Capítulo treinta y cuatro: oportebit
Quiero colocarme frente a mi esposo con la intención de interrumpir su camino, pero he perdido por completo el control sobre mis piernas. Inconscientemente mis manos comienzan a temblar al recordar con sus movimientos la destreza que tiene en batalla. Su arma no es como las nuestras, la de él se sostiene por la mitad ya que cuenta con dos hojas curvas en los extremos. Si lo desea puede separarlas para atacar con ambos brazos. Es cierto que se requiere mucha más habilidad si se pretende controlar ese tipo de espada, sin embargo, sé muy bien que la posee. Cuando de un combate se trata Rómulo es un ser elegante. A pesar de buscar la victoria, conserva el respeto por su contrincante. Gorka, por el contrario, se convierte en la definición de agresividad al empuñar el acero. Toda esa amabilidad que muestra al estar a mi lado pasa a ser crueldad pura.
—Será un combate amistoso —propone mi esposo con sarcasmo en su voz, acercándose a la vez que gira su espada entre sus manos—. No será como en el torneo.
A Rómulo se le escapa una corta carcajada colmada de ironía. Es tan fuerte que incluso lo hace lanzar la cabeza hacia atrás. Sus ojos se tornan levemente amarillos al ver a mi esposo maniobrar con el arma, pero su sonrisa me deja en claro lo feliz que está por tener la oportunidad de sacar en batalla el rencor que le tiene. No es difícil adivinar cuál será su respuesta, él jamás rechazaría un combate. Es la primera vez que luchará sin magia contra alguien que realmente puede herirlo de muerte y, sin embargo, no tiembla un solo músculo de su cuerpo al escuchar la propuesta. Me mira con una ceja en alto, esta vez no está pidiendo mi aprobación para elegir sus palabras. Niego cuando sé que está por aceptar, empero, no me concede la calma de rehusarse a combatir.
Damián se acerca al ver la escena, no le emociona que su amigo vaya a enfrentarse al general del ejército de Regno. Abre la boca con la intención de tranquilizar las cosas, pero Rómulo alza la mano para interrumpirlo. Le suplico al soldado con la mirada que no se lo permita, aunque sé que no tiene poder en esto. Una vez que al príncipe se le mete una idea a la cabeza no hay fuerza humana o mágica que consiga hacerlo cambiar de opinión. Han sido enemigos durante años, mucho antes de que yo apareciera en sus vidas. La aversión que se tienen va mucho más allá de un simple romance, a pesar de que este comienza a representar un nuevo problema y haya sido la gota que derramó el vaso al jugar peligrosamente con el honor de Gorka.
El guardia de Northbey suelta el aire con desaprobación y, seguido a eso, camina hacia mi dirección. Sigo estando al lado de Rómulo, por lo que Damián coloca su brazo alrededor de mi abdomen con la intención de hacerme retroceder. Mi collar debe ser negro, no quiero que ninguno salga herido. No están usando armadura, no hay una malla de acero que proteja su piel de ser rasgada. Trato de soltarme del agarre del caballero, pero él me sostiene con fuerza mirándome a los ojos para que deje de pelear.
—Diez pecunias a Rómulo —le susurra Seth a Valeska. Ella niega con una combinación de emoción y preocupación en el rostro.
—¿Me estás jodiendo? Quince a Gorka. —Los veo mal a ambos, esto no es parte de nuestro entrenamiento. Ambos hombres se aproximan al lugar de batalla. Sé que esas líneas en el suelo no van a retenerlos. No hay ojos en el campamento que no estén sobre ellos. Los Drakirians lucen emocionados por presenciar la batalla, no captan la verdadera tensión que existe entre ellos—. Solo obsérvalo, es un guerrero de Regno. ¿Sabes por qué está analizando la posición del sol? Para llevar a Rómulo a un punto ciego. Sólo necesitó unos segundos para memorizar su entorno y elaborar una estrategia. —Me fijo en los movimientos de mi esposo, Valeska ciertamente parece reconocerlos mejor que yo.
Gorka tantea el peso de su espada como si no lo conociera para distraer a su oponente, es el primero en atacar. Da un zarpazo que pretende cercenar el cuello Rómulo. La promesa de un combate amistoso ha quedado en el olvido. El movimiento es tan rápido que apenas logra esquivarlo, pero el Nobey no piensa quedarse atrás. No pasa siquiera un segundo de descanso entre cada estocada. Cada golpe es aún más fuerte que el anterior. Cuando uno pasa lo suficientemente cerca de sus cuerpos Damián recibe un buen apretón de mi parte.
Los movimientos de Rómulo no son tan gráciles como de costumbre. Se ha asegurado de sostener su arma con ambas manos para tener un mayor control de esta. Me sorprende cuando ágilmente cambia el agarre hacia la parte filosa y trata de golpear la cabeza de Gorka con la empuñadura. A pesar de su tamaño, mi esposo es más veloz de lo que se podría pensar a primera vista. De no haber esquivado la agresión estoy segura de que hubiera tenido graves consecuencias.
—¿Eso está permitido...? —cuestiona Killian.
—Cualquier cosa está permitida, idiota —responde Dimían tajante.
El poco honorable ataque molesta a Gorka. Separa con fuerza su arma para convertirla en dos y, aunque ahora tiene que aproximarse mucho más para hacer contacto, lo consigue. Esquiva con avidez cada batacazo que Rómulo lanza. Se acerca lo suficiente como para volver el arma de su contrincante casi obsoleta; una espada es poco útil a corta distancia. Cuando sus pies alcanzan la misma altura, mi esposo se inca de manera ágil sobre una de sus piernas y logra realizar un corte profundo en la pierna del príncipe, haciendo que este se desestabilice. Al levantarse aprovecha la efímera distracción para herir de la misma manera su brazo, obligándolo a soltar la espada.
Mi esposo no quiere que el combate termine pronto; de hacerlo, ya lo habría matado. Cuando se levanta, se aleja unos cuántos pasos de manera prepotente. Quiere que Rómulo se ponga de pie nuevamente. Al momento de dar la vuelta para quedar cara a cara, Gorka tiene la oportunidad de asesinarlo, pero opta por empujarlo con una patada en el estómago. Rómulo aterriza sobre la mesa de armas. Esta no se rompe, pero sí cae al suelo. El general de Regno trata de apuñalarlo nuevamente, pero su rival consigue girar antes de que el acero atraviese su costado. El heredero al trono de Northbey recoge una daga que cayó cerca de él para defenderse. En cuanto logra ponerse de pie, intenta acribillar a su adversario. Consigue arañarle la mejilla y realizar una arpadura en su abdomen.
—No van a detenerse —afirmo mirando a Damián—. Tenemos que hacer algo antes de que se maten.
—Cualquiera que intente acercarse terminará herido. —Tiene razón, avanzar hasta ellos no es una idea razonable. La magia deberá ser suficiente.
—Geli... —comienzo a decir un hechizo, pero Damián baja mi brazo antes de que consiga terminarlo. Lo miro confundida —. Voy a inmovilizarlos, eso hará que paren.
—¿Y si solo consigues darle a uno? Están en movimiento Adalia. Si algo sale mal, el otro desgarrará la garganta del que resulte petrificado.
La herida que Rómulo ahora posee en la pierna izquierda provoca que sus pasos pierdan firmeza. Su rodilla cede un par de veces por el dolor punzante, dándole a Gorka mayor ventaja. Quiere herirlo tanto como le sea posible. Mi esposo consigue guiar al heredero de Northbey hasta acorralarlo contra un árbol, es el punto ciego del que hablaba Valeska. Con el filo del arma en su mano derecha trata de atacar nuevamente el cuello del Nobey con la intención de hacerlo perder la cabeza. Afortunadamente, no lo logra.
El hombre de pelo rizado, al elevarse nuevamente, pretende enterrar el filo de la daga en el torso del príncipe de Regno. Este último tiene que soltar sus armas para detener el camino del brazo de su rival. Sus miradas se cruzan, ambas muestran el mismo e intenso rencor acumulado. Gorka consigue cambiar la orientación del arma y la acerca peligrosamente al corazón de Rómulo. El Nobey trata de frenarla, pero la lesión en su brazo le resta fuerza. La hoja comienza a rasgar su piel.
No es hasta ese momento que tiene que recurrir a su última opción. Veo la piedra en su pecho brillar a la vez que un grito gutural sale con fuerza desde lo más profundo de su ser. Consigue transformarse, la fuerza que su forma de bestia le proporciona es suficiente para empujar lejos al general del ejército de Regno. Gorka cae al suelo, luce impresionado por el cambio que acaba de presenciar, pero ni siquiera por un instante se logra apreciar un atisbo de miedo en su rostro.
Rómulo pretende lanzarse sobre Gorka para asesinarlo. Siento que mi corazón va a parar de latir al no tener un hechizo para detenerlo. Cuando busco a Damián a mi lado este ya ha desaparecido. También ha dejado atrás su forma humana y, antes de que su amigo consiga con sus afilados dientes destrozar el cuello de mi esposo, este se abalanza sobre él para quitárselo de encima. Ambos ruedan en el suelo. El soldado de Northbey intenta someter a su superior para que este se calme, pero no lo logra. Los ojos amarillos del príncipe me hacen saber que solo lo guía la ira.
Aparta a su amigo a la vez que Gorka alcanza una de sus espadas gracias al tiempo que Damián consiguió darle. Se prepara para defenderse cuando Rómulo se acerca a él, pero antes de que puedan enfrentarse nuevamente, Agares interviene al aparecer en medio de ambos. El denso humo negro que se esparce con su presencia nubla la visión de los guerreros y los obliga a retroceder cubriendo sus rostro por escasos segundos.
Apenas se dispersa la oscura neblina, ambos guerreros lo examinan. Ninguno lo reconoce como un aliado. Su imponente aspecto los hace olvidar por un instante su rivalidad. Rómulo patea la segunda espada de Gorka para que este consiga alcanzarla. Ambos pretenden atacarlo, pero apenas van a dar el primer paso Agares rodea los ojos. Eleva y baja sus manos con fuerza. Con ese movimiento hace que ambos hombres se arrodillen ante él. A pesar de sus desesperados intentos de levantarse, el demonio es, por mucho, más fuerte que ellos.
Valeska, Damián y Seth se preparan para ayudarlos, sin embargo, al ver que los Drakirians se postran ante el demonio sin intervención alguna de magia, se detienen. Los niños, hombres y mujeres, sin importar su cargo, han bajado la cabeza ante el duque. Él examina que todos se encuentren en la posición adecuada. Mis compañeros se miran y optan por hacer lo mismo que nuestros anfitriones, pero yo me mantengo en pie.
Agares me mira fijamente cuando nota que sobresalgo entre la multitud agachada. En lugar de que su rostro refleje molestia, me dirige una media sonrisa. Tal vez mi actuar descortés comienza a causarle algo de gracia. Inclina con amabilidad la cabeza a modo de saludo, liberando a la vez a Rómulo y a Gorka. A ambos se les ha olvidado por completo el numerito que montaban.
—Hola, Adalia —pronuncia con su distintiva Lascivia.
—Gracias de nuevo.
—Es un placer.
Apenas los príncipes notan que ya no hay ninguna fuerza mágica sobre ellos, se ponen de pie. Ambos recibieron buenos golpes de su adversario, pero es fácil deducir por la gravedad de sus heridas que el heredero de Northbey no ha sido el vencedor. Ya ha retomado su aspecto humano, sus ojos me dejan apreciar lo furioso y adolorido que está. Pretende alejarse del lugar, pero apenas comienza a caminar, la lesión en su pierna lo obliga a tumbarse unos segundos al pie de un árbol.
Al ver la sangre adornando su cuerpo pretendo acercarme a él para poder sanarlo nuevamente, pero Gorka no me lo permite. Escupe las secuelas del golpe que recibió en batalla a la vez que con paso firme se aproxima hacia mí. Antes de que pueda avanzar demasiado, su mano rodea la parte superior de mi brazo con la intención de hacerme retroceder a su lado. Intento soltarme por instinto, sin embargo, eso solo provoca que su agarre se vuelva aún más sólido.
Noto como Damián detiene a su príncipe en su intento de levantarse para seguirnos. Obligo a mi mirada a no centrarse en la de él y a mis pasos a tratar de seguir el ritmo de los de mi esposo. Tropiezo un par de veces hasta que llegamos al interior de nuestra carpa, en donde por fin me suelta. Me mira furioso, con cada músculo de su rostro tenso y su imponente mirada amenazándome.
—Te lo pregunté una vez. Voy a volver a hacerlo ahora y será la última oportunidad que tendrás —habla con voz firme, aunque aún pretende mantener la calma—. ¿Qué pasa entre tú y Rómulo?
—Rómulo es mi amigo.
—¡No estoy ciego, Adalia! —esta vez grita y yo no sé por qué pierdo la capacidad de defenderme. Nunca lo había hecho—. ¡Ninguno de los hombres que están allá afuera lo está y acabas de ponerme en ridículo frente a ellos!
—Gor...
—Te he tratado con respeto, te he dado tu lugar y te he cumplido más caprichos de los que mereces. Lo único que te pido a cambio es honestidad, así que piensa bien en tus palabras.
Sé que sería más sencillo hablar con la verdad. En estos instantes creo que incluso lo comprendería, pero se marcharía junto con sus tropas y la vida de Rómulo. Se me encoge el corazón por tener que mentirle nuevamente a pesar de que sé que es mi única alternativa y el papel que debo cumplir por el grupo. Con dolor en el pecho, me obligo a hablar.
—Rómulo es mi amigo y tú eres mi esposo. Siento mucho si te avergoncé frente a los Drakirians, no volverá a suceder. —Gorka me examina sin creer una sola palabra que sale de mi boca.
—Si vuelvo a tener motivos para dudar de tuspalabras sacaré las vísceras del cuerpo de tuamigo y alimentaré a los dragones con ellas, ¿fui claro? —Asientodirigiendo mi mirada a un costado, sintiendo cómo toda la confianza que habíaadquirido en los últimos meses desaparece, haciéndome sentir de nuevo como unaprincesa vacía a la sombra de su esposo.
Hola, hola.
Siento mucho la tardanza, me ha entrado un bloqueo de escritor brutal. Espero que lo hayan disfrutado a pesar de todo. En esta ocasión "oportebit" se traduce del latín como "deber". Nos leemos pronto.
—Nefelibata
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