Interludio
Porque no me sale el puto romance...
¿Cómo empezar a describir un cuerpo? Si la perfección refractada en la pupila es solo percepción limitada de la realidad. Quisiera tener palabras suficientes para enumerar la belleza de cada uno de los poros que conforman esa silueta que me cautiva, pero ni los adjetivos más abstractos son capaces de contener la noción errática de un amor que se manifiesta en cada una de sus manías. Mis ojos se deleitan al verte, al contemplar la luz que se difumina y se opaca ante ti. Solo el dolor es el digno enemigo de poseerte y ser rival ante tu presencia.
Solo el dolor equipara este sentimiento, la angustia de perderte ha dejado de ser nula y se aglomera un vacío en mi pecho, por más que se dilaten mis pupilas al verte y en mi interior sepa que sigues con vida. Quizás sea la ansiedad predicada por las masas, quizás sea la certeza de una muerte inminente lo que me acaricia y provoca espasmos que me empañan desde el subconsciente. Quizás quiero pasar cada segundo a tu lado, pero la sociedad me lo impide. Solo el refugio seco y amargo del alcohol puede aminorar, brevemente, la falta que me haces.
Un tumulto de emociones negativas es ahora una montaña imposible de escalar. ¿Cómo superar este deseo irreparable de tocarte? De rozar mis humildes manos sobre tu piel desnuda, de proyectar mi sombra sobre tu figura. Sentir la calidez de tus caderas y la frialdad de tu cabello, mojado por la brisa.
Bajo las sábanas, somos capaces de recrear una verdad que nos pertenece; una verdad que nos precede a nosotros y al mundo. Entonces, solo cuando estamos juntos y compartimos caricias hasta una saciedad que se nos escapa, solo entonces, somos capaces de ser parte de ella. Nos abstraemos y nos volvemos conscientes, somos una parte ínfima del universo y eso está bien. Estar en tus brazos se siente bien.
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