Capítulo veinte: Papilionem
Me encuentro sentada en las escaleras que conducen al jardín trasero del castillo, el mismo lugar donde Rómulo solía darme lecciones de magia y combate antes de que la situación se tornara complicada. Al igual que el resto de Northbey, este lugar quedó destrozado por el ataque. Las hermosas estatuas, las columnas, las fuentes... todo ahora es solo un conjunto de ruinas. A pesar de su aspecto desolador, este rincón me brinda un poco de calma, una especie de refugio en medio del caos. La vista ya no es tan encantadora como solía serlo, pero eso es lo de menos. Nuestro principal objetivo es asegurarnos de que el pueblo se recupere, el estado del palacio pasa a un segundo plano.
Las nubes han oscurecido el cielo en los últimos días, como si el propio firmamento estuviera reflejando el dolor y la tristeza que se siente aquí abajo. A pesar de eso, la brisa que sopla es suave y reconfortante, y al menos ayuda a dispersar un poco el polvo que se cierne en el aire. Respiro profundamente, tratando de llenar mis pulmones con aire fresco y liberar mi mente de las preocupaciones.
Después de hablar con el príncipe y el rey, necesitaba un momento de tranquilidad para asimilar sus palabras. La noticia de que el símbolo en mi espalda, el awen, me coloca en el centro de una profecía, una profecía que habla de demonios, guerra y de un destino que ni siquiera puedo empezar a comprender. Pero aquí, en este jardín en ruinas, trato de dejar a un lado esos pensamientos abrumadores y enfocarme en algo más simple.
Juego con una hoja seca que cayó del gigantesco manzano cercano. Utilizo mi magia para hacerla girar en el aire, siguiendo el capricho del viento. Río suavemente al ver a una mariposa revoloteando cerca. Parece estar jugando con la hoja, como si estuvieran realizando una danza sincronizada. La mariposa se acerca, pero cuando está a punto de rozar la hoja, cambia de dirección en el último momento, evitando el contacto. Es como si supiera que no es un juego peligroso, sino solo una forma de divertirse.
Finalmente, la mariposa se posa sobre mi dedo, extendiendo sus alas con gracia. Observo su belleza de cerca: su cuerpo rojo vibrante contrasta con el contorno negro que se difumina hacia el centro de sus alas. Pequeñas motas blancas adornan sus alas, añadiendo un toque de elegancia a su apariencia. Es tan delicada y hermosa que temo que un simple movimiento mío pueda hacer que se desmorone en el aire.
En este momento, me siento conectada con esta pequeña criatura. Al igual que la mariposa, me siento pequeña en un mundo que ha sido sacudido por la adversidad y el peligro. Pero al igual que ella, trato de encontrar belleza y gracia en medio del caos. Aunque no sé qué depara el futuro ni cómo encajo en esta profecía, al menos por ahora puedo encontrar consuelo en su sencilla belleza.
De repente, sin previo aviso, desaparece justo frente a mis ojos. Busco a mi alrededor por si en algún parpadeo logró desvanecerse de mi vista para retomar su vuelo, pero solo me encuentro con la figura de Rómulo. Quién sabe cuánto tiempo ha estado observándome, apoyado en el arco de ladrillo que se abre hacia el vergel.
Camina hasta sentarse a mi lado en el frío mármol. Al notar lo aterrada que me encuentro, toma mi mano entrelazando nuestros dedos y la acaricia con la intención de tranquilizarme. Su tacto parece tener un toque mágico, ya que siempre logra calmar mis nervios. Acepto el gesto y hago lo mismo con su mano, aunque evito su mirada. Después de la reunión, me pidieron que me retirara para que ellos discutieran los detalles del próximo movimiento. Opté por salir a caminar un rato, pero me sentí demasiado cansada para hacerlo. Tampoco me encuentro en el estado mental adecuado para regresar con los enfermos. Por eso, he pasado más de dos horas sentada aquí afuera, simplemente perdida en mis pensamientos. Mi atención se limitaba a contemplar el vacío hasta que esa mariposa logró arrancarme una sonrisa al jugar conmigo.
—Entiendo que estás confundida y asustada —murmura, como si estuviera disculpándose.
—No tienes ni idea de cuánto.
—Me encantaría tener respuestas para todas tus preguntas, pero, aunque me duela admitirlo, no las tengo.
—Podrías haberme contado antes.
—Sabes que no. Nunca imaginé que fueras la persona que estábamos buscando. Mantenemos esa información en secreto para evitar el pánico y, además, la magia no es bien recibida en muchos lugares. Adalia, cuando llegaste, ni siquiera podía soportar verte y tú a mi menos. —Suspiro.
—¿Tiene esto algo que ver con el libro? ¿El que estaban buscando cuando fuiste a Westperit?
—Creo que ya te he dado demasiada información en un solo día. —Me sonríe, aunque no puede ocultar la preocupación en sus ojos—. Tengo miedo de que explotes si te cuento más.
—Necesito saberlo —ruego—. Si soy parte de esto, tengo derecho a conocerlo todo. —Él sabe que tengo razón.
—Solo te diré que ese libro contiene las instrucciones que Lilith necesita para realizar el hechizo que completará la profecía.
—¿Quiénes son los otros "elegidos"?
—Yo soy uno de ellos, si eso te da un poco de alivio. —No me sorprende, pero tampoco me tranquiliza—. Mi marca está en mi hombro derecho; es el árbol de la vida. Debes haberlo visto antes, es bastante conocido.
—Sí, lo he visto, pero no sé mucho sobre él.
—Si te cuento su significado, pensarás que soy arrogante.
—Supe que eras arrogante desde el momento en que te vi, así que no tienes nada que perder —lo animo con una pequeña sonrisa, y él niega con la cabeza riendo, pero pronto su expresión se vuelve nostálgica.
—El árbol está asociado con la unión entre los tres mundos. Las raíces llegan al mundo inferior, donde descansan los espíritus; las ramas se alzan hasta el mundo superior, donde residen los Dioses; el tronco se encuentra en nuestro mundo, conectándonos con lo invisible. El árbol simboliza fuerza, vida, transformación de energía y protección para todos. Es sagrado. Cuando se funda un reino o se realiza una ceremonia importante, se hace bajo la sombra de sus ramas, como un cobijo. —Suspira y tuerce la boca—. Se supone que yo debo representar todo eso. Se espera que yo inspire esperanza, demuestre fuerza y proteja a todos. ¿Has visto a mi pueblo? Está destruido. Hasta ahora, no he hecho un buen trabajo.
—Estoy segura de que cuando seas rey, demostrarás eso y más. —Me recuesto en su hombro, notando que nuestras manos siguen entrelazadas—. ¿Y luego qué...? ¿Dónde están los otros "elegidos"? ¿Vendrán a Northbey para unirse a nosotros?
—Los he llevado a una aldea segura, una que apenas aparece en algunos mapas. Les he pedido que esperen allí hasta que regrese con el quinto de nosotros. Así que no, ellos no vendrán aquí. Tú y yo iremos. Necesitamos prepararnos para lo que viene, y nadie sabe con certeza cuánto tiempo nos queda.
—¿Y quién se supone que nos entrenará?
—Bueno, soy el más competente de los cinco en magia y combate. Además, soy el único que conoce la profecía, así que... creo que tendré que encargarme yo.
—Ahí está otra vez, tu terrible ego. —Se ríe. Ambos nos quedamos en silencio por un momento, contemplando los escombros. Con la mano que no está sosteniendo la suya, acaricio su brazo para brindarle un poco de apoyo. No parece molestarse, así que deslizo mis dedos por su piel, aunque esté cubierta por la tela. Ahora sé por qué no tiene problemas para empuñar la espada—. Hasta ahora, el equipo consiste en una hechicera novata y un protector de magia que no confía en sí mismo.
—Y espera a conocer al resto... —suena como si fueran un completo desastre—. Partiremos mañana al amanecer para reunirnos con ellos. Llegaremos al valle en la novena noche. Está rumbo a Westperit, en realidad. Tendremos que tener cuidado con los cazadores.
—Pero ¿cuándo regresaremos? Se supone que debemos reconstruir la ciudad, y tengo heridos a mi cargo. No puedo simplemente irme, soy la mano derecha de Remus. Además, Morgan necesita mi ayuda en la cocina. Y también... tengo que... —Intento encontrar más excusas para no acompañarlo fuera del reino, pero se me agotan. Este es mi nuevo hogar, no pueden quitármelo; no otra vez. El príncipe me mira compasivo y acaricia mi mejilla de manera fugaz.
—Agradezco tu compromiso con Northbey, pero creo que esto es un tanto más importante.
—¿Y si vuelven a atacar? No sobrevivirán a un segundo ataque si tú no estás aquí para defenderlos.
—Si nosotros dos no estamos, este lugar no será un objetivo para Lilith. Quiere asesinar a los elegidos, ya ha cobrado bastantes vidas aquí. Es poco probable que regrese.
—¿Y aventurarnos al bosque solos te parece una buena idea?
—Es la única estrategia que tengo por ahora, brujita.
—No has contestado si vamos a volver... —Hay una pausa antes de que responda. Está tratando de ser sincero, pero no quiere lastimarme.
—Aún tengo la esperanza de regresar con mi pueblo, pero eso no ocurrirá pronto.
No puedo evitar que mis ojos se humedezcan, pero aprieto los labios en un intento absurdo de evitar que las lágrimas escapen. En este lugar perdí tanto: a mi familia, mis costumbres, mis malos hábitos y hasta la vergüenza de mostrar quién soy realmente. Perdí todo lo que me enseñaron... o más bien, me liberé de ello. Al encontrarme en la ausencia de lo que creía que era mi esencia, fue cuando entendí el escaso valor de lo que antes consideraba importante. Me permití amar a Northbey, a la magia y a su gente. ¿Ahora pretenden que me vaya solo con los recuerdos?
—No sé si seré capaz de manejar algo tan grande. —Doy más excusas, aunque no miento—. Es una enorme responsabilidad, temo arruinarlo.
—Debes empezar a creer en el poder de la magia.
Después de decir eso, él separa nuestras manos lentamente y de en medio vuela la mariposa que vi antes. La ilusión vuelve a iluminar mi rostro en el momento en que el insecto revolotea sobre mi cabeza. Se aleja para seguir su camino, pero antes de elevarse demasiado, comienza a desvanecerse poco a poco. La amplia sonrisa de satisfacción en el rostro de Rómulo me hace entender que la mariposa nunca existió. Fue solo una ilusión que él creó para reconfortarme.
—¿Eso funciona con todas las mujeres?
—Por lo general, sí —bromea, y ambos soltamos una risa.
Las mariposas siempre han sido uno de mis animales favoritos. Me parece fascinante cómo pasan de ser pequeñas orugas a hermosos seres con alas adornadas de brillantes colores. Incluso podría decir que también mágicas. Según he leído, traen consigo la felicidad y la buena fortuna. Cuando era niña, solía pedir un deseo cada vez que veía una. Esta vez, deseé poder quedarme en Northbey, pero parece que los dioses no escucharon mi petición.
—Entonces... Tú y Lilith tienen una historia.
—La conocí cuando era un niño. No tenía más de ocho años.
—¿Es cierto lo que dijo sobre tu madre? —pregunto con inseguridad, sabiendo que no le gusta hablar del tema. Me sorprendo cuando asiente con calma y sus ojos se vuelven púrpuras, revelando su tristeza. Parece que esta vez está dispuesto a expresar lo que tanto ha guardado.
—Una vez te conté que ella fue asesinada. —Asiento para que continúe, lo hizo después de usarme como un muñeco de entrenamiento—. Mi padre y el de Damián eran tan cercanos como él y yo. Las oscuras criaturas comenzaban a formar su ejército, aunque no lo sabíamos. Una noche, en una cacería, tuvieron la mala fortuna de cruzarse con un demonio. Mató al padre de Damián y el rey destruyó al monstruo. Resultó ser importante para Lilith, pues quiso vengar su nombre arrebatándole a mi padre lo que más amaba. Teníamos una ventaja, ella no conocía el rostro de Catalina. Intentamos ocultarla, pero fallamos.
—¿Cómo la encontró?
—Hubo un traidor. Alguien le informó que estaba embarazada. Ese era el factor distintivo, ya que no había muchas mujeres esperando un hijo en el reino. Las llevó a todas frente a nosotros. Seguramente habrás notado que burlar a los guardias no le resulta complicado. Es imposible ocultar la leyenda de Northbey a los demonios, son más antiguos que ella. Las torturó una por una hasta que nuestros ojos revelaron quién era la reina. Mi padre luchó por centrarse en su ira para que sus ojos permanecieran amarillos, pero yo no fui tan fuerte. Cuando llegó el turno de mi madre, mis ojos, por primera vez, se volvieron negros. La traicioné.
—No puedes culparte por eso, eras un niño. —Él parece no estar convencido de esa afirmación.
—No solo infligió heridas físicas como en las otras mujeres. Además de torturarla durante horas, en sus últimos momentos, corrompió su magia. Mi padre tuvo que acabar con ella al ver que no había manera de revertir lo que hizo. Ya he olvidado su voz, pero sus gritos estarán conmigo siempre que cierre los ojos.
—Pero... ¿Por qué no les hizo daño a ustedes? —niega.
—Tampoco he logrado entenderlo. Supongo que era un castigo más efectivo dejarnos vivir con el recuerdo.
—Siento mucho lo que tuviste que pasar, Rómulo —digo sincera—. Eres todo lo contrario al monstruo que alguna vez pensé que eras.
—Siento decirte que tú si eres la princesa mimada que siempre supe que eras. —Me río. Aún con su escasa modestia, le incomoda que le hagan un cumplido—. Pero me agradas, brujita.
¿Qué más puedo decirle? ¿Cómo consuelas a alguien que ha soportado tanto? ¿Cómo alivias su dolor cuando no tienes experiencia en su sufrimiento? Mi madre murió al darme a luz, y aunque no derramé lágrimas por su partida, sentí una pesada responsabilidad. ¿Cómo puedes convencerte de que no eres culpable cuando tu propia mente te juzga? Siempre he despreciado las palabras vacías de consuelo. No puedo prometerle que las cosas mejorarán cuando la vida parece estar tomando un rumbo aún más oscuro. A veces, la compañía silenciosa es más efectiva que un largo discurso de aliento.
Al mirarlo, no siento vergüenza al buscar una posición cómoda para escabullirme bajo su brazo. Tengo que guiarlo para que me rodee con él, pero eso no me impide darle un fuerte abrazo que incluso lo desestabiliza. Una pequeña risa escapa de él ante mi repentina acción, pero no le lleva mucho tiempo ceder. Me atrae hacia él y deposita un beso en mi frente, comenzando a acariciar mi cabello. Me doy cuenta de que gran parte de la tranquilidad que siento en este mágico lugar proviene del heredero de Northbey. Estar junto a él me proporciona una calma interna que nunca había experimentado.
—Rómulo... —lo llama Damián y trato de alejarme, pero no permite que me separe.
—Lo sé —responde—. Iré en un momento.
Damián asiente con una mirada juguetona, lo que hace que mis mejillas ardan. Rómulo se separa de mí, aunque puedo sentir que no quiere hacerlo. Se levanta y me extiende la mano para ayudarme a ponerme de pie. La tomo, aún sonrojada por la forma en que su amigo nos observa. ¿Acaso no conoce el significado de "privacidad"? El príncipe se acerca a mí y deposita un cálido beso en mi mejilla, rozando peligrosamente cerca de mis labios.
—Ve a despedirte de Morgan, ¿de acuerdo? Partiremos temprano mañana. —Asiento sin decir una palabra, y él se despide acariciando mi mentón por un segundo. No aparto la mirada de los dos hombres mientras se alejan por el corredor. Sé que Damián ha comenzado a molestar a Rómulo cuando recibe un golpe por parte de su amigo. Sonrío al verlos.
Entro al castillo por la puerta trasera que lleva directamente a la cocina y me encuentro con Morgan. Está increíblemente ocupado, haciendo malabarismos para alimentar a todos con los escasos recursos que quedan. A pesar de las dificultades, se esfuerza por brindarnos deliciosas comidas todos los días. Él fue el primero en darme la bienvenida, en hablar en mi defensa, en darme trabajo y en preocuparse genuinamente por mí. Sin pensarlo, me acerco sigilosamente y le doy un abrazo que lo hace dar un pequeño salto de sorpresa. Voy a extrañarlo.
—Casi me asustas de muerte, Adalia —ríe con undejo de tristeza mientras se voltea para devolverme el gesto—. El rey me hacontado que te irás mañana. También voy a extrañarte, pequeña. Me acostumbrémuy rápido a tener compañía. La cocina se sentirá vacía sin ti.
Hola, hola.
Tuve examen hoy, perdón por no subir el capítulo en la mañana. En esta ocasión "Papilionem" se traduce del latín como "mariposa".
Sección de memes:
@ AdaliaYRomulo.
Nos leemos el viernes.
—Nefelibata
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top