Sanji refunfuñó cuando sintió la luz del sol en su rostro. Se acurrucó más a la almohada. Aunque era raro. Él recuerda haberse quedado dormido en el sofá. Entreabrió los ojos y vio una nota.
"Tuve que irme temprano a trabajar, no quise despertarte. Me gustaría que quedásemos otra vez, así que registré mi número en tu teléfono."
Sanji sonrió adormilado. — Musgo tonto…
Aún algo dormido, se levantó perezosamente de la cama. Miró el calendario. Era veintisiete de mayo. Dentro de poco, los estudiantes tendrían sus exámenes finales y querrán celebrarlo con un gran banquete. Cuando se hizo su batido de frutas cuando sonó el teléfono.
Sanji se quejó. Cogió su batido y contestó con el manos libres. — ¿Hola?
???: ¡Sanji!
Sanji suspiró. — ¿Qué pasa Patty?
Patty: Tienes que venir inmediatamente al Baratie, tenemos un problema.
— ¿No puede encargarse el viejo?
Patty: Bueno…verás, es que…
Se escuchó un fuerte golpe. — Vale, vale, ahora voy…
Sanji colgó y dejó su batido en la nevera. Se duchó, lavó el pelo y se vistió para irse al restaurante. Sólo cogió su teléfono y sus gafas de sol. Aunque era sólo finales de mayo, hacía un calor infernal. Tenía el restaurante enfrente de su apartamento.
Cuando llegó a la entrada, pudo ver a un chico de pelo azul. — Tiene que ser una broma.
Entró y vio a Zeff con las venas de la frente hinchadas que parecía que iban a reventar en cualquier momento. — Quizás deberías sentarte y tomarte un té viejales. Te podría dar un ataque.
Zeff estaba a punto de patearle. — Eh viejo, baja la prótesis, ya me encargo.
— ¿Qué haces aquí berenjena?
— Patty creía que no te podías hacer cargo de la situación, así que tuvo la magnífica idea de llamarme a las diez de la mañana.
Patty se intentó explicar. — No es para tanto.
Sanji frunció el ceño. — Es sábado. Y hace calor.
Tanto Patty como Zeff se fueron a la cocina para prepararlo todo para el turno matutino. Sanji se dirigió a su hermano que aún estaba sonriendo de forma socarrona y engreída. — Dame una razón para no patearte la cara.
— Sólo quería ver a mi hermanito pequeño, ¿o es no puedo?
Sanji se sentó en la mesa. — Si querías ver a tu hermano pequeño, ve a ver a Yonji.
Niji gruñó. — ¿Qué ha hecho ese idiota ahora?
— Está en el hospital.
Niji se sorprendió por la noticia. — ¿Qué le ha pasado?
— Le dieron una paliza y lo dejaron inconsciente en un callejón.
— ¡Habíamos quedado para un negocio! ¿¡Por qué coño no me llamaste!?
— ¡Los del hospital llamaron! Luego Reiju me llamó muy nerviosa porque creía que le había pasado algo grave.
El peliazul se cubrió la cara con las manos y se quitó las gafas. — ¿Lo sabe padre?
— No quiero tener nada que ver con ese hombre.
Niji suspiró. — ¿Lo sabe alguien más?
— Aparte de Reiju y yo…la policía…
Niji se volvió a tapar la cara. Sanji notó el cambio de actitud de su hermano. — Oye, no sé qué está pasando con vuestros negocios y tampoco me importa. Ichiji me humilló delante de un poli, Reiju está en París y Yonji está medio inconsciente en el hospital.
Notó que su hermano desviaba la mirada avergonzado. Sanji suspiró. — Si querías hablar conmigo, podrías haberme llamado o mandado un mensaje y no molestando a mi padre.
— No es tu padre.
— Pero lo ha sido más para mí que Judge. ¿Vas a pedir algo para desayunar o tienes algún negocio por atender?
El peliazul suspiró. — Se supone que hoy a hay una campaña de promoción del nuevo fármaco, pero Ichiji se encargará de eso.
Sanji se levantó. — Te traeré un trozo de tarta de arándanos y un descafeinado.
El rubio se fue a la cocina. Ahí estaban sus compañeros algo tensos por lo que había pasado fuera. Patty rompió el silencio que había. — Es un niñato sin modales, ¿por qué tenemos que atenderle?
— En el Baratie todos comen. Me da igual si es uno de mis hermanos, un vagabundo o un ricachón egocéntrico. Mi hermano va a desayunar y se acabó.
Sanji se fue a la sala de descanso que había al lado de la cocina y en donde estaba la despensa. Esto, obviamente, no pasó inadvertido por Zeff. — Hey berenjena, ¿a qué ha venido eso?
Sanji se tapó la cara. — No puedo más con esto viejo…
— ¿Qué quieres decir?
— Yonji está en el hospital. Estaba asistiendo a una reunión de negocios y lo asaltaron en un callejón…
— Berenjena…
El rubio sollozó. — Tenías razón…aún soy un crío…incluso si ellos me han hecho la vida imposible no puedo evitar preocuparme por ellos…
Zeff le puso la mano en el hombro. — No sé si esto te ayuda, pero…hay una escuela de cocina en el barrio vecino.
Sanji lo miró, con los ojos algo hinchados y rojos. — ¿Una escuela? Para eso prefiero trabajar aquí para siempre.
— No como alumno, sino como profesor. Su mejor cocinero se ha jubilado hace poco y tienen una vacante libre.
— ¿Y quiere que haga una entrevista?
— No. Una prueba práctica.
Sanji se extrañó. — Le pasé tu currículum al director y está dispuesto a contratarte.
— Pero…me gusta trabajar aquí…
Zeff le revolvió el pelo. — ¡Hey!
— Es mañana a las nueve de la mañana, ve arreglado. Ahora ponte a currar.
Sanji se levantó de la mesa y se dirigió a la cocina mientras Zeff lo veía irse. — Ah, y Sanji…
El mencionado se giró. — ¿Sí?
— No te planches el pelo.
Sanji sonrió. — Como quieras viejo.
Sanji se fue a la cocina a preparar el café para su hermano. Es como si lo que le hubiera pasado a Yonji hubiera desencadenado un instinto de permanecer unidos. Cogió la taza y el plato con el trozo de tarta y lo sirvió. Lo notó un poco ausente. — Hey, reacciona, parece que no has dormido.
Niji lo miró molesto. — Si le cuentas esto a alguien te rompo las costillas.
— La gente normalmente dice gracias, pero vale.
El rubio volvió donde sus compañeros que lo veían preocupados. — ¿Queréis dejar de verme así?
— No debería volver aquí.
— Carne tiene razón Sanji, gentuza como él no deberían venir aquí.
Sanji se molestó. — Me da igual. Cualquier persona tiene derecho a comer, incluso si es de la mafia, un vagabundo etc.
— ¡Pero él-
— Suficiente. Lo que estáis diciendo va en contra de la filosofía de Zeff y de la mía. Si de verdad sois así, deberíais dimitir.
Sanji cogió sus cosas y se fue muy enfadado del restaurante. No se esperaba eso de sus compañeros. Aprovechando que aún era temprano, se le ocurrió pasarse por casa de Luffy. Aunque hubiera tenido una relación con Ace, Sanji no dejó de ser bienvenido en su casa. Ellos vivían en una casa grande gracias al trabajo de Sabo y Ace. Llamó a la puerta y esperó. — ¡SANJI!
El monito se le tiró encima. — Hola Luffy, ¿cómo estás?
Luego una chica peliverde salió. — Hola Sanji, hacía mucho tiempo.
— Oh Makino-chan, ¿está Ace?
— No, lo siento, salió muy temprano a comprar. Pero ya que te has pasado podrías comer con nosotros.
A Luffy le brillaron los ojos. — ¡SÍ, SÍ, COCINA ALGO RICO CON MUUUUUCHA CARNE!
— Luffy, Sanji estará cansado de caminar hasta aquí, no tendrá ganas de cocinar.
— No es ningún problema, cocinar me ayuda a relajarme.
— ¡SÍ, COMIDA DE SANJI!
Luffy saltó felizmente hacia su casa muy ilusionado. Eso es lo que le animaba a Sanji en el restaurante. Ver a los clientes ilusionados y satisfechos con su comida. Por fin tenía un poco de paz tras estos días tan agitados.
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Uff, me ha costado mucho escribir este capítulo, de verdad. Bueno, ahora tengo que ver con quién junto a Niji. Acepto sugerencias. Nos vemos en otro cap.
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