Hablo sola

Rompí el espejo cuando nací.
Ya no tengo dieciséis,
no necesito que me digas cómo vestir.

La ira que duerme ya no es volcán que desaparece.
Aprendí a desaparecerme y me desconocí.
Ahora todo gira a mi alrededor y con el mundo giro yo.

Soy tropo agobiado en carne de mortal.
Tengo sueños deseosos de implosionar.
Todo lo que digo abarca una verdad falaz.

Escondiéndome en el ojo del huracán,
encontré gaviotas negras intentando trepar
al final del mundo. Solo queda desilusión

y menosprecio mal gestionado.
Un cúmulo de emociones agravadas
por científica sintaxis. Todo perece.
Y me vale verga crear identidad

basada en mentiras rosadas y blancas.
No soy una flor, no soy hada prístina.
Soy la nada misma intentando crear,
intentando ser creador. Me destruí.

Una musa sin poeta
es solo un alma que viaja,
colores sin follar con el pincel,
un lienzo que permanece en blanco
donde se encuentra la inmensidad
más profunda
sin nada para ver.

Una abstracción del pensamiento desatado
pero atado al silencio, incapacitado.
Amputado, disuelto, desorden agravado.
Tan solo muere en ignorancia
pero existe en la realidad
que persiste durante su ausencia.

Rompí el espejo, nunca he muerto
y, por tanto, nunca he renacido.
Solo soy piezas alborotadas
de lo que antes había sido
y lo que nunca fui.

Huí hacia bosques inhabitados,
me encontré y los perdí
para siempre. En una habitación
totalmente deshabitada

hay rastros de cadáver desubicado,
desechos combinados con el asfalto.
Una nostalgia que parece eterna
y luego nada queda.

                                   Y luego nada queda.

El espejo no existe, los años pasaron.
El gato negro se ahogó con el vaso.
Los conceptos dejaron de ser palabra,
quedó la paradoja completamente atascada

en un futuro que siente terror,
terror hacia la muerte
terror hacia el instante.

El pasado y el presente son lo mismo.
El tiempo no existe.
Son cuatro dimensiones,
los escenarios que pensamos
nunca han existido.

Es cavar un hueco al centro de la tierra
y al final encontrar solo tierra
porque solo hay cuatro dimensiones
y el espejo no existe.

                                    No existe el espejo.

El reflejo de un rostro distorsionado
es dismorfia corporal personificada,
clarividencia siendo rechazada
durante una sesión de espiritismo.

Tu religión es el momento
que todos han querido.
Paz mental durante la guerra,
un trozo de pan para sanar la hambruna.

Y no me importa lo que digas,
(no debería importarme lo que digas)
porque vivo los instantes en carnes ajenas a las tuyas

y no son tus ojos los que me ven
y no son tus labios quienes mienten.
Es mi rostro frente al espejo,
es mi cerebro siendo cruel conmigo.

II

Tomé el puto pincel
y lo enterré entre colores.
Soy la puta obra de arte
que nunca nadie podrá
rehacer conmigo...

Inspirarse en mí es bazofia,
soy el poeta y tú la moza.
Cerraré el pico intermitente
que canta en mi cráneo
destruyendo el sonido.

III

La distancia marchita el rencor,
con el instante renace la ira.
La impotencia dormida
no es hipocondría
es solo rencor y odio
mal cuestionados.

Porque así lo dice la persona a quien le pagaste para echarme la culpa.

Y no hablo contigo, porque solo eres fragmento en mi mente.

Hablo conmigo porque a veces hablo sola

                                 y amo herirme
                               y amo sanarme
y amo ahorcarme dulcemente

con todas tus palabras repetidas.

Y amo plasmar ese amor
en una poesía corroída.

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