Capitulo treinta: Divina Caritate
Los Drakirians nos acogieron como si de nuestra casa se tratase. Ahora entiendo por qué Rómulo quería traerme aquí cuando la oscuridad amenazaba con consumir mi corazón. Su magia es increíblemente poderosa en todas sus facetas. Tienen una conexión maravillosa con su entorno y, a pesar de estar en el bosque negro, parecen traer equilibrio al lugar. Nutren su poder de las tierras sagradas, mostrando un profundo respeto y tomando solamente lo que el bosque les ofrece. Canalizan la energía del lugar de una manera suave y natural.
Ya hemos pasado seis noches en este majestuoso lugar que no deja de sorprenderme. No me acostumbro a estar rodeada de dragones. Siempre pensé que serían bestias salvajes por lo que Gorka me contaba de sus viajes cerca del Monte Frigstone, pero parece que estos gigantescos reptiles están acostumbrados a las personas. Todas los habitantes del lugar los veneran y, en gratitud, ellos les brindan su protección. No hace falta verlos lanzar fuego para ser intimidado, su imponente presencia hace temblar las piernas hasta del guerrero más osado. Me sorprende que Gorka sea el más interesado en aprender acerca de ellos.
No he vuelto a toparme con la oscura criatura que presume ser mi aliado. No me animo a hablar acerca de ella con los elegidos, pero nuestros anfitriones me han informado que se marchó del asentamiento tan pronto como nos pusimos a salvo. He estado ocupada atendiendo a los heridos que resultaron del valiente rescate que organizaron para nosotros. Los curanderos del lugar comparten sus remedios conmigo e intento hacer lo mejor que puedo por complementarlos con lo que me enseñó Remus. Hoy, los chicos se dedican a ayudar con los adornos que pondrán sobre las tiendas y los alrededores de la aldea para la fiesta de Yule. Mi esposo está ocupado cuidando de los enormes dragones y Rómulo... bueno, él está deshecho.
—Anda, Killian, sé útil y pásame ese muérdago. Debemos apresurarnos, la gran noche está cerca —ordena Valeska.
—Esto es una idiotez... —murmura Seth mientras anuda cordones celtas. Killian fue obligado por nuestra amiga a ayudarla a decorar las tiendas de campaña de nuestros anfitriones.
—Creo que... es una buena manera de distraer la mente —le contesto mientras preparo la pomada que Remus me enseñó a hacer para reducir la hinchazón de las heridas.
—No es momento de distracciones, es momento de prepararnos. ¿Qué tal que Lilith vuelva a atacarnos?
—No lo sé, no parecía tan fuerte como la primera vez que la vi.
—¡Ya está! —grita Vale emocionada y se aleja para admirar su trabajo—. Esa fue la última tienda, ¿no quedaron hermosas?
—Vaya, realmente te gusta Yule, ¿no? —expresa Damián sonriendo mientras se acerca con leña en brazos junto a Gorka.
—¡Claro que me gusta Yule! Es el momento más feliz del año. Todos se reúnen, comen mucho, el árbol, la enorme hoguera...—se puede notar la ilusión en su cara, pero al ver que los chicos no comparten su emoción, se gira a mí en busca de ayuda—. Adalia, dime que estás conmigo en esto.
—Yo... he leído sobre la festividad, pero nunca la he celebrado. En Westperit y Regno se considera una fiesta pagana, una celebración de brujas y, por lo tanto, algo prohibido.
—Puede que no sea tan malo como pensábamos —interrumpe Gorka con ánimos de mejorar el ambiente—. Además, te gustaban las luces en el cielo de Regno en esta época del año.
—Les prometo que va a ser la mejor fiesta de su vida —sonríe Vale y se aleja de nosotros para seguir con los preparativos. Los hombres y yo cruzamos miradas.
—Además de la señorita positiva, todos aquí opinamos que no deberíamos estar perdiendo el tiempo, ¿cierto? —cuestiona Seth cuando ella ya se ha ido.
—Mientras no tengamos un plan, realmente no puedo quejarme de este lugar. Hay comida, agua, refugio, dragones y un grupo de Drakirians cubriéndonos la espalda. No veo por qué no esperar aquí —opina Killian—. Además, las heridas de Rómulo no han sanado. Se supone que es nuestro líder y siendo sinceros, sin su magia, es tan inútil como el resto de nosotros. —Mal momento para decirlo. Rómulo apenas sale para ir al baño, pero justo ahora, tenía que pasar junto a nosotros.
A pesar del buen humor que hoy irradia Valeska y lo maravilloso del lugar, el ambiente aquí no ha sido muy agradable. Los Drakirians rinden tributo a sus muertos, muchos de ellos sufrieron graves lesiones o perdieron alguna extremidad al combatir con las furias. Sin orgullo, confieso que nosotros no hemos sido los mejores invitados.
Killian tiene un aura negativa que parece gripe en invierno, contagia a todos. Está aterrorizado por los recientes sucesos y bloqueó su magia aún más, si es que eso era posible. Seth necesita con urgencia salir de esta aldea, exige que nuestro líder planifique el siguiente ataque. Valeska sigue teniendo esas extrañas visiones de las que no quiere hablar, le provocan náuseas y unos espantosos dolores de cabeza que no he logrado calmar. Gorka, aunque se esfuerza, apenas comprende la magnitud del problema que nos acecha. Yo no he digerido el hecho de que mi tío planeó esto desde el día de mi nacimiento... Aliándose con Lilith, asesinando a Calum, maldiciendo a mi padre. Luego está Rómulo, quien al quitarle su magia también se llevaron con ella el sentido de su vida.
—Ups... —se disculpa Killian, pero el príncipe apenas le dirige una mirada de reojo. Ninguno le da mucha importancia y continúan con sus tareas.
Gorka deja la madera que llevaba en el suelo y se sienta a mi lado. Me observa mientras junto todos los ingredientes en la cazuela de porcelana con gran atención. Al ver cómo encanto la mezcla para aumentar su efectividad, no muestra ningún signo de perturbación o miedo. Realmente sigue esforzándose para que entre nosotros funcione y el afecto que siento por él me impide alejarlo por completo.
—Deberías hablar con él —dice apenas termino de preparar la pomada.
—¿Con quién?
—Con Rómulo. —Dejo la piedra con la que aplasto los ingredientes para mirarlo. Busco algún indicio en su mirada de si lo que acaba de decir es una especie de prueba, parece notarlo—. No entiendo completamente la situación. Nadie ha querido darme detalles para que lo haga, pero entiendo que él tiene un papel importante.
—Gorka... —comienzo a hablar para excusarme del por qué no puedo contarle lo que pasa, pero me interrumpe.
—Respeto que no quieran compartir sus secretos conmigo. Después de todo, carezco de magia y el reino que algún día gobernaré se ha declarado enemigo de la hechicería. Me dan igual los detalles, ¿sabes por qué? Porque sé acerca de guerras. Si quien debe guiarlos está en tan mal estado, no tendrán oportunidad.
—No quiere ver a nadie. A Damián le gritó tanto que casi pierde la voz.
—Adalia, ambos sabemos lo terca que eres. Si hay alguien capaz de hacer que entre en razón, eres tú. Y sí, debo admitir que siento celos cada vez que tienes una conversación con él, pero confío en lo que me has dicho: que solo es tu amigo. Confío en ti. — Sus palabras me golpean como un puñetazo en el estómago. Suelto un suspiro y Gorka toma mi mano para besarla—. Me uniré a los Drakirians en la cacería. La cena de Yule es mañana y tendré la oportunidad de explorar el bosque. Espero que no te moleste que no duerma contigo esta noche.
—No, solo ten mucho cuidado. No quiero perder a alguien más.
—Regresaré antes de que notes mi ausencia. —Me sonríe y yo coloco el brebaje a un lado para darle un abrazo de despedida. Me corresponde con fuerza depositando un beso en mi frente.
Apenas se va para preparar sus armas decido por primera vez escuchar sus palabras. Entrego la pomada que he preparado en manos de una sanadora y me encamino hacia la carpa de Rómulo. Su tienda está apartada del resto de la aldea, un reflejo de su estado emocional. Si antes su mal humor era notable, ahora se ha vuelto insoportable. Ha rechazado la comida, evita que curen sus heridas y lanza gritos a cualquiera que trate acercarse. Yo no lo he intentado, temerosa de recibir la misma hostilidad. No deseo otra mirada fría de su parte.
Pronuncio su nombre un par de veces cuando finalmente estoy frente a su refugio. No recibo respuesta alguna. Aunque la idea de retirarme cruza mi mente, me rehúso a seguir siendo ignorada por él. Luego de un rato, reúno el valor necesario para entrar sin su permiso.
Lo encuentro de pie, su cabello aún húmedo sugiere que acaba de tomar un baño. Sus pantalones están mal puestos y aún no se ha colocado la camisa. Que no se mal entienda, no es nada atractivo lo que veo. Está descuidado, con heridas visibles, ojeras marcadas y sin afeitar, a pesar de que se le proporcionaron navajas. El lugar está tan desordenado como su vida. Las cobijas están arrugadas, la ropa sucia en el suelo y los zapatos desordenados... está hecho polvo. Siento en el corazón un punzada al verlo en este estado, siempre se ha mostrado como un tipo fuerte ante todos.
—¿No te da vergüenza que alguien entre y vea este desastre? —pregunto bromeando, intentando sacarle una sonrisa, pero no lo logro.
—Este desorden hace que las personas quieran irse —me responde, con su mirada amarilla fija en mi tratando de intimidarme. No puedo decir si su enojo está dirigido hacia mí o hacia el mundo en general—. Así que sería mejor que te fueras.
—No pienso hacerlo.
—Adalia, quiero estar solo. —Su voz es firme, pero no voy a ceder tan fácil. Ignoro sus advertencias. Me acerco y recojo su ropa, colocándola en su lugar. Sé que mi presencia lo está irritando. Tensa su mandíbula y pasa su mano por su cabello mientras yo trato de arreglar un poco el desorden del lugar. Cuando por fin encuentro una camisa limpia, se la lanzo.
—Anda, vístete. Nos ayudarás con los preparativos para Yule y celebrarás mañana con nosotros. —Él rodea los ojos en respuesta.
—¿¡Qué se supone que voy a celebrar!? —Trata de no gritarme, pero ganas no le faltan. Su voz es una mezcla de frustración y contención. Sus ojos me miran con una intensidad que no había visto en mucho tiempo. La ira se refleja en su mirada—. ¿¡Celebro que no pudimos quitarle el maldito libro a ese asqueroso demonio y a tu tío!? ¿¡O el hecho de que no tengo idea de si mi padre y el resto del pueblo siguen con vida?! ¿¡Debería brindar por los cadáveres que hemos tenido que enterrar en estos días!? ¿¡Qué celebro, Adalia?! ¿¡Que soy un maldito protector de magia que perdió sus poderes!?
—¡Todos la estamos pasando mal, Rómulo! —Mantengo mi mirada fija en la suya, sin mostrar miedo ante su furia. Si pretende intimidarme para alejarme de él no va a funcionar—. Demonios, ¿crees que yo no estoy destrozada por dentro? Mi tío asesinó a mi hermano y a mi padre lo dejó sin más vida que a un vegetal. Estoy asustada, decepcionada, devastada... Siento un nudo en la garganta todo el tiempo, tengo ganas de destrozar todo a mi alrededor y soltarme a llorar todo el día, pero eso no me da derecho a tratar mal a los Drakirians que fueron a rescatarnos, ni a gritarles a mis amigos. —Rómulo coloca las manos en su cabeza, caminando de un lado a otro apretando su cabello—. Mis heridas eran peores que las tuyas, pero ya sanaron porque dejé que me trataran. Tú has rechazado a todas las sanadoras que entran. Apenas has probado bocado, ¿cómo piensas recuperar tus fuerzas?
—Sin mi poder, no soy digno de que nadie use el suyo para tratarme —dice acompañando sus palabras con bruscos movimientos de manos.
—Estamos perdiendo tiempo valioso, Rómulo. Y no olvides que tienes tu collar. Si aún puede cambiar el color de tus ojos, seguramente todavía tienes la capacidad de cambiar de forma. No eres solo un humano.
—¿No lo entiendes, Adalia? Si no tengo magia no tengo absolutamente nada.
—¿Ah, de verdad? —mi respuesta lo afecta y puedo ver el dolor en su rostro, pero no retrocede.
—La profecía dice...
—La profecía no dice que los cinco elegidos deben tener su magia, dice que deben estar unidos —lo interrumpo antes de que dé otra excusa—. En el jardín, el día que hiciste esa mariposa roja para mí, me dijiste lo que tu marca representaba. Dijiste que el árbol era fuerza, fe, vida y el responsable de proteger a todos. Eres nuestro líder, Rómulo. El grupo necesita que representes eso, no a un hombre que se rinde ante la primera derrota.
Veo cómo el amarillo en sus ojos gradualmente se transforma en un púrpura profundo. No es mi intención herirlo, pero sé que le hacía falta escuchar las cosas con franqueza. Impotente, con cada músculo de cuerpo en tensión, trata de calmarse sentándose sobre las cobijas y recargándose en el mástil que sostiene la carpa. De verdad intento representar la inspiración con la que describen al Awen en los libros. No me acerco, pero lo miro esperando a que él me dé alguna señal de que puedo hacerlo. Sus nudillos están blancos por la presión de sus puños. La rigidez en su rostro hace que resalten las venas de su cuello. Le doy espacio para respirar antes de continuar hablando, pero me sorprendo gratamente cuando él lo hace primero.
—¿Podrías sanarlas...? —me pide, señalando sus heridas. Luce derrotado, nunca pensaría que es la misma bestia que conocí el día del torneo. Me acerco, arrodillándome a su nivel para colocar mis manos sobre las marcas que Lilith dejó en su piel. Poco a poco, los moretones empiezan a desvanecerse y las heridas comienzan a cerrarse. La inflamación disminuye también. Repito las palabras varias veces, viendo cómo mejora significativamente. Aunque quedan algunos arañazos y las marcas de las manos del demonio se mantienen como quemaduras en su piel, está en mucho mejor estado que antes—. Y pensar que hace unos meses no sabías nada del latín o la magia.
—Tuve un buen maestro. —Le sonrío—. Eso de que no eras digno era puro cuento tuyo, solo querías que yo viniera a cuidarte. —Finalmente, Rómulo deja escapar una risa, aunque de manera muy suave.
—Hubiera preferido que me ayudaras en la ducha. —Lo empujo juguetonamente riendo.
—Todavía puedo echarte una mano. —Le dirijo una sonrisa amable a la vez que alcanzo la navaja que yace sobre la mesa.
Utilizando magia, hago que los utensilios necesarios floten en el aire a mi alrededor para arreglar el desastre en su rostro. Con cuidado, levanto su mentón para preparar su piel, asegurándome de no causar irritación. No ofrece resistencia alguna, de hecho, encuentro adorable cómo sigue mis indicaciones, incluso metiendo los labios cuando se lo pido para que pueda deshacerme de esa barba descuidada. Trabajo con precisión, evitando cualquier corte accidental... eso arruinaría el momento. Una vez termino, tomo una toalla para limpiar y secar su rostro. Ahí está nuevamente el semblante del hombre fuerte que conozco.
—Mucho mejor —digo, y él me responde con una sonrisa apagada. El destello de su tristeza sigue presente. Cuando acaricio sus mejillas para darle consuelo, puedo notar la sombra de la nostalgia pintando su mirada de un morado diferente, uno que no es solo tristeza.
—Gracias... —susurra, y toma mi mano para retirarla suavemente, a fin de deshacerse de mi tacto. Comienzo a sentirme avergonzada por el gesto, pues tengo presente que la repentina aparición de Gorka en mi vida volvió a alejarnos. Volteo la cara solo porque sé que si sostengo un solo segundo más su mirada no podré abstenerme de besarlo.
Hago que todas las cosas regresen a su lugar con la intención de retirarme lo antes posible. Sin embargo, antes de que pueda ponerme de pie, el príncipe decide dejar de lado su orgullo. Con un suspiro de rendición, toma mi muñeca para que permanezca a su lado. Me atrae hacia él con firmeza, envolviéndome en sus brazos, y siento una calma que pensé perdida. Coloco cada una de mis piernas al costado de las suyas para poder sentirlo tan cerca como me sea posible. Me aprieta con fuerza y yo hago lo mismo con él, tratando de explicarle sin palabras lo mucho que lo he echado de menos.
—En verdad lo siento —pronuncio sincera, pero él niega.
—Lamento lo que dije en el calabozo, no debí gritarte. Sé que no hay excusa, es solo que estaba asustado por todo lo que estaba pasando. Además de que no soporto verte con él.
Aprieto los labios, sintiendo como un vacío se forma en mi estómago. Rómulo cierra los ojos y apoya su frente en mi pecho, atrayéndome hacia él. Siento cómo guarda mi aroma en su memoria, y yo beso su frente mientras acaricio su cabello. Trato de devolverle un poco de la paz que él me inspira con su tacto. Cuando vuelve a alzar la vista sus ojos me muestran un rojo intenso. Me quiere, realmente lo hace. Su mano se desliza desde mi abdomen hasta la piedra en mi cuello. El color del collar coincide con el de su mirada. Me tranquiliza que la piedra le haga saber que siento lo mismo por él.
Llevo mi boca a la suya de inmediato, nuestros labios se encuentran apasionadamente. Necesito sentirlo cerca, la urgencia y la necesidad se hacen palpables en cada caricia. Nadie va a interrumpirnos esta vez, necesitamos terminar lo que comenzamos el día que irrumpió en mi habitación en Northbey. No pienso en las consecuencias, ya tendré tiempo después para preocuparme por ellas. No hay lugar para la incertidumbre o las dudas, solo existe el deseo de estar juntos. Sus dedos comienzan a buscar los amarres de mi vestido y ágilmente los deshace para introducir sus manos bajo la tela con el fin de que ni siquiera ella nos separe. Sus manos recorren mis muslos desnudos, haciendo que sienta la necesidad de pegarlo aún más a mi cuerpo.
Por un momento, se separa ligeramente de mí, buscando mi consentimiento con la mirada para continuar. Sin dudar un segundo, mis brazos se elevan para permitir que mi vestido sea retirado. Toma la tela hasta sacar la prenda por arriba de mi cabeza. A pesar de ser consciente de mis defectos, el hecho de estar casi desnuda frente a él no me cohíbe. Se echa para atrás unos momentos para admirar mi cuerpo. Nunca nadie me había mirado con tal adoración y deseo. Es una atención y admiración que nunca había sentido antes, una mezcla de cariño y lujuria que hace que mi pulso se acelere. Siento un anhelante dolor crecer entre mis piernas cuando recorre cariñosamente mi pecho con su pulgar a la vez que discretamente lame su labio inferior. Su respiración se torna pesada.
Sus labios vuelven a encontrarse con los míos, y con un suave pero decidido movimiento, cambia la posición de nuestros cuerpos. Me recuesta sobre las cobijas donde ha pasado sus noches, sin separarse un solo segundo de mi boca. Se coloca sobre mí, entre mis piernas, desviando su peso hacia sus rodillas para no lastimarme. Aún con sus pantalones puestos, siento el roce de su entrepierna contra la mía mientras comienza a moverse en un ritmo lento pero intenso. Coloco mis manos en sus caderas, impulsándolo con suavidad y sincronizando nuestros movimientos, deseando más.
Hago que se separe solo para permitirme desabrochar su cinturón. Me deja hacerlo con una enorme sonrisa en la cara. La poca ropa que queda entre nosotros desaparece rápidamente, quedando expuestos y, a la vez, sintiéndonos más a salvo que nunca. Nos perdemos el uno en el otro entre besos, caricias e indescriptibles sensaciones de placer. Se me eriza la piel al sentir cómo reparte besos o pequeños mordiscos por todo mi cuerpo y no pierdo la oportunidad de responder de la misma manera, explorando su piel con deseo y necesidad.
Se nublan mis pensamientos al sentir sobre mi estómago lo preparado que está por y para mí. Su mirada ardiente se posa sobre mi mientras con una mano sostiene ambas mías sobre mi cabeza, mientras que con la otra se asegura de que esté tan lista como él. No puedo evitar abrir la boca al sentir sus dedos entrar y salir de mí con avidez, sin olvidarse de atender mi punto más sensible con el pulgar. Necesito tocarlo, pero su agarre no me lo permite. Tampoco me deja callar con su boca los gemidos que emite la mía. Su deseosa mirada no se aparta de mi rostro. Guarda en su mente cada expresión que se forma en mi cara hasta el momento en que mis piernas tiemblan, informándole que ha logrado su cometido. Al notarlo, sonríe con esa adorable altanería mientras se acerca a mi oído.
—Ni toda la magia de los cuatro reinos se compara con lo que acabo de ver —susurra y yo no puedo hacer más que sonreír sintiendo un escalofrío recorrer mi piel ante su confianza.
Hago que se siente para colocarme sobre él, pues no será el único que tome el control y, de cualquier modo, siempre ha disfrutado que lo rete. Guio su miembro a la posición adecuada y me deslizo sobre él, sintiendo cómo me penetra. Ambos soltamos un suspiro de alivio. Si antes creía estar completa era porque no conocía la sensación de tenerlo dentro. Me aferro a su espalda y lo beso, sintiendo como nuestros cuerpos dejan y vuelven a ser uno mismo una y otra... y otra... y otra vez...
Hace desaparecer cualquier miedo o duda en mí. Lonecesito a él. Solo a él.
Hola, hola.
No saben los colapsos que Ginna Riascos tuvo que aguantar en mis dudas de este capítulo. Espero que al final lo hayan disfrutado. Pequeño espacio para agradecerle por llegar a mi vida y salvar mi 2020 con su amistad. Ella es de las pocas cosas buenas que me han pasado este año. La amo un montón y, además, es muy talentosa. Si les gusta el romance vayan a leer "En Temporada de Lluvia", es una joya.
Sección de memes:
—Nefelibata
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top