Capítulo treinta y tres: exultant lusibus

Apenas vuelve a salir el sol abandono mi tienda para buscar a Rómulo con el Argentum Oblinit bajo mi bazo. No tardo en encontrarlo, pues está en la zona de entrenamiento completamente solo. Eso de dormir definitivamente no es lo suyo. Ya ha preparado a los hombres de paja, pintado un cuadro en el suelo que nos servirá de guía para los combates y ahora está frente a una mesa de madera alistando nuestras armas. Espera a que todos estemos despiertos para comenzar con el entrenamiento. Me alivia el hecho de que no volvió a desmoronarse luego de anoche. Centró de una vez por todas sus ideas en las cosas que realmente importan.

—Rómulo... —Le llamo tocando su hombro, pero él ni se inmuta ante mi presencia—. Necesito hablar contigo.

—Vete, Adalia. Los demás siguen dormidos, no empezaré el entrenamiento sin ellos.

—Sabes que no vengo a hablar sobre espadas.

—No tengo interés en hablar de otra cosa contigo.

—Demonios, Rómulo, ¿podrías al menos escucharme? —Intento hacer que de la vuelta, pero obviamente no lo logro—. ¡Rómulo! —Se queda callado, ¿de verdad es tan infantil como para hacerme la ley del hielo?

Trata de apartarse comenzando a caminar de nuevo a su tienda. Que ni siquiera crea que va a librarse de mí o de esta conversación. Aprovechando uno de los hechizos que encontré en el libro bendito, hago que las raíces que se ocultan bajo la tierra salgan a la superficie para atrapar sus pies. Suben hasta la mitad de sus piernas para dejarlo inmóvil, por lo que obtengo un gruñido frustrado de su parte. El hecho de que no tenga su magia me da algo de ventaja.

—¡Adalia! —Más que estar enojado, le molesta el no poder liberarse de mi hechizo. Intenta romper el amarre, pero ni usando toda su fuerza lo logra. Sé que no va a intentar transformarse, sigue temiendo haber perdido eso también.

—¡Vas a escucharme! —Me pongo frente a él sosteniendo el libro sagrado frente a su cara. En ese instante, deja de luchar.

—¿De dónde sacaste eso...? —Pregunta asombrado—. ¿¡Lo has tenido todo este tiempo!?

—Dioses, Rómulo, ¿podrías dejarme hablar por una vez en la vida? —Me mira con seriedad, está que le hierve la sangre. Se cruza de brazos esperando una explicación de mi parte—. La primera vez que entré al bosque negro un demonio me ayudó a llegar hasta la cueva donde me encontraste.

—¿¡Un dem...!? —No lo dejo terminar. Con un rápido encantamiento hago que su boca quede sellada. Nunca voy a poder terminar si me interrumpe a cada segundo. Sus fosas nasales se abren por la furia que recorre su cuerpo y sus ojos amarillos se abren tanto que siento que van a salirse de sus cuencas.

—¡En ese momento no sabía lo que era! Volví a encontrarme con él luego de que asesinaras al poltergeist, me advirtió que Northbey corría peligro y que debíamos apresurarnos a volver. Parece que es la razón del porqué repentinamente mis poderes se volvieron menos desastrosos e incluso por qué aprendí latín. Él fue quien llevó a los Drakirians a Westperit, me ayudó a escapar de las furias. Sin él, ninguno de nosotros estaría vivo. —Niega sin comprender por qué un demonio querría ayudarnos, definitivamente no está de acuerdo con esto—. Ayer, después de salir de tu tienda, él apareció en la mía. Me advirtió que si dejaba a Gorka no podríamos detener a Lilith. —La expresión de Rómulo pierde dureza cuando pronuncio esas palabras. Su mandíbula se relaja y sus ojos dejan de ser amarillos. Comienza a molestarme el hecho de que no hable hasta que recuerdo por qué no puede hacerlo—. Lo siento...

Quito la pequeña maldición de su boca, pero sigue sin decir palabra. Comienzo a creer que lo he hecho mal hasta que relame sus labios y revuelve su cabello analizando las cosas. Abro el Argentum Oblinit para mostrarle el resto de la profecía, en especial, la parte que nos concierne a ambos. En el escrito, está claro que los cinco elegidos no son suficientes. La guerra ha comenzado, Seamus ya ha mandado tropas a Regno. Apenas Lilith se recupere de lo que sea que Agares haya hecho con ella seguirá destruyendo todo lo que se cruce en su camino. Necesitamos reclutar criaturas y guerreros, el ejército de mi esposo podría hacer la diferencia entre ganar o perder.

—Esto es por lo que anoche no hablé con Gorka, pero créeme cuando te digo que quería hacerlo. Necesito que me ayudes con esta decisión. —Rómulo me mira mientras libero sus pies de las raíces. En el fondo sigo esperando que me diga que soy más importante para él que todo esto. Que está dispuesto a arriesgarse, que prefiere perder la guerra antes de poner a un ejército primero que a mí. Sé que es una idea quimérica, pero mi mente se niega a rechazarla hasta escuchar la respuesta salir de sus labios. Me cuesta admitir el poder que tiene sobre mis decisiones—. Tuve que contarle todo para que entendiera la situación. Ya me ha ofrecido a sus hombres.

—¿Todo? —Tuerzo la boca.

—No sobre nosotros, pero sí sobre Northbey. —La mirada de Rómulo muestra rencor.

—Confié en ti, Adalia.

—Me prometió no decírselo a nadie.

—Así como tú lo hiciste conmigo. —Suelto el aire frustrada, no lo habría hecho de no ser completamente necesario. Rómulo me mira un momento y luego, vuelve a leer el escrito —. Pero hiciste lo correcto. Necesitamos esas tropas o mucha gente morirá.

¿Por qué me duele escuchar de su boca la que ya sabía iba a ser su respuesta?

—Entonces... no quieres que deje a Gorka. —El príncipe cierra el libro apretando sus labios.

—No se trata sobre lo que yo quiero, brujita. Sería irresponsable pedirte que estés conmigo y dejar que Lilith gane. La decisión de estar o no con él es completamente tuya, pero, aunque me duela decirlo, su ejército sería de gran ayuda.

—¿Qué pasó con eso de "ni toda la magia de los cuatro reinos se compara con lo que acabo de ver"? —Es la primera vez que lo veo agachar la mirada. Entiendo su decisión, pero me cuesta aceptarla. Se acerca para juntar su frente con la mía unos instantes, colocando su mano al costado de mi rostro. No puedo evitar abrazarlo con todas mis fuerzas. Él hace lo mismo conmigo, acariciando mi cabello y besando mi frente de manera fugaz. Procuro alargar el momento el mayor tiempo posible, pues no sé hasta cuándo podré hacerlo de nuevo.

—Buenos días. —Seth acaricia las palabras alargando la a de la segunda mientras se acerca a nosotros. Lo maldigo en mi mente por haber interrumpido, pero también lo agradezco. Los Drakirians comienzan a moverse—. Vaya, ustedes sí que madrugan. Creí que sería el primero en llegar.

—Hola, Seth —contesto seca cuando ya me he separado de Rómulo. Killian, Valeska y Damián no tardan en unirse.

Nuestro ahora entrenador oculta el libro sagrado, no es seguro que todos sepan que está en nuestro poder. se aclara la garganta para repartir las armas a los otros tres elegidos, todas han sido bendecidas. Su amigo realmente solo viene como apoyo, pues no necesita más entrenamiento. Es un caballero después de todo. Valeska posee un físico tonificado; no tiene ningún problema para sostener la espada, pero cuando calienta noto que a sus movimientos les falta fluidez. Seth por otro lado es bastante torpe con ella. Lo único que quiere hacer es clavarla en algo como si fuese una pica, no le interesa la técnica. Killian es un caso perdido, ni siquiera acepta empuñarla. Sigue atemorizado por lo que pasó en Westperit y no sé cómo vamos a sacarlo del agujero en el que se ha metido.

Hago una mueca de decepción al verlos, pero me recuerdo que no soy la indicada para juzgarlos. Yo comencé siendo mucho peor que ellos, aunque me da la sensación de que mi sed de conocimiento era mucho más grande. Si es que realmente existe esa pequeña luz de esperanza, en estos momentos no logro verla. Hacen que me cuestione si realmente está valiendo la pena sacrificarlo todo.

En los muñecos de entrenamiento Rómulo ha marcado con sangre los puntos más débiles del cuerpo y, por lo tanto, los que deberíamos memorizar. Estoy al lado de Valeska, poniendo más atención a lo que hace ella que a los golpes que doy. Aunque nuestro líder nos pidió ir despacio para despertar los músculos ella lo hace con todas sus fuerzas. No le dura demasiado el golpe de adrenalina, a los pocos segundos cae sobre sus rodillas apretando su cabeza.

—¿Valeska...? —me acerco para poner una mano sobre su hombro, pero me aparta.

—¡Estoy bien! —su cuerpo está a punto de expulsar lo que fue su desayuno, pero se obliga a sí misma a tragarlo de nuevo —. Estoy bien —repite con dolor y acepta mi ayuda para ponerse de pie.

—Realmente necesitamos que esos dolores dejen de aparecer. No podrás pelear si vuelven las náuseas cada que lo intentas.

—¿Crees que no lo sé? —escupe de mala gana y vuelve a lanzar estocadas hacia el muñeco—. Sería igual de inútil si no puedo ver lo que estoy golpeando. Voy a lograr controlarlo sin necesidad de sacrificar mi vista, solo denme tiempo. —Hago una mueca, pero asiento. No puedo presionarla, aunque sé que será mi deber convencerla.

—Esto sí es completamente nuevo para mí —escucho a Gorka caminando hacia nosotros—. ¿Tú con una espada?

—Te sorprendería —contesto y él se acerca para besarme. Siento a Valeska volver a juzgarme con la mirada, pero no puedo apartarlo.

—Espero que no. Soy tu esposo, defenderte es mi trabajo. No tendrías por qué portar una espada.

—Adalia —me llama Rómulo antes de que pueda contestarle a Gorka. Es la excusa que necesitaba para separarme de él—. ¿Haces los honores?

Asiento disculpándome con mi esposo y me apresuro a caminar a su lado. Sé que solo me ha elegido primero con la intención de que el príncipe de Regno quitara su mano de mi cintura. Él decide tomar asiento al lado de Damián para observar el espectáculo. Va a burlarse de mí cuando me vea en combate, pues estoy lejos de poder presentarme a las audiciones para formar parte de su ejército. Los niños en Regno comienzan su entrenamiento apenas logran ponerse de pie, es por eso por lo que son tan hábiles al crecer. Si no fuiste entrenado en el reino la única forma de ser aceptado es probándole a mi esposo ser digno de ello. Eso se logra manteniendo con él una batalla de al menos cinco minutos. Puede sonar como un requisito básico, pero pocos lo han logrado. Usualmente los desarma apenas lanzan el primer golpe.

Como ya he entrenado con Rómulo antes, no me es complicado seguir sus órdenes. Les enseña a los nuevos la posición que deben adquirir usándome como ejemplo. No sé si es la culpa la que me traiciona, pero cada vez que toca mi cuerpo para acomodarlo no puedo evitar que en mi crezca la idea de que Gorka va a averiguarlo todo. Nos observa con detenimiento, prestando atención a las instrucciones de nuestro entrenador sin objetar a ellas. Lo conozco, trata de ser amable para que no perdamos la confianza en nuestro líder, sin embargo, por los gestos que hace, sé que no está de acuerdo con todos sus consejos.

—¿Lista? —cuestiona Rómulo, pues es la primera vez que usaremos las espadas para practicar en lugar de los palos de madera.

—Lista —contesto con seguridad.

Por primera vez soy yo quien lo ataca primero. La batalla definitivamente es mucho más armoniosa que la primera que tuvimos. Al menos soy una contrincante un tanto más digna. El acero choca con una coordinación impecable, haciendo que el combate se asemeje más a un baile. Nuestros cuerpos parecen tener una especie de vínculo, pues sus pasos complementan los míos y la fuerza de ambos está perfectamente equilibrada.

He tenido algo de tiempo para memorizar los ataques que le gusta usar conmigo, bloquearlos ya no me parece una tarea difícil. Su soberbia no tarda en aparecer, pues le gusta presumir colocando la mano libre en su espalda como si esta le sobrara. Adorna algunas estocadas con vueltas y yo no pierdo la oportunidad de imitarlo cuando me siento segura de hacerlo. Sé que no va a lastimarme.

Su mirada conecta con la mía en todo momento, aunque sé que eso no es lo que debería pasar al enfrentar a un enemigo. Se agacha con la intención de barrer mis pies con su pierna, pero ha usado ese truco tantas veces conmigo que esta vez logro anticiparlo. Consigo saltar antes de que su patada me desestabilice y arremeto en su contra con una fiereza que no sabía que existía en mí. No se molesta por fallar, de hecho, sé por su sonrisa que está orgulloso de mi.

El sudor escurre por mi frente, la tierra ensucia mis botas y tengo que obligar a mi respiración a no ir al mismo compás que mi corazón. Mis brazos comienzan a acalambrarse, pues nunca había tenido un enfrentamiento tan largo. Sin darnos cuenta, llevamos la batalla fuera de la zona de seguridad que Rómulo había marcado. Podría jurar que nuestros latidos también siguen un ritmo idéntico. Me gusta el sonido que provoca su hoja al resbalar con la mía. No ha logrado que el acero golpee mi cuerpo, incluso me surge la esperanza de conseguir la victoria por escasos segundos.

Mis extremidades comienzan a acalambrarse, pero no me importa. Presiono a mi mente para que no escuche a mi cuerpo, Rómulo siempre me ha insistido acerca de que avasallar mis pensamientos es primordial. Pretendo defenderme todo el tiempo que pueda cargar la espada.

Cuando al príncipe se le acaban todos los trucos viejos, comienza a improvisar. Ni siquiera sé cómo lo logra, pero con un rápido movimiento hace que mi espada salga volando hasta clavarse en la tierra. Toma mi cintura para acercarme a él y colocar el filo de su espada contra mi cuello. No me asusta que la navaja roce mi piel, pues confío plenamente en que no haría nada para herirme. Me dirige una media sonrisa a la vez que sus ojos se pintan de rojo. Olvido que no estamos solos hasta que el sonido de los aplausos nos saca a ambos del transe en el que estábamos inmersos.

Me percato de que nuestro numerito logró atraer la mirada de los Drakirians. Incluso abandonaron sus tareas para observar el espectáculo que montamos. Valeska, Killian, Seth y Damián lucen bastante impresionados por nuestra batalla, pero el rostro de Gorka está lejos de mostrar algo similar. Cuando me percato de la manera en que nos observa, hago que Rómulo me suelte de inmediato. Se aclara la garganta bajando su espada con la intención de apartarse, pero es demasiado tarde.

Mi esposo se une a los aplausos, pero estos van al mismo son del sarcasmo. Si antes creía que mi corazón estaba acelerado, ahora siento que se me va a salir del pecho. No ayuda cuando lo observo levantar su arma del suelo y caminar hacia nuestra dirección con paso firme. Calienta con ella dirigiéndole a Rómulo una mirada amenazante, aunque él ni siquiera se ha percatado del movimiento.

—Bastante impresionante —pronuncia con voz fuerte para asegurarse de ser escuchado. Los lugareños callan de inmediato las halagadoras ovaciones—, pero creo que sería una pelea más justa si te enfrentas conmigo. 

Hola, hola.
Van a llover madrazos. En esta ocasión, "exultant lusibus" se traduce del latín como "Danza".  Feliz año nuevo a pesar de todo. Nos leemos pronto.

—Nefelibata

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top