Capítulo 1

Entender tanto a los demás me dio la habilidad de ser mentirosa. Podía elegir si plantarme segura con mi cámara o esconderme y pasar desapercibida detrás de ella si percibía un reto; de todas formas la verdad es, que nunca dejé de presionar el botón. Siempre pensé que era algún tipo de castigo con el que tendría que lidiar toda mi vida pero supongo que aceptarlo fue lo único que podía hacer para vivir en paz. Después de todo soy la hija mayor y las hijas mayores saben. Debe ser lo único bueno de ser nosotras. Entender, saber aceptar, mentir.

Me estiro un poco más. Quedan solo cinco, cinco fotografías.

Ahora que pienso, después de dieciocho años mi ausencia será el primer cambio real que sufre esta habitación. No por las fotografías, estas siempre se fueron sumando a modo obvio pero ¿las caracolas? Las caracolas cuelgan de estas paredes azul viejo desde que tengo memoria. También las camas yacen iguales, ubicadas a cada lado de la habitación incluso antes de que nazca Joy. Claro que nunca pregunté por qué, siempre lo acepté. Quizá porque mis muñecas también tenían su espacio y yo estaría menos sola.

Vuelvo a posar mis dedos en la pared rugosa pensando en mis capturas, todos estos recuerdos y sus personas. Completos desconocidos detrás del lente viejo. No sé que me impulsaba a fotografiarlos, quizá era su continuo movimiento. Todos parecían arriesgarse, incluso aunque no lo supiesen...todavía no sé a qué.

Con sumo cuidado logro quitar la cinta adhesiva quedando un pequeño pedazo de cal y pintura azul viejo en la número dieciocho. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que comencé? Cuatro más y ya...vaya, pareciera que no quiero irme de aquí.

Hecho otro vistazo general antes de caminar hacia el angosto y largo espejo.

¿Cuándo habrá sido la última vez que pintamos otra capa azul sobre la anterior? Noto que la palabra riesgo no cabe en este espacio, solo los pelos de gato y las novelas viejas. El olor a océano está impregnado en el aire polvoriento de una forma simbiótica, como si no pudiesen existir sin el otro. Eso si que sobra.

Hago puntillas de pie para arrancar de la pared, la última fotografía, a la izquierda del espejo: yo de niña fotografiada por mi abuela. Vieja y sepia, casi un cliché.

'Tus cejas claras hacen de tu cara natural y fresca, lo más difícil de leer' solía decir ella.

Me encuentro otra vez reflejada pero esta vez en el espejo. Me observo lento pero sin cuidado. Cejas casi alvinas, cabello lacio y castaño del mismo tono mis ojos, marrones como la tierra húmeda en invierno. Fría. Vaya...me aburro de solo verme. Vuelvo a observar la fotografía y otra vez mi reflejo, aunque no estoy segura de la diferencia. Pareciera que el tiempo estuvo detenido desde siempre.

La puerta se abre haciendo el típico chirrido friccional permitiendo que Ferninard ingrese a paso elegante.

—Papá le dijo a mamá que si no vuelves a casa la habitación será enteramente mía.— Joy se abre paso después del gato, con su suave y dulce voz de diez años.

Camino hasta Ferdinand y lo alzo entre mis brazos para evitar que se meta en mis maletas.

—¿Y eso te agradaría?— Le pregunto dándome la vuelta para verle la cara.

Observa las paredes vacías con los labios casi entreabiertos. Le tiemblan algunas facciones.

—Quiero ir contigo— Admite retrayendo sus labios para reprimir el llanto.

Suelto al gato y sostengo las manitas de mi hermana invitándola a sentarse a mi lado. Le acaricio la mejilla cálida y levanto su mentón.

—Joy, mírame... ¿Quién va a cuidar de todos si ambas nos vamos? Ferinard, Mamá, papá...

—Daniel podría.— Interrumpe con lógica, pero sin sentido.

Le diría tantas cosas...que Daniel debe trabajar porque con lo que papá gana no alcanza, que mamá está deprimida, que a papá le gusta el alcohol y se pone violento sobre todo con mamá, que nuestros padres no están enamorados, que estoy feliz y triste. Feliz de irme de este pequeño infierno llamado Shediac y triste de no poder traerla conmigo. A ella y a Adam.

Diría...al final es solo una niña y yo, la hija mayor. Una maldita caja de secretos.

—¡Oh, vamos! Ni siquiera puede hacer un sándwich sin escuchar a Bob Dylan...creo que tú puedes hacerlo mejor.

Joy sonríe.

—Puedo limpiar la habitación de mamá y papá...

—Ajá...

—...Cuidar a Ferdinand y hacer pizza y tortas de limón ¡como tú me enseñaste!

—¿Ves? Te necesito aquí como mi aliada. ¿Crees que puedes hacer eso?

Le acomodo el sweater de lana vieja sobre los hombros. Joy asiente en silencio.

—¡Skyler!

Es Adam desde las escaleras...supongo que al final si me tomé mi tiempo.

—¡Voy!— respondo y observo sobre el pilón, las últimas fotografías. Incluyendo una de Daniel, Joy y mía de pequeños en la playa. El lugar favorito de los West y de todo Shediac o debería decir 'La capital de la langosta'.

Joy se lanza a mis brazos sin avisar y la contengo a pesar del desequilibrio.

—Quebec está a tan solo siete horas en coche. Vamos a hablar todos los días, lo prometo. Cuida mucho a mamá, ya sabes que hacer si algo pasa. Eres la persona más fuerte de la casa, no me necesitas.

—¡Esta habitación huele a cotilleo!

La puerta se abre. Separo un poco el cuerpo de mi hermana. Es Adam. Joy se limpia las lágrimas. Nunca le gustó llorar frente a los hombres. Cuando digo hombres me refiero a mi padre, mi hermano o mi novio. Le ponen incómoda, como si no pudiese ser ella misma. No la culpo pero al menos sé que Daniel y Adam la cuidaran con el alma.

—Lo siento, puedo esperar afuera— Amaga Adam con algo de timidez.

Lleva puesta su camisa azul cuadriculada que hace juego con sus ojos, mi favorita. Su cabello rubio está peinado prolijo como siempre y su actitud es de lo más prudente y tranquila, como si mi partida no le afectase en lo más mínimo. Sé que esto es una suposición tonta, lo siento en mis entrañas pero tiene una capacidad reducida en mostrar y decir sus sentimientos más profundos. Se lo adjudico a la ausencia de su madre y la severa y estricta permanencia de su padre siendo, además, el más chico y único hijo varón.

Pero debo admitirlo, Adam siempre ha sido mi recreo en medio de este caos.

—No es necesario, estamos bien ¿verdad?— Le pregunto a Joy, quien asiente ya más tranquila. Le beso la cabeza y le limpio las lágrimas mientras Adam levanta bolsos sin dejar de observarme. Le devuelvo la mirada. Está preocupado.

—¿Sabes qué, Joy? Vamos a llamarla tantas veces que se va a volver loca y tendrá que regresar.— Comenta Adam provocando mi sonrisa.

Joy sonríe y choca su puño con el de Adam. Los extrañaré demasiado.

—¡Skyler! ¡Adam!— Grita papá desde afuera.

—¡Ahí vamos!— Le responde Adam desde la ventana.

Joy toma un bolso en un brazo y a Ferinard en otro. Maúlla pero ella lo besa incansablemente mientras abandona la habitación.

Suspiro. Tomo una caja pero Adam me toma de las caderas para besarme profundamente. La suelto sobre la cama y hundo mis dedos en su cabello para besarlo de vuelta. Estamos juntos desde que nos conocimos. Primero como amigos y recién comenzando el colegio secundario, como novios. Ya casi siete años.

Se separa de mi cuerpo reprimiendo su sonrisa.

—Vayámonos antes de que tu padre decida echarme antes que a ti.— Me recuerda.

Daniel y Adam terminan de cargar las últimas cosas al coche. Camino hacia mi madre y la contengo con un fuerte abrazo. Lleva puesto su rob felpudo y pantuflas, el mismo conjunto de siempre.

—Adiós mamá.

—Has crecido tanto.— Cambia su tono de voz a un suave murmullo.— Estoy orgullosa de ti, Skyler.

—Cuídate, ¿okay?— Le recuerdo imitando su tono e intentando mantener el hilo.

Después de todo, mi padre está a menos de tres metros. Vuelvo mi mirada al pasto húmedo. Separo nuestros cuerpos. Ella asiente y sonríe un poco.

Camino hacia mi padre con la misma incertidumbre de siempre.

—Pensé que tendría un discurso preparado pero resulta que diecinueve años es poco tiempo.— Comenta con su voz grave y ronca.

—Voy a estar bien, papá.

Esta mañana no huele a alcohol sino a perfume y gel. Se nota que hizo el esfuerzo de mostrarse limpio antes de que me vaya.

Papá asiente pero su sonrisa parece falsa, al igual que su presencia.

—Estamos...emocionados de que estés haciendo esto.— Dice observando de lado a mi madre.—De verdad lo estamos pero Skyler...no te olvides de mantenerlo real. Aquí es donde perteneces, ¿está bien, princesa?

Mamá traga saliva, quieta. Papá abre sus brazos y me acerco fingiendo una sonrisa, igual que él. Lo abrazo y luego, corro hacia Daniel ya con la nostalgia pisándome los talones. Crecí con mi hermano, lo conozco como la palma de mi mano.

—Quería darte esto.— Dice Daniel revelando torpemente de su bolsillo, un album de música.—Me acuerdo cuando éramos chicos y saltaba 'Most likely you go your way (and I'll go mine)' en el estéreo del coche; mientras yo gritaba las letras tu solías fingir que tenías una armónica y bailabas como si nadie te estuviera viendo. No es el mejor álbum, pero será suficiente como para sentirme allí contigo, manteniéndolo real...já.

Lo abrazo con fuerza y cierro los ojos.

—Por favor...—Murmuro.

—Si, los cuidaré. No te preocupes.

Abro los ojos y me alejo un poco.

—¡Vamos langostas!— Alzo el puño a modo de festejo.

Noto como papá toma a mamá por las caderas de lado. Sus dedos la agarran y creo sentir la presión de su piel al tacto. Siento un frío recorrerme de pies a cabeza.

Mas vale que la cuides, Daniel.

Joy llega corriendo para saltar a mis piernas e interrumpir mis pensamientos. Por suerte. Le beso la cabeza antes de que corra a los brazos de mi hermano para ser alzada.

Camino hacia Adam que está apoyado contra el coche. Es como si estar rodeado por tanta despedida le recordase mi partida una y otra vez. Debe ser horrible ser quien se queda y no quien se va.

—Adam, ¿llegarás a tiempo el martes para el partido, verdad? Significa mucho para Daniel.— Le pregunta papá.

Noto las miradas entre Daniel y Adam, como si llevasen más de una década jugando al mismo juego. Daniel asiente en fijo.

—¡Claro!— Grita Adam con una sonrisa, de esas tan Adam que no sé hasta que punto son falsas o reales.

Abro la puerta del copiloto y una vez adentro la cierro con fuerza. Creo que me voy a ahogar, en mi mente y en este cubículo de chapa. Giro la manivela hasta abrir la ventana por completo.

—¿Lista?— Me pregunta Adam con la mirada entrecerrada.

Asiento.

—Vamos.

Daniel corre con Joy en brazos, por mi lado del coche.

—¡Ve y muéstrales a todos esos chicos tu talento!

Saco la mano de la ventanilla para chocar la de Joy mientras me grita, triste. Frenan pero nosotros seguimos. Las lágrimas caen mientras trato de enfocar la mirada en el espejo retrovisor de mi lado. Una casa en la que viví prácticamente toda mi vida, mi familia saludándome a la distancia y una angustia que espero se disuelva pronto. ¿Es por ellos sin mi o es por mi sin ellos? Lo único que puedo confirmar en este momento es que éste ha dejado de ser mi hogar hace años y lo que queda de mi familia es lo único que me mantuvo atada a Shediac...hasta ahora.

Sin secarme las lágrimas, giro mi cuerpo hasta tocar el asiento con todas mis vértebras. El sol entra por mis ojos cerrados y suspiro tratando de sellar el instante.

Creo que siempre llega el momento en el que nuestro cuerpo nos lo hace notar. Como si empezar una nueva etapa fuese un cambio tan fuerte que replicara por nuestro cuerpo sin darnos lugar a oponernos. Y se siente bien.

Ya la casa, mi familia y la angustia se hacen cada vez más pequeños en esa inmensidad cortada por una línea recta. Es horizontal pero no es mi horizonte.

Mi horizonte siempre estuvo allí, del otro lado. Solo me costó descubrirlo. No sé cuánto pensé que podía obligarme a hacerme creer lo contrario, yo, Adam, papá.

Papá...

Mas allá de mi partida, espero que Joy deje ser el primer y último cambio en la casa West.

***

¿Qué opinan del primer capítulo? Me encantaría leer sus opiniones ♥

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