Capítulo diecisiete: Transfuga

Me despierto abruptamente al sentir una tenebrosa presencia cerca de mí. Reviso mis manos para asegurarme de que la oscuridad no haya regresado, soltando un suspiro de alivio al notar que estoy libre de ella. A pocos metros de distancia, Rómulo yace profundamente dormido, descansando sobre su brazo izquierdo. Su expresión denota agotamiento absoluto. Los suaves rizos de su cabello caen delicadamente sobre su frente, tiene la boca entreabierta y la mejilla presionada contra el bíceps. Sabía que no podría resistir otra noche sin dormir, pero al menos logró mantener el campamento a salvo. Definitivamente tiene que dejar de dormirme con ese hechizo.

—Así que decidiste volver. —Escucho una profunda voz que me resulta familiar. Un escalofrío recorre mi columna vertebral y mi cabello se eriza en la nuca—. Realmente tienes ganas de morir.

Giro para enfrentar de nuevo al oscuro ser que me ayudó a encontrar a Rómulo la primera vez que entré aquí. Estaba preparada para ver una sombra distorsionada, pero la realidad es diferente. A mi lado hay un hombre de ojos claros, sentado con una media sonrisa en el rostro. Viste pantalones negros y una camisa verde que deja su pecho al descubierto. Su mirada exuda una tentación lóbrega que me obliga a apartarme de él.

—¿Pero...? —digo confundida y él inspecciona su cuerpo.

—¿Te sorprende verme en esta forma? Fue el primer recipiente que encontré. Aquí entre nos, prefiero habitar el cuerpo de una mujer.

—¿Cómo lograste burlar los hechizos de protección?

—Veo que tu rudeza no ha cambiado. —Niega, fingiendo estar decepcionado—. Esperaba al menos un poco de gratitud o un simple saludo. Después de todo, Rómulo no te habría encontrado sin mi ayuda.

—Gracias. —Me dirige esa sonrisa lasciva de nuevo y luego observa al príncipe.

—Sabes que no te está contando toda la verdad, ¿cierto?

—Debe tener sus razones. Confío en él. —Él se ríe.

—Es fascinante cómo la profecía empieza a cumplirse. No dejes que sus pocas virtudes te confundan. —Ruedo los ojos.

—¿Vas a revelar tu nombre ahora?

—Aún no. —Me sonríe—. Es mejor que se den prisa, Northbey está en peligro.

—¿Adalia...? —me llama Rómulo con voz cansada. El hombre a mi lado pone su dedo índice sobre sus labios, indicándome que no mencione su presencia, y luego desaparece. Creo que estoy empezando a volverme loca—. ¿Con quién estás hablando?

Rómulo bosteza y luego se incorpora. Aún no está completamente despierto; su rostro muestra señales de somnolencia y el brazo ha dejado una marca en su mejilla. No ha notado al extraño ser que atravesó sus defensas sin esfuerzo. Sea lo que sea, aunque no confíe plenamente en él, no puedo simplemente desacreditarlo. Él mencionó que Rómulo oculta secretos, ¿por qué yo no podría hacer lo mismo?

—Yo... A veces hablo mientras duermo —digo aún desorientada por mi conversación anterior. Sé que no me cree en lo absoluto, así que decido usar otra táctica para evadir su pregunta—. ¿Cómo puedes permitirte dormir? No vuelvas a usar ese estúpido hechizo sobre mí.

—¿"Estúpido hechizo"? —Me mira ofendido—. Desearías poder hacerlo.

—Fue increíblemente irresponsable. Pudimos haber sido atacados, devorados, cualquier cosa, mientras tú dormías plácidamente y roncabas más que un oso.

—¡Yo no ronco!

—Sí roncas. Y muy fuerte, de hecho. —Me lanzo una mirada boquiabierta, sorprendido por lo que estoy diciendo. Creo que lo que el príncipe esperaba era un agradecimiento sincero por permitirme descansar. Lo cierto es que no estoy enojada, pero es tan entretenido verlo perder la compostura.

—¡Lo siento si pasé la noche en vela asegurándome de que ese demonio no te matara! —exclama. Tengo que darle la espalda para montar a Sultán y evitar que note mi risa contenida—. ¡Apenas dormí un par de horas! ¡Es lo único de sueño que he tenido en dos días!

—¿Vas a seguir haciendo un berrinche o vas a mover tu real trasero al caballo para que podamos llegar a Northbey?

Me mira con sus ojos amarillos y le respondo con una sonrisa mientras tomo las riendas. En lugar de intimidarme, su mirada me resulta bastante cómica. Me debía una por haberme avergonzado con el asunto del beso anoche. Al menos mi plan funcionó y logré distraerlo de su intriga por mi conversación anterior. Ahora parece más molesto que preocupado. Sin esperar, él monta el caballo y tira de las riendas para comenzar a avanzar. Me río y lo sigo sin perder el ritmo.

Es cierto lo que le dije a ese ser. Confío en Rómulo, a pesar de cómo se comportó conmigo inicialmente. Después de todo, si uno de ellos hubiera sido prisionero en Westperit o Regno, no habrían dudado en ejecutarlo en menos de una semana. El príncipe me ha rescatado en varias ocasiones, así que si su intención fuera hacerme daño, no estaría haciendo un gran trabajo. Sospecho que, aunque no quiera admitirlo, le importo de alguna manera... o tal vez le importa mi magia; aún no he decidido. Aunque me corroa la curiosidad por conocer todas las respuestas, mi título nobiliario ya no tiene peso. No puedo exigirle nada.

Después de horas de cabalgata en silencio, finalmente emergemos de ese laberinto mortal dejando detrás de nosotros los gigantescos árboles. Me dedico a contemplar el paisaje que nos rodea hasta que un olor a quemado llega a mis narices. Es como si una gran cantidad de madera estuviera ardiendo. Rómulo también lo percibe. Levantamos la vista para identificar la fuente del olor. A varios kilómetros de distancia, Northbey está envuelto en llamas.

Mi mirada se desplaza hacia el príncipe, pero él continúa cabalgando a toda velocidad para llegar a su pueblo. Cuando al fin llegamos, Rómulo sigue directo hacia el castillo, pero yo detengo mi avance al escuchar el grito angustiado de una mujer acompañado por el llanto de su hijo. Su casa está siendo devorada por las llamas. Jalo las riendas de Sultán, guiándolo hacía su dirección. Si he sido capaz de iniciar un fuego, no debería ser tan difícil extinguirlo.

Desciendo del caballo y me aproximo a la edificación que amenaza con colapsar. Dado que la puerta está debilitada, consigo derribarla con algunas patadas, liberando una repentina oleada de humo que me hace toser y nubla mi visión al golpear mi rostro. Protejo mi nariz con el antebrazo y entro con determinación. El calor me abruma y mis ojos arden, pero persisto en mi búsqueda por encontrar a la mujer y al niño en peligro.

—¡Por favor, ayuda! —escucho el grito desesperado de la mujer entre lágrimas, y así logro localizarla.

Cuando estoy cerca de ella, noto que su pie está atrapado bajo una de las vigas en llamas que antes sostenían su techo. Sin esfuerzo, utilizo la magia para hacerla levitar y liberarla. La mujer intenta arrastrarse, y yo la ayudo a ponerse en pie, pero sus piernas están gravemente heridas. Ella me entrega al bebé, y sus ojos están completamente oscurecidos por el miedo y la angustia.

—Sálvalo —me súplica—. Por favor, sácalo de aquí.

Sé que teme por la vida de su pequeño, pero me rehúso a dejarla atrás. La adrenalina, la presión o la culpa por no poder salvar a alguien debido a mi falta de conocimiento, desencadena en mí una sensación que nunca había experimentado.

—¡Ponet manum! —grito, sin entender del todo cómo logro hablar en latín, una lengua que apenas comprendo.

Incluso yo me sorprendo al ver cómo las llamas retroceden. Nuestras respiraciones están agitadas y el bebé sigue llorando. Como el techo aún podría colapsar sobre nosotros, ayudo a la mujer a salir del lugar lo más rápido posible. No estoy segura si seré capaz de repetir el mismo acto con todas las demás casas.

—Gracias... —me susurra ella con voz apenas audible debido al dolor que las heridas en sus extremidades le provocan—. ¿Por qué el rey nos haría esto? —dice entre lágrimas, y me sorprende. Si bien sé que el rey es un miserable, no logro entender qué motivo podría tener para decidir masacrar a su propio pueblo.

Al girar mi mirada, me encuentro con los guardias, y me quedo atónita al verlos luchando entre sí. Un bando provoca que las llamas se eleven, mientras que el otro intenta apagarlas. La escena es de caos y destrucción, con cuerpos ya sin vida esparcidos por la tierra quemada. Observo cómo Damián se esfuerza por salvar a una familia y les indica que corran lo más lejos posible del castillo, pero sin adentrarse en el bosque.

—¡Damián! —lo llamo y él me mira confundido.

—¿¡Qué haces aquí!?

—No hay tiempo para explicaciones. ¿¡Qué está sucediendo!?

—¡No lo sé, Adalia! El rey ha perdido la razón. Ordenó que quemáramos las casas del pueblo. Cuando nos negamos, intentó asesinarnos, pero algunos guardias lo obedecieron sin cuestionar.

—Puedo ayudar. Intentaré apagar el fuego en más casas.

—¡No! Es demasiado peligroso que te quedes aquí. Debes alejarte, sigue al pueblo.

—No puedo quedarme de brazos cruzados mientras estas personas quedan atrapadas. —Damián niega, pero sabe que no abandonaré el lugar.

—Si deseas ayudar de alguna manera, entonces evita que los aldeanos se dirijan al castillo. —Asiento y me dispongo a montar a Sultán, pero Damián me detiene—. Adalia, ten mucho cuidado.

—Tú también.

Él asiente y ambos nos apresuramos a cumplir con nuestras respectivas tareas. La exitosa realización del hechizo previo me llena de confianza. Parece que algo dentro de mí ha despertado, algo que permaneció dormido durante toda mi vida. Logro controlar las llamas para formar una muralla entre los ciudadanos y los soldados que intentaban dañarlos. A pesar de que el lugar ha sido consumido por el fuego, aún quedan vidas por salvar. Los aldeanos corren agradecidos mientras me sumo a los esfuerzos de Damián para rescatarlos.

Al acercarme al castillo, veo que Morgan está siendo acorralado por uno de los caballeros. Rápidamente bajo de Sultán y tomo la espada de uno de los cadáveres que yacen en el suelo. Aunque solo he tenido práctica con un palo, no tengo muchas opciones en este momento. La espada es sorprendentemente pesada en mis manos, y sé que solo podré usarla para defenderme. Cuando veo al hombre mover su filo en dirección al anciano, interpongo la hoja de mi nueva arma para detener el golpe.

El soldado me mira con ojos amarillos, llenos de furia. Morgan se arriesgó por mí antes de siquiera conocerme, y siento que es lo mínimo que puedo hacer por él. El soldado gira su atención hacia mí y nuestras espadas chocan en un enfrentamiento donde claramente él es quien tiene ventaja. Siento un temor real por mi vida mientras apenas logro detener o esquivar sus fuertes ataques. Creía que Rómulo usaba demasiada fuerza conmigo en los entrenamientos, pero no es nada comparada con la que ahora está usando este hombre para atacarme. Cada uno de sus golpes es como un embate feroz que me empuja hacia atrás.

Su espada salpica, goteando la sangre de sus recientes víctimas. Aunque milagrosamente logro impactar su cuerpo una o dos veces, mi fuerza no es suficiente para romper la malla que lo cubre. Los aldeanos que observan la escena saben que mi tiempo en este combate es limitado. Con su espada, que es más grande y pesada que la mía, parte en dos el metal con el que pretendía defenderme. Realiza un hechizo que levanta mis pies del suelo, haciendo que choque contra la pared de ladrillos.

No logro reincorporarme con suficiente rapidez. Él se acerca con paso firme, listo para cercenar mi garganta, pero no lo logra. Morgan, junto a los Nobey que me vieron ayudar a los habitantes del pueblo, lo empujan con magia. Logran detenerlo lo suficiente para que yo me aleje de su alcance. No tengo intención de matarlo; nunca he arrebatado la vida a nadie.

—Somnum —pronuncio con determinación el hechizo que Rómulo usó conmigo, y mi agresor cae rendido al suelo. Morgan no pierde tiempo y se aproxima a mí.

—¿Dónde estabas? —pregunta con preocupación mientras examina mis manos—. Ya no están negras, ¿qué hiciste?

—Te lo explicaré luego —respondo, apenas recuperando el aliento. Sin embargo, me doy cuenta de que más caballeros se acercan rápidamente hacia nosotros—. Deben alejarse del castillo, yo les daré tiempo.

—¡No! Tú vendrás conmigo. Eres mi responsabilidad.

—Lo lamento, Morgan.

Aprovecho nuevamente el elemento responsable delcalor para crear una muralla de fuego entre los ciudadanos y los soldados. Através de las llamas, veo a Morgan mirándome preocupado, y le lanzo una miradade despedida antes de comenzar a correr. Los hombres me persiguen, con solo mispoderes como arma. Deberían ser más que suficientes. Entro al castillo,corriendo por los pasillos en un intento de perderlos, pero no lo consigo.Termino atrapada literalmente entre sus espadas y la pared.

Hola, hola.
Antes de que me reclamen la incoherencia, sí hay una razón por la que Adalia repentinamente logró usar sus poderes. En esta ocasión, "Transfuga" se traduce del latín como "desestor".  

Yo quiero teorías sobre quién o qué es la criatura del bosque.

Recuerden que a partir de hoy, las actualizaciones serán únicamente los viernes y en ocasiones especiales (que probablemente habrá varias).
Aún estoy considerando subir otro capítulo hoy ya que las 1k vistas se lograron en la madrugada ❤️.

Sección de memes:

Nos leemos pronto. 

—Nefelibata

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top