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Una carretera amplia se extendía en frente de la camioneta negra y vieja, con música en la radio y un chico rubio riendo a carcajadas mientras tomaba fotos con su cámara vieja.
Era verano, el sol estaba en su máximo apojeo y el aire húmedo se colaba por todas partes. Los dos chicos decidieron alejarse de la humanidad un tiempo, en realidad esa misma mañana habían hecho tal decisión, sin preparación alguna, simplemente fue una idea random que llevaron a cabo. Así que tomaron sus maletas, metieron algo de ropa y algunas cosas más que creyeron necesitarían, avisaron a sus amistades de su ausencia, tomaron prestado la camioneta de Namjoon y se largaron.
Creyeron que era momento de darse un respiro.
Llevaban 4 horas de viaje ya, lo único que podían ver era la carretera y amplios terrenos llenos de árboles y césped a los costados. Algunos autos también a su alrededor.
– Yoonie, ¿crees que encontremos una gasolinera pronto?, tengo que ir al baño. —dijo el rubio observando las fotos que había tomado, con los pies subidos a la guantera.
– Dejamos una gasolinera hace como una hora, ¿no pudiste ir en ese momento?
– No tenía ganas en ese momento. —se defendió el chico— Y tu fuiste el que me dio el jugo grande de desayuno, te dije que si iba a ser un viaje largo mi vejiga no iba a aguantar pero no me escuchaste.
– ¿Y por qué me escuchaste tu a mi?. Pudiste dejar el jugo para después.
—dejó que un puchero saliera— Tenía sed.
El mayor suspiro, la verdad es que él también ya estaba algo cansado de manejar tanto sin parar.
– Podemos parar y vas a hacer tus necesidades por un árbol.
– ¡¿Estas loco?!, que sea hombre no significa que estoy cómodo con andar ensuciando el medio ambiente con mis toxinas Yoonie. -hablo alarmado.
– Amor no creo que encontremos otra gasolinera pronto y por la cara que pones se nota que ya no aguantas.
El rubio iba a reclamar de nuevo, pero se detiene al ver un pequeño local donde parecía que vendían frutas y demás en la otra carretera. Quito los pies de la guantera rápidamente y empezó a apuntar al local.
– ¡Ahí Yoonie, ahí!
– ¡¿Qué, qué?! —empezó a gritar alarmado, puesto que este aun no había visto el local en medio de los árboles.
– ¡Hay un lugar donde podemos ir, pasa a la otra carretera ahora!
– ¡Jimin, no hay redondel o paso! ¡Ahora quedate quieto!
—este dejo de apuntar como loco y se calmo— Yoonie, podemos ir ahí para el auto.
Yoongi lo medito un pequeño momento para luego hacerse a la derecha y poder estacionar el carro. En cuanto esté se estacionó y Yoongi lo apago el rubio salió del auto y salió corriendo al lugar que habían dejado atrás unos metros.
– ¡Jimin, con cuidado no corras! —grito el mayor saliendo del carro, el rubio se detuvo en medio de las dos carreteras, menos mal no habían más carros— ¡Estaré aquí, no puedo dejar el auto solo! —le comunico.
– ¡Esta bien Yoonie ya regreso!
Y volvió a salir corriendo al local, solo que esta vez miró si un carro pasaba. Yoongi volvió a suspirar, un día el chico le iba a matar con su imprudencia.
Después de un rato, en el cual el mayor aprovecho para verificar el tanque de gasolina y estirar las piernas, el rubio regresó ya tranquilo con una bolsa negra en sus manos y su preciosa sonrisa.
– La señora de la tienda fue muy amable, me dio unas cuantas fresas y naranjas.
– No entiendo porque siempre te regalan cosas.
– Porque yo no los miro como si fuera a matarlos en cualquier momento, Yoonie bebé. —dijo el rubio apretando ligeramente la mejilla del mayor.
– Si sí, como sea. De vuelta al auto niño consentido, tenemos que irnos.
– ¿Consentido? —preguntó indignado mientras caminaba a la puerta del copiloto- Yo no soy ningún niño consentido.
Ambos se subieron al auto y el chico pálido arrancó de nuevo para retomar su viaje.
– Eres mi niño consentido, creía que eso había quedado claro.
Jimin ya no dijo nada, se limitó a acomodar la fruta en el suelo del carro y mirar por la ventana con una sonrisa tímida en sus labios. Yoongi sabía cómo hacerlo sonrojar.
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Después de otras 2 horas de viaje, música a todo volumen en la radio, risas y a veces silencios, los chicos habían llegado a lo que creían ellos era su destino.
La verdad ellos no sabían realmente a dónde iban, no tenían planeado un lugar cuando salieron de su departamento y tomaron el auto de su amigo. Se habían dejado llevar por el impulso de querer escapar un rato.
Habían llegado a un lugar que parecía casi un desierto. Tenía mucha maleza al rededor, algunas montañas a lo lejos y no había rastro de alguna civilización cercana. Vieron el reloj y se dieron cuenta que eran las 4 de la tarde ya así que se pusieron manos a la obra.
Yoongi estacionó el carro de modo que la parte de atrás estuviera viendo justo el lugar donde se escondía el sol, después de ello entre los dos cubrieron la parte trasera de la camioneta con una colcha vieja que habían estado usando en sus otras varias escapadas desde que se conocieron, tiraron un par de almohadas que habían llevado y por último sacaron una sábana azul con la que se cubrieron cuando se acomodaron en el pequeño espacio que habían creado. Cuando terminaron todo ya eran las 4:43 de la tarde, aun había tiempo.
Comenzaron a charlar de diferentes cosas con algunas canciones de fondo que el peli-negro ponía desde su celular a la pequeña bocina. Comenzaba a hacer frío así que el rubio sin pensarlo mucho se coloco entre las piernas el otro chico y se cubrió aún más con la sábana azul.
– Yoonie.
– ¿Si? —contestó este, reposando su barbilla en la cabeza del rubio.
– ¿Cómo nos imaginas en el futuro?
El chico tatuado guardo silencio, meditando la pregunta. Él ya estaba acostumbrado a las preguntas del rubio, no le sorprendía que de un momento a otro este estuviera pensando en ello cuando hacía un momento estaban hablando de cuál cereal tenía mejor sabor. Comenzó a acariciar el brazo ajeno por debajo de la sábana y decidió hablar.
– Te imagino a ti, a mi lado, y nada más. No necesito más futuro que eso. Mientras tu estés conmigo no me importa donde estuviésemos ni en qué condición.
—el rubio sonrió— Yo me imagino en un lago, sentado a la orilla de este, y te veo a ti lanzando piedritas a ese lago para ver que tan lejos puedes lanzarlas. —soltó una risilla— También me imagino una casa detrás nuestro. Es nuestra casa.
– Entonces se hará realidad, tendrás tu casa en el lago y me tendrás a mi, lanzando esas piedritas. Pará mi es el mejor futuro.
Se habían dejado llevar tanto por la conversación que no se habían percatado de la puesta de sol que se les estaba brindando y la cual ellos estaban esperando. Fue el rubio que se dio cuenta de esto y asintió hacia la dirección donde el sol se escondía para que el mayor lo mirara también.
Ambos observaron como el sol se iba desvaneciendo de a poco y como el cielo iba tornándose más azul y grisaseo. A ambos les gustaba ese momento del día, les brindaba una calidez inimaginable.
Y ahí, entre sábanas, se quedaron un rato más observando el cielo y sus estrellas, que salían a penas para saludar a la ciudad.
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Escrito el 15 de junio de 2019
Terminado el 13 de noviembre de 2019
1281 palabras
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