Capítulo veintiséis: Fiducia
Admiro el pueblo de Westperit después de tanto tiempo ausente. A decir verdad, Northbey tiene una vista más impresionante. Aquí no está Aquí no se encuentran esos enormes y coloridos árboles, tampoco está presente la hechicería en las tareas diarias. Aunque los castillos son igual de imponentes, el de ellos inspira un poco más de paz por su blanco e impecable color. Es raro, pero con el primer pie que pongo en estas tierras me doy cuenta de que no he echado de menos este lugar en absoluto. Claro que a mi familia sí la he echado de menos, pero allá afuera la vida es mucho más divertida, libre, independiente y, por supuesto, mágica. De haberme quedado aquí o en Regno jamás hubiera obtenido tanta plenitud.
Gorka ordena a sus hombres volver a su hogar, pues si los reyes no tienen noticias de él pronto seguramente movilizarán sus tropas para atacar Westperit. Además, No hay espacio para tantas personas en este viaje, y ya han cumplido su tarea de cuidarnos durante el trayecto. Pide que se les informe a sus padres del viaje que hará con nosotros y que es probable que se recupere la paz, pues tiene la esperanza de que nuestro plan funcione. Él y yo representamos un mayor riesgo, ya que nuestros rostros están grabados en la mente de cada ciudadano. Ambos subimos las capuchas de nuestros abrigos para intentar ocultarnos. A pesar de que sigue sin dirigirme la palabra, en la formación que diseñó iremos juntos en el medio, rodeados por Rómulo, Damián, Seth, Killian y Valeska. Hay un guardia en cada esquina debido a la amenaza de una guerra.
Afortunadamente, no nos resulta difícil mezclarnos entre la multitud. Es día de mercado, así que todos los ciudadanos salen a ofrecer sus productos o a comprar alimentos para la semana. Los deliciosos aromas se mezclan en el aire, y hasta Seth abandona su posición por un momento para comprar un trozo de pastel de limón. Esto, por supuesto, le acarrea algunas reprimendas de parte de Rómulo, pero a él parece no importarle. Por su expresión, puedo decir que el pastel está exquisito. La pequeña escena que protagonizaron captó la atención de varias personas.
—¡Yo te conozco! —Escucho a un hombre exclamar, y en un instante mi sangre se enfría al pensar que se refiere a mí. Sin embargo, no es así. El hombre agarra el brazo de Valeska de manera brusca para detenerla, pero ella no es de las que se dejan. Apenas pasa un segundo y ya se ha liberado de su agarre—. ¡Le robaste a mi familia!
Esto no solo atrae la atención de los aldeanos, sino también alerta a los guardias. El hombre comienza a gritar, pidiendo que la arresten, lo que lleva a que Valeska patee un palo que sostiene la carpa del puesto del hombre, haciendo que esta se derrumbe sobre él. Eso le da el tiempo suficiente para escapar. Rápidamente, empujando a varias personas y derribando objetos en su camino, nuestra compañera sube sobre la mercancía, llegando a una estructura elevada que, si no me equivoco, es un burdel. Aunque los soldados no tienen la misma destreza, la persiguen. Afortunadamente, nos ignoran a nosotros.
—Iré tras ella, ustedes continúen. Nos vemos en el castillo —dice Damián y se apresura a ayudarla.
—Por todos los demonios... —murmura Rómulo, visiblemente molesto, y aceleramos el paso.
Los guío a la parte trasera del jardín, hacia la puerta que usaba cuando salía con Sultán al pueblo. Por fuera se ve como una pared sólida, nadie debe estar cuidándola. Aunque alguien la encontrara accidentalmente, no podrían entrar por el hechizo que Seamus lanzó sobre ella. Dioses, estoy realmente emocionada por verlo. Ha pasado tanto tiempo que tengo que palpar la pared para encontrarla. Cuando lo logro, le pido a todos que se tomen de las manos para que la magia nos permita cruzar.
Yo era la encarada de quitar las cosas del establo para que estas no obstruyeran mi camino. Al no haberlo hecho en los últimos meses, cuando cruzamos tiramos varias escobas, palas y artículos de limpieza. No pasa mucho tiempo antes de que los guardias aparezcan, pero antes de que puedan desenvainar sus espadas, Rómulo logra ponerlos a dormir con magia. Intento guiar al grupo por el área, pero como era de esperar, los turnos de vigilancia no se han mantenido iguales. No encontramos ningún punto ciego sin vigilancia. Aunque al principio Gorka se resistía, finalmente decidimos separarnos para aumentar nuestras posibilidades.
Seamus debe estar en el salón del trono. Gorka conoce el lugar tan bien como yo, por lo que decidimos que él guiaría a los chicos. Rómulo irá conmigo pues, aunque no le agrada a mi esposo, sabe que puede protegerme. Mis hechizos siguen sin ser del todo precisos y son aún más peligrosos cuando no me encuentro concentrada. Defenderme con magia sólo causaría problemas. La espada es el último recurso por utilizar en esta situación si queremos seguir de incógnito.
Ambos grupos tomamos rutas opuestas. Aunque la nuestra es más larga, estoy segura de que es más segura. Avanzamos en silencio, escondiéndonos detrás de las columnas mientras nos movemos. Siento que mi corazón está a punto de salirse de mi pecho. Mi respiración es agitada y las gotas de sudor empiezan a caer por mi frente, haciendo que mi collar esté completamente negro en este momento.
Cuando queremos seguir por el corredor no es un guardia el que pasa cerca, si no un grupo de ellos. Yo me paralizo, pero Rómulo actúa con rapidez. Él ha estado en batalla, sabe cómo reaccionar ante estas situaciones. Antes de que nos vean abre las puertas de una habitación para hacernos entrar en ella. Cierra el cuarto rápido, pero sin hacer ruido. Ambos contenemos la respiración hasta estar seguros de que han pasado de nosotros.
—Adalia —susurra tomando mi cara—, necesito que te calmes. Si tienes que usar magia debes estar concentrada o las cosas saldrán mal.
—Nunca he hecho esto. Estoy asustada, no quiero una flecha en mi cabeza.
—Te prometí que te cuidaría, ¿recuerdas? Mantengo mi palabra. No te pasará nada mientras estés conmigo. —Aunque su gesto sea serio logra que los latidos de mi corazón aminoren su velocidad. El viaje fue largo y, aunque sé que sigo sin ser su persona favorita en estos momentos, ya no está tan molesto como la noche en que regresó Gorka—. Anda, brujita. Hay que seguir.
Antes de que el príncipe abra la puerta reconozco la habitación y me percato de que no estamos solos. Mi padre está postrado frente a la ventana, pero ni siquiera ha notado nuestra presencia. Gorka me dijo que su estado es grave, pero siento que debo averiguar qué tanto por mi cuenta. Rómulo no tiene tiempo para detenerme. En un segundo ya he dejado la espada para acercarme a él. Aunque estoy parada justo delante de sus ojos, no reacciona. Está extremadamente delgado, su piel de papel es de un color grisáceo, tiene unas pronunciadas ojeras y su boca está seca. No es el hombre lleno de vida que recordaba.
En una pequeña mesa cerca de él yace un plato repleto de comida fresca junto a una jarra llena hasta el tope de agua fría. La sirvo en el vaso de cristal e intento hacer que la beba, pero es inútil. Todo el líquido rueda por la comisura de sus labios. No entiendo cómo han logrado hacer que coma si parece más un vegetal que una persona. Mi mirada pasa a Rómulo, mis ojos no tardan en inundarse y él, aunque sé que quiere marcharse lo antes posible, se acerca al notarlo.
—Haz algo... —le ruego con la voz entrecortada—. Cúralo con magia, por favor. Haz que regrese. —La desesperación en mi voz lo persuade de revisar a mi padre, aunque haya sido su enemigo por años. La mueca que hace no me devuelve la esperanza.
—Anima mortem... —susurra para él mismo al examinar su rostro.
—¿Qué es eso...? —Lo veo asustada—. Rómulo, ¿¡qué es eso!?
—Demonios, Adalia. No grites, pueden escucharnos.
—¿Qué es Anima mortem?
—Es un hechizo. Uno muy poderoso, pero extremadamente difícil de conjurar. Permite controlar la mente de la víctima. Se necesita una hoja de gympie, casi imposible de conseguir sin morir. —Rómulo se aparta de mi padre—. Adalia, solo respirar junto a ella hará que los pequeños pelos que tiene se peguen en tu nariz, causando graves hemorragias nasales. Si se roza con la piel, los dolores son insoportables. Las personas que tienen la mala suerte de hacerlo se han suicidado por no soportar la sensación. Bajo los efectos de la magia es mucho peor. Una vez que se concluye la manipulación te deja paralizado para que no puedas acabar con tu vida, pero el dolor sigue. Cada cierto tiempo, el cuerpo despierta para comer y beber lo necesario con la intención de que la agonía no cese. Quien le haya hecho esto a tu padre, tiene magia oscura poderosa.
—¿Puede revertirse? —Él hace una mueca, sé que las probabilidades son escasas.
—Tal vez asesinando al mago que lo hizo, pero por su estado... es demasiado tarde. —Lo miro con el corazón roto y él se acerca para darme apoyo—. Lo siento mucho, preciosa.
—¿Cómo encuentro al mago que lo hizo? —Rómulo suspira. Sé que no es momento de hablar, pero necesito respuestas.
—Este tipo de hechizos siempre vienen con un alto precio. Es común que tus manos resulten quemadas o incluso mutiladas. Quien lo haya realizado, es alguien que de verdad odia a tu padre.
—Vamos con mi tío. Él nos dará el libro y nos ayudará a encontrar al mago.
—Adalia...
—Solo vámonos. Los demás ya deben estar esperando —espeto separándome y él tuerce la boca.
Tomo mi espada y me dirijo con paso firme a la salida. Rómulo suspira resignado, consciente de que debe seguirme para evitar que haga algo imprudente. os apresuramos hasta llegar a la sala del trono, custodiada por dos guardias en la entrada. Seth, Killian y Gorka están discretamente escondidos detrás de pilares cercanos. Rómulo se dispone a acercarse sigilosamente para neutralizar a los caballeros sin recurrir a la violencia, pero antes de que pueda dar un paso, somos sobresaltados por los alaridos desesperados de Valeska.
—¡Quítenme sus asquerosas manos de encima! —les grita con furia a los soldados que anteriormente la perseguían en el mercado. Damián está con ella, pero no hace tanto escándalo. Cuando los hacen entrar a la sala del trono para dictar su sentencia, sabemos que es nuestra oportunidad.
Rómulo, Gorka, Seth y Killian logran neutralizar a los guardias con sorprendente facilidad, liberando a nuestros amigos de su agarre. Parece que finalmente tenemos un camino despejado para hablar con mi tío, pero al girar la mirada nos encontramos con una amenazante fila de al menos veinte hombres que resguardan el trono, apuntándonos con sus ballestas preparadas para abrir fuego. La tensión en el aire es palpable, y la respiración de mis compañeros se vuelve pesada. Sin embargo, la mía se tranquiliza de inmediato al ver a Seamus. Él alza la mano en señal de detención, evitando que sus hombres disparen. Mis compañeros y yo compartimos un suspiro de alivio colectivo al notar su intervención.
El rostro de Seamus muestra incredulidad al verme. Mi corazón late con fuerza mientras nuestros ojos se encuentran. Dejo caer mi espada y me abalanzo hacia él con los brazos abiertos, envolviéndolo en un cálido y anhelado abrazo. No duda en corresponder al gesto, sosteniéndome con incredulidad.
Finalmente, Seamus me aparta ligeramente para contemplar mi rostro, como si quisiera asegurarse de que no es un sueño. Aunque su expresión refleja su desconcierto por mi presencia en el castillo, pero sabe que soy yo. Noto que algo ha cambiado en él, su mirada perdió el brillo que antes tenía. Son los ojos de una persona marcada por la pérdida y la resignación. A pesar de que sus manos están cubiertas por los guantes cafés que tanto le gustan, cuando estas examinan mi rostro me hacen sentir el mismo amor de antes. Es como si no hubiera pasado un solo segundo desde la última vez que nos vimos.
—Te vi morir, Adalia —se lamenta—. Te juro que vi con mis propios ojos tu cadáver. Sabes que, de no ser así, hubiera ido por ti hasta el fin del mundo.
—Lo sé, tío. —Sonrío entre lágrimas a la vez que sorbo la nariz—. Te explicaré todo pronto.
—Los demonios debieron crear la ilusión —nos interrumpe Valeska aún con las manos en alto por la amenaza de las flechas y, por primera vez, Seamus dirige su atención hacia mis compañeros.
—¿Demonios? ¿De qué habla? —Me mira confundido—. Adalia, ¿quiénes son ellos?
—Tío, ellos... —En medio de mi felicidad pasa por mi mente la idea de contarle la verdad. Siento en mi corazón que, aun conociéndola, no dudaría en ayudarnos para salvar la magia. El príncipe de Northbey lo nota e inmediatamente niega de manera discreta—. Ellos son Rómulo y Damián, me ayudaron a escapar de los calabozos de los Nobey. Me llevaron a su aldea, donde conocí a Valeska, Seth y Killian. Nos encontramos con Gorka en el camino. Él quiso venir con nosotros para arreglar los problemas que han surgido en mi ausencia.
—Veo que tu esposo ya te ha puesto al tanto de la situación. Supongo que también te ha contado acerca de tu padre y lo que pasó con Calum. —Asiento con tristeza. Mi tío examina a mis compañeros, no parece estar muy complacido con su presencia—. Son saqueadores, Adalia. No puedo recibirlos en el palacio. —Lo susurra en mi oído, intentando ser discreto.
—No, no... Valeska dejó esa vida atrás y los demás son de fiar. Yo confío en ellos. —Seamus me mira y luego exhala un suspiro.
—Creo que... todos ustedes necesitan un baño caliente y una buena cena. Es lo menos que puedo hacer después de que ayudaron a mi niña a volver a casa. ¿Les gusta la idea?
—Realmente no tenemos tiem... —comienza a decir Rómulo, pero Seth le tapa la boca.
—Sería todo un honor, majestad —contesta él haciendo reír a mi tío.
Seamus me promete que después tendremos una conversación a solas sobre todo lo que ha ocurrido. Les ordena a los sirvientes que preparen habitaciones individuales para cada uno y a los guardias que nos escolten hasta ellas. Rómulo no está para nada feliz por tener que quedarse a cenar en el castillo de un pueblo que ha arrebatado tantas vidas a su propio reino. Puedo sentir su incomodidad, como si estuviera mancillando parte de su identidad, traicionando sus valores y todo lo que su padre le enseñó que era correcto.
En cuanto tengo la oportunidad, mientras mi tío charla con Gorka y los demás están ocupados, me acerco a Rómulo. Tomo su mano para alejarlo de todos, haciendo que me siga por el primer corredor que encuentro. Me escondo con él detrás de una escultura, lo que provoca que reciba una divertida mirada de su parte. Se ve ligeramente sorprendido por cómo lo he acorralado contra la pared.
—Bueno, supongo que puedo acostumbrarme a esto, aunque no creo que le agrade mucho a tu esposo —murmura con picardía.
—No seas tonto... —contesto divertida, pero mis palabras no borran de su rostro la encantadora altanería que sus blancos dientes me muestran—. Sé que no te agrada la idea de quedarte, pero no podía pedirle el libro así de repente frente a todos. Recuerda que, aunque él lo use, la magia aquí sigue siendo prohibida. Dales al menos una noche segura al grupo, y después continuaremos con el plan para salvar al mundo.
—Supongo que no tengo mucha elección —contesta mientras coloca su mano en mi cintura—, pero prométeme que encontrarás el momento pronto. Hay muchas vidas en riesgo.
—Te lo prometo. —Rómulo asiente atrayéndome hacia él. Siento como se desmoronan mis escudos en el momento en que sus ojos se cruzan con los míos. La adrenalina recorre mi cuerpo en el momento que alza mi barbilla y junta sus labios con los míos de manera delicada. La posibilidad de ser descubiertos debería asustarme, pero siendo sincera me emociona un poco.
No le cuesta demasiado conseguir mi rendición. Apenas mueve sus labios sobre los míos cualquier pensamiento racional desaparece de mi cabeza. Pronto mis dedos están recorriendo su cabello y dejo de ser yo quien acorrale al otro contra la pared. Su beso pasa de ser suave a ser desesperado en pocos segundos. Cuando nos separamos, vuelvo a notar el púrpura en sus ojos. Me gusta cuando soy la razón del añil, del rojo o incluso del amarillo, pero odio ser quien le cause tristeza.
—No duermas con él... —Es casi una súplica.
—Rómulo...
—No duermas con él —insiste mirándome—. Pide una habitación aparte.
—No es tan sencillo.
—¿Lo quieres? —Suspiro negando a la vez que acaricio sus mejillas, sin embargo, no consigo que las palabras salgan de mi boca—. Dime que lo quieres y prometo dejarte en paz.
—No es eso...
—¿Adalia? —Escucho a Gorka llamarme. No puede vernos, pero sé que lo hará si no me apresuro. El heredero de Northbey me mira esperando a que tome una decisión.
—Lo lamento. —La piedra en mi cuello debe mostrar el mismo color de sus luceros. Al menos sabe que realmente siento mis acciones.
Me obligo a apartarme de su lado, comenzando a caminar para encontrarme con mi esposo buscándome en el pasillo principal. Antes de acercarme decido guardar la piedra que el príncipe me dio bajo mi blusa, no quiero discutir sobre otro objeto mágico. Sigue enojado conmigo, sé que tendremos una buena charla en la habitación que nos espera. Los sirvientes que llenan las tinas de agua caliente para que nos demos un baño nos expresan su alegría porque hayamos vuelto y luego salen de la pieza. Apenas estamos solos, Gorka se sienta en la orilla de la cama. Me acerco para hacer lo mismo. Pasan unos minutos hasta que él rompe el silencio.
—¿Por qué nunca me lo dijiste? —pregunta—. ¿Qué pensabas? ¿Que te iba a delatar? ¿Que iba a mandarte a la hoguera?
—Seamus me dijo que no podía contárselo a nadie. Dijo que debía ser un secreto y que solo debería usarla si era totalmente necesario.
—¿Y qué pasó...? Si no podías hablarlo con nadie, ¿por qué fuiste sincera con esos desconocidos antes que conmigo?
—Es diferente, ellos también tienen magia. Estaba lejos de casa y encontré personas que eran iguales a mí. En un principio tampoco quería contarles, pero me acogieron con tanta calidez que simplemente las cosas comenzaron a fluir.
—¿Te enseñaron a usarla luego de escapar de Northbey? —Es lo malo de las mentiras, una vez que dices la primera se irán construyendo más a su alrededor. Se formará una inmensa bola de nieve que en algún momento no podré controlar.
—Si, Rómulo fue mi maestro un tiempo. Es una historia larga. —Mi esposo asiente.
—¿Hay algo entre ustedes?
—No —contesto de inmediato, pues me aterra la idea de que vaya directamente a asesinarlo si le confieso lo que pasa —. Él ha sido un gran apoyo durante estos meses. Es... como mi mejor amigo. —No parece muy convencido, pero asiente.
Sería más fácil alejarlo si algunas veces explotara; si me gritara que soy una malagradecida, que no merezco estar a su lado. Me trata como la cosa más delicada que sus ojos hayan visto. Me hace sentir culpable por no quererlo de la misma manera que él a mí. Toma mi mano para besarla. definitivamente él no posee el don de calmarme con su roce.
—Recuerdas el día del torneo, ¿verdad? Tuvimos una pequeña discusión, y en ese momento prometiste que harías un esfuerzo para que nuestra relación funcionara. Necesito saber si esa promesa sigue en pie. —Lo miro unos segundos. Temo herirlo si no le doy la respuesta que espera.
—Sí, por supuesto.
Hola, hola.
Ay, Adalia. Tienes que ordenar tus prioridades. En esta ocasión "Fiducia" se traduce del latín como "confianza". Espero que les hayan gustado los capítulos. Nos leemos pronto.
—Nefelibata
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top