5. Agresividad


5. Reduce los niveles de agresividad

La serotonina sirve también para estabilizar el estado emocional del ser humano ante situaciones de tensión. Concretamente, sirve para inhibir la agresividad y las conductas violentas que pueden derivarse de ella. Así pues, las personas más impulsivas y violentas tienden a tener menos niveles de serotonina actuando sobre puntos clave del cerebro que aquellas que son más pacíficas.

Además, esta sustancia se lleva especialmente mal con la testosterona, una hormona que, al actuar sobre las neuronas haciendo que sean más insensibles a la serotonina, potencia el comportamiento agresivo.

[...]

—Creo haber dejado claro que no te quería cerca de mi novia, Benicio.

Un furioso Simón habló observando como el italiano tenía una mano intrusa puesta en la pierna de Ámbar. Y como esta miraba fastidiada al dueño de esa mano.

—Solo me estaba presentando formalmente... —se excusó el otro con una socarrona sonrisa.

—Que lindo que sos, pero yo prefiero conocerte sin necesidad de contacto físico, ni humano —Ámbar le sujetó la mano quitándola de su pierna y dejando que cayera sobre el muslo de su dueño.

La rubia se levantó del sillón donde estaba sentada y se posicionó al lado de Simón apretando su brazo para calmarlo. Ese soltó un bufido y la rubia juraría que jamás lo escuchó rezongar tan molesto, parecía un toro suelto en la plaza.

—Amor, el señor aquí es un invitado de Ramiro, viene a conocer el bar...

—En ese caso puedo pedirle a uno de los técnicos que te de un tour guiado, Benicio. —siempre diciendo su nombre con un tono de advertencia, la rubia estaba entrando en pánico.

—Oh, por favor —pidió Ámbar—. Ahora, tú y yo tenemos una cita pendiente primor.

La rubia le sonrió coquetamente a su novio tomándolo de la mano y llevándolo en dirección a su despacho.

— ¿Ya te había dicho que hacerlo en la oficina era interesante?

—La última vez Ramiro casi nos encuentra infraganti, ¿quieres arriesgarte? —eso quería, esa sonrisa traviesa, Ámbar logró conseguir que a su novio se le disipara el enojo y comenzara a mostrarse tan relajado y juguetón como acostumbraba.

La rubia intentó soltarse de su mano para caminar hacia el escritorio, pero los brazos de Simón envolviéndola por completo y posicionar una mano en su nuca con cierto impulso la intrigaron. Ella le sonrió a su novio antes de que este se acercara para besarla.

Ágil, feroz, con violencia, oh, si que estaba frustrado. Pero le encantaba. Le encantaba como él podía pasar de la agresividad a la ternura.

Él la estaba reclamando, le decía que era suya, y ella le respondía de la misma manera.

Uno para el otro...

Nadie en la tierra podría lograr que aquella relación flaquease más que ellos mismos, y no estaban dispuestos a eso, estaban atados a un sentimiento, a la pasión, la lujuria, el placer... al amor. Ámbar era de Simón y Simón era de Ámbar. No cabía duda.

Se pertenecían, se querían, se amaban, y lo profesaban siempre.

La rubia sintió como fue chocada a la pared y luego la mano de su novio viajar por esta para ponerle el pestillo a la puerta y luego bajar a su muslo, apretándolo. Siguieron besándose con fervor, y cuando sus lenguas hicieron contacto fue inevitable que un gemido se le escapara a la fémina, quien sintió como sus piernas flaqueaban cuando Simón enredó una de sus manos en su cabello para halarlo y la otra la ocupaba masajeando uno de sus senos.

Se subió a su cintura y comenzó a repartir besos y mordiscos por su cuello cuando Simón rompió el beso para recuperar el aire. Ahora mientras ella lo contemplaba él la iba desvistiendo poco a poco, deshaciéndose de cada una de sus prendas. Ámbar no supo en qué momento la atmósfera de la habitación cambió, pero el sudor bañaba su anatomía mientras el calor se concentraba en su parte más íntima.

—A-ah, Simón —gimoteó cuando él la sentó sobre el escritorio tirando al suelo todo lo que había sobre este. Ella se aferró de nuevo a su cintura sintiendo como su virilidad reaccionaba ante sus caricias. El opuesto se deleitaba tan solo con escuchar su respiración agitada, ella cediendo ante sus encantos.

Simón volvió a besarla con desespero y para ese entonces ya ella tenía las uñas clavadas en su espalda, Ámbar gimió una vez al sentir sus sexos rozarse y disfrutó cada vez más el hecho de que solo ella podía deleitarse con aquel acto tan carnal. Sabiendo el efecto que ella provocaba en Simón y como él poseía tanto poder sobre ella, el deseo lo cegaba. A veces en los lugares menos convenientes, pero ninguno lo podía evitar, sus cuerpos fueron hechos para acoplarse el uno al otro. Simón adoraba sentirse así, pleno, satisfecho, adoraba sentir el cuerpo palpitante de Ámbar bajo el suyo, así, vulnerable.

Toda ella era un manjar, uno que no se cansaba de degustar, ni se cansaría nunca.

[...]

— ¿Qué tanto hacen ustedes dos cuando están solos? Parece que un huracán hubiese arrasado con el local.

—Solo tuvimos una, acalorada discusión —respondió Simón con simpleza mirando de reojo a su novia que estaba haciéndose una prueba de vestuario junto a las demás bailarinas. Esta le guiñó un ojo a través del espejo y sonrió con inocencia fingiendo que prestaba atención a lo que decía la modista.

Simón no podía ocultar la sonrisa de satisfacción en su rostro cuando salió de su despacho de la mano de Ámbar, con ella acomodándose conveniente la falda que llevaba puesta ese día.

Y menos ahora cuando justo en ese momento estaba Benicio en compañía de su prima que parecía ignorante del derrame de testosterona que se libraba en el establecimiento. Yamila era tan buena e inocente que lo regañó y le dijo que podía ver pero no tocar, Simón estaba más que satisfecho.

El muchacho se acercó a su novia y la abrazó por la cintura mientras ella se miraba en el espejo con su nuevo traje de a gogo. Esta sonrió y dejó un beso en su mejilla para luego decir:

—. Si gustas puedo darte una función privada.

—Estaría encantado bella dama.

—Creí que se podía ver pero no tocar.

Ámbar se soltó del agarre de su novio virando los ojos y dándose media vuelta, capturando la atención de los técnicos y las bailarinas, y Yam por supuesto.

—A ver, Benicio, ¿no? —preguntó ella antes de continuar—. Creo que esa regla solo aplica con las personas cuyo índice de contagio de ETS puede ser nocivo para la sociedad en general, sobre todo cuando tienen complejos de narcicismo e hipersexualidad. Así que, en caso de que aún estés en desacuerdo, permíteme recordarte que él —señaló a Simón—. No solo es mi coreógrafo sino también mi compañero sentimental, y aquí entre nos, no tengo quejas de él, sabe como hacer feliz a una mujer.

Yamila abrió la boca sorprendida y comenzó a reírse de su primo quien había sido rostizado por completo. Los demás presentes solo se miraron entre sí con pena ajena, mientras Benicio no encontraba en que hueco esconderse de la vergüenza.

—Wow, rubia...

—Ya merecía que le cantaran sus verdades —ella abrazó a su novio por el cuello y le susurró:

—. ¿Ahora si vamos a jugar a lo que yo quiero?

La rubia se mordió el labio sabiendo que eso provocaría más deseo en su hombre.

—Puedes esposarme a la cama si deseas —le respondió él en un susurro, besándola cortamente y alejándose una vez más.

Tenía que ordenar su despacho.






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¡Heeeeey!

Me desaparecí un largo tiempo, ¿eh?

Bueno, confieso mi pecado, esta escena iba a ser Emitteo pero me terminé decidiendo por Simbar puesto que, yo soy la escrito y me gustó más así, lol.

Bueno, bueno, que ver a Simón celoso es mi placer culposo la verdad.

En fin, espero que hayan disfrutado, yo me despido por ahora, que una parte, y luego.... *redoble de tambores* ¡Oxitocina! Wooooooooooo!!

Vamos despidiéndonos de la #SagaNeuro que me regaló muy buenos momentos como escritora y me hizo sonreír con varios de sus comentarios.



ErxLee.

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