𝖉𝖔𝖒𝖚𝖒
SABRINA SPELLMAN fue lo bastante rápida para que Harry no notara que guardó la capa de invisibilidad en su mochila roja (la única de sus pertenencias que Slughorn no había desvanecido). Después de que saltaron del tren, el frío nocturno los rodeó y se quedaron ellos solos en la estación de Hogsmeade, sin saber qué decir o hacer, sólo se miraban abochornados pues Harry no quería ser encontrado en esa incómoda situación, y Sabrina temía que fuera descubierta robando la capa.
—Gracias por... —balbuceó Harry— bueno...
—No lo menciones —le respondió Sabrina, impasible, y después señaló su nariz—. ¿Estás bien?
—Sí —contestó él instantáneamente—. Sólo está un poco rota, estaré bien. —La chica se limitó a asentir como respuesta, nerviosa de nuevo bajo la mirada de Harry—. Bueno, tal vez deberíamos empezar a caminar.
Sabrina asintió nuevamente y echaron a andar hacia el camino que conducía a Hogwarts. Ambos continuaron en silencio en medio de la fría oscuridad, acompañados del susurro que hacían los árboles cuando se movían gracias al fuerte viento. De pronto se miraban de reojo y, cuando esas miradas chocaban, se sonreían con bochorno. Tanto el uno como el otro sentía su cuerpo temblar, y no era precisamente por la helada noche.
—Jamás me dijiste tu nombre —habló de pronto Harry, alegrando a la peliblanca de que acabara con el silencio incómodo.
—Sabrina Spellman —se presentó con una sonrisa—, pero mis amigos me llaman Brina.
Harry le sonrió de vuelta. Otro silencio se hizo presente pero, después de un rato, el chico preguntó:
—¿Cómo me has encontrado?
—Advertí que no bajabas del tren así que fui a buscarte —improvisó Sabrina, intentando no delatar que mentía—. Cuando vi aquel compartimiento con las cortinas echadas, decidí inspeccionar.
—Vale, pero ¿por qué me buscabas?
—Yo, pues... —comenzó a titubear— quería hacer un amigo antes de llegar al castillo —admitió finalmente. De reojo notó que un sonrojado Harry le sonrió.
—Pues lo hiciste, Brina.
Sabrina sintió que también sus mejillas se sonrojaron, pero de igual forma le devolvió la sonrisa.
Comenzaron a hablar sin estar tan nerviosos después de eso; Harry le aclaró las dudas a Sabrina sobre las casas del colegio, sobre lo que significaba ser un sangre sucia, y en respuesta ella le comentó lo que había ocurrido con Malfoy en el tren. Harry parecía furioso al oír su historia, pero trató de evadir ese sentimiento comentándole que siempre había hecho este trayecto en carruaje, y que nunca había apreciado lo lejos que se hallaba Hogwarts de la estación de Hogsmeade. Finalmente, con gran alivio, vieron los altos pilares que flanqueaban la verja, donde Sabrina encontró un distintivamente bajo hombrecito que los detuvo con un pergamino en mano.
—¿Nombres?
—Profesor Flitwick, me conoce desde hace cinco años —aclaró Harry extrañado.
—Sin excepciones, Potter.
—Hola, Harry —saludó una chica rubia detrás de la pareja, haciéndolos sobresaltar, incluido al pequeño profesor Flitwick.
—¿También acabas de llegar, Luna? —preguntó Harry, y la chica asintió con un carraspeo—, ¿por qué no nos hablaste si estabas detrás de nosotros?
—No quería arruinar su velada romántica —habló Luna sin ningún rastro de tono burlón, sólo uno amable, haciendo que Sabrina y Harry se miraran ruborizados—. ¿Qué le pasó a tu nariz?
—No es nada, Luna, estoy bien —el castaño soltó, avergonzándose más.
—¿Te la arreglo? Creo que te ves un poco más temerario así, pero tú decides.
—¿Sabes arreglar narices rotas? —esta vez preguntó una curiosa Sabrina.
—Pues he arreglado dedos de los pies, no son tan distintos —explicó Luna con una varita en su mano.
Sabrina notó que a Harry no le hizo mucha gracia, pero seguramente creyó que sería de mala educación decirlo, así que se quedó quieto como una estatua y cerró los ojos.
—Muy bien, inténtalo —respondió después el chico.
—¡Episkey! —exclamó Luna.
Harry echó un grito ahogado, bajando su cabeza por instinto, y se tocó la cara con cuidado. Cuando volvió a levantarla, en efecto, estaba curado.
Los tres adolescentes finalmente se acercaron uno a uno para decirle el nombre al profesor, quien escribió en su pergamino después de escuchar el nombre de Harry Potter, Luna Lovegood y... no lo hizo cuando Sabrina Spellman dijo el suyo, en cambio miró extrañado a la chica.
—No apareces en el pergamino —sospechó nervioso el hombrecito—. Sube la manga de tu camisa y muéstrame tus brazos —espetó sacando su varita, algo amenazante.
—Profesor Flitwick, es obvio que ella no es una mortífaga —reclamó Harry a la defensiva.
Sabrina no comprendía absolutamente nada. ¿Qué significaba ser mortífaga? Además ¿el pequeño profesor para qué deseaba ver sus brazos? De igual manera, Flitwick hizo caso omiso a lo que Harry había dicho, y aún la amenazaba con la varita dirigida hacia ella. Sabrina no sabía bien la utilidad de esos pequeños palos de madera que lucían insignificantes, pero si podían arreglar las narices con ellos, supuso que también podrían romperlas. Estaba por subir las mangas de su suéter cuando Madam Satán apareció de pronto atrás del pequeño hombrecillo, haciendo sobresaltar a los cuatro con su llegada.
—La señorita Spellman vendrá conmigo.
—Pero, Minerva —susurró Flitwick—, ¿y si es una mortífaga?
—Ella no es nada más que una simple estudiante extranjera, hombrecillo —repuso Lilith, lo cual pareció confundir mucho a Harry, Luna y, sobre todo, a Flitwick.
—¡Minerva! —exclamó el profesor exaltado—, ¡Jamás me había llamado así! ¿Qué le ocurre?
—Es un nuevo apodo de cariño —escupió molesta la castaña—. Sabrina, ven conmigo, ahora.
La mencionada asintió, mirando como los otros dos adolescentes y el pequeño profesor se encontraban tan perplejos como la peliblanca, por otro lado, Lilith parecía molesta y caminaba muy deprisa, haciendo que fuera casi imposible para la chica seguirle el paso. Su regente aún usaba una característica capa verde esmeralda, además de un sombrero negro y puntiagudo que se había sumado a su extraña vestimenta.
—¿Qué ocurre? ¿Por qué ese hombre te llamo Minerva?
—Tuve que robar otra vez la identidad de una maestra —respondió Lilith, haciendo que Sabrina se detuviera en seco, lo que llamó la atención de la mayor—. Descuida, a esta no la asesine, sólo la puse a dormir —exclamó fastidiada y ambas siguieron el paso—. Y tú, todavía yo hago todo para que te admitan, ¿y llegas tarde a la escuela?
—Sí, sobre eso...
—Ahora el director pidió que fueras a su oficina, tal vez para expulsarte cuando aún ni entras.
—Pero, tardé porque...
—No podemos volver a usar el giratiempo —Lilith le siguió replicando, haciendo caso omiso a lo que la peliblanca quería comentarle—, sería muy riesgoso, así que sólo tenemos una oportunidad.
—Sí, lo sé, pero...
—¡Tenemos que pasar desapercibidas, Sabrina! Sino jamás encontrarás las Reliquias de la Muerte y entonces Caliban ganará...
—Pero, Lilith...
—Y a mí me echarán del infierno, y harán el décimo círculo...
—Lilith.
—¡Y tú padre me encontrará y matará! Y...
—¡Lilith! —gritó Sabrina, finalmente haciendo que ésta se detuviera y le prestará atención—. Cálmate, ¿de acuerdo? Llegué tarde porque tenía que tener una ventaja.
—Por Lucifer, Sabrina, ¿de qué estás hablando?
La peliblanca sonrió con satisfacción al sacar una capa de su bolso rojo, lo cual dejó con la boca muy abierta a la castaña frente suyo. Ésta tomó la prenda, impactada, y hasta parecía feliz o, por lo menos, no tan fastidiada como antes. De un momento a otro, tomó el brazo de Sabrina y ambas desaparecieron en un tornado de llamas.
—Anuncio ante las hordas del Infierno —habló Madam Satán mientras bajaba las escaleras de Pandemónium, con la peliblanca y la capa de invisibilidad acompañándola—, que Sabrina Morningstar resultó victoriosa. Ha regresado con la primera de las Reliquias de la Muerte.
Todos los demonios en la sala hacían sonidos de sorpresa, murmuraban entre ellos o miraban mal a las dos mujeres, sobre todo Caliban y los tres reyes del infierno. El chico rubio pasó una mano por su pelo mientras se acercaba a la chica con su rostro sereno.
—¿Dónde la conseguiste, Sabrina? —espetó Caliban, pero ella solamente subió ambos de sus hombros en respuesta—. No perderé nuestra próxima búsqueda, te lo aseguro. El infierno será mío. —La mayoría de los presentes festejaron ante las palabras del hombre, el cual tenía una mirada de suficiencia en el rostro.
—Y yo te aseguro que te degollaré antes de dejarte mi trono.
Los demás demonios rieron y festejaron ante el desastre que la competencia causaba. Cada vez más caos se acercaba, las miradas entre el hombre de arcilla y la pequeña bruja lo aseguraban por completo.
—Ganaremos, Sabrina, y yo reinaré a tu lado por siempre jamás —Lilith le murmuró a la chica cuando Caliban se había alejado—, lo único que debemos hacer es que ganes la confianza de Dumbledore, el cual nos espera en su oficina.
—Ambrose me habló de él —se acordó Sabrina—, me dijo que él fue el último que tuvo las reliquias en su poder antes de que desaparecieran.
—Entonces no hagamos esperar al director.
Cuando ambas aparecieron de nuevo dentro del inmenso castillo, en el tercer piso, estaban delante de una gárgola de piedra, la cual se hizo a un lado cuando Lilith dijo en voz alta "píldoras ácidas" y con ello dejó a la vista una escalera de caracol en movimiento. Las dos subieron en ella y las llevó al despacho del director, una gran sala circular con muchas ventanas y muchos retratos que, Sabrina juró, se movían. Un hombre mayor, con una larga y espesa barba, las miraba sentado detrás de su escritorio.
—Ah, Minerva, has llegado —habló el director mientras se levantaba y se acercaba a ellas—, esta debe ser tu sobrina.
—Así es, Albus —espetó Lilith, ignorando la mirada confundida de la chica—. Ella es Sabrina McGonagall Spellman.
—Mucho gusto, señorita McGonagall —dijo Albus mientras le estrechaba la mano—. Realmente lamento lo de tu padre Robert, era un magnífico hombre.
—Gracias, señor Dumbledore —murmuró Sabrina algo incómoda con la mentira que su regente había comenzado.
—Serás la primera alumna que acepto sin haber empezado desde el primer año aquí, pero he decidido hacer una excepción por la situación que me comentó tu tía —Albus explicó con una sonrisa, pero Sabrina no comprendía de cuál situación hablaba—. ¿Por qué no comenzamos con la selección de tu casa? —El hombre se giró para tomar un sombrero puntiagudo de mago color marrón que, si mal no veía Sabrina, parecía tener cara—. Lástima que no se unió a la ceremonia, la comida estuvo simplemente exquisita.
—Sí, mi sobrina y yo teníamos asuntos qué atender —comentó Lilith con una sonrisa falsa.
Dumbledore señaló un taburete para que la peliblanca se sentara, y así lo hizo, y contuvo la respiración cuando el sombrero sobre su cabeza habló, susurrando en su oído.
—Tienes muchísimo coraje y lealtad... pero lo que más resalta en ti es la valentía... Creo que es simple, ya que todo nos señala ¡GRYFFINDOR!
Sabrina sonrió, pues esa era la misma casa a la que pertenecía Harry. Resultó que Draco Malfoy tenía razón.
—Felicidades, señorita McGonagall —aplaudió el director después de que le quitara el sombrero—. Sus pertenencias estarán en su dormitorio, seguramente su tía, que es la jefa de su casa, estará encantada de llevarla a la sala común.
Ambas salieron del despacho y caminaron por los oscuros y solitarios pasillos de la escuela hasta la torre este, donde se encontraron con un retrato de una señora gorda que les preguntó la contraseña. Antes de que su regente la dijera, Sabrina decidió preguntarle:
—Lilith, ¿qué hago si mañana necesito una varita?
—Oh, lo olvidaba. —La mujer le entregó una varita totalmente negra con detalles de oro en forma de tornillo, y Sabrina la tomó encantada—. Ahora, mañana te daré tu horario, y debes usar tu uniforme que seguramente está adentro. Tienes clase conmigo en la tarde, ahí te hablaré sobre la siguiente reliquia.
Sabrina asintió y, cuando Lilith dijo la contraseña, el retrato se balanceó hacia adelante para revelar un orificio redondo en la pared. Al pasar se encontró en la sala común de Gryffindor, una habitación redonda y acogedora, llena de cómodos sillones y decorada en varios tonos de rojo. La chica miró asombrada el lugar vacío (los demás estudiantes se encontraban seguramente en sus dormitorios), y se acercó al acogedor fuego. Se sentía cálida y feliz y, mientras examinaba el cuadro sobre su cabeza para comprobar efectivamente que las personas en él se movían, comenzó a sentirse en casa.
❣️¿Prefieren Harry x Sabrina o Draco x Sabrina... O un triángulo amoroso entre ambos?;) ¡Voten en los comentarios!
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