Capítulo cuarenta y tres: exploratorem

Coloco sobre la frente de Valeska una tela previamente remojada en agua helada. A pesar de que ya hace un par de horas que tuvimos que sacarla del salón, aun puedo escuchar a lo lejos la música. Mi cuarto estaba más cerca que el suyo, por lo que la trajimos aquí. Los chicos volvieron a la fiesta después de que ella les gritara que lo hicieran pues, aunque estuvieran aquí, no podían ayudarla y a ella realmente le molesta que la vean en este estado. Es uno de los peores ataques que ha tenido desde que la conozco. Su respiración es agitada, hace apenas unos minutos se calmó el agonizante dolor. Intenté con todos los hechizos, pero ni siquiera así conseguí controlarlo. Volvió el estómago un par de veces y, entre sollozos, me pidió disculpas por haber ensuciado mi vestido y las sábanas. Su frente está que arde, sus extremidades temblorosas.

—Necesito papel y una pluma... —me dice aún con los ojos cerrados.

—Lo que necesitas es descansar, Vale.

—¡Si no lo dibujo lo olvidaré y no servirá de nada!

—De acuerdo, de acuerdo. No grites o te dolerá más la cabeza.

Me separo de ella para buscar algo que le pueda servir. Me acerco a las cosas de Gorka, pues seguramente debe tener algún pergamino en blanco. Sé que no le gustará que revuelva los papiros, pero no tengo tiempo para revisar qué sirve y qué no. Tomo varios de sus mapas y les doy la vuelta al acomodarlos sobre una mesa más pequeña que no me cuesta acercar hasta donde está mi amiga. Mi esposo parece haber acabado con todo el contenido de los tinteros, por lo que tomo de la fogata algunos carbones fríos.

—¿Esto sirve? —pregunto y ella asiente. Apenas consigue abrir los ojos y sentarse, aún con mi ayuda le resulta imposible mantener la postura. Recostada de lado alcanza a dibujar solo algunos cuántos trazos antes de volver a su posición inicial.

—Te traeré agua, ¿de acuerdo?

Ni siquiera me contesta, pero hago lo dicho. Después de hacerla beber intenta dibujar nuevamente, pero no lo consigue. Suspiro, pues lo único que puedo hacer por el momento es esperar a que recupere sus fuerzas. Aprovecho ese tiempo para, con ayuda de mi magia, quitarme el incómodo vestuario y reemplazarlo por algo mucho más cómodo. Mojo mi cabello para deshacer el peinado y limpio mi cara. Aunque la fiesta siga, dudo mucho volver ahí.

—Oye, no tengo tanto talento como tú, pero puedes intentar describirme lo que viste y yo lo dibujaré por ti —le digo cambiando el trapo de su frente y terminando de limpiar de su cuello el vómito.

—Comienzan a desaparecer —me dice—. No consigo mantener la vista en ellas, cada vez son más borrosas.

—¿De qué hablas?

—Las visiones, Adalia. Estoy perdiéndolas.

—¿Se lo has dicho a alguien más? —Niega.

—Y tú no puedes comentarlo tampoco. Sabes lo que me obligarían a hacer. No puedes decírselo a nadie.

—De acuerdo, de acuerdo. Pero tenemos que hacer algo al respecto. Tal vez podríamos ir a la biblioteca y buscar respuestas en algún libro.

—No necesitamos buscar en ningún libro. Las dos sabemos por qué está pasando. —Tuerzo la boca. Sé que, aunque aparenta ser fuerte, Valeska no tiene la valentía para el horrible acto que su don requiere para poder desarrollarse plenamente.

—Hablaremos después de eso, ¿sí? Ahora necesitas descansar.

Paso el resto de la noche y el día siguiente controlando los dolores de cabeza de Valeska. Cuando pudo conseguir ponerse de pie nuevamente sin ayuda, la acompañé hasta su cuarto donde los guardias que Gorka mandó a cuidarnos (vigilarme) también permanecieron en todo momento custodiando la puerta. A pesar de que la mayoría de los invitados de Eastliberi estaban agotados por la exitosa fiesta de anoche, a lo largo del día se ofreció otro banquete y se celebró la inauguración del torneo. Yo no pude asistir, pero Seth, que venía a ver a Valeska cada par de horas, me informaba todo lo que pasaba.

Esta tarde se llevará a cabo la inauguración del torneo y mañana será el primer evento. Gorka permaneció al lado de sus padres para no perderlos de vista, por lo que no volví a verlo después de la fiesta. Uno de sus guardias trajo consigo el mensaje de que debía asistir a todas las competencias y, dado que Valeska ya no está en un estado crítico, opto por no discutir. Vuelvo a quedarme en su habitación solo para estar segura de que no empeore nuevamente. Duermo apenas unas horas y tengo que tomar un baño rápido para poder llegar a tiempo. Bajo mis ojos hay unas pronunciadas ojeras y seguramente resultaré reprendida por no portar la elegancia suficiente para el evento.

Llego al puerto cuando el sol apenas comienza a salir. Aún no ha zarpado el barco a la isla donde se librará el evento, pero la gran cantidad de personas en el lugar hacen que llegar hasta donde está mi esposo sea una tarea realmente complicada. Moro y Zeggo, los guardias de Regno que me escoltan, me ayudan a avanzar entre los plebeyos que me impiden el paso, ordenando que se aparten y evitando que cualquiera de ellos alcance a tocarme.

—Por fin llegas —me dice Gorka cuando consigo estar a su lado y, junto a sus padres, abordamos el enorme navío que nos espera.

Hay tres galeones grandes listos para zarpar. Al ser el mar el emblema del lugar era obvio suponer que algunos desafíos iban a estar relacionados con el océano. Superarlos demostrará que Rómulo tiene lo necesario para gobernar este lugar. No han anunciado los detalles de a lo que se tendrán que enfrentar los competidores, la Dama dijo que serían revelados cuando el momento fuera prudente. Las únicas personas sin sangre real que abordarán la misma nave que nosotros son guardias de los tres reinos presentes.

Me alejo de mi esposo y sus padres para acercarme a la anura de babor, quiero tener una buena vista al llegar mientras que ellos prefieren la comodidad de las habitaciones. Observo cómo los soldados de Eastliberi abren las enormes velas y dirigen el viento en la dirección adecuada para que este comience a impulsarlas. A la vez que el barco deja la orilla, el agua bajo él comienza a agitarse, causando que la nave se meza y la sal salpique. El día es grato para navegar, con la marea calmada y sin avistamiento de nubes que amenacen con la llegada de una tormenta. No resulta tan aterrador como esperaba estar rodeada por el océano. Me recargo en la orilla del barco admirando cómo el sol sigue alzándose en el horizonte. Pronto el espacio junto a mi deja de estar vacío.

—¿Cómo sigue Valeska? —pregunta Damián. Su espalda se recarga en la madera para estar cómodo, pero sin dejar de mostrar la firmeza de un guardia. A su príncipe no le hubiera importado demasiado que perdiera la compostura, sin embargo, en estos momentos le responde también a Eleanor.

—Dejó de tener jaqueca. Seth decidió quedarse con ella por si tenía otro ataque. —Él asiente y nota que, por primera vez en semanas, no hay nadie a mi lado. Antes de que llegaran sus padres, pidió a Eleanor el favor de que sus soldados me cuidaran. Ahora que sus hombres están aquí, vigilarme será mucho más sencillo.

—¿Y tus guardaespaldas? Últimamente no te dejan sola.

—Gorka no debe tardar en darse cuenta de que no hay nadie vigilándome. No mires, pero su madre está fingiendo hablar con un duque para observarme. —Con poca discreción, Damián gira la cabeza haciendo que la reina finja que su mirada no estaba sobre nosotros y causando que me ría. Vuelvo a observar el horizonte con admiración—. ¿Ya habías ido a la isla?

—Hace algunos años, sí. Es preciosa. Northbey accedió a compartir la tierra con Eastliberi luego de que se anulara el primer compromiso. A nosotros de cualquier forma no nos encanta el mar.

—Oh, entonces los Nobey son parientes de los gatos. Por eso te llevaste tan bien con Totoro —Damián suelta una carcajada.

—Nunca menciones eso en Northbey o van a lincharte al igual que aquí.

—No sé si vuelva a Northbey, pero si todo sale de acuerdo con el plan, puedes visitarme en Regno.

—Sí... de acuerdo con el plan. Esperemos que así sea.

—¿A qué te refieres con eso? —Damián observa que nadie pueda escucharlo y se acerca a mi oído.

—Rómulo no le dijo a Eleanor que perdió su magia. —Lo miro confundida.

—¿Por qué no?

—¿Bromeas? La dama jamás aceptaría casarse con alguien que no tenga sus poderes, lo hace impuro. Rómulo lo ha manejado bien hasta ahora. Para los primeros eventos no será necesaria, pero llegará el momento en que no pueda ocultarlo más.

—¿Y qué pasará entonces?

—Él espera que su historia y la presión social de haber anunciado su compromiso a los cuatro reinos sea suficiente para que ella no lo rechace, pero las costumbres de Eastliberi permiten que todos los pretendientes de Eleanor participen en el torneo. Tal vez algún otro sea más de su agrado. —Miro al soldado con preocupación. Aunque odie la idea de verlos en el altar, sé que es importante que esta alianza se concrete.

—¿Y... no hay manera de ayudarlo?

—¿Ayudarlo? ¿Hacer trampa? ¿Por qué querrías hacerlo?

—Porque es importante para Rómulo.

—No lo sé, Adalia, sería complicado. Eleanor tiene demasiados espías como para pasar desapercibidos.

—Ya sé que es arriesgado. Aunque si eso no funciona, Valeska y yo encontramos un hechizo para restaurar la magia.

—Sí, Vale me habló de él, pero implica sangre y Rómulo sería incapaz de tomar la magia de alguien que ama.

—Entonces ayudarlo a disimular su falta de poderes hasta que esté casado es nuestra única opción.

Quiero seguir hablando con Damián, pero ambos notamos que un guardia de Regno camina en nuestra dirección. Él rodea los ojos y vuelve a una posición más erguida. Hace una reverencia obligada, mirándome con sarcasmo por tener que inclinarse ante mí y me sonríe una última vez antes de alejarse. Me río entre dientes al verlo y vuelvo a recargarme en la orilla del barco. La tierra en donde iniciamos el viaje comienza a ser borrosa, la profundidad debajo de nosotros es cada vez mayor. Creo ver una gigantesca criatura nadar cerca de nosotros, pero la espuma hace que la pierda de vista.

Me causa curiosidad, por lo que decido inclinarme más para verla. Me impulso para que mi estómago quede en la borda y mis pies dejen de tocar el suelo. El movimiento del navío hace que la posición no sea segura, pero poco me importa si consigo una buena imagen de lo que sea que esté debajo nosotros.

—No creo que deba acercarse tanto a la orilla, majestad —me dice Zeggo al verme en el filo del barco. Al menos me vigilará alguien de quien disfruto la compañía. Él es uno de los guardias con quien más solía convivir en Regno cuando el príncipe salía de viaje. Los últimos días habían sido tensos debido a que a su lado siempre estaba Moro, un soldado mucho más serio que no tuve el placer de conocer hasta que llegó a Eastliberi y que no comparte con mi esposo el interés por la magia. Por ello, las conversaciones que tenía cuando ellos estaban presentes debían ser cautelosas. Ahora que estamos solos estoy mucho más relajada, y él también parece estar más cómodo.

—Estaré bien. —Le sonrío volviendo a colocar los pies en el piso—. Y, como siempre te he dicho, puedes decirme Adalia. —Él también me sonríe.

—No había podido decirle lo mucho que me alegra que esté bien.

—También me alegra volver a verte, Zeggo. —Mi mirada vuelve a centrarse en el horizonte. Noto como el guardia se acerca a mi lado, sobrepasando el metro de distancia que usualmente mantiene.

—¿Me permite hacer un comentario?

—Sí, claro.

—No es mi intención acusarla, princesa. Es solo que escuché rumores.

—¿Sobre qué?

—Me temo que sobre usted. Los demás soldados dicen que usted es una bruja. Escucharon a los reyes hablando.

—Oh... —Lo miro con detenimiento para intentar adivinar si eso le molesta o no—. Los soldados no deberían ser indiscretos con las conversaciones privadas de los reyes.

—Yo apoyo a su esposo, majestad. También deseo una alianza con la magia. Muchos pensamos así y por eso lo seguimos. Yo personalmente llevé suministros a la aldea en donde la encontraron bajo las órdenes del príncipe, sin la autorización de los reyes. Los guerreros de Regno están dejando de temerle a la magia. Saber que usted es una bruja nos da esperanza de lograr nuestro objetivo.

—Es bueno escuchar eso. —Procuro no sonar demasiado emocionada por la idea de que una parte del ejército de Regno me sea fiel por tener magia. ¿Podría ese nuevo interés pasar por sobre sus soberanos? No sé si sea el caso, pero decido jugar una vez más con mi suerte—. Esto no es una orden, pero ¿sería posible que me hagas saber lo que los reyes dicen sobre mí y la hechicería?

Zeggo mira el océano sin que su rostro muestre algún gesto que me indique lo que piensa acerca de mi petición. No le estoy pidiendo traición, pero espiar tampoco está muy alejado de considerarse como tal. Es mi propia familia de la que hablamos, me guste o no. Estar enterada de si traman algo en mi contra no debería ser un crimen.

¿A quién quiero engañar? Sé que podría hacer que me asesinen si menciona lo que he dicho a la persona incorrecta, pero algo me dice que no lo hará.

—¿Desea que el príncipe también reciba esa información?

—En realidad, también me gustaría saber lo que dice él. —Zeggo me mira y asiente.

—Estoy a su servicio, majestad. —Le sonrío levemente y toco su brazo un momento como agradecimiento. Me da una inmensa paz tener a alguien de Regno de mi lado. No del lado de Gorka ni de los reyes, si no del mío. Poder anticiparme en caso de que mis suegros tramen algo en contra mía o de Eastliberi me hace sentir que tengo un poco más de control—. La reina me envió debido a que la vio con el guardia de Northbay. Ella sospecha que el hijo que usted espera es un bastardo y, como compartió la pista con el soldado en el baile de compromiso de Rómulo y Eleanor, ha comenzado a sospechar que él podría ser el verdadero padre.

No me sorprende la acusación de la reina, aunque sí me alivia que sea incorrecta. Afortunadamente ni siquiera hay un bebé dentro de mi cuerpo, pero tal vez deban verme pasar más tiempo cerca de mi esposo que de mis amigos para calmar sus sospechas. La idea de que Damián sea mi amante es incluso risible para mí, pero si la reina sospecha de él definitivamente está en peligro. Al pensar en eso, le pido a Zeggo que acompañemos a los demás en el desayuno que prometió ofrecerse.

Bajamos por unas amplias escaleras hasta llegar a un pequeño salón justo debajo de la cubierta. En el centro hay una amplia mesa de bocadillos para alimentar a la realeza, mientras los guardias solo tienen permitido tomar algo en la parte trasera de la cocina. No supone un peligro estar aquí, por lo que los invitados conviven de forma relajada. Eleanor y Rómulo están sentados en un par de tronos al fondo del lugar, atendiendo las incertidumbres y escuchando las peticiones de sus futuros aliados tal y como prometieron que lo harían. Una larga fila de personas los espera, pero ambos mantienen una actitud impecable.

Mi esposo y su padre están conversando con el Duque de Sacritoris, un aliado de nuestros anfitriones. Parece que Gorka está haciendo bien su trabajo de involucrar a sus padres con la hechicería. Como ya sospechaba, la reina no está acompañándolos. Me acerco a ellos con cautela, escabullendo mi mano en el antebrazo de Gorka para llamar su atención. Pronto, la atención de los tres hombres recae sobre mí. Yo no soy muy buena para presentarme en este tipo de situaciones, por lo que miro a mi esposo esperando la intervención usual. Él me mira comprendiendo lo que quiero y, haciendo que dé un paso delante de él, me presenta.

—Quiero presentarle a mi esposa, Adalia. Él es...

—Hakim —interrumpe el duque besando mi mano a manera de respeto—. Siento mucho lo que su padre le hizo. Al menos ahora a los tres reinos los unirá un mismo sentimiento y propósito. —Claro, de este lado del continente cada habitante odia a mi padre por ser un traidor a la hechicería. Hasta yo sé que no es conveniente contradecirlo o comenzar una discusión, por lo que me limito a sonreír—. Oh, y felicidades por su primer hijo. Le deseamos salud y una larga vida.

—Agradezco sus palabras —Gorka pone una mano en mi vientre, causándome una extraña e incómoda sensación.

—Será bienvenido a conocer al bebé en Regno cuando por fin nazca —afirma el rey, por lo que yo realmente me sorprendo —. La reina Sigrid y yo lo recibiremos con gusto.

—Hablando de la reina, quisiera conocerla.

—Gorka y yo iremos a buscarla —interrumpo aprovechando la oportunidad—. Dejaremos que ustedes conversen.

Mi esposo se disculpa rápidamente debido a mi prisa por alejarnos de ellos. Me mira confundido mientras, aun tomando su brazo, busco a su madre. Me pongo de puntas para intentar visualizarla entre la gente a la vez que Gorka se excusa por la manera en que nos abro paso entre los invitados. Después de hacer que un marqués casi tirara su comida, él me detiene fingiendo una sonrisa para ocultar el estrés que le causan mis desastrosos movimientos.

—Adalia, ¿qué haces?

—Buscando a Sigrid.

—¿Por qué?

—Dijiste que no les quitarías los ojos de encima y ahora no sabes en dónde está.

—Estamos en el medio del océano con apenas unos diez de nuestros guardias. Mi madre no debería causar problemas. Además, malagradecida, conseguí que mi padre hablara con varios duques y considerara alianzas con pueblos mágicos.

—No es él del que debemos preocuparnos por convencer, lo sabes. Además, ¿por qué el duque sabía lo del bebé? Creí que sería un secreto, ni siquiera es verdad.

—El rey lo mencionó con algunos cuantos regentes y yo no podía contradecirlo.

—¿Algunos cuantos? ¿Cuántos?

—¿Eso importa? Solo es una mentira a medias —me dice volviendo a tocar mi vientre y yo debo contenerme para no apartar su mano—. Tendremos un heredero pronto.

—Deja de hacer eso. Me pone nerviosa.

—¿Por qué?

—Porque sí. Y no quiero que lo sepan más personas. —Me aparto de él con el mayor tacto posible y por fin puedo mirar a Sigrid entre la multitud. Está conversando con Perceval y León, los guardias de Northbay.

Estoy a punto de indicarle a Gorka el camino que debemos seguir para acercarnos a la reina cuando un fuerte golpe en el costado de la nave provoca que todos perdamos por unos instantes el equilibrio. La mirada de los invitados se posa de inmediato en Eleanor, pidiendo alguna explicación acerca de lo que acaba de pasar. Ella se levanta del trono con tranquilidad, como si hubiera estado esperando el impacto. Miro a Rómulo para intentar encontrar alguna explicación, pero al verlo entiendo que ni siquiera él comprende lo que sucede.

—Queridos invitados, daremos inicio al primer evento del torneo. Una importante cualidad en un rey es la de saber actuar ante una situación impredecible y peligrosa. El hombre que gobierne a mi lado debe ser capaz de proteger a mi pueblo y a mis aliados. Es por eso por lo que, en esta competición, los participantes deberán evitar que la una serpiente marina hunda los tres galeones para que podamos llegar a la isla a salvo. Tranquilos, por favor. Mis hombres están entrenados para mantenerlos a salvo. Les aseguro que no corren ningún peligro mientras no suban a cubierta. Podrán disfrutar el espectáculo a través de las ventanas.

Mi boca se abre y vuelvo a perder el equilibrio cuando un segundo golpe sacude nuevamente el barco, esta vez con mayor fuerza. Vuelvo a mirar a Rómulo preocupada, notando que sus ojos también habían estado buscando los míos. Le muestro mi apoyo articulando con la boca unas palabras de aliento y, sin pensarlo dos veces, se levanta de su lugar para subir a cubierta.

Hola, hola.

Estuve un poco atorada, pero al fin pude sacar este capitulo. Ojalá alguien siga disfrutándolo. Nos leemos pronto.

—Nefelibata

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