante fuerza. Uma me intentó ayudar con su cabeza, pero nos fue imposible. Lo dejé estar, sólo era un trono, un símbolo. Tenía que ir a la fuente de todo: Charles.

Me dirigí hacía las escaleras grandes que se dirigían a los aposentos. Mientras subía, algo dentro de mí se removía. Sentía tristeza, soledad y ... ¿a alguien que me llamaba? No sé cómo explicar ésta sensación, sólo que es algo que me inundaba todo mi pecho.

Cuando llegamos a los pasillos allí había una cantidad de cuerpos. Soldados de los Camaleónicos y Kiauntes muertos, algún que otro Curasangre y otros que parecía Camaleónicos por sus formas de animales. Los miré con atención. Algunos estaban muertos sí, pero otros tenían los ojos abiertos, estaban de pie y con actitud de lucha. Estaban inmóviles, sin poder moverse, ni respirar... esto era raro.

Por fin, llegué a los aposentes de los Reyes. Lo primero que vi fue a varios guardias desperdigados por el dormitorio. Me dirigí corriendo a la cama, allí yacía una mujer muy hermosa, con tez blanca y pelo amarillo como el sol. Sin duda era Navit, la princesa de Nebai y la Reina de Kiau. Una espada le atravesaba el pecho, seguro que murió desangrada y con dolor. Sus ojos aún estaban abiertos, me dio una sensación de que me pedía ayuda. Me alejé de ella cuando me pareció ver que sus pupilas se movían.

Del susto caminé de espaldas hasta llegar a la zona contraria de la puerta, me tropecé con algo y caí al suelo. Uma vino corriendo. Me senté y comprobé que de mi rodilla había una pequeña herida que salía sangre. La tigresa me la lamió para curarme. Le acaricié para agradecérselo.

Entonces le vi. Al lado mío, apoyado en la puerta del balcón de la habitación. Charles estaba sentado, con la garganta rajada y desangrándose. Encima de él, un Okotadi sonreía con dos espadas de fuego. El Rey lo miraba con odio, jurando una venganza que nunca iba a acontecer.

Me acerqué a mi amado y lo toqué con lágrimas en los ojos. Estaba frío, inmóvil como si el tiempo se hubiera detenido. Como si estuviera condenado a permanecer al borde de la muerte por años.

—Está en estado de letargo— dijo una voz familiar.

Sonreí al reconocerla, en cambio Uma se puso a la defensiva y comenzó a gruñir a todos lados, dado que no sabíamos de dónde provenía la voz.

—Calma a tu mascota— dijo manifestándose por fin Kaliska—.

—Tranquila, Uma, ella es amiga— dije mirándole a los ojos a la tigresa.

Ésta asintió y se tumbó en el suelo, que estaba lleno de polvo y suciedad. La Sabia se acercó y me abrazó con dulzura. Yo le devolví el abrazo. No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que ella pronunció la profecía, pero supuse que mucho tiempo. Su abrazo era de una persona que hacía siglos que no veía.

—¿Cuánto tiempo he estado dormida? —pregunté cuando nos deshicimos del abrazo.

—Demasiado— dijo ella desviando la atención.

Se acercó a Charles y se agachó para ponerse a su altura. Hizo un gran suspiro y a continuación, éste expiró y cerró los ojos. Me quedé atónita.

—¿Qué has hecho? — chillé.

—Le he permitido expirar su último aliento*— había estado condenado agonizar todo éste tiempo.

Lo miré extrañada por sus palabras. Si ella había podido activarle, aunque sea un minuto, podía despertarle de su letargo.

—No puedo, Esmeralda, sólo puedes hacerlo tú y... él— dijo, leyéndome los pensamientos, cabizbaja.

Tragué saliva pensando en él. Casi no tenía recuerdos de él y a pesar de ello, le echaba muchísimo de menos. Pensé que no volvería a verlo nunca más, pero puede ser que sí.

—Sí es posible —dijo contestando de nuevo mis pensamientos — y volver a despertar Naélium. Si despertamos éste mundo y los sanamos, podremos salvar el otro mundo por el cual está conectado.

—¿Qué mundo te refieres? —pregunté confundida.

—Aquel dónde has permanecido dormida todo éste tiempo, La tierra.

Uma se levantó de golpe y comenzó a gruñir. Kaliska y yo nos pusimos en alerta. Algo o alguien venía, pero ¿Cómo era posible? Todo Naélium estaba paralizado.

—Cuando hiciste el conjuro, también hiciste que vinieran más seres, aparte de nosotras— dijo sin tono de acusación, más bien de gratitud.

—¿Qué conjuro? —pregunté a trompicones porque Kaliska me había cogido de las manos y la cabeza de Uma.

—La que nos ha hecho regresar a casa.

Dicho esto, desaparecimos de palacio, haciendo que mis dudas y mi confusión se hicieran más grandes.


Palabras del texto con *:

Uma: De significado Nación de Origen Hebreo. Es la tigresa que hizo aparecer en Naélium para jugar a las carreras con Noda. Dicho animal en éste mundo no existe, sólo cuando Esmeralda lo desea. Por eso Alda, le dice que es libre, dado que a partir de ahora siempre existirá aunque no desee en ese momento su presencia.

Útimo aliento: Hace referencia al libro donde se describe la última noche de Esmeralda con Charles. Un guiño cariñoso de la autora para recordar su último momento de amor entre los protagonistas.

¡Hola mis queridos Gifts!

Espero que os haya gustado el capítulo. Esto ocurre justo después del bosque de los suicidios y está narrado como si fuera el presente en el mundo de Naélium.

Es importante situarnos el lugar y el tiempo, porque en éste libro jugaré mucho con esto.

Recordad que el miércoles nuevo Banner para saber la siguiente historia.

¡Nos leemos el próximo sábado!

Video del encabezado:

Nombre:Spring Waltz

Canal: Manon Clément - Tema

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