Capítulo 2
—Ni un miserable lugar para estacionar...¡Bienvenidos a la ciudad!
La ironía de Adam decora el atardecer frío en Quebec. A pesar de sus quejas, no puedo quitarle la vista a mi ventana. Cabellos teñidos de colores, tatuajes, ropas extravagantes, camperas de cuero, piercings y risas. Gente joven y cool paseando con cafés y comida rápida por el área universitaria aunque eso no signifique que ingresen a los dorms. Apenas son las siete. Lucen demasiado cool para eso.
—Deberé esperar hasta que uno de estos niños ricos decida moverse.
Mi mirada se detiene en la chica con tapado de piel y jeans rotos que baja de un coche negro frente al edificio 174, mi nuevo hogar. Un hombre bien parecido y vestido de traje la ayuda a llevar las cajas adentro...debe ser su padre.
Al mismo tiempo, un chico con gafas oscuras sale para fumar un cigarrillo.
—Qué vida...— Dice Adam habiendo notado lo mismo que yo.— Ey, ¿por qué no te vas registrando mientras yo intento estacionar? Así matamos dos pájaros de un tiro.
—Okay.
Tomo mi mochila y me bajo del coche algo desorientada. Observo las luces cálidas que provienen de las habitaciones y cierro los ojos para obligarme a sentir el calor de mi nuevo hogar.
Una vez adentro, la danza estudiantil continúa y de manera más incisiva.
Jóvenes con el merchandise de la universidad de Quebec, sudaderas, botellas, gorras. Algunos están en el lobby con sus computadoras, otros se pasean con cámaras y demás equipos de filmación. Beanies, anteojos y muchos cafés en mano. Parece una película o una serie de televisión juvenil.
Alguien tose para llamar mi atención. Es la recepcionista del edificio.
—Oh, disculpa.— Le digo aceptando mi documento de identidad.
Sin observarme, sigue tipeando a la velocidad de la luz. Tiene cabello negro, flequillo que cubre su amplia frente, anteojos de mango dorado y pintalabios carmín. Un poco más arriba de su pecho, una solapa de metal dice 'Ruby'. Choco puños con mi mente al coincidir conmigo misma que el nombre le sienta a la perfección.
—No me apareces en el sistema. ¿En que programa me dijiste que estabas?— Me pregunta aún sin observarme.
—Seis meses en fotografía.
Ruby sigue tipeando. Nuevos estudiantes salen entre risas y gritos. El ruido de fondo aumenta y mis nervios no se quedan quietos.
—Okay. Entonces serían...dos mil dólares por los primeros dos meses más el diez por ciento de los honorarios incluyendo el equipamiento extra y uso gratuito e ilimitado de los laboratorios de manipulación y posproducción de imagen. Todo eso sería dos mil ciento y un dólares. ¿Tarjeta de crédito o efectivo?
¿Qué? Mi mente suprime todo tipo de orden dejando un caos a la intemperie de mis facciones frenéticas. Intento hablar con coherencia.
—Perdona, yo no-no debería...a ver, estoy en el programa de becas, el señor Dawson me inscribió hace cuatro meses.
—No me importa.— responde Ruby aún si devolverme la mirada.
Me quiebro. Dios mío, ¿qué sucede?
—Oh, tú no querida.— Responde con una sonrisa y tocándose el auricular que hasta el momento no había notado que llevaba puesto.—Ya mismo regreso con tu formulario de aplicación.
Asiento, recolectando los bríos que ya se me habían comenzado a desatar. Creo que casi me agarra un infarto.
—¿Todo en orden?— Pregunta la voz familiar de Adam.
Deja las maletas a un costado mientras procura no invadir el pasillo.
—Si...— Suspiro.— De maravillas.
Adam no tiene tiempo para detectar mi sarcasmo, Ruby se acerca al escritorio con un pilón de fotocopias y demás artilugios de oficina.
—Voy a necesitar que me firmes aquí. Aquí tienes un duplicado de tus formularios de la beca, tus horarios para la primera semana y también las reglas del edificio más actividades extra en estos papeles. Aquí está tu llave, que por cierto si la pierdes, te costará un extra de treinta y cinco dólares canadienses, lo mismo por las cosas de la habitación que aparezcan rotas o perdidas al final de cada mes. Toda esa información está detallada en esas páginas que acabaste de firmar. Habitación cuatrocientos nueve, cuatro piso a tu izquierda. Que tengas una bonita noche y...¡Bienvenida a la Universidad de Quebec!
Aquí adentro me siento más protegida. Quizá sea por el exceso de privacidad y silencio, o también por la ausencia de personajes extravagantes. Si hay algo que creo haber notado es que lucir alternativo es un normal en este lugar. Necesitaré algo de tiempo para acostumbrarme y seguro mucho más para camuflarme.
Mientras Adam saca mi ropa de las cajas para ubicarla en mi nuevo ropero corredizo y moderno, yo pego las fotografías sobre mi cama de plaza y media. Vestidos a cuadros, un par de polleras viejas y largas, tres pares de jeans y sweaters. Varios sweaters. Lo más alternativo para una chica de Shediac.
—¿Adam?
—¿Si?
—Estaba pensando, ¿qué si...?—comienzo a enunciar desconociendo por completo lo que mi mente necesita exponer.
El móvil de Adam suena. Lo saca de sus pantalones y le hecha un vistazo.
—Es tu tío...—responde.—Steve, ¿cómo estás?
Adam se aleja hasta llegar al marco de la puerta que pretende separar la cocina del resto de la habitación.
Giro la mirada hacia la cinta adhesiva y las cuatro fotografías que faltan.
—Si...Riley se quedó con las llaves de Gideon. Le dije que avanzara con el motor roto una vez que terminara de reemplazar el parachoques que-...vale. Perfecto...vale, genial. ¿Qué parte? ¿la ausencia de lugares para estacionar o los niños ricos?— se ríe.— Oh, te hubieses pasado un buen rato bromeando, te lo aseguro. ¿Ella? Ella está genial...vale, le diré. Gracias señor, nos vemos el lunes.
Presiono la última fotografía con la yema de mi dedo índice, casi como si estuviese matando una mosca. Adam me besa el cuello por detrás. Intento sonreír antes de darme vuelta y encontrarnos en un beso.
—¿Vamos?— me pregunta separando sus labios de los míos.
Asiento.
A través del lente, todo se ve más bonito. Incluso aunque lo que estemos fotografiando no lo sea. La combinación de la película y la luz hacen de esto mucho más que una actividad o un tipo de arte. Es algo así como una manera de ver la vida, más parecido a un filtro. Si tan solo pudiésemos usarlo todo el tiempo...
Corrijo el foco en Adam mientras él coge de las góndolas superiores, paquetes de fideos y sopa. Presiono el botón pero no lo consigo. Un chico alto y exótico con sombrero de pluma alta interrumpe la foto mientras arrastra un carrito de compras. Dentro de él y entre risas, hay una chica. Tiene un corte pixie y una gorra dada vuelta. A sus costados salen sus puntas teñidas de color verde agua. Sus ropas son masculinas y lleva un piercing en su nariz pequeña y redonda.
Parecen la encarnación de la juventud alternativa en el mundo de las artes.
¿Tan segura? Pues, claro...¿en que otra categoría no existen las categorías?
Una cliente que pasa delante mío me devuelve a dónde estoy. El chico de pluma maneja el carrito mientras la chica de pelo verde agua levanta las manos en el aire como si estuviese en una montaña rusa, sin preocuparse por contener la risa.
Adam ni se percata. Suspiro. Quizá por su falta de atención al mundo que lo rodea o por no haber logrado la foto. No estoy segura.
—¡Voy a buscar latas de conserva!— me grita cargando la canasta de compras.
Bajo la mirada pero sigo las risas de aquellos dos exóticos extraños hasta convencerme. Sigo el dictamen de mi curiosidad y me inclino hacia la siguiente góndola para observarlos un rato más. Siguen bromeando. Ella sale del carrito dejando ver las múltiples botellas de alcohol. Tantas como para una fiesta de cincuenta personas. No lo digo porque sepa de fiestas, sino por papá. Digamos que aprendí como adelantarme a los hechos, prepararme. Con todo esto tendría como para un mes de drama.
En el lado izquierdo de la góndola de belleza están los maquillajes. Noto como el chico acaricia con la yema de su dedo, los pintalabios. Se pasea con su uña esculpida de arriba abajo hasta detenerse en un lipgloss y lo deja caer en el bolsillo de su tapado. Mi mirada se encuentra con la suya y mi corazón se paraliza, pero él...él solo sonríe y me hace un gesto de silencio con el dedo en el medio de su boca. No me muevo.
Adam camina hacia mi, rozando la escena del crimen. El par alternativo se da la vuelta hacia el otro lado para continuar su paseo entre euforias elevadas.
—Este lugar está plagado de fenómenos, Dios.— Se queja Adam con la canasta cargada de artículos baratos, espiando aquella pareja curiosa que ya desapareció sin dejar rastro.
***
La historia ya está empezando a tomar forma, ¿cierto?
¿Qué creen que ocurra en el próximo capítulo? Lxs leo →
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