01

Un año atrás...


—Mmm, ajem, a-ah, no, así no...— trataba de aclarar mi garganta pero mi voz salía temblorosa; aún le faltaba estabilidad —Agh, maldición, todavía me falta.

Estaba saliendo de una infección fuerte en mi garganta, así que había dejado mis clases de canto por ya casi un mes, y esto que no se me pasaba comenzaba a ser frustrante.

—¿Quieres callarte?— una voz molesta me llamo

—¿Ah?— me volteé para contemplar a un muchachito rubio cenizo, delgado pero con músculos comenzando a hacer acto de presencia en sus brazos expuestos por su camiseta —¿Tú qué?— pregunte algo a la defensiva y me volví a concentrar en mi respiración y garganta, aclarandola.

—¡Llevas una maldita hora con ese fastidioso sonido! ¡No! ¡No cantas como angel! ¡Cantas como una perra pariendo!

—Las perras no cantan cuando dan a luz, ellas aúllan.— Expliqué haciéndome la tonta, y él al parecer se lo creyó.

Haste tonta y nadie se te querrá acercar, ni siquiera para molestarte, simplemente no le encuentran el chiste. Esa era mi treta para librarme de los bully's y gente grosera.

Su semblante en claro disgusto y su ceño tremendamente fruncido con esos peculiares ojos rojizos quedaron fijos en mí.

—¿Eres tonta o te haces?

—No te entiendo.— hablé haciéndome la confundida.

—Estúpida perra.— se giró y se acercó a algunas máquinas de ejercicio que había en aquel abandonado parque ecológico que era enorme y al cuál nadie venía porque mayormente habían vagabundos, que por cierto algunos eran mis amigos, así que había sido el lugar perfecto para mis ensayos, hasta que di con este rubio hace dos días.

¿Será qué apareció en el lapso del mes que pase en casa encerrada por mi estúpida gripe? Parece conocer bien la zona.

—¿Tienes un nuevo amigo?— me asustó una voz ronca y desganada, pero cuando di con esos ojos azules me calme

—¿Ah?— ¿se refería al rubio malhumorado? —No, éste es muy bruto.— vi como se sentó al otro extremo de la banca

—Tu eres bruta.— confesó sincero

—¿Qué quieres, Dabi?— pregunté queriendo regresar a mi afinación

—Entre a un bar a trabajar.

—Ser cliente frecuente para beber y fumar no es un trabajo, vagabundo.— lo vi algo fastidiada

Así es, este chico ojeroso con cara de drogadicto era uno de mis amigos vagabundos. Lo conocí cuando le ofrecí una torta para que desayunara, y al alzar su rostro note que no era un viejo, solo un chico que había decidido fugarse de casa y el cual vivía en el parque algunos días, y otros se iba a vivir con un amigo.

—Conseguí trabajo como guardia seguridad en un bar exclusivo, estúpida gorda.— apretó fuerte una mejilla mía con sus dedos largos que olían a cigarro

—¡Oye!— abofete su mano para que me soltará —¿Y eso a mí que?— sobe mi cachete rojizo mientras lo veía de malas

—Resulta que necesitan una cantante para los jueves y viernes, solo por esta vez. ¿Qué dices? ¿Te interesa?— me preguntó alzando una ceja con la tentadora oferta

—Mmm, ¿la marihuana te hizo olvidar que tengo 14?— entre cerré los ojos

—Ay, ¡vamos! Con tu cuerpo todos creen que tienes por lo menos 17, un poco de maquillaje pesado y creerán que tienes 20.

—No se si ofenderme o sentirme halagada, pero no, gracias.— sonreí apretando mis labios, clara sonrisa de rechazo que él conocía bien

A mis compañeros les gusta que les digan que parecen más grandes de la edad de embriones que tenemos, pero cuando me lo dicen a mí siempre fue como una maldición. Porque cuando tenga la edad que ahora dicen que tengo, pareceré cinco años más grande, y así será toda mi vida. La verdad, es que entiendo porque los actores y cantantes mayores comienzan a bajar de peso forzosamente cuando llegan arriba de los 40.

—¡Vamos!— le dio una leve palmada a mi brazo —Ganaras mucha lana si lo haces bien.

—Aunque quisiera, dime como esperas que escapé de mi madre a las, ¿qué? ¿Diez a una de la madrugada?

—De hecho, son de once a dos, pero no creo que aguantes despierta hasta tan tarde, niña. Así que a la una te puedes retirar.

—Pfff...— Escuché un bufido divertido de parte del rubio que hacía abdominales.

Por Dios... ¿Cómo puede hacer eso?

—¡Hey!— mi amigo vago, bueno, mi amigo ahora no vago chasqueo sus dedos frente a mi cara para hacerme reaccionar —Te estoy hablando, veme a mí, no al puberto.

—A-ah, sí, perdón.— conteste regresando a la conversación —Es solo que... Es que...— lleve mis manos a mi nuca, imitando la posición en las que él las tenía mientras se doblaba con poco esfuerzo sobre su estómago —¿Cómo lo hace? Se ve tan fácil...— Siendo sincera estaba sorprendida, después de dos días encontrándome sin querer con ese chico, hasta ahora le prestaba atención.

—Quizá, ¿no comiendo tanto?— se burló y yo le pegue en su brazo más cercano a mis puño —Ya, jaja, sabes que tú manos se sienten como pelotitas anti estrés cuando pegas.— se rió descaradamente en mi cara.

—Cállate, cállate.— le seguí pegando, pero al ver qué no conseguía nada más que divertirlo y captar la atención brevemente del otro adolescente que se pasó a otra máquina para ahora hacer brazos, me detuve y me levanté, tomando mis hojas con la partidura que seguiría ensayando en casa.

—Eh, ¿a dónde vas? — se calmó y vió como echaba el tirante de mi mochila a mi hombro

—¡Lejos de un vagabundo delirante!— sentencie echando a andar

—¡Que ya no lo soy!

—Ya veremos cuando duras en ese trabajito en tu imaginación.— me despedí sin voltear a verlo.

—Jaja, la vaca tiene dignidad.— las palabras de la voz ronca e intimidante del rubio me hicieron congelarme, reaccionar al siguiente segundo y estampar imponente mi zapato con plataforma en el suelo de cemento.

—Tengo la misma dignidad que tú, estúpido... ¡Estúpido... Lindo niño!— no se me ocurría nada, tenía un físico casi perfecto —¡Ahg!— nunca fui buena para los insultos.

Así que solo me di la vuelta de nuevo, avergonzada y furiosa, oyendo tenues las risas de Dabi por mi tremenda auto-humillación.

Saqué un pequeño bombón de chocolate que había tomado de la alacena de mi casa aquella mañana. El chocolate me calmaba siempre.

Otro día comenzaba y yo llegaba como todas las mañanas a ensayar a aquel parque.

—¡Hola Ryu!— un vagabundo me saludo mientras recogía su cartón de una banca

—¡Buenos días, señor Tomoko! ¿Va a desayunar?— pregunté acercándome

—Mmm, veré qué hay en la basura del hotel Joevier. Tiran cosas casi completas y en buen estado.

—Oh, okey. Tome, por si no encuentra nada bueno.— saque un billete de mi mochila

—Jaja, no me des nada, a este paso te quedarás sin dinero para la escuela.— negó con sus manos mientras dejaba su "cama" dentro de su carrito de supermercado —¡Que tengas lindo día Ryuka!— se despidió comenzando a avanzar

—¡Igualmente!

—Oh, y ten cuidado con el niño rubio, es bastante agresivo.— gritó sin voltearme a ver mientras las llantas viejas del carrito resonaban por el sendero

—¿Niño rubio?— fruncí el ceño

—Soy yo, estúpida.— oí una voz a mis espaldas

—¡Ahh!— dí un brinco volteando a verlo algo alerta —¿Por qué haces eso?— me agaché a recoger el billete que se me cayó por el susto

—¿Por qué le das dinero a extraños? Un día de estos te asaltaran. Les das la mano y te jalan la pierna.— se alejo de mi y dejo a lado de una máquina de ejercicio su mochila

—No son desconocidos... El señor Tomoko era mi vecino hace años, pero perdió su casa.— apreté mis labios viendo la banca donde siempre duerme —Mamá a veces le manda algún plato de comida.— me gire a ver si seguía escuchándome, pero ya estaba calentando, dándome la espalda —Oye, no me dejes hablando sola.— me queje avergonzada llendo a sentarme.

—No me importa un carajo tu vida.— habló mientras estiraba sus piernas.

—Entonces para que te metes.— murmuré para mí mientras sacaba la partidura de siempre, pero justo cuando comencé a aclarar mi garganta, el niño hablo.

—¡No hoy también, maldita sea!— gritó molesto.

—¿Qué mosca te pico?— fruncí el cejo al ver cómo se acercaba dando pisotones.

—¡Ni siquiera pienses en comenzar a cantar!

—¿Eh? ¿Por qué?

—¡Cantas como la mierda!

—La mierda no canta. En serio eres pésimo haciendo comparaciones. — lo ví con una mueca de disgusto ante su actitud, y volví a alzar la hoja para que quedará al nivel de mi barbilla.

El hacerme la tonta lo hacía enojar aún más, y era como un desquite por el montón de insultos que lanzaba.

—¡Y tú eres una lerda!— me arrebato la hoja de mis manos

—¡Oye!— me levanté intentando quitársela —¡No seas grosero y regresala!— reclamé intentando agarrarla pero él la movía como si fuera un torero

—¿Quieres está basura? Entiende, cantas horrible.— se burló siguiendo con sus movimientos y yo detrás de él como torpe toro

—¡Qué me importa tu opinión! ¡Devuélveme la hoja!

—Solo si te largas de aquí.— se detuvo por fin, pero alzó su mano lo más alto de pudo, y aunque soy baja, no pensé siquiera en saltar, seguramente se burlaría con algo tipo: "las vacas no vuelan".

—Lárgate tú, este es mi rincón.— no tenía tiempo que perder, mis clases comenzaban en una hora y mi tiempo de ensayo matutino estaba siendo desperdiciado, así que opte por darle un fuerte pisotón y una patada en su espinilla, haciendo que se doblará de dolor y llevará ambas manos a su hueso adolorido, soltando así mi preciada partidura.

—Maldita vaca... Grotesca... Tonta...— se quejaba insultando mientras se mantenía doblado sobre una rodilla —¡ESTÁS MUERTA!— se reincorporo velozmente y me tomo de los hombros, tirando me al suelo.

—¡Hey! ¡Sueltame! ¡Este es mi rincón, no tuyo!— lleve mis manos a su fuerte pecho intentando apartarlo, pero estaba como una piedra, difícil de mover

—¡Nadie me pone el dedo encima y se larga como si nada!— exclamó furioso.

—¿¡Y a mí que!? — me atreví a gritar a toda voz, lastimando mi garganta —¡Yo solo quiero volver a cantar y llegas tú creyendote dueño de este lugar! ¡No te afecta en nada mi fea voz! ¡Hay muchos parques con mejores máquinas para entrenar que este sitio olvidado por Dios! ¡Así que si no me soportas vete a otro basurero, que en esta ciudad hay muchos!— intenté empujarlo de nuevo mientras le gritaba, pero él solo ejercía presión en mis hombros, haciendo que una punzada de dolor me llegará.

—¡Cállate y muere! ¡Espantaste al ángel con tu horrible voz!

—¿Qué angel? ¡Estás chiflado!

—¡Oye, deja a la señorita!— una voz desconocida sonó molesta a un costado nuestro.

Y como si fuera camara lenta, ví como el rubio salió volando a un lado mío por una patada en sus costillas.

Apenas sus manos se apartaron de mi cuerpo, comencé a retroceder asustada aún en el piso.

—¿Estás bien?— La amable voz enfrente mío hizo que dejara de ver al mocoso grosero quejarse de dolor en el suelo.

Y fue cuando lo conocí... El hombre de mis sueños.

Odiaba admitirlo, pero siempre me gustaron rubios; y si digo que "odiaba" mi gusto fue porque conocí a aquel rubio cenizo tan grosero, pero ahora veo embobada a otro rubio, un poco más oscuro, frente a mí.

Tenía un estilo único. Su cabello ondulado peinado hacia atrás, sus finos ojos almendrados, con un discreto delineador negro, una nariz respingada, y un gran y fuerte cuerpo que se marcaba tras su chaqueta amarillo mostaza y una camiseta pegada que marcaba su fuerte torso.

¿Era un ángel? Parecía un ángel. ¿Era este ángel el mismo que menciono el demon... Digo, el niño rubio? ¿Ya mencioné que parece un ángel?

—¿Caíste del cielo? Porque pareces un ángel...— hable sin pensar, tomando su mano que me ofrecía para levantarme.

—Oye, mocoso.— una furiosa voz que conocía bastante bien llegó corriendo y no dudo en comenzar a patear y golpear al chico que apenas se recuperaba de tremenda patada que había recibido.

—¡¿Tú quien rayos eres?!— se quejó el joven en el suelo mientras tosía.

—¡Qué te importa! ¡Te atreviste a tocarla!— siguió con los golpes y el rubio apenas le podía seguir el ritmo.

Dabi era mucho más fuerte que un niño. Dabi era peligroso. Dabi era incapaz de parar, al menos de que estuviera sangrando. ¿Cómo fue que me hice amiga de alguien como él?

—¡Para!— Olvide al ángel frente a mis ojos y salte a detener a mi amigo.

—¡No me defiendas, vaca! ¡Puedo perfectamente contra este vagabundo!— Me empujó a un lado cuando me puse frente al pelinegro.

—¡Qué no la toques!— Volvió a gritarle y le pego un buen puñetazo en la quijada, tirándolo por los aires.

—¡Dabi, detente!— Insistí y en lugar de ponerme frente a él, me lancé sobre el rubio que apenas logro sentarse para limpiar la sangre de su labio que se había mordido.

—Quítate del camino.— Me ordenó el rubio poniendo una mano sobre mi hombro y haciéndome a un lado con brusquedad.

—¡Te dije que no la tocarás!— Sin darle tiempo a reaccionar, le pego un golpe en el ojo, tirándolo definitivamente al suelo.

Dabi estaba hecho una furia. Nunca lo había visto así. Sabía que me quería, pero no tenía idea de que fuera tanto.

—¡Tonto! ¡Se te fue la mano!— Lo regañe mientras me agachaba revisando al rubio que parecía noqueado.

—¿Pues no que muy hombre? Ese mocoso era un presumido de su fuerza. Se lo merecía.— Terminó murmurando mientras se cruzaba de brazos y me veía sin afán de ayudar al chico que noqueó.

—Se te paso la mano, tío.— Mi bello ángel apoyo su codo sobre el hombro de mi amigo.

—Solo lo debido.— Finalizó dándose la vuelta, sentándose en la banca.

—Chico, ¿estás bien?— el rubio oscuro se acercó detrás de mí y se apoyo sobre sus rodillas inspeccionando al cenizo que tosía

—Hay que llevarlo a la banca. Ayudame por favor.— Le pedí y él asintió.

Pasamos un brazo sobre nuestros hombros, y aunque yo era mucho más baja, logré ayudar un poco.

—Madre mía, ¡le partiste la mejilla!— Regañe al azabache que nos veía indiferente.

—Oye, ¡te salve!

—Con la primera patada fue suficiente, no era necesario machacarle.— Comencé a revisar mi mochila para ver si tenía algo que pudiera servir.

Encontré mi pañuelo y mi botella de agua. Lo moje y lo acerque para limpiarle la sangre, raspones y mugre.

—No me toques.— Amenazó con sus feroces ojos rubies.

—Solo quiero ayudar.

—Ya ayudaste lo suficiente.— Soltó molesto pero cansado, y se levantó agarrándose un costado.

—No quería que terminarás así.— Lo seguí mientras veía que recogía su mochila.

Me adelante y le ayude a levantarla. No pesaba mucho, pero apenas y podía doblarse.

—Aunque sea limpiate la herida.— Le extendí el pañuelo húmedo con su mochila en mi otra mano.

Me arrebato sus pertenencias y escupió mi pañuelo, dejándome aún más tensa.

—No te vuelvas a aparecer por aquí, o de verás te mato.— Con esa última amenaza se marchó intentando caminar normal.

—¡Si te duele no te hagas el fuerte!— le grite preocupada, pero me di cuenta que la frase podía tomarse agresiva —¡Ve a que te revisen! ¡El costo de los rayos X los pago yo!— insistí pero él solo me alzó el dedo de en medio.

Con el sentido de culpa me gire a Dabi para encararlo, pero solo se dedicaba a fumar con la cara de sueño que siempre traía.

—¿No tenías nada que decirle?— puse mis manos como jarra.

—Mmm, quizá, ¿no te vuelvas a aparecer por aquí, te rompo la cara de presumido si te vuelvo a ver y ojalá te atropellen? ¿Algo así querías que le dijera?— soltó el humo en mi rostro, y yo no me inmute, lo hacía siempre.

Estaba por regañarlo como siempre cuando un rostro se asomo entre nosotros.

—Sabes actuar rápido y no le temes a este delincuente.— entrecerró los ojos mientras acariciaba su barbilla donde una pequeña barba apenas hacía acto de presencia.

—¡Hey!— se quejo ofendido.

—¿Dis-disculpa? ¿Tú eres?— retrocedí unos pasos ante la repentina cercanía.

—Perdón por la presentación hasta ahora. Soy Takami Keigo, un gusto señorita.— Inclino su cabeza llevando su mano a su corazón, como si fuera un mayordomo saludando.

—Mucho gusta, digo, me gustó, es decir un placer conocerlo.— nerviosa vi como tomó mi mano y dejo un suave beso  en mi mano.

—Deja de actuar como tonta.— Dabi comento mientras asaltaba de mi mochila mi merienda para la escuela —No caigas en sus jueguitos, sabe actuar a su favor.— Advirtió el azabache.

—Cállate, estoy hablando con el caballero.— lo vi con molestía.

—¿Eres buena mintiendo?— el rubio acariciaba su barbilla mientras caminaba a mi alrededor, como un depredador analizando a su presa.

—Ah... ¿Por qué le interesa?— alce una ceja sin perderlo de vista, comenzando a ponerme incómoda por sus ojos paseando por mi cara y cuerpo.

—Oye, tampoco te la comas con la mirada.— Dabi lo tomo del brazo para que se detuviera, lo cual agradecí. —Es una niña.

—Cierto, pero me han dicho que tiene voz de ángel y apariencia de mujer.— se detuvo por fin frente a mí —Mira linda, quizá mi presentación estuvo incompleta hace un momento. Me conocen como Hawks. Socio de un bar nocturno para la clase alta.— Sacó de quién sabe dónde una tarjeta dorada con una dirección y un teléfono. Con letras negras brillantes el nombre Midnight Drinks. —Por desgracia aún no contamos con una cantante para la próxima semana los días jueves y viernes. Los viernes son concurridos, los jueves son más de empresarios y reuniones. Pero en general es un ambiente tranquilo.

Tome la tarjeta y la observé a detalle mientras escuchaba la presentación del tal Keigo.

—¿Éste es tu jefe?— pregunté a mi amigo estirando el cuello para verlo ya que Takami lo dejo tantito atrás cuando el le tomo el brazo

Dabi solo rodó los ojos y se hizo hacia atrás para dejarnos hablar tranquilos.

—Veo que ya te comento algo.— le dedico una breve mirada cómplice y volvió a mí.

—Algo así. Pero lo rechace esa vez, y lo vuelvo a hacer. No gracias, no me interesa.— le regrese la tarjeta pero él no me la recibió —Ehm, señor, creo que puede ver el uniforme de secundaria que traigo, y no creo que no sepa que tengo catorce. No me voy a ir a meter en una cueva de lobos.— retrocedí unos pasos guardando la tarjeta en el bolsillo de mi falda.

—Seras una tierna oveja bien resguardada de todos esos "lobos" a los que temes, te lo puedo asegurar.— Dio un paso acercándose con una encantadora sonrisa que fácilmente podía distraerte de sus verdades intenciones.

—Tengo dos padres sobreprotectores que me mantienen encerrada en casa a partir de las ocho de la noche. ¿Cómo planea que me fugué de once a dos de la mañana?

—Mmm... Quizá... ¡Hey, Dabi! ¿No antes entrabas a casas de ricos a robar?— interrogó al joven ojeroso que mantenía sus ojos cerrados mientras descansaba un poco de lo que sea que estuvo haciendo la noche anterior.

—Aja, ¿y?— respondió con descaro, ni siquiera se molestó en dirigirnos la palabra.

—Te pago un 12% más si la ayudas a fugarse esos dos días de casa y la regresas segura y a salvo. ¿Qué dices?

—¿Lo incluiras en el contrato?— bostezó mientras abría con pereza sus ojos.

—Sí, lo pondré como "seguridad personalizada a clientes VIP".

—Vale.— acepto enseguida encogiéndose de hombros —Pero que sea un 15%, sus padres pueden parecer carceleros.

—Trato.— estrecharon manos.

—Oigan, yo ni siquiera he aceptado.

—Vamos linda, ganarás mucho. En una noche este puede ser tu cuota.— saco un par de hojas de los bolsillos internos su chaqueta —Analiza lo que dice, ¿sí? No pierdes nada, y puede ser el inicio de una buena carrera. Asisten muchos patrocinadores.

—Señor Takami, tengo catorce.— repetí sin ganas de tomar lo que parecía ser un contrato que sostenía con insistencia hacia mí.

—Le dices a tu mamá que te vas temprano de casa según para estudiar en la biblioteca escolar cuando en realidad estás aquí cada mañana. Te saltas algunas clases de tu academia de inglés para ir a aprender baile en el barrio de Dabi, sin contar que regalas dinero a vagabundos con los que luego comes y vienes temprano a este parque desolado para ensayar tu cantó... No me parece lo que una niña de catorce haría, ¿no crees que ya te has arriesgado demasiado a estar entre lobos? ¿por qué no te quitas la carita de oveja y muestras quién eres?— sonrió de lado, con atrevimiento de contar mis secretos que solo Dabi conocía.

—Sabia que no podía confiar en ti, ojeroso. — miré recelosa al mencionado que solo sonrió divertido.

—No le contaría eso a cualquier tío que me topará en la calle.— se cruzó de brazos —Vamos, acepta. Yo te protejo.

Por fin, bajo la mirada del par de hombres, tome los papeles para echarle un rápido vistazo.

Mis ojos se abrieron enormes al ver la cantidad que daba. Era mucho para mí. Además no es como si el dinero me faltará.

Pero la sola idea que me planteaba y la experiencia excitante que conllevaba todo esto, me resultaba demasiado atrayente, más que la cifra que ganaría.

—¿Y? ¿Qué dices? ¿Necesitas tiempo? Solo te recuerdo que no tienes muchos días para pensarlo, la chica que contratemos será por un mes, y ya estamos apretados de tiempo.

—¿Cómo confías en qué cantaré bien si no me has oído?— de la cifra de dinero en el papel mis ojos pasaron a los suyos

—Confío en el desconfiado Todoroki.— Sonrió convencido mientras se cruzaba de brazos.

—Que no me llames así.— Se quejo con artera Dabi.

—Vuelvo mañana para tu respuesta. Lindo día, preciosa.— inclino levemente la cabeza a modo de despedida y se dio la vuelta para irse —Andando hombre.— llamo a su amigo que se levantó.

—¿Y que hay de mi edad?— grite antes de que se alejaran más.

—Dentro de la tarjeta, hay otra tarjeta.— fue lo único que me dijo antes de irse.

Sin entender mucho lo que sus palabras querían decir, y tras revisar que la tarjeta dorada era solo eso, una tarjeta dorada de presentación, me marche a mi escuela.

Suspiré por milésima vez sin poder concentrarme.

Dejé mi partidura a un lado y saqué la tarjeta del bolsillo de mi suéter marrón.

—Ahg, no tú otra vez...— el rubio chasqueo la lengua con fastidio y dejó su mochila a un lado de mí —¿Vas a empezar a cacarear?

No respondí, estaba más concentrada en tratar de averiguar que rayos era lo que quiso decir con lo de: "Dentro de la tarjeta hay otra."

—Oye, ¿te gustan los acertijos?— por fin lo vi mientras el tenía sus furiosos ojos rubies esperando a que le respondiera.

—¿¡Ah!?— frunció su boca con desagradó —¿Tienes algún tipo de retraso mental?— subió su pierna a la banca y acercó su rostro a mí, cómo tratando de intimidarme.

—¿Te gustan o no los acertijos?— insistí sin retroceder ni un centímetro mi cara de la de él.

—Eres rara.— retrocedió y comenzó a estirar sus brazos, tronandolos.

—¿Qué entiendes cuando alguien te da una tarjeta y te dice que dentro de ella hay otra?— extendí el trozo de plástico dorado hacía él.

Con una ceja alzada y confusión en su rostro, la tomo de mala gana.

—¿Qué es esto? ¿Alguien te quiere comprar un órgano?

—¿Verdad que se ve muy sospechoso? El rubio de ayer me dijo que dentro de esa tarjeta había otra.— expliqué y él acercó el plástico a sus ojos que lo inspeccionaron con cuidado.

El dorado de la tarjeta se reflejaba bellamente en su mirada rojo intenso. Parecía como si una fresca y jugosa cereza estuviera reflejándose en el plato de oro donde estuviera acentada, lista para ser mordida.

—¿Qué tanto me ves?— en un segundo, me tomo por sorpresa observándolo en silencio.

Si no tuviera ese horrible carácter podría ser lindo.

—Nada. Solo que tienes lindos ojos.— confesé y volví mi mirada a la tarjeta, pero al sentir que me seguía observando volví a verlo, enseguida, desvió su mirada.

—Ah, es una estampa.— comentó algo sorprendido y con su uña comenzó a raspar la punta de la tarjeta.

—¿Qué?— me levanté y me puse frente él mientras despegaba el fino plástico dorado, convirtiendo el plástico de presentación en una identificación falsa.... Mi propia identificación falsa.

—¿Esta gorda fea eres tú?— sonrió con burla mientras sostenía la credencial.

Y así como el oro falso puede reflejar fácilmente en una fruta falsa de decoración en medio de una mesa de comedor, el rubio podía resultar ser una falsa cereza deliciosa.

Sus hermosos y únicos ojos quedaban opacados con su personalidad grosera.

—Sí, soy yo.—  Se la arrebate y la vi con detenimiento.

—¿En qué estás metida, cara de oso?

—¿No tienes ni una sola forma de dirigirte a mi que no sea insultante?— pregunté ya irritada con su actitud.

—Mmm, no.— soltó indiferente a mi malestar por sus insultos.

—Que te parece solo chica, o niña. Es mejor que cualquier estupidez que te inventes.

Su actitud me ponía ansiosa, me alteraba los nervios. Saque un chocolate de mi mochila, otro bombón que tomé de casa. Había sido un regalo de la abuela por el aniversario de mis padres. El sabor del licor que tenía por dentro apoderándose de mi paladar lograba relajarme.

—¿Entonces no piensas presentarte?

—¿Por qué lo haría?

—¿Quizá porque me has agredido, perturbado y prometiste pagarme el tratamiento en caso de haberme roto una costilla?

—Ay por favor, no seas tan dramático.— intenté restarle importancia, pero la verdad es que eso último si me preocupo —¿Te... Te rompió algo el mapache? ¿Fuiste a consultar?— lo vi de reojo.

—No soy una muñeca de porcelana para que algo así me haya lastimado.

—Jaja, pues lo pareces.— me senté —¿Quieres uno? Por ayudarme a descubrir el acertijo.— le ofrecí un bombón, el cual me lo arrebato y sin piedad lo mascó —¡Hey! ¡Disfrútalo! Qué animal...— lo vi ofendida por la manera en la que comió aquél delicado chocolate.

—¿Y según tu como se debe comer?— hizo bolita el envoltorio plateado y me lo tiro a la cabeza.

—Es un chocolate fino, así que paladealo, deja que se derrita en tu boca. No es cualquier chicle barato.

–—Yo como como se me de la regalada gana.— contesto cómo un rebelde, dándose la vuelta para empezar a entrenar.

Intenté ignorar su presencia y volver a mis prácticas y afinaciones.

Sentía mucho mejor mi garganta. Digo, ya era hora después de tantas inyecciones y medicinas que me había dado el médico para salir de esa horrible infección.

Esta vez decidí saltarme la afinación. Así que, aclare rápidamente mi garganta, y comencé a cantar la suave melodía con la que presentaría mi examen de canto en la academia. Sin embargo no pude. La voz no me salió.

¿Por qué? Los feroces ojos cereza del rubio estaban sobre mí.

Nuestras miradas chocaron.

"Ni se te ocurra producir un solo sonido" leí con facilidad en su expresión.

Intimidante. Lo sentí verdaderamente intimidante está vez.

Sentí mi garganta cerrarse, y una tos me llegó.

Su mirada juzgadora, como esperando a que me equivocara me ahuyentaron de ahí.

—¿Conoces al ángel?— me preguntó cuándo mi respiración se dificultó mientras me removía incomoda en la banca de madera.

—¿Ángel? ¿Te refieres al rubio que te pateo ayer?

—¡Si no me hubiera tomado por sorpresa le hubiera reventado la cara!— gritó molesto de repente.

—Vale, jaja, sí, tú hubieras ganado.— le di por su lado —Para mi él parecía un ángel, ¿pero cuál es el tuyo?— apoyé los codos en mis rodillas, inclinadome prestando atención a cada uno de sus movimientos mientras hacía lagartijas.

—Una voz que seguramente tú nunca alcanzarás.— soltó frío y despiadado

—¿Cómo era?— pase de su menosprecio y seguí preguntando interesada en sus gustos.

Se veía alguien de gustos selectivos. ¿Qué tipo de voz sería de su agrado? ¿Qué tan altos serán sus estándares?

—¿Qué te importa?— las primeras gotas de sudor comenzaron a gotear por su barbilla.

—Mucho. Mi sueño es ser cantante, y quiero incluso ganar con mi voz a personas como tú. Así que me importa mucho. Entonces ¿cómo era?— finalice mi explicación con ciertas ansias por saber más —Vamos, tu empezaste con lo de las críticas, ahora quiero saber cómo calificas esa voz.— insistí.

—¿No cerraras el hocico hasta que te diga?— me vio de reojo y yo negué con una sonrisa inocente en mis labios —Tch...— se levantó y se acercó a su mochila donde saco su celular —Escucha y aprendé.— reprodujo una grabación que al parecer le había hecho a su "ángel".

Un mal español de principiante que apenas comenzaba a ser fluido sonó en la bocina de su celular. La grabación no tenía pista, era la voz a acapela. Pero aún así lograba oírse decente.

—Esto... ¿Esto es lo que te gusta?— volteé a verlo asombrada

—¿Qué? ¿Algún problema? ¿O es que acaso tienes envidia de la voz de mi ángel?— bufo engreído.

—Es... Gruesa, inestable...

—Pero tiene fuerza.— soltó sin dudar.

—¿Sientes fuerza en su voz?— alce una ceja.

—Parece que trata de contenerse.

—Hay voces mejores. ¡Más armoniosas!— proteste.

—¡¿Pedí tu opinión?!— detuvo la grabación que lo había logrado mantener en cierto grado de buen humor

—No, pero es que la voz es...——

—¡Cállate extra! ¡Ya quisieras que tu asquerosa voz se pareciera a esta!— me gritó poniéndose de pie.

Me dejó sin palabras. Tomé mis cosas rápido. Salí casi corriendo avergonzada.

Sus ojos brillaron bellamente al mostrarme aquella voz. Mi voz.

¿Qué tipo de persona eres, rubio explosivo?

Primer capítulo, ¡entregado! jeje... Espero les haya gustado ^^

No olviden dar estrellita antes de deslizar abajo :3

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